Via aérea

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Vía aérea / María Elisa Pelletta ... [et.al.]. 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Umbrales Ediciones, 2015. E-Book. ISBN 978-987-45728-1-3 1. Narrativa. 2. Relatos de Viajes. I. Pelletta, María Elisa CDD 863

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VÍA AÉREA CARTAS DE VIAJES Y DEPORTES ANTOLOGÍA

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Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan.� Julio Cortåzar Historias de cronopios y de famas

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PREMIO BIBLIOTECA FIMBA 2013 NARRATIVA EN ESPAÑOL VEREDICTO JURADO PRIMER PREMIO TODO ES COMO DEBE SER María Elisa Pelletta

Pag. 54

SEGUNDO PREMIO LA LLUVIA DE LONDRES NO MOJA Guido Rubin

Pag. 57

TERCER PREMIO ANTAÑO AHORA Lucía Borsani García

Pag. 9

PRIMERA MENCIÓN EL ROBO DE LA VENUS DE MILO Ginés Mulero Caparrós

Pag. 28

SEGUNDA MENCIÓN CARTA A MICHELE Marco Antonio Rizzi

Pag. 13

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TERCERA MENCIÓN OJOS GRANDES Julián Federico Sergnese

Pag. 48

FINALISTAS NY Lucia Clemente

Pag. 44

MI PAPÁ ME CONTÓ Laura Beatriz Burke

Pag. 41

MENU GOURMET Sandra Monteverde Ghuisolfi

Pag. 38

ESTIMADO GARZON Lizandro Samuel

Pag. 34

EL VIAJE DE LA BELLEZA Salvador Robles Miras

Pag. 32

QUERIDO SAHYR Luciano Mario Hernández

Pag. 51

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CARTA A UNA MUJER DORMIDA Alberto Fernández González

Pag. 18

CARTA A UNA AMIGA DESDE EL NOA Luciana Pechacek

Pag. 16

CARTA PARA ANDRÉS Olga Mirta Saíni

Pag. 21

DESDE MÉXICO Julio Enrique Escorcia Vásquez

Pag. 25

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ANTAÑO AHORA Cynthia querida: He regresado. Apenas unas hojas de la agenda en la hermosa ciudad de Santiago de Chile han alcanzado para cambiar mis átomos. ¿Acaso no es cierto que los átomos cambian sus vestidos energéticos cuando se conjuga la poesía con la amistad; los viajes, con el cariño; la lección, con el alumno; el Ser, con el Transitar? He atravesado una serie de pruebas personales, fotografiado mis miedos en el espejo, aprendido que aun en la tierra desconocida uno puede reconocerse en la mirada de alguien. Santiago me recibió con promesa de sol radiante cumplida en sus calles y en sus corazones. No usé el paraguas más que para volar al estilo Mary Poppins en cada recorrida por sus calles de antaño ahora, sus arboledas largas y esos particulares cafetines donde los poetas arreglan (o desarreglan) sus versos. Llegué a Santiago sin planes más que los necesarios para desbordar de adrenalina mis valijas. Conocerte, amiga, luego de tanta trasnochada cibernética, es una de las causas por las que quiero volver. Sí, es verdad, el mundo virtual tiene un ancla 9


en el de carne y hueso, y tarde o temprano sus límites se diluyen para asegurarnos que los seres humanos no pierden su esencia —si se lo proponen— detrás de la pantalla. Me di el permiso de caminar a Santiago por sus poéticas aceras, sola con mi sombra y también acurrucándome en una mano, fantaseando con respirar el mismo aire de Pablo Neruda o de Violeta Parra, con pretensiones de inspiración urbana. No me alcanzaron sus calles y sus parques, sus museos de arte o el pequeño taller donde alcancé a crear mi propia obra, porque también en sus puertas de entrada y salida pude hablarle al Dios de las alturas tan solo observando la diminuta institución de mi persona. Y en cada montaña apreciar la pequeñez de mis problemas; en cada roca horadada por la carretera, la oportunidad de entrar y salir de las cosas con la flecha del tiempo. Logré confirmar mi equipaje de paciencia luego de más de un día de viaje desde mi Uruguay, después de horas y días de búsquedas y desencuentros hasta alcanzar su beso. Sí, también lo he conocido, qué digo, también si sabes bien qué combustible lleva el corazón de una mujer. "Después de todo, detrás de las montañas, estaba tu faro...".

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Es difícil para mí narrar un viaje que ha sido hacia adentro con la objetividad del viajero. Pero quisiera contarte que, a unas horas de la cita con Guadalberto en carne y hueso, no tuve más recurso que tomarme el Metro sola, sin idea de lugar, y que me he prendido como sombra de unas señoras con equipaje, suponiendo que también se dirigían a la terminal de buses. Y así fue que llegué a aquel lugar jugando a la independiente, pero por dentro la niña miedosa quería huir a un lugar seguro, adivinando ya su presencia. Cuando nos encontramos, el bullicio de la gente se parecía a una tormenta, sus ojos fueron rayos potentes y tal vez lluvia el beso. De Santiago puedo recordarlo todo menos aquellos minutos, en los que el ansia casi había terminado con mi conciencia y, ya ves, ni siquiera he podido justificarme en el papel. He regresado y van cinco años de aquello. Si me encuentras extraña la letra es que los átomos se me han cambiado. Escribo frente a un nuevo impulso de recorrer la ciudad del antaño ahora, esta vez sin vacíos de amor por llenar y con el taconeo más firme de mujer plena. A él hace cinco años y medio que no le veo, ni en letras ni en beso. A ti, que nunca te has animado a preguntarme por aquel viaje en sus detalles, te digo “gracias” y “hasta luego”, he dejado 11


algunas cosas allá, entre ellas mi sueño rebelde, el que no conoce fronteras. Lucía Borsani GarcíaPaysandú (Uruguay)

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CARTA A MICHÈLE LANCELOT Buenos Aires, febrero de 201… Estimada Madeimoselle Michèle Lancelot: En principio te enunciaré un incidente que me motivó para escribir esta carta. No creo que conozcas la zona, pero en Argentina, en la provincia de Catamarca, al norte, existe un territorio yermo, despoblado y desolado, plagado de volcanes, vegas, sierras y desiertos. Hay un pueblito: Antofagasta de la Sierra, que subsiste en medio de la nada. Es muy pintoresco y se ha convertido en un imán para los turistas y aventureros, pues los caminos que conectan los salares, los parajes y las minas son un manjar irresistible capaz de desconectar de la realidad a cualquiera. Siempre me han gustado las motocicletas, y cuando accedí a solvencia económica adquirí una, un modelo apto para llevarme por todo el país. Recorrí miles de kilómetros en aquellas dos ruedas, siempre sin inconvenientes ni contratiempos. En cierta ocasión, alentado por conocidos que destacaban a Antofagasta de la Sierra como el destino perfecto para los motociclistas de aventura, partí para catar su ralea. Era cierto, el lugar es espectacularmente bello y árido. Éramos tres los viajeros, pero yo experimenté una 13


necesidad difícil de explicar de rayar la zona, mientras que mis camaradas declaraban estar muy cansados. Entonces, ellos se recluyeron en una hostería y yo me sumí entre los caminos de roca. Como no pensaba alejarme demasiado, descuidé muchos preparativos, sobre todo el agua y la pitanza. Desgraciadamente, mi —hasta ese día— invulnerable motocicleta se averió en un paraje raso, tan desolado que en la Luna me hubiera sentido más confortable. No tuve más opción que caminar, buscar una salida, indicios de población o transeúntes que pudieran auxiliarme. No obstante, esas rutas son muy poco transitadas; la noche me avasalló con el terrible frío del desierto, el hambre, la sed; me perdí. Casi no resisto lo suficiente como para contártelo. La suerte me tendió la mano, y tres días después uno de mis amigos me encontró desfalleciente, cuando —preocupados por mí— habían salido a escudriñar el entorno. Pero, Michèle, ¿es la razón de mi carta narrarte una aventura casi fatal? Eres muy despierta y seguramente deduces que no. Aquella vez, cuando estuve francamente en peligro de muerte, me arrepentí de todas las cosas que antes no había hecho. Recordé cuando llegaste a la escuela desde París mediante el programa de intercambio. Evoqué tus palabras atravesadas y tus pronunciaciones acentuadas de ese francés tan encantador. Cuando comentabas sobre el restaurante de tus padres en Champs Elysées, los puentes del Sena, lo aburrido que era ir a la Torre 14


