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VIERNES 7 DE OCTUBRE DE 2016
Shimon Peres ALON LAVI * odavía recuerdo vívidamente mi primer encuentro con Shimon Peres: yo era un joven de 17 años que fue enviado al parlamento israelí–Knesset, en Januká, la Fiesta Judía de las Luminarias, representando a un grupo de jóvenes. En aquel entonces, diciembre de 1996, Shimon Peres era un miembro de la Knesset, jefe de la oposición, sólo unos meses después de perder las elecciones generales contra el primer ministro Netanyahu. Todavía puedo escuchar las encendidas palabras que nos dirigió a nosotros los jóvenes, sus ojos brillantes y enérgicos, mientras detallaba sus puntos de vista, la importancia del papel de los jóvenes en la sociedad y cómo la edad, joven o viejo, no es un factor, pero la forma de pensar sí lo es. Desde ese primer encuentro tuve el privilegio y el honor de encontrarlo en varias otras ocasiones, ya sea como ministro del gabinete, como presidente o ex presidente. Ya que tenía que elegir mi carrera, me estaba debatiendo si unirme al Servicio Exterior de Israel: vi su imagen en mi mente. Shimon Peres fue la manifestación de lo que es un verdadero diplomático. Era la combinación de visión y detalles, mirando hacia el futuro mientras aprendía del pasado; una persona que sabía encontrar los puntos en común con la persona que hablaba con él y, sobre todo, tenía un verdadero e irrefutable amor por Israel y por su pueblo. La vida de Shimon Peres representa la historia del Estado de Israel. Peres nació en Bielorrusia en 1923 e inmigró a Israel bajo el mandato británico en Palestina junto con su familia. Creció en Tel Aviv y asistió a la Escuela de Agricultura en Ben Shemen. En aquellos días, antes de la creación del Estado de Israel, la agricultura era un pilar en la construcción del Estado y Peres pasó varios años en el kibbutz Geva y el kibbutz Alumot, de los cuales fue uno de los fundadores. En 1943 fue elegido secretario del Movimiento Juvenil Sionista Laboral, en lo que fue su primer puesto público. Desde entonces, Shimon Peres, con el fin de construir y desarrollar la tierra de Israel, ve que existe la necesidad de crear nuevas tecnologías que ayudarán a cultivar y mejorar la tierra. Otro de los pilares era la seguridad del nuevo Estado, ya que ninguno de los países árabes alrededor de Israel aceptó el establecimiento de un Estado judío. Peres, con un profundo conocimiento de la frágil realidad en ese momento, dirige su talento para construir y mejorar la seguridad. En 1952 se unió al Ministerio de Defensa y un año después –a los 29 años– fue elegido director general del mismo, posición en la que estuvo hasta 1959, cuando fue elegido miembro de la Knesset y fue parte del parlamento israelí durante 48 años, en los cuales ocupó casi todas las posiciones posibles en éste y en el gobierno, hasta ser elegido presidente de Israel en 2007. Fue además un artífice de la operación de rescate de Entebbe en 1976. Él fue quien empezó y dirigió las negociaciones que llevaron a la firma de un Acuerdo de Entendimiento con la OLP en septiembre de 1993, que lo llevaron a ganar el Premio Nobel de la Paz en 1994, junto a Rabin y Arafat. Estas negociaciones lograron la retirada israelí de Gaza y algunas zonas de Judea y Samaria, así como el establecimiento de una limitada autonomía palestina, según lo acordado. En octubre de 1994 se firmó el acuerdo de paz con Jordania y sucesivamente Peres luchó para mejorar las relaciones públicas con otros países árabes en el norte de África y en el Golfo Pérsico –parte de su visión del “nuevo Medio Oriente”. Puedo seguir escribiendo sobre muchos más cargos que cumplió e incluso más de sus logros; sin embargo, el espacio es demasiado corto. Solo comentaré que en 2007 fue elegido para convertirse en el noveno presidente de Israel. Durante la ceremonia de inauguración, dijo: “Nunca quise ser presidente. Cuando era joven, mi sueño era ser pastor o poeta de las estrellas. Ahora, como me eligieron, es un privilegio para mí y un honor”. Durante sus siete años como presidente se reunió con todos los líderes del mundo, promoviendo la ciencia y la tecnología, la innovación, la agricultura, la educación, el arte y mucho más. Además, nunca dejó de promocionar la paz y su visión para el “nuevo Medio Oriente”, donde haya paz y cooperación entre Israel y los estados árabes que lo rodean. En 2013, el presidente Peres llegó a México en una visita de Estado, al mismo tiempo que Israel fue elegido país invitado de honor en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Esta visita sigue influyendo en las buenas relaciones bilaterales entre Israel y México. Él quedo profundamente impresionado por México, su gente y su comunidad judía, por lo que aceptó regresar ya como ex presidente en 2015 para la Cumbre de Negocios. Su legado, su visión y su sabiduría se quedarán conmigo para siempre. Como dijo una vez: “La gente piensa que fantaseo; no lo hago. Pero si lo hago, tengo licencia para fantasear porque todo lo que he fantaseado en el pasado se convirtió en realidad”. A todos ustedes les propongo no olvidarse de soñar y fantasear con un mejor futuro para nosotros, para nuestros hijos y para nuestros países; les propongo no sólo soñar sobre la paz, sino también hacer que sea una realidad, como hubiera querido Shimon Peres. Que su alma descanse en la paz eterna. Amén. ■ *Consejero político de la embajada de Israel en México
OPINIÓN
Rastreo ciudadano en Arroyo del Navajo VÌCTOR M. QUINTANA
