La Gualdra 582

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Coatlicue I es el nombre de esta obra creada por el maestro Manuel

en 1994. La imagen ha sido reproducida en un mural de piso cerámico que forma parte del Museo del Cielo y puede verse desde las alturas si usted sube al Teleférico. Este viernes 14 de julio, a las 2 de la tarde, se inaugura la exposición Legado, del maestro Felguérez, en las instalaciones del Teleférico en el Cerro de la Bufa, en donde se podrán ver ésta y otras reproducciones de la obra del artista originario de Valparaíso, Zacatecas.

[Más información en página 2]

SUPLEMENTO CULTURAL NO. 582 /// 10 dE jULiO dE 2023 /// AÑO 13 diR.
jÁNEA ESTRAdA LAZARÍN
Manuel Felguérez. Coatlicue I. 1994 Óleo sobre tela, reproducción autorizada Colección INBAL – MAAMF. Felguérez

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Manuel Felguérez fue un artista multidisciplinario originario de Valparaíso, Zacatecas; nació el 12 de diciembre de 1928 en la Hacienda de San Agustín del Vergel. Durante una entrevista realizada en 2018, me decía que su tierra era venturosa hasta en el nombre, pues tenía en él “el paraíso y el vergel juntos”. Ese año cumplió 90 años, la entrevista la hicimos en su museo en el mes de octubre y estaba preparando los festejos a realizarse en diciembre; para celebrar 9 décadas de vida se inauguraría en 2019 la que sería su última exposición en la Ciudad de México, en el Museo de Arte Contemporáneo (MUAC); Trayectorias fue el nombre de la exhibición, que, como bien se consignaba en la página de ese recinto cultural universitario, desplegaba “tres momentos creativos que marcaron los cambios de rumbo dentro de su producción artística: los murales de desecho, La máquina estética y su obra más reciente”.i

Hay tres momentos que recuerdo muy bien de esos meses, el primero fue durante la entrevista; habíamos concertado vernos en el museo, después de tener una agenda muy apretada atendiendo a medios nacionales y decidió que la mía fuera hasta el final. Llegamos temprano y lo encontramos en el patio principal en compañía de Meche su esposa.

Íbamos directo al área donde se encuentra su Retablo de los mártires y se dio cuenta que traía las agujetas de sus zapatos desabrochadas. Se sentó en una de las bancas y alguien se ofreció a ayudarlo con eso; él se negó amablemente y dijo: “Gracias, déjame hacerlo yo, que todavía puedo”. Después, mientras nos poníamos los micrófonos, le dije que trataría de ser breve porque seguro estaba ya muy cansado de entrevistas, pero él me dijo sonriendo que no me preocupara, que le preguntara lo que quisiera, “Me queda claro que me estoy despidiendo”, dijo, sorprendiéndonos a todos los presentes mientras él sonreía -ese fue el segundo momento-. Luego, me contó de todos los planes que tenía para el museo; precisamente para ese lugar en el que estábamos tenía dispuesto que “unas esculturas muy grandes quedarán aquí, colgando desde el techo”; eso no se pudo concretar porque no hubo manera de meterlas, pero sí llegaron a Zacatecas y una de ellas cuelga desde la estructura superior del patio principal y recibe a los visitantes al ingresar al museo. Una parte de la obra que exhibió en el MUAC se encuentra ya en ese espacio, junto con su biblioteca, que en algún momento quedará lista para su consulta.

El año pasado se firmó en la Ciudad de México “El legado del maestro Manuel Felguérez”, en el cual se considera la última voluntad que el artista zacatecano deja en su testamento del año 2019. Manuel Felguérez dejó indicaciones precisas para que la obra que dejó en depósito en el Museo de Arte Abstracto de Zacatecas fuera entregada, para formar parte del patrimonio del Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde, en beneficio del pueblo y gobierno de Zacatecas. “La colección que se recibió ante el Notario no. 99 de la Ciudad de México consta de un total de 425 piezas, organizadas en 4 colecciones: obra de arte autoría de Manuel Felguérez, obras de varios artistas propiedad o entregada a Manuel Felguérez para su integración al museo, objetos personales, reconocimientos y regalos recibidos por el maestro”, según nos informa el personal del museo. El tercer momento que recuerdo fue el de febrero del 2020. 4 meses antes de que falleciera nos encontramos con él en la CDMX en la galería que exhibía su obra en la Zona MACO. Ahí le mostré cómo quedarían los murales con reproducciones de su obra en el Museo del Cielo y les dio su visto bueno; quedamos que en abril lo esperaríamos aquí para que las viera desde el teleférico; pero llegó la pandemia y fue él una de las víctimas mortales ese tremendo año: murió el 7 de julio, a las 11 de la noche. Ya no pudo ver que instalamos los murales con imágenes de “Coatlicue I”, “La máquina estética” y “La elaboración de los signos”, pero segura estoy que le hubiera gustado ver cómo quedaron.