Eiffel… Se me figuraron en la mente las imágenes de aquel día cuando visitaste mi casa, probaste el popular mate con cara de asombro, tus risas, las malas palabras en francés que me enseñaste… Me enamoré de ti, Michèle, y nunca te lo expresé. Se han escapado muchos soles, retornaste a tu patria, quizá ya eres la feliz esposa de un señor francés y crías hermosos niños. A mí no se me ha dado por más que soñar con tu sonrisa, no puedo definir mis sentimientos de manera correcta, simplemente te quedaste clavada en mi alma y empañas con tu espectro toda complexión femenina que se aparezca delante de mí, evitando que me enamore de alguien más. La revelación antecedente es la moción que me faculta a escribirte, espero no incomodarte, sentí temor de desaparecer y dejar expectativas inconclusas. No obstante, como tú fuiste y eres especial y única para mí entre miles de millones de mujeres, tal vez tenga yo una posibilidad contigo, y si así fuera, no dudes en contactarme. Te saluda. Alejandro Del Carril Marco Antonio Rizzi Chivilcoy (Argentina) 15


CARTA A UNA AMIGA DESDE EL NOA San Miguel de Tucumán, 20 de enero de 2013 Querida Lu: Habiendo tantos lugares por conocer, haciendo este calor, y siendo tan largas las distancias en nuestro país, entiendo que me preguntes por qué estoy visitando de nuevo el noroeste argentino. Observo cada esquina en cada ciudad y cada rincón en cada pueblo, y la respuesta resulta fácil. Volví a Salta por Cafayate y la belleza de sus viñedos inmensos; por las empanadas y la charla con el señor que las hornea en La Chueca y su insólito sueño de venirse a vivir a Buenos Aires; por el trío inesperado que toca la lambada con quena, charango y guitarra en una confitería frente a la Plaza 9 de Julio; para conocer el Museo de Arte Contemporáneo, el Mercado y la Feria Artesanales; por la curiosidad que me genera la vida de clausura de las Carmelas del Convento de San Bernardo. Volví a Jujuy por el Cerro de los Siete Colores; por la Quebrada de Humahuaca, sus vistas y localidades: los colores de las turmas, los mitos en torno al equeco, las calles increíbles, la inocencia y ternura de los chicos que se acercan y preguntan por “¿una moneda o un caramelito, señora?”; por la 16


cafetería que maneja un muchacho —claramente porteño— frente a la entrada del Pucará en Tilcara. Volví a Tucumán por Tafí del Valle: las artesanías, la tienda —cursi pero inevitable— de los tres gnomos en la entrada, los cacharros de cerámica, las pilas de canastos; para probar la humita en chala de El Rancho de Félix, por esa cosa increíble que tiene Tafí: parece que el cerro empieza donde termina la cuadra. Volví para preferir la Catedral de Humahuaca a cualquier otra catedral del mundo; para comprarme algo que me quedó pendiente en Purmamarca; para sacarle otra foto a la Garganta del Diablo; para probar torrontés en una bodega en Cafayate; para envidiar la fe con que rezan los devotos en la Catedral de San Salvador de Jujuy. Menciono todo esto y sospecho que debo de haber respondido tu pregunta. Para mí la cuestión es muy clara, y lo que yo me pregunto es: ¿cómo no volver? Te recomiendo que visites el noroeste de nuestro país tan pronto como te sea posible. Esperando que me escribas pronto, me despido con un beso grande, Emilia D. Luciana Pechacek Buenos Aires (Argentina) 17


CARTA A UNA MUJER DORMIDA

Has entrado en mi compartimento en la estación de Ávila tras una breve detención del tren que, penetrando en las primeras horas de la madrugada, me arrastra hasta los andenes desde los que te diré adiós en el más absurdo de los anonimatos. Yo fumaba y tú sonreíste al pasar con tu vaquero ajustado y tu bolsito de viaje para ocupar tu asiento reservado hasta La Coruña. Comenté, por aquello de la galantería y el atractivo que siempre irradian las mujeres como tú, el difícil significado de la reserva cuando en el compartimento sólo viajábamos mi cigarrillo y yo, y no parecía haber amenaza de invasión a lo largo del recorrido. Me ofrecí a colocar tu bolso en la redecilla, pero preferiste situarlo a tu lado, sentada frente a mí, junto a la ventanilla y en contra de la marcha. Sonreíste ante mi decadente protocolo de acercamiento y procuramos relajarnos. Lo primero que busqué, casi sin el menor disimulo, fueron tus pies, pues había escuchado un taconeo peligroso al acercarte por el pasillo, y allí estaba el hechizo de tus tacones de aguja hiriendo de pasión al animal domesticado que oculto bajo la apariencia de médico rural. Luego vino el cruce de tus piernas hasta ocupar 18


todo el territorio vaquero y crear mi confusión entre los límites carnales y los textiles... y entre zapato y pantalón esa isla de nylon negro que besa la piel de tus tobillos aullando en mis sentidos. Te ofrecí un cigarrillo nada más aniquilar de mala manera el que se consumía entre mis dedos, y todo por rozar tus manos, un descuido, algo natural... y aceptaste, ahora con una sonrisa más amplia que la primera. Al darte fuego me detuve en tu mirada, unos segundos, quizá más de los necesarios, y te diste cuenta, pero no me importó. Tus esmeraldas me dijeron que eras una diosa de un Olimpo al que yo no llegaría nunca, y me olvidé de encender mi pitillo. Luego he estado respirando las volutas de humo que escapaban de tus labios, vigilando tu reflejo en la ventanilla y preguntándome por qué el destino se burla de mí de este modo. Tras veinte minutos de viaje apagamos la luz para cruzar la noche, y tu imagen se borró del cristal, pero a cambio me quedé con el sonido de tu respirar pausado y profundo, y he estado alimentándome del aire que después de regar tus pulmones de mujer, roza tus labios y llega a los míos mientras tú duermes. No he pegado ojo, y en la amanecida te has ido definiendo nuevamente contra el cristal, corriendo tus sueños por los primeros campos gallegos mientras yo recojo mi maletín e imagino cómo será mi vida en ese pueblecito que queda a espaldas del solitario andén de 19


mi destino, y cómo será la tuya tras tu despertar en La Coruña. Cuando salga del compartimento te miraré fijamente para llevarme tu imagen grabada, tus esmeraldas, tu beso de nylon en los tobillos, tus labios besando el aire que he respirado en esta noche corta. El tren se alejará meciendo tu sueño que me ignora, y mañana, cuando el sol cruce la frontera de cristal, descubrirás una rosa y esta carta de amor crecida en una noche de insomnio. Me basta con saber que tus manos la tocarán para arrojarla a la papelera del andén mientras fuerzas una sonrisa de agradecimiento. ¡Qué fácil tener amor cuando se es diosa!

