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Universidad: glorioso pasado y oscuro futuro

Revista Semanal

Hace algunas semanas, esta Revista Semanal, presentó un Informe que contenía una visión panorámica de la Educación Superior en el Ecuador.

En dicho informe, basado en datos oficiales, existen en el país 16.316 Unidades Educativas, en las que laboran 217.351 maestros o profesores; y, 96 universidades y politécnicas y 186 Institutos Superiores Técnicos y Tecnológicos. Mención aparte para 3 universidades de posgrado y la Yachay Tech, que no constan en las anteriores clasificaciones. Pero, no siempre fue así.

A comienzos del siglo XX apenas si las tres ciudades principales del Ecuador tenían centros de estudios superiores. Los jóvenes provincianos que querían y podían estudiar alguna carrera univer - sitaria debían desarraigarse de su pueblo y viajar a alguna de estas ciudades para iniciar sus estudios universitarios. Por otro lado, la universidad ecuatoriana de aquellos días era heredera de los conceptos y métodos propios de las universidades medievales que llegaron a América a través de las órdenes religiosas que acompañaban a los conquistadores y luego se afincaron en nuestro suelo durante toda la Colonia; una educación cerrada a los hijos de las clases populares, escolástica, misógina y alejada de las grandes transformaciones científicas que se producción fuera de sus claustros.

La Independencia poco cambió este esquema y la educación universitaria era escolástica, memorística y apenas si formaba en Filosofía, Derecho Canónico, Jurisprudencia, Medicina y Obstetricia.

La Revoluci N Liberal

Sería la revolución liberal la que abriría las puertas al laicismo y obligaría a separar a la Iglesia de los servicios y labores propias del Estado. Poco a poco las órdenes religiosas se fueron separando de la educación superior, aunque mantuvieron y aún mantienen, una presencia fuerte en la educación inicial y media.

La Revuelta De C Rdoba

La revuelta de Córdoba, en Argentina, en 1918, vendría a poner en entredicho la visión decimonónica universitaria y desafiándola proponer una modificación fundamental de la educación universitaria en América Latina.

Las demandas de gratuidad, de co-gobierno autoridades y estudiantes, la democratización de la educación, la libertad de cátedra fueron conceptos que recogió el manifiesto: “A los hombres libres de Sud América”; y que, a partir de ese momento, serviría de base para pensar lo que sería la educación superior en América Latina.

Por supuesto, el cambio propuesto no fue implementado de inmediato, pero las demandas básicas que habrían de minar el viejo estado están allí, y serán estas las que permitirán el surgimiento de una nueva forma de entender y administrar la educación superior en casi todos los países de América Latina, más cercana a las necesidades de los pueblos antes que al mantenimiento del estatus quo.

La Hora Del Cambio

En la década de los años 30 del siglo pasado el pensamiento socialista se riega por casi todos los países latinoamericanos; pensamiento que habría de influir en aquellos hombres que, en Ecuador, con una enorme capacidad de vislumbrar el futuro llegaron, en un momento dado a las instancias de decisión universitaria como catedráticos, decanos y rectores de las principales instituciones educativas superiores del país y desde allí crearon las condiciones para la modernización de las universidades con los consecuentes aportes al desarrollo nacional.

“La humanidad se enfrenta a revoluciones sin precedentes, todos nuestros relatos antiguos se desmoronan y hasta el momento no ha surgido ningún relato nuevo para sustituirlos.

¿Cómo prepararnos y preparar a nuestros hijos para un mundo de transformaciones sin precedentes y de incertidumbres radicales? Un recién nacido ahora tendrá treinta y tantos años en 2050. Si todo va bien, ese bebé todavía estará vivo hacia 2100, e incluso podría ser un ciudadano activo en el siglo XXII. ¿Qué hemos de enseñarle a ese niño o esa niña que le ayude a sobrevivir y a prosperar en el mundo de 2050 o del siglo XXII? ¿Qué tipo de habilidades necesitará para conseguir trabajo, comprender lo que ocurre a su alrededor y orientarse en el laberinto de la vida? (Yuval Noah Harari, 21 lecciones para el siglo XXI, colección Debate, Grupo editorial Penguin Random House, 2018).

