Granuja #0

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Arte y literatura NĂşmero 0


DIRECTORIO Director general

Andrés Gómez Corrección

Alexis Patiño

Diseño

Gabriela Pérez Ramírez Portada

Sofía Delaye Asesor editorial

Todo aquel que no dejó morir este proyecto Consejo editorial

No hagan una revista

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EDITORIAL

El granuja tenía las manos rojas de tanto hojear sus libros, las pupilas encalladas de tanto observar las pinturas de siempre. Todas las mañanas se sentaba en el mismo sillón aterciopelado, con la comodidad que le daba el saberlo todo. Su cabeza hervía. Aburrido de estar en su propio tedio, cansado del olor de su orina, se levantó de su modorra, estirando el juicio y las piernas. Se acercó a su librero y vio los libros empolvados, dormidos en el espasmo de un tradicional silencio; apenas respiraban por las solapas, cubiertos de halagos y mutismo intelectual. Levantó la mirada hacia los cuadros que estaban crucificados en la pared fría; tenía los marcos encadenados con el polvo, arrogante y serio, que el tiempo les echó. Al terminar su banquete le dio el mal del puerco, pero no quería regresar al sillón.

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Por Sofía Delaye

Empezó a sentir que su cuerpo aumentaba de temperatura. Se quitó el frac, hasta quedar en calzones. No quería estar en ese cuarto, que ya le parecía una cárcel donde el olor a incienso le mareaba. No paraba de escuchar voces rancias que apestaban la habitación con su gloria de altísimo.

Abrió las ventanas y el espacio nauseabundo se llenó de luz, después de tanto tiempo. Ya sin ropa que le estorbara, con el cuerpo relajado y la mirada limpia, saltó desde la ventana en busca de voces que no estuvieran muertas. Estas hojas son el resultado de su búsqueda.

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HEREJÍAS [Creencias o teorías controvertidas o novedosas, especialmente poéticas, que entran en conflicto con el dogma establecido; renuncia informal o abandono de una poética; blasfemia, injuria o irreverencia hacia las grandes cabezas.]

FIGUREJAS [Objetos artísticos situados en un espacio; son una descripción poética e ilustrativa de la parte del espacio ocupado por ellos mismos, según lo determinado por sus propios límites y sin tener en cuenta la ubicación y orientación de sus detractores.]

BARUJOS [Tipo de prosa cuyo propósito es incomodar o amedrentar el juicio y conocimiento de una o varias personas, según su extensión y tipografía.]

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Por Axel Daniel Vรกzquez Elizarraraz


ROMPER HUESOS DE PALOMA PARA HACERSE ESCUCHAR Mónica González Vázquez

Estoy esperando una mejor ocasión para elaborar un verso acústico que me asista. Escribo:

en una vuelta de mi mano se abre el mundo los caminos buscan destino el viento enrarecido contempla sus islas la piedra es un puente que une continentes pájaros de vivos colores transgreden sus jaulas y en libertad sobrevuelan no hay nichos las deidades caminan entre los mortales

Canto a la ciudad lo que soy

asisto donde los hombres brindan (no son nuevas formas de olvido)

yo también necesito saber que existe algo que se llama destino. Un coleóptero hipnotizado surca la luz la noche es capaz de aplastarlo todo la brújula de mi mente gira en el líquido que me aguarda. Nunca por el fuego pasa la boca inadvertida es un niño pequeño y frágil en el intento de nombrar el mundo. Aquí estoy en la orilla del vértigo: barca, constelación y cartografía línea que no cruzan los viajeros

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el corazón de un árbol soy soy

EL INVENTARIO Y LA DESPEDIDA I Miro el horizonte, desciendo. Un cielo rojizo tapiza la ciudad; tantas veces odiada–amada–odiada, y anhelo fugaz de quien jamás la haya caminado. En la periferia de esta fauce que engulle, mastica y digiere sin distinción; en lo más alto de la vida horizontal, habitan mis pertenencias: un libro a medio leer (entre el sueño, el ocaso y los turnos de espera); una vasta colección de síncopas intermitentes (voces y sonidos metálicos que dan vida al atardecer); una cama (donde a ciertas horas, los milagros son posibles y los pactos de paz han sido firmados, no hay hambre, enfermedad y los niños no son el blanco de ataques extremistas, y el que camina lo hace con el espíritu); una almohada (donde reposa la furia de tantos días de activismo combativo y el eco del grito libertario desde la selva); sábanas blancas (donde los ángeles copulan), una mesa con cuatro plazas, un lirio en su centro y espacio para compartir las viandas y el corazón, quien también consta en el inventario junto con un par de piernas que lo transportan y unas manos que lo entibian; un par de ojos que lo miran latir a pesar del horror y la sangre derramada –pero de eso estamos hechos principalmente: sangre, huesos, dolor– al lado del dolor habita la esperanza, un par de maletas, zapatos de viaje para la travesía y paisajes inimaginables en este sitio donde los caminos bifurcan.

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II

Por Ricardo Aguilera

Ahora que por fin te vas, déjame al lado de la carretera y con la boca por delante. Déjame con el bestiario que habita en mis sueños y mis hombres y mis mujeres y mi máquina de olvido y mi historia de familia y mis cuerdas en los zapatos y mis errores y mis pocos aciertos y mi voz cortando el aire, cuando ya nada es suficiente y sólo me consuela el blues. Déjame con mis afiches: Goya, Tapies, Bacón, Modigliani. Déjame con los vértigos de Miller y Gil de Biedma severamente enfermo, reposando en la mesilla de noche. Déjame con Luis Urbina: llora y llora, con su amor como un pájaro loco, dando tumbos en la noche estrellada. Déjame con ansias, el piso alfombrado, los labios, el corazón apretado; mordiscos en la cavidad de la boca y unos labios blanquísimos sin nombre. Pero sobre todas las cosas, déjame con mi dosis de realidad y un vaso de agua en la mano.

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OJOS PARA EL DESACUERDO Juan Berdeja No haré aquí crítica literaria, pero sí hablaré de literatura. No hablaré tampoco de poesía, pero sí del gesto poético. No voy a contarle, lector, mi lectura de Esto que escribes no es poesía, mas diré que es un texto que, como los buenos libros, lee la realidad, se la apropia, la transfigura (¿la mastica?) y la entrega para que alguien la use como gafas para asomarse al mundo. Eso sí. Menos aún cometeré el atentado a la decencia y al buen gusto de hablar del que puso su nombre en la primera página de este libro. Ni lo conozco. No. Hablaré del pretencioso que opina qué es poesía, el que sí sabe qué es la poesía. Autor Real de esto que usted va a leer. El Verdadero Autor Intelectual de este crimen que tendremos a mal llamar libro no es Barrón, sino aquél que tuvo a bien decirle a Barrón que no se ande con cosas, que no engañe a la gente disfrazando un relato de poema (¿bajeza imperdonable?). Hablaré entonces del Creador del texto, del Primer motor de este conjunto de ejercicios de escritura: el que dijo “esto no es poesía” y dejó caer, por fin, el arma de Damocles. Alguien, pongamos por nombre Elías y por apellido Barrón, fue atacado por la inspiración. A todos nos pasa. Es un accidente, vaya. Se le ocurrió jugar al collage. Jugar al poeta. Jugar a la literatura. Jugar a que alguien lo lee. Eligió palabras casuales e hizo un texto literario. O no: ese alguien, póngase por caso algún Elías de apellido Barrón, eligió con todo cuidado sus materiales poéticos. Y ahí va con su poema medido (¿metido?) bajo el brazo. Leyó lo que consideraba poesía a un público dado. Y alguien del público, digamos algún idiota, opinó (el que opina es siempre

