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BORGES ETERNO

No hay escritor, intelectual o académico que al paso no cite un pensamiento o actitud de Jorge Luis Borges, considerado uno de los mayores escritores de habla hispana, quien ha publicado libros de poesía, ensayo y cuentos por los cuales ha obtenido renombre en todo el mundo, menos el premio Nobel, precisamente que, por no haberlo recibido, ha sido más comentado. Lo curioso es que el mismo Borges, ya un clásico, comenta que “La ventaja de los clásicos es que se les puede comentar (La Eneida, La Ilíada, La Divina Comedia del Dante, el Paraíso Perdido de Milton, el Quijote, el Ulises de Joyce, En Busca del tiempo perdido de Proust, etc.) sin haberlos leído”. Que remata con modestia o ironía: Tiene que pasar por lo menos doscientos años para que un escritor sobreviva y sea clasificado de clásico, esto es que aún se lo lea.

El que no se lo lea y relea no le quita fama, pues es uno de los orgullos de Argentina. Cuando murió (1986) un sencillo ciudadano del pueblo argentino conmovido comentó: “Es el Maradona de los versos”. Cuenta Borges que un taxista cuyo servicio ocupaba le comentó: “Usted debe ser José Luis Borges” a lo él que contestó “Casualmente soy Jorge Luis Borges, aunque José suena mejor”. Y sobre su reconocimiento como gran escritor remata: “He escrito mil líneas, ojalá sobreviva alguna, aunque todos escribimos el mismo libro”.

Cuando vivía Borges más que querido fue temido. En tiempos de Perón, por su posición irónica y burlona y sobre todo conocida, sobre el presidente y Evita, un intelectual incondicional de ellos dijo:“Borges es la prueba de la inexistencia de Dios: Debió hacerle mudo en vez de ciego”.

Sobre su popularidad comenta: “Siempre me resultó extraña mi popularidad. Nunca la quise. No me considero un buen escritor…Soy popular por razones extraliterarias. Soy viejo, soy ciego. Nací en un país exótico como Argentina. Soy sudamericano. Supongo que esas cosas conmueven a los estudiantes norteamericanos y también a los europeos.” Y remata sobre la popularidad: “Me incomoda. Quisiera ser el hombre invisible de Wells (el autor de la Guerra de los mundos). Aparte, no hice nada para ser popular, todo lo contrario. La prueba de que no he puesto nada de mi parte es que escribí libros”.

Se dice que Borges ha dinamitado los hábitos de lectura habituales, impuestos por la mera costumbre. Es a veces deliberadamente contradictorio, siempre con “una valentía indeclinable” pures decía sus puntos de vista de frente, con ironía, con claridad, sobre literatura, política, autores, benefactores y hasta amores frustrados, lo que despertaba celos y recelos. Muchos radicales, sobre todo de izquierda, no le perdonaron, peor los envidiosos, que algunos olvidados abundan sobre todo entre los intelectuales. Para ciertos escritores y críticos Jorge Luis Borges fue una perturbación, pues varios “dudaron de su escritura, junto a los que sospecharon de sus intenciones”. Por ejemplo el notable escritor Enrique Anderson Imbert opina: “Me sumo a la procesión de amigos de Borges, pero no para coincidir con ellos en su devoción sino para manifestar mi asombro: ? ¿De veras que Borges les parece tan interesante? Porque yo he leído sus trabajos y no los estimo notables. Los ensayos de Borges son tan raquíticos en sustancia humana, tan carentes de fuerza y de originalidad, que no puedo comprender que susciten en entusiasmo a nadie”. Ramón Doll afirma: “La prosa de Borges es, si cabe el término, anti argentina por su carencia de tono afectivo. ¿Se comprende ahora por qué Borges no tiene significación literaria, estrictamente literaria?” En la publicación NOSOTROS (1942) se comenta sobre las razones de porque no se le dio a Borges el Premio Nacional de Literatura: “El Jurado entendió que no podía ofrecer al pueblo argentino, en esta hora del mundo, con el galardón de la mayor recompensa nacional, a una obra exótica y de decadencia que oscila, respondiendo a ciertas desviadas tendencias de la literatura inglesa contemporánea, entre el cuento fantástico, la jactanciosa erudición recóndita y la narración policial; oscura hasta resultar a veces tenebrosa para cualquier lector, aún para el más culto (excluimos a posibles iniciados en la nueva magia) juzgamos que hizo bien”. Es propio de los mejores jueces equivocarse, porque nadie es imparcial, salvo el mismo Borges que juzgaba su obra sin importancia “salvo algunas líneas y que a lo mejor sus críticos tenían razón, aunque él no leía ni a ellos ni a sus propias obras, pues él era un crítico aún más severo: “No merezco la fama que tengo. Mi obra es una serie de contradicciones, de vacilaciones, de grietas. Si he conseguido dar placer, está bien”.

