Un año de soledad

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SUPLEMENTO ESPECIAL • 22 DE MARZO DE 2021 DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE

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Fotos Marco Peláez

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Foto Yazmín Ortega Cortés

finales de 2019 nadie fuera de China imaginó que una nueva y desconocida enfermedad surgida en Wuhan pondría a la humanidad ante la más grave amenaza sanitaria de cuantas han conocido las generaciones que hoy están vivas. En México aquel fenómeno parecía más que remoto. En la primera ocasión que se incluyó la sección “El pulso de la salud” en las conferencias matutinas del presidente Andrés Manuel López Obrador, el 21 de enero de 2020, el mandatario, apoyado por el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, presentó un ambicioso plan de fortalecimiento del sector salud basado en la recuperación de cientos de hospitales abandonados o a medio construir que dejó en herencia el régimen anterior, la desaparición del Seguro Popular y su remplazo por el Instituto de Salud para el Bienestar, la contratación de 80 mil profesionales de la salud en una primera etapa (el déficit era de 200 mil médicos, enfermeras, laboratoristas y demás), el combate a la corrupción en la adquisición de medicamentos y la centralización de las compras correspondientes. El primer caso confirmado de Covid-19 se conoció a finales de febrero. Ese día el equipo a cargo de coordinar los esfuerzos nacionales contra el coronavirus llevó a cabo una comparecencia pública y desde entonces las conferencias diarias no se han detenido. En estos casi 13 meses buena parte de los habitantes del país han aprendido de esa forma nociones básicas de epidemiología, infectología y salud mental, se ha familiarizado con tecnicismos médicos y ha desarrollado reflejos preventivos inestimables. Pero este formidable esfuerzo comunicacional para mantener a la población informada, una condición indispensable para que las medidas de mitigación tengan efectividad, ha sido sólo una pequeña parte del trabajo que ha debido realizarse para hacer frente a la pandemia.

La pregunta de si el empeño nacional ha sido o no exitoso no puede ser respondida de manera simple. A la vista de la cantidad de personas que ha matado el Covid-19 (alrededor de 200 mil hasta este momento) y habida cuenta de la inesperada persistencia de los contagios, habría que responder que no; que al igual que en casi todos los otros países, la estrategia contra la pandemia ha resultado insuficiente y frustrante. Pero el objetivo principal del sector salud no era impedir la propagación del virus –porque eso era una tarea imposible– sino frenar su velocidad para que diera tiempo a la reconversión de clínicas y a la instalación de centros de salud nuevos, a fin de que ningún enfermo grave se quedara sin atención hospitalaria, y eso se ha logrado hasta ahora. Lo cierto es que en cuestión de semanas –desde el 27 de febrero hasta el 23 de marzo, cuando el salto en la tendencia de los contagios llevó a las autoridades sanitarias a establecer la Jornada Nacional de Sana Distancia– se llevó a cabo un trabajo difícilmente mesurable de preparación en todos los órdenes del sistema de salud pública, un trabajo que no se detuvo cuando las cifras de infecciones y de muertes iniciaron su crecimiento exponencial. Todo ello ocurrió en medio de una crisis mundial de insumos de protección, de medicamentos auxiliares, de aparatos de ventilación mecánica, y cada una de esas carencias hubo de ser superada mediante muchos esfuerzos conjuntos. La sociedad entera asistió con el corazón en un hilo a las noticias sobre la obtención de cubrebocas de uso clínico, guantes de látex y vestimentas de protección en los desabastecidos mercados internacionales, la compra precipitada de ventiladores mecánicos y hasta la adquisición de los anestésicos requeridos en las maniobras de intubación de los pacientes graves.


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El cuerpo médico del país se enfrentó de golpe con la infección multiplicada de sus propios integrantes –muchos de los cuales enfermaron de gravedad o murieron– y con subidas inéditas de la mortalidad de los enfermos. Ante la escasez de objetos de protección, pasantes universitarios fueron retirados de los hospitales y hubo de realizarse una vertiginosa labor de capacitación, entrenamiento y reorganización del personal clínico para poder atender a los cientos y luego miles de personas que llegaban a los hospitales con niveles críticamente bajos de oxigenación. Ante las carencias, el personal de salud ha dejado de dormir y de comer, ha cambiado de lugar de residencia para reforzar en los focos rojos de la epidemia y no sólo se ha contagiado del virus en una dolorosa proporción, sino también de la desesperación de los familiares de los pacientes y el dolor de los parientes de los fallecidos. Fue el caso de los patólogos del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, quienes comprendieron la necesidad de los deudos de contemplar por última vez el rostro de sus difuntos e idearon para ello un procedimiento que les permitiera verlo. Además del virus, México tuvo que hacer frente a epidemias simultáneas: la de la especulación con material clínico, la de la desinformación –que fue bautizada como infodemia– y la de los prejuicios. La primera pudo sortearse con la importación masiva de cubrebocas, guantes y ventiladores; la segunda, mucho más perniciosa y duradera, derivó en una verdadera guerra de descalificación a las autoridades sanitarias que aún no termina; la tercera se tradujo en agresiones callejeras en contra de enfermeras, médicos y personal hospitalario, movidas por la superstición (no hay otra palabra posible) de que el personal médico era contagioso. Las especies conspiracionistas y leyendas urbanas sobre el origen del coronavirus o sobre su pretendida inexistencia no estuvieron ausentes en el país, pero fueron significativamente menores que en Europa occidental y Estados Unidos. El impacto económico causado por las medidas de mitigación fue brutal en el mundo, incluido, desde luego, México, aunque aquí se vio atenuado por dos singularidades: la primera fue la estrategia de confinamiento no dirigida a la gente sino a sectores económicos no esenciales, por lo que en el ámbito federal no hubo medidas coercitivas para los individuos; la segunda ha sido el margen de subsistencia que millones de personas han encontrado en los programas sociales en curso, los cuales han asegurado un ingreso –insuficiente, sin duda, pero vital en la circunstancia– a millones de familias cuFoto Afp

yos integrantes pudieron abstenerse de salir de sus viviendas y de realizar sus actividades productivas habituales gracias a las becas, las pensiones y las ayudas otorgadas por la Secretaría del Bienestar. Más allá de los brutales golpes que la epidemia ha propinado a la salud colectiva y a la economía, la interrupción parcial o total de la vida laboral, social, educativa, deportiva y religiosa y de buena parte de las actividades recreativas más usuales ha causado a la población mexicana una afectación menos tangible, pero no por ello menos severa. Niños y jóvenes han padecido una virtual cancelación de su presencia en el mundo, con las inevitables secuelas sicológicas que el hecho conlleva. La gente en general ha vivido un año de soledad, de aislamiento físico y de forzada reinvención de sí misma. Nadie sabe cuándo podrá proclamarse la derrota de la pandemia, pero es indudable que cuando eso ocurra la sociedad habrá quedado, para bien y para mal, drásticamente transformada. Una de las perspectivas dignas de mención, en este sentido, es que la crisis sanitaria ha arrasado sectores como el turístico y la industria del transporte, pero al mismo tiempo dado un formidable impulso a nuevos modelos de negocio, a la cultura digital y a las telecomunicaciones. Con todo y sus mutaciones, el virus es el mismo, pero el impacto de su propagación es distinto en cada país. Distintas son también las posibilidades de acceso a las vacunas, cuyo desarrollo en cuestión de meses ha significado un triunfo de la ciencia y de la industria farmacológicas pocas veces visto. Pero también ha dejado en evidencia la inhumanidad y el egoísmo de un modelo económico y político que lleva al acaparamiento de un medicamento crucial por parte de los países ricos en detrimento de un centenar de naciones que aún no han podido iniciar sus campañas de vacunación por falta de recursos para adquirir las preciadas dosis de los biológicos. En el nuestro, con excepciones, los puestos de vacunación han congregado a una población emocionada, organizada y generosa. Algunas familias han llevado a sus adultos mayores a través de largas distancias en carritos de albañil, o incluso a cuestas, para que reciban la inoculación. Gente de todas las condiciones se ha conmovido y ha festejado la inyección con la certeza de que es su salvoconducto a la inmunidad. Para ofrecer algunos puntos de referencia, se presentan en este suplemento especial visiones de la pandemia en Argentina, España y Rusia, así como crónicas que ponen rostro a experiencias trágicas, esperanzadoras o paradójicas vividas en estos meses de crisis sanitaria aún incierta e impredecible: el año de soledad por el que han pasado México y el mundo. u Foto Marco Peláez


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Covid-19, gran reto para un sistema de salud con añejos problemas en México

