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puneñas

Para mediados del siglo XX se consolidaron cinco comparsas de sicuris en la ciudad de Puno, las cuales, además de participar regularmente de las celebraciones a la Virgen de la Candelaria, incursionaron en otros espacios celebratorios —populares y oficiales, religiosos y cívicos— del departamento: Mañazo, Juventud Obrera, Huaraya, Manto y Checca69 .

ANOTACIONES SOBRE EL DIABLO Y LAS COMPARSAS MUSICALES PUNEÑAS

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«El danzarín, bajo el embrujo de estas máscaras, debe sentirse transformado en el personaje mítico de la legión de Satán, en las expresiones terroríficas, han llegado a la perfección.

Con su vistosa vestimenta espejante, con sus saltos acrobáticos, con su danza febril epiléptica, con su serpiente enroscada al brazo, da la impresión cabal del espíritu infernal que personifica a esa figura vislumbrante de bordados áureos de piedras fulgurantes, de cintas de plata tintineantes, se desprende poderosa la idea de los sobrenatural».

José Manuel Núñez, Sobre la fiesta patronal de mi tierra y sus costumbres, distrito de Yunguyo, 195870

El temprano estudio de J. Alberto Cuentas sobre el diablo danzante reconoce la presencia del personaje en la mayoría de los bailes que identifica como «aymaras» en el departamento de Puno. En algunos, aparece como figura complementaria y, en otras, como personaje principal: «ocupa sitio preferente en el Tintihuaca, el Lanlaku, en los Cintakana que son nuestros bailes tradicionales (…) También en los bailes de origen colonial, como en los Sicuris, el diablo con su cola enorme y su máscara feísima y su tridente, es el personaje principal» (Cuentas, 1929).

Durante su paso por la ciudad de Juli, en 1936, el narrador Jorge Dulanto Pinillos anota la presencia de comparsas musicales indígenas, destacando la asistencia de «diablos a montones», que llegaban a celebrar a la patrona del pueblo:

«Juli está de fiesta, celebrando a Nuestra Señora de la Concepción, patrona del pueblo. En la plaza, los indios alcanzaron un ritmo perfecto.

69. Anónimo. “Octava de la Festividad de la Virgen de la Candelaria”. Los Andes, 9 de febrero de 1954. 70. Archivo Histórico Regional de Cusco. Monografías. Vol. XXV, N° 10, 1958, p. 18.

Los tañadores de quenas, los tamborilleros vestidos con riquísimos trajes, llevando lunas en la frente, collares de medallas de oro y plata, cinturones de color, forman un friso de perfecta unidad rítmica. Hay ángeles, como las representaciones medievales del paraíso, diablos a montones, satanaces y luciferes futres y endomingados que no huelen a azufre ni tienen colas de llamas.

La música es triste, monótona para mis oídos de criollo, pero el baile asemeja un ballet admirable por el juego de ademanes» (Dulanto Pinillos, 1937)71 .

Más adelante, para inicios de la década de 1940, José Vargas nos ofrece otra descripción de la estética del diablo danzante, integrante de las comparsas de sicuris que participan de la celebración de la octava de la fiesta de la Virgen de la Candelaria en la ciudad del lago:

«(…) Toman parte activa en forma de comparsas de Sicuris o Morenos y cada parcialidad quiere sobresalir en estos bailes, tanto en la vestimenta como en la música. Los diablos, que visten de calzoncillo largo y pegado al muslo y pie, encima unas franjas sueltas, duras y adornadas, un tanto anchas que forman una especie de falda, luego una camisa y a la espalda tienen prendido un pañolón de seda de colores o un pequeño mantón también de seda, en la cabeza una peluca y en el rostro una máscara de yeso o lata, pintado de colores y lleno de sapos, culebras, etc. en bulto, además llevan un trinche o tridente, bailan dando saltos»72 .

Una descripción de los diablos enmascarados en las fiestas de febrero, ofrecida por la prensa puneña, resalta el carácter burlesco del personaje y su relación con el público:

«En la esquina de una calle hay una orquesta “serrana” y los danzantes, con hachas en la mano, semejando “salvajes” marcan el paso al son de la música. Sus rostros cubiertos por máscaras repugnantes se [a]semejan a hijos de Lucifer. De cuando en cuando amenazan a un chiquillo con pegarle»73 .