Alberto Fernández González Madrid (España)

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CARTA PARA ANDRÉS Andrés querido, estoy tan feliz aquí que quiero agradecerte otra vez el aliento que me diste para que participara de este primer encuentro de sexagenarias en el agua. La verdad es que Aquagym me abrió todo un mundo o amplificó el que ya tenía, y eso no es poco. Las mendocinas son anfitrionas fantásticas, nos han hospedado en sus propias casas y todavía es posible mirarse la cara en sus impecables veredas cada mañana. Ayer, (después de estar casi dos horas en una pileta semi olímpica y perfectamente climatizada en la que pudimos mostrar las habilidades adquiridas a costa de pura constancia y ejercicio de la voluntad) nos llevaron en una combi hasta la Cueva del Indio. Estaba nevado, pero no hacía mucho frío. Me quedé otra vez impregnada de ese naranja tan intenso, y de los ocres pesados de las rocas. ¡Bellísimo! ¿Te acordás cuando estuvimos en las termas de ese hotel que destruyó el alud? ¿Y de las estalactitas que tanto nos gustaron? Bueno, ahora no nos dejaron ir hasta allí, está vallado, tal vez por desmoronamientos, una pena. Otro paseo que me fascinó por la cantidad de recuerdos que se agolparon en mi mente, fue el que hicimos a las Termas de Cacheuta. Volví a ver a nuestros hijos chiquitos, 21


chapoteando en las aguas calientes. ¡Qué paisaje! Maravillada, otra vez, por la majestuosidad de las montañas y ese puente colgante que parece una hamaca al viento comparado con la firmeza de las rocas. Me parece, Andrés, que estoy revalorizando nuestro pasado a partir de este viaje, tal vez resignificándolo. Hemos vivido cosas muy buenas y placenteras, realmente. Me doy cuenta al tomar contacto con los lugares recorridos y actualizar aquellas viejas fotografías de la memoria. Es más, estuve pensando –decime si te parece muy locoproponerle a nuestros cuatro hijos, con sus familias incluidas, volver a Mendoza, todos juntos y hacerlo divertido como aquella vez. No sé porqué uno se va alejando de lo que sabemos que nos hace bien, sin embargo me resuena aquella “Vieja canción de las pequeñas cosas” de César Isella que dice “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida…” Pensalo Andrés, a mi me encantaría, pero mejor si se los proponés vos, así no me gastan con eso de “Ahí está Norita, la nostalgiosa”. Otra cosa: siempre me dijiste que yo no hacía amistades nuevas, que sólo me dedicaba a cultivar las de siempre; para tu sorpresa, te cuento que tengo dos nuevas amigas, una es sanjuanina y la otra catamarqueña. Nos conocimos en este viaje, claro. 22


Ellas también hacen aquagym y vinieron en representación de sus provincias. Son personas muy agradables, espero que las conozcas pronto porque nos prometimos visitas mutuas. Acordate el viernes de llevar a vacunar al gato. Deciles a los chicos y especialmente a los nietos, que me estoy divirtiendo y no te olvides de proponerles lo que ya te comenté. Bueno, amore mio, te voy dejando (es sólo un decir, no te la creas y salgas a festejar, ja ja) porque ya nos tenemos que ir a una muestra de nuestras destrezas gimnásticas –re agrandada-, que haremos en San Rafael. Ah! No te conté lo más importante: esto no para acá, ya nos convocaron para otro encuentro en Misiones que se hará en septiembre. ¡Esto sí que se está poniendo bueno! ¿Viste lo que se pierden los hombres –como vos- que empiezan aquagym y dejan a la segunda o tercera clase de puro prejuiciosos que son? No se aguantan estar rodeados de tanto mujererío con parloteo incluido. Extrañame un poco ya que no te exige sacar la tarjeta ni llevarme a ningún lado, ja ja. Yo a pesar de estar tan entretenida te extraño igual, me pasa por ser tan nostalgiosa y querendona como vos decís.

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Un abrazo tan largo que rodee tu inmensa panzota. (Comé verduras y poca cantidad de todo lo demás). Te amo. Nora Olga Mirta Saíni Comodoro Rivadavia –Chubut / La Plata- Buenos Aires (Argentina)

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DESDE MÉXICO Octubre 5 de 2009. Querida hermana, las siguientes líneas, tal y como te lo había prometido, buscan darte una idea de cómo han sido mis primeras horas acá en México. Tal vez sea muy pronto, pero se me hace obligatorio iniciar desde mi salida del país, no vaya a ser que olvide algo por aguardar tanto. Mi hermana, el aeropuerto de Maiquetía no estaba como tantas veces lo hemos visto por las noticias, sino todo lo contrario; me pareció un lugar acogedor, limpio, tranquilo y de primera ¡Hasta tenían maquinas de auto servicio! Esas que parecen una nevera, a las cuales le metes el dinero y despachan la galleta, el refresco o el caramelo. Al pasar por todos esos procesos de inspección, no te negaré que recordé las películas y las noticias en las que el avión se estrellaba, sin embargo, ese temor no opacó, en lo absoluto, el sentimiento, la emoción, la felicidad y el… no sé qué decirte que sentí al entrar al túnel para abordar el avión. Creo que todos los pasajeros que me vieron notaron que era la primera vez que me subía a uno. Me senté cerca de la ventana ¡Imagínate! Las nubes, las montañas, las aves, las… Bueno, en 25


realidad no hubo aves, querida hermana, pero no hicieron falta. Luego vino el servicio; hasta ese momento pensaba que eso del servicio de comida sólo era para los vuelos de primera clase. La comida estuvo buenísima: dieron tizana, sándwich, jugo y café. Lo único que no me gustó fue el jugo de tomate, lo pedí para probarlo; no te lo recomiendo, es lo peor que he probado hasta ahora. No hubo ni una sola turbulencia, era como si el avión estuviera detenido. Llegamos a México a eso de la una de la tarde, según hora de allá. Estando en el aeropuerto no pude dejar de verle la cara a la gente. Tú sabes que según las noticias de allá, la gripe porcina prácticamente estaba matando a todos los mejicanos, por eso andábamos pendiente de cómo estaba el ambiente, y nos trajimos unos tapabocas y una bufanda; el director nos lo recomendó, tú sabes, por si acaso. Y la verdad es que yo estaba asustado, mis defensas no están tan altas que digamos, sin embargo, todo por aquí marcha normal, vi algunos anuncios de prevención, pero nada más. A los pocos minutos, nos pasaron recogiendo a la salida del aeropuerto y allí empezó nuestro primer paseo por Ciudad de México. La persona que nos recogió nos informó que la inauguración del festival Cervantino Callejero se realizará el viernes en la mañana en el pueblo de Xoxocotla; nos dijo que por 26


ese lugar vivió o estuvo, no recuerdo bien, Emiliano Zapata. Luego, el sábado, a las nueve de la mañana, tendremos una función en el bosque de Chapultepec y el domingo en la mañana partiremos a la ciudad de Guanajuato, que es la ciudad sede del festival. Por lo pronto, nos quedaremos aquí en Ciudad de México hasta el sábado, nuestra anfitriona nos ha hablado de varios sitios que deberíamos visitar: las pirámides de Teotihuacán, de hecho, iremos para allá pasado mañana; el museo de Bellas Artes, la casa de Frida Khalo, la Plaza del Ángel, el Palacio Presidencial y de otros sitios más que, a decir verdad, no creo que nos dé tiempo de visitar. Ahorita nos estamos quedando en un apartamento familiar con unos compañeros de Guatemala. Saludos a todos, nos estamos comunicando. Julio Enrique Escorcia Vásquez Valencia (Venezuela)