Estas ideas expresadas por este autor israelita, hace tan solo 6 años, deben a ver sido similares a las que movieron a ese grupo de ecuatorianos que a partir de las décadas de los años 40 – 50 del siglo XX, iniciaron una verdadera revolución política, social y económica en nuestro país, cuando se sentaron por vez primera en los sillones de las autoridades de las universidades de Quito, Guayaquil y Cuenca.

La Concreci N De Los Cambios

Paralelamente a la construcción de infraestructura funcional de aulas y laboratorios, de oficinas administrativas y de bibliotecas, en amplios campus donde el sol, el estudio y la inteligencia pudieron mostrar su presencia y valor, ellos cambiaron la mentalidad ecuatoriana.

Las carreras técnicas brillaron con luz propia y la Politécnica Nacional dio la bienvenida a las ingenierías que tanta falta hacía a la patria. La contratación de profesores europeos que llegaron al Ecuador para compartir sus conocimientos con los estudiantes fue una práctica cotidiana que abrió las puertas a las ciencias que se estudiaban en el mundo.

Por supuesto, en las universidades públicas, no sin luchas, se instalaron la libertad de cátedra y el cogobierno universitario. La gratuidad y el aporte social de las universidades a través de las prácticas profesionales, los talleres, los consultorios jurídicos y médicos gratuitos fueron otras de las conquistas de aquellos tiempos. En fin, el Ecuador ingresó a una nueva era de estudios. Los siglos de la Colonia habían quedado atrás y ahora era posible vislumbrar y aplaudir que la ciencia había llegado a las aulas universitarias de nuestro país.

Lo Que No Alcanzaron A Ver

Lo que no estaba en la visión de aquellos rectores era que el mundo sufriría un vertiginoso cambio. Sus esfuerzos duraron apenas unas cuantas décadas, cuando la realidad trajo otras ideas, otros conceptos, otras costumbres y otras visiones del mundo, del trabajo, de la política y, sobre todo, en la ciencia y en la tecnología; a manera de ejemplo debemos mencionar a las TIC’s y a la Inteligencia Artificial; esta última está causando extrañeza en los círculos académicos porque no se vislumbra todas sus aplicaciones que, de seguro, afectarán el convivir social de la humanidad.

[…] Desde luego, los humanos nunca pudieron predecir el futuro con exactitud. Pero hoy es más difícil de lo que ha sido jamás, porque una vez que la tecnología nos permita modificar cuerpos, cerebros y mentes, ya no podremos estar seguros de nada, ni siquiera de aquello que parecía fijo y eterno.

[…] hoy en día, no tenemos ni idea de cómo será China o el resto del mundo en el 2050. No sabemos qué hará la gente para ganarse la vida, no sabemos cómo funcionarán los ejércitos ni las burocracias y no sabemos cómo serán las relaciones de género. Probablemente, algunas personas vivirán mucho más que en la actualidad, y el cuerpo humano podría experimentar una revolución sin precedentes gracias a la bioingeniería y a interfaces directas cerebro-ordenador. De ahí que muchas de las cosas que los chicos aprenden hoy en día serán irrelevantes en 2050.

En la actualidad, demasiadas escuelas se centran en que se aprenda de memoria la información. En el pasado esto tenía sentido, porque esa escaseaba, e incluso el lento goteo de la información existente era repetidamente bloqueado por la censura. […] En 1800 difícilmente se sabría muchas cosas sobre el resto del mundo. No había radio, ni televisión, ni periódicos diarios ni bibliotecas públicas. En cambio, en el siglo XXI estamos inundados de una cantidad enorme de información y ni siquiera los censores intentan impedirla. […]En un mundo de este tipo, lo último que un profesor tiene que proporcionar a sus alumnos es más información. Ya tiene demasiada. En cambio, la gente necesita la capacidad de dar sentido a la información, de señalar la diferencia entre lo que es y no es importante y, por encima de todo, de combinar muchos bits de información en una imagen general del mundo.