71. Descripciones gráficas de los diablos en la primera mitad del siglo XX aparecen en el pincel de importantes artistas puneños como Simón Valencia Melgar (“La ternura del Creyente”), Amadeo Landaeta (“Fiesta de San Pedro de Icho”) o Víctor Humareda (“Carnaval de Lampa”). 72. Vargas, José. Apuntes sociológicos sobre los indígenas de los alrededores de la ciudad de Puno. Archivo Histórico Regional de Cusco. Monografías, Vol. 1, N° 1, 1942, p. 20. 73. Anónimo. “Tambores, Zampoñas y Bailes”. Los Andes, 10 de febrero de 1934. Por su parte, José Vargas anota el carácter “perverso” del diablo, que generaba zozobra en los menores: «son el cuco de los niños en esos días y los pequeñitos solo al verlos se ponen a gritar». Vargas, José, ibidem.

En una nota sobre las comparsas puneñas de bailes, el indigenista Uriel García señalaba la existencia de tres «grupos corales de danza» diferenciados dentro de las comparsas de sicuris: uno que llevaba disfraces de animales salvajes, otros «el de las fuerzas infernales, en el que los bailarines usan inmensas máscaras que representan rostros femeninos, roídos por sapos y culebras y demás alimañas del averno, con espantables gestos de pavor» y, por último, los «propiamente llamados sicuris o tocadores de phusis o zampoñas, con disfraces lujosísimos (…) quienes al mismo tiempo de danzar, en armonía con todo el conjunto, tañen sus instrumentos y encauzan la unidad del baile» (García, 1949: 75-76).

Estos primeros testimonios evidencian que, originalmente, el diablo danzante puneño era un personaje «libre», que se integraba a distintas agrupaciones musicales, indígenas como mestizas, en las que la vestimenta de los danzantes era bastante heterogénea, sin componer una comparsa exclusivamente de diablos:

«Los trajes de las comparsas son de vistosos colores i sobre todo valiosos, los trajes estos, no son de una uniformidad total, sino el contrario, de una variedad notable, aparte de ellos, hay trajes especiales para los individuos que propiamente tocan los instrumentos; i otros trajes para las figuras, o sea tipos que bailan al son de las notas que sacan los “pusiris” que viene a ser danzas diabólicas, pues son saltos, contorsiones de cuerpo, i en fin, demostraciones de habilidad, esto sería en lo que se refiere a las figuras llamadas “diablos”, en cambio hay otras hay otras figuras llamadas “leones” por la indumentaria parecida a este animal, los movimientos no son tan veloces, no violentos, al contrario, rítmicos, i calmados, i se concretan en hacer asustar a los que presencian estas danzas, sobre todo por las caretas o máscaras que son horripilantes, otras figuras como las de los ancianos que su danza, por decirlo así, es más simpática, calmada, i llena de momentos decentes y finos, pero que siempre asustan a la gente por los tapujos que llevan encima de la cara, i en fin una serie más de figuras como las de hombres disfrazados de mujer, luego los osos, pastores, chunchos, etc.»74

Algunas de estas agrupaciones de sicuris participaban de celebraciones religiosas en distintas poblaciones del departamento e, incluso, en el Altiplano boliviano. Del mismo modo, comparsas provenientes de las provincias del interior del departamento viajaban a las celebraciones

74. Murillo, Alipio. La Fiesta de la Candelaria en el Departamento de Puno. Archivo

Histórico Regional de Cusco. Fondo Monografías, Vol. III, N° 15, 1944.

festivas en la urbe puneña, como es el caso de los sicuris de Yunguyo, quienes despertaron el interés de los vecinos de la ciudad del lago por «lo vistoso de sus trajes y lo exótico de su música»75 .

Años más tarde, en un estudio acerca de la transformación del baile de diablos en Puno, el antropólogo Jorge Cáceres Monroy ofrece una descripción estética del «original» diablo danzante, integrante de las agrupaciones de sicuris de la ciudad del lago:

«[originalmente] esta danza contaba con una sola figura satánica, pues ciertas creencias propias de la cultura Andina condicionaban la existencia de las mismas; en cambio un mayor número de bailarines se disfrazaba de "morenos".

La máscara que usaba el diablo (…) estaba hecha de yeso, los caracteres eran humanos, así los ojos de color azul con pestañas grandes, una nariz bastante respingada y dividida en dos, los labios ligeramente abultados. Sobresalientes de la frente un par de cachos o "Wagras" de cinco a seis centímetros de longitud. Reptando en las mejillas aparecía un sapo, una culebra o un lagarto de color verde» (Cáceres, 1974?).

