Editorial
Juan José Ramírez Escarza Codirector de revista Almas
La palabra epifanía significa ‘manifestación’, ‘aparición’ o ‘revelación’. Nuestro Señor Jesucristo, a lo largo de su vida, se dio a conocer al mundo en diferentes momentos, en particular a algunas personas. Los principales eventos de estas manifestaciones fueron: la epifanía a los magos de Oriente, la epifanía a san Juan Bautista y la epifanía a sus discípulos y el comienzo de su vida pública en las bodas de Caná. La primera de esas revelaciones es conmemorada en los primeros días de cada año, mientras aún nos encontramos en el tiempo de Navidad según el calendario litúrgico. Según nos cuenta el Evangelio, cuando recién había nacido Jesús, unos magos de Oriente llegaron para adorarlo y entregarle tres presentes: oro, como reconocimiento de su soberanía y autoridad; incienso, en reconocimiento a su naturaleza divina, y mirra, como símbolo del sacrificio que haría para el perdón de nuestros pecados. Posteriormente, la tradición de los primeros siglos de la Iglesia indica que esos magos fueron tres, que eran reyes, sabios y poderosos, que cultivaban el conocimiento del hombre y la cultura, así como la espiritualidad y la cercanía con Dios, y además les otorgó nombres: Melchor, Gaspar y Baltazar. Este episodio, en el que los Reyes Magos recorren un largo camino en busca del Salvador para adorarlo, nos describe la actitud de los creyentes, quienes no cesan en su búsqueda y acercamiento hacia nuestro Padre. La necesidad de divinidad en la vida no es exclusiva de los cristianos, de ahí que el trabajo misionero pueda realizarse en los pueblos que, aunque no conocen a Jesús, lo necesitan y lo buscan cada día. Este mes los invitamos a iniciar un nuevo año con esta actitud de búsqueda, para que, así como los Reyes Magos ofrecieron dones y adoraron al Mesías, nosotros tengamos la capacidad de ver cómo se manifiesta en cada aspecto de nuestra existencia y sepamos, con humildad y sencillez, ofrecerle todo lo que somos.