or desgracia, no se trata de un paraje sacado de un western. En lo físico sí: un paraje desértico, con un arroyo seco, que sólo fluye cuando hay mucha lluvia, rodeado de guamis, plantas espinosas, matorrales y piedras con el trasfondo de la escarpada Sierra de Guadalupe, en el municipio de Práxedis G. Guerrero, en el Valle de Juárez, Chihuahua. Pero en lo social es el depositorio de los restos de muchas víctimas de toda una serie de terribles asesinatos, sobre todo de mujeres y niñas, y también de hombres, por lo menos desde 2012. Las autoridades, tanto federales como estatales, a lo largo de todos estos años han tratado con displicencia e irresponsabilidad el asunto, cuando no con complicidad. Se han negado a emprender una búsqueda sistemática de la multitud de restos que ahí yacen y a realizar un análisis científico para identificarlos. Han sido los familiares de las víctimas de muchas personas desaparecidas quienes han encontrado la mayoría de los restos, constituyéndose en detectives y peritos ante la incapacidad y negligencia oficiales. Esta situación hizo que un grupo de organizaciones de la sociedad civil fronteriza convocara el pasado 13 de septiembre a realizar el primer Rastreo Ciudadano en el Valle de Juárez, para los días 16, 17 y 18 ese mes, con el fin de buscar restos de personas desaparecidas. Solicitaron el apoyo de la Procuraduría General de la República para que brindara protección a los rastreadores, y a la Fiscalía General del Estado para que aportara peritos en identificación de restos. A la Comisión Estatal de Derechos Humanos se le pidieron medidas cautelares para salvaguardar la integridad de los participantes. La Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) gestionó ante las autoridades estatales la seguridad y el apoyo de personal médico para alguna emergencia. Las mismas autoridades buscaron obstaculizar el rastreo ciudadano: el 14 de septiembre, la fiscalía del estado reportó que un grupo de agentes que realizaban un rastreo en el Arroyo del Navajo fueron agredidos por un grupo de sicarios de la delincuencia organizada. La versión fue contradicha por el Grupo de Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social, cuyos elementos se encontraban en el paraje a la misma hora del supuesto enfrentamiento y no presenciaron ningún tiroteo o algo parecido. A pesar de ello, se generó un ambiente de terror y muchas personas que habían manifestado su intención de participar en la búsqueda declinaron hacerlo. Finalmente, el Rastreo Ciudadano se llevó a cabo con la participación de 80 personas, los días 16 y 17 de septiembre. Se encontraron 54 restos óseos, pedazos de ropa de hombre y una bolsa de mujer. Los restos y los ob-
jetos encontrados no fueron recolectados porque las autoridades no proporcionaron ningún perito. El rastreo del 18 se tuvo que suspender porque el día anterior ya no acudió ningún personal policial a proteger a los participantes. Pero aún queda mucho por indagar en este desolado paraje. Se rastrearon sólo 354 de las 8 mil hectáreas de su extensión. Es necesario que se investigue más un gran pozo que ahí se encuentra, lo mismo que varios hoyos cubiertos con cemento a manera de tumbas. Las decenas de familias de personas desaparecidas no se rendirán hasta que ellas, con las autoridades o solas, ayudadas por las organizaciones, rastreen todo ese macabro espacio. Como en Ayotzinapa, como en Tlatlaya, como en todo el país, así en el Arroyo del Navajo se puede apreciar la insalvable contradicción entre la omisión o complicidad de las autoridades y la indignación traducida en búsqueda dolorosa de las familias de las víctimas. Nada más pertinente que el párrafo con que las personas convocantes del Rastreo Ciudadano abren su comunicado de prensa, parafraseando a Hannah Argent: “…la banalidad de la impunidad en los asesinatos y desapariciones de mujeres y hombres está tramada por hilos cotidianamente tejidos de actos fallidos en la investigación de los delitos; falta de capacidades en equipos científicos y técnicos para la investigación; fallas en la escrupulosidad del personal para cumplir los procedimientos establecidos en el manejo de indicios, lugares del crimen, indagaciones y también conflictos de competencia entre autoridades locales, estatales y federales, debido al abigarrado compendio de legislaciones penales desarmonizadas, fueros y competencias desarticuladas (Incháustegui, López, Echarri, 2013).” Post scriptum: La Jornada me ha brindado con toda apertura sus páginas durante dieciséis años. En ellas he tratado de reflejar las luchas y las resistencias de las mujeres y los hombres de estos rumbos norteños. La Jornada siempre me ha tratado con extrema generosidad al igual que mis sufridos lectores, lo que agradezco profundamente. Ahora viene un cambio en mi vida: voy a ser servidor público. Una sana política de este querido periódico, casa de nuestras ideas, nuestros combates y nuestros sueños, es que los servidores públicos no participen como editorialistas. Estoy completamente de acuerdo, y además de los argumentos de objetividad, de no compromiso con un gobierno, que pueda manejar La Jornada, yo agrego uno muy personal, de consideración a los lectores: para mí no hay cosa más aburrida y predecible que leer las colaboraciones de un funcionario. Así que, con agradecimiento, con un poco de dolor, pero con la convicción de que “siempre vuelvo” –como dice nuestro editor, mi querido Luis Hernández–, sólo digo un “hasta luego” a las y los jornaleros. VQ. ■