Asimismo, como señala el testimonio de David Onofre, para principios del siglo XX todavía no se conformaban agrupaciones exclusivas de diablos en la ciudad de Puno «solo había zampoñada de Mañazo y Obrero, y tenían su figurita de diablo, pero no había Diablada» (Onofre 2009: 61-78). Es lo que parecen indicar las primeras fotografías que tenemos de los diablos, en las cuales son retratados de manera individual o integrando los conjuntos de sicuris76 .

Una de las primeras figuras que logró destacar dentro de las comparsas de sicuris fueron los morenos. Personaje que, con los años, conformaría agrupaciones independientes de danzantes que actuaban acompañados de la música de las zampoñas. Ya la prensa puneña los destaca desde la década de 191077. Así, en un trabajo sobre las danzas puneñas de 1942, Luis

75. Anónimo. “Fiestas Religiosas”. El Eco, 10 de febrero de 1927. 76. Véase, por ejemplo, las fotografías del diablo de Martín Chambi (1925, colección del Instituto Americano de Arte), y de la colección de Lizandro Luna (1928), o la del diablo que integra una comparsa de sicuris en el Álbum Gráfico e Histórico de Chucuito, de J. A. Cuentas (1929). 77. Calsín (2016) reconoce en la prensa puneña anotaciones sobre la presencia de grupos de «morenos», acompañados de música de zampoñas y tamborines, desde 1913.

Carnaval de Lampa Víctor Humareda. Óleo sobre tela, circa 1948. Tomado de: Moll (1987) Una de las tempranas obras del reconocido artista puneño, donde refleja parte de sus vivencias juveniles en su natal Lampa. En el cuadro se describe la festividad de la Inmaculada Concepción, patrona de la ciudad de Lampa, celebrada el 8 de diciembre de cada año. El cuadro evoca sus recuerdos de juventud cuando, con ocasión de las fiestas patronales, veía desfilar en su pueblo una serie de danzantes disfrazados, los que llegaban a Lampa a rendir homenaje a la Virgen. En la coreografía destaca el baile del diablo, que se presenta aún como un personaje independiente y libre, que se integra a una desigual comparsa de seres andinos, entre cusillos, osos y cóndores.

Espezúa señalaba la necesidad de diferenciar entre dos tipos de comparsas, los sicuris y los morenos:

«(…) se parecen bastante pero no son iguales (…) Los morenos no tocan, solo bailan al compás de una orquesta compuesta de claretín, solemne, dando pasos atrás y adelante, cruzando los pies como en el fox-trot (sic) de nuestros días. Lleva en la mano una especie de matraca que guarda cierta armonía con el sonido de la orquesta que les sirve para anunciar el retroceso, en la rueda o el silencio en la música»78 .

Del mismo modo, en la descripción que ofrece José Vizcarra de la fiesta de la Virgen de la Candelaria de la ciudad de Puno, hacia 1958, hace referencia a la tradicional agrupación de sicuris de Mañazo, en la que los danzantes de morenos habían ganado notoriedad79. A su vez, si bien se señala que los diablos danzantes también han alcanzado resaltar dentro de las comparsas de sicuris, no habían logrado aún independizarse, manteniéndose como danzantes libres, al igual que el ángel, la «china Saggra», el león o los «pieles rojas»:

«[los morenos] tienen una serie de bailarines como el diablo que va vestido con una máscara grande con cachos largos (…) luego se ponen un mantón en forma de capa que está bien adornada con piedras, lo mismo usan calzoncillos estilo napoleón con sus adornos adelante, usan guantes de cuero grandes y varios pañuelos de diversos colores, además llevan un lagarto de juguete»80 .

Por su parte, el trabajo de Augusto Robles planteaba que, a fin de dar «cuenta cabal [de] cómo es la estructura de estos bailes» era imperativo dividir a los conjuntos de sicuris en dos planos. En un primer plano, ubicar las comparsas de zampoñistas propiamente dichas que, en doble fila, iban avanzando por las calles de la ciudad «acompañados de los tambores,

78. Espezúa Hinojosa, Luis. Música y danza indígena en el Altiplano. Archivo Histórico

Regional de Cusco. Monografías, Vol. I, N° 21, 1942, pp. 13-14. Asimismo, el autor anota la presencia de los lanlacus «bufones disfrazados de diablos, con caretas verdaderamente monstruosas», baile exclusivo del Corpus Cristi. Por su parte,