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idiota, no nos equivoquemos). Y se le ocurrió decir que lo que el tal Elías escribió, presa de la inspiración, “no es poesía”... Y todo, para decirlo mal y rápido, se fue al carajo. Tuvo lugar el gesto artístico... ¿Uno qué culpa tiene? Nos vemos así en la necesidad de hablar sobre el gesto artístico de ese que podría llamarse Elías Barrón... o Elías Borrón (“ya lo han llamado así, pero no por mí”, le dijo Gandalf a Frodo para hacer una linda elipsis sobre Gollum), pero no es él quien importa: a otro(a) se le ocurrió que el autor de este libro no escribía poesía, se lo dijo y se desató este lío en que ahora estamos todos. Se abrió la boca del Infierno y ahora todos queremos que los demonios se vayan y regresemos a los tiempos en que Barrón sabía o pensaba que sabía qué es poesía. Queremos volver al día en que ese alguien idiota, autorizado por no sé qué otros idiotas, le dijo al alguien Barrón que no hizo poesía ese día... El verdadero autor de este libro, el Padre de todo, el Culpable, está ahora mismo muy acostado(a) en su cama, acaso cenó sabroso, y el alguien Barrón o Borrón, usted y yo fuimos todos tocados y manoseados por su opinión. Maldecidos fuimos. Cuando quien mal-dijo fue él/ella. Somos Legión. Ese alguien —muy a pierna suelta, hay que decirlo, muy irresponsablemente también— opina. Se cae El Cantador sobre el señor de las guacamayas. Meses después, aquí estamos el alguien Elías con sus Borrones, el alguien que este texto escribe y el alguien que lee. Ni modo. Por eso no hay que opinar: luego uno provoca el gesto artístico y acaba el mundo embarrado en su opinión. Tantita contención no viene mal. Obviamente, no es su culpa, lector. Tampoco es mía. Hubo una pelea en el bar de la vida literaria; usted y yo íbamos por una cerveza (una y ya) y nos encontramos de pronto en medio. Vuelan sillas, gritos agudos en endecasílabos, un título se le clavó en una mejilla: va a

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dejar cicatriz... Nadie mete paz, nadie dice “ya estuvo” y menos aún “ya déjalo, mira cómo lo dejaste, todo poeta.” Nadie hace nada. Usted y yo pagamos las consecuencias... ¿Cuántos más, Peña? En la primera parte del resultado de los actos del Gran Autor, el alguien Elías se defendió como perico a toallazos. Se puso a reflexionar sobre qué es poesía, qué es la crítica literaria, cuáles son nuestros instrumentos disciplinares más chic y menos cool. Debo decir que casi agradezco que le hayan dicho al alguien Borrón que no hace poesía, no porque no la haga (¡a saber! ¡Y a saber qué es poesía!), sino porque le quedó muy inteligente esa réplica/trauma/ardor/venganza textual que el alguien Elías Barrón llama libro. Uno se divierte con las catorce mentadas de madre con las cuales el alguien Borrón hace réplica al Autor Verdadero. Bien. La segunda parte, Dicen que los changos, es muy lograda. Es la que me gustó más, pues. ¡A saber si es poesía! Pero sí es una mordida al Primer Autor (no se fue limpio, habrían dicho en mi telesecundaria). Resulta que la gente dice mucho y muy bien de los changos: que ejercitan las formas líricas, que se portan como verdaderos filósofos, que hacen operaciones mercantiles, que a lo mejor descienden de los filólogos. Si el alguien Barrón no hace poesía, sí tiene ingenio sobre las actividades ficticio-líricas de los changos. Conocimientos o competencias que le servirán mucho en esta vida. El Taller de minificciones también tiene lo suyo. Es esa parte de la trifulca de bar en que aparecen las amenazas “al topón” (¿todavía se dice así?); los “ya sé de dónde son, prro” y así. Bonitos mensajes de despedida, epístolas amorosas halladas en alguna cueva de Altamira. El alguien Elías le dice a Opinión que hay más de donde vino su libro con citas literarias clásicas, frases célebres (?) y dichos comunes del ámbito de la crítica. Que se prepare el Sabio Opinador, porque puede aparecer el Eso que escribes no es poesía vol. 2 y alguien, usted, yo, otros, podríamos encontrarnos otra vez en medio, narrando la pelea debajo

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de la mesa con un rótulo de Carta Blanca. A lo mejor ahora no es pelea de bar, sino incendio. Nunca se sabe.

Por Jorgelina

El volumen 1 de Eso que escribes no es poesía, como escribí al inicio y se puede intuir del título, ¿cómo decirlo? No es poesía, pero sí literatura. Pues no, no es poesía. ¿Y? (Lucerito dixit). Pero divierte como tal. Usted, lector, y yo desconocemos a Autor Opinión. No sabemos siquiera si existe o es un ardid técnico del alguien Elías para tirarse al suelo y que le vengan las patadas, pero sí sabemos y conocemos las consecuencias de sus actos: el libro. Literatura. Al final, todo libro es una respuesta o un insulto de bar, de cantina, de fiesta de quince años. Las demás definiciones son discutibles. Así pues, preste, lector, si es tan amable, sus ojos para el desacuerdo. Entran tres amigos a un bar. Viene un “¿qué me ves?” en la mesa de enfrente. Segregan las adrenalinas. Sensación aumentada del tacto y la vista mezclada con alerta. “Eso que escribes no es poesía.” Chin. Y se arma la grande. Preste, por favor, sus ojos para el desacuerdo. El alguien Elías está enojado. Y sabe pegar.

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Por Jorgelina Definir -arte- tan abstracto es y está sesgado por el ojo de quién lo mire; o, más bien, por quién lo sienta. Hoy, para mí (la que mira, siente y luego juzga), el arte se ve reflejado en estas fotografías. La calle es arte colectivo. Colaborativo. En plena oscuridad aún se puede sentir.

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Por Jorgelina


CANCIÓN PORQUE ESCRIBE Y NO CUENTA Diego Eduardo Esparza Resendiz Estaría mal si hoy digo que me hace falta verte. Sin saber correctamente, a quién le se lo digo. Conozco que me he equivocado en la vida, creía en las personas demasiado y esperaba lo que prometían dar. Todo eso un día se acabó cuando me conocí. Hoy perdido estoy entre nubes, como si hubiera un mar que de tristeza que me alimentara. Hoy más que nunca me siento inseguro, insatisfecho y con ganas de preguntar qué demonios pasará a partir de aquí. Maldigo a la gente que es más grande, ésa que ya no se tiene que preocupar. Maldigo aquellos que son ciegos, y que prefieren no ver y afrontar su realidad. Dime, cómo he de buscar una respuesta. Cómo saber si estoy jugando a ciegas y cómo en realidad, y cómo en realidad… Sé que me he vuelto a amar. Hoy, más que nunca. Hoy, quiero escribir. Siento que mi pecho sangra gotas de oxidrilo, que me encuentro perdido llamándole a la luna, que aun cuando es de día miro atento a la noche porque en algún lugar sé que está ahí. Perdón. Sé bien que me he equivocado. No es momento de cantar. Sólo pienso en la forma de decir, lo que no me deja pensar. Hoy, hoy. Me encuentro solo en la cama. Lugar donde he tenido mil batallas, donde he exhalado tanto para disfrutar como para llorar. Pero hoy, es un lugar de paz.

