La Jornada, 03/03/2022

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LA JORNADA Jueves 3 de marzo de 2022

GUERRA PREMEDITADA

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DEJAN EL “TERROR” DE LOS BOMBARDEOS EN UCRANIA

Avión de la FAM trae ya a los primeros 50 mexicanos Si se necesita, habrá otro vuelo, dice la cancillería EMIR OLIVARES ALONSO ENVIADO SIRET

La supervivencia se ha vuelto una constante para el mexicano Omar Aveña. Hace dos años, él y su prometida ucrania huyeron de China para salvarse de los mortales inicios de la pandemia de covid-19. Hoy, enfrentan una prueba más: ayer escaparon de la guerra en Ucrania. Hace unas semanas llegó ilusionado a Kiev para cumplir con un ritual: pedir la mano de su compañera. El plan era estar sólo mes y medio y después emprender una vida juntos, hasta que la guerra se les atravesó. “Hace dos años tuvimos que abandonar China por la pandemia, pero no se puede comparar”, narra tras haber cruzado el puente fronterizo ucranio-rumano, junto a varios connacionales. La madrugada del jueves 24 de febrero, cuando empezó la invasión militar, la madre de su novia, que vive cerca de Odesa, uno de los puntos por los que entraron las tropas rusas, les llamó para avisar lo que ocurría. “Ella contestó y a mí, aún medio dormido, se me vino un sentimiento extraño, días antes se hablaba de la guerra, pero nosotros estábamos escépticos, teníamos una vida

normal. Ella me dijo: ‘baby the war has begun’. Quedé en shock. Hasta ahora no lo asimilo”. Omar, originario de Jacinta, Michoacán, recuerda que a partir de ese momento “comenzó el terror”. Ante los bombardeos se resguardaron varios días en estaciones del Metro, que en la capital, Kiev, tienen una profundidad de más de 50 metros, por lo que desde la Segunda Guerra Mundial funcionan como refugios.

Travesía de casi 20 horas Ayer, 17 mexicanos que estaban varados entre tanques y bombardeos, lograron salir de Ucrania tras una travesía de 19 horas en la que enfrentaron varias dificultades: pasaron por retenes, tuvieron que desviarse en las carreteras debido al cierre o saturación de caminos, crzaron pasos sinuosos y oscuros, toparon con tanques de la milicia ucrania y, “lo más complejo”, circularon pese al toque de queda. Viajaron en un autobús coordinado por la embajada de México en Ucrania y algunos, como Omar, estaban acompañados por sus parejas ucranias; además, dieron aventón a tres alemanes que también escaparon de la zona del conflicto. En total viajaban 24 personas, incluido personal diplomático. Los connacionales, acompañados por la embajadora en Kiev, Olga García Guillén, cruzaron la frontera hacia Rumania en la madrugada del miércoles a las 5:02 en la hora local (10:02 de la noche del martes, tiempo de la Ciudad de México), justo en el puente fronterizo de Siret. Después se unieron a otro grupo de mexicanos que salió en días pasados de Ucrania y se refugiaron en Suceava, a unos kilómetros de

la frontera. La mayoría viajó a Bucarest con el apoyo de la embajada de México en Rumania a cargo del embajador Guillermo Ordorica. Ya en la capital, 40 pasaron la noche en un albergue acondicionado por la alcaldía de Bucarest y organizaciones civiles en el gimnasio de una preparatoria. A diario llegan a este espacio decenas de refugiados de diversas nacionalidades. A primera hora de este jueves rumano (media noche tiempo del centro de nuestro país) en el avión de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) dispuesto por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador como parte de la Misión Rescate, coordinada por la FAM y la cancillería, despegó rumbo a la ciudad de México para repatriar a alrededor de 50 connacionales y sus familias que vivían en Ucrania. No será el único vuelo, de ser necesario se enviaría otro. También se brindará apoyo a 10 ciudadanos de Ecuador y a uno de Perú, después de una negociación entre cancillerías. Omar y su prometida son dos de ellos. Se establecerán en Michoacán para definir su futuro. Se estima que en Ucrania permanecen entre 50 y 60 mexicanos. La embajadora García Guillén les recomendó no tratar de abandonar el país, por ahora, ya que “no hay condiciones” porque se han intensificado los ataques. Los exhortó a refugiarse en los sitios establecidos. En diferentes puntos se enfrentan adversidades para la movilidad por falta de combustible. Kiev es “una ciudad fantasma”, apuntó la diplomática al cruzar la garita. Por ahora permanecerá cerca de la frontera debido a que no hay garantía de seguridad para regresar a Kiev. Y propuso un corredor huma-

nitario para rescatar a mexicanos y ciudadanos de otros países varados en el área de conflicto. En la comitiva nacional viaja una mujer que nació y se formó en Ucrania, pero su corazón es mexicano y decidió naturalizarse. Prefiere reservar su nombre. Visitaba a sus padres y el conflicto se atravesó. Pudo salir y viajará a México, pero con un gran pendiente: “regresar lo antes posible para ver cómo están mis padres”. Guillermo Padilla vivía en la zona de mayor riesgo de Ucrania a partir del conflicto armado, el oeste, por donde entraron las primeras avanzadas rusas. La semana pasada

