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Un mundo sin cubrebocas
Alejandra Orozco Ardines Egresada en Comunicación
Hace apenas unos días, en la guardería a la que llevo a mi hija nos dieron la indicación de que ya podemos ingresar sin cubrebocas a las instalaciones. En mi caso, tuvo que pasar un año para que esto sucediera, un largo año desde que la niña ingresó, de tener que correr a buscar uno porque se me olvidaba, de tener toda la cara sudada desde temprano, y un montón de cosas más.
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Aunque ya tiene un par de meses que la OMS declaró terminada la emergencia sanitaria por COVID-19, había algunos lugares que aún exigían el uso del cubrebocas, entre ellos mi lugar de trabajo y la guardería de la niña, incluso, a principios de año, en la escuela de mi hija mayor les pedían también a los niños y niñas que lo portaran, sabiendo perfectamente que una vez pasando el filtro de la entrada, se lo iba a quitar y adentro iban a andar todos como si nada.
¿Realmente era necesario seguir usando cubrebocas, a más de tres años de que se presentara el primer caso? Yo creo que no, pero como a todo se acostumbra uno, se volvió parte importante del día a día, ya sea por costumbre, por prevención o por mera normativa, aunque incluso, llegó a convertirse en parte del outfit de todos y todas… así como los pantalones acampanados vistieron los 70, el cabello esponjado enmarcó los 80 o los pantalones holgados identificaron los 90, sin duda cuando veamos fotos donde salgamos con cubrebocas nos remontaremos a la temporada entre el 2019 y el 2023.
Es indiscutible que estos artefactos tuvieron una gran importancia para contener y prevenir los contagios, pero también es cierto que muchas veces, usábamos cubrebocas inservibles, de los que solo tenían una capa y no servían para nada, no me dejarán mentir, que más de uno todavía trae uno “desechable” en la bolsa o la mochila y seguro lo ha usado por meses, más por requisito que porque realmente nos proteja de algo.
O ¿quién no tuvo un cubrebocas reusable con algún logotipo institucional, de su caricatura favorita, o incluso varios de distintos diseños y colores para combinarlos con la ropa? Hasta me acuerdo de una boda a la que fui en 2020 —que por cierto estuvo a punto de cancelarse por los rebrotes de COVID, y en la que se nos pedía usarlo durante casi toda la fiesta— en la que muchas mujeres llevaban cubrebocas de la misma tela de sus vestidos, para combinar perfecto y como parte del look.

Para mí, lo más incómodo era el sudor entre el labio y la nariz, el que se me empañaran los lentes con cierto tipo de
Ilustración: @mauu_txy cubrebocas e incluso, el acostumbrarme a no usar labial para evitar batirme al ponerme y quitarme el cubrebocas, hoy en día ya todos mis labiales son de los que no transfieren, además de que siempre llevo un cubrebocas en la guantera, por si las moscas.
Hasta en lo social ha impactado, pues mucha gente usaba el “efecto cubrebocas” a su favor y cuando lo traían puesto se veían muy bien, a la hora de quitárselo, más de uno quedaba decepcionada o decepcionado. Hasta me parece raro ver por primera vez a las maestras de mi hija, tal cual son, hay personal de la escuela al que aún no reconozco, porque mi percepción se veía alterada al verlos con este peculiar accesorio.

Qué bueno que se terminó la pandemia. Qué alivio estar aquí para contar esta historia, haber sobrevivido a los años en los que las personas tuvimos que semiesconder nuestra cara, al grado de que incluso nuestros hijos nacieron en una realidad donde traer la boca tapada es normal, y ver a alguien con la cara al descubierto resulta de lo más raro.