El legado del maestro Felguérez es inmenso, y para celebrar su vida y su obra, el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, en coordinación con el Teleférico y el Clúster Turístico y Cultural de Zacatecas, inaugurarán este viernes 14 de julio, a las 2 de la tarde, la exposición Legado integrada por una serie de obras del maestro Felguérez; la colección ha estado viajando por algunos municipios y durante esta temporada de verano estará en exhibición en las instalaciones del teleférico en el cerro del Grillo y en las de La Bufa (en esta última será la inauguración). Los invitamos al corte de listón y de ahí a que hagan el recorrido para ver, desde las alturas, los murales de Manuel Felguérez y de otros artistas zacatecanos.

Que disfrute su lectura.

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Los sonámbulos, de Arthur Koestler Por Miguel Ángel de Ávila González

Jánea Estrada Lazarín janea_e@hotmail.com

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Tres exposiciones en el MAAMF este verano Por Héctor Ávila / MAAMF

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Los círculos de la disciplina en La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa Por Daniel Sibaja

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Angelina Muñiz-Huberman: del exilio al jardín secreto de la creación Por Sigifredo Esquivel Marin

ihttps://muac.unam.mx/exposicion/manuel-felguerez?fbclid=IwAR1gP0pWmnCvizJ4ZeDioq288-DWz1lZM1veIr3STa1wDjc93VV5f_ZQ6v0

LA GUALDRA NO. 582 /// 10 De jULiO De 2023 /// AÑO 13
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
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Contenido Editorial

Los sonámbulos, de Arthur Koestler

El título revela la concepción del autor sobre el camino que tomaron los investigadores en el ámbito de la cosmología. Se trata de un ensayo profundo y notable, bien documentado. El autor pone de relieve la forma en que cada científico logró su objetivo dando tumbos, y recoge muchos cabos sueltos a numerosas ramificaciones inesperadas al observar no sólo los logros científicos, sino también los métodos de trabajo que se ocultan tras ellos.

Parte del amanecer del pensamiento cosmológico en la Babilonia de 3,000 años antes de nuestra era y continúa con Pitágoras y la armonía de las esferas. Aborda después a Heráclito y el universo heliocéntrico, a los pensadores griegos, Platón y Aristóteles, y de Ptolomeo hasta los escolásticos.

Los sonámbulos son los científicos que empujaron el progreso un poco a tientas, caminando en la oscuridad, con mapas errados y diseños que hoy consideramos absurdos, aferrados a ideas fijas y, con frecuencia, a través de métodos muy poco fiables. Sin embargo, de ese modo conquistaron nuevos terrenos para el conocimiento,

aun cuando no siempre dimensionaron siempre sus nuevas conquistas.

El 24 de mayo de 1543 Nicolás Copérnico, moribundo, vio el primer ejemplar de su obra Sobre las resoluciones de las esferas celestes... La principal novedad de su teoría se sintetiza en lo siguiente: en medio de todo está el Sol... Sus ideas no eran nuevas: 300 años antes de Cristo, Aristarco de Samos planteó que el Sol es el centro del universo.

La correcta hipótesis de Aristarco fue soslayada en favor de un sistema monstruoso de astronomía, caracterizado por su irracionalidad y porque constituye una ofensa a la inteligencia humana: predominó durante 1,500 años, me refiero al Almagesto de Ptolomeo que fue la Biblia de la Astronomía hasta principio del siglo XVII.

Desde la Grecia de Tales de Mileto y Pitágoras hasta la formulación de las leyes de Isaac Newton, se traza el curioso, sorprendente y ondulante camino de la cosmología. Un camino cruzado por aventuras inesperadas, algunas provenientes del ejercicio de la razón y el estado metódico, pero también de la imaginación o e misticismo, incluso del error.

El caso de Kepler es ejemplar. Miope de nacimiento, perseguido por la miseria física como por las penurias económicas, era un genio matemático y al mismo tiempo un ferviente místico, un estudioso metódico y un devoto de la astrología. En su búsqueda, concibió la idea de que el universo se basa en figuras geométricas que forman un esqueleto invisible. Una idea poéticamente bella y científicamente desacertada y, sin embargo, lo condujo al desarrollo de las leyes de Kepler, esenciales para la astronomía moderna.