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Donde suelo poner notas en el aire y con mis pensamientos un concierto realizar. Hoy, hoy, hoy. Me extraño de cansar. Me canso de extrañar. Me odio en verdad. Me perdone. Pero no entiendo porque en la noche yo le soñé. Dime, cómo he de creer que todo está bien. Cómo pintar usando mis letras y como dejar de llorar cuando hay luna llena. Dime por favor, quién era la sombra que a veces veía pasar, porque mi Miau ya nunca se volvió a mostrar y cómo sabré encontrar el colibrí real. Perdón. Creo que me gusta escribir. Perdóname. No era mi intención. Supongo que me encuentro perdido, que el sol ha salido, pero me ha segado, que he cerrado los ojos cuando menos lo he requerido y que en la busca del yo ya todo he encontrado y tal vez, sólo tal vez. Eso es lo que me temo. Me invade pavoroso experimentar de nuevo, he vivido demasiado y todavía no es enero. Me encuentro con paz y Harmonía. En Cadmo y sus letras. Rodeado de letrados que saben la respuesta y sé. Que soy el nuevo aquí. Dime, con quién tengo el gusto de hablar. Porque nunca te has podido mostrar. Qué intención había escondida en tu soledad. Yo, me siento bien. Algo perdido, pero al final estaré bien. Hoy, sólo quería cantar. Confesar entre letras que un ciervo, molestaba en mi lago Morfeo. Que tal vez y sólo por eso. A unas horas de estar en enero. Era momento de soltar aunque no lo creo. Mi guerra sin paz. Adiós. Adiós. A Dios. A dos. Hoy no. Hoy ya no.

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¡GOD SAVE THE QUEEN! Iván Medina Castro

Que éramos prisioneros de la mezquindad del mundo, acorralados en la mediocridad general. Cohn-Bendit A Gigi Saúl Guerrero

Llegué a Vancouver a mediados del año con la convicción de triunfar en esta provincia sin historia, o cuyo pasado remoto se concentra en la presencia totémica de sus primeros pobladores. Mi objetivo era convertir la vida en una experiencia estética, impredecible y agresiva para plasmarla en una obra carente de principio, clímax y final. En un momento pensé en migrar a París. Me imaginaba recorriendo con parsimonia las intersecciones del Boulevard Montparnasse y su necrópolis para invocar a sus huéspedes pero vaya ilusión, el francés que sabía producto de una relación amorosa con una argelina era insuficiente, por otro lado, los recientes atentados del Estado Islámico y las amenazas de ulteriores estallidos fueron suficientes para no hacerlo. Alemania también me sedujo pero existía un problema similar aunque sin riesgos detonantes. Tenía que actuar con objetividad, el único idioma que dominaba era el español y España no era una opción, sus incesantes crisis económicas y su acervado racismo contra los “sudacas” lo hacen un lugar no grato. Con el inglés me defendía, por lo tanto, el espectro de posibilidades se redujo a cuatro países: a Australia la descarté de inmediato, la lejanía bastó para ello. Inglaterra nunca me ha interesado más allá de su imagen infractora heredada de su icónico asesino serial y de

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los punks. Los Estados Unidos ya no eran una posibilidad, en mi última estancia no me presenté a una audiencia por un DUI que adquirí al regresar de un concierto de Godspeed your black emperor y eso me convertía en un prófugo. No había elección, Canadá emergió como el “oasis”, además tenía los cabos atados, el primo de un amigo me dejaría instalarme en su departamento pero ya sabrán, el muerto y el arrimado a los dos días apestan. Al mes de haber llegado, en pleno día de mi cumpleaños, con total desaplomo, el primo de mi amigo, cuyo nombre no quiero recordar, me dio una semana para dejar su domicilio. El argumento consistió en que el arrendador se había enterado de mi presencia y el contrato estipulaba “NO MÁS DE DOS INQUILINOS”. Aunque todo ocurrió a raíz de que la esposa del primo de mi amigo, me pilló masturbándome. De cualquier manera, la notificación fue inesperada. Quedarse de repente sin donde pernoctar es una sensación intensa. De plano uno siente la levedad del ser, sin embargo no podía comparar mí problemática con lo que vivían cientos de sirios intentando cruzar las fronteras a través de corredores en Macedonia, los Cárpatos, la Transilvania vampírica o varados en Hungría y Austria tras meses dando rodeos, sin mapas, basándose tan solo en la geografía aprendida en el colegio en un intento desesperado por llegar a Alemania o a Suecia. Meditar en ello me hizo ver que siempre existirá otra persona más jodida. De cualquier manera me sentía desolado. A pesar de la adversidad me puse las pilas y en mi recorrido por el downtown en búsqueda de algún restaurante en dónde trabajar, me sentí que transitaba por las calles de alguna provincia China, fue hasta entonces que comprendí el mensaje de despedida de mi hermano: “Suerte en Van-Kong”. Caminé por horas y en cada uno de los comederos en donde me asomé me pedían mi PRCard o la visa de trabajo, documentos que no tenía. Desalentado y hambriento fui al barrio Chinatown para comer arroz frito, terminé asqueado por el atracón y a dos cuadras de donde estaba, en el 165 Penders Street encontré el hotel Ávalon en donde me instalé, quizá allí encontraría a una de las nueve

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míticas reinas. Pagué por adelantado y mis finanzas quedaron en 93 dólares, suficiente plata para comprarme un booze y encerrarme en mi habitación para empezar a escribir. Mañana Dios proveerá, pensé con sinceridad. Al día siguiente, con nueva visión, salí temprano para presentarme con la ciudad y en mis andanzas me topé con la sede del 13° Vancouver Latin American Film Festival en donde proyectaban “México bárbaro”, vi la película y cuando salí desvié el camino de regreso al hotel y tomé por la antigua vía férrea del Canadian Pacific Railway en Gastown hasta desembocar en East Hastings Street y al transitar por su acera rumbo al Mictlán, a plena luz del sol, bajo la azul bóveda del día, los despojos de la sociedad se arponeaban la vena cefálica hasta transfigurarse en fantasmas errantes. Pronto oscureció y una lluvia tupida la acompañó sin inmutar a los sometidos de la tierra y mientras caminaba a contra corriente de los muertos vivientes, un espectro se me acercó, brilló en el cielo negro un relámpago y la aparición se convirtió en un ser enjuto. De la nada me habló en español y ante mi asombro mencionó haberme visto en la sala del cine, se presentó y sin más preámbulo me invitó unos tragos en el 12 Kings Pub. Acepté la oferta, aún chispeaba y no tenía dinero como para rechazar unas cervezas. Después de cuatro o cinco rondas de Molson y explicarle mi situación, me ofreció su casa y me corrió un churro para olvidar las angustias. Al principio la mota fue efectiva pero a la larga dejó de funcionar. Cesar Porras era un tipo de unos cincuenta años de quien en un principio desconfié, sin hijos y soltero, de seguro era puto, pensé de inmediato. Pero esa suposición se esfumó pues todos los fines de semana iba a los prostíbulos. Si no se había casado era porque las putas no lo habían dejado. A dos semanas de estar instalado en casa de mi anfitrión, Cesar me conectó en una constructora para trabajar de labor pero a los quince días me despidieron. Esa misma noche mientras dormía, Cesar entró sigiloso a la recámara, levantó con cuidado las cobijas y una vez acostado a mis espaldas, su hirviente resuello me despertó