Alipio Murillo denomina indistintamente a las comparsas de músicos como sicuris o morenos. Murillo, A. La Fiesta de la Candelaria en el departamento de Puno. Archivo

Histórico Regional de Cusco. Monografías, Vol. III, N° 15, 1944. 79. José Vizcarra anota la presencia de dos comparsas del barrio de Mañazo: una de morenos y otra de «Morenada». Vizcarra, J. Costumbres religiosas de mi tierra. La virgen milagrosa de la Candelaria. Archivo Histórico Regional de Puno. Monografías,

Vol. XXIII, N° 18, 1958, p. 18. 80. Vizcarra, José, Costumbres religiosas de mi tierra. La virgen milagrosa de la Candelaria. Archivo Histórico Regional de Puno. Monografías, Vol. XXIII, N° 18, 1958, pp. 18-19.

platillos, triángulos, bombos, etc.». Y, en un segundo plano, los bailarines, «figuras» diversas que se desplazan delante de los músicos, entre los que destacan a los diablos,

«(…) cuya vestimenta consta de una gran peluca color rojo trenzado con cintas de seda, luego viene una grotesca careta hecha ingeniosamente de yeso, imitando a dragones, serpientes, dando la forma más horrorosa, luego viene una especie de pechera, adornada por lentejuelas y cintas de todo color, en la espalda pende un pequeño mantón de seda (…) usan guantes de color y llevan una arma contundente llamado trinche, que le sirve para hacer asustar a los chiquillos y demás gente que miran pasar a los bailarines»81

Es recién hacia esta época, a mediados del siglo XX, cuando el diablo danzante logró ganar mayor estima por parte de las agrupaciones, los folcloristas y el público urbano, independizándose de los conjuntos «mixtos» que los acogían, como era el caso de los sicuris —e incluso, morenos—, pasando a formarse las primeras agrupaciones de diabladas como las conocemos hoy en día.

Asimismo, los testimonios evidencian que la presentación de las comparsas iba adquiriendo un carácter más competitivo. La preparación de las vestimentas, los ensayos de las coreografías y canciones semanas antes de la fiesta y la «entrega» de los conjuntos el día de la octava, son destacados en testimonios de la época:

«Toman parte activa en forma de comparsas de Sicuris o Morenos y cada parcialidad quiere sobresalir en estos bailes tanto en la vestimenta como en la música. Para esto, un mes antes o más de la fiesta ensayan, es decir, se reúnen por las noches en una casa y escogen las piezas que han de tocar o crean nuevas, modificando los huaynos de esa región para que puedan ser tocados en zampoñas; faltando unos quince días ensayan todas las noches al aire libre, para esto al atardecer ya están llamando a los tocadores con el bombo, lo cual se oye claramente desde la ciudad en varias direcciones. Una vez llegada la noche en la víspera de la Fiesta se dirigen al templo de San Juan, donde se están celebrando las vísperas, allí se posesionan a la entrada del templo y comienzan a tocar, todos a la vez en forma de competencia, en la cual toman parte también comparsas de los obreros de la ciudad y de distritos cercanos como Icho de manera que se produce una bulla infernal. Terminadas las vísperas, una que otra

81. Robles Gutiérrez, Augusto. Fiestas y danzas indígenas en el Departamento de Puno.

Archivo Histórico Regional de Cusco. Monografías, Vol. VI, N° 23, 1946.

comparsa se retira, pero siempre quedan dos o tres a seguir compitiendo y de paso amenizan la alegría de las personas que pasan en la plaza (…)»82 .

Al tiempo que los diferentes barrios de Puno ven surgir sus propias agrupaciones musicales y coreográficas, en las capitales de provincias se van conformando conjuntos musicales que representan al «interior» de las provincias en las fiestas y posteriores concursos artísticos organizados con motivo de las celebraciones de la octava de la fiesta de la Virgen de la Candelaria, acontecimiento que termina por reafirmarse como la «fiesta de los indígenas» de la ciudad del lago. Para 1934, una fuente destacaba la presencia de cuatro agrupaciones de sicuris «locales» que participaron en el concurso de música vernácula organizado por la municipalidad: sicuris de Checca, Orkopata, Mañazo, Huaraya, a los cuales se añaden dos conjuntos más que llegaron de Juli y uno de Ilave, el cual, según un comentarista de la época, «es, entre sus similares, algo de lo mejor que hemos escuchado»83 .