Si hasta entonces los hombres que miraban al cielo se abocaban a su descripción Kepler se pregunta por el movimiento de los planetas. Descubre que éstos se mueven en órbitas elípticas, con el Sol en uno de los focos. Y ésa sería la primera de sus leyes.

Para explicar la excentricidad de las órbitas, dedujo que los planetas estaban sometidos a fuerzas contradictorias, procedentes del Sol y de sí mismos. Naturalmente, era una idea estrafalaria, pero las leyes de Kepler constituyeron un hito, apartaron astronomía de la teología y la asociaron a la física.

Luego de los enormes aportes de Galileo en torno al movimiento de los cuerpos y su querella con la Iglesia católica, Newton tomaría el relevo para elaborar la teoría de la gravitación universal.

El libro tiene el mérito inobjetable de humanizar a los genios, aterrizar sus exploraciones, sus logros y fallas. Para leerlo no se necesita que el lector sea una persona culta ni que posea un conocimiento previo de la ciencia moderna. Está escrito para lectores que no estamos a la altura en materia de ciencia.

Este libro nos invita a revisar la forma en que se explicaban antes, de manera muy ingeniosa y elaborada. Los fenómenos naturales. Un ejemplo es el de la redondez de la tierra y la imposibilidad de que hubiese habitantes en las antípodas. Se conjeturaba que no podía existir seres del otro lado del mundo porque la lluvia no caería hacia la tierra sino hacia el cielo, donde dios había separado las aguas hasta crear un universo con forma de paralelepípedo.

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6 Por Miguel Ángel de Ávila González
Libros
Arthur Koestler, Los sonámbulos, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Ciencia y Desarrollo, México, 1985.

EXposiciones

Tres exposiciones en el MAAMF este verano

El viernes 21 de julio, a las 13:00 horas, se inauguran tres nuevas exposiciones en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez. Aquí la información:

Reducir lo máximo Obra plástica de Ana Acevedo

[En Sala Temporal I]

Ana Acevedo es originaria de la ciudad de Guadalajara, Jalisco; estudió la Licenciatura en Pintura dentro de la escuela de Artes Plásticas de la UdeG. A lo largo de su trayectoria como artista ha participado en más de un centenar de exposiciones colectivas y más de 20 individuales, nacionales e internacionales. Entre las cuales podemos mencionar, ITACA en New York, St Petersburg, Colombia, Roma, Sicilia

Estocolmo, Suecia, Barcelona, Paris, Venecia, Moscú, Rumania, entre otras. Su obra forma parte del acervo del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, como parte de la colección de Los Zacatecanos. Es también cofundadora y consejera del Centro Cultural “El Tunal” en Fresnillo, Zacatecas.

Micro visiones de colores, de texturas, de sensaciones, de emociones, de sentimientos o de vivencias, son los temas recurrentes de las obras en la más reciente exposición de Ana Acevedo.

Concentrar la vida en una experiencia, en un detalle de la imagen, en un destello de luz o en los límites de la oscuridad, parece la vía para transitar de una pieza a otra durante el presente recorrido museográfico.

Ya sean paseos por el campo y por la ciudad, o encuentros con atardeceres y con auroras, oscuridad al caer la noche o bien antes de los primeros indicios de un nuevo día; cada imagen contemplada por la artista es reducida a un detalle. Hacer abstracción de la vida en su mínima contemplación es el hilo conductor mediante el cual, Ana Acevedo, divide la vista en pequeños fragmentos de un rompecabezas, que en su conjunto va conformando el universo de una vida, su propia vida.

Reducir al máximo sus pasos por diversas vivencias, ha sido la representación de la autora en cada una de sus obras. Reducir lo máximo implica sintetizar en un lienzo etapas de vida, sucesos, reflexiones y constantes vueltas a la batalla.

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Sofía Gamboa Duarte Ana Acevedo. Sin título II. 2023. Acrílico sobre tela. 200 x 200 cm. Ana Acevedo. Sin título. 2023. Acrílico sobre tela. 200 x 200 cm.

Transformaciones

Escultura de José Carlos Belmares [En Sala Mayor]

José Carlos Belmares nació en 1972 en San Luis Potosí. Es escultor autodidacta con formación profesional en administración. Transformaciones es resultado de la sublimación de ex-

periencias en el trayecto de la vida, partiendo desde la infancia hasta la fecha. Las obras de Belmares reflejan energía, creatividad y armonía.