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y cuando traté de asimilar lo que acontecía, con fuerza trató de bajarme los calzoncillos sin apartar su verga que trataba de taladrar mi trasero. Como respuesta le propiné unos codazos rompiéndole la nariz, la boca; la jeta entera y le dejé en claro que le cortaría las huevas por puto. Tomé mis cosas, aproveché para sacarle algunos billetes de su cartera y lo dejé lloriqueando en el umbral de la puerta de salida pero el incidente no terminó allí, la policía me buscaba bajo el cargo de haber causado daño intencional. Regresé al Ávalon para encerrarme con un seis de cervezas Estela y devorarme algunos libros de la generación beat que obtuve de la biblioteca central y en la precaria sucesión de los instantes, salía a mi ventana a ver pasar: golfos, chulos, gigolós, hipsters y truhanes. Mientras aspiraba el aire otoñal me di cuenta que pertenecer a alguna minoría había dejado de ser algo excitante y real como lo fue para Kerouac y para la percepción norteamericana de esa época; ahora lo excitante era estar amenazado… y yo lo estaba, no a mi integridad física sino a la imposibilidad de conseguir un trabajo digno. De tanto buscar y no encontrarlo, entré en razón de la incongruencia que esto suscitaba. Si se podía estar fornicando, escribiendo, consumiendo fenedryl o realizando cualquier otra pendejada, ¿Por qué diablos la gente seguía mansa ensamblando en la línea de producción? Skyway – trabajo – comer – trabajo – skyway – sillón – televisor – dormir – skyway – trabajo – comer – trabajo – skyway – sillón – televisor – dormir – skyway – trabajo – comer – trabajo – skyway – sillón – televisor – dormir -skyway – comer – trabajo – skyway – sillón – televisor – dormir – hasta un buen día morir. No sabía cómo actuar, quizá pasar a la clandestinidad era la respuesta, así como los “Weathermen” detonando bombas en las oficinas postales como válvula de escape para así apaciguar por momentos mi frustración e incordio o de plano, sin comprometer a nadie, incendiarme a lo bonzo. Lo admito, al paso de los meses incubé un terrible odio hacia todo lo que me rodeaba. Durante mi deambular por la E.

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Hastings St. conocí a un paisano que tenía radicando en el país cerca de diez años, pero para él tampoco hubo alternativas, dos agentes encubiertos lo sorprendieron vendiendo MSMD y aunque logró escapar, se mantuvo en la clandestinidad y hundido en la depresión, cruzó una calle poco transitada sin precaución y murió atropellado. No cabe duda, la muerte siempre aparece de improvisto, silenciosa, sarcástica y pestífera como una rata muda y flexible que observa desde la cloaca. Jorge Molina permaneció en el asfalto con los ojos abiertos y serenos, acordándose de aquel mundo remoto y distante; la campa, la siembra y el ganado. De esas cosas menudas e insignificantes. Al contemplarlo experimenté una sensación parecida, aunque mucho menos intensa que afectó sólo a las capas más superficiales de mi conciencia. Hubiera sido mejor quedarme en mi tierra, pensé nomás por pensar. Tal vez la opción radicaba en una manifestación de un nihilismo puro al estilo King Mob; lanzarme a la aventura vandálica. Sentir por unos días el viento de la historia revolotear por el rostro. Si se saquea una tienda y se queman dos, ¿Cuántas quedan? Al día siguiente, conecté a otro desterrado y adquirimos el hábito de destrozar las vitrinas de los locales ubicados en Main Street Shop Hop, en nuestra guerra frontal contra la sociedad indiferente. Así que había determinado portarme como un villano y odiar los frívolos placeres de este tiempo. Aunque tuvimos nuestros 15 minutos de fama sin pagar por ello, paramos. Nos dimos cuenta que al continuar con la rebeldía únicamente alimentábamos a los medios masivos para procurar el consumo de aquellas personas alineadas en búsqueda de transgresión, sobre todo aquellos remedos de tabloides como Metro y 24 hrs. Pero de qué fama hablo, ahora cualquiera puede convertirse en un personaje mediático pues, al igual que el mundo del arte contemporáneo, ya nadie espera del artista un talento especial en búsqueda del sentido transgresor para sepultar lo que ahora es vanguardia. Simpleza, ingenio, impudor, ignorancia ufana y desenfadada que apele al infantilismo de

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la audiencia es lo de hoy. Ser un Motherfucker ya no era una alternativa, sin embargo al mes de los disturbios la RCPM me aprendió; irónicamente, tras las rejas, sentí paz, me sentía real. Pero en 48 horas me dejaron salir por falta de pruebas, por lo del asunto del assult ni en cuenta; sin ninguna identificación a cuestas era quien yo quisiera ser. Ese periodo fue de una aridez desmesurada, en ocasiones me la pasaba sentado en la cafetería To dine for en Commercial Drive, con la mirada distante, vacía y aburrida, bebiendo un café insípido de refile. Pobre Gigi Saúl Guerrero, nunca se cansó de llenar mis tazas de café. En otras ocasiones me reunía con ella en mi habitación del Ávalon para hablar de nada, aspirar unas líneas de cocaína y terminar culeando. En esos días se me ocurrió atentar contra la vida de alguien famoso a lo Valerie Solanas pero aquí en Canadá quién es una celebridad que su muerte pueda cimbrar al mundo del espectáculo, ya no hablemos del universo del arte. Pero pronto la idea se desvaneció, para qué luchar contra la corriente y querer que el cosmos fuese algo distinto de lo que es. A partir de entonces vagué como espectro abúlico pero siempre Gigi estuvo allí para rescatarme. Un buen día, para olvidarme de todo, decidí mudarme a Surrey, en el suburbio obrero, y ya saben, quien vive en la periferia está fregado. Llegue al cuarto, me dirigí al retrete, al lavarme las manos, abrí la llave y el agua salió envenenada. Aquí la gente se cría en las alcantarillas y la guerra entre las pandillas por el control de los barrios tiene en jaque a la sociedad que para llamar la atención de las autoridades desata huelgas, cortes de electricidad y almacena basura pudriéndose en las calles. Aquello despertaba las fantasías más lúgubres sobre el fin de la civilización, los valores y el estilo de vida canadiense. Cuando no hay perspectivas hacia el futuro uno se hunde en una confusa mezcla de desánimo, falta de perspectiva y conflictividad social. Ni coger quiere uno. Estoy tan vacío y aburrido que no se me ocurre nada más que decir y la pereza no me ha deja escribir. lo único digno que podría hacer es honrar a mi familia asesinándome.

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Por SofĂ­a Delaye


La música a decibel máximo taladra las orejas, a pesar de ello me coloco frente a las bocinas para aturdir los recuerdos que persiguen la parte saludable de mi cabeza Iván Mata Esta habitación es como un refugio para mí hay algo que me ata a esta habitación Chico Hikikomori

Quién sabe cuántos recuerdos se colgaron en mi cabeza enferma esta cabeza que emite la cuenta regresiva por temor al número uno reventaré si mis dientes anuncian el principio este yo que camina rápidamente para evadir ojos que no ven mi parte más hermosa salto como grillo cerrando los ojos que no saben mirar para otro lado salto de azulejo en azulejo y bailo con las moscas soy cautivo del yo que no sabe maquillarse el cuarto negro construye universos paralelos donde bailo aturdido siempre por la noche que me acuna siniestro en todos ellos me acompañan los recuerdos y el conteo regresivo además los miaus de Luna se pronuncian en huelga contra mi cuerpo delgado que morirá de hambre

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yo creo en las predicciones del Tarot Online yo creo que la muerte huele a mariguana con pasos ridículos de drogadicto y jotillo prolongo resignado mi ausencia cuando los mocos dejan sabor a sangre el borde de cada azulejo marrón

Por Ricardo Aguilera

Escapo de los pensamientos suicidas pero la música no ayuda mucho que digamos.

