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La misericordia
julio 2020 I La misericordia
P. Mario Miranda Monroy, mg
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En el mundo donde nos desenvolvemos, encontramos diversos modos de relacionarnos unos con otros. Es un mundo complejo, difícil de comprender; un mundo donde la tecnología y el individualismo van ganando cada día más terreno en el corazón de cada hombre, y modifican los paradigmas de la familia, los grupos sociales, la fraternidad. Estamos tan enraizados en las fuentes de la tecnología y el individualismo, con internet, medios de comunicación masiva, redes sociales, etc., que se dificulta el contacto personal con el otro, el diálogo con el hermano, los espacios de convivencia. Angola no está exento de este tipo de fenómenos sociales y modos complejos de vida, aunados a la crisis económica, la lucha por el poder, la falta de profesores preparados y calificados, la pobreza, la violencia familiar, etcétera.
Necesidad de misericordia
El mundo necesita una cultura de misericordia para que podamos reencontrarnos con nuestros hermanos, vivir en fraternidad, paz y reconciliación.

En el año 2016 vivimos el Jubileo de la Misericordia; fue un año de gracia en el cual el Papa Francisco nos invitó a todos los cristianos a reflexionar y vivir la misericordia, la conversión para con los hermanos, y sentir que esa misericordia viene de un Dios que nos ama y nos perdona, que nos acompaña siempre en nuestro caminar y en nuestras luchas. En el Evangelio de Lucas podemos encontrar diferentes parábolas de Jesús centradas en la misericordia de Dios: el buen samaritano (10, 25-37), el pobre Lázaro (16, 19-31), el fariseo y el publicano (18, 9-14), Zaqueo (19, 1-10.28). A través de todas ellas es claro que en Jesús se encuentra la misericordia que consuela, anima y conforta. Cabe preguntarnos ¿de dónde proviene la eficacia de la misericordia? Y la respuesta es que proviene de la oración de la Iglesia, de una oración auténtica y que confía, de una Iglesia que quiere hacer patente, con su testimonio de vida, la presencia viva de Dios.
La respuesta en Angola
Los obispos de Angola, en especial en las diócesis donde los Misioneros de Guadalupe nos encontramos trabajando, invitaron en ese año no solamente a los sacerdotes, religiosos y religiosas, sino a todos los cristianos, a vivir aquel año jubilar con un corazón alegre, sin olvidarse de construir una sociedad libre, en la que se promueva la paz y, sobre todo, el amor al prójimo. Pero además, en los años siguientes, se ha tratado de seguir impulsando esa idea de vivir la conversión, de reconciliarse con Dios, recordando que “somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios” (2Cor 5, 20). Es una alegría ver y experimentar cómo la misericordia de Dios va trabajando de manera misteriosa en cada uno de nuestros hermanos angoleños, con una acción evangelizadora incansable y solidaria por el Reino de Dios.
Como lo explica el Papa en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium: “Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado” (núm. 11).
