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No haya más otros
Quizás todos nos sorprendemos cuando no podemos entender bien el español que se habla en otros lugares. Además, las lenguas van cambiando con el paso del tiempo. No se habla igual que como se hacía hace dos o tres siglos. La Biblia fue escrita hace miles de años por personas de una cultura muy alejada de la nuestra y de las de los países que nos acogen en nuestra labor misionera. Por lo mismo, es esencial traducir los textos que fueron escritos en un largo espacio de tiempo y no siempre en la misma lengua. La mayoría de los libros del Antiguo Testamento se redactaron en hebreo, casi todos a partir de tradiciones orales que pueden remontarse hasta mil o más años antes de Jesucristo. Otros textos, más tardíos, fueron escritos en griego y algunos fragmentos están en arameo. Por su parte, todo el Nuevo Testamento fue escrito en griego hace cerca de 20 siglos. Ya los mismos judíos tuvieron que hacer una famosa traducción al griego, la llamada Versión de los Setenta, para uso de aquellos que ya no comprendían bien el hebreo porque vivían en otras regiones del mundo. Además, se sabe que se fueron recabando textos traducidos y glosados en arameo, que para la época de Cristo, era la lengua popular entre los judíos. Ya en la era cristiana, no pasó mucho tiempo sin que se hiciera indispensable ir traduciendo algunos textos, o todos los libros de la Biblia, a nuevas lenguas, en particular al latín, pero también a otras que hoy pueden sonar extrañas o desconocidas, como el copto, el siríaco y otras más. Los misioneros de otras épocas, si bien no siempre tenían traducciones oficiales, tuvieron que explicar la Buena Nueva en muchas lenguas y dialectos de los pueblos llamados a la fe. También ahora llevar la Palabra de Dios a otras culturas requiere que tanto los misioneros como sus interlocutores
sean capaces de comprender lo que se dice y de leer los textos sagrados. Aunque no podamos entender ni un solo trazo, es hermoso ver las biblias en chino, coreano o japonés, en árabe, ruso o tailandés, o en tantas otras lenguas que usan una escritura tan desconocida para nosotros como nuestro alfabeto resultó extraño a los judíos y a los griegos. Asimismo, es emocionante ver biblias no sólo en las lenguas occidentales, sino amerindias, africanas o de etnias de los mares del Sur.
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Tras cada versión de la Biblia hay ordinariamente decenas de personas que invirtieron tiempo y recursos para acercar la Sagrada Escritura a los fieles y catecúmenos de otras culturas. En la actualidad, la Biblia completa está traducida a más de 450 lenguas y a muchísimas más se han traducido al menos algunos de los libros que la componen. Los misioneros estamos muy agradecidos con quienes han hecho ese ingente esfuerzo y nos alegramos al constatar que la gente de las regiones en donde evangelizamos puede disfrutar directamente de la Palabra de Dios, a pesar de que nosotros no siempre podamos expresarnos como quisiéramos, por mucho que amemos al pueblo que nos acoge. ¡Que el Espíritu Santo nos ayude a comprender la Palabra y a ponerla en práctica!

No haya más otros, sino sólo un nosotros

P. Antonio del Carmen Camacho Muñoz, mg
El Papa Francisco, en la 107ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, de este 2021, nos invita a reflexionar, diciendo que “todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más otros, sino sólo un nosotros, grande como toda la humanidad”.
Una experiencia en la parroquia
El sábado por la tarde, a las 5 p. m., tocaron a la puerta de la casa parroquial un grupo de jóvenes, todos ellos vietnamitas: “¡Padre, ya llegamos!”, a lo que les contesté: “Ya me di cuenta”, y todos rieron. “Qué interesante saludo”, pensé. El decir “ya llegamos” significa, “cuente con nosotros para todo”. Este grupo de vietnamitas quiere ser tenido en cuenta. En mi parroquia (bueno, una de las cinco que atiendo en la parte occidente de la ciudad