Traslado de un paciente con el nuevo coronavirus. Foto Cristina Rodríguez

ÁNGELES CRUZ MARTÍNEZ

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ntes de que se confirmara el primer caso de Covid-19 en México, el 27 de febrero de 2020, ya se tenía el plan de respuesta hospitalaria. Las noticias sobre el nivel de afectación en los países de Europa cuyos servicios de salud estaban desbordados y el rápido avance del coronavirus hacia otras regiones del mundo, alertaron a las autoridades sobre la necesidad de contar con la mayor cantidad de camas y equipos de cuidados intensivos. El reto era ingente, pues desde antes de la pandemia se había identificado el déficit en infraestructura y personal de salud para la atención de enfermedades comunes. El gobierno federal había informado meses atrás que, a causa del abandono en que se mantuvo durante años al sistema nacional sanitario, faltaban más de 200 mil trabajadores, había más de 300 obras de clínicas y hospitales inconclusas, así como instalaciones con carencias severas de equipamiento y deterioro por falta de mantenimiento. Así encontró la pandemia de Covid-19 a México. Además de hacer frente a los añejos problemas del sector, surgió la imperiosa necesidad de habilitar los espacios para la atención de personas afectadas por un virus desconocido, altamente contagioso, capaz de provocar complicaciones graves y una elevada mortalidad, principalmente en adultos mayores. El principal objetivo que se trazó la administración federal fue garantizar que hubiera camas disponibles en el país para todos los enfermos; que nadie se quedara sin recibir la atención médica como ya se había visto en países de Centroamérica, donde incluso las personas morían en la calle. Con ese fin se diseñó el plan de reconversión hospitalaria. Consistió en hacer las modificaciones necesarias en los nosocomios para convertir las camas generales de

internamiento en áreas de cuidados intensivos para personas con falla respiratoria. Gustavo Reyes Terán, titular de la Comisión Coordinadora de los Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad (CCINSHAE), encargado de la reconversión, explicó en diversas ocasiones que se debería contar con las camas, infraestructura eléctrica de compresión y mezcla de gases, ventiladores mecánicos, bombas de infusión (para la administración de medicamentos o nutrientes al sistema circulatorio) y máquinas de hemodiálisis, porque una complicación frecuente de los pacientes con cuadros graves es la falla renal. Es lo básico, pero también es indispensable contar con el personal médico especializado en la atención de enfermos en condición crítica. Esto fue otra parte del desafío

Foto Marco Peláez


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Gustavo Reyes Terán (de brazos cruzados) preside una reunion alusiva a la reconversión hospitalaria. Foto La Jornada

porque México tiene una insuficiente cantidad de expertos neumólogos, intensivistas, anestesiólogos, entre otros, y personal de enfermería con especialidad. Hubo necesidad de hacer contrataciones e integrar los “Equipos Covid”, los cuales han sido liderados por un médico especialista en alguna de las áreas de cuidados críticos. El experto capacita y supervisa el trabajo del resto del grupo de médicos y enfermeros. Así, a la par de los diferentes planteamientos de respuesta social y económica para hacer frente al escalamiento de los contagios con el nuevo coronavirus, el sistema de salud trabajó en la reconversión hospitalaria. En esa ruta se movilizaron las instituciones de salud federales y de los estados. Hubo diferentes fases para aumentar la capacidad de atención. Se designaron hospitales Covid, es decir que sólo atenderían a personas con la infección. Eso implicó trasladar a los afectados por distintos males a otros nosocomios y dar de alta a quienes estaban en condiciones de continuar los tratamientos en sus domicilios. También muy pronto se observó que la afectación por el virus sería mayor en las urbes más densamente pobladas, empezando por Ciudad de México y los municipios conurbados del estado de México. /6P

Foto Marco Peláez

Foto Luis Castillo


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Por eso, en la primera etapa de la reconversión, los hospitales Covid-19 dependientes de la CCINSHAE pasaron de 132 a 400 camas de terapia intensiva en febrero; en mayo ya se contaba con 502 espacios de esa naturaleza. En el INER y el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán se suspendieron los servicios de las diferentes especialidades para recibir sólo enfermos de Covid-19. En tanto, los hospitales General de México, Juárez, Gea González, Infantil de México, Regional de Alta Especialidad de Ixtapaluca y el Instituto de Cardiología han sido híbridos. Esto es, atienden el coronavirus y a personas con otros padecimientos, cuya atención no es posible posponer. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en cuyos hospitales han sido internados alrededor de 180 mil pacientes, que representan más de la mitad de personas que han estado hospitalizadas a causa de la pandemia en el país, pasó –según información oficial– de 463 camas de cuidados críticos a casi 19 mil, las cuales representan 51 por ciento de la infraestructura hospitalaria del organismo, incluidos los espacios en el programa IMSS-Bienestar. Foto Luis Castillo

Además de liberar camas de los hospitales, el Seguro Social instaló 17 unidades de extensión en instalaciones anexas a los nosocomios con 639 camas; otras 412 se consiguieron con la apertura anticipada de cinco hospitales, algunos nuevos y otros que habían sido reconstruidos. También contó con tres unidades temporales en Nuevo León, Zacatecas y Durango con 150 camas y firmó contratos de arrendamiento de otros cuatro inmuebles con 452 espacios para enfermos; entre estos, el Autódromo Hermanos Rodríguez en la capital del país, donde es posible recibir hasta 342 personas. Una medida adicional fue el convenio de colaboración entre el gobierno federal y los hospitales privados, con la finalidad de que éstos atiendan a personas con condiciones de salud y enfermedades diferentes al coronavirus. Eso contribuyó a preservar la mayor cantidad de espacios en los hospitales públicos para pacientes con Covid-19. El Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) creció de mil 160 camas generales a 2 mil 633; y de 528 con ventilador a mil 320. A la estrategia se sumó la Secretaría de la Defensa Nacional que, además de recibir enfermos en sus hospitales, el personal militar tiene a su cargo la operación de 32 nosocomios en diferentes entidades de la República. Desde los primeros reportes sobre el avance de la pandemia, la Secretaría de Salud incluyó los datos sobre la disponibilidad de camas de hospital. En abril de 2020, ya en la fase 3 de la emergencia sanitaria, se contaba con 11 mil 953 generales y con ventilador. La cifra incluye la infraestructura de los servicios federales y estatales. Para el pasado enero, cuando las repercusiones del rebrote de Covid-19 eran evidentes en los hospitales, el número de camas aumentó a 34 mil 517 las generales y 10 mil 664 las que tienen ventilador. El primero de marzo eran 31 mil 721 y 11 mil 38. Para lograr la reconversión hospitalaria se tuvo que suspender las consultas médicas no urgentes y cirugías. Sólo en el Seguro Social, en 2020, se redujo a la mitad las consultas de especialidad en contraste con 2019; mientras, las cirugías disminuyeron 47 por ciento. u

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Foto Yazmín Ortega Cortés

¿Habrá esperanza para los más golpeados por la pandemia?

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arco Peláez, fotorreportero, se dejó guiar por lo que –dice– le aprendió a la vieja guardia periodística de La Jornada y decidió, desde el inicio de la pandemia, que esa era una oportunidad de voltear a ver a los que nadie ve. Partió de una pregunta: “¿Va a haber esperanza para los más jodidos, que van a ser los más golpeados por el Covid?” Tenía esa pregunta en mente cuando, circulando por la lateral del periférico, vio a un indigente. Se orilló, bajó del coche enfocando al hombre cubierto de la mugre de muchos años. Oyó que le decía: “Acércate, ya me puse gel en las manos, no tengas miedo”. Siguió documentando la vulnerabilidad de los habitantes de los callejones más desamparados de la ciudad, donde si acaso San Judas vela por los que viven, comen y duermen hacinados y buscan el pan de cada día en la calle, sin oportunidad de acatar el “quédate en casa”. Mientras, tiraba anzuelos en las instituciones médicas hasta que consiguió los permisos para ingresar al área Covid de los hospitales públicos, “con mi estúpida seguridad de ser un joven adulto sano y fuerte. Me creí invencible ante el virus”. Al cabo de nueve meses de trabajo, de vestir como astronauta y pararse al pie de la cama de los enfermos, incluso los más graves, para fotografiarlos; de presenciar procesos de intubación, de esperar pacientemente la historia periodística en el interior del área de patología del INER, entre bolsas con cuerpos de los recién fallecidos, de aventurarse a las orillas de los cementerios más marginales y ser testigo del dolor rabioso de los deudos, su “estúpida seguridad” dejó de funcionar como escudo y enfermó.

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Fotos Marco Peláez


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Su caso, y el de su compañera Clelia, fueron graves, prolongados, complicados. Se contagiaron –no saben dónde– en el peor momento, la cresta de la ola, finales de diciembre, lo que hizo que decidieran no moverse a un hospital y permanecer en su casa. Apenas en febrero empezaron a recuperarse. “ENTENDER MEJOR LO QUE ES EL DOLOR DE LAS PERSONAS” Entre la enfermedad contagiosa, la cuarentena obligatoria, los fallecimientos a niveles sin precedente y los duelos que no se pueden cerrar por completo por las medidas sanitarias que cancelan todos los rituales funerarios, los reporteros, editores y redactores viven, además de su propio riesgo de contagio, desafíos extraordinarios. “Pero son vivencias que te permiten también entender lo que es el dolor de las personas”, sostiene Ángeles Cruz, reportera de este diario. Es la decana de la fuente de salud en el periodismo mexicano. Tras 25 años de reporteo explorando las ricas vetas de información de las instituciones, los hospitales privados y públicos, los laboratorios, centros científicos y demás entramado relacionado con el tema, la pandemia la encontró con el control de cientos de hilos y contactos que le han dado –aun en su confinamiento– un flujo incesante de información de primera mano. A pesar de lo frustrante que ha sido reportear desde el confinamiento, a distancia, la pandemia también ha sido una oportunidad de aprendizaje.