José Carlos Belmares es un artista contemporáneo que retoma los métodos tradicionales al trabajar con piedra y mármol y los combina con técnicas modernas para crear piezas únicas e innovadoras. Experimenta de manera constante, adoptando distintos tipos de piedra o incorporando a su obra elementos poco tradicionales.

José Carlos se inspira en la naturaleza y la arquitectura, utilizando su oficio para capturar la esencia de éstas en sus piezas. El trabajo de Belmares se caracteriza por generar una sensación de fluidez y movimiento, empujando los límites de lo que se puede hacer con la dureza de la piedra y mármol para crear piezas dinámicas, sutiles y atractivas.

En síntesis, es un artista contemporáneo que no está atado a la tradición, que acepta el cambio y la innovación sin dejar de honrar la belleza y las cualidades inherentes de los materiales con los que trabaja. Su obra es cautivadora y desafiante, un testimonio del poder perdurable de la piedra y el mármol en el mundo del arte.

Las imágenes del lado izquierdo Encuentros y desencuentros / Las olvidadas Fotografía de Alejandro Aguilera [En Sala Temporal II]

Alejandro Aguilera nació en 1958 en la Ciudad de México. En la década de los setentas, Aguilera cursó la carrera de Ingeniería Química. Obtuvo una de las únicas 10 becas de aviación que ha otorgado el CONACYT a través de la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores (ASPA).

Alejandro empieza a enamorarse de la vida desde las alturas; su pasión por apreciarla a través de la lente se va incrementando, primero tomando imágenes de lo cotidiano, y posteriormente buscando la abstracción en las mismas. En 1985 Alejandro captura sus primeras obras desde las alturas. En 1995 realiza su primera exposición de fotografía aérea en Zacatecas: una colección de tomas del volcán Popocatépetl. En 1999 hace un pequeño giro en su profesión, enfocando su lente desde las alturas, pero ya no solamente en la tierra, sino explorando otros paisajes cotidianos. Es ahí que encuentra la abstracción; la mezcla de nubes, cielos, montañas y mares se convierten así en sus lienzos y paletas de color. Aguilera ha expuesto en más de 45 ocasiones, 30 de sus muestras son individuales y otras 15 más en colectivo. Su fotografía permite al espectador pararse en una nube y admirar esos paisajes que a pesar de la adversidad mantienen al artista en un avión tres cuartas partes de su vida, atrapando el instante de belleza con su cámara.

EXposiciones

Las imágenes del lado izquierdo y en particular Encuentros y desencuentros integran una propuesta fotográfica que en algún momento revisamos Manuel Felguérez y yo. La parte geométrica del paisaje que ahí se muestra dio tema para muchas de nuestras conversaciones; cuando el maestro las conoció por primera vez, allá por el año 2015, inmediatamente sugirió que fuera en este museo donde se exhibieran. La última vez revisamos la propuesta fue el día de su cumpleaños número noventa, en el año 2018; como siempre su entusiasmo contagiaba, le gustó la idea de hacer dos aproximaciones al abstracto, diferentes, pero a la vez compatibles, ambos estábamos ansiosos de concretar esta muestra, pero diversas circunstancias no lo permitieron. La apretada agenda de compromisos que ya tenía el museo, así como los cambios en los fideicomisos, entre otros factores, complicaron la consolidación de esta muestra. Después, cuando pensábamos que estaba cerca su exhibición… la pandemia se atravesó y de qué manera, pues la ausencia de Manuel fue definitiva a partir de entonces. Me hubiera gustado muchísimo que el maestro viera el trabajo en su conjunto concluido y expuesto en su apreciado espacio museográfico. Las olvidadas es la segunda propuesta que integra esta muestra, la cual desafortunadamente ya no pudo apreciarla en vida.

Desde un inicio idealicé esta exposición como un merecido reconocimiento a su persona y a la admiración que siempre le tuve a Manuel, así como un sentido agradecimiento por la gran amistad que me brindó. Hoy él no está físicamente, pero en lo personal considero que Felguérez sigue con nosotros, pues su esencia se encuentra de forma permanente en este magnífico recinto.

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José Carlos Belmares. Claro Oscuro. Mármol. Talla directa. 50 x 40 x 23 cm. Alejandro Aguilera. Desencuentro. 2014. De la serie Las olvidadas. Impresión sobre papel fotográfico fine art. 60 x 90 cm. Alejandro Aguilera. Kukulkán. 2013. De la serie Las olvidadas. Impresión sobre papel fotográfico fine art. 60 x 90 cm.

