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Los canales

¿Recordáis que en uno de los canales de centro nos conocimos? Tu radiante sonrisa alegraba cualquier lugar en esos edificios silenciosos. Eran simplemente lindos.

Mientras que usted navegaba en los estrechos canales con la lanchita, yo, yo salía de inmediato a mi balcón al lado del río, junto a mis utensilios de arte, para dibujar lo que yo no tenía: tu alegría.

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Mientras que tú te colocabas las bellas flores margaritas en tu suave cabello rojo, yo memorizaba esas imágenes para hacer el mejor cuadro del mundo.

Hasta que un día dejaste de pasar por mi casa, ya no estaba tu pequeña barca llena de flores ni rastros de tu resplandeciente presencia. ¡Daaah!, pero qué torpe soy, los canales están congelados.

Tomé mi valor e investigué la dirección de tu casa, tomé uno de mis mejores trajes y compré flores y chocolates para ti.

Corrí hacia tu casa y tú me abriste, llevabas un lindo abrigo que usan las abuelas y me dijiste: “Por fin veo de cerca al artista de mis sueños”. Y ahí entendí que eres lo que había anhelado, lo que había buscado y lo que encontré cuando vi de cerca tus ojos, cuando me sonreíste y supe ahí que estábamos destinados a amarnos.

Nuestros canales se unieron para crearse un bonito mar de arte, flores y amor.

Quizás

Quizás...sólo quizás. Nos llenamos la vida de “quizás”, los llenamos de esperanza y deseamos que hagan todo por nosotros. Quizás...sólo quizás.

Quizás eras tú, pero no el momento.

Quizás era el momento, pero no eras tú. Quizás eran tú y el momento, pero no era yo. Quizás lo fuimos todo, pero quizás fue sólo un momento.

Quizás estamos destinados a no ser. Quizás no fuimos nada, pero aún lo seremos. Quizás no es el fin, sino la pausa para un nuevo comienzo.

Quizás sí es un adiós definitivo, esperando a que nos encontremos nosotros mismos. Quizás, quizás, quizás…dejemos de pensar en “quizás”, y solamente entonces, nuestras esperanzas estarán en nosotros mismos y nuestro presente será nuestro verdadero soplo de esperanza.