TRABAJAR CON LA AGONÍA ALREDEDOR Peláez empezó a tener acceso. Primero fue al área donde el personal de salud se pone las distintas capas del equipo de protección. Las imágenes más fuertes las hizo cuando enfermeras y médicos terminaban su turno, se quitaban las caretas y cubrebocas y mostraban sus rostros tumefactos. Luego accedieron a las áreas de terapia media e intensiva. “Toda era gente humilde; todos contagiados en sus trabajos”. Luego de disparar la cámara en medio de tanta agonía, en la Mesa de Redacción sus fotos dejaban mudos a los editores. Documentó panteones y la apertura acelerada de nuevas sepulturas. Un día fue a Xico, al cementerio del Valle de Chalco-Solidaridad. Al fondo del camposanto se preparaba otro predio para dar cabida a más fosas. El ritmo habitual de ocho entierros al día se había triplicado. “Me llamó la atención una mujer que gritaba. Me acerqué poco a poco. Un hombre, con la mirada llena de ira, me confirmó: era su hermano y murió por Covid.” Reportear la pandemia no sólo es riesgoso; implica también romper algunos candados que han impuesto las autoridades. En su opinión, en esta crisis tan prolongada la gran revelación ha sido hasta qué punto fue desmantelada en los años previos la salud pública. “No hay modo de ocultarlo”. MALA SALUD: EL PEOR CÓMPLICE “Hace poco el Instituto de Nutrición dio a conocer un estudio donde describen esos factores. Un ejemplo:


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Fotos Marco Peláez

ingresan 100 pacientes que requieren intubación, pero sólo hay 42 ventiladores. Y eso que es un hospital de alta especialidad. No quiero ni pensar en lo que pasó en los estados. “ —¿En tu impresión, a México le fue mejor o peor que a otros países? —Lo que pasa es que aquí hay muchos más factores que la falta de equipo o médicos. Está la mala salud de los mexicanos por su situación de diabetes, obesidad, hipertensión. El gobierno lo ha dicho, pero esas cosas no permean en los medios, donde todo son críticas. No digo que todo lo han hecho bien. Pero no todo lo han hecho mal. “También es cierto que, por la razón que sea, por miedo o las campañas de desinformación, la gente no iba a los hospitales o llegaba demasiado tarde, cuando ya poco se podía hacer. “Me lo dijo el doctor Hugo López-Gatell en una entrevista. Al principio no fue insistente el mensaje oficial de que los enfermos no se esperen, que fueran al primer síntoma. Y no lo decían porque todavía no había suficientes camas. Así de crudo. —El gobierno ha privilegiado la famosa conferencia de prensa vespertina de Los Pinos como principal vía para informar. Hoy algunos ven signos de desgaste. ¿Cuál es tu reflexión? —Pues al principio íbamos muchos periodistas, se hacían las preguntas necesarias porque todo era novedad y sí, el doctor Hugo López-Gatell y otros, como el doctor Gustavo Reyes Terán, son muy buenos comunicadores. Pero después de más de un año de conferencias (empezaron el 22 de enero) hay un desgaste, hay que reconocerlo. u


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Alza de contagios y agotamiento de recursos médicos Guadalajara, en marzo de 2020. Foto Arturo Campos Cedillo

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se lunes 23 de marzo los elevadores en los edificios de oficinas se detuvieron. Nadie subía ni bajaba. Los negocios, pequeños y grandes, bajaron sus cortinas. La muchedumbre que llena el Metro y los autobuses de las ciudades se ausentó. Los parques quedaron desiertos. “Peligro, zona de alto contagio”, alertan anuncios amarillos en las cercanías de los grandes hospitales reconvertidos para la atención del Covid, en la entrada de algunos de los mercados más populosos y en el transporte público. Se suspendieron las clases de todas las escuelas y universidades. Desde entonces los estudiantes no han vuelto a pisar un aula ni un patio de recreo. Se cumple un año del día que inició el confinamiento “a la mexicana” para evitar en lo posible la transmisión de una enfermedad de la que se desconocía todo, excepto que era de origen viral, altamente contagiosa, que atacaba sobre todo vías respiratorias y que en su versión más grave era mortal sin que se conociera, hasta la fecha, alguna cura. Se le llamó Jornada Nacional de Sana Distancia a la instrucción oficial de cerrar masivamente las actividades laborales, educativas y de entretenimiento –todo menos lo que se calificó de esencial: salud, seguridad, sector eléctrico, limpieza, combustibles, transportes. Detrás de las puertas cerradas de cada casa se instaló la soledad, el aburrimiento, la incertidumbre, nuevas –muchas veces incomprensibles– formas de trabajar, aprender, abastecerse y relacionarse “en línea”. En muchos casos, episodios de depresión y ansiedad, violencia (sobre todo contra niñas y mujeres), adicciones agravadas. Abrazos y besos, incluso saludos de mano, erradicados. Era temporada de las jacarandas, los mangos y el buen tiempo que ya nadie podría disfrutar. Ni futbol ni gimnasios, ni cines, teatros o museos. En las grandes urbes la bulliciosa vida nocturna calló. La navegación aérea bajó a sus mínimos históricos. Los supermercados parecían ser los únicos sitios atareados, con las compras de pánico previsibles (el papel de baño en

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22 • MARZO • 2021 su rol estelar) y una clientela tensa que aprendía apenas a usar cubrebocas y erraba a la hora de evitar el contacto físico con los demás. Era todavía la fase II, con apenas cuatro fallecimientos registrados y 316 confirmados por SARS-CoV-2 en México. Ante el rápido ascenso de los contagios y las hospitalizaciones, 26 días después, 21 de abril, se declaró la fase III. “¿NOS VOLVEREMOS A VER?” El 27 de febrero –26 días antes– el virus había llegado al país alojado en el cuerpo de un joven que había estado en Italia. En esos días ese país se perfilaba como epicentro de la pandemia, superando los casos de China, lugar de origen. El 19 de febrero el equipo de futbol de la pequeña ciudad de Bérgamo jugaba en la Champions League en Milán. Cerca de 40 mil hinchas lugareños se trasladaron al estadio donde, al parecer, explotó algo que se ha llamado “una silenciosa bomba biológica”. Un mes después, solo en ese pueblo, más de mil aficionados habían muerto. Dos semanas después –10 de marzo– la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió la declaratoria que definía la emergencia de salud global como una pandemia. El virus ya cobraba víctimas en una veintena de países y corría rápidamente. Ese día México decretó la fase I de la emergencia. El mexicano que había viajado a Italia, atendido en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, sobrevivió, por cierto. Ocho días después se produjo aquí el primer deceso. El subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, designado vocero y estratega del manejo de la pandemia, emitió previsiones preliminares: si la crisis se generalizaba, 70 por ciento de la población podría sufrir contagio en algún momento. De esta franja, 500 mil casos podrían ser graves. Transcurrido el año es evidente que hacer previsiones era imposible. Ningún país pudo hacer pronósticos precisos. En Estados Unidos, Anthony Fauci, director del Instituto de Enfermedades Infecciosas y asesor presidencial para la pandemia (primero con Donald Trump y ahora con Joe Biden) preveía que en esa nación se podían alcanzar 200 mil muertos. Un año después, ese país cruzó la línea del medio millón de muertos por Covid, el equivalente del total de es-

Foto Marco Peláez

tadunidenses muertos en la Segunda Guerra Mundial y las guerras de Corea y Vietnam. Alertando a la humanidad para una pandemia larga y de efectos impredecibles el secretario general de la OMS Thedros Gherbeyesus pidió a todos los países a prepararse para una crisis como no había conocido el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Esas palabras le quedaron rondando a Mary Ann Amoore, jubilada que se dedica a la terapia craneosacral. “Tomé conciencia de que se nos venía encima un evento desconocido, quizá parecido a lo que vivieron nuestros padres. Sin la violencia de una guerra, pero sí como una oleada devastadora”. Su madre Wiem Feith, holandesa, fue prisionera en los campos de concentración de Japón en Indonesia. A Thomas Amoore, su padre, le tocó vivir en Barcelona la Guerra Civil y la gran guerra. / 12 P

Madero, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Foto Marco Peláez


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Expresiones de apoyo a médicos del Centro Médico Nacional 20 de Noviembre del ISSSTE. Foto Pablo Ramos