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Gabriël Metsu (Leiden, 1629-Amsterdam, 1669). Pintor flamenco. Hijo de un pintor flamenco establecido en la ciudad holandesa de Leiden, fue uno de los fundadores del Gremio de Pintores de San Lucas en esa ciudad. Tras su paso por Utrecht hacia 1650-1652, se estableció definitivamente en Amsterdam en 1657. Su producción pictórica se caracteriza por la realización de interiores con figuras, aunque también plasmó alguna escena de exterior con mercados, así como algún asunto religioso y retratos. Las primeras pinturas, rea-lizadas con una técnica plana, tienen gran relación con la de otros autores de Utrecht como Nicolaus Knupfer o Jan Batist Weenix. Como ellos, popularizó las representaciones de herreros. Pero será a partir de su vuelta a Leiden cuando comience a especializarse en las escenas de interior, muy cercanas a la obra de Gerrit Dow, y con gran influencia de Jan Oteen, residente, como Metsu, en Leiden. Una fuente de luz visible, como velas o lámparas, serán elementos distintivos de estas primeras pinturas de género. Tras su cambio de residencia a Amsterdam, se acerca más al concepto de luz indirecta de la obra de Gérard ter Borch, lograda por la luminosidad que penetra a través de ventanas con cortinas o postigos entreabiertos. Otras influencias de este periodo son la de Nicolaes Maes y, especialmente, la de los pintores de Delft, Pieter de Hooch y Vermeer, entre otros. Esta dependencia se observa en la utilización de una paleta de colores fríos y en las evidentes similitudes con las figuras femeninas de Vermeer, de frente alta y vestidas fundamentalmente con trajes amarillos. Sin embargo, sus obras carecen de la armonía de las de Vermeer y están en exceso cargadas de elementos de distracción del tema principal y de detalles anecdóticos o, en su defecto, símbolos, en ocasiones redundantes y repetitivos. A partir de 1665 se decanta por la realización de escenas de exteriores, mientras que su técnica en este periodo se vuelve más refinada, sobre todo en el tratamiento delicado y minucioso de los detalles y en una concepción cada vez más elegante de la pintura.

Tomado de: https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/metsu-gabriel/5f712002-3458412a-8afa-d9140f15d949

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Por GabriĂŤl Metsu

Gallo Muerto (1660).

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Homero Pablo Díaz Cruz Soy un escritor que no escribe. Antes de que me internaran en este muladar llamado Hospital Regional, los bloqueos eran como los del todo el mundo que ha querido escribir alguna vez. Unos minutos frente a la hoja en blanco. Teclear algunas palabras que no significaban nada. Estiramientos. “Cómo evitar el bloqueo creativo” en Google. Un paseo insípido. Una página porno. Dos. Tres. Cerrar sesión. “¿Quiere guardar el documento?”, “No”. Volví a casa una tarde y no encontré grandes cambios. Los gatos ya no estaban, los perros se habían escapado y los canarios del jardín habían muerto, aunque no sé si de frío o de hambre. Llegué con una sonda urinaria, varios piquetes por las canalizaciones y el brazo izquierdo paralizado, colgándome inútil como el pito de un anciano. “Éste y otros síntomas son usuales por la falta de oxígeno prolongado que tuvo” me dijo un practicante de cara redonda que parecía no saber ni su nombre. Tecleo algunas palabras: ‘ratón’, enfermera, ‘encierro’, ‘asfixia’, ‘culo’. En ningún rincón de mi hay la esperanza de que, por separado, o en grupos, puedan detonar algo. Siento un cosquilleo en la espalda. Hay alguien viéndome desde la cocina. Lo noté la primera vez deambulando entre las camillas. Para mi suerte, al lado mío había un sidoso que ya no podría ni tragar saliva, menos hablar. A mi izquierda una leucémica bastante joven, agonizando. Nadie para preguntar “¿Ves también a ese hombre caminando por pasillo? No hace más que mirarme”. Tengo un pedazo de recuerdo

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preguntándole a una enfermera, y de ella volviendo con una dosis para sedarme. Pensándolo bien, nada ha funcionado. No soy de esos pedantes mediocres, remedios de escritores de café y boinas. Esperpentos. Soy inmune a las alternativas burdas: El café me saca pedos. Los cigarros sentencian mis ataques de asma y hacen que no se me pare. Recuerdo haber visto a Homero (como por fin decidí llamarlo) algunas otras veces en mi pasado. En especial en esas cuando la hoja en blanco se burlaba de mí. Homero siempre en el límite de mi imaginación, conformando una idea arrogante cuya misión era evitar que otras ideas se mostraran ante mí. Ideas superiores. Orgánicas. Y yo las seguía como perro, como en esas caricaturas donde hay un pasillo con muchas puertas que al atravesarlas conducen al mismo pasillo. A lo largo de esta semana, Homero elige cambiar a la forma de perro. Un perro negro que se burla de mí y se para en dos patas y baila. Y cambia a mi mejor amigo de la primaria, el sacerdote que me agarraba las nalgas en el catecismo, en Cynthia, mi novia que se suicidó durante la prepa y que vuelve para culparme por todo; por último, en una mujer negra que se sienta en mi cama, y me mira tallar mis ojos después de horas frente al monitor y de cinco o seis parrafitos chaquetos. Está ahí como mi enemigo, para evitar que yo escriba, como una puerta erguida en medio de la nada. A veces todavía creo que me siento bien, pero casi siempre me siento como una cucaracha patas para arriba. Un escritor que no escribe. Estos días Homero es una sombra que se anida en los rincones de mi cuarto, del que he decidido no salir. Eso debe significar algo. A veces vuelve a su forma de hombre y se sienta en las telarañas que teje. Cuando consigo olfatear una idea, comienza a hablar de la liga MX, de lo mediocre que

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soy o de cuando fue a Egipto y lo pasó en grande. Cualquier tema con tal de no dejarme pensar. Creo que prefiero al perro, aunque el hijo de puta me aterre tanto. A veces toma la figura de mi madre. Él sabe cuánto me molesta, en especial porque sabe que ella apenas podía pararse de la silla. Me toca el hombro y me dice al oído que nada de esto tiene sentido. Que mi historia le da significados tridimensionales al patetismo. Que decenas de miles han conseguido con facilidad lo que después de años sigo sin comprender. A veces cierro los ojos muy fuerte y me cubro la cara para que no me vea llorar. Surgió como una idea mía, aunque Homero se la adjudique como de él. La cuestión es que ya no puedo quedarme con todo esto que me impide hacer algo. La basura hay que sacarla. Me arrastro al baño y me saco la sonda que se trae un chorro de sangre y un espasmo en las entrañas que me dobla un rato en el suelo. Mi brazo ya lleva un rato oscurecido, y hace algún rato que no siento el dolor de cuando entierro mis llaves. Por un momento pienso en tragarme la botella de tramadol pero quiero estar lo más lúcido para ver a Homero largarse. En la cocina selecciono el cuchillo más pesado y ancho que tengo (o tenía mi madre). Homero me observa parado desde el pasillo. Aunque ya no me diga nada, habrá que deshacerme de todo. Coloco en posición el brazo izquierdo. Aprieto el mango hasta que mis dedos crujen y levanto el cuchillo carnicero hasta arriba para agarrar todo el vuelo. Tengo la idea en mi cabeza sobre que podría escribir un buen cuento sobre esto. Antes de cortar cierro los ojos tan fuerte como puedo.

