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Judith AmAdOR
Luis Ortiz Monasterio: Muchos diplomáticos no conocemos nuestra cultura
/ JudiTh amador
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El embajador de carrera llega a los 80 años y recibe un amplio reconocimiento por su extensa labor y múltiples intervenciones definitorias en las muy diversas representaciones que ocupó en el mundo entero, desde que en 1965 estuvo como vicecónsul y agregado civil en La Habana, recién iniciada la Revolución. Sin embargo, poco se sabe de los aspectos en los que contribuyó a la difusión de la cultura mexicana, a la que define como una potencia mundial. En entrevista, narra algunos de esos hechos. El acto será este jueves 3 en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Con una larga trayectoria en el servicio público, tanto en México como en el extranjero, el embajador Luis Ortiz Monasterio Castellanos es reconocido por su trabajo en la fundación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y por haber contribuido en las negociaciones de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno de aquel país.
Poco se sabe, en cambio, de su actuación en el campo de la diplomacia cultural, donde lo mismo se propuso montar una ópera mexicana en la Selva Amazónica, que negoció --en medio de una tensa situación-- la traída al Museo Nacional de Antropología de una importante exposición sobre la milenaria tradición persa.
A decir suyo, no somos una potencia económica o militar, pero sí cultural:
“Es nuestra carta de presentación, pero necesitamos expresarlo, explayarlo, desarrollarlo, a partir de una política pública hacia el exterior, y no se diga al interior… muy habilidosa para competir por el ranking (primeros sitios) que corresponde a un país como nosotros”.
Nacido el 6 de noviembre de 1942 en la Ciudad de México, egresado de Relaciones Internacionales de El Colegio de México (Colmex), y a partir de 1964 parte del Servicio Exterior Mexicano (SEM) del cual se retiró en 2008, recibirá el homenaje “Vida y obra de un embajador de México” por sus 80 años, el próximo jueves 3 de noviembre, a las 19 horas, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
En entrevista vía telefónica, el cofundador del Centro Latinoamericano de Estudios Estratégicos y exdirector de la revista latinoamericana Hora Cero, dice a Proceso que la cultura es una de las herramientas del llamado “poder suave” en la diplomacia (igual que la ideología y la política), y tan importante como la diplomacia financiera o en derechos humanos.
A lo largo de su trayectoria de más de 55 años en el servicio público, recuerda que siempre le tocaron tiempos difíciles, y la primera advertencia de enero era: “estamos en austeridad”. Por tanto, se propuso aprovechar los elementos que posee México, como la cultura, para apoyar a los países que se encuentran en situaciones complicadas social, política, económicamente.
Desempeñó diversos cargos como miembro del SEM. El primero en 1965 como vicecónsul y agregado civil en la embajada de México en La Habana, Cuba. Asimismo, jefe de Cancillería en las embajadas en Costa Rica y Santo Domingo; ya con el rango de embajador fue titular de nuestra representación en Jamaica, los consulados generales en Miami y Dallas y embajador ante Colombia entre 2001 y 2004. Considera su experiencia en Cuba fundamental porque le permitió ir conociendo lo que sucedía a nivel mundial, pero luego de estar varios años en el exterior, sintió la necesidad de volver para adentrarse con más detalle en lo ocurrido en ese tiempo, por ejemplo sobre el Movimiento Estudiantil de 1968. Ocupó varios cargos en instituciones como la Presidencia de la República y la Secretaría de Educación Pública, y fundó con el exrector de la UNAM Jorge Carpizo la CNDH.
Luego llegó su ascenso como embajador en el SEM y fue enviado a Jamaica. Cuando se le pregunta si la relación con los países caribeños es difícil justo por sus condiciones políticas y socioeconómicas, expresa que son aspectos que se deben “matizar” para fortalecer los vínculos culturales y destacarlos. Por ejemplo, Jamaica es miembro de la Comunidad del Caribe (Caricom) y sede de la Universidad de las Indias Occidentales, financiada por países de la región.
No le gustaría que a México se le juzgara solamente por las muertes diarias cuando culturalmente tiene mucho que mostrar. Destaca que todos los países tienen una riqueza cultural, y en espacios como el Consejo de Seguridad de la ONU, tan valioso es el voto de uno como del otro.