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“Cuando la cuarentena se instaló en mi cabeza pensé, muy fugazmente, algo que creo que todas las familias que viven un conflicto se preguntan cuando tienen que separarse: ¿Nos volveremos a ver? ¿Volvería a ver a mi hijo y a mi nieta que viven en Europa?” Un año después “vemos que esto no fue una guerra, pero sí una catástrofe que trastocó muchas vidas. Para mí, que vivo sola, ha sido más como aquella película de los noventa, El día de la marmota, donde el protagonista se despierta cada mañana en el mismo día”. “O ME MUERO DE COVID O ME MUERO DE HAMBRE” En una entrevista con Elena Poniatowska, López-Gatell recuerda el momento en que se tomó la decisión del cierre de actividades. Ese día el médico platicó durante casi una hora con el presidente Andrés Manuel López Obrador, en Palacio Nacional. El mandatario le dijo: “No olvides la desigualdad social… ten mucho cuidado, que no se pierda la dimensión social de las acciones de salud pública”. Ese ha sido el eje de la respuesta gubernamental: el imposible equilibrio entre ejercer un confinamiento estricto, más efectivo para contener la pandemia, y paliar el impacto brutal de una parálisis en una economía profundamente desigual. El dilema expresado por mucha gente en los sectores populares –“o me muero de Covid o me muero de hambre”– estuvo siempre en el centro de las decisiones. No ha sido fácil que la población acate las normas del confinamiento. El 29 de marzo, datos oficiales revelaban que cesar la movilidad en el espacio público sólo se había logrado en 30 por ciento. La recomendación de las autoridades sanitarias para el confinamiento –“Quédate en casa”– se diluía frente a una agenda presidencial activa y con un mandatario que se hacía grabar comiendo en una apetitosa fonda en Oaxaca: “¿Por qué no ir, si no está prohibido?”. A pesar del aceleramiento de la pandemia, el crecimiento exponencial de los contagios, el agotamiento de los recursos médicos, el modelo mexicano de cuarentena fue laxo y descansó en la confianza a la responsabilidad de las personas. Poco tiempo después el Instituto Nacional de Salud Pública presentó su balance: seis de cada 10 adultos vieron disminuidos sus ingresos a partir del confinamiento; una tercera parte declaró que algún miembro de su hogar perdió el empleo y uno de cada tres experimentó inseguridad alimentaria. En las calles quedaba, visible, el testimonio de esta otra catástrofe: miles de pequeños negocios cerrados, quebrados.

La jornada de sana distancia se pensó para 50 días, pero se mantuvo por 70, hasta el 30 de mayo. El primero de junio dio inicio otro modelo de confinamiento dentro de lo que se llamó “la nueva normalidad”, con un Semáforo Epidemiológico que mediría, en colores, la intensidad de la pandemia en cada estado. De 32 entidades, 31 quedaron en rojo. Más de 65 por ciento de las camas disponibles en los hospitales estaban llenas. Entre mayo y julio del año pasado se vivió el pico de la primera ola. Y se desataron múltiples polémicas en torno a la utilidad (o no) del cubrebocas y las pruebas de laboratorio; la supuesta manipulación de las estadísticas o la pertinencia de medidas coercitivas. Desde estados gobernados por el PAN y el PRI se politizó a tal grado el debate que incluso se llegó a insinuar una ruptura de la federación. ¿ROJO O “NARANJA AL LÍMITE”? En pleno repunte, el fin de 2020 avivó las contradicciones. La OMS pide a líderes del mundo usar cubrebocas. En México la petición no permea en los hábitos del Presidente. Se hace un llamado oficial a evitar tumultos. Y, decisión histórica en este país guadalupano, anuncian que el 12 de diciembre la Basílica de Guadalupe estará cerrada. Pero la foto cotidiana en diarios es de aglomeraciones, compras y fiestas. Se asegura que no habrá saturación de hospitales. Diario se conocen historias de familias que buscan y no encuentran una admisión hospitalaria. Son ocho entidades con saturación, notablemente el Valle de México, donde el límite para pasar a semáforo rojo era de 5 mil 124 camas ocupadas. Están con pacientes graves 5 mil 174. A pesar de que en algunos hospitales clave las plantillas de médicos se ha aumentado 50 por ciento, la medida no es suficiente. El año se cierra con cerca de un millón y medio de casos confirmados y 124 mil 897 defunciones. Sólo durante la segunda oleada murieron por lo menos 30 mil personas cada mes. Se rompe otro récord: han muerto durante la pandemia 3 mil 471 médicos, enfermeras, camilleros y personal de limpieza en hospitales Covid; 228 mil han sido infectados. El 24 de enero se anuncia que el presidente López Obrador se contagió con Covid. Le va bien. En dos semanas está de vuelta en funciones a cara descubierta. El 20 de febrero toca turno a López-Gatell. “Moderado” es su diagnóstico, pero pasa varios días hospitalizado. En el primer círculo presidencial han enfermado, hasta ahora, 12 secretarios de Estado o funcionarios de primer nivel y 18 gobernadores.


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Anatomía de un virus mutante

¿HAY LUGAR PARA EL OPTIMISMO?

Todos los virus mutan naturalmente al replicarse, cambiando el genoma –material genético– que permite al virus funcionar. La variante B117 de coronavirus de Gran Bretaña se ha extendido ya a más de 30 países Coronavirus

Célula huésped humana Receptor ACE2*

Infección: El virus depende de la glico -proteína espicular para unirse al receptorACE2– punto de entrada a la célula humana para que el virus se replique *Enzima conversiva de angiotensina 2 B117: Ha alterado el dominio de unión al receptor conocido como N501Y situado en la proteína de espícula. La mutación facilita el acceso al receptor ACE2 El cambio incrementa la transmisibilidad en hasta 70%, los niños son ahora más susceptibles al virus

Proteína de espícula (S) Genoma Nucleocápside (N) La proteína cápside envuelve el genoma del ácido ribonucléico (ARN) Membrana (M) Envoltura(E)

Genoma: De 17 mutaciones de aminoácidos, ocho afectan la proteína de espícula. N501Y: El aminoácido asparagina es reemplazado por el aminoácido tirosina Fuentes: Covid-19 Genomics Consortium UK, Bloomberg, NCBI, ONS

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Desde el 30 de enero y todo febrero y lo que va de marzo la curva de casos empieza a caer de manera marcada y estable. En los informes oficiales diarios el acento se pone en la llegada de lotes de vacunas, a cuentagotas. Sólo cuatro países latinoamericanos han aplicado vacunas a grandes grupos: Brasil, Chile, México y Argentina. Baste este botón para mostrar la desigualdad mundial: a la fecha Estados Unidos (decidido a no compartir con ningún país, por aliado que sea, su superávit de vacunas) ha inoculado a 110 millones. México, apenas 5 millones de adultos mayores y personal de salud de primera línea. ¿Hay lugar para el optimismo? Las señales son mixtas. Hace tiempo el doctor López-Gatell advertía respecto a un futuro sin Covid: “No habrá un punto final. Lo más probable es que tengamos que aprender a vivir y convivir con un virus como el SARS-CoV-2”. Para evitar la tentación de que se echen anticipadamente las campanas al vuelo, el líder de la OMS Tedros Ghebreyesus advirtió que en el mundo, después de siete semanas a la baja, los casos de Covid empezaban a repuntar “porque algunos países bajaron la guardia frente a la pandemia”. No es lo que la mayoría de las personas quiere escuchar, ahora que las noches de luna y el buen tiempo despiertan nuevamente los ánimos gregarios. Es ficción, desde luego, pero en su libro La peste Albert Camus parece querer advertir una amenaza cuando describe a su personaje, el doctor Rieux, alejándose de los gritos de alegría del puerto de Orán, que se siente ya libre de la epidemia que lo asoló durante un año. “Sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles.” u Foto Marco Peláez


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La escuela, ese lugar desconocido Fotos Luis Castillo

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andra e Ikthan, como millones de alumnos de educación básica, han pasado un año sin jugar en el patio de su escuela. No han vuelto a ver a sus amigos ni a sus profesores, incluso, señalan, todavía no conocen personalmente a sus maestras de quinto grado de primaria, y tienen compañeros que sólo han visto a través de una pantalla. Extrañan correr y andar en bici en el parque o por la calle. Saben que la pandemia de Covid-19 cerró hace un año sus escuelas y paró muchas de las actividades que hacían hasta antes de la irrupción de un virus que cambió su infancia. “A veces es un poco difícil porque ya no convivo con niños de mi edad, ya no tengo esa etapa de juegos. Y aunque parece raro, lo que más extraño de mi escuela es estar en un salón, conviviendo con todos mis compañeros, porque puede que a veces saliéramos enojados, pero aprendes a convivir con ellos, a platicar, a ver la manera en que ven el mundo todo los demás”, señala Sandra, quien a sus 10 años, confía en que la pandemia pasará: “tengo esperanza que algún día vamos a regresar, pero debemos tomarlo con calma”. Expertos en temas educativos reconocen que uno de los mayores impactos con el cierre de los centros escolares es la pérdida del contacto social de niños y adolescentes, pero también del espacio en el que desarrollaban no sólo su aprendizaje, sino su identidad. Adolfo tiene 12 años. Cada tarde sale con su madre y hermana a vender puerta por puerta trapos de cocina. Dice que sus padres ya lo inscribieron a la secundaria, pero aún no la conoce ni sabe dónde está. Lo que más extraña es jugar con sus amigos, a quienes espera rencontrar en ese lugar desconocido que es su escuela. Su hermana Irene de 6 años tampoco conoce su plantel de primaria. Piensa que será un “lugar bonito, donde iré a conocer amigas y a una maestra que me enseñe las letras para poder leer”. Teresita Garduño Rubio, catedrática del Instituto de Investigaciones Pedagógicas y experta en sicopedagogía, afirma: “lo que más extrañan los alumnos es a sus compañeros y maestros, los juegos en el patio y la convivencia diaria, pero también han aprendido a ser más solidarios y han madurado enormemente, porque han tenido que enfrentar cosas que no esperaban, como la muerte de sus seres queridos, padres, abuelos, tíos, e incluso, hermanos”. La pandemia de Covid-19 cerró desde el 23 de marzo de 2020 poco más de 265 mil escuelas de todos los niveles educativos en México, por lo que 36.6 millones de alumnos de educación básica, media superior y superior suspendieron sus clases presenciales y adelantaron las vacaciones de Semana Santa de ese año, con lo que 2.1 millones de maestros también dejaron las aulas, sin que a la fecha se tenga certeza de cuándo habrá un regreso a los centros escolares.

