Año 1 - Num 2 - Julio 2011

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REVISTA de POLÍTICA y CULTURA

El Estado en el Proyecto Nacional y Popular ESCRIBEN: Enrique Lacolla, Domingo Ighina, Lucio Garzón Maceda Y los poetas Carlos Godoy y Lucas Tejerina

Ilustración: Cape

Año I / Número 2 /julio/agosto-2011

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faltaenvido Equipo Director: Pablo Heredia Secretario de Redacción: Juan Garrido Consejo de Redacción: Matías Barnes, Gina Fanchín, Ana Testa, Ezequiel Rogna Diagramación: Hernán Cappelletti Ilustraciones: Hernán Cappelletti Fotografía: Gina Fanchín y Lucas Fanchín Colaboradores: Domingo Ighina, Lucio Garzón Maceda, Enrique Lacolla, Carlos Godoy, Lucas Tejerina, Diego Quinteros, Sergio Saiz, Daniela Kunz y Sabrina Rezzónico Agradecimientos: a Carla Conte y la “Gata” Varela por hacer más hermosa la patria peronista, a Nestor y Cristina, a toda la juventud peronista y kirchnerista, y a los compañeros Kapiangos. Comunicate con nosotros enviando un correo a

correodelectores@revistafaltaenvido.com.ar

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EDITORIAL EL MAMELUCO Y LA PIEDRA

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-El rol del Estado como factor de cambio -Economía de a pie -¿Cuánto puede un Estado? -Las mayorías y los sindicatos

MANO A MANO -Entrevista a Carmen Nebreda

MORDISQUITO CULTURAL -¿Qúe pasa, Cine Club?

MARADONEANAS -Maradona o nada LA HORA DE LOS PUEBLOS

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-Sobre los análisis de la democracia en la América Latina de hoy

POLÉMIKAS -Estoy acá pero estoy allá -Un gordito ruludo y feliz: el cuarteto -El odio patético

JAURETCHEANAS -El Estado que no es

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editorial

Editorial

votado, al menos a través de un 10 o 15 por ciento de los votos que obtuvo (si nos guiamos por las elecciones de hace dos años), y suponía, a la vez, que también el campo lo había hecho porque su antecesor lo defendió férreamente ante la 125. Quizás una semana después (y hoy también), esté entendiendo que el kirchnerismo (que puso fiscales en casi todas las mesas de la provincia) se movía en la provincia mucho más de lo que pensaba, y que el “campo” no era tan antikirchnerista como pregonaba en su círculo. Reconozcamos que no movió un pelo en la semana intermedia de las elecciones para bajar línea por sus candidatos “ofi-

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ciales” a diputados en las primarias, y también que lo del “cordobesismo” pasó a un segundo plano, pero lo que no se puede negar es que el futuro gobernador esa noche quiso dirigir su victoria alertando al kirchnerismo que él sólo se sumaría al proyecto nacional y popular si éste primero no se subordinaba a los intereses de la provincia. Hay aquí toda una vieja

discusión sobre el rol del Estado, sobre todo cuando desde el poder político que lo gobierna se ha planteado un proyecto (“Nacional y popular”) a largo plazo. Probablemente, repetimos, De la Sota lo haya dicho para quedar bien con sus supuestos votantes (¿propios?) del “Campo” y aclararles que habían votado “bien”, en contra del gobierno nacional, pero sin

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os palitos: una batuta y un tronquito. La batuta se esgrimió exuberante a través de un “ismo” poco frecuente en la política (la hemos escuchado alguna vez aplicándose al fútbol), y se quiso instalar en la retórica provincial para explicar las elecciones en la provincia de Córdoba: De la Sota habló de “cordobesismo” dirigiéndose a dos interlocutores, al pueblo que lo había votado y al gobierno nacional. Esa noche interpretó que buena parte de sus votos provenían del “campo” y tenía que darles ese mensaje de felicitación y agradecimiento. Negaba, en parte, que el kirchnerismo local también lo había

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editorial de la oposición. El tronquito, inverosímil, lo tiraron varios, pero nos detengamos en el de Biolcatti. El dinero otorga poder, y ese poder, en determinados espacios políticos del empresariado, implica cierta viveza para moverse con destreza en los partidos políticos para presionarlos y “marcales la agenda”. Pero nada de eso le otorga un liderazgo más o menos estable en el tiempo si no sabe improvisar declaraciones que al menos no lo hundan para siempre en el fango de la estupidez. Que la gente quiera ver Tinelli y tener la seguridad de que pueda pagar el plasma en cuotas, sólo se le podría haber ocurrido a Mario Pereyra, al Petete Martínez, al Lalo Freyre o a cualquier otro empleado de las corporaciones mediáticas (cuando decimos “empleado”, nos referimos también a secuaces, lamebotas o pelotudos soberbios que se jactan de ser “críticos” porque en el manual de la SIP, “crítico” figura como sinónimo de la “libertad de expresión” para mentir y crear “ambientes” de malestar) 1. A Biolcatti, como qui-