Alude a la diversidad cultural, étnica, lingüística, gastronómica, en fin, de nuestro país, pero por falta de educación cívica muchos mexicanos desconocen o ignoran a los millones de afrodescendientes y de indígenas. --¿La diplomacia cultural está bien estructurada para dar cuenta de todo ello? --Tengo la impresión de que no. Todavía hay muchísimo por hacer. Muchas veces nuestros representantes en el exterior, me incluyo desde luego, no conocemos la profundidad de nuestra cultura. Se nota a menudo, cuando andamos luciendo una exposición preciosa sobre los mayas y no conocemos a ningún maya de verdad, ninguna palabra en maya, no apreciamos a los tzotziles, a los tzeltales, que son mayas también. Es un proceso lento de aprendizaje por parte de los países, en el sentido de que para representar bien a este país uno debe conocer profundamente las riquezas enormes y las dolencias también, las fallas, para lograr interactuar con el exterior.
En la sElva
Cuando estuvo en Colombia, dada la política de austeridad del gobierno foxista y las propias condiciones del país sudamericano, cuenta que se enfocó “fundamentalmente a apoyar los esfuerzos de los hermanos colombianos en su lucha contra la violencia y la guerra civil que padecieron durante cincuenta años”. Vio que utilizar los pocos recursos en proyectar la imagen de México no bastaba, se trataba de apoyar a Colombia “para abatir la negra noche que vivieron durante medio siglo”.
En el libro Diplomacia cultural, la vida, coordinado por el periodista Eduardo Cruz, agregado cultural en Colombia precisamente con Ortiz Monasterio, el embajador narra la experiencia que vivieron al llevar a la población de Leticia la ópera Florencia en el Amazonas, del compositor mexicano Daniel Catán (1949-2011), con la voz mezzosoprano de Encarnación Vázquez, quien viajó del Metropolitan Opera House de Nueva York a la selva amazónica.
Hasta la fecha rememora ese hecho con especial afecto. La función fue gratuita, y el pequeño auditorio Orellana a la orilla del río Amazonas se llenó a tope. Lo evoca como “una noche mágica en la cual la música de Daniel Catán se desplegó en ese parque bellísimo frente al hotel Anaconda. Estaba lleno de militares, de aventureros, de todos los que viven en las fronteras sin gran control, una cosa maravillosa, muchos brasileños cruzaron de Tabatinga para presenciar el evento, fue un éxito regional precioso que me llenó de orgullo. Eso nos habla de la enorme fuerza de la cultura”.
Y no se trató sólo de llevar una ópera por un día sino del impacto que el hecho puede tener en la vida comunitaria del lugar. Dice que a la mañana siguiente, cuando fue con Encarnación Vázquez a desayunar al mercado, la gente la recibió con aplausos. El director de una libreríapapelería, que también vendía discos, le comentó que luego de la presentación aumentó en más de 200% el número de interesados en la ópera, “en un pueblo chiquito fronterizo con Brasil, lo cual nos habla de que es totalmente falso que la música culta sea para ‘cultos y urbanos’”.
amigos dE vErdad
En Irán al embajador le tocó vivir una experiencia distinta. Eran los últimos días del gobierno de Fox y se negociaba “una exposición muy ambicionada a nivel planetario”, Persia: Fragmentos del paraíso. Tesoros del Museo Nacional de Irán, que reunió más de 360 piezas en el Museo Nacional de Antropología:
“Fue uno de los momentos más bellos. Eran piezas ancestrales de los persas que nunca habían salido de ahí, nunca habían cruzado el océano Pacífico, nunca habían estado en América Latina y llegaron a nuestro país. Teóricamente la visita iba a durar sólo tres meses y termino siendo casi un año de exhibición”.
