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Editorial

El cuidado de la creación se ha convertido en una verdadera preocupación para la humanidad y un desafío que nos obliga a replantearnos nuestra manera de habitar la casa común. Como lo expresa el Papa Francisco en su encíclica Laudato si’ (núm. 147), la explotación constante, y generalmente excesiva, que hacemos de los recursos naturales del planeta debe interpelarnos a considerar la ecología dentro la vida cotidiana, para mejorar la calidad de la vida humana de manera integral. La ecología tiene que contemplar el valor del ser humano, quien fue creado a imagen y semejanza de Dios. Solamente desde esta conciencia se puede promover una cultura de responsabilidad personal, familiar, social, eclesial y universal hacia la creación. Como cristianos, debemos asumir la misión que nos ha sido confiada: ser sal y luz del mundo (Mt 5, 13-14). De tal manera que una ecología integral debe comenzar por reconocer nuestra dignidad de hijos de Dios y la conciencia del otro como hermano, para lograr el bien común y la armonía de nuestro mundo.

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