zás a De la Sota, lo apabulló el dato de que el “campo” había votado a Cristina, y eso lo enervó y lo sacó de quicio, porque si le queda algo de política en sus bolsillos llenos de soja, debe haber llegado a la conclusión de que la “gente” (hablemos de pueblo de una vez por todas) otra vez, en la historia argentina, ha vuelto a creer y confiar en las políticas de Estado. Y FaltaEnvido no se prende en el discurso mediático de intentar explicar por qué a la oposición le fue mal, sino por qué al gobierno nacional le fue bien, como tampoco lo hacemos en el sentido de la antinomia maniquea de que unos son malos y otros son buenos: pensamos y actuamos, trabajamos y vivimos, discutimos y militamos, dentro de un proyecto Nacional y popular que está en proceso de formación po-

lítica constantemente, porque nuestra participación es vital, y hemos descubierto que se cambia el mundo desde la disputa por el poder político, y el Estado es el medio para garantizar que el pueblo crea que es posible la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. En este número, FaltaEnvido arroja al espacio cibernético más que algunas precisiones, muchas preguntas, y un sentimiento Nacional y popular. Para que los compañeros se vistan de sol y ayuden a nuestra presidenta a caminar por la Patria de todos.

1 Preciado lector, seguro que Ud. experimentó (y quizás lo sigue haciendo) escuchar las radios Mitre y LV3 por las mañanas, tempranito y no tanto, y pudo haber comprobado que el país que sus locutores promulgaban era más bien la España de la guerra civil, Kosovo de los 90, Irak de hace poco, o la Argentina de hace diez años.

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embargo hay en su “cordobesismo” viejos resentimientos “doctos” de la gorileada local. Borges, al saludar y brindar su apoyo incondicional a la Revolución Fusiladora del 55, homologó el “heroísmo” militar con la épica de dos gestas provinciales que habían salvado al país de la tiranía: desde Entre Ríos, Urquiza nos había liberado de Rosas, y desde Córdoba, Lonardi nos había liberado de Perón. Por cierto, De la Sota estaría lejos de citar exabruptos como este de Borges, pero la batuta del domingo por la noche no hizo más que agitar añejos resabios de un localismo que siempre respondió a los intereses de la oligarquía mediopelesca de la clase dirigente cordobesa. A pesar de la zozobra que se ha instalado en el peronismo local, debido al silencio “estratégico” del gobernador electo luego del triunfo de Cristina en toda la provincia, FaltaEnvido no se amilana frente al pesimismo (que ya es histórico) de los que creen que el peronismo en nuestra provincia intentará recolocarse en el campo

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el mameluco y la piedra

EL MAMELUCO Y LA PIEDRA

El Estado en el Proyecto Nacional y Popular El rol del Estado como factor de cambio / Enrique Lacolla Economía de a pie / Sergio Saiz ¿Cuánto puede un Estado? / Juan Garrido Las mayorías y los sindicatos / Lucio Garzón Maceda

este número diversas preguntas que apuntan a dilucidar y debatir acerca de su constitución, ejecución, gobierno y objetivos en la actualidad y dentro del campo de la economía, de la política y de la cultura: ¿Qué es el Estado? ¿Para qué sirve? ¿Cuál es su razón de ser y sus objetivos? Arremánguense los ojos –y los anteojos- frente a la pantalla y no se pierdan ningún artículo, que vale el esfuerzo.

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En los últimos años, el Gobierno Nacional, a través de sus políticas sociales y económicas, ha arrojado a la sociedad una vieja discusión que el arco opositor nunca ha querido asumir en todos sus alcances: el rol de Estado. El Estado no es un fin en sí mismo sino una “herramienta” (Ver Jauretcheana) de un Proyecto Nacional y Popular puesto al servicio de los intereses genuinos de la Nación y del Pueblo. FaltaEnvido aborda en

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EL MAMELUCO Y LA PIEDRA / EL ESTADO EN EL PROYECTO NACIONAL Y POPULAR

El rol del Estado como factor de cambio

ado al público con una propaganda alambicadamente derrotista, que hace hincapié en la presunta fatalidad de un destino agrario para la Argentina y que estima como irreversible –por cuanto sería la única posición “realista”- la subordinación del país al dictado de las potencias que siempre nos habrían tutelado: Gran Bretaña y Estados Unidos. Arraigada en la enseñanza de la historia oficial y machaconamente vertida por el discurso único de los propagandistas del universo neoliberal, esta doctrina se tornó en la herramienta maestra blandida por el establishment para acondicionar al público masivo

durante la década infame del menemismo y su fugaz colofón delarruista. Ahora, cuando han cambiado las tornas y el kirchnerismo intenta una meritoria pero todavía modesta reorientación nacional de la economía, los profetas del libre mercado y de la desregulación irrestricta se han puesto histéricos: basta seguir la línea editorial de La Nación o de Clarín para percibir hasta qué punto los saca de quicio la posibilidad de que un modelo alternativo al que conformó y deformó a la Argentina cobre presencia y se haga insustituible. Para que una modificación de la

situación que revierta definitivamente ese espíritu pueda tener éxito en una sociedad como la nuestra, es indispensable la presencia del Estado como factor activo del cambio. Ahora bien, la proposición inversa es también verdadera: para que un país relativamente avanzado como era la Argentina promediando la década de los ’50, se retrotrajese brutalmente a los niveles de dependencia y escualidez social que primaban en gran parte de la primera mitad del siglo XX, fue necesaria la intervención del Estado, copado en ese caso por los agentes del sistema que usaron del faltaenvido-julio/agosto-2011