Dice que hay muchas acciones culturales que vale la pena repasar. Y una es precisamente ésta en la cual contribuyó en la negociación de la muestra ante el gobierno iraní:
“Como dirían los colombianos, la negociación fue tenaz, una lucha muy fuerte en virtud de que el propio presidente Mahmud Ahmadineyad me indicó: ‘Quiero decirle a usted que esta exposición (que me había prometido ya el presidente anterior) la estamos reservando para algún país verdaderamente amigo de Irán’. Y a mí no me gustó la expresión ‘verdaderamente amigo’ y que añadiera ‘sólo tenemos como mejores amigos a Lula, Fidel y Maduro’.
“Le dije: ‘No estoy pidiéndole absolutamente nada al gobierno de Irán, estoy ofreciéndole el mejor museo antropológico del continente precisamente a Irán. No tengo ninguna prisa, si no es con usted, será después, porque los mexicanos como los persas, no pensamos en sexenios ni en décadas, sino en milenios”.
Considera que el presidente Ahmadineyad era en realidad “un hombre sensible” y que eso lo convenció para decidirse a que la colección viniera a México:
“Fue una negociación muy interesante, medio cultural, medio política, pero funcionó muy bien y tuvimos una exposición bellísima de verdad. La prensa la recibió muy bien, apareció por ahí un encabezado precioso en algún periódico diciendo ‘La toma de Tenochtitlán por los persas”.
Subraya que el impacto de la vida cultural es mucho mayor que solamente las páginas de reseñas musicales o teatrales, y menciona que ahora mismo se encuentra en México el grupo persa Kaliveh Musica Band, para presentarse en el Festival Internacional Cervantino:
“Es un conjunto sensacional, de una cultura ancestral muy refinada por el tiempo y por la disciplina de los persas que muy a menudo es opacada por acusaciones sobre el tema nuclear, su sistema de gobierno, y sucede que no se entiende. Creo que es muy importante que los mexicanos, más que nadie, sepamos que el mundo tiene la gran ventaja de ser totalmente plural, y esa pluralidad cultural le da una riqueza enorme, le da sentido a la obra de la creación”.
Talacha
Se le comenta que tal vez la tarea de diplomacia cultural no se vea, porque los espectadores sólo acuden a una exposición, un concierto, la presentación de un artista: “Exactamente, lo define muy bien, muchas veces no se ve la infraestructura, sólo la cartelera, las lucesitas, la inauguración, de vez en cuando el vino de honor, pero muy a menudo no se ve el trabajo rudo que se complica en la talacha cultural en lugares confinados como Afganistán. En lugares en guerra es mucho más complicado, eso no nos debe amedrentar, debemos estar ahí porque la verdad yo tengo la impresión de que tenemos una gran ventaja: México es de los pocos países que no tiene enemigos, eso hace que nuestro mensaje sea bien recibido”.
Y hay muchas afinidades entre México y el mundo árabe; menciona por ejemplo que ellos dicen todo el tiempo “insha’Allah” (si Alá quiere) y los mexicanos repiten también constantemente “si Dios quiere”. Relata que un día, en un retén de Afganistán o Pakistán, al pedirle su pasaporte y ver que era mexicano, le preguntaron por el futbolista Rafa Márquez, el futbol mexicano y el Estadio Azteca.
Viajaba también constantemente de Teherán a Kabul por carretera en automóvil, y en una ocasión en la cual enfermó la esposa de su conductor, él mismo tomó el volante, y había varios retenes debido a los enfrentamientos ( “no es ninguna épica adicional, es parte de nuestro trabajo”). En un retén donde también mostró su pasaporte, le preguntaron por el compositor José Alfredo Jiménez, aunque la música mexicana es muy difícil de traducir por sus simbologías, por ejemplo la idea de que “la vida no vale nada”, pero gustaban de las melodías.
Donador al Museo Nacional de las Culturas del Mundo del famoso retrato de la niña afgana, el embajador revive la visita que le ofrecieron junto con su esposa Guadalupe Padilla Serrano (promotora de la gastronomía, que impulsó la declaratoria de comida mexicana como Patrimonio de la Humanidad) al campamento más grande de refugiados en Irán.