▲ Mexicanos pasan el punto fronterizo de Siret, Rumania, huyendo de la guerra en Ucrania. Foto Marco Peláez

posteó un tuit solicitando ayuda y este jueves, con su esposa, también abordó la aeronave de la FAM. No oculta su tristeza al dejar su vida atrás y el miedo que fue estar bajo el asedio constante de la invasión. “Es difícil estar escuchando las bombas y los disparos en la ciudad. Y ahora ver a nuestros conocidos defendiéndose de un ataque que les está robando sus vidas”.

Voluntarios reciben en Rumania a ucranios en medio del frío inclemente EMIR OLIVARES ALONSO ENVIADO SIRET

La solidaridad no tiene idioma y se impone a la severidad del clima. En esta zona del este europeo los lenguajes comienzan a mezclarse y el frío cala los huesos. Eso no detiene el ímpetu de los voluntarios que se han apostado a unos metros del paso fronterizo para recibir a los miles de evacuados que, día a día, pasan por este punto para alejarse de la guerra. No renuncian en su empeño por brindar cierto confort a los refugiados. La bienvenida no es cálida, no puede serlo. No se debe a las bajas temperaturas, sino al contexto que rodea al éxodo ocasionado por una invasión que no alcanzan a comprender.

Quienes llegan desde Ucrania traen consigo apenas una, a lo mucho dos maletas. No hay forma de entender la odisea que han enfrentado para trasladarse hasta este sitio. Sus sensaciones se mezclan: están a salvo, pero a qué costo. Traen el corazón roto. Sus miradas lucen perdidas, reflexivas, como evocando lo que acaban de perder hace unos días, quizá horas. Con la esperanza de volver. Los rostros tras los cubrebocas y gorros para el frío, al igual que los idiomas, muestran la diversa gama de nacionalidades: ucranios, la mayoría, paquistaníes, indios, chinos. “No english”, alcanza a decir un ucranio que camina a unos metros del puente fronterizo al ser abordado por el reportero. No frena el paso, pero de pronto, comprende parte de la pregunta y en una palabra lo describe todo: “¡terror! ¡terror!”,

grita mientras se aleja acompañado de su esposa e hijo. Bajo atuendos adecuados para soportar menos dos grados centígrados que indica el termómetro, se alcanza a distinguir a un hombre joven, fornido y alto que arrastra sin dificultad dos grandes maletas y la mujer toma de la mano al pequeño. Se alejan sin decir más. Un sacerdote cristiano ortodoxo los intercepta: “¡surprise!”, dice al tiempo que entrega al pequeño un chocolate. El niño apenas sonríe y junto a sus padres, sigue su camino. A unos pasos de la frontera ucranio-rumana se ha instalado un campamento de apoyo a los refugiados que escapan de la zona de conflicto. El país balcánico se ha convertido en una alternativa para quienes huyen de la guerra, mujeres y niños sobre todo, ante la colapsada Polonia, cuya frontera con Ucrania

ha registrado en estos días el mayor número de pasos. Aquí, en Siret, se instalaron dos zonas de carpas. A las primeras sólo tienen acceso los recién llegados, para su descanso tras los largos trayectos para alcanzar y cruzar la frontera. A muchos les toma más de 40 horas. En la otra, se ubican los voluntarios, cuyo apoyo rebasa las barreras del idioma. Ofrecen café, agua, comida, medicamentos, abrigos, golosinas y hasta juguetes a los miles que llegan de Ucrania. Se les informa que hay transporte gratuito hasta el refugio más cercano. Hay instituciones como el Comité Internacional de la Cruz Roja, pero también organizaciones civiles y religiosas, más de 97 por ciento de la población de Rumania profesa el cristianismo. Justina Kioresku, voluntaria para

I.S.U Suceava, tiene apenas 18 años pero la tragedia de la catástrofe la llevó a afiliarse. “Toda la gente que viene aquí está muy triste, pero cuando interactúo con ellos, veo en sus rostros una sonrisa, y estoy feliz por eso”. Constantino Tatariu presume que habla español. Lo aprendió cuando trabajó en una cocina en Estados Unidos, rodeado de migrantes mexicanos. Es parte de una iglesia ortodoxa. “La gente necesita transporte para Bucarest, muchos van para Europa Occidental porque mucho ucranio trabaja ahí, en España o Italia”. Silvio no descansa en su labor. Brinda apoyo en una carpa de medicinas y ropa. “Es una situación difícil”, dice, y envía un mensaje a los dirigentes políticos: “Que paren la guerra. Todo el mundo tiene que pensar en tiempos de paz”.


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