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MIÉRCOLES 24 DE MAYO DE 2017
OPINIÓN
Fascinación por Altamirano CARLOS MARTÍNEZ GARCÍA ida y obra de Ignacio Manuel Altamirano son fascinantes. Fue parte de una generación con todo en contra, que tuvo la entereza para levantarse y dejar un legado ejemplar. Conocer su lid intelectual y política nos inspira para afrontar nuestras propias adversidades. En México, donde grandes tesoros históricos se han perdido o ignorado, es de agradecer la esforzada labor de quienes se dan a la tarea de rescatar el pensamiento escrito de personajes como Altamirano. Bajo la coordinación de Nicole Giron en 1986 se inició la publicación de las obras completas del enorme liberal mexicano, cuyos tomos se fueron agotando y solamente era posible hallarlos en librerías de viejo. En 2014 los 24 volúmenes fueron reditados por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. Dos antologías reúnen acertadamente muestras de la vasta obra de Altamirano: Vicente Quirarte (selección y prólogo), Ignacio Manuel Altamirano, colección Los Imprescindibles, Cal y Arena, México, 1999; Edith Negrín (selección y estudio preliminar), Ignacio Manuel Altamirano: para leer la patria diamantina. Una antología general, FCE-FLM-UNAM, México, 2006. Ignacio Manuel Altamirano (18341893) en varias ocasiones escribió de sí mismo que era orgullosamente un indio puro, es decir hijo de integrantes de los pueblos originarios de México. Nació en Tixtla, hoy población perteneciente al estado de Guerrero, pero en la época de su niñez y adolescencia formaba parte de la geografía del estado de México. Casi al final de su niñez, a los 12 años, inicia Altamirano estudios primarios. En la escuela experimenta acendradamente lo que significaba ser indio: “En el contexto social de su infancia, marcado por el racismo, recuerda el escritor que los niños eran separados en dos bancos: en uno se sentaban los hijos de los criollos y mestizos considerados ‘de razón’ y destinados a adquirir diversos conocimientos. En otro, los indígenas que ‘no eran de razón’ se dedicaban al aprendizaje de la lectura y a la memorización del catecismo del padre Ripalda” (Edith Negrín, op. cit., p. 19). Gracias a una beca destinada a jóvenes indígenas, Altamirano se traslada, en 1849, a los 15 años, a Toluca, para proseguir sus estudios en el Instituto Científico y Literario. En 1852 egresa del Instituto Científico y Literario y, para sobrevivir, desarrolla diversas actividades. En 1854 se une a la llamada Revolución de Ayutla, movimiento social que se organiza para combatir la dictadura de Antonio López de Santa Anna, y que triunfaría en octubre de 1855. Reinicia estudios e ingresa, en 1856, en la ciudad de México, al Colegio Nacional de San Juan de
Letrán, donde estudia derecho. Lee ávidamente, y su sencilla habitación, según recordaría más tarde, hace las veces de “redacción de periódico, club reformista o centro literario”. Se da tiempo para asistir a las galerías del Congreso, donde tienen lugar intensos debates entre liberales y conservadores. Altamirano sigue con intensidad las exposiciones de los diputados liberales, particularmente de Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, Francisco Zarco y Ponciano Arriaga (Edith Negrín, op. cit., p. 28), todos ellos partidarios de que se incluyera en la nueva Constitución la libertad de creencias y cultos. En 1860 Ignacio Manuel Altamirano inicia su carrera parlamentaria. Sus dotes de orador trascienden públicamente cuando el 10 de julio de ese año se pronuncia contra la amnistía que perdonaría a quienes colaboraron en el gobierno conservador de Félix Zuloaga y Miguel Miramón (el discurso se encuentra íntegro en Vicente Quirarte, op. cit., pp. 5364). No faltó quien le comparara con los revolucionarios franceses, por la intensidad de sus arengas contra el conservadurismo. Paulatinamente se involucra más en actividades periodísticas y literarias, pero las abandona cuando en 1862 dio inicio la invasión francesa. El mismo presidente Benito Juárez le autoriza para que forme guerrillas contra el invasor. Altamirano participa en el sitio de Querétaro, en abril de 1867, y años después escribe una intensa crónica del acontecimiento (texto completo en Vicente Quirarte, op., cit., pp. 374-403). Cuando el 15 de mayo los liberales toman el último reducto del emperador Maximiliano de Habsburgo, Altamirano tiene un encuentro con él en su calidad de encargado del Ejército Republicano en Querétaro (Edith Negrín, op. cit., p. 33). En una extensa crónica periodística, Altamirano describe lo perjudicial que es para la nación mexicana el dominio educativo de los clérigos católicos. Ejemplifica con un episodio que le toca vivir a finales de 1863 en un pueblo indígena, el cual es gobernado en los hechos por el cura católico romano, quien es partidario de la invasión francesa que en esos tiempos padece el país. El entonces diputado disecciona los males causados por el poder clerical que mantiene en la ignorancia a los indígenas, y en la miseria al profesor que tiene a su cargo la deteriorada escuela del lugar (“El maestro de escuela”, El Federalista, 20 de febrero de 1871, pp. 1-3). Habremos de seguir en este espacio con Altamirano, figura que, como escribió José Joaquín Blanco, “conmueve y entusiasma”. La vastedad de Altamirano estimula adentrarse en el personaje y su obra, al hacerlo encontraremos estímulo para involucrarnos en la urgente reforma de nuestra adolorida patria. ■