Tras ello, impulsó que el gobierno de México apoyara a las niñas que ahí habitaban para que recibieran clases, porque entonces no alcanzaban las aulas. Nuestro país, dice, aportó una buena cantidad a Naciones Unidas para que se crearan las aulas para las niñas, entre las cuales había también de origen africano. Irán, lamenta, ha sido un pueblo que ha sufrido por lo menos 9 invasiones en su historia, desde Alejandro Magno hasta nuestros días. En todas ha salido triunfador, dice, es un pueblo “muy bravo”.
Bardo: México, un estado mental
/ Luciano campos
El documentalista Silverio Gama siente que su mayor fracaso es su éxito. En permanente estado reflexivo, se deja ser reconocido por sus compañeros periodistas de México. Algunos le reclaman, entre bromas, que necesitara emigrar a Estados Unidos, donde reside, para encontrar la fama. Otros, en serio, lo acusan de pretencioso y de entregar una imagen deformada del país.
En Bardo o Falsa crónica de unas cuántas verdades (Bardo, false chronicle of a handful of truhts, 2022), el director Alejandro González Iñárritu se replica, convirtiendo en su avatar a Gama (Daniel Giménez Cacho), en un ejercicio de autoficción, similar al que hizo Pedro Almodóvar con Antonio Banderas en Dolor y Gloria.
Consagrado a todos los niveles y latitudes, el realizador mexicano puede expresarse como quiera. Comprobada ya su inagotable capacidad para contar buenas historias, con presupuestos monumentales, aquí decide explorar sus propias memorias en una comedia, con chispazos de crítica social, que prácticamente no tiene trama, y que se va desarrollando como si Gama fuera bajando por los círculos de un mexicanísimo infierno.
La cinta de Netflix, hecha con evidentes propósitos de exportación, presenta a un país achilangado, como si La Capirucha representara todo el territorio nacional. Alejandro no había filmado de este lado desde Amores Perros. Pronto se entiende que la cinta de más de dos horas y media no es de actuaciones, sino de situaciones. Aunque Giménez Cacho se muestra, como siempre, en excelente forma y confirma que es actualmente uno de los actores más completos de la escena doméstica, la narración se enfoca en anecdóticos sketches que confrontan a Silverio con sus propias inquietudes. Los diálogos son como una sucesión de apotegmas, con las que el realizador quiere transmitir sus netas sobre lo que ve del territorio mexicano, lo mismo cuando está adentro que afuera.
Los desdoblamientos de la realidad son, en ocasiones, pasajes oníricos, surrealistas o de realismo mágico, con magníficas tomas abiertas de gran angular, en formato de 65 mm. En lo que son las propias preocupaciones de G. Iñárritu, como artista e intelectual, cuestiona la historia, la política, el rostro de la nación. En el Castillo de Chapultepec, y en presencia de un importante enviado de Estados Unidos, describe la batalla de los Niños Héroes, pero la recrea como un videoclip bufo, en el que reprocha la farsa que se enseña en los libros de texto, con todo y el vuelo de Juan Escutia, que queda como una parodia de heroísmo.
O, en su faceta de documentalista, se involucra con un ejército de migrantes, que avanzan hacia el norte. Desarrapados, autómatas, como zombies, cruzan una carretera y detienen el tráfico. Hablan lenguas indígenas, mientras huyen de un país que los detesta. Las metáforas son tan obvias que se convierten en clichés.
En calles de la Ciudad de México vaga Gama, envuelto en confusión de nacionalidad e identidad. Ese hombre desamparado es el mismo ganador del Oscar, que se confiesa culpable de haber emigrado a la Unión Americana para triunfar. Enfrentándose a los reproches de siempre y anticipándose a los que vendrán, pide perdón ante su familia, por haber dejado al país, aunque no puede negar que allá se vive mejor que aquí, y que sus hijos van a tener más oportunidades en el extranjero que quedándose en un país que quiere que amen, sin sentirlo.
Peligrosamente cercano a la petulancia, el documentalista y periodista tiene que soportar a sus pares que lo atacan, tal vez por envidia, aunque él quiere aproximarse amistoso. Un conductor de televisión, relamido, populachero y resentido, le reprocha que el éxito lo haya distanciado, haciéndolo inalcanzable.