En una monografía descriptiva de la fiesta de la Virgen de la Candelaria en la ciudad de Puno, de 1946, Alipio Murillo resaltaba, desde la perspectiva de los sectores medios letrados de la ciudad, la composición social de las comparsas de sicuris «locales», evidenciando el origen popular de sus miembros e insistiendo en las rivalidades que surgían entre ellas por el hecho de ser reconocidas como «quien toca mejor»:

«Las comparas de Puno son las de la clase obrera, que siempre por su temperamento, producto del trabajo que llevan, pues la mayoría son zapateros, carpinteros, herreros, etc. Son todos diré casi belicosos, pero de una lucha baja, llena de improperios, y haciendo resaltar el salvajismo del hombre. Los rivales de estos son los carniceros, que es una comparsa más disciplinada, serena y de una ponderación del espíritu muy laudable; son los indios, pero bien refinados. La pugnacidad (sic) nace generalmente por un motivo, cual es el hecho de “quien toca mejor”, pero con sinceridad, e indudablemente, la que se prepara mejor, son los carniceros, llamados “mañazos” (…).

82. Vargas, J. Op. cit. Fuera de los ocasionales concursos organizados por la autoridad edil, las comparsas de sicuris tenían por costumbre acantonarse y «competir» en el parque Pino, a las afueras del templo de San Juan, donde se veneraba a la imagen de la Candelaria: «(…) en la plaza Pino había un gran número de comparsas de sicuris y otros bailes que llenaban de música y concurrencia la plaza, mientras se verificaban las vísperas; las comparsas bailaron y tocaron hasta tarde de la noche…». Anónimo.

“La Octava de la Fiesta Patronal”. Los Andes, 6 de febrero de 1944. 83. Ver: Anónimo. “Las funciones de eliminación de los conjuntos de bailes típicos y música”. Los Andes, 16 de febrero de 1934; Anónimo. “Relación de los conjuntos típicos de baile y música indígena”. Los Andes, 15 de febrero de 1934.

Otra comparsa que existe (…) es la de los llamados cargadores, que no influyen en la pugnacidad de los [contendores] porque en realidad [por] su condición social, número y psicología, son pobres.

Las otras comparsas que vienen el día de la fiesta son las de Chejonia que llevan ese nombre en virtud del ayllu o de Huaraya, de acuerdo al nombre de su distrito, los ichus, porque vienen de Ichu, etc.»84 .

Hacia 1945, la descripción que ofrece Eduardo Pineda Arce refiere que, por lo común, en la fiesta de la Virgen de la Candelaria de la ciudad de Puno participaban entre cinco y seis agrupaciones de sicuris, destacando los Mañazos y Juventud Obrera85. En estos mismos años Jaime Serrutto nos ofrece una interesante descripción del diablo presente en las comparsas de sicuris, anotando detalladamente el atuendo y la máscara del personaje:

«(…) forman parte también de la comparsa [de sicuris] una infinidad de danzarines con sus disfraces respectivos i portando una careta según lo que representan. Entre estas figuras tenemos: el sajra o diablo, cuyos atavíos son: un pantalón largo i bien ajustado que llega hasta los tobillos, de la cintura le pende una especie de falda, pero recortada en seis partes, lleva una camisa con mangas largas, por encima del pecho lleva un pañolón de color, la cara la tiene recubierta por una careta que representa al diablo, de aspecto repugnante lleno de reptiles; en la cabeza llevan peluca blanca. Es el tipo más ágil pues danza dando saltos en el aire y moviendo los pies con rapidez pasmosa, en una mano lleva el trinche i en la otra una representación hecha de barro de una criatura. El origen de este danzarín es muy incierto pero su representación posiblemente sea el genio del mal que va sembrando el pánico entre los mortales. Aunque es muy posible que esta forma de danzarín sea la representación del demonio de la biblia y que debe ser por tanto una influencia de la iglesia católica ya que detrás de este va otro danzarín que se denomina “Ángel” cuya vestimenta consiste en una bata hecha i bordada con hilos de plata, llevando por careta la representación de una fisonomía de mujer hermosa»86 .