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Por Mariana Medina

Crimen mensual

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31 Por Mariana Medina


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Por Mariana Mariana Por Medina

Medina


Weapon Ximena Cobos Si escribir nos salva, por qué sigo muriendo. No llega el cese de la gotera en mi cabeza, la nota constante del odio a uno mismo. La psicosis se ha apoderado de mis huesos y el mundo entero está en mi contra. El poema ya no se escribe entre mis manos, ahora son ellos quienes controlan todo lo que digo y nada va a salvarme de que un día me haga daño. No piensen que todo está aquí adentro, la química no dicta cuándo hemos de matarnos y el suplicio que comparto con el mundo no es sólo la fecha de caducidad en cada envase. Afuera asecha la codicia, el celo interminable me contempla, me hace pequeña y me devora, palpitando me deja entre sus tripas y lo único que late es mi cabeza, punza como el taladro que gorjea tras las paredes que cada día se hacen más pequeñas y me desnudan a los ojos de los vivos, como si el tiempo no hiciera otra cosa que matarme, escribiendo mensajes que nadie sacó de la botella. Náufraga en este templo de los vicios donde todos adoran lo perdido. Pero la voz en mí no se detiene,

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Por Ricardo Aguilera

camina en cada cuarto de mi vida sacando gritos que ya no suenan a alegrĂ­as, y al final del pasillo no te encuentro, tan lejano como el piso de mis piernas, tan amante que no pudo soportarme, tan destino otra vez bien arruinado como el final insulto de este poema que va a cortar a todos en cachitos y a arrojarlos al fuego de la hoguera donde hemos de quemarnos tras la soledad interminable de ser uno.

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La resemantización de la violencia de género en el cuento “Las cosas que perdimos en el fuego” Diana Laura Mora Guzmán “Las cosas que perdimos en el fuego” (2016) pertenece a la antología de doce cuentos de la autora contemporánea argentina Mariana Enríquez, publicada por la casa editorial Anagrama, fenómeno literario traducido a 17 idiomas, mismo que se titula en honor a este cuento. Según Carlos Pardo, a través del artículo Mucho más que terror (El País, 2016) “Mariana Enríquez utiliza el terror en la antología no como un género literario sino como reflejo de la extrañeza cotidiana y desvío de la norma”. De esta manera, el cuento nos presenta los casos de diferentes mujeres que han sufrido casos de violencia extrema: en la mayoría de los casos, su pareja rocía alcohol sobre ella y prende fuego a su cuerpo, dejando mujeres, cuando el ataque no las mata, con el rostro y cuerpo desfigurados, imposibilitadas de sobrevivir en una sociedad indiferente ante la injusticia. Dentro de la narración también es exhibida la visión externa de aquellas que son testigos de los crímenes y consecuencias que la violencia ha dejado en la vida de las víctimas. De un momento a otro, los casos de mujeres siendo quemadas por sus parejas parecen convertirse en una epidemia en la ciudad, misma que queda impune tras la frialdad con que la autoridad parece actuar para detener los casos. Como resultado de los acontecimientos, las mujeres comienzan a unirse, realizando pequeños grupos donde la principal característica es la empatía por los diferentes tipos de agresión que sufre el género femenino; al igual que la operación de clínicas clandestinas para apoyar a aquellas que decidan participar en la lucha. Las mujeres, ahora, han decidido dejar que las llamas consuman sus cuerpos, pero esta vez bajo su voluntad, convirtiendo al fuego en un símbolo de protesta y proclamación de libertad sobre sus vidas y cuerpos.

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En el presente artículo exponemos y reflexionamos sobre el proceso de resemantización que existe en el cuento de Manríquez, ya que tal narración cuentística, más allá de exponer una gradualidad de violencia de género, brinda a través de sus páginas la alternativa más radical y dolora que termina por liberar definitivamente a esas mujeres. La Organización de las Naciones Unidas en 1993, define a la violencia de género como: "Todo acto de violencia de género que resulte o pueda resultar en sufrimiento físico, sexual o daño psicológico o sufrimiento a la mujer, incluidas las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en público o en la vida privada”. La violencia contra la mujer es el tipo de violencia con más prevalencia en todos los ámbitos mundiales, no conoce de fronteras sociales, económicas ni nacionales. Según estimaciones mundiales por la Organización Mundial de la Salud, alrededor del 35% de mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida. La violencia de género, en la mayoría de los casos, es cometida a través de personas cercanas a la víctima. De esta manera, el 38% de los feminicidios son perpetuados por la pareja afectiva de la mujer. Según la autora de El Sistema Patriarcal, Desencadenante de la Violencia de Género, Ana María Pérez del Campo Noriega, la supremacía del género masculino se encuentra desde los primeros tiempos de la humanidad, implantada, aún tras varios esfuerzos, prácticamente de la misma manera. La mujer ha estado expuesta no solamente frente a la violencia del varón, que proviene de la implantación de la superioridad de género sino de las mismas leyes que se encargan de regir sus derechos y la libertad de su cuerpo, provenientes, por igual, del sistema estructural llamado patriarcado.

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Por otro lado, según el autor Victorino Zecchetto el proceso de resemantizar está directamente relacionado con un símbolo ya establecido y aceptado por la sociedad, el cual, busca dotar de un nuevo significado, ya sea total o parcial, o bien realzar a un símbolo que se encuentra previamente existente.

“El problema es que no nos creen. Les decimos que nos quemamos porque queremos y no nos creen” (Enríquez, 93: 2016). Para comenzar a exponer el proceso de

resemantización en “Las cosas que perdimos en el fuego” es necesario conocer a dos personajes de gran importancia en el cuento. Silvina y su madre, personaje del cual no conocemos su nombre, formaban parte de la

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Por Gabriela Pérez

La resemantización puede ocurrir en unidades léxicas, figuras metafóricas, símbolos o bien, procesos sociales donde grupos, en la mayoría de los casos minorías, dotan de nuevo significado a algo que en un principio resultaría perjudicial, partiendo de la misma para crear un espacio de seguridad e identificación propia.


comunidad que presenciaba los actos de violencia en la ciudad que, como la historia nos informa, se ubica dentro de Argentina. Primeramente, ambas se encuentran presentes cuando un joven, no mayor de veinte años, arremete verbalmente contra la chica del subte, víctima de la violencia y desfigurada del cuerpo por el fuego, después de que esta termina de contar su historia y pedir socorro económico a los pasajeros en un vagón del metro. El joven acusa a la chica del subte de exhibicionista y desagradable, acto que desencadenaría la respuesta impulsiva de la madre de Silvina al levantarse y tirar un puñetazo al chico: Silvina recordaba la mirada rápida, la orden silenciosa de sus ojos y cómo las dos habían salido corriendo no bien las puertas se abrieron y habían seguido corriendo por las escaleras […] Después de doscientos metros se dieron cuenta de que estaban a salvo. Silvina no podía olvidar la carcajada alegre, aliviada, de su madre; hacía años que no la veía tan feliz (Enríquez, 91, 2016).