Libros

Los círculos de la disciplina en La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa

¿Cómo conocer todas tus diversas personalidades en la vida? Eso es lo que trato de acomodar para ti un día cualquiera, pero la destrucción sirve de espejo. Despertar en medio de la madrugada, por ejemplo, y luchar contra tres o cuatro de uno mismo. Luego, si la mañana se desvanece del otro lado de las ventanas trabadas, y se esclarece, un maestro de colegio privado, en flor de loto, exhala el hartazgo de la ansiedad en Mérida, borrándose por completo el ojo izquierdo.

Cuando el viento de la madrugada irrumpe sobre La Perla, empujando la neblina hacia el mar y disolviéndola, y el recinto del Colegio Militar Leoncio Prado se aclara como una habitación colmada de humo cuyas ventanas acaban de abrirse, un soldado anónimo aparece bostezando en el umbral del galpón y avanza restregándose los ojos hacia las cuadras.

Hablar de crecer no es ficticio. Hablar de morir es real. Y lo real se hace interesante cuando se lee por tercera ocasión un libro nunca acabado. Eso vino a mí cuando decido tomar nuevamente la primera novela enmarcada del Boom latinoamericano, presidida, por razones editoriales, a Mario Vargas Llosa con: La ciudad y los perros (1962). Así fue. Hace unos días recibí la noticia en Twitter. El escritor peruano del Nobel encamado por enfermedad, o como yo lo imaginé: recostado tan quijotesco y todavía cuerdo (quiero intuir). Entonces me pregunté: ¿Cómo no hablar de resentimiento cuando el mundo en el que vivimos, si es pobre o rico, es ignorado desde nacer hasta el lecho de muerte? ¿Cuántas veces te has pasado a morir por un choque, o tan solo por resbalar? Describir este sentido, de forma dantesca, es una telaraña que aún persiste a través de la vista con los problemas de esta sociedad, más bien adicta, y el mundo que te parece distinto a través de una batería sobrecargada hecha de litio. Tan sencillo como el verbo “obedecer” se hizo la lectura, y comenzar a notar los errores en mí fue desastroso (o ¿esperanzador?).

Soy un animal. Agobiado por continuar con mis listas de tareas. Y así recomiendo los consejos, los que yo mismo no puedo seguir. Veo

cómo un adolescente rezonga con su madre, su objetivo es llevarle la contraria. De esa forma, recuerdo el aislamiento por decisión propia, porque mis ojos no miraban al mundo como ellos, sino equivocadamente. Me hice a un lado. Rompieron su silencio y me dijeron “bastardo”, “jorobado”, “promiscuo”. Pero yo no quería entender que en mi figura había todo un Minotauro. […] “Juro que me escaparé de Mérida. Mañana mismo”. Me señalaron o me rechazaron muy tarde. Sí, crudo y sin prisa, ese mismo día, después de sonar las cam-

panas, mis ojos se habían abierto en las páginas de un libro. ¿Saben qué pasa cuando un perro y una perra se encuentran en la calle? No, mi cadete, primero se huelen con cariño y después se lamen. Y luego lo sacaron de la cuadra y lo llevaron al estadio y no podía recordar si aún era de día o había caído la noche. Allí lo desnudaron y la voz le ordenó nadar de espaldas, sobre la pista de atletismo […] “Juro que me escaparé. Mañana mismo”. Los muchachos se miraban unos a otros y, a pesar de haber sido golpeados, escupi-

dos, pintarrajeados y orinados, se mostraban graves y ceremoniosos. Esa misma noche, después del toque de silencio, nació el Círculo.

Todos deberíamos conocer la trama: un grupo de estudiantes en el colegio militar forma una pandilla, eventos en robos de exámenes, mutilaciones al más débil, secuestran cigarrillos, escriben pornografía, son infieles, vaya, nada más dantesco que un infierno lleno de animales. En ese aspecto, aún recuerdo las historias de mi padre y su vida militar en México. Lo habré contado borracho en algún sitio de mi Ciudad mil veces, por ello, varias personas se avergonzaron de mí (siendo cuerdo, yo también lo haría). Con sutilidad nunca pude ser parte de ese Círculo, ah, la vida de restaurantes con sushis de lujo o de malls climatizados. Mi colegio militar fueron mis decisiones. Cómo explicarte que leer a Vargas Llosa, en una novela o en un manual para primeros novelistas, es lo más horrible del planeta. Y no por ser un infierno, sino por semejarse tanto a una purga. Sin balsa o Virgilio, uno va dándose cuenta, eso sí, cuando se empieza a madurar, sobre esa “realidad”, esa “persuasión”, o esos “vasos comunicantes” de los que tanto se jacta el ahora caballero peruano de la triste figura (sin afán de ofender, mejor de halago).