Su Eterno Dilema

En 1946 el poco conocido escritor Borges por una orden directa de Perón, fastidiado por sus corrosivas críticas, de su modesto puesto de bibliotecario municipal, auxiliar de tercera según la terminología oficial, se le transfiere a un nuevo puesto (Inspector de pollos, gallinas y conejos), “por faltas disciplinarias” según la terminología burocrática, “por persecución política” como afirma el mismoBorges, quien indignado renuncia. Suceso que es procesado por los círculos intelectuales como una enorme afrenta directo a la cultura. A los pocos días la Sociedad de Escritores Argentinos prepara un nutrido banquete de desagravio y Borges prepara una disertación sobre la dictadura, balbuceante, pues por su timidez jamás había hablado en público. Y comienza su fama y su interés por su persona y su escritura. Conferencias, en las que sorprende por su versación, originalidad humor, ironías, sarcasmos y paradojas. Su fama se extiende y es invitado a dar conferencias en Estados Unidos y Europa. En Francia se traducen sus libros al francés y luego a muchos otros idiomas. Borges al único país que antes había visitado es a Uruguay, a Montevideo, ahora el mundo le invitaba a que lo recorra, hable y diserte, aunque era ciego desde 1955. Él, solo con su extraordinaria memoria recorría, los grandes monumentos arquitectónicos europeos. Y comentaba de películas de cine que las oía y que le narraban lo que sucedía en ellas, con aguda crítica y emoción.

Tal vez el recurrir a Borges es porque con naturalidad destruía mitos, al menos verbalmente, pues él mismo decía que solo cuando escribe, reflexiona. De la bomba atómica sobre Hiroshima decía: “No puedo pensar que Hiroshima sea peor que otra batalla. Hizo que la guerra terminara en un día. Y el hecho de que muriera mucha gente es el mismo hecho (repudiable) que muera uno, pero en Hiroshima toda la tragedia, todo el horror va unido y se puede comprobar vivamente.

Sobre América Latina comenta: “De latinos los argentinos no tenemos nada. No creo que los españoles tengan sangre latina. Los romanos estuvieron en España, pero antes estaban los íberos y antes los fenicios, después vinieron los godos, luego los vándalos, luego los árabes. Habrá una fracción mínima de sangre latina. Yo creo que hablar de América Latina es tan absurdo como hablar de América Islámica o de América Fenicia. Ahora claro, si se refiere al idioma, desde luego. El nuestro es un dialecto del latín, como son el francés y el italiano.”

Afirma: “Los españoles no saben hablar el español. Dicen Madriz en vez de Madrid”.

Sostenía que Hollywood, sin quererlo, ha salvado la poesía épica que fue la primera forma de poesía (los héroes). “Es muy posible que la vida del Oeste fue mucho menos heroica que lo vemos en las películas.

Pero Hollywood ha tenido el mérito de crear esa mitología del caballero, del vaquero de las grandes explanadas”. Le recuerda sus cuchilleros, gauchos y malevos.

Para sorpresa argentina, casi universal, Borges afirma que le desagrada el tango, pues sostiene que es una decadencia de la milonga que es un desafío. ”El tango es muy sentimental y yo detesto lo sentimental”. Y cree que con Gardel y Filiberto, dos mitos argentinos, comienza la decadencia del tango. “Se vuelven quejosos, lacrimosos.” Sin embargo, el contradictorio y franco Borges, cuenta que en París escuchó “La cumparsita” y se le fueron unos “lagrimones” y comenta: “No sé qué me hubiera sucedido si escuchaba “El día que me quieras”.

Sostiene que la idolatría de los deportiva pertenece a los defectos argentinos. “Que raro -dice Borges- que siendo Inglaterra un país tan odiado -tan injustamente odiado- no le hayan echado en cara haber llenado el mundo de juegos tan estúpidos, como el fútbol, que es uno de los mayores crímenes de Inglaterra. Jamás he visto en mi vida un partido, primero porque soy casi ciego, segundo porque es parte del tedio, y además porque la gente que asiste a esos partidos no asiste por el fútbol en sí, como deporte, sino exclusivamente por ver ganar a su equipo, lo que me parece innoble…hay que tratar siempre de que gane el otro, como en las conversaciones o discusiones…hay que tratar de que el interlocutor tenga razón, y no uno…” “El fútbol es popular porque la estupidez es popular.” A pesar de frases tan despectivas sobre tal pasión argentina y mundial, este deporte sigue tan campante como Borges y el whisky Jonny Walker.

De política, de la cual todos estamos atentos, comenta: “Soy apolítico. Creo que soy anticuado. Es absurdo que todo el mundo puede opinar en política. De política entenderán algunas personas, entre las cuales hasta podríamos incluir a algún político. A mí no me interesa la política. Nunca me ha interesado. Ni siquiera leo los periódicos.” Aseveración primera que es una Ironía cierta, por eso estamos como estamos en el Ecuador y en el mundo.

María Esther Vásquez escribió “Borges, Esplendor y Derrota” que es un relato minucioso de su vida política, de sus polémicas anécdotas, de sus apasionados y efímeros enamoramientos (“El amor es eterno mientras dura” dice Borges), de sus fracasos sentimentales (“Yo que he sido todos los hombres no ha sido aquel en cuyos brazos desfallecía Matilde Urbach”, bello poema de amor), de su fama tardía. Aparece allí un Borges entrañable y sorprendentemente desconocido, como se lo describe en esta obra, fruto de la amistad y admiración. El mismo Borges antes ya puso el epílogo: “Me he resignado a la vejez y a la ceguera del mismo modo que uno se resigna a la vida, que es lo más grave y difícil.”

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