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Castelló de Rugat
CASTELLÓ DE RUGAT La herencia del barro
En medio de una “Vall blanca”, donde predomina la claridad, un pueblo pone la nota de color a la comarca. Castelló de Rugat y su tierra roja y arcillosa, ha hecho de esta condición un modo de vida. Así, Castelló hizo de la fabricación de cantaros primero, y de la industria ladrillera después, su principal fuente de ingresos. La producción de jarras fue tan importante para este pueblo de la Vall d’Albaida que incluso le cambió el nombre para pasar a denominarse “Castelló de les Gerres”. Ahora, muchos años después, este color pasional que impregna las tierras de los castellonenses es uno de los motivos para visitar este pueblo valldalbaidí. Pero, junto con la herencia del barro, también destacan en Castelló de Rugat la ermita de Sant Antoni y su fiesta, y la calle Canyeta. Tres razones por las cuales no debes dejar de visitar esta población, si todavía no lo has hecho.
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De la elaboración de cantaros, a industria ladrillera y al arte de Evarist Navarro
El barro ha sido el pasado, el presente y quién sabe si el futuro de Castelló de Rugat. La tierra arcillosa de esta localidad le ha permitido vivir a lo largo de los años de ella, con la creación de todo tipo de cantaros primero, y con la industria de los ladrillos después. Y ha sido el barro también el que ha dado a Castelló uno de sus mayores artistas, reconocidos en todo el mundo: Evarist Navarro y Segura. Este escultor, procedente de una familia propietaria de
una industria de ladrillos, hizo del barro su material de experimentación y el centro para crear su discurso artístico. En Castelló estableció su taller, conocido como la Bancalaria, una zona de experimentación, creación y reunión con amigos y artistas. Desgraciadamente, Navarro murió recientemente, y dejó a su tierra huérfana de su humildad y de su arte. Hoy, el Museo de la Gerra Evarist Navarro y el Forn del siglo XVIII, son el testigo de la herencia que el barro ha dejado en este pueblo.
Desde arriba de la colina: la ermita de San Antonio
Desde arriba de la colina, San Antonio vigila los castellonenses, esperando que llegue el momento de volver a salir de la ermita. El patrón de los animales comparte residencia con Santa Bàrbara, en un punto privilegiado de Castelló de Rugat, la ermita. Situada sobre un cerro aislado en un paisaje relativamente plano, constituye un magnífico mirador de gran parte de la Vall d’Albaida. Es en el mes de ernero cuando el santo celebra su festividad, comenzando el calendario festivo de los castellonenses, el primer domingo después de San Antonio o el mismo día si es domingo. La ermita se convierte entonces en un punto de encuentro y veneración, donde la gente del pueblo y sus animales suben para recibir la bendición del patrón de los animales. Un acto muy entrañable al cual lo acompaña el tradicional Porrat en el pueblo y la encendida de la hoguera que tanta fiesta crea y tantos males asusta. Una celebración que acaba con el sorteo del cochinillo que acompaña a San Antonio en su imagen, y que años atrás, vivía suelto por Castelló y era alimentado por todos los habitantes.
Una calle para enamorarse
Con una carta de coca celestial, buñuelos de calabaza o coca de maíz en la mano, la calle Canyeta tiene que ser tu destino si visitas Castelló de Rugat. Un espacio delicioso cubierto de jazmines y tiesto que los habitantes de estas tierras han convertido en un punto de obligada visita y que no podrás dejar de fotografiar a tu paso por este municipio. La calle Canyeta está situada entre las calles de Sant Antoni y Sant Vicent, a un paso del resto de puntos de interés que podrás visitar en este pueblo. Y es que enamorarte de la calle Canyeta es, sencillamente, inevitable. Un motivo más para visitar Castelló de Rugat si nunca no lo has hecho.