Mi madre no me respondió; me seguía viendo frustrada y yo me preguntaba “¿en qué momento termina?”. Algo pasó: lento, se llevó las manos a la cara y poco después lloraba con amargura. Apenas pude bajar las escaleras y decirle que no me rendiría, que seguiría luchando. Ella estaba sufriendo. […] Me llamó idiota, igual que mi padre. Entre sus palabras en maya y sus oraciones, habló de la casa de mis abuelos que había comprado por sí misma, donde servía bizcochitos comprados de la tienda. El café, todavía recuerdo, se nos hervía en las mesas.

Su madre no respondió; lo seguía mirando resentida y él preguntaba “¿a qué hora comienza?”. No tardó mucho: de pronto se llevó las manos al rostro y poco después lloraba dulcemente. Alberto le acarició los cabellos. La madre le preguntó por qué la hacía sufrir. […] Ella lo llamó cínico, hijo de su padre. Entre

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6 Por Daniel Sibaja

suspiros e invocaciones, habló de los pasteles y bizcochos que había comprado en la tienda de la vuelta eligiéndolos primorosamente, y del té que se había enfriado en la mesa.

Quizá la madurez (o la muerte) viene con el silencio. O con las luces apagadas. Entender a esa pluma de la realidad es complicado, pongamos una verdad dicha a medias: siempre he envidiado la valentía de los cronistas o historiadores. De hecho, ahora que doy clases en esa materia veo lo complejo que es hablar de la verdad honestamente. ¿Quién lo ha sido? ¿Usted?

¿Un libro? Después de analizar al Jaguar y contraponerlo a Alberto (el poeta), me doy cuenta que ser menos letrado te da corazón, en otro sentido de la palabra, te da carácter. Por eso, recordé, en un taller de cuento que tomé en el 2021, alguien me señaló eso justamente, que mis textos “no latían”. Después de ese comentario siempre me pregunté a qué se refería Luis Jorge Boone con los “vasos comunicantes”. Hoy después de la herida me doy cuenta, que jugamos a ser las fichas de un Dios (tal vez uno que no está cuerdo), o que quizá sólo fui la pieza movida en este mundo para ceder la lección a otros. Y cuando se escribe, por el contrario, a tu imaginación, uno se da cuenta que en esta realidad no se “arde”. Mi pregunta es: ¿tendríamos que, como leí hace poco, esperar a que nuestros maestros nos hundan la cara debajo del agua hasta casi asfixiarnos para comenzar a saber qué es “arder”? Mejor dicho, ¿ver la realidad? Creo que el Círculo del hurto a nuestra madre, como señala Faulkner, es una incoherencia. O, mejor dicho, un egoísmo. Pero, ¿cómo hacer latir un texto de ficción si ponemos de por medio nuestra vida al ego? Vaya uno a saber qué tan acomodado estemos para sonreír y poner el punto final, o describir una muerte como la que sucede con el personaje del Esclavo.

Creo que Dios no existe para mí de la misma forma que lo hacen mis familiares. Eso me hace dudar a veces. Digo que no creo, pero es mentira, puro movimiento. […] Despacio, al hospital. A paso lento. Mi padre es un subteniente retirado, me cargó en sus hombros muchas veces en varias direcciones. Los sabuesos se apartaron del grupo por soberbia y cortaron camino, equidistantes. […] Los perros de mi grupo quedaron adelantados […] ¿Cómo me llamo hoy? Daniel Sibaja, mi subteniente: Me dicen el Perverso. […] ¿Pueden decirme cómo ando? Aislado, por decisión propia, pero con la escritura.

No creo que exista el diablo, pero el Jaguar me hace dudar a veces. Él

dice que no cree, pero es mentira, pura pose. […] Rápido, a la enfermería. A toda carrera. Los suboficiales cargaron al muchacho y se lanzaron por el campo velozmente, seguidos por el capitán, el teniente y los cadetes que, desde todas direcciones, miraban con espanto el rostro que se balanceaba por efecto de la carrera. […] Los cadetes se apartaron de los suboficiales y cortaron camino, transversalmente. El capitán quedó retrasado […] ¿Cómo se llama? Ricardo Arana, mi capitán: Le dicen el Esclavo. […] ¿Puede decirme cómo está Arana? Está aislado.

Pertenecer a un Círculo de En-

plina civil, aunque parezca imposible de concebirse, siempre yace en los cimientos de la educación, no sólo de casa, también de nuestra ciudad misma.

