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Maestro de maestros

Guadalupe Calzada Torres Egresada en Pedagogía

Laalegría de recibir la noticia que había sido acreedora de una plaza docen te de nivel primaria, desbordó por todos mis sentidos, fue una alegría como pocas veces lo he sentido y esa misma alegría se tornó en una tristeza profunda, ya que era la primera vez que dejaría mi núcleo familiar para irme a vivir prácticamente a otro municipio.

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A las tres de la mañana me levanté ya que mi camión saldría en punto de las cinco de la mañana. Antes de subir al camión mi madre me abrazó y lloramos juntas la se paración, recuerdo también la mano de mi hermano apretándome el hombro en una señal de acompañamiento y fuerza.

En todo el camino pensé en cómo sería el lugar donde trabajaría, cómo serían mis alumnos y la forma en que ahora traba jaría, la verdad la nueva experiencia me daba nerviosismo, ya que tenía experiencia trabajando en preparatoria como docente de la asignatura de orientación educativa, dando clases en un colegio particular don de adquirí una experiencia enriquecedora.

Mis pensamientos se llenaban de teorías cognitivas y psicológicas, en mi maleta aparte de almohadas y ropa, llevaba algunos libros de diferentes grados pensando en que alguno o más de uno me pudiera servir y así fue, ya que cuando llegué a la escuela y me asignaron el primer grado (ahora me doy cuenta que son los grados que generalmente no eligen. Aunque en mi caso y por algunos años permanecí en ellos). El grupo era de 30 alumnos y era un turno vespertino, la población de la escuela principalmente eran niños que vivían cerca del basurero municipal.

Al salir de la asignación de grupos fui directamente a una papelería y compré plumones, papel bond y hojas de colores. Comencé a elaborar mi presentación del día, dibujos, palabras, objetivos específicos para que los alumnos supieran lo que yo quería que ellos aprendieran, una can- podía leerlas y así poder realizar mi diagnóstico. Estaba segura que en diciembre todos podrían leer. En mi mente pasaban algunas recomendaciones que nos hicieron en la universidad en alguna materia “entrar sonriendo, pero con una mirada firme, hacer una dinámica de bienvenida para relajarse y conocer a los alumnos, una vestimenta formal y la puntualidad ante todo”, solo por mencionar algunas cosas que iba pensando.

En punto de las dos de la tarde llegué a mi aula y comencé a pegar por doquier todo el material que había llevado. Cuando mis alumnos comenzaron a llegar yo estaba lista, parada en la puerta con una sonrisa, algunos niños llorando y aferrados a las faldas de las madres me hicieron tambalear un poco, sin embargo, se pudo superar, sonó la campana que indicaba que las clases comenzaban y comencé por expli- car mi nombre y la manera en que trabajaríamos, objetivos claros y entendibles para primer grado y para mi sorpresa todos me miraba con mucha atención y yo seguía explicando hasta que llegó el momento en que ellos deberían realizar su primera actividad y les dije: Saquen su cuaderno y su lápiz para comenzar a realizar la actividad. Todos seguían muy sonrientes, pero no realizaban lo que yo les indicaba. Y volví a repetir: saquen su cuaderno y su lápiz. Una vocecita en el fondo me dijo: ¿cuál es el cuaderno y cuál es el lápiz?, en ese momento pregunté: ¿alguien sabe cuáles son?, y nadie respondió. En mi mente se cruzaron Piaget, Vygotsky Abbagnano y Visalberghi por mencionar solo algunos. Me senté en mi escritorio y saqué un cuaderno y un lápiz y comencé por explicar su nombre de cada objeto.

Cuando llegué a mi cuarto y vi todo tan desolado, mi colchoneta tirada en el piso con un foco que escasamente daba luz, mi corazón se entristeció tanto que… lloré. Al siguiente día vi los expedientes de los alumnos y ninguno de ellos había tenido preescolar y la mayoría tenían como padres a personas que no sabía leer ni escribir y en muchos casos vivían con sus abuelos porque sus padres estaban en estados Unidos. El trabajo del docente nunca termina, tenemos que reinventarnos, situarnos en la realidad, debemos de practicar, en la realidad y cuando somos estudiantes se nos deben de brindar la oportunidad de practicar desde el trabajo de campo para vivir a lo que nos podemos enfrentar más adelante y no solo me refiero a que aspiremos a ser docentes en una primaria o en cualquier otro nivel, ya que el trabajo del pedagogo es muy amplio y no se limita a ser docente, pero muchos si se dedicarán a eso y por ello es necesario encaminar al estudiante a que viva esa realidad y que se diversifique. Permitirle enfrentarse a esa realidad en distintos niveles educativos, que viva esa realidad desde pararse frente a un grupo y dirigir aprendizajes hasta rayar la libreta de entradas y salidas.

Esa misma realidad ayudará al pedagogo a fortalecer su conocimiento y poder proponer tácticas y estrategias para la enseñanza, ya que los pedagogos también somos, “maestros de maestros”.

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