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Anya Carranza El amor y la fortaleza de triunfar

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Por Daniela Testa

La toxicidad viene disfrazada muchas veces de amor y, a Anya le tocó descubrirlo, reinventarse y renacer para revivir la magia de su corazón.

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Esta creadora de contenido, madre, empresaria y esposa relata la historia que la condujo a identificar las conexiones poderosas que la ayudaron a evolucionar y transformar la forma en la que veía el mundo.

Fotos: Melanie Imperio Maquillaje: Misosa Makeup Locación: Naranja Dulce Studios

Anya

dejó su natal México para encontrar una vida de oportunidades en Estados Unidos, en ese proceso descubrió el poder de las conexiones, todo en medio de una dura realidad que atraviesan millones de mujeres en todo el mundo: una relación tóxica en la que el amor propio desaparece. Pero, ¿cómo una etapa negativa, años de dolor y dependencia se pueden transformar en magia? Ella lo logró gracias a que convirtió ese sufrimiento en madurez.

Para Anya, las personas que enfrentan situaciones difíciles tienen dos opciones, dejarse vencer por el sufrimiento y estancarse, o madurar: “Como individuos escogemos sufrir por diferentes situaciones, está en nosotros identificar el dolor y manejar el sufrimiento, eso nos permite crecer como ser humano y evolucionar”.

Dicha filosofía de vida no llegó de la noche a la mañana, esta mexicana pasó por un proceso personal difícil que la hizo conectarse con ella y con Dios, el primer paso para salir del atolladero en el que se encontraba junto a su hija.

“No era feliz”

Luego de un divorcio y el nacimiento de su hija en Estados Unidos, Anya decide regresar a su país natal. Durante ese tiempo conoce a quien sería su segundo esposo, una relación que comenzó a distancia, pero que con el tiempo se formalizó. Una nueva oportunidad para el amor que se convirtió en una situación donde reinó el narcisismo, la dependencia y el miedo.

La situación legal de Anya en EEUU fue uno de los detonantes en su relación, su estabilidad pasó a un segundo plano cuando su esposo tomó el poder sobre ella. Sin darse cuenta, comenzó a normalizar el chantaje y la toxicidad. Empezó a hacer lo que él le pedía y poco a poco, a pesar de tener una casa, un trabajo y un sueldo, se sumió en un hoyo negro que aparentemente, no tenía salida:

“Mi trabajo consistía en limpiar casas, cuando vio mis ingresos, me dijo que debía comenzar a pagar cosas y yo dije claro, somos un equipo. Pero al final él no lo hacía como equipo, lo hacía para marcar una línea, dividir y ahí comenzó la toxicidad en la que estuve sumergida por años”.

En el momento en el que Anya identificó lo que vivía, logró salir del mar de toxicidad: “Un día me levanté, y me dije: estoy casada, tengo trabajo, a mi hija, pero no soy feliz, creía que diciendo que sí a todo era feliz, pero no”. Y desde entonces la forma en la que percibía su vida cambió.

Liberarse es parte del proceso

El reconocer su infelicidad, generó un movimiento en la vida de la mexicana, el cual vino acompañado de temores e incógnitas: “Me dio miedo la responsabilidad de trabajo que traía el no soy feliz” explicó Anya, sin embargo, esto no impidió su evolución.

“Me reté a viajar sola, tomar clases sola, dormir sola. El conocerme me fue gustando, ya no me sentía fría, estaba calentita conmigo misma, me gustaba mi compañía. Sentí mi soledad como una paz, y el divorcio se transformó en un acto liberador para mí”.

Reconectar para renacer

Una de las palabras que abunda en las conversaciones con Anya es “conectar”, un verbo que va más allá de su significado en el diccionario. Es la capacidad de reconocer qué persona aporta o resta a tu vida.

“Cuando me di cuenta de que había conexiones con poder, entendí que las relaciones pasan con un propósito, un hecho mágico. El proceso personal que atravesé, me permitió ganar esa claridad. Las conexiones existen y tengo la facilidad de encontrarlas, lo que me libera del rol de víctima porque decido a qué persona dejó entrar en mi vida”.

Lograr esta capacidad no fue tarea fácil, Anya lloró, se desconoció como persona, aceptó que no era feliz y logró reconectarse con ella misma y con Dios, un paso fundamental en su camino: “Me costó trabajo alcanzar este punto porque no me tenía confianza, ni me admiraba y mucho menos me respetaba. Comencé a darme cuenta que las decisiones que eran agradables para Dios, eran buenas para mí, aunque en el momento fueran un gran esfuerzo”. En este descubrimiento llegó el amor propio que ahora comparte con sus familiares, amigos y seguidores, que le abrió la puerta a un mundo de sueños por alcanzar y de nuevas experiencias.

Me reté a viajar sola, tomar clases sola, dormir sola. El conocerme me fue gustando, ya no me sentía fría, estaba calentita conmigo misma, me gustaba mi compañía. Sentí mi soledad como una paz y el divorcio se transformó en un acto liberador para mí.

Follow la Magia de Anya Carranza en Instagram: @anya.carranza

Su hija, su impulso

Desde la llegada de Ximena, Anya tuvo una misión: formar y educar a otra persona basada en la humildad, esa que le permite a cada individuo reconocer sus valores, virtudes, defectos, y los de los demás.

La experiencia de su matrimonio es el ejemplo que Anya usa para que Ximena no pase por el abuso psicológico del que ella fue víctima en algún momento. Además, una de las razones por las que esta mexicana decidió salir de esa situación fue su hija, su motor e inspiración. Desde entonces, trabaja para inculcarle el amor y el respeto que debe dar y recibir de quienes la rodean.

“Le digo a mi hija que exponerse a la frustración la empodera y la fortalece y, ese tipo de situaciones, se convierten en el gimnasio del espíritu, te levantas al día siguiente más fuerte, poderosa y madura”; porque para Anya y Ximena la misma piedra que te puede descalabrar, puede ser la que te impulse.

El amor sí existe

Los seguidores de esta creadora de contenido conocen muy de cerca su historia de amor titulada “El chico del pastel”. Quien es hoy su actual esposo, le demostró que las relaciones basadas en el respeto, la comunicación, el amor y la conexión, son posibles.

Este admirador llegó a su vida en un momento difícil y a través de un pastel, logró levantarle el ánimo a Anya, luego de seis meses comenzaron a salir y decidieron formalizar su amor y transformarse en una familia.

“Aprendí que las bendiciones están ahí, pero no sabemos recibirlas. Yo ya mastericé eso, sé dónde están los frutos buenos y los recojo, además de comerme los frutos ácidos, que son los que me hacen crecer como persona”.

Cuando ve todo lo que pasó, Anya se siente bendecida y es que como dicen en México, Dios se la “bañó” con todo lo que le ha dado en su vida. Los momentos difíciles le demostraron que puede conectar con personas de valor, agradecer por las pequeñas cosas, orarle al creador y llenarse cada día de magia, porque la magia está en ti.

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