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Saluda

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Tus vecinos

Tus vecinos

Queridos hermanos en San Antonio de Padua. Desde estas líneas quiero expresar mi fe y la de todo un pueblo cada martes del año a los pies de Nuestro Santo Bendito. Con el comienzo de los trece martes en marzo, comenzamos un ritual que precede la misa de domingo de Pascua con el traslado triunfal de Cristo ya resucitado. Esta jornada de domingo de Resurrección está siendo cogida por el pueblo con mucho cariño, invitándoles desde estas líneas a acompañar al Señor a su vuelta hacia la ermita de San Antonio de Padua.

Y al llegar junio, días grandes para nuestra Hermandad, animo desde aquí la participación a los cultos donde volveremos a renovar nuestra protestación de fe, así como también os animo a participar en la procesión con el Santo Bendito. Hacer especial mención, los proyectos que se encuentran en vigor dentro del seno de la Hermandad, los cuales nos encontramos a la espera de resoluciones.

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Este año tuvimos un estreno que fue el banderín para el domingo de resurrección, donado por una familia de Utrera, confeccionado por el bordador local, don Francisco Expósito Álvarez, quien el mismo ha sido designado para diseñar y realizar el banderín del Grupo Joven que estrenaremos el próximo 13 de junio, así como la pintora que ha realizado la pintura del banderín doña Elisabet Gallego, los cuales quiero agradecer su gran labor desempeñada.

Este año me toca volver a lanzar unas palabras al cielo a la persona de doña Pepa Montes García, Santera de San Antonio que se ha reunido junto a su hermana Rosarito donde verán su Santo Bendito de un modo más especial. Tampoco me gustaría dejar pasar la ocasión que desde niño he vivido el preparar y engalanar junto con tantos vecinos mayores que nos precedieron esos días previos a San Antonio el montaje de la velá, de su velá, recuerdos de Margara, Carmelita Crespo, Magdalena la Mota, Pepa la del Garage, Luisa la Portuguesa, entre tantas otras, eran y son los que siempre han sido las promotoras de engalanar la calle.

Ahora queda que todas aquellas personas que lo hacen sigan el camino que Luisa y Pepa le digan para que aquella noche del 13 de junio quede siempre grabada en nuestro corazón y también invitar a las personas de la otra mitad de la calle para que se animen a engalanar en memoria de todas las personas que querían que se volviera a engalanar. Sin más que vuelvan a sonar los cohetes que los días de San Antonio están aquí ya. Me despido con un fuerte abrazo para todos. ¡VIVA SAN ANTONIO!

D. Rafael Lorca Segura - Hermano Mayor -

Por todos es conocida la fama de san Antonio de Padua por su doctrina, motivo por el que fue proclamado doctor de la Iglesia, y, sobre todo, por su oratoria, reflejo de lo cual es el hecho significativo de que se venere su lengua en un relicario de plata. Pues bien, podemos hacernos una idea de la enorme devoción que profesaba a la Virgen María por los sermones que sobre ella predicó y que se conservan: uno sobre la Natividad de la Virgen, dos de la Anunciación, dos de la Purificación y uno sobre la Asunción.

Aunque san Antonio se halla en el ámbito de la escolástica, su mariología no se halla en tratadas sistemáticos, sino en homilías por él predicadas con motivo de las fiestas marianas. Dichas homilías se caracterizan por su gran profundidad teológica, así como por su interés catequético, aspecto que infiere el fin parenético de las mismas, es decir, interpelar directamente a los oyentes para que el mensaje les sea más asimilable. Se ha de tener en cuenta que san Antonio fue el primer gran maestro franciscano, por lo que ejercerá a lo largo de los siglos una gran influencia en el pensamiento de sus correligionarios y en el desarrollo de ciertos temas mariológicos.