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EL ROBO DE LA VENUS DE MILO Querida Afrodita: Sé que si me atrapan nadie entenderá mi historia. Ni el Señor Juez, ni los cronistas modernos, ni la prensa internacional…, menos los intelectuales de todo el mundo que se las dan de laicos a pies juntillas. Llevo pisando mis talones por el Mar Egeo a la Gendarmerie francesa, a la Interpol, y hay rumores vagos que hasta a la CIA. Sé que si me prenden las torturas serán de una exquisitez deleznable provocándome el mayor de los sufrimientos. Y jamás me creerán, les diga lo que les diga. Pero yo daría también los dos brazos por igualarme a la diosa y tener otro, llamémosle, aunque no se ajuste a la precisión affaire, contigo, con la mujer más hermosa del universo. Cuando llegué de viaje a París no tuve tiempo de deshacer las maletas y ya estaba en el Louvre frente a tu presencia marmórea. Las miles de miradas pasajeras de los turistas, plenas de admiración, no eran para ti otra cosa más allá que la habitual cotidianidad. En un instante en que nos quedamos solos giraste la cabeza con la gracia de las diosas para observarme, y sentí un escalofrío que se me agarró al 28


corazón, exprimiéndolo de amor. Fue ahí cuando se me ocurrió la estrategia. Llegada la hora de salida del Museo, sorteé los vigilantes y las cámaras de seguridad y me escondí discretamente en los lavabos. No sé cuántas horas pasaron de aturdimiento en aquel espacio indolente a la seducción. Al salir del escondrijo te vi en la penumbra. Solos tú y yo, sin un mundo alrededor. Rodeé la estatua creyéndome un estúpido por haberme arriesgado de esa manera esperando un no sé qué imposible. No hubo ninguna reacción por tu parte, pétrea, inmóvil, histriónica. No soy yo quién para describir tus 211 centímetros de belleza, poro a poro, ya lo han hecho largamente poetas y eruditos, y con tan buen acierto… Qué tonto había sido: dejarme llevar por un espejismo de la imaginación. Acaricié igualmente con los dedos tu pie desnudo, pálido, con un reverencial respeto. Cómo me bombeaban los ventrículos… Cómo se me agarraba un nudo en el vientre… La frialdad de la sala, por eso, no acompañaba. Desde mi pequeñez deslicé mi mirada hacia arriba buscando una mueca, una sonrisa en los labios, un resplandor o cabrilleo en tus pupilas…, una señal de vida. Impertérrita te quedaste. Aproveché el instante para embeberme de tu perfección. Y me llené de vértigos y pleamares. Qué sería si te amara… aquí mismo, dije en voz alta. Sentí las oleadas de la sangre que circulaban espoleadas por 29


mis venas y por mis arterias. Y fue al darme la vuelta vencido cuando escuché cómo resbalaba la seda de la sábana por encima de tus empalidecidos muslos y por tus larguísimas piernas, cayendo derrotada como una gacela asaeteada. Qué grandiosidad, la Venus de Milo desnudándose para mis ojos de eucalipto, para el hombre más insignificante de la Tierra. Descendiste de la base con un pasito delicado y me rodeaste con tu frío de piedra hasta hacerte mortal en la transformación. Nos amamos sobre el suelo y sentí orbitar el cosmos. El delirio llevado a la extremaunción. Hasta creo que con el calor yacente, otras estatuas nos ovacionaban. Una manzana de oro, que salió Dios sabe de dónde, rodó por la sala, sin que por ello la Guerra de Troya desapareciera de la Historia. Salimos del Museo con la euforia de la espuma de las olas enamoradas de la brisa y conquistamos entre risas la Torre Eiffel y el Sena y medio París. Hasta que desapareciste en un mazazo entre la muchedumbre del Barrio Latino. Zas. Ya no estás. Cómo pude dejar escapar la magia o el hechizo… Cómo pude dejarte escapar… Imagino que has querido volver a tus orígenes. A Milos, a Creta… Es por eso que te busco atribulado entre las islas griegas, navegando en la barca de la desazón o el desasosiego. Daría los dos brazos y la 30


vida por un reencuentro sensual como aquel. Las cámaras de seguridad han difundido mi rostro por doquier — el mundo entero empapelado con mi faz vulgarísima—, y no tardarán en apresarme y atormentarme con sofisticados sistemas de desbravar la verdad para descubrir dónde te oculto. Quieren que te devuelva al Museo. Pobre de mí, un personaje tan simple y vulnerable: qué poder me otorgan. Que me llamen egoísta si quieren, no soy un héroe, pero si lo supiera jamás te delataría; si un caso, les confesaré mis sentimientos. Te amo, Afrodita. Ginés Mulero Caparrós Barcelona (España)

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EL VIAJE DE LA BELLEZA Querido hermano: Sí, aunque te resulte increíble, escribo estas letras desde el salón de la casa del pueblo. Regresé anoche tras un viaje meteórico al otro lado del Atlántico. Un viaje que se presumía largo, y que, sin embargo, apenas ha durado seis semanas. ¿Por qué? Te aseguro que, cuando partí hace un mes y medio, lo hice con el firme propósito de no volver en muchos años, tal vez en toda la vida. No contaba con los efectos que operaría la distancia en mi estado de ánimo y en mi concepción de las cosas. El Encinar, el pueblo en el que nací y viví durante más de treinta años, de tanto verlo, se había convertido a mis ojos en una localidad vulgar, carente de atractivos, exasperantemente monótona. En las Américas, sin embargo, a los pocos días de llegar, bastaba que cerrara los ojos, y los cerraba a menudo, para que, en volandas de una nostalgia surcara las calles de El Encinar, la plaza de Abastos, la Iglesia de San José, la Plaza Mayor, el viejo teatro, revestidos de una singular belleza. Solo vemos de verdad lo que nuestros ojos ya no ven. Decidí volver. 32


Saint Exupéry tenía razón: “No se ve bien sino con el corazón, lo esencial resulta invisible a los ojos”. Una de las frases más hermosas que he leído jamás. Los humanos somos así de contradictorios. La felicidad sólo la apreciamos cuando la hemos perdido; la belleza, por lo visto, también. Cuando la belleza no se mueve, se estanca. Te estarás diciendo que El Encinar, por razones obvias, permanece siempre en el mismo sitio, o sea, que también está estancado. Eso pensaba yo hace cuatro semanas, pero te puedo asegurar, hermano, que los pueblos se mueven, vaya que si se mueven, sobre todo su esencia. ¿Cómo? Viajando siempre con sus hijos. Salvador Robles Miras Bilbao (España)

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ESTIMADO GARZÓN Estimado Garzón: Recién me telefoneaste desde España para comunicarme tu traspaso, ya concretado, al Energiya de la segunda división rusa. Una pena, aunque debes tener como un éxito el mantenerte en Europa; pues, si te soy franco, nunca llegué a comprender cómo le hiciste para fichar por el UD Las Palmas. La isla, ciertamente, te sentó bien; con lo mucho que te gusta la arena, el sol y la playa, habrás gozado un montón – sé cuanto adoras a nuestra isla de Margarita–; por consiguiente, entiendo tu malestar al irte al frio ruso; otro idioma, otro clima, otro fútbol. Pero no te preocupes, amigo, el ruso es un idioma muy fácil, debes recordarlo, ¿verdad? Me refiero a nuestra breve clase de ruso en La Guacamaya, en Caracas, cuando yo tenía 17 y tú 19, ambos estábamos jugando segunda división con el CALH; bueno, yo jugaba segunda división, tú viajabas con nosotros y veías los partidos desde tu sempiterna posición: el banco de suplentes. No te ofendas, esa ha sido la razón, y lo sabes, por la cual te han echado. Seguro pensaste, cuando firmaste el contrato, que te iría tan bien como a Salomón Rondón, ¿verdad? Volviendo a lo del ruso, debes recordar ese día, yo siempre lo mantengo fresco. Luego de esa noche escribí la crónica de lo sucedido, la cual me 34


