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EDITORIAL

Guerra y paz

El fenómeno de la guerra está íntimamente ligado al desarrollo histórico porque el ser humano siempre lo ha interiorizado y lo ha hecho parte de su identidad. Cómo piensa, percibe, siente y entiende la realidad. Así comienza la guerra en el corazón del individuo. Pero la guerra amenaza la vida y la organización social, reemplaza el orden doméstico por normas y estándares militares, y significa no sólo la muerte de las personas, sino también la pérdida de la autonomía. La guerra finalmente mostrará el fracaso flagrante de la razón y la civilización moderna. Por lo tanto, será un “fenómeno social” donde abarcan muchos elementos como: las diferentes opiniones políticas, económicas e incluso religiosas. En una línea similar, Ignacio Martín Varo (1990b:71) escribió el año antes de ser asesinado por un escuadrón de sicarios salvadoreño (Batallón Atlacatl) junto con un grupo de jesuitas de la Universidad de El Salvador: Informes de guerra de la Revista de Psicología en El Salvador menciona: [...] por su propia dinámica, [...] tiende a convertirse en el fenómeno más englobante de la realidad de un país, el proceso dominante al que tienen que supeditarse los demás procesos sociales, económicos, políticos y culturales, y que, de manera directa o indirecta, afecta a todos los miembros de una sociedad.

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Incluso hoy, la guerra sigue siendo parte de la realidad cotidiana de la mayoría de la población mundial, aquellos que viven en el Tercer Mundo y que están alienados del sistema político y económico internacionalmente efectivo. Occidente ejerce así una violencia estructural contra los estados más débiles de la región, donde la pobreza extrema y la propia guerra tienden a formar una especie de nudo gordiano difícil de desatar. De esta manera, después de la Segunda Guerra Mundial, la guerra quedó excluida del mundo occidental, pero al mismo tiempo se situó esencialmente en el Tercer Mundo.

En resumen, la paz positiva que esperamos lograr algún día requiere sobre todo una distribución justa y equitativa de los recursos entre grupos y naciones. El camino hacia la paz requiere, por tanto, un cambio fundamental de carácter psicológico, social, político, económico y cultural y, por tanto, la formación de un nuevo orden mundial muy alejado de las actuales.

María Stephannie Martínez Hidalgo Directora editorial Directora Editorial.

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