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Andanzas con el padre charro
julio 2021 I Andanzas con el padre charro
P. José Sandoval Íñiguez, mg
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Los otomíes del Valle del Mezquital lo llamaban padre charro porque siempre andaba con un sombrero de ala grande y pedía prestado un caballo viejo para visitar a los fieles de la sierra. Hablo del padre Arturo Arreguín González, nacido en Tarimoro, Gto., el 8 de agosto de 1939. Trabajó como misionero en Kenia bastantes años y en los años setenta fue párroco en San Nicolás, un pueblo indígena ubicado a unos seis kilómetros de lxmiquilpan, Hgo., y el cual, en aquel entonces, era el más importante del Valle del Mezquital. Le ayudaban otros dos sacerdotes: el padre Ricardo Acosta, de Chihuahua, y el padre José, norteamericano. Los Superiores decidieron cambiar a los terrenos de la parroquia la casa del Curso de Espiritualidad y Pastoral (Cespa), y encargaron al padre charro que se hiciera cargo de la construcción. Él supervisó con mucho gusto la obra y creía que le encomendarían la dirección del Cespa. Sin embargo, por esos días yo estaba en México de vacaciones, luego de mi primer periodo como misionero en Corea del Sur, y me llamaron para ocupar ese cargo. Hasta entonces, ese curso especial había tenido otros nombres, pero juntos le buscamos otro que reflejase en qué consistiría nuestra ocupación durante aquel año en la formación de los seminaristas, y así surgió el nombre de Curso de Espiritualidad y Pastoral (Cespa). El primer grupo lo formaron diez seminaristas muy entusiastas y con mucha iniciativa. Al hacer la planeación del curso dividimos la semana en dos: una parte la pasaríamos en casa, profundizando en la vida espiritual: retiro cada ocho días y clases de Espiritualidad, Misionología, Lectura Espiritual, Historia de Misioneros de Guadalupe, etc.
La otra parte se ocuparía para pasarla en las comunidades de la sierra, visitar todos los caseríos y preparar a los fieles para recibir algún sacramento. El padre charro tenía la idea de que los seminaristas pasaran toda la semana en las comunidades, que estuvieran todos los días con la gente. Y es que él era así: entregado al trabajo, activo, incansable. Con los alumnos me tocó visitar varias comunidades, y el medio de transporte eran camionetas de redilas que echaban viajes para transportar a los indígenas cuando subían de o bajaban a lxmiquilpan. A veces coincidía que empezábamos a bajar al mismo tiempo que el padre charro. Él, en su caballo viejo, cortaba camino y con señas se burlaba de nosotros. De igual forma, a veces las personas que subían eran tantas que la camioneta tardaba mucho, pero el padre charro atravesaba por otras brechas, de modo que salía adelante y echaba tremendos gritos de victoria. En una fiesta patronal del pueblo sufrió un accidente con fuegos artificiales, por lo que se vio en peligro de muerte. Y aunque afortunadamente los médicos le salvaron la vida, no se recobró del todo. Así terminó por llegar a la Casa San José, para sacerdotes ancianos o enfermos. En los últimos años ya no tenía la energía de antes, y sólo cuando había algún festejo se reanimaba y nos acompañaba en las canciones. Su salud siguió deteriorándose, hasta que el 10 de enero de 2021 se despidió de este mundo. Siempre lo recordaremos con felicidad.