sirvió de llave para abrirme una puerta en el periodismo deportivo. Los Teques, nuestro pueblo, queda bastante lejos de Caracas; un par de horas los separan, y era nuestra rutina ir todos los días a la ciudad capital a entrenar; a veces, nos tocaba doble jornada: mañana y noche. Ese día, habíamos, como de costumbre, salido de nuestras casas a las 3:15 am. Toqué tu puerta y tu papá (Eternas gracias) nos llevó al terminal. A las 6:00 am estábamos dentro de la cancha. Teníamos la segunda sesión de trabajo a las 8:00 pm e, igualmente, teníamos los bolsillos y el estomago vacío. Regresamos a Los Teques, pero al momento de volver a bajar nos topamos con retraso en el metro. Llegar tarde sería algo irreversible. Nos multaron con el dinero que aún nos debían, mientras la frustración por no entrenar nos dejaba demasiadas ganas de justificar el viaje. A escondidas, nos escapamos hasta las canchas de futsal, La Guacamaya, las cuales se encontraban más arriba de nuestra cancha de entrenamiento. Estabas dudoso, ¿si te acuerdas?, “¿Y si nos atrapan? No tengo dinero para estar pagando más multas”, me dijiste, “Además, esas vainas están todas alquiladas, ¿cómo vamos a jugar?” Te insistí y, como siempre, acabaste cediendo. Cancha por cancha fuimos –o fui, mejor dicho–, preguntando si nos dejarían jugar. En la última a la que nos acercamos –la primera en 35


ubicación, paradójicamente–, nos salió al paso un tipo rubio, como de 40 años, alto y jadeante, al cual le expliqué nuestras intenciones. Luego de un largo discurso, ante su inexpresiva cara, el tipo me salió con un sincero: “No hablou espanol”. Coño de su madre. Llamó a uno de sus compañeros y este nos explicó que entraríamos al rato. Hacía frío, pero no sabíamos si era un frío alemán, francés, como tú pensabas; o polaco. Inglés no era, porque ambos manejamos ese idioma. Uno niño, hijo probablemente de uno de los veteranos, nos aclaró el asunto: eran rusos. ¿Ya ves?, estás destinado a ese país. Nunca entraste a jugar, otra cosa a la que también estás destinado; los veteranos, y bastante malos, extranjeros me invitaron a la cancha. Nunca sabré porque yo y no tú. Físicamente yo llamaba más la atención (1,85mts, 85kg), pero también conviene resaltar como mi color de piel, morena, y mi pelo, enrollado, contrastaban con aquellos viejos de tez blanca y cabello liso. Tampoco noté cuando, molesto, te fuiste. No fue mi culpa que no te metieran. Yo estaba entretenido en la cancha: recuerdo como tras tocar dos balones uno de los rivales se convirtió en mi sombra; de hecho, tras quince minutos de partido, desde el banco alguien hizo un gesto el cual me dio a entender la ejecución un cambio; pensé me habían sustituido. “¡No!” en tono cavernoso me gritaron todos, mientras 36


el ruso que medio hablaba español me llamó mientras me ordenaba: “Tú, delantero”, a la vez que me señalaba el arco. Reí para adentro. Yo era marcador central en mi club. No importó, marqué el único gol para mi equipo: un córner en corto, me adentré al área sacándome a dos rivales y, frente al portero, definí al primer poste. “¡Po fin!, ¡po fin!” gritaron mis compañeros mientras me daban palmadas en la espalda, me ofrecían la mano o me decían: “Bona jugada”. Yo no hablaba ruso, ellos tampoco español, ¿y sabes cómo nos comunicamos?, con el idioma universal: el fútbol. ¿Si ves que te irá bien? Tú tranquilo, si te cuesta el ruso pásate unos días por Caracas y te lo refresco; por lo demás, si te toca, otra vez, estar en el banquillo, deberías sentirte aliviado; después de todo, esa parte del idioma, seguro, la dominas muy bien. Tu amigo, Pep. Lizandro Samuel Miranda (Venezuela)

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MENÚ GORMET Queridos papis: ¡La luna de miel es maravillosa! El viaje fue estupendo y el avión no se movió tanto como temía mi suegro. El hotel es fantástico, mejor aún de lo que se muestra en Internet y el sitio indescriptible, con el azul del Mediterráneo de telón de fondo. Soy feliz, feliz, feliz. Qué buena idea la de papá de alquilar una cabaña en vez de una habitación. Nuestra intimidad es total, y el servicio, inmejorable. Estamos frente a la playa y a unos pasos de la piscina, así que lo tenemos todo a mano. Hemos nadado, tomado sol, jugado al vóley y al tenis. ¡Tengo un colorcito envidiable! El pueblito cercano es precioso, rodeado de montañas y súper pintoresco. La ladera del monte más cercano está salpicada de casitas de paredes blancas y techos rojos y hay un castillo antiquísimo en la cima. ¡De ensueño! Al día siguiente de llegar nos fuimos a un supermercado y compramos todo lo que se nos ocurrió, porque la cocina del bungaló es preciosa e invita a usarla. Esto nos permite desayunar a la hora que se nos da la gana y en la cama, y para el almuerzo mi maridito me ha preparado un par de platos realmente suculentos. A cenar nos vamos por ahí. 38


Hemos descubierto un par de lugares geniales, ya les mostraré las fotos. Hoy aprovecharé que el chef se fue a pescar y cocinaré yo. ¡Ya me imagino la cara de mamá! Pero para que lo sepan, una amiga me envió por e-mail el link de una web de cocina que se llama “recetas muy fáciles, para esposas amorosas”. ¡Me encantó! Además me fascina la idea de sorprender a mi amorcito que está convencido por las malas lenguas de que soy una pésima cocinera. Mi suegra se tendrá que tragar eso de que soy una nulidad culinaria y que hasta podría quemar un huevo duro. Me he esmerado mucho buscando un menú que nos guste a los dos y decidí preparar: “Bollos pelones” de entrada, “Almejas a la Marinera” de plato fuerte y “Helado de champagne con salsa de mangos” de postre. ¿Suena bien, verdad? Toma nota mamá: los bollos son como unas pelotitas de masa de harina de maíz rellenas de carne con verduras y luego fritas y se acompañan de ensalada de berros; las almejas se hacen con cebolla, ajo y perejil y con brandy y jerez, y el helado con crema de leche, champagne y fruta fresca. En cuanto se fue mi marido (que raro me suena todavía decir mi “marido”), me levanté y fui a comprar todo lo que necesitaba. Después me instalé el portátil en la cocina, porque además de que están allí 39


las recetas y el modo de prepararlas, hay videos que te lo explican todo paso a paso, así que esto será cosa de niños. ¡Me voy a cocinar! Que ganas tengo de verle la cara a mi media naranja cuando le diga que en vez de comida china como había planeado, lo espera un menú de “gourmet”. Les mando un beso enorme y ya les contaré qué tal me quedó todo (si puedo en la post data de ésta, si no, en la próxima). Los quiero. La nena P. D.: Como dice mi marido: la comida china es lo más barato, saludable y práctico, además el restaurante está cerca y tiene un menú muy variado y riquísimo. ¡Y no se imaginan qué bonito es mi portátil nuevo! Suerte que el seguro cubre los daños y que a nosotros nos han dado una cabaña aún más linda que la que casi prendo fuego. Sandra Monteverde Ghuisolfi Murcia (España)