LAURA POY SOLANO

Trascurrió casi un mes para que la Secretaría de Educación Pública lanzara a finales de abril del año pasado el programa Aprende en casa, que hasta ahora va en su tercera edición, con lo que se reanudaron las actividades educativas, pero sólo a distancia. Directores de educación primaria reconocen que “hay un enorme vacío en términos de relación humana. Tenemos alumnos que nunca han trabajado de forma presencial con sus profesores o niños de primero de primaria que todavía nos dicen señor, porque no asocian que están en actividades educativas como parte de una comunidad escolar”. “La pandemia nos reveló historias desgarradoras, como la de la madre que para sobrevivir trabaja día a día saliendo a la calle, y con ella va su hijo, un alumno de cuarto grado de primaria; o la madre soltera que vende dulces por La Merced y cuida de su hijo en el puesto, donde si hay Internet, se conecta y estudia.” Maestros y directivos de primaria admiten que el año de la pandemia de Covid-19 “ha sido duro por muchos factores, por la incertidumbre no sólo de cuándo vamos a volver, sino de cómo garantizamos la salud de todos en ese regreso a las aulas, tanto de profesores, como de alumnos y padres de familia.u


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Pendiente, una distribución justa de vacunas anti-Covid en el mundo Foto Luis Castillo

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HERMANN BELLINGHAUSEN

n el tiempo que lleva la pandemia hemos sido testigos de una hazaña científica formidable, obligada por las circunstancias, y éstas, sí, inducidas por el capitalismo, la globalización sin freno y la destrucción del medio ambiente. Puso a prueba no sólo desarrollos biotecnológicos no probados todavía en humanos, sino la capacidad de colaboración y acción conjunta de grupos de investigación en el mundo entero y las empresas del ramo, de conocidas mezquindad y avaricia competitiva. Con sus limitaciones e incertidumbres de largo plazo, las vacunas producidas al iniciar 2021 marcan un hito científico que en cierto sentido se equipara a la llegada del hombre a la luna, aunque con un interés humano infinitamente mayor. Especialistas consultados por La Jornada coinciden en la valoración de esta hazaña, en su novedad. Hasta ahora, la obtención de nuevas vacunas de uso humano requería varios años. A veces muchos. En el caso del Sida, el primer posible generador de anticuerpos útiles tomó 10 años y sigue en fase experimental; esa pandemia data de hace más de tres décadas. Contra el VIH se obtuvieron tratamientos que curan a los ya infectados, pero la inmunización no existe. Como destaca el neumólogo Justino Regalado Pineda, subdirector médico del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), la lucha global contra el Covid-19 generó una labor colectiva donde la colaboración fue la clave, así como la participación decidida de la mayoría de los gobiernos. Una pandemia de la escala de la actual, nunca antes vista, sólo podrá considerarse controlada cuando la humanidad alcance una masa suficiente de inmunidad colectiva para resistir al virus Sars-CoV-2. Cuando los contagios queden reducidos. Aunque debemos hacernos a la idea de que este virus llegó para quedarse y, como apunta la investigadora Laura Palomar, del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNAM, “en adelante habrá que vacunar a los que nazcan”. Lo importante es mantener a raya el patógeno, como sucede con el tétanos, la hepatitis o la polio. Para lograrlo se cuenta con sólo dos armas: la prevención efectiva por la reducción de contagios, y la inmunidad específica contra el virus. Lamentablemente no todo es color de rosa. Enfrentamos la avaricia de las grandes farmacéuticas (verdade-

ras ganadoras del actual proceso), la mezquindad de los países desarrollados de Europa occidental y América del Norte, la estulticia o irresponsabilidad de algunos gobiernos nacionales. Son los principales obstáculos para contener la infección viral que tiene semiparalizadas a todas las sociedades del mundo bajo esa espada de Damocles que significa la susceptibilidad humana a un virus de comprobada letalidad que puede causar daños severos en el corto y quizás el largo plazo. De ese tamaño es la urgencia. Que en 2021 tengamos ya vacunas útiles para un virus que debutó apenas a finales de 2019, es, hay que repetirlo, una hazaña. EL JUEGO DE TODOS Coloquialmente hablamos hoy de las entidades fabricantes de vacunas como si fueran equipos de futbol de una liga extranjera que vemos por cable. Unos le van a la inglesa, otros a la rusa. Unas son malvadas, tiburonescas, otras generosas y buena onda. Lo mismo juegan empresas monstruo (las Big Pharma), laboratorios especializados, gobiernos, universidades. Todos llevan mérito, y todos tienen odiadores entre el público. No olvidemos que nunca hubo un virus más “político” que éste. Sirve para propaganda electoral, da pretextos mayores a la vigilancia, el control social y la represión; ahonda las brechas de clase y el racismo; la información misma, masiva y caótica, es un negocio al alza. Incluso el negacionismo de trumpianos y bolsonaristas le han sacado raja. / 16 P Aplicación de la vacuna en la capital de Tailandia. Foto Xinhua


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A estas alturas del partido, el meollo está en la vacuna. Ya para febrero de 2020 los chinos abrían brecha: CanSino, Sinovac, Sinopharm (estatal). Los desarrollos de la vacuna arrancaron en Europa con Pfizer, Sanofi Pasteur y en la empresa alemana BioNTech, que luego se fundiría con Pfizer. La Universidad de Oxford en Gran Bretaña se entregaría a Astra Zeneca. En Estados Unidos y pese a Trump, las empresas Inovio y Moderna echaron a andar la maquinaria. Pronto se anunciaron proyectos en Rusia (Sputnik), y uno muy meritorio por las limitaciones presupuestarias, en Cuba (con asistencia china). La India, como refiere la doctora Palomares, es una potencia en la producción de vacunas, y ahora exporta la de AstraZeneca. Esto es sólo la punta del iceberg. Decenas, quizás cientos de grupos y centros de investigación han hecho camino y con algún conocimiento han participado en esta fenomenal tarea incluso fuera de las metrópolis, en América Latina, África y Asia. En México existen al menos cinco proyectos digamos independientes, entre ellos dos de la UNAM y uno de la Universidad de Querétaro. Se calcula en unos 350 mil la cifra de autores científicos del mundo registrados en este tema, en un solo año. Para Regalado Pineda, “el acierto fue no dejar fuera a nadie que pudiera aportar. Se consideraron tecnologías que parecían poco útiles y se les dio la oportunidad, como las nanopartículas de los turcos y el ADN viral 5 y 26 de los rusos”. Fue posible “porque hubo sustentabilidad”. Sí, la inversión pública y privada ha sido inmensa. El mensaje firme, casi mantra para Regalado, Palomares y otros especialistas consultados es ponerse la vacuna. La que sea. “La mejor es la que consigas”, dice Laura Palomares desde Cuernavaca. Incluso las de menor efectividad en los totales, como Sinovac. Las personas vacunadas, “aun si adquieren la infección, no han necesitado hospitalización”. Y los daños, por reacción del cuerpo, uno en 200 mil, se presentan en los primeros minutos después de la vacuna y son revertidos fácilmente por el mismo personal que la aplica. Salvo algún caso aislado, no hay muertos por inmunizarse.

Donación de plasma de una persona que padeció coronavirus, en Jiangsu, China. Foto Afp

UNA VACUNA DIFERENTE Tradicionalmente, se inyectaba el antígeno o la proteína a identificar por el aparato inmune. Se hacía también con virus inactivados. Ahora, contra el Covid-19, casi todas las vacunas, dice la investigadora universitaria Laura Palomares “lo que entregan al cuerpo es la información para que tu cuerpo produzca el antígeno, ‘le da la instrucción’ de hacerlo”. Esta es la novedad. Aprovechando experimentos que datan de hace 40 años pero no se habían usado en humanos “se abrió un nuevo paradigma en la producción de vacunas”. “Tuvimos suerte con el Covid-19” admite irónicamente Palomares. “Al principio temimos que fuera un virus tan complicado como el VIH del Sida, pero ha resultado un virus bastante estable”. No obstante, producto de peculiaridades genéticas, las mutaciones son preocupantes, como subraya Regalado Pineda, “pues eluden nuevamente al sistema inmune; la más peligrosa ahora es la amazónica, que no responde a las vacunas, y dada la movilidad de la población, ya se está diseminando fuera de Brasil”.

