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Infografía: La Iglesia en Japón en números

de Kioto), dedicada a Nuestra Señora del Rosario, hace un par de años comenzaron a llegar vietnamitas católicos al templo. Ellos vienen a trabajar a Japón, o bien a estudiar como técnicos, pero la realidad es otra. Casi no tienen día de descanso y un lugar para reunirse. Así que, cuando empezaron a llegar, la primera dificultad fue el idioma, casi no hablan japonés; además, aunque Vietnam es un país asiático, es muy diferente cultural, social y estructuralmente a Japón. Por otra parte, la comunidad católica japonesa estaba preocupada y me decían que debíamos que ayudarles y hacer algo por ellos. Esto me alegro mucho y en una reunión del consejo parroquial decidimos que teníamos que recibirlos y acompañarlos en su fe y darles un espacio en la comunidad. ¡Así que nos pusimos manos a la obra!

La integración de los migrantes

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Al inicio, llegaron cinco vietnamitas, y después otros tres; poco a poco se pasaron la voz y hoy en día asisten más de 20 jóvenes de aquel país. Por supuesto que hay muchos más, y día a día, va creciendo la asistencia.

Para ello, los católicos japoneses los acogieron como familia y, conociendo la situación migratoria que hay en Japón, decidieron apoyarlos. En la parroquia ya forman parte de la comunidad y participan de diversas maneras.

En las Misas, la primera y la segunda lectura, dos veces al mes, se hacen en vietnamita; asimismo, algún canto y (casi siempre) el canto de salida es en vietnamita. Las jóvenes vienen con sus vestidos coloridos de fiesta, ya que para ellas la Misa es un festejo. De hecho, así debe de ser: la Misa es una fiesta.

Hoy en día uno de esos jóvenes vietnamitas, elegido por ellos previamente, participa en el consejo parroquial en las reuniones mensuales que tenemos y se encarga de enviar la información y la forma en que van a participar en las actividades de la parroquia. Por otra parte, desde hace dos años iniciamos, por iniciativa de los mismos jóvenes vietnamitas, el Vetonamu Fest, que es la Fiesta vietnamita. Ellos se reúnen y preparan todo, y el día señalado llegan antes de la Misa y adornan la Iglesia; al final de la Misa, hacen un canto especial y, posteriormente, pasamos al salón para continuar con un banquete donde compartimos platillos que ellos mismos prepararon para toda la comunidad. No más otros, sino un nosotros

Los jóvenes vietnamitas ya son parte de la comunidad, y los japoneses lo sienten así y están muy contentos. Los migrantes ya no se sienten extranjeros, sino parte de la comunidad, una sola Iglesia, una sola fe. “No haya más muros que nos separen, ya no haya más otros, sino sólo un nosotros”, como dice el Papa Francisco. El Espíritu de Jesús nos hace capaces de abrazar a todos para crear comunión en la diversidad, armonizando las diferencias sin nunca imponer una uniformidad que despersonalice. En el encuentro con la diversidad de los extranjeros, de los migrantes, de los refugiados y en el diálogo intercultural que puede surgir, se nos da la oportunidad de crecer como Iglesia, de enriquecernos mutuamente1 .

Querida Madrina, querido Padrino, te invito a que reces por ellos y por todos para ser una sola familia, familia misionera, ¡la familia de Dios!

1 Mensaje del Santo Padre Francisco para la 107a Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2021.

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