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MI PAPÁ ME CONTÓ Buenos Aires, Argentina, junio de 2000 Queridos Reyes Magos: Me llamo Matías. Me dicen Matute. Tengo 6 años. Y ya sé escribir con todas las letras. Igual, mi mamá me está ayudando un poco para escribir esta carta. Yo le pregunto: ¿con cuál va?, ¿con la de vaca o con la de barco? Así mi mamá me ayuda. Les escribo para pedirles el regalo de este año. Sé que no es la época en la que ustedes reparten los regalos. Pero mi regalo no se trata de un juguete, ni nada parecido. Es un pedido de magia, y como ustedes son magos… Mi equipo de fútbol del que soy hincha está por jugar la final de un campeonato muy importante. Y me gustaría ver a mi equipo campeón. Cuando mi papá tenía 6 años, igual que yo, pero hace mucho, mi equipo salió campeón. Campeón de este mismo campeonato. Mi papá y yo somos del mismo equipo. Se llama Boca. Y es azul y amarillo. Mi papá me contó que ese día en que el equipo salió campeón, él estaba en lo de su abuelo. En lo del papá de mi papá, que era mi bisabuelo. Estuvo muchos días en lo de su abuelo, mi bisabuelo. Porque 41


su papá hacía varios días que no volvía. Cuando su papá salía de la fábrica, a veces pasaba por lo de unos compañeros de trabajo. Porque los veía en el trabajo, pero ahí, en la fábrica, no podían hablar de algunas cosas. Entonces se juntaban en la casa de uno y ahí hablaban de todas las cosas que querían. Pero un día no fue. No fue a la casa de su compañero. No fue a su casa. Y no fue a la fábrica. No fue a ningún lado. Estaba desaparecido. Me contó mi papá que él estaba muy triste. Veía a su abuelo que se la pasaba escribiendo cartas. Entonces él también escribió una carta. Les escribió a ustedes. Seguro que se acuerdan. Ese año, el setenta y ocho, mi equipo, el equipo de mi papá, el equipo del papá de mi papá y el equipo del papá del papá de mi papá, salió campeón. Y él me contó que aunque vivían muy tristes, nunca se olvidará de lo feliz que se sintió ese día. Su abuelo lloraba. De alegría. De emoción. Y que lo abrazaba fuerte. Y le hablaba al techo de la casa, con las manos entrecruzadas: “Ganamos, hijo. Vamos Boca, carajo”. Mi papá también me contó que en ese equipo había un loco y que jugaba de arquero. Mi papá vivió en lo de su abuelo muchos días. Muchos años. Hasta que nací yo. Y ahora vivimos acá. Los tres. Mi mamá, mi papá y yo. Mi papá se pone serio cada vez que me cuenta esa historia. Pero 42


cuando me cuenta de Boca campeón de la Libertadores o de ese loco que hacía de arquero, se pone alegre. Últimamente, mi papá anda muy triste. Pero no por la historia que les cuento. Mi mamá también está triste. Yo les hago preguntas todo el tiempo. ¿Con cuál va? ¿Con la de Boca o la de Virrey? ¿Me hacés la leche? ¿Puedo prender la compu? ¿Cuánto falta? ¿Por qué llorás? Mi papá me contó que no tiene trabajo. Que mi mamá tampoco. Que yo no me preocupe. Por eso, Reyes Magos, les pido un gol, o dos o tres. Mejor cuatro. O que algún loco haga de arquero. Así mi equipo sale campeón. Y mi papá vuelve a estar feliz. Aunque sea por un rato. Yo sé que ustedes hacen magia. No sé cómo. Pero yo lo sé porque mi papá me lo contó. Matute Laura Beatriz Burke San Luis (Argentina)

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NY Querida Jenni: ¡¡Ya estoy en New York amiga!! ¡Mi sueño está cumplido! No puedo creerlo, no te imaginas lo feliz que estoy, y lo mucho que deseo que estés aquí. Hace solo un día que estoy aquí, y ya me siento parte de esta enorme y mágica ciudad. Te cuento que desde la ventana de mi habitación en el Palace tengo una vista increíble; con tan solo ver los inmensos edificios, las luces, las personas que van y vienen a toda velocidad, se me llenan los ojos de lágrimas. Tú sabes lo que este lugar significa para mí, desde las historias relatadas en series de televisión o en películas que aquí transcurren, hasta los personajes de esas historias, me hacen emocionar como nunca imaginé. Quedarme aquí en el Palace es sin dudas una de las mejores partes de este viaje, no puedo esperar a ver cómo continúan estas vacaciones. Ya debes saber que el solo hecho de hospedarme aquí me hace sentir parte de Gossip Girl, ¡ja, ja! Es realmente hermoso subir en los ascensores y caminar por estos pasillos como lo hacían Blair, Serena, Chuck, Dan, o Nate. ¡Muero de emoción! 44


Mañana por la tarde haré el City Tour de “Sex and the City”, recorreré las calles de New York al estilo Carrie Bradshaw, mientras tomo unos ricos Cosmopolitan. Ansío llegar al apartamento de Carrie, y ver lo que ella veía desde la cima de su escalera en la entrada. Por más que este sea mi primer día en la Gran Ciudad, te puedo asegurar, amiga, que no dudo de que este es el viaje de mi vida. ¡Aún no te he contado otra parte importantísima de mi estadía! Pasado mañana visitaré el Central Park, caminaré por el parque como lo hacen los personajes de “La Ley y el Orden U.V.E.”, me sentiré la mismísima Olivia Benson. ¿Te imaginas si, mientras paseo por allí, veo a los actores filmando la serie? Lloraría de emoción. Todavía no sé con certeza hasta cuándo me quedaré, pero no volveré a la Argentina hasta haber recorrido cada distrito de esta inmensa ciudad. Ya quisiera estar viendo el famoso puente de Brooklyn o admirando la gran Estatua de la Libertad. No te imaginas lo afortunada que me siento al caminar por estas calles, poder apreciar la belleza de los edificios; me siento dentro de un sueño. ¡Ya me he comprado ropa y zapatos! Visité H&M, Barneys, Jimmy Choo y Christian Louboutin. Alégrate porque 45


compré una muy linda sorpresa para ti, solo eso te adelantaré, a mi regreso verás de qué se trata, pero sé que te encantará. Después de todo, a ti tanto como a mí, nos encanta todo en esta ciudad, sobre todo la moda. Ya te he contado tantas cosas, que mejor freno mi relato aquí; si no, en el correr de los días, ya no tendré nada más que contarte. Pero pensándolo mejor, no creo posible quedarme sin nada que contar estando en la ciudad con más distracciones y destinos que puedo imaginar. Ya sé que soy reiterativa, ¡pero qué afortunada soy! Bueno, amiga mía, podría escribirte toda la noche, pero aquí, en el hotel, he conocido un grupo de chicas colombianas que también vacacionan en la ciudad, y he quedado con ellas para ir a cenar a T.G.I. Fridays (¡¡¡no puedo creerlo!!!), y luego iremos por unos tragos a un pub llamado Webster Hall, ¡no puedo esperar para conocerlo! Ya me despido y te recuerdo que no me he olvidado de las fotografías que te prometí sacaría para ti en el MET. Probablemente vaya a mitad de semana, y luego te enviaré las fotos por e-mail. 46


¡Hasta pronto, Jenni! Te escribiré en unos días. Te extraño mucho. Muchos besos, saludos a nuestros amigos, XOXO… Tu amiga, Emma Lucía Clemente Zárate (Argentina)