84. Murillo, Alipio M. La fiesta de la Candelaria en el Departamento de Puno. Archivo

Histórico Regional de Cusco. Monografías, Vol. III, N° 15, 1944. Apreciación similar a la que ofrece Héctor Vera Paredes, en un texto de 1957 «y así los trabajadores en su mayoría artesanos con espíritu de superación, tratan de presentarse lo mejor posble (…)». Vera, H. Op. cit, p. 18. 85. Pineda Arce, E. Puno, Apuntes para una guía turística. Archivo Histórico Regional de

Cusco. Monografías. Vol. IV, N° 29, 1945. En una nota del diario Los Andes, de 1954, se señala la participación de las comparsas de sicuris de Mañazo, Juventud Obrera,

Huaraya, Manto y Checca en la fiesta de la Candelaria; así como la presencia de los

“nuevos” conjuntos de llameritos de los barrios de Azoguini y Laykakota, además de una agrupación de cullahuas. Ver: Anónimo. “Octava de la Festividad de la Virgen de la Candelaria”. Los Andes, 9 de febrero de 1954. 86. Serrutto Florez, Jaime. Tipos, costumbres y danzas de mi tierra. Archivo Histórico

Regional de Cusco. Monografías, Vol. VI, N° 22, 1946, p. 9.

Fuera del caso de la fiesta de la Virgen de la Candelaria de la ciudad de Puno, el texto de Adolfo Carreón describe la participación de los sicuris durante las celebraciones a la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, en la ciudad de Lampa: «Todos ellos llevan la zampoña en la mano i bailan en rueda arrastrando los pies con pasos menudos al compás de la música que tocan una fanfarrona que repiten eternamente. Sin embargo, es la música más alegre y de más entusiasmo (…)»87 .

En su texto ¿Cómo celebran los indígenas las fiestas religiosas? (1946), Vicente Catacora ofrece también una descripción pormenorizada de los sicuris y los diablos que, a opinión del autor se disfrazan a «manera de ridiculizar a los españoles»

«Por su delantera bailan unos disfrazados de españoles achachis, máscara y una leva a manera de vestido de Luis XIV, con medias y pantalón corto y zapatillas, que va entre los diablos (disfrazados), manera de ridiculizar a los españoles, porque consideraban antiguamente a estos como demonios o “supayas” i estos van atemorizando a los niños y mujeres con sus crecidos cachos de diablo i sus chicotes que van revoloteando por todas partes i azotando a la gente que mira a estos. Están constituidos generalmente de hombres y niños (fin p. 16) i que marchan al compás de la música a manera de huayno, se caracterizan porque llevan el mejor lujo con piedras de atractivos colores i plumajes largos el guía como he dicho va a la cabeza i el mayor da comida i bebidas a esta tropa de bailarines»88 .

La fuerte vinculación de las familias y comunidades campesinas con los conjuntos musicales que participaban en la fiesta aparece referida en el estudio de Teobaldo Loayza sobre los indígenas en la ciudad de Puno:

«Los bailarines que van por la calle, tras ellos van en tropel toda su familia, i de las comparsas que han venido las mujeres cargan su ropa siempre por detrás de donde vayan ellos, hasta los hijos toman parte ya sea de bailarines que hay muchas variedades, como chunchos, diablos, viejos pellejos, parece que esta fuera una irrisión (sic) al Español de la colonia, entre otros disfraces tenemos el de osos, fallos, corredores»89 .

Por otro lado, Andrés Flores destaca los cambios significativos que presentaba la indumentaria de los músicos de las comparas de sicuris,

87. Carreón P., Adolfo. Fiesta de la inmaculada Concepción en la provincia de Lampa.

Archivo Histórico Regional de Cusco. Monografías. Vol. V, N° 33, 1946. 88. Catacora, Vicente. ¿Cómo celebran los indígenas sus fiestas religiosas? Archivo

Histórico Regional de Cusco. Monografías, Vol. VI, N° 35, 1946, pp. 16-17. 89. Loayza, Teobaldo. La vida del indio en la ciudad de Puno. Archivo Histórico Regional de Puno. Monografías. Vol. VI, N° 38, 1946, p. 27.

introduciendo las nuevas tendencias que terminaron definiendo la presentación de las agrupaciones puneñas en los años venideros, así como la inmensa inversión económica que estos trajes significaban para las agrupaciones indígenas:

«(…) son tan bellos y costosos estos vestuarios que nos traen el recuerdo de una época ida, el medioevo. Cada uno de los que componen el grupo, llevan vestidos de torero, auténtico traje de luces, que desgraciadamente, hoy en día está en vías de desaparecer, por lo muy subido de sus precios, cuando se quiere adquirir como flete. De esta vestimenta se hizo uso hasta el año 1944 y a partir de entonces los disfraces han ido variando notablemente, en vez de los pantalones cortos al uso del torero, se usan unos pantalones largos de seda, la casquilla es la misma, un sombrero adornado con plumas muy vistosas.