La reacción de este personaje por defender a la chica del subte contrastaría con la indiferencia de los demás pasajeros que se encontraron inmutables ante los comentarios furiosos del joven y el golpe que recibiría. De esta manera, la empatía de las mujeres comenzaba a fraguarse, misma que consideramos es la fuente de los acontecimientos posteriores en la narración. Son tres los casos de violencia que el cuento expone de manera particular pero no son los únicos y los ataques hacia mujeres eran cada vez más frecuentes y el último registrado, el caso de una madre e hija quemadas, mismo donde la intervención de Silvina y su madre volvería a aparecer, parece ser el detonador del movimiento femenino. Tras enterarse del nuevo caso de violencia, ambas acuden a las afueras del hospital en donde recibían atención médica las dos víctimas del ataque. Al llegar ahí, se encuentran con muchas otras mujeres que de igual manera habían decidido

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protestar contra la violencia que parecía nunca tener fin, entre las mujeres protestantes, se encontraba la chica del subte rodeada de mujeres que aún no habían sufrido ataques, realizando pancartas con la leyenda: BASTA, BASTA DE QUEMARNOS. Por consiguiente, al encontrarse la violencia de género como un acto establecido y aparentemente en proceso de aceptación por parte por la sociedad, las Mujeres Ardientes, en actos desesperados de protesta, convierten las Quemas en movimientos de apropiación al ser ellas quienes decidan el cambio drástico en sus vidas y cuerpos. De tal manera, ejercen su libertad al convertir el fuego en un emblema de libertad que la violencia de género les estaba arrebatando. “Las quemas las hacen los hombres, chiquita. Siempre nos quemaron. Ahora nos quemamos nosotras. Pero no nos vamos a morir: vamos a mostrar nuestras cicatrices” (Enríquez, 93: 2016). De esta manera, el cuento nos presenta el caso de una mujer que, tras internarse en el desierto, rocía su automóvil en gasolina, entra en él y prende fuego al mismo, acontecimiento que daría paso al movimiento de protesta de muchas otras mujeres. Como respuesta de los medios, trataban al caso como un suicidio ya que era imposible ocultar el rastro de la intervención de otra persona en la catástrofe, sin embargo, no se concebía la posibilidad de que una mujer decidiera prenderse fuego por sí misma, pues al parecer, esa labor era de los hombres. Ante la incredulidad de la sociedad, que se rehusaba a aceptar este nuevo método de manifestación, las mujeres comenzaron a congregarse y fundar casas de apoyo clandestinas para auxiliar médicamente a las mujeres que decidieran participar en las Quemas, ya que, a partir de las mismas, comienza por parte de la autoridad una especie de

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casería y represión para la mujer que intentara participar, situación que solamente provocaba incrementar las manifestaciones; el deseo de protesta simplemente no era manejable a través de amenazas o restricciones: Los jueces expedían órdenes de allanamiento con mucha facilidad, y, a pesar de las protestas, las mujeres sin familia o que sencillamente andaban solas por la calle caían bajo sospecha: la policía les hacía abrir el bolso, la mochila, el baúl del auto cuando ellos lo deseaban, en cualquier momento, en cualquier lugar. El acoso había sido peor: de una hoguera cada cinco meses registrada: con mujeres que acudían a los hospitales normales se pasó al estado actual, de una por semana […] Las mujeres se las arreglaban para escapar de la vigilancia más que bien. (Enríquez, 94: 2016).

Seguido a esto, es donde consideramos la importancia del personaje de la madre de Silvina, al ser ella una de las primeras voluntarias que deciden ayudar a Las Mujeres Ardientes; como anteriormente habíamos expuesto, el personaje siente una terrible indignación por lo comentarios agresivos que la chica del subte recibe y la misma narración nos expone que, para Silvina, este caso de violencia en particular sembró la semilla de protesta en su madre. De igual manera, el sentir del personaje es exteriorizado cuando ella y Silvina van a protestar al hospital en donde, por cierto, existía una variabilidad de edades entre las mujeres congregadas mismas que, en su mayoría, no presentaban rasgos de violencia en sus cuerpos. Lo que nos presenta la narración, por lo tanto, es el inicio de Las Mujeres Ardientes que, a través del deseo por parar los crímenes, deciden ser ellas mismas quienes marquen sus cuerpos a través del fuego, en un intento por proclamar la libertad y apropiación de sus cuerpos. Finalmente, nos proponemos a analizar la situación que Mariana Enríquez expone para las manifestaciones una vez que son concebidas como un movimiento. A través de un

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Aunque desolador, no es sorprendente la reacción de la autoridad frente a las protestas: mujeres eran perseguidas, aún aquellas que vagaban por las calles; hostigadas por la policía, la autoridad irrumpía en su privacidad y revisaba sus bolsos, mochilas o cofres del automóvil; las casas de apoyo clandestinas tenían que estar

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Por Gabriela Pérez

diálogo entre Silvina y María Helena, personaje miembro de las Mujeres Ardientes y encargada de una clínica clandestina, se nos presenta que las Quemas se han convertido en un movimiento establecido entre las mujeres y que ha transcurrido un año desde las primeras manifestaciones. Ambos personajes, deciden acabar con las dudas aún existentes de su movimiento al adentrar a la sociedad a una Quema, filmándola y, manteniendo el anonimato de su protagonista, bajo un antifaz o máscara, así, Silvina se encarga de filmar el acontecimiento y subirlo a la red, mismo que sería visto por miles de personas en poco tiempo. De esta manera, las quemas voluntarias no serían ya un misterio sino una realidad frente a la sociedad.


en constante reubicación por el peligro que representaban para las mujeres que ayudaban a las voluntarias a participar en las Quemas, a pesar de que las mismas, se realizaron como un intento desesperado de las mujeres al ver que la violencia y condiciones llenas de hostilidad para la mujer parecían no tener fin: No se va a detener, había dicho la chica del subte en un programa de entrevistas por televisión. Vean el lado bueno, decía, y se reía con su boca de reptil. Por lo menos ya no hay trata de mujeres, porque nadie quiere a un monstruo quemado y tampoco quieren a estas locas argentinas que un día van y se prenden fuego —y capaz que le pegan fuego al cliente también (Enríquez, 94: 2016).

Y es de tal manera, al ser descubierta la clínica de apoyo en la que María Helena era encargada que la narración concluye a través de una conversación sucedida en las visitas de cárcel. Dentro del fragmento, Silvina pone en duda los ideales el movimiento y pregunta a las otras dos mujeres, cuándo terminarán las quemas. Desgraciadamente, una de las representaciones más penosas que la autora hace en la obra sobre la violencia de género, es el cambio prácticamente inexistente de los paradigmas de hostilidad y represión contra la mujer, los cuales están directamente relacionados en la implantación del patriarcado en el pensamiento, autoridad y cultura de varios espacios alrededor del mundo, mismo que es incapaz de detener los casos de mujeres siendo quemadas por sus parejas y la cacería que comienza cuando ellas deciden controlar el rumbo de la situación. De esta manera, nuestro análisis termina por confirmar la hipótesis de que el cuento “Las cosas que perdimos en el fuego” presenta un proceso de resemantización de la violencia de género, para ello, consideramos la importancia de la implantación y aceptación

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de la violencia en ese universo literario a través de los casos que son expuestos a lo largo de la narración, ya que, bajo las afirmaciones de Victorino Zecchetto en su obra El persistente impulso a resemantizar, el proceso de resemantización ocurre posteriormente al aceptarse un símbolo o, en el caso del cuento, una situación, como algo establecido por el ente que lo dotará de un nuevo significado. Así, las Mujeres Ardientes al ser partícipes, directa o indirectamente, de los casos de violencia, deciden apropiarse de este macabro método de ataque y convertirlo en un emblema de libertad y apropiación de sus cuerpos.

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1849-1924

Por Amelie Beaury-Saurel

Tras los casos de violencia e impunidad presentados en el cuento, las quemas de las mujeres ardientes no es el único aspecto que horroriza al lector; el cuento de Enríquez expone el lado más crudo y radical de un grupo vulnerado y violentado, mismo que encuentra consuelo y libertad en ser ellas quienes lastimen y derritan sus cuerpos con las llamas del fuego, a través de los ataques, no solo son arrebatados la seguridad y aspecto físico de las victimas sino la autoridad y decisión sobre sus cuerpos, el fuego quitó pero también regresó la libertad para las mujeres.