A veces me siento un personaje más en Mérida. En ocasiones tengo miedo de terminar como un villano, o no tener redención. Opino, por eso, Alighieri y Cervantes, terminaron sus grandes obras en el aislamiento. Marcos Matos nos vuelve a decir: “El verbo, como la pluma de Dante, penetra, con distintos grados de intensidad en la entraña de los personajes […]. El infierno de Dante, estructurada en círculos, tiene en su último lugar a Lucifer, con tres cabezas, una caricatura de Dios. En los círculos infernales del colegio militar Leoncio Prado, el director mismo es una caricatura de líder. […] La ciudad y el colegio están en contradicción permanente”. Eso es lo que tomo de los “vasos comunicantes”: la contradicción de nuestras indisciplinas que nos ha llevado al fracaso. Pero somos amantes de copiar las voces ajenas, y hacemos caso omiso a la intuición. Eso es lo que no late, tal vez, ojalá… Siento que eso nunca lo podremos saber, porque la ficción es tan subjetiva que atraviesa a quien más lo solicita, no a quien quiere redimirse en un libro cualquiera.

fermos Mentales no se parece a un solo infierno. He encontrado la paz, quiero creer, en la meditación. Pero aún no tengo disciplina, ni en mi trabajo, ni en la escritura. Mucho menos en mi vida. “El verdadero infierno está aquí”, han dicho muchos personajes. Marcos Martos, en su ensayo “Áspera Belleza” nos dice: “Un símil interesante es comparar la manera de narrar de Vargas Llosa con una poderosa linterna que va iluminando los escondrijos […], donde habitan los perros y los que mandan a los perros […]”. Estos pequeños destellos de luz son también el hilo conductor de la trama. Por esa razón, la disci-

Tomé esta edición de Alfaguara y la Real Academia Española, publicada en el 2012. Lo intenté leer desde ese año, también, una o varias veces después. Nunca pude comprender con gran intensidad esta novela hasta hoy. Luego de cuatro meses de haberme aislado por decisión propia y luchar contra mis adicciones. No he ganado aún. ¿Por qué creen? Los círculos que se dibujan en la literatura universal no son más que una pastilla tranquilizante. Realmente, ¿podemos decir que vivimos con disciplina día a día? Creo que esos quijotes encamados abundan en el mundo. No tengo miedo a convertirme en uno de ellos. Hoy no. Puedo aceptar que la ficción también ha sido mi infierno y que por ende no he “ardido”. Cuando escucho la noticia de Vargas Llosa, sólo puedo aceptar algo, que novelar o vivir en disciplina siempre son parte de la cata divina que nos lleva al mismo sitio, a ese lugar tan cerca, cerquita de la muerte. ¿Usted la ha sentido? Escríbame, claro, si gusta, al siguiente correo electrónico, y de esa forma, platíqueme de sus actividades disciplinares con la escritura: daniel.sibaja97@gmail.com, les leeré con gusto.

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Libros
* Mérida, Yucatán, 1997. Mario Vargas Llosa. Foto de @literlandweb1

Angelina Muñiz-Huberman: del exilio al jardín secreto de la creación

Conocí a Angelina Muñiz Huberman entre el 2003 y el 2004 en un hermoso departamento entre luminosos cuadros, plantas y flores. Recuerdo bien que era primavera y las jacarandas lucían de forma majestuosa en toda la Ciudad de México. Fuimos la primera generación de becarios de la Fundación para las Letras Mexicanas del área de ensayo literario a su casa por invitación suya, había sido parte del jurado y tenía intención de conocernos, nos ofreció un delicioso té y unas galletas recién horneadas, nos preguntó de qué trataban nuestros proyectos y agradeció afablemente; cuando tocó al final mi turno, dije que había presentado un proyecto sobre “El cuerpo en el arte contemporáneo” y me comentó que si no había mandado otro proyecto o escrito más, y le dije que sí, que había escrito algo sobre la “Cábala, caída y creación humana”, entonces sus ojos brillaron y elogió mi texto y me dijo que tenía muchas posibilidades de ahondar en el tema; dicho texto sirvió de borrador para un capítulo de mi libro Imágenes de la imaginación (México, FLM-Tierra Adentro, 2006). Gracias a ese borrador de texto fui elegido para ser miembro de la primera generación de becarios de la Fundación para las Letras Mexicanas. Como muchas cosas que realmente han sido significativas en mi vida, me cae el veinte mucho tiempo después; soy de lento aprendizaje. En aquella ocasión la escritora de origen sefardita nos animó a seguir escribiendo, leyendo, escuchando, abriendo todos los sentidos al misterio de las cosas. Celebró nuestra juventud y nuestra búsqueda literaria. Sin protocolos, la velada fue festiva, amena e íntima. Me regaló un par de libros que he releído muchas veces. Aún conservo dichos obsequios: Conato de extranjería y El canto del peregrino, ambas obras cuidadosamente publicadas en 1999, se trata de obras maestras que conjuntan poesía, meditación sosegada y reflexión atenta al mundo y al hombre moderno en su peregrinar sin rumbo.