En el Zócalo hay una enorme pila de cadáveres morenos desnudos. En la cima se encuentra Hernán Cortés. Mientras Gama, como periodista, le reprocha que sea el causante de las masacres, el Conquistador se defiende, con los argumentos de siempre, sobre la necesidad de refundar la nación, para traer progreso. Cuando se rompe el diálogo y se entiende que la imagen es una farsa, la toma se va al mástil de la bandera mientras un coro de espectadores invisibles, alienta: “¡Sube, Pelayo, sube…!”
Como si ajustara cuentas con el sentimiento de culpa que le provoca el encumbramiento, como cineasta famoso, millonario y respetado, Iñárritu-Gama dice que se siente vacío pese a los halagos, que no es tan bueno como el público supone y que no siente nada por los galardones. En su interior cree que está sobrevalorado y que ha traicionado a la patria, luego de hacer comerciales aquí, para luego descargar su talento creativo del otro lado de la frontera. Pero no deja de sentir orgullo del terruño. “México es un estado mental”, dice Gama, para expresar que la exótica nación tiene encanto único.
Al final queda el largo testimonio de uno de los genios del cine del nuevo milenio, que se da la oportunidad de acercarse a su público para decir quién es, mientras muestra a México como se lo imaginan en el extranjero.
La cinta se estrena en cines, y en diciembre pasará a la plataforma casera de Netflix.
Colección Pareyón-López/Museo Cuicuilco
/ isabeL Leñero
El Museo de Sitio de Cuicuilco exhibe por primera vez al público la Colección Pareyón-López, nombrada así en honor al arqueólogo que se encargó de la excavación y de López, quien la redescubrió.
Han sido seleccionados 64 objetos completos de un acervo de casi mil objetos, almacenados y analizados en 27 años; pueden verse aquellos que pertenecieron al periodo Preclásico (800 al 300, a. C.).
Las excavaciones a cargo de Eduardo Pareyón Moreno duraron aproximadamente 46 años; las piezas encontradas fueron almacenándose poco a poco en los jardines del Exconvento de Churubusco. En 1995, los materiales se empezaron a revisar, a rescatar y a irse seleccionando así: piezas de cerámica, piedras completas y fragmentos, y todo aquello que tuviera elementos de decoración o que fuera sobresalientes.
Los objetos exhibidos en su mayoría son procedentes de los sitios arqueológicos de Tlatilco y Tlapacoya, ubicados en el Estado de México, además de otros de Colima y uno de Guerrero.
Se ha informado que la colección completa tiene piezas de varios sitios y periodos arqueológicos.
Los arqueólogos curadores de la exposición son: José Antonio López Palacios, Ramón López Valenzuela y Yalo Jesús Madrigal Cossío, quienes han manifestado que esta colección podría resumirse como “arqueología de la arqueología”. Los curadores cuentan que la mayoría de los objetos carecían de información documental, por eso mismo fue tan difícil seleccionarla, ya que tuvieron que realizar comparaciones con otras colecciones y catálogos. Poco a poco se fue sabiendo el origen de muchos de ellos, pues pertenecían a regiones diversas: Altiplano Central, Costa del Golfo, Oaxaca, occidente y área maya, de los periodos Preclásico, Clásico y Posclásico.
Al arqueólogo Pareyón, quien originalmente se recibió como arquitecto, le tocó la época cuando había pocos arqueólogos en el INAH, y muchos tesoros por rescatar, por lo cual le resultó muy difícil conseguir tiempo para escribir los resultados de sus investigaciones. Él formó parte del equipo que descubrió el Cerro del Tepalcate, y a partir de esa excavación escribió su tesis doctoral.
Sin duda es una visita más que recomendada, pues podemos conocer y reconocer este gran esfuerzo. Entre las piezas hay un cuchillo, una punta de proyectil, punzones, navajillas pendientes, cuentas, 41 piezas de cerámica, así como una hermosa vasija zoomorfa en miniatura y una olla, un plato, cuencos, etc.
El museo de Sitio de Cuicuilco se encuentra en Av. Insurgentes Sur s/n, esquina Periférico, alcaldía Tlalpan (Cerca de la estación Villa Olímpica del Metrobús, Línea 1). de martes a domingo de 9.00 a 17:00 horas.