AGUANTE, DUCHAMP, TE AGRADEZCO LA TEO RÍ A

Aurelia Xavier

Is that a mexican poncho or is that a Sears poncho?

FRANK ZAPPA

encontramos escritura abierta a más que finitas interpretaciones, que revelan

la forma y mitografía del (un) mundo.

CHARLES BERNSTEIN DONDE COMIENZA LA LÍRICA

se postula un n-ésimo género literario cuyos principios universales, comunes a otras clases esquemáticas, como el episodio de sitcom, el diálogo por chat, el tuit aforístico (cfr. Lichtenberg) se arrostren con la abulia: condenados a la supresión

He visto las mejores mentes de mi generación derruidas por la locura, famélicos histéricos y encuerados, arrastrándose por las calles habiendo invertido su fortuna en el bitcoin y las “experiencias de vida”

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pobres y andrajosos, con los ojos hundidos, se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos de estudiantes, flotando en lo alto de las ciudades, contemplando el jazz de Kenny G y los consejos de una decoradora de interiores en su programa de televisión vespsertino… §§§§ CUADRO DE COSTUMBRES

netflix & chill, bibelots de nostalgia: los mileniales…

§§§§

APRECIACIÓN FAST FOOD

RÓMPASE una galleta china de la suerte: nuestro I Ching de aceite hidrogenado.

§§§§

SABROSEAR

Qué destila ese vapor en mis quevedos Si no remítese a un mirar escrupuloso Que acomete a los tus bíceps en desdoro

§§§§

BUCÁLICA

la punta del cardo se aferra a la hierba antes de abandonarse a las acrobacias

§§§§ finges un negro y pertinaz vampiro que de mi ardiente sangre se sustenta EFRÉN REBOLLEDO

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El viento escuece la piel de las manzanas y las agita y de su vástago se trozan con pescozón infecto de llamaradas violáceas

Por Gabriela Pérez

Lidocaína

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Colaboradores Axel Daniel Vázquez Elizarraraz (Irapuato, 31 de diciembre de 1996). Actualmente estudia en la Universidad de Guanajuato la carrera de artes visuales. Participó en el Maratón de Dibujo 2018, quedando entre los finalistas. Su técnica se basa en la fluidez y lo expresivo de la línea. Mónica González Velázquez (Ciudad de México, 1973). Editora y poeta. Egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. A la par cursó el Diplomado de Creación Literaria en la Escuela de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). Tomó talleres de poesía experimental con el poeta Raúl Renán, entre 1998 y 2001. Le han sido publicados: Tríptico de desamor, La luz y las sombras altas, Poesía reunida, Las cosas últimas; Gran mal, Glory box, Las eternas rutas, El misterio de los mundos vulgares, Breviario de la renunciación, Crónica de los días que ya no son. Antología poética 2001-2015 (El quirófano ediciones, Guayaquil 2016) y El ruido del mundo. Destaca su participación en La palabra transfigurada: cien años de poesía visual mexicana (Ediciones del Lirio, CONACULTA-INBA, 2014). Finalista en el Premio Internacional de Poesía Visual Experimental, Badajoz 2015. Directora de miCielo ediciones, proyecto especializado en edición de poesía en formato de Libro-objeto. Dr. Juan M. Berdeja (Ciudad de México, 1984) Doctor en Literatura hispánica por El Colegio de México. Maestro en Humanidades, línea Teoría literaria por la UAM- Iztapalapa. Licenciado en Letras hispánicas por la UAM-Iztapalapa. Trabajó impartiendo clases de gramática del español, literatura y cine latinoamericanos para el Department of Romance Languages and Literatures en Harvard University. Hasta 2019 fue profesor invitado de maestría y licenciatura en el Departamento de Literatura hispanoamericana de la Universidad de Guanajuato. Actualmente es profesor/investigador titular en el Programa de Estudios

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Literarios de El Colegio de San Luis. Cuenta con 22 publicaciones en revistas arbitradas en México, Colombia, EEUU, Francia, España y con capítulos en libros sobre crítica y teoría literarias. Coordinó el libro de estudios críticos e inéditos de Efrén Hernández: Mirar no es como ver (Universidad Autónoma de Querétaro, 2018) y es autor del libro Efrén Hernández o el arte de la digresión (Universidad de Guanajuato/Del Lirio, 2019). Sus intereses de investigación son la literatura mexicana, la hermenéutica, la relación literatura-silencio en las letras hispanoamericanas, y los nexos que la novela y el cuento tienen con el ensayo. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 2017. Jorgelina (Buenos Aires. 1994). Estudió comunicación. Amante de la fotografía. Diego Eduardo Esparza Resendiz (San Luis Potosí, S.L.P; 24 de febrero de 1999). Ha colaborado en diferentes obras de teatro científico como autor; esta es su primera publicación. Iván Medina Castro. Vive en la CDMX. Actualmente estudia la Maestría en Estudios Literarios. Tiene publicados cuatros libros, el último de ello salió el año pasado, editado por la UAM, cuyo título es Más frío que la muerte. Sofía delaye (Jalisco, 1997). Actualmente se encuentra cursando la carrera de artes visuales en la Universidad de Guanajuato. Comenzó a dibujar desde que logró tomar un lápiz con la mano y no ha parado desde entonces. Su primera exposición colectiva (Active Arte #3, “Ladies First”) la realizó bajo la dirección del grupo SLAP en Valencia, ciudad en la que residió tres años. Aspirando a ser artista de concepto, Sofía pretende seguir dibujando hasta que se acaben las puntas de todos los lápices.

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Iván Mata (Guanajuato, 1989). Estudió la licenciatura en Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato. Poemas y cuentos suyos han sido publicados en Sombra Roja, Grezza, Monolito, Alternativas, Argonauta y El Humo. Participó en el Fondo para las Letras Guanajuatenses (2015-2016). Es miembro del taller de creación literaria de A. J. Aragón. Pablo Díaz Cruz. Es somnoliento y se enferma seguido. Sus cuentos aparecen en revistas como Ek Chapat y sitios como Golfa. Edita Escrófula, revista de cuentos. Mariana Medina (Irapuato, 1997) Actualmente estudia artes visuales e idiomas en Guanajuato. Ama jugar con los colores y las sensaciones en la fotografía. Ximena Cobos Cruz (Ciudad de México, 1988). Estudió Letras Hispánicas en la FFyL de la UNAM. Actualmente estudia Ciencias Sociales en la UACM. Sus poemas han sido publicados en diversos medios impresos y electrónicos como El coloquio de los perros, Tercera Vía, #VocesVioletas, PUF!, Larvaria, entre otros. En sus tiempos libres da clases. Aurelia Xavier es el nom de plume de Bonifacia Santos Alcaráz (Acuitlapilco, 1989). Tiene en su haber La más irracional de las virtudes (Ed. Los Otros Libros, 2018) que es una plaquette de treinta y un poemas, algunos de los cuales también están en Círculos de agua: Poesía. Fondo para las Letras Guanajuatenses (2018, Ed. La Rana). Trabaja en escuelas. Veintitantos. Fue vendedora de puerta en puerta, recadera y operadora de autobús urbano. Enamorada de semántica. Gabriela Pérez Ramírez (Irapuato, 1998). Estudiante de letras españolas en la Universidad de Guanajuato. Ricardo Aguilera (Irapuato, 1998). Actualmente está en propedéutico de la carrera de Artes Visuales. Instagram: @adrian_agra23

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