La transformación de los disfraces se debe al factor económico, así como el nuevo gusto de los años últimos, el que determinará la mejor presentación de las comparsas90 .

Por esto mismos años, la viajera norteamericana Frances Toor recorrió el altiplano peruano. En su relato se destaca las comparsas de sicuris que recorrían la ciudad de Puno con motivo de la fiesta de la Virgen de la Candelaria:

«Los grupos más numerosos fueron los Sicuris, veinte o más hombres jóvenes cada uno tocando sus flautas de caña graduada, llamadas sicuri o zampoña. Ellos bailan en pequeños pasos trotando, en un círculo, cuando en una plaza, alrededor de un bombo o gran tambor, realizan el mismo paso, a través de las calles. A veces su música es aumentada con un pequeño tambor, platillos y un triángulo. La mayoría de sus trajes son de estilo de torero, ricamente ataviado de perlas de colores (…) Algunos grupos son acompañados por “figuras decorativas”, bailarines representando animales, usando sus pieles y llevando máscaras, otros visten elegantes trajes coloniales de grandes coloniales quienes danzan elegantemente en el frente» [traducción libre del autor] (Toor, 1949).

Anotando los cambios que venían generándose alrededor de las comparsas de sicuris, se evidencia que, para mediados del siglo XX, dos de los personajes más significativos de los conjuntos de sicuris —para el

90. Flores especifica, además, el costo de alquiler de los trajes: «El alquiler de los trajes de luces, solo por dos días, es de 250 soles, i cuya consecución se hace muy difícil, que tienen que traerlo de Bolivia o de algunas parcialidades de la provincia de Chucuito. En cambio, el flete de la casaquilla de luces i de los pantalones de seda es de 150 soles. Así que el uso de tales vestidos, en una comparsa que compone de 25 a 30 sujetos, requiere unos varios miles de soles». Flores Valdez, A. La Fiesta religiosa de la Candelaria. Archivo Histórico Regional de Cusco. Monografías. Vol. XIII, N° 34, 1951.

gusto urbano—, los morenos y los diablos, lograron establecer sus propias comparsas, independizándose de los músicos. Una nota de 1955 refiere la presencia de los danzantes de Mañazo, donde destaca la participación de los “diablos caporales de siete cabezas” y las “china diablos” y el «entusiasmo contagioso de los bailarines y un público satisfecho de haber semejantes exhibiciones que solo se ven en la ruta a Copacabana»91 .

Asimismo, el diablo terminó encarnando a una serie de personajes que, con sus peculiaridades, habían transitado el mundo religioso altiplánico y que, para entonces, habrían de desaparecer de las celebraciones: el caso de los huaca-huacas, los cusillos, los lanlacus, el danzante y los tundikes, otorgándole sus atributos al diablo mayor92. Así, este personaje, que desde antiguo estuvo presente en las diversas comparsas, terminó consolidándose, formando sus propias comparsas de diablos o Diablada, proceso que se documenta en el departamento de Puno desde la década de 194093 .

En este sentido, una nota de prensa de Juan Alberto Cuentas, fechada en 1956, hace referencia a los conjuntos de diabladas que se consolidaron en el departamento de Puno. Según el autor, la Diablada «es una danza indígena compuesta exclusivamente de hombres disfrazados de Diablos o mujeres, las “cachu supayas”, exclusivamente» (Cuentas, 1956). De esta fecha es la importante colección fotográfica de Julio Villagra Quiroga, quien

91. Anónimo. “La Octava de la Patrona de Puno”. Los Andes, 7 de febrero de 1955, p, 2. 92. Algunos testimonios de la década de 1940 dejan ver la progresiva “desaparición” de estas danzas en las celebraciones de la Candelaria: Así, una nota del diario Los Andes, señala: «Las comparsas de bailes autóctonos han venido en menor número de las vecindades de la ciudad, aunque hace algunos años que muchos de esos bailes típicos han desaparecido como el monótono "danzante" de los múltiples cascabeles, los "Tundikes" que son sus irónicos versos daban más de un mal rato a las autoridades de policía, "Huaca huacas" i quizá si hasta los "Llameros" han pasado a la historia todos los que venían para, según ellos, a solemnizar la fiesta de la Patrona de Puno».