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OJOS GRANDES Varanasi, febrero 2013 C: Nunca tuve los ojos tan grandes. Y sé que tengo dos arrugas más en la frente. Es que ando sorprendido todo el tiempo, Chiquita. Cada paso que hago me cruza con una cara de National Geographic; y cada cara de National Geographic, con un sinfín de historias nuevas. Siempre me divirtió imaginarme la vida que llevan las personas solo con mirar sus rostros, con ver cómo están vestidos o percibir algún gesto particular. E India parece el lugar adecuado para mi juego. Estoy en Varanasi desde hace unos diez días. Definitivamente está en el top 3 de los lugares que conocí. Hace calor y frío al mismo tiempo. Es raro lo que pasa en Varanasi con el clima, en 10 metros se sufren ambos por igual. Bajo el sol es una caldera; en las sombras, un iglú. Te vestís y desvestís, te tapás y no. Lo cierto es que por la mañana me pongo de todo un poco, y a medida que corre el día me voy sacando lo puesto. Me siento una cebolla, Chiquita. La mayoría de las ciudades que visité en India son sagradas y, entre otras cosas, no se puede tomar alcohol ¡No sabés cómo extraño la cerveza! Por cierto, ¿cómo está el borracho de tu hermano?, saludos para él. 48


Acá está el Ganges, el río sagrado para todo el hinduismo. Hay una serie de escalinatas que van apareciendo de tanto en tanto y que acompañan al río en toda su extensión. Al menos la extensión de río que pasa por Varanasi. La gente desfila durante todo el día sobre sus orillas. Se acercan, se ponen en cuclillas (típica postura hindú; hacen todo en cuclillas, se agachan y empiezan a hacer, y cuando no hacen nada, hacen nada en cuclillas), decía, la gente se acerca, se agacha y se baña, lava su ropa, enjuaga sus dientes, allí beben, allí lanzan a los muertos. Bueno, esto último merece un capítulo aparte: esas escalinatas se llaman ghats, que quiere decir baños. Y el ghat más conocido es el Manikarnika. ¿Por qué es el más conocido? Justamente porque es donde se llevan a cabo las incineraciones. Se prende fuego a los cuerpos de los fallecidos. Algunos cadáveres llegan después de viajar horas, desde distintas ciudades, con la única y suficiente intención de que, luego de incinerado el cuerpo, sus cenizas sean arrojadas a las aguas sagradas. Anteayer pasé tres horas contemplando, con un silencioso respeto, el adiós final de familiares y amigos a los más de cien funerales diarios. Pero acá es distinto. No vi llorar a uno, ¿eh? No sé, será que tienen una idea distinta de la muerte. O que tienen ideas, y no miedos sobre ella. Están contentos, orgullosos de tener ese final. Y para nosotros los finales (a menos que sean hollywoodenses, claro) son tristes. 49


El que casi tiene un final soy yo. ¡No sabés lo que es el tránsito acá! Cruzar la calle es un desafío constante. En promedio casi muero unas 20 veces al día. El “casi muero” más peligroso de ayer fue por una moto. El tipo, 157 kilos-29 pelos-6 dientes, me frenó en la uña del dedo índice del pie (¿te acordás?, mi segundo dedo es más largo que el gordo). Cuando atiné a decirle algo, me empezó a gritar en hindi agitando las manos como director de orquesta. Es así, ya me acostumbré. Creo. Mi pierna está mejor, gracias por preguntar. Y sí, la comida es recontrarrepicante. Pero como de todo por la calle, en lugares que allá no me metería ni a pedir fuego. “Thali” es lo que más me gusta. No te voy a explicar qué es, googlealo. Chiquita, falta un tiempo para que nos veamos, pero no te olvides de mí. Estoy distinto, el viaje te cambia. “Juguemos al cíclope”, como decía Julio. Extrañame. Yo te extraño, con ojos más grandes y dos arrugas nuevas en la frente. Rou Rou Julián Federico Sergnese Buenos Aires (Argentina)

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QUERIDO SAHYR Querido Sahyr: ¡Salam Aleykum! ¿Cómo va todo por el Líbano? Ojalá que vos sigas bien aunque por acá las pocas noticias que llegan no son siempre las mejores. Cumpliendo con nuestro viejo ritual te envío, dentro de este sobre, las veinticinco estampillas que son rigor; y aprovecho para agradecerte las tuyas. ¡La ciudadela de Djoubeil me fascinó! En esta oportunidad quisiera dejar de lado nuestra temática habitual, política y literatura, para detenerme en uno de los últimos comentarios de tu carta. Me sorprendió un poco leer tras tu erudito comentario sobre aquella traducción de Lugones, la pregunta “¿Qué onda con el fútbol en Argentina?” Primero que nada, me felicito a mí mismo porque sé que la utilización de un lenguaje tan coloquial y mucho de tu amplio manejo del español, tienen que ver conmigo. Has progresado mucho desde nuestra primera carta; mucho más de lo que yo he logrado con el árabe. Para responder, te contaré una pequeña historia, autorreferencial (que trata sobre mí mismo, 51


yo hablando de mí): La Argentina es un país muy grande, enorme. Me ahorraré los kilómetros cuadrados y las comparaciones, eso va en cualquier enciclopedia. Sólo diré que es muy grande. Y en esta inmensidad de pampas, mesetas, ríos y montañas, se extiende una compleja traza de pueblos y ciudades, algunos muy conocidos, otros casi rozando el borde del olvido. Pues bien, entre mis múltiples actividades, quisiera contarte que unos amigos y yo tenemos por costumbre, cuando el tiempo y el dinero nos lo permiten, realizar pequeños viajes a ignotos poblados de provincias lejanas, para realizar caminatas de dos o tres días para unir dos de aquellos desconocidos parajes, y así disfrutar del aire libre, la naturaleza, las noches junto al fuego y la calidez de las personas. En el mundo habrá maldad y guerras, pero siempre habrá también gente dispuesta a abrirte la puerta de su casa a la medianoche, e invitarte a comer algo caliente y a dormir en su sala. Eso es algo que hemos aprendido con nuestras caminatas, que nunca exceden los 50 kilómetros, máximo 70, por una cuestión de integridad física. En una ocasión recorrimos el trayecto entre Santa Ana y Oberá. Esto es en el noreste argentino, en la provincia de Misiones, tierra de selva subtropical y bellísimos paisajes. Tras dos días de deambular por senderos de tierra, cada vez más lejos de las ciudades 52


importantes y cada vez más cerca del corazón de la foresta, nos detuvimos a descansar en mitad de aquella nada salvaje, repleta de víboras y arañas. Y allí, lejos de todo, descubrimos un gran descampado rodeado del muro impenetrable del bosque. Y en ese descampado, veintidós muchachos, alentados por unas cincuenta personas, jugaban un partido de fútbol que fue de antología. En el lugar menos pensado, hartos de apartar ramas de nuestras caras, nos encontramos con un espectáculo tan aglutinante como la mejor convocatoria. Toda esa gente habría venido de quién sabe dónde, del medio de la selva densa, y se habían juntado para jugar uno de los mejores partidos de fútbol que he visto en mi vida. Luego continuamos nuestro viaje, por los caminos rodeados de árboles tan altos que el cielo parecía una leyenda desconocida que nos contaron alguna vez. ¿Qué onda con el fútbol en Argentina? Eso, que en cualquier lugar y en cualquier momento, por muy extravagantes que parezcan, siempre habrá gente dispuesta a correr para intentar meter una pelota en el arco adversario. Con esta carta el abrazo de siempre, Patricio. Luciano Mario Hernández Buenos Aires (Argentina) 53