Como miembro de la orden seráfica que era, uno de los grandes imitadores de san Francisco de Asís, san Antonio centró su espiritualidad en el misterio de la encarnación del Verbo, expresión del rebajamiento amoroso y humilde de Dios por nuestra salvación. Desde este principio se comprende que el tema central de su mariología verse sobre la maternidad divina de María, motivo, dirá, por el que fue predestinada desde el principio de la creación del mundo para ser la Madre del Verbo encarnado. Elegida para tal insigne y singular misión, san Antonio suele meditar la belleza de María, manifiesta en sus virtudes, en sus misterios y en su santidad de vida. Como se ha dicho, al centrar su atención en la colaboración de María en el misterio de la encarnación del Verbo, profundiza en la humildad que ello supuso para el Hijo de Dios. El hecho de que asuma nuestra naturaleza humana al encarnarse por obra del Espíritu Santo en el seno de María la Virgen, expone la “vía de la pobreza”, tal y como proponía san Francisco de Asís, como “regla de vida”. Así, pues, la humildad y la pobreza son prerrogativas también de María, modelo perfecto de vida evangélica, especialmente para los religiosos mendicantes.

El misterio de la maternidad divina de María implica para san Antonio un estado de santidad absoluto, es decir, su inmaculada concepción y una vida radicalmente inclinada a la voluntad de Dios. Al ser la Madre de Dios, la Virgen es la criatura más excelsa de toda la creación, por lo que recibió más gracia que ningún otro, incluso que los ángeles. San Antonio se conmovía especialmente al considerar que el Hijo de Dios, teniendo Padre en el cielo, fuese también hijo, por el misterio de la encarnación, de María. De ahí que, por ejemplo, en la homilía sobre la Purificación, diga: “hoy, santa María ha llevado al templo para ofrecer al Hijo de Dios Hijo suyo”. También se queda estupefacto al reflexionar sobre la paradoja de que la criatura engendre a su Creador, cuando se dirige a Cristo, diciéndole: “¡es verdaderamente santo el seno que te llevó, oh Dios e Hijo de Dios, señor de los ángeles, creador del cielo y de la tierra, redentor del mundo! ¡La hija ha portado al Padre, la virgen pobre ha llevado al Hijo! ¡Oh querubines, serafines, ángeles y arcángeles, con el rostro agachado y con la cabeza inclinada, adorad reverentemente al templo de Dios, al sagrario del Espíritu Santo”.

Índice de este admirable misterio es que la maternidad de María sea

virginal, lo cual revela la condición divina del engendrado. Pero, es más, para san Antonio, dicha virginidad en María no fue solo relativa al momento de la encarnación del Verbo, sino que fue desde un principio una opción de vida, o sea, un voto que hizo previamente a la anunciación de la concepción virginal del Verbo en sus entrañas inmaculadas.

La colaboración de María en el misterio de la encarnación le da lugar a san Antonio a meditar sobre la mediación que esta prestó en favor de la salvación del mundo, entendiendo dicho misterio como reconciliación: “la santa Virgen María, nuestra mediadora, ha restablecido la paz entre Dios y el pecador”. El reconocimiento del poder mediador de María ante Dios le lleva a dirigirse al oyente para decirle: “refúgiate, pues, junto a ella, oh pecador, dado que ella es una ciudad de refugio”.

Afín al pensamiento medieval que entendía la vida como una peregrinación al cielo, san Antonio apela a la mediación de la Virgen María para que ella nos conduzca al encuentro definitivo con Cristo, fruto bendito de su vientre, concepto que evoca la antífona mariana de la Salve Regina o el célebre himno del Ave maris stella: “Te suplicamos, por tanto, oh Señora nuestra, esperanza nuestra. Tú que eres la estrella del mar, ilumínanos mientras estamos expuestos a la tempestad de este mar, guíanos al puerto. Con la ayuda de tu presencia refuerza nuestro último camino, para que podamos con seguridad salir de la cárcel y merecer alcanzar, felices, a la gloria inefable. Nos lo conceda aquel que llevaste en tu santo seno y que has amamantado con tus santos pechos”. En este sentido, para san Antonio el poder intercesor de la Virgen radica en su maternidad divina, a la vez que entiende esta mediación no especulativamente, como si solo fuese una idea, sino que la experimenta, teniendo en cuenta que apela a su presencia gloriosa entre los fieles conforme avanzan en la peregrinación del mundo presente, peregrinación en metáfora de travesía marítima.