En: Anónimo. “La Fiesta Patronal de Puno. Los Andes, 3 de febrero de 1943. Por su parte, Alipio Murillo se refiere a la ausencia del “danzante”: «Otra figura muy simpática i si se quiere extraña ya, por el hecho de que no viene, es la llamada

“el danzante” que tan solo baila solo, no tiene acompañantes, más que el hombre que toca un tambor pequeño, es un traje luminoso, i con máscara, la indumentaria llena de cascabeles, de los cuales saca una tonada, al momento de hacer actuar el pie derecho o izquierdo (…) Esta figura hace más o menos unos 18 años que ya no viene». En: Murillo, A. Op. cit., p. 15. 93. La más temprana referencia a una agrupación de diablos en el departamento de Puno data de mediados de la década de 1940. Nos referimos a la serie de fotografías que el francés Pierre Verger realizó durante la celebración de la fiesta de San Pedro en la localidad de Icho (Véase el dossier fotográfico al final del texto). En una nota publicada en la Revista del Instituto Americano de Arte de Puno se destaca la presencia de danzas de diablos en distintas fiestas religiosas celebradas en Rosaspata (Huancané),

Capachica (prov. de Puno), Amantaní (prov. de Puno). Ver: Anónimo. Folklore Nacional – Danzas populares del Perú”. Revista del Instituto Americano de Arte del Cusco, Vol.

I, N° 2, 1943, pp. 24-44.

ofrece imágenes de diablos y de una comparsa de Diablada en el certamen folclórico escolar realizado en la ciudad de Azángaro, hacia 1953 (Villagra, 2016); así como la referencia a la presencia de un conjunto de Diablada en las fiestas de Juli, en 1955, ofrecida por el historiador René Calsín (2015: 119).

Una vez convertidos en referentes destacados del imaginario festivo puneño, los diablos danzantes aparecen también incorporados dentro de la narrativa de ficción altiplánica. Así, la novela Tierras de Altura, de Alfonso Bouroncle (1961), relata un episodio en la localidad de Yuspasani, en la provincia de Chucuito, donde los conjuntos de diablos hacen su aparición:

«Uniéndose a las mujeres, fueron al mercado y después al templo. Llegaron junto con los danzantes, precedidos por luciferes y su china diabla, asediada y cortejada por toda la jerarquía diabluna.

Máscaras grotescas y espeluznantes, complementadas con vistosas y lujosas vestimentas, concitaron la curiosidad, sobre todo de Isabel, quien no perdía detalles de personajes y movimientos, interesándose por las explicaciones que del baile hacía la Pascuala.

En la plaza, las huestes infernales bailando casi a la carretera, fueron conducidas por Lucifer hasta la puerta de la iglesia y luego de un brindis ingresaron a solicitar bendición, colocándose frente a las deidades como demonios respetuosos. Después del rito y sahumerio, genuflexiones y bendiciones, con el último golpe de pecho, salieron bailando de la iglesia en busca de eterna condenación» (1971: 211).

Coincidiendo con esta mayor visibilidad de las comparsas de diablos en distintas celebraciones en el altiplano peruano, hacia 1956, el folclorista Enrique Cuentas ofrece un comentario sobre «el arte de hacer caretas» en la ciudad de Puno, expresión artística que, para entonces, adquiría caracteres locales definidos, anotando el trabajo del artesano puneño Alberto Velásquez, quien surtía de máscaras a los conjuntos de Diablada de la ciudad94. En el caso de los concursos de danzas folclóricas, la presencia de conjuntos de diablos también se anota en el festival de Danzas de Ácora desde el año 196095 .

94. Cuentas señala que, por iniciativa del presidente y el secretario de arte del Instituto

Americano de Arte, el mascarero Velásquez pudo realizar una exposición de 100 de sus piezas de caretas «que nada tenían que envidiar a las famosas caretas importadas de Oruro» Cuentas O., Enrique. “La artesanía popular en Puno”. Los Andes, 6 de marzo de 1956. 95. Anónimo. “Tercer Festival de Danzas Folclóricas de Ácora”. Los Andes, 9 de febrero de 1960.

CAPÍTULO IV

CONSOLIDACIÓN DE LA DIABLADA PUNEÑA: COMPARSAS, CONCURSOS Y EMBAJADAS FOLCLÓRICAS (1929-1985)