Las Crónicas Del Joaquín Rodrigo - Número 3

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LAS CRÓNICAS DEL JOAQUÍN RODRIGO

Marilyn va a la escuela Trabajar en un zoológico suele ser una de las grandes aspiraciones para una bióloga. Yo tuve la suerte de lograrlo. Esta es una de mis grandes aventuras. En un día cualquiera en el Zoológico de Madrid, al inicio de la mañana de trabajo, aparece el cuidador de los pandas rojos y me dice que hay que separar a la nueva pandita de su madre… ¡no sabe cuidarla bien! El veterinario se muestra de acuerdo: “Sí, ya lo vi ayer, ¡está medio abandonada!”. Y rápidamente se dirigen a la instalación. En un rato aparecen con una pequeña panda roja, con una carita de tonos extremadamente claros. Fue fácil elegir su nombre: Marilyn. Marilyn pasa casi un mes en un pequeño cuarto, rodeada de las atenciones de todos los que trabajamos en la enfermería: las comidas, los juegos, los cariños… Pero llega el momento en el que había que pensar cómo adaptarla a vivir con sus compañeros: los otros pandas jóvenes del zoo, todos menores de un año de edad. Fui la elegida para educarla. ¡Mi sorpresa fue magnífica! Yo, ¿enseñar a Marilyn? ¡Maravilloso! Pero, ¿qué le enseño? ¡No sé cómo viven los pandas rojos! Al día siguiente, en un hueco de mis otras obligaciones, me escapo a observar a los pandas en su instalación. Es un espacio circular, de unos ocho metros de diámetro, con un hermoso árbol en el centro. Los pandas, hasta tres, ocupan cada uno una gran rama del árbol. Cada rama es el territorio de uno

de ellos, y lo defiende si algún otro panda quiere entrar en él. ¿Cómo lo hace? Gruñendo primero, y atacando después: se levanta sobre sus dos patas traseras y se lanza contra su adversario como un gato contra un ratón. ¡Verdaderamente es un método muy efectivo!: el segundo panda siempre se retira.

Hay tres recipientes en el suelo, cada uno para un animal en los que se les pone la comida, bien separados por unos metros. Si algún panda deja un poco de su alimento en él, y un compañero se acerca, lo defiende con la misma resolución que su propio territorio: ¡gruñendo y atacando! Para los pandas, lo normal es comer, y subirse a descansar a su rama, apoyando su pecho y abdomen en ella, y dejando colgar las cuatro patas y la gran cola. Y una vez que yo aprendo la primera lección sobre el comportamiento de los pandas, comienzo a maquinar cómo enseñar a Marilyn. Lo primero es lograr su confianza, y que me

considere su “modelo”. Si le abro la puerta y la dejo salir… ¿se marchará corriendo. Nada más abrirle la puerta, ella mira con recelo el exterior, pero le indico que me siga dando con mi mano unas palmadas en el suelo. Marilyn es muy inteligente: sigue mis indicaciones sin dudarlo, un día y al siguiente y el tercero también. En unos días, Marilyn está más que feliz con sus salidas. Al llegar al exterior, su primera impresión es la hierba de la pradera de césped recién regada. La toca con su pata como un gato toca el suelo mojado de agua: ¡con susto! Pero inmediatamente, se mete en la pradera y comienza a olisquear por aquí y por allá. A veces camina, a veces corre. Observa, inspecciona y recorre cada rincón olisqueando, mientras yo vigilo por si decide alejarse demasiado y salirse de la zona vedada al público visitante. Es increíble, pero de manera inmediata tras unas palmadas en el suelo, viene hacia mí y me mira preguntando qué es lo que quiero, como si fuera… su compañera. ¡El carácter de Marilyn es sorprendentemente dócil! ¿Cómo la voy a enseñar a gruñir y defenderse lanzándose sobre su adversario? Al día siguiente, lo tengo claro. En el jardín hay una zona con tres escalones. En un momento dado

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Ilustración: Paula Fernández

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