San Antonio será uno de los precursores de la doctrina asuncionista, hasta el punto de que el papa Pío XII lo refiere en la Constitución apostólica con la que definió dogmáticamente la asunción de la Virgen, la Munificenstissimus Deus, en 1950. Así decía el papa: “entre los escritores sagrados que en aquella época, con diversos textos, comparaciones y analogías extraídas de las Cartas divinas, ilustraron y confirmaron la doctrina de la asunción en la que piadosamente creían, el doctor evangélico s. Antonio de Padua. En la fiesta de la Asunción, al comentar aquellas palabras de Isaías: “Glorificaré el lugar de mis pies” ( Is .60,13), afirmaba con confianza que el divino Redentor glorificaba más perfectamente a su amantísima Madre, de la que había tomado carne humana. “Desde aquí se ve claramente”, dice, “que el cuerpo de la Santísima Virgen subió al cielo, porque era el lugar de los pies del Señor”. Por eso, escribe el salmista: “Levántate, oh Señor, a tu lugar de reposo, tú y el arca de tu santificación”. Y así como, añade, Jesucristo resucitó triunfante de entre los muertos y ascendió a la diestra del Padre, así “resucitó el Arca de su santificación, cuando en aquel día la Virgen Madre fue elevada a la cámara celestial” (n. 29)”. De este comentario se deduce la importante contribución de san Antonio a la comprensión del fin de la vida terrena de María, en cuanto que esta no solo alcanzó el don de la vida eterna respecto al alma, sino también la glorificación corporal, es decir, que fue asunta a los gloria celestial, junto a su Hijo, no solo en alma, sino también en cuerpo. Igualmente, de estas palabras se deduce que la razón de la asunción corporal de la Virgen se halla en el misterio de su maternidad divina, en cuanto que no podía entenderse que aquella que dio carne al Hijo de Dios, “Fuente de la vida”, pudiera conocer la corrupción del sepulcro.

En relación a este último tema es curiosa la leyenda relatada por Pelbarto de Themeswar en la que se dice que san Antonio se negó a ir al rezo de maitines en la fiesta de la asunción de la Virgen porque se leía la lectura del PseudoJerónimo en la que se ponía en entredicho su asunción corporal. Como premio a este arrojo del santo la Virgen se le apareció y le hizo ver a su Hijo, dándoselo entre sus brazos, como bellamente pintó Alonso Cano.

No quisiera terminar esta aportación a vuestro boletín sin recordar lo que ya en otra ocasión os comentaba, cómo la devoción a san Antonio, humilde imitador de Cristo pobre, se halla en relación a otra gran devoción, en este caso mariana, la de la Divina Pastora, expresión iconográfica de la espiritualidad de la minoridad franciscana. Son muchas las representaciones que se conocen de san Antonio a los pies de la Divina Pastora, alguna de ellas conservada en el Museo del Prado. En esta ocasión me remito a una preciosa pintura del siglo XVIII conservada en una iglesia jerezana en la que se ve a la Divina Pastora, a punto de ser coronada por ángeles como premio de su humildad, dándole a besar su Hijo a san Antonio, el cual se halla arrodillado, con el hábito humilde característico de los franciscanos, descansando su rostro en el del Niño. Oveja fiel del rebaño de María, la celestial Pastora, humildes los dos, la Virgen y san Antonio, a semejanza de quien por amor a nosotros se despojó de su grandeza. A este respecto, predicando sobre la asunción triunfal de María, decía san Antonio: “cuando María profirió las palabras de la humildad: “he aquí la sierva del Señor”, fue elegida Reina del cielo”.

Seamos, pues, humildes como la Virgen María y san Antonio, la mejor forma de predicar en vida nuestra condición cristiana y segura vía para llegar al cielo.

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