En la alcadía Xochimilco, Ciudad de México. Foto Luis Castillo


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Inoculación del biológico anti-Covid en La Paz, Bolivia. Foto Xinhua

La doctora Palomares lamenta que en México se haya desmantelado la posibilidad de producir localmente alguna de estas vacunas, como lo hace India, pero una de las reformas finales de Ernesto Zedillo “fue convertir a la paraestatal Birmex en empresa, poniendo por delante la ganancia, algo incompatible con la salud pública”. Eso sorprendió mal preparado a nuestro país en la nueva pandemia, cuando había sido autosuficiente y desarrolló en otras épocas campañas de vacunación ejemplares. Hoy no queda sino comprar vacuna por vacuna, con precios que van de tres a 20 dólares. “Habrá que esperar que no dejen de importarse, y que no vaya haber suficientes viales”, alerta. “O jeringas”. Respecto de las condiciones de investigación, expresa: “Estamos entrando a la selva con machetes, mientras en Europa, India y Estados Unidos tienen autopistas. Carecemos de laboratorios de alta seguridad (BSL3) para el manejo de un virus como éste. Estamos en el nivel 2. Y los financiamientos son raquíticos. Lo que nos queda es cuidarnos de que no nos vendan espejitos”. La prevención sigue siendo fundamental. “La población debe entender. Ingerir dióxido de cloro, por ejemplo, es decisión personal, pero no usar cubrebocas es peligroso para la colectividad”. LA PROEZA QUE FALTA Así como la doctora Palomares posee una sólida trayectoria en el desarrollo experimental y práctico de nuevas vacunas, Regalado Pineda es un neumólogo moderno, internista experimentado en las nuevas epidemias como la aviar de hace unos años, y en los crecientes daños pulmonares del mundo actual. Hace una década encabezó la campaña nacional contra el tabaquismo, y no ha dejado de ejercer la práctica clínica. Hoy es uno más de los miles de médicos y residentes que atienden en primera fila a los enfermos de Covid-19. Sin entusiasmo, más bien realismo, ambos consideran que la estrategia implementada por el gobierno mexicano fue correcta. “Como sea, casi nadie en el mundo lo ha hecho bien, y aquí pudo ser peor” comenta Justino Regalado. “No creo que yo lo hubiera hecho mejor”. Reconoce en particular la capacidad de los doctores Gustavo Reyes Terán y Hugo López-Gatell, condiscípulos suyos, aunque considera que el segundo, como vocero, ha sido contradictorio “por presiones políticas”, no científicas o epidemiológicas.

Admite: “Nuestra respuesta inicial fue lenta, fallamos en la coordinación, no fuimos firmes con los primeros casos y contactos, debimos acopiar equipo, detener eventos como el Vive Latino de 2020, en fin”. Sin embargo, “la respuesta de los médicos y las instituciones de salud fue positiva, el gobierno ayudó a superar el rezago de personal, crecieron la plantilla de especialistas y las plazas para residentes”. Se aprendió mucho. De las crisis y catástrofes nacen soluciones inéditas. Epidemias, guerras y desastres también han producido o acelerado avances científicos para el bien humano. Siendo aun reservado el pronóstico de la / 18 P


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pandemia en curso y sus consecuencias futuras, el hecho es que la traumática experiencia ha marcado nuevos alcances para el conocimiento. También ha engordado como nunca las carteras de quienes producen insumos, medicamentos y vacunas, y de quienes comercian con ellas. Armas del bien que son, están sometidas a la lógica mercantil igual que las otras armas, las que sirven para matar. La voracidad y la avaricia están causando grandes desigualdades en la distribución del biológico. Se ha documentado, por ejemplo, que Pfizer quiso imponer compromisos inaceptables a los gobiernos de Argentina y Brasil, que buscaban burlar las leyes y atentaban contra su soberanía (https://www.youtube.com/watch?v=2zoSSHx9QtA). O bien, que Israel da un uso faccioso y racista al biológico, en detrimento del pueblo palestino. Que los ricos atizan el mercado negro para vacunarse primero. El mecanismo Covax, iniciativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) busca entregar vacunas a los países más pobres y garantizar su distribución racional y justa. Esta segunda hazaña, que depende de los productores y los países ricos en buena medida, sigue sin concretarse. u

Cómo funcionan las vacunas mARN Las vacunas de mensajero ARN llevan instrucciones genéticas que permiten a las células del receptor producir proteínas que fortalecen el sistema inmunitario Coronavirus

Proteína “espícula”

1. Vacuna ARN: El mensajero

ARN (mARN) se produce a partir de una plantilla de ADN, el mARN contiene una secuencia que codifica la proteína espícula del virus Secuencia de mARN sintético

Buenos Aires. Foto Ap

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uenos Aires. La pandemia del Covid-19 cayó como un rayo después de un huracán sobre el gobierno del presidente Alberto Fernández, casi tres meses después de asumir el cargo el 10 de diciembre de 2019, recibiendo un país arrasado por cuatro años de la administración derechista de la alianza Cambiemos que cumplió a rajatabla los deberes impuestos por Washington y los organismos financieros internacionales. Mauricio Macri no cumplió ninguna de sus promesas electorales y endeudó al país en más de 100 mil millones de dólares, de los que se fugaron 86 mil millones y de acuerdo con los investigadores de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav) los vencimientos de la mayor deuda pública adquirida en democracia sumaban

Auguran en España

Plantilla ADN

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2. Secuencia ARN: El modelo para producir proteína espícula se empaqueta en gotículas lipídicas microscópicas para la vacunación

Nanopartículas lipídicas de mRNA

3. Vacunación: Las células del receptor leen la secuencia mARN y producen millones de copias de proteína espícula

Proteína Célula humana

Anticuerpos

4. Proteína viral: Desplegada en la superficie celular, estimula al sistema inmunitario para que produzca anticuerpos

Fuentes: Pfizer, Moderna, Bloomberg, Reuters

Células T

5. Con suficientes anticuerpos ligados al virus, este no puede entrar a las células para replicarse © GRAPHIC NEWS

STELLA CALLONI CORRESPONSAL

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

adrid. La pandemia del Covid-19 ha puesto contra las cuerdas al sistema sanitario público español, considerado uno de los más eficientes del mundo antes de que esta crisis global pusiera en evidencia grandes carencias ocasionadas por la continua política de recortes en el sector salud. Con una población de 47 millones de habitantes y una robusta red hospitalaria, pública y privada España, sin embargo, registra una de las peores cifras a escala mundial tanto en número de infectados –que ya superan 3 millones 200 mil– como de fallecidos. Las cifras oficiales reportan más de 72 mil decesos, pero otros datos estadísticos hablan de más de 100 mil. Desde que estalló la crisis por el coronavirus, el gobierno español del socialista Pedro Sánchez delegó la responsabilidad de la gestión de la pandemia en el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, que depende del Ministerio de Sanidad, que a su vez es dirigido por el epidemiólogo Fernando Simón. Este organismo público fue creado en 2004, durante el mandato presidencial del conservador José María Aznar. Desde entonces ese organismo nació con funciones limitadas y recursos escasos, pero en años recientes su financiamiento se estancó, además de disminuir el número de funcionarios dispuestos a encabezarlo. A raíz de la crisis económica y financiera de 2008, que se prolongó hasta después de 2013, el sistema sanitario español sufrió una serie de recortes que ahora se hicieron evidentes, sobre todo


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Contención del SARS-CoV-2 en Argentina 200 mil millones de dólares, dejando prácticamente sin reservas al Banco Central. En 2018 el Fondo Monetario Internacional (FMI) concedió al gobierno de Macri un préstamo por 57 mil millones de dólares, el mayor en la historia de esa institución, dispuesto por la entonces directora gerente Christine Lagarde, tratando de salvar a la administración macrista, como reconocieron los propios funcionarios de ese organismo en 2020. De los cuales fueron desembolsados 44 mil millones. El resto fue rechazado por el presidente Alberto Fernández, al asumir la presidencia. Durante la gestión del ex presidente Néstor Kirchner (20032007) se había renegociado 93 por ciento de la deuda que le dejaron las administraciones anteriores. El 7 por ciento restante era de los fondos buitres que habían comprado a 25 centavos los bonos de la deuda en medio de la crisis de 2001 y exigían cuatro dólares, sin aceptar ninguna negociación. “Para pagarles la ilegal deuda, Macri endeudó el país. Les ofreció, en efectivo, de 15 a 20 mil millones de dólares, más de lo que tenía en sus reservas el Banco Central argentino”, dijo en su momento Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires. Sólo para entender el nivel del desfalco producido por el gobierno de Cambiemos, éste redujo 70 por ciento el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, que garantiza el sistema previsional a los jubilados, que su antecesora la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner dejó en diciembre de 2015 con 67 mil millones de dólares, lo que afectó gravemente al país. A este panorama se unió el cierre de fábricas, negocios, restaurantes, teatros colapso en universidades por el aumento de las

tarifas de los servicios básicos, luz, gas y agua desde 2017 en más de 3 mil por ciento, algo inédito en la historia del país y entre otros se afectó al sistema sanitario con el desmantelamiento de hospitales públicos. La crisis estaba a punto del estallido, cuando la fórmula del Frente de Todos ganó por una fuerte diferencia, a Cambiemos (Juntos por el Cambio) en noviembre de 2019. Las primeras medidas de Fernández se enfocaron a la contención inmediata de pobreza e indigencia, como una prioridad y sacar al país del default, para lo cual buscó y logró el apoyo de varios gobiernos del mundo y también para negociar con el FMI, bajo la actual dirección de Kristalina Giorgeva. En esta situación ante los primeros casos de coronavirus, que se registraron con viajeros que regresaban de sus vacaciones por Europa, el presidente Fernández a partir del 20 de marzo del año pasado impuso el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, la primera cuarentena nacional para adelantarse a preparar el país, reinaugurando hospitales construidos por el gobierno de Fernández de Kirchner que permanecían cerrados por el macrismo, armando una estructura sanitaria con lo que logró atención plena y control de la situación sanitaria, a pesar de una campaña opositora, que desde entonces llamó a la desobediencia civil con una propaganda permanente de los medios de comunicación masiva aliados a Cambiemos, que hasta hoy continúa. Sin embargo los efectos de la pandemia –que con más de 2 millones 200 mil casos, mientras el número de muertes supera 53 mil, se descontroló por la irresponsabilidad social, alentada por la oposición– sobre una economía devastada han afectado a diversos sectores, y se lucha contra varios frentes de tormenta. u