La escritora y profesora de la UNAM, española nacida en 1936 en Hyères Francia, llegó a México muy joven y en 1954 adquiere la nacionalidad mexicana. Su obra explora todos los géneros con soltura y gracia, haciendo de la experimentación lingüística y la reflexión pausada sus señas de identidad. Rompeolas (México, 2012), cristaliza la reunión de su obra poética en el Fondo de Cultura Econó-

mica, en 700 páginas despliega una vocación vigorosa sostenida entre la mística judía y la exploración de las vanguardias modernas, pero en todo caso la manufactura resulta excelente y el rigor poético se equilibra con la pasión por una lucidez clarividente sin concesión alguna.

El exilio y el nomadismo son temas y problemas que trata la pensadora trasterrada a partir de su experiencia personal y familiar, pero también como motivos centrales del ser moderno y del ser humano en general. El siglo del desencanto (2002) es una obra que aborda los autores y cuestiones que más me interesan de la literatura y del pensamiento moderno y lo hace con un estilo discreto, elegante en una prosa mesurada y finamente argumentada. La sugerencia antes que la retórica apabullante. Es como si quisiera conversar con el lector de algo que le interesa tanto al que escribe-habla como al escucha. La fineza de sus escritos está siempre presente, incluso en su hermoso prólogo-ensayo a La Guía de perplejos de Maimónides la autora hace gala de una erudicción rigurosa discretamente expuesta en su prosa ágil y fresca. Digna heredera de los grandes maestros del ensayo, la hondura metafísica apenas está sugerida invitando al lector a extraer sus propias conclusiones.

Recientemente he vuelto a la hermosa obra En el Jardín de la Cábala (México, Conaculta, 2008), es un libro en el más puro estilo borgesiano que recrea fábulas y cuentos judíos entre la ficción, la poesía y la sabiduría rabínica. Escrito con una prosa exquisita, el libro expone en breves relatos el pensamiento y la tradición judía antigua y sus variaciones modernas en autores como Kafka, Benjamin y Scholem, entre otros. Toda su obra está llamada a volverse clásica, pues amalgama de forma equilibrada belleza, profundidad metafísica y sabiduría humana. Constituye una meditación sosegada sobre nuestra condición fronteriza limítrofe: la experiencia del exilio humano ante Dios y la hecatombe de los totalitarismos del siglo XX. Para Muñiz-Huberman no se puede pensar ni concebir realmente al ser humano sin su espejo de trascendencia divina. Arte, literatura, mitos, religiones y filosofía están ahí –según ella– para recordarnos nuestra vocación humana de trascendencia que se proyecta desde nuestra humana condición mortal. Somos seres para la muerte, pero nuestra vocación de trascendencia atraviesa el corazón de la inmanencia y desde la finitud nos conducen al reino de la creación humana como espejo de la creación divina que emulamos en

cada instante y que nos hace únicos y universales.

Las creaciones literarias y artísticas están ahí para recordarnos, más allá de nuestra miseria, finitud y mezquindad, nuestra humana vocación irreductible a toda aprehensión. Creación es libertad pura en el jardín infinito. Me gustaría volver a conversar con ella y decirle todo lo que su obra y su trayectoria ejemplar han significado para mí, y comentar que, desde otro punto de partida, otros autores e ideas he atisbado la misma reflexión en torno a nuestra condición humana fronteriza limítrofe y la exigencia de replantear el arte y la literatura desde una perspectiva ético-políticapoética capaz de repensar la creación humana como espejo del universo. Y aunque nunca tomé clases con ella, el magisterio de Angelina Muñiz-Huberman está presente en lo que escribo, pienso, leo e imagino. Su obra representa para mí una esperanza de hacer de la creación humana una puerta cósmica. Imagino poder verla y contemplar su rostro sereno resplandeciente de mujer sabia y generosa. Y escuchar su límpida voz profunda que hace eco de voces silenciadas por la barbarie y el genocidio. Voces que, a su vez, hacen eco de esas voces otras del jardín secreto de la creación.

lA GuAldRA No. 582 // 10 de julio de 2023 8 Literatura
Angelina Muñiz-Huberman. Foto tomada de la Academia Mexicana de la Lengua
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