TODO ES COMO DEBE SER Querida Marta: Te sorprenderá que te escriba una carta después de tanto tiempo. Hoy, sentada en esta playa helada, envuelta en el poncho viejo que era del abuelo, mirando las montañas blancas como grandes icebergs firmes en la tierra y el mar gris acariciando los peñascos, me sorprendí pensando en otras playas: las de la adolescencia en bikinis, las de la arena tibia, cuando tomar sol era un trabajo casi, una obligación; y al caer la tarde, nuestras miradas se perdían en el horizonte rojo imaginando Europa del otro lado. ¿Te acordás? El silencio, entonces, era un fantasma imposible. No podíamos dejar de hablar de nuestro viaje: primero tenía que ser Italia, claro. Vos querías Alemania, ¡qué insistencia!, yo nos imaginaba en Francia, simplemente por ser el camino más rápido para cruzar a Inglaterra. —No podemos dejar de ir a Escocia —decía yo. —¿Para qué Escocia? ¡Ni lo sueñes!, fue tu respuesta seca, y riéndote a carcajadas hablabas de Berlín como si ya hubiéramos comprado los pasajes. Al principio, cada noche, me imaginaba relatándote minuciosamente los detalles de mi día. Te hablaba de la ciudad, de los museos, de los paisajes, de la gente; te describía los sonidos, los colores, los perfumes. Imaginaba tus comentarios, contestaba tus 54


supuestas preguntas, me reía de los chistes que seguramente se nos hubieran ocurrido, te confiaba mis miedos. Sobre todo eso, Marta, cada noche, después del relato del día, de la risa y las especulaciones delirantes, entre sollozos ahogados en la soledad de mi cuarto, te confiaba mis miedos. No sé cuánto tiempo pasó hasta el día en que me di cuenta de que ya no te hablaba. Y en el silencio, por fin, en medio de ese agujero en el que ya no estaba el recuerdo de tu voz, empecé a escuchar, por primera vez, la mía. ¿Te acordás cuando jugábamos a adivinarnos los pensamientos? Vos siempre ganabas. Sabías, con solo mirarme, todo lo que se escondía en mi mente. Siempre te adelantabas a mis deseos para robármelos. Como me robaste a Daniel aquella noche en la playa. Te odié entonces. Y dejé que te lo llevaras de mis sueños como te llevaste siempre todo; porque ese era tu destino, ganarme siempre. Con una sonrisa muerta les tiré arroz a la salida de la iglesia. Las lágrimas que viste eran los restos de mis ilusiones, desvaneciéndose al rozar la seda negra de mi vestido y la blanca del tuyo. Tal vez lo sabías… como siempre supiste todo. Viéndolos bailar, en un sopor de borrachera, volví a vernos en la playa. Cerré los ojos cansados y sentí la tibieza de la arena contra mi cuerpo, el vals era el mar, un rumor apenas, bajo nuestras voces entusiasmadas. Aquel sueño, que con la llegada de Daniel a nuestras vidas fue pareciéndonos cada vez menos urgente, volvió a anidarse en mi pecho. Te 55


busqué con la mirada entre los invitados para contarte, pero ya te habías ido. Una gaita suena en la distancia. Puedo tararear la melodía que está tocando, la conozco bien. A veces creo que la sabía de antes, que eran estos los acordes que me llamaban desde el otro lado del Atlántico, cuando no podía escucharlos porque tu voz era siempre más fuerte. Una foca me mira con curiosidad, desaparece, juega a las escondidas conmigo, vuelve a salir y se queda flotando, su mirada fija en la mía. Las gaviotas chillan, suspendidas en el viento. Unas pocas nubes doradas subrayan el horizonte rojo y estoy convencida de que esa sombra majestuosa reflejada en las montañas es la de un águila. Sonrío. El hombre que amo y nuestro hijo están subiendo hacia la cumbre ahora. Mi vida está acá, entre estas rocas y estos mares. Soy feliz. Y ahora me toca a mí leerte el pensamiento; sí, a la distancia, hoy soy yo la que sabe lo que vos estás pensando. Por eso esta carta, Marta, para que dejes de preocuparte. Ya no te odio, tu recuerdo es dulce. Todo es como debe ser. María Pelletta Isle ok Skye (Escocia)

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LA LLUVIA DE LONDRES NO MOJA Londres, 24 de marzo de 2013 Querido Mateo: Hijo querido. Espero que la familia ande bien. Me contaron que la panza de Agustina está que explota y el cuarto ya lo tienen preparado. Me imagino que Tomi debe estar más celoso que nunca pero qué lindo es estar rodeado de tu gente. Sabés que nunca me adaptaré a las nuevas tecnologías, así que supongo que no te sorprenderá recibir al cartero en tu casa. Sé que seguís viviendo en la calle Jaramillo. Sé que vas a recibir la carta. Tal vez tu recuerdo impida nuevamente que reciba unas líneas tuyas y aún te entiendo, hijo. Sin embargo te escribo. Te envío una carta y, como te conozco, sé que al menos la vas a leer y con eso me alcanza. Porque vos sabés que hay ciertas cosas que sólo puedo hablar con vos. Determinadas situaciones que vos ves igual que yo porque siempre intenté darte lo mejor de mí y definitivamente lo que más te inculqué fue el amor por la pelota. Quería contarte que tu hermano está enorme. Ayer debutó en la quinta y fue soñado. No sabés lo que juega este pibe, Mateo. En el club se habla de ya hacerle un contrato y te imaginarás que se 57


me cae la baba ¡Estos ingleses encima son de madera! Y claro, llega acá un pebete inglés pero con venas argentinas y la deja chiquitita. Ayer llovió acá como cada día de las últimas dos semanas. Lo particular es que ayer la lluvia no mojaba, hijo. Salieron a la cancha y James parecía estar jugando acá en el patio que tenemos con Marie. La pedía, tocaba, iba a buscar, gambeteaba. Completito. Lo trascendental pasó allá por el minuto 30 del segundo tiempo. Partido trabado, feo, mucha pelota al aire y juego de cuerpos. Empate sin goles, aburrido. Saque de arco para el Tottenham. El arquero sale jugando con el 4 y James la baja a pedir en posición de 5. Cómo me recuerda al Diego, cómo se para este pibe. Cómo recibe y se da vuelta. La cuestión es que la puso abajo de la suela y tocó con el 8, picó y la pidió de nuevo. Obvio que se la dieron, el pibito la mueve. Le llegaba la bocha y la dejó pasar y, cuando en ese movimiento el 5 de ellos quedó pagando, me di cuenta que algo fantástico iba a pasar. Encaró por el medio con pelota dominada y parecía que iba a sacar un zapatazo. Ahí enganchó para la derecha y la barrida del 6 quedó como vergonzosa. Mateo, levantó la cabeza y acarició la pelota con el bordo interno y produjo el encuentro del balón con una parte de la red que seguro nunca había sentido el cuero. Mateo, miré al cielo y pensé en vos, pensé en tu vieja y mis nietos. Te juro que la 58


lluvia no mojaba. Te pensé mirando al cielo y mis ojos cedieron y derramaron alguna lágrima. Te extraño, hijo. Tu hermano metió el gol más importante de su carrera y yo sólo pensé en que habría sido soñado que estés acá y lo disfrutemos juntos como disfrutábamos allá con cada enganche de Garrafa. Londres no tiene nada que ver con Lafe. Llueve siempre, no hay mate, el transporte funciona de puta madre y las casas de los pobres no tienen techo de chapa. Estoy mucho mejor, sí, pero te extraño, hijo. Te extraño y quiero ver a mi nieto y mi futuro nieto y a mi nuera. Dudo recibir una respuesta pero sé que al menos te transmití con claridad lo que siento. Sé que se te piantó un lagrimón con lo de Garrafa. No me olvido que ese loco era tu ídolo mayor. No me olvido de cuando te regalé su camiseta y no te la sacabas ni para bañarte. Tal vez algún día me entiendas y podamos festejar un gol hundiéndonos en un abrazo eterno como el día que volvió él por amor a nosotros. Tal vez así vos vengas o yo vaya. Por amor. Te extraño, hijo, la pelota no llega igual si no me la pasás vos. Con amor. Tu papá Guido Rubin Buenos Aires (Argentina) 59


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