cuarta ola, aún más virulenta en el ámbito de la atención primaria. La caída más abrupta fue en 2013, cuando se invirtieron en salud 61 mil 710 millones de euros, es decir casi 10 mil millones de euros menos que en los tres años anteriores. A partir de entonces se registró una recuperación paulatina del gasto público en sanidad hasta llegar a 79 mil 315 millones de euros. El gobierno español abordó el comienzo de la crisis del Covid-19 con una larga y grave lista de errores de cálculo y decisiones erráticas. Cuando ya se habían detectado varios casos en España, el gobierno se negó a aplicar medidas de emergencia, amparándose en la estrategia del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, que insistía en la supuesta inocuidad de la enfermedad. Fue hasta mediados de marzo de 2020, en gran parte presionados por algunos gobiernos autonómicos como la Comunidad de Madrid, el primero en suspender clases y actividades públicas, cuando finalmente el gobierno español decretó el estado de alarma y un confinamiento severo a toda la población. Para entonces, los hospitales estaban saturados, las morgues tenían listas de espera para la incineración de los cuerpos y la comunidad médica estaba asustada y asombrada por la severidad de la enfermedad y sus estragos en el cuerpo humano. La fase más dramática de la enfermedad en España ocurrió entre marzo y junio de 2020, cuando se alcanzaron cifras de más de mil muertos diarios y fue necesario que el ejército levantara hospitales de campaña en todo el territorio nacional para atender a los miles de pacientes que se acumulaban en las salas de espera de las urgencias de hospitales públicos y privados.

Con lo que se denominó el “fin de la primera ola”, el gobierno español, de nuevo avalado por el organismo de emergencias sanitarias, decidió levantar las restricciones y anunció de forma solemne que “hemos derrotado al virus”. Sánchez incluso animó a la ciudadanía a salir de vacaciones, a reactivar el comercio y los servicios. Los resultados de este error se manifestaron de forma casi inmediata con la segunda y la tercera ola, en la que se encuentra España actualmente, mientras se espera la cuarta, que algunos expertos auguran aún más virulenta debido a las nuevas cepas resultado de la mutación del SARSCoV-2 y a la lentitud con la que se vacuna a la población. u Madrid. Foto Afp


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La batalla de Rusia por el mercado mundial de las vacunas anti-Covid

Moscú, 31 de marzo de 2020. Foto Ap

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JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

oscú. Rusia no ha sido la excepción en cuanto a las medidas restrictivas que todos los países adoptan para contener la pandemia. Ciertamente, las autoridades tardaron en reconocer que había un serio problema debido a que el Kremlin estaba empeñado en legitimar con una votación la Constitución hecha por y para el presidente Vladimir Putin, mientras el coronavirus seguía extendiéndose de forma imparable y las estadísticas mostraban un incremento inusual del número de fallecimientos por “neumonía doble”. Cuando se hizo claro que era impostergable tomar medidas, la primera fue prohibir la entrada de ciudadanos chinos, que para ese entonces seguían llegando como turistas, alrededor de varios centenares de miles cada año. Luego se impusieron –en unas etapas con mayor rigor que en otras– los cubrebocas, guantes, sana distancia, confinamiento, limitaciones de movilidad para ciertas categorías, clases en escuelas y universidades a distancia, trabajo desde casa para muchos, restaurantes y bares sin abrir, museos, teatros y estadios sin público, fronteras aéreas, marítimas y terrestres cerradas, pruebas PCR y de antígenos y vacunación voluntaria cuando haya dosis suficientes. En una palabra, las medidas que el gobierno ruso ha aplicado son similares a lo hecho en cualquier otro lado. Al ser Rusia el país más extenso del mundo, cada entidad de la Federación, dependiendo de su situación epidemiológica, ajusta las restricciones que sugiere el gobierno federal. Si en la capital ya resulta una experiencia nada sencilla ingresar a un familiar en un hospital-Covid, en algunos sitios del interior es, según testimonios, mucho más complicado. Esto es así por el abandono oficial de la salud pública, que provocó el auge de un sector privado cuya única finalidad no es curar a los pacientes, sino sacar dinero a quien pueda pagarlo. Salarios bajos, falta de equipos modernos y éxodo de especialistas quitan alicientes a quienes –médicos, enfermeros y personal administra-

tivo– continúan prestando servicios en los hospitales públicos, sin escatimar su esfuerzo, muchas veces dando muestras de auténtico heroísmo. Moscú, cual escaparate, cuenta con avances tecnológicos que otras ciudades carecen, como un sistema de identificación en las calles que se creó para encontrar delincuentes y ahora sirve para detectar personas que, contagiadas, se saltan la cuarentena. Por semanas llegaron a utilizarse pases electrónicos para controlar los movimientos de las personas, en rutas que debían anunciarse cada vez y para desplazamientos tan sólo dos ocasiones por semana. A la fecha, Rusia dispone de dos vacunas, la Sputnik V, financiada y comercializada por el Fondo Ruso de Inversiones Directas (FRID), y la EpiVakKorona, del centro Vektor de Novosibirsk, que ya se aplican como recurso de emergencia, y una tercera, la KoviVak, del Instituto Chumakov de la Academia de Ciencias, está cerca de sumarse al arsenal de biológicos autorizados. Rusia aspira a ocupar un nicho en el mercado internacional de las vacunas, que ha devenido arena de lucha sin reglas entre los principales laboratorios farmacéuticos del mundo que siembran dudas sobre los antivirales que producen sus competidores. En este sentido, resulta incomprensible la tardanza de las autoridades sanitarias de la Unión Europea en registrar la Sputnik V, que es el biológico que Rusia ofrece a compradores extranjeros, mientras más de 50 países ya autorizan su uso y en una veintena, México entre ellos, ya se aplican dosis sin problema alguno. El FRID confía en cerrar contratos por un valor de 24 mil millones de dólares, que si se cumplen estarían cerca de duplicar los 13 mil millones que consiguió Rusia en 2020 por la venta de armamento o casi de triplicar los 7 mil millones por exportar trigo, aunque es información reservada cómo se repartirán los beneficios con sus socios en India, China, Corea del Sur y otros países, que son los que van a fabricar la vacuna para suministros a terceros a razón de 500 millones de dosis por año, según sus estimaciones más optimistas.


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22 • MARZO • 2021 Y la política parece que influye en mejorar o empeorar en Rusia la incidencia del Covid, según convenga. Por ejemplo, cuando hubo que votar en referendo por las enmiendas a la Constitución no existió ningún riesgo de contagio, pero si hay que autorizar una manifestación de protesta, nomás no se puede para cuidar la salud de la gente y, al mismo tiempo, las autoridades no dudaron en levantar las limitaciones para que los jóvenes gasten su energía en discotecas y centros nocturnos. Para flexibilizar algunas medidas, el alcalde de Moscú, Serguei Sobianin, afirmó que 6 millones de capitalinos, más o menos la mitad de los habitantes, ya superaron la enfermedad y adquirieron inmunidad. El funcionario dio la grata noticia cuando en toda Rusia, según las cifras oficiales, el número de contagiados de Covid no llegaba ni a 4 millones. La falta de confianza genera aquí una lamentable paradoja: siendo la Sputnik V tan eficaz y segura como sus análogos de otros países, muchos rusos no se apresuran a inocularse ni ese ni ningún otro antiviral por poner en entredicho todo lo que dice su gobierno sobre cualquier tema, aunque sea verdad que las vacunas rusas –las otras no están autorizadas en este país– van a contribuir a derrotar la pandemia y no ponérselas sólo va a retrasar la solución del problema.u

Vacuna rusa Sputnik V. Foto Cristina Rodríguez

Claroscuros de las acciones gubernamentales contra la crisis sanitaria global

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a irrupción de la pandemia del coronavirus hace un año llegó en un contexto en el que no pocas naciones redujeron, en las últimas décadas, sus presupuestos de salud, educación y programas sociales, lo que repercutió en la forma en que cada país gestionó la peor crisis sanitaria a escala global en un siglo. Confinamientos, cierres de fronteras, recomendaciones de distanciamiento social, rastreos, pruebas, lavado de manos y uso de cubrebocas han sido herramientas para contener la propagación del SARS-CoV-2. A continuación una breve radiografía sobre cómo se ha enfrentado la pandemia en varios puntos del planeta. AMÉRICA Estados Unidos Tras la llegada a la presidencia del demócrata Joe Biden se definió una estrategia nacional, lo que no ocurrió du-

