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C RÓ N I CA, LU N E S 17 E N E R O 2022

Recordamos a Agustín Yáñez en su aniversario luctuoso ninguna manera como influencias, sino como apropiaciones de Yáñez. Un escritor encuentra lo que necesita en otros autores y le da un uso personal. Pienso, por ejemplo, en Gabriel Miró, quizá el escritor más olvidado de la generación del 98, quien también fue muy importante para Yáñez, y en una novela rarísima de Azorín que se llama Pueblo, que es una novela sin personajes y es la descripción de lugares y de cosas. Al mismo tiempo, Al filo del agua responde voluntariamente a una tradición nacional, digamos a una voz narrativa de la novela mexicana, y también a algo más particular, más localizado, a una literatura regional jalisciense, que tiene rasgos propios por lo menos desde fines del siglo XIX.

El escritor Agustín Yáñez, miembro de El Colegio Nacional, falleció el 17 de enero de 1980. Para recordarlo, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento de la ponencia que presentó José Emilio Pacheco como parte del homenaje al escritor jalisciense el 29 de julio de 1997. En la mesa, que puede verse de forma gratuita en el canal de Youtube de la institución, participaron Salvador Elizondo, Luis Gonzalez y González y Ramón Xirau, este último coordinador de la sesión. Homenaje a Agustín Yáñez: cincuenta años de Al filo del agua José Emilio Pacheco

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reo que medio siglo es mucho tiempo en la vida de una persona, y medio siglo en la existencia de un libro equivale a milenios. 50 años después de su publicación, seguimos leyendo Al filo del agua, la novela de Agustín Yáñez. Yo creo que no hay mejor tributo a su importancia y a su significación. Al filo del agua nos dice hoy, como en 1947 cuando lo publicó la editorial Porrúa, algo que no estaba en ninguna otra parte y que sólo Agustín Yáñez pudo haber escrito. Es sin duda, la primera novela moderna de México y el eslabón que une a Los de abajo, El águila y la serpiente y La sombra del caudillo con Pedro Páramo, La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz. Al filo del agua representa para la narrativa lo mismo que hicieron en poesía Los Contemporáneos. Agustín Yáñez no fue miembro del grupo, pero sí pertenece a la misma generación. Pensando en Contemporáneos como una generación y no como el grupo o el grupo “sin un grupo” que decía Villaurrutia, que se reunió en torno a la revista. Tan pertenece a esa

Agustín Yáñez.

generación que nació el mismo año, 1904, que Salvador Novo. En este sentido, creo que su lugar es equivalente al que tiene en la literatura dramática Rodolfo Usigli, quien es de la generación de Contemporáneos. Rodolfo Usigli es el dramaturgo de la generación de Contemporáneos, como Yáñez es el novelista de la generación de Contemporáneos. Y como todo el mundo tiene los defectos de sus cualidades y las cualidades de sus defectos, Los Contemporáneos fueron grandes poetas, pero no pudieron hacer novelas ni la obra dramática, que es lo menos bueno de su producción. Lo que no hicieron ellos, lo hicieron estos dos señores: Yáñez y Usigli. Y como Usigli, Yáñez quiso darnos en su obra un

panorama muy ambicioso de la vida mexicana en la primera mitad de este siglo que termina, y creo que las páginas de ambos son indispensables para entender el país y conocernos a nosotros mismos. Al filo del agua es producto de un mestizaje literario, porque nace del encuentro entre la prosa española de la generación del 98 y los recursos con que aumentó el repertorio de la novela universal con grandes autores de lengua inglesa, como Joyce, Faulkner y Dos Passos. Yáñez dice, desde un principio, “quiero aplicar a este pueblo imaginario la misma técnica que Dos Passos ha empleado para el Nueva York de Manhattan transfer”. Hay que ver los vínculos con la generación del 98, de

Como la inmensa mayoría de los novelistas, Yáñez partió de la memoria de su infancia y de los relatos familiares. Gracias a todo esto tenemos en Al filo del agua lo que sólo la novela puede darnos: la experiencia, la sensación de lo que significó vivir en un pueblo de los altos de Jalisco en 1909 y en 1910; pero, como observó Octavio Paz en el prólogo de la traducción francesa de 1961, el libro de Yáñez es mucho más una tentativa por penetrar en las zonas brumosas donde la humildad se confunde con la soberbia, la castidad se transforma en lujuria, la piedad en crueldad. En suma, determina Paz, se trata de una nueva versión del viejo diálogo entre la religión y el erotismo. Para describir las regiones oscuras del porfiriato, Yáñez tuvo la perspectiva del nuevo orden que había triunfado sobre sus ruinas. Medio siglo después, vivimos el crepúsculo de aquel orden y todo para nosotros vuelve a ser página en blanco, nada sabemos del mañana, una de las pocas certezas es que cuando dentro de muy poco tiempo se haga la lista de los contados libros mexicanos que seguirán leyéndose en el siglo XXI, entre ellos figurará, con todo derecho Al filo del agua

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