[…] Además de información, la mayoría de las escuelas se centran demasiado, asimismo, en proporcionar a los alumnos un conjunto de habilidades predeterminadas, como resolver ecuaciones diferenciales, escribir lenguaje de programación en C++, identificar sustancias químicas en un tubo de ensayos o conversar en chino. Pero, dado que no tenemos ni idea de cómo será el mundo y el mercado laboral en el 2050, no sabemos qué pericias concretas necesitará la gente. Podemos hacer un gran esfuerzo para enseñar a los chicos a escribir en C++ o a hablar en chino, para acabar descubriendo que en el 2050 la IA podría codificar los programas informáticos mucho mejor que los humanos y que una nueva app de Google Translate nos permitirá mantener una conversación en mandarín, cantonés o hakka casi perfectos, aunque solo sepamos decir “Ni hao”.

Así, pues, ¿qué tendríamos que enseñar? Muchos pedagogos expertos indican que en las escuelas deberían dedicarse a enseñar “las cuatro ces”: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad. De manera más amplia, tendrían que restar importancia a las habilidades técnicas y hacer hincapié a las habilidades de uso general para la vida. (Yuval Noah Harari, 21 lecciones para el siglo XXI, colección Debate, Grupo editorial Penguin Random House, 2018).

Atender Al Futuro Que Ya Es Presente

El sistema educativo debe estar preparado para atender las demandas de conocimiento de 443.509 alumnos, de los cuales 425.328 correspondían al nivel de pregrado y 18.181 al nivel de posgrado y el 54,4% del total de alumnos eran mujeres, según las cifras oficiales del 2007 (último dato que nos fuera entregado).

Pero, además de los números, también habría que analizar otros factores ligados a la educación superior: uno de ellos es el del trabajo. ¿el currículo educativo del país cumple con las demandas del mundo laboral?

Y es aquí donde se encuentran las deficiencias. La revolución industrial nos ha legado la teoría de que la educación es como una cadena de producción. […] pero hasta ahora no hemos sido capaces de crear una alternativa viable en la cual los seres humanos tengan cabida en el mundo laboral en constante construcción.

En la actualidad otra revolución está en marcha y es la revolución tecnológica; una revolución que apenas vislumbramos y que nadie puede aún prever a donde puede llegar. Las llamadas TIC’s y la Inteligencia Artificial IA, así como la Ingeniería Genética, están en sus inicios y la co - munidad científica aún no está en capacidad de señalar los límites que estas pueden alcanzar. El debate educativo es, entonces, si estas tecnologías que ya han demostrado que pueden desplazar al ser humano de sus puestos de trabajo, reemplazándolo con mayor eficiencia, entonces, ¿cuáles son los conocimientos y habilidades que pueden enseñarse en los claustros universitarios para otorgar cierta seguridad laboral y económica a los jóvenes que acuden a sus aulas?

LO LEJANO ES CERCANO, LO ABSTRACTO ES VISIBLE

Todos los debates sobre tecnología e ideología pueden parecernos muy abstractos y lejanos, pero la perspectiva muy real del desempleo masivo (o desempleo personal) no puede dejar indiferente a nadie. El debate está abierto y es hora de iniciar esa revolución educativa que ubique a nuestro país en el tablero del futuro que ya es presente; y, claro, no podemos atribuir ninguna culpabilidad a aquellos hombres y mujeres que hace algo más de 60 o 70 años cambiaron el rumbo de la educación superior universitaria del Ecuador.

Hoy presentamos, como es nuestra política diferentes ópticas junto a un recordatorio y homenaje a los Maestros Universitarios que forjaron nuestro país en el siglo pasado y que fueron visionarios en entregarnos una educación superior que siempre miró hacia el futuro y al cambio, participando con patriotismo en todas las áreas del conocimiento y aportando no solo con declaraciones teóricas sino con estudios y en muchos casos con la participación directa en las grandes batallas que hemos tenido como o país.

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