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Los cielos y tus ojos

Elizabeth Alondra Hernández Vázquez Lic. en Comunicación

Cuando te conocí. Cuando te conocí te habías sentado en el asiento de atrás justo en la esquina, llevabas el uniforme mal acomodado y era notorio que llegaste tarde, tu primer día en clase llegaste 15 minutos después de la primera lección. En las siguientes semanas casi siempre llegabas igual y yo no podía hacer más que verte del otro lado del salón haciendo dibujos de lo único que podía ver en tu rostro, si tan sólo me permitieran llevar mi cámara, hubiese tomado muchas fotos para ver el verdadero color de tus ojos. Aunque ya me acostumbré a verte con tu postura decaída y tus cabellos dorados cubriendo tus ojos.

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Sólo podía… Sólo podía ver tus labios, eran demasiado bonitos. Aunque a veces los notará rotos, seguían teniendo ese bonito color rosa. Una mañana vi que fuiste el primero en llegar, eso sí era relevante. Me senté en la silla de al lado y seguí dibujando. Ese día todo en ti fue raro. Ibas bien vestido, tu cabello estaba peinado y… ¡Oh! Vaya sorpresa fue cuando me llamaste por mi nombre completo y, sin dudar te vi a la cara.

Casi me desmayo al verte. Eres inefable. Y aunque solo murmuraste que mis dibujos son lindos yo no podía dejar de verte. Al fin podía ver el océano azul que tenías, tu piel era demasiado pálida que incluso puedo asegurar que tus ojos se convertían en distintos tonos azules; Eras demasiado hermoso... Y yo tan torpe y descuidada fui, que mis hojas cayeron de mi mesa y fue así como mi secreto terminó descubierto. Los veinticinco dibujos eras tú y tu uniforme mal puesto.

Desde ahí mi otoño se pintó de más colores.

Ahora salíamos a comer juntos, hacíamos tarea y descubrí que vivías a 3 calles de mi casa y aunque tú no hablabas sobre ti, imaginé muchas teorías sobre tu pasado. Debo admitir que incluso pensé que eras un Alíen, es que eras demasiado bonito y el tiempo pasó y tú te abriste más a mí, me contaste sobre tu familia y la oscuridad que opacaban esos ojos de agua. Me convertí en tu refugio y tú mi escape. El amor nos unió e hicimos que el invierno eterno pasará a la bendita primavera. Y como las flores nuestro amor floreció. Luego llegaron las vacaciones y no te vi más y aunque me pediste que no fuera a verte en tu casa, mi necesidad de saber sobre tu bienestar me ganó y fui a verte. Ahí estalló la primera lluvia primaveral.

Casi muero al verte en tal estado deplorable, me partió el corazón verte de ese modo y solo pude abrazarte, porque realmente no sé qué hacer… Y con nuestras alas rotas y con nuestras vidas hecha pedazos, nos aferramos uno al otro y es que éramos realmente adictos. Te abracé y te llevé a mi casa y aunque ahí no era el mejor lugar para curarte, logré aliviar un poco tus heridas.

Realmente te amo demasiado.

Luego de esto desapareciste de nuevo. Trate de aguantar no buscarte un día, luego dos, tres y cuatro. ¿Quién diría que la primavera era en realidad el mismo otoño en el que no te conocía? Tu casa estaba vacía, mis pesadillas eran menos feas que mi miedo al buscarte en toda tu casa cuando llegué desesperado.

Entonces te encontré. Y realmente desearía no haberte visto así, no puedo soñar con tu sonrisa ni con el cielo de tus ojos, ni con tu cabello dorado como los rayos del sol. Estabas demasiado roto, deshecho con mil y un hematomas en tu anatomía y yo lo lamenté muchísimo. Tus ojitos claros, esos mismos benditos ojos azules estaban opacos y sin vida ya no me veías más y en tus manos vi la pulsera que hice con hilos rojos ese que nos uniría por la eternidad y ahora está roto.

Grité, lloré, pataleé, pedí ayuda, pero solo te llevaron a la morgue.

Prometí que haría algo para que tu padrastro no te siguiera maltratando y llegué tarde. Me culpo por eso. ¡Ohh, mi amor!

Extendiste tus alas, despegaste libre hacia el cielo sin voltear atrás y me dejaste y me siento feliz porque ya no hay más dolor en tu corazón, aún así siento un terrible dolor en mi pecho que me dejaste con tu partida. Mi vida perdió el rumbo y naufragó en tus ojos de mar. Y aunque me pellizque no pude despertar. Esto era una pesadilla, después de 4 largos meses he decidido escribir una carta, ponerla en un globo.

Azul para que la recibas en el cielo. Prometo amarte como la primera vez que te vi. Nunca te olvidaré y voy a mantener vivo nuestros momentos juntos. Cuando tu sonrisa comenzó a brillar, cuando dejaste de llevar mal el uniforme, cuando me mirabas con la belleza de tus ojos; Cuando aún vivías. Ahora tomo fotografías al cielo, para verte y recordarte, mando un beso al cielo y te susurro cuánto te sigo queriendo. Con mi amor. Tu amante nocturno. Tu hilo rojo.