Voz del militante LUIS LINARES ZAPATA l grito de oír todas las voces militantes y controlar a dirigentes, los socialistas españoles agitaron el avispero político de su país. Contrariando al poderoso aparato partidista del PSOE, los militantes de base dieron el triunfo a su, anteriormente depuesto, secretario general: Pedro Sánchez. La rebelión de sus partidarios ha sido contundente, Sánchez obtuvo 50 por ciento de los votos. La andaluza Susana Díaz, abanderada del oficialismo partidario, fue rebasada en 10 por ciento por su oponente. El otro aspirante, Patxi López, dirigente vasco (lehendakari) se alzó con 10 por ciento a pesar de su buen papel en el debate tenido en días pasados. El panorama político de España ha recibido un inesperado golpe en su mero timón. Importantes figuras del pasado socialista quedaron en la estacada. Los antiguos capitostes con Felipe González a la cabeza, siguiendo por Zapatero y Rubalcaba o el eterno Alfonso Guerra –todos firmes en el apoyo de la andaluza– resentirán en sus labrados prestigios fuerte deterioro. Pero no sólo ellos serán afectados. Varios de los llamados barones (actuales líderes de autonomías), actores del drama que decapitó a Sánchez, perderán sus apreciados sitiales. Casi en todas sus autonomías sus bases les retiraron voz. Este sonoro suceso no sólo encontrará eco en un partido político (PSOE), sino que se adentra en significados para el futuro de toda la izquierda española y, más aún, a sus similares de Europa. Esto es así dada la coincidencia en los planteamientos que hicieron los tres contendientes en sus ofertas de campaña. Empezando por rechazar el llamado austericidio como fórmula consagrada por Bruselas para balancear presupuestos. Por esto se sobrentiende recortar gastos en los críticos programas de bienestar. Otra coincidencia de los candidatos se refirió a la obligación de los capitales a cumplir con su parte del financiamiento del gasto público. Ello implica cerrar las fugas impositivas del gran capital y llevar el caso al venidero debate nacional. Mismo rol jugará la pretensión socialista de afectar el desbalance actual, tanto en la distribución de los ingresos, como en la apropiación de la riqueza. Tal situación se ha convertido en intolerable y el electorado socialista pretende apoyar con decisión para mejorar la equidad. Los tres contendientes del PSOE sostuvieron otro punto nodal en común: derogar la actual ley laboral. Legislación llamada estructural, tal y como la designan otras muchas economías dominadas por el financierismo neoliberal. Esto quiere decir, en pocas palabras, no imponer salarios de pobreza como palanca de la productividad y las abultadas utilidades para el capital. Los significados de esta contienda y, en especial, del triunfo de la facción sanchista, se desparraman por otros meandros dignos de mención por su ejemplaridad. En primer término para evidenciar el drástico error del grupo oficialista que, sin oír a sus bases, derrocó al ahora ganador. En segundo término obliga a replantear la relación con el actual partido de Rajoy (Popular) al frente del gobierno español. La tónica de colaboración en marcha se precisó al permitir, con la abstención del PSOE en la segunda ronda de votación para la llamada asunción, que el partido de Rajoy ocupara la jefatura de gobierno. La presión sobre Sánchez, antes de su defenestración, era monumental. Él se negaba a reconocer a Rajoy con su postulado de No es No. Pretendía formar gobierno, con él al frente, de una coalición que pudiera incluir a Podemos. El sistema de poder completo le urgía dar continuidad al modelo vigente y ungir a Rajoy. El argumento central era contundente: España no puede pasar otro año sin gobierno formal. En ese punto coincidían al interior de España banqueros de renombre, grandes empresarios, la casi totalidad del aparato de comunicación y los demás partidos (excepto Podemos). Los líderes de otros países de la unión, en particular los de Alemania y Francia, cumplieron su papel en este rejuego. También los organismos multilaterales hicieron fila: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo, a los que se sumaba la alta burocracia de la comunidad. Dado el golpe a Sánchez la colaboración de los dirigentes del PSOE con el gobierno del PP contrariaron el sentir de su militancia. Los severos presupuestos nacionales de Rajoy, que incluyen, como siempre, recortes al Estado de bienestar, causaron enojos generalizados. En particular las reducciones a las pensiones que han sido continuas. El desprestigio del actual grupo gobernante del PP frente a los ciudadanos se ahonda por su marcada corrupción. Prácticamente no hay día sin escándalos, juicios y reos de ese partido involucrados en robos, mafias y trampas varias. El corrosivo efecto en la ética ciudadana ha sido no sólo tupida, sino creciente. Ello lleva a ahondar la distancia entre dirigentes y la militancia que ahora los reprueba. Pero un asunto es y será medular en este rebumbio partidista: la posibilidad futura de una conjunción del PSOE con Podemos para formar una fuerza de izquierda que aspire, con fuerza indudable, a formar gobierno en venideras elecciones. Antes de que este fantasma (para el poder establecido) cobre forma práctica, habrá que pasar por alinear los programas de ambas organizaciones políticas. No se descarta, por lo pronto, una moción de censura a Rajoy, similar a la que ya propuso Podemos. Lo esencial que conlleva esta experiencia política apunta hacia la búsqueda y formulación de las identidades perdidas de las socialdemocracias europeas, fenómeno bastante esparcido cuando se adoptan posturas y programas exigidas por los grupos de presión dominantes. Las similitudes con el caso mexicano son varias y básicas. Habrá que tomar debida nota ahora que se hacen pronósticos, se duda del futuro, plantean alianzas factibles y se esparcen temores. ■