La Habana, marzo de 2020. Foto Ap

rante la administración de su antecesor, el republicano Donald Trump, quien minimizó la enfermedad que ha causado la muerte a más de 535 mil personas en ese país. El número de contagios supera 29.4 millones. Canadá No asumió una estrategia nacional, pero los estados coordinaron su respuesta. Todos cerraron escuelas y comercios esenciales al comienzo de la pandemia y se impusieron multas a quienes se reunieran en grupos grandes. El gobierno federal cerró fronteras y consiguió los suministros médicos necesarios. De 2012 a 2018, se registró una caída de 9 por ciento en gasto en salud per cápita, para llegar a 4 mil 994 dólares, refiere la OMS. Con 916 mil casos y 22 mil muertos, tiene un promedio de 2.5 camas de hospital y 2.6 médicos por mil habitantes. / 22 P


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São Paulo. Foto Ap / 21 P

Cuba La batalla de esta nación sometida a un bloqueo por parte de Estados Unidos por casi seis décadas sobresalió por el envío solidario de brigadas médicas a 22 países, entre ellos México e Italia, y la producción de una vacuna propia, Soberana 02, de la que tiene previsto producir 100 millones de dosis este año, mismas que destinará a su población y para exportación. En la isla, que con 62 mil contagios y apenas 373 muertos, el gobierno no impuso una cuarentena estricta pero suspendió clases y cerró los centros de ocio. Recientemente redujo la frecuencia de vuelos internacionales a su territorio. Venezuela Asediada por sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea, y una galopante crisis económica, la república bolivariana, con 145 mil casos y mil 130 muertos, ordenó cuarentena total en marzo. Después el gobierno del presidente Nicolás Maduro dispuso la estrategia “7+7”: siete días de una cuarentena flexible seguida de una cuarentena radical. Ecuador En el puerto de Guayaquil hubo dramáticas imágenes de cadáveres en las calles en abril pasado cuando los servicios funerarios se vieron rebasados y las personas abandonaron a sus fallecidos por temor al contagio. El La Habana. Foto Ap

gobierno respondió con el estado de excepción. El gasto en el sector salud disminuyó en unos 66 millones de dólares entre 2018 y 2019, debido a las políticas de austeridad del presidente Lenín Moreno, quien ha desarticulado muchas de las medidas sociales impulsadas por su antecesor Rafael Correa. El país suma 302 mil casos y 16 mil decesos. Brasil Es el segundo más golpeado en el mundo, con 11.4 millones de contagios y 279 mil muertos. Su presidente, el neofascista Jair Bolsonaro, desestimó la gravedad de la enfermedad, que comparó con “una simple gripecita”, por lo que no dispuso ninguna medida de contención, pero los gobiernos estatales sí las adoptaron. La ciudad de Manaos, en Amazonas, que colapsó a principios de la pandemia, enfrentó de nuevo saturación hospitalaria en enero pasado, con falta de camas y oxígeno. Muchos pacientes, incluidos bebés prematuros debieron ser trasladados a otros estados. El presidente venezolano, Nicolás Maduro, cuyo gobierno no es reconocido por Bolsonaro, envió los dos primeros meses de este año convoyes con tanques de oxígeno. EUROPA Alemania Tiene el mayor número de camas de hospital por población de Europa, 8 por cada mil habitantes. Además, registra un promedio de 4.2 médicos por mil personas, por encima del promedio de 3.7 en la Unión Europea. El gasto en salud pública per cápita fue de 5 mil 472 dólares en 2018, sostiene el BM. Con 2.5 millones de casos y 73 mil decesos, es uno de los primeros en aplicar confinamientos y cerrar fronteras por lo que fue afectado en menor medida. Reino Unido Tras la insuficiencia crónica de fondos y un periodo de austeridad, la capacidad general de camas hospitalarias para pacientes agudos se ha reducido en los últimos 30 años, de alrededor de 299 mil en 1987/88 a 141 mil en 2018/19, indica un estudio del grupo expertos de The King’s Fund.


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22 • MARZO • 2021

Directora General: Carmen Lira Saade Gerente General: Tania Paulina Olmos Sánchez Coordinador de Arte y Diseño: Francisco García Noriega Edición de textos Ángel Bernal Alaniz Diseño: Brenda Moncada Hernández Retoque digital: Adrián García Báez Archivo de fotografía: Alejandro Pavón Editado por Demos, Desarrollo de Medios, SA de CV Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, alcaldía Benito Juárez, Ciudad de México CP 03310, teléfono: 55-9183-0300. Impreso en: Imprenta de Medios, SA de CV Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, alcaldía Azcapotzalco, Ciudad de México, teléfonos: 55-5355-6702 y 55-5355-7794. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. Ciudad de México Lunes 22 de marzo de 2021

Londres. Foto Ap

La situación se agravó tras la aparición de una nueva cepa más contagiosa. Es la nación más afectada de Europa, con 125 mil muertos y 4.2 millones de contagios. Italia Epicentro del brote de la pandemia en Europa durante marzo de 2020, registra hasta ahora 3.2 millones de contagios y 102 mil muertos. De acuerdo con datos publicados por el Ministerio de Salud en 2018, hay un promedio de 3.1 camas de hospital y cuatro médicos por cada mil habitantes.

Más de 120m de casos de Covid-19 en el mundo El número de casos globales confirmados de Covid-19 ha superado 120 millones, mientras la pandemia sigue acelerándose. Más de 2.6 millones de personas han muerto por la enfermedad respiratoria

Millones de casos (a marzo de 2021) Francia: 4.1

Rusia: 4.3

GB 4.2

Suecia Es el sexto país que más invierte en salud pública a escala mundial, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En 2018, su gasto en este rubro per cápita fue de 5 mil 981 dólares. Suecia contabilizó 2.1 camas de hospital por cada mil personas, por debajo del promedio de la Unión Europea de 4.6. Asimismo, registró cuatro médicos por mil personas, documenta el BM. Contabiliza 712 mil contagios y 13 mil decesos.

EU 29.5 México 2.1 Colombia: 2.3

/ 24 P

Brasil 11.4 Argentina: 2.1

India: 11.3 España: 3.1

Casos acumulados (millones) 150 125 100 75 50 25 0

Milán. Foto Ap

Ene 2020

Mar 2020

May 2020

Fuentes: Reuters, Johns Hopkins University

Jul 2020

Sep 2020

Nov 2020

Ene 2021 Mar 2021 © GRAPHIC NEWS


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• SUPLEMENTO ESPECIAL

Tokio. Foto Ap

Nairobi. Foto Afp / 23 P

MEDIO ORIENTE Israel Ha impuesto confinamientos y lleva más de 820 mil casos y 6 mil decesos. La gestión de Benjamin Netanyahu es rechazada por un sector importante de la población, que los fines de semana mediante protestas exige su renuncia. Es el país con mayor avance en su campaña de vacunación, de la que excluyó en un principio a la población palestina de Cisjordania y la franja de Gaza. ASIA India El segundo país más poblado del mundo contabiliza un promedio de 0.9 médicos y 0.5 camas hospitalarias por mil habitantes, ambas cifras son de las más bajas a escala global, reporta el BM. En salud pública, gastó 72.8 dólares per cápita en 2018. Con 11.3 millones de infecciones y 158 mil decesos hasta esta semana, el gobierno ordenó en marzo pasado un bloqueo nacional lo que llevó a decenas de millones de trabajadores de regreso a sus aldeas. China En diciembre de 2019 se detectaron los primeros casos del coronavirus en la ciudad china de Wuhan, por lo que las autoridades impusieron en enero la primera cuarentena. Con 101 mil contagios y 4 mil decesos, hasta ahora, su estrategia incluyó el rastreo de contactos gracias a una maquinaria estatal de vigilancia y la aplicación extensa de pruebas. Ha experimentado nuevas oleadas. Solaz en Tianjin. Foto Xinhua

ÁFRICA Sudáfrica El gasto de salud per cápita se redujo 10 por ciento de 2012 a 2018, precisa la OMS. Más de 80 por ciento de su población carece seguro médico. El sistema sanitario, con 2.3 camas de hospital y 0.9 médicos por cada mil habitantes, ya sufría una sobrecarga antes de la pandemia dada la gran cantidad de enfermos con VIH y tuberculosis, documenta un estudio publicado en la revista The New England Journal of Medicine. Impuso confinamiento y cierre de fronteras, pero es el país más golpeado del continente africano, con 1.5 millones de casos y 51 mil muertos. OCEANÍA Nueva Zelanda Actuó temprano para contener la propagación, poco más de 2 mil 300 casos y apenas 26 fallecimientos. Estableció desde un principio un centro de coordinación y vigilancia epidemiológica. El gobierno de Jacinda Ardern cerró sus fronteras a extranjeros no residentes y en marzo instauró una cuarentena total. La estrategia no consistió en “aplanar la curva”; como se conoce a ralentizar la propagación de virus, sino a eliminar la enfermedad. Australia Con 29 mil casos y 909 decesos, implementó una respuesta nacional unificada y estableció un gabinete que incluyó a los jefes de todos los estados y territorios. Estrictos encierros, restricciones de viajes, pruebas, rastreo de contactos y aislamiento mantuvieron la mortalidad a niveles bajos.u Adriana Marazul Hernández


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