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esde los orígenes de la organización nacional, pero en especial a partir del momento en que el primer peronismo intentó desarrollar una política industrializadora para nuestro país, un coro de agoreros se dedicó a subestimar cualquier intento patrocinado por el Estado a los fines de modernizar la nación. Esa tesitura no ha cambiado un ápice desde aquellos tiempos al presente. La punta de lanza de esta diatriba que alterna el desdén hacia cualquier intento de independizar al país con un desprecio profundo y no siempre tácito hacia sus habitantes, han sido los medios de comunicación. Prensa, radio y televisión han bombarde-

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Por Enrique Lacolla

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puño del hierro de las Fuerzas Armadas para proceder a una desestructuración del cuerpo económico que se prolongó hasta mucho después de que el baño de sangre hubiera terminado. Pues las dos décadas democráticas que lo siguieron no hicieron otra cosa que profundizar, con un refrendo constitucional, la tendencia marcada en 1955 y 1976. La verdadera soberanía política de un país no se consigue hasta que no se haya generado un diseño geoestratégico autorreferenciado y sus estamentos dirigentes no hayan diseñado políticas de estado que, más allá de las disidencias de clase que son connaturales a la sociedad capitalista, estén de acuerdo en el seguimiento de unos parámetros básicos que distingan los objetivos primarios de los secundarios y que pergeñen las políticas activas para alcanzarlos.

Esta lucha se ha venido delineando trabajosamente no sólo en nuestro país sino en toda América latina. Pero tal vez es sólo ahora cuando la conciencia de la naturaleza continental de la lucha y su unidad fundamental ha empezado a generalizarse y a fructificar en emprendimientos como el Mercosur, la Unasur y el Alba. Los esfuerzos de diversos países latinoamericanos para erigir en solitario una estructura autónoma han sido derrotados siempre, hasta ahora, aunque en su momento hayan plantado mojones en la conciencia del pueblo y obtenido algunos logros sociales difíciles de revertir. El varguismo, el peronismo, el emenerrismo boliviano y hasta la misma revolución mexicana terminaron siendo derrocados o desvirtuados en sus esencias por los golpes de una reacción ubicua y formidable. En un subcontinente balcanizado y significado por la existencia de

La similitud de los procesos que llevaron a la sujeción de los países de América latina al diktat imperial está proclamando la necesidad de plantear su lucha hacia una convergencia de políticas combatientes que permitan contrabalancear la influencia imperialista, siempre al acecho para desbaratar cualquier intento de superación cuando en un país

prevalecen momentáneamente las tendencias nacional-populares. No hace mucho tiempo atrás la movilización de la Unasur y del grupo de Río abortó un intento secesionista del Oriente boliviano y bloqueó un crescendo belicista entre Colombia y Ecuador, suscitado como consecuencia del asesinato del jefe de las FARC en un campamento situado en el territorio de este último país. En ambas maniobras estuvo presente la mano de la CIA, pero lo que en otro momento habría sido un golpe demoledor que hubiera logrado su objetivo, terminó en agua de borrajas gracias a la intercesión de los organismos generados autónomamente por los países de Latinoamérica, sin que la OEA, que tiene su sede en Washington, tuviera arte ni parte en la solución de los conflictos. Este es un salto cualitativo muy grande. En el pasado los ensayos de liberación nacional se habían encerrado en sí mismos. Es verdad que Perón, por ejemplo, con su teoría del ABC (Argentina, Brasil y Chile) percibió y propuso con propiedad los términos del problema, pero no tuvo tiempo, ni ocasión, ni socios para llevarlo

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tendencias centrífugas que se pusieron en marcha prácticamente junto a la independencia del imperio español –opresivo pero débil instrumento unitario- la disgregación de la incipiente nación latinoamericana se operó a gran velocidad. Sus partes fueron absorbidas por el influjo exterior y en ese proceso la clase dominante se tornó en una burguesía compradora cuya función era ser la correa de transmisión del interés externo. Esta fue la base de su prosperidad. Una prosperidad de espaldas al país. Este núcleo bien consolidado no podía ni puede ser abatido sin la conquista del Estado por las tendencias-nacional populares, que a su vez deben luchar para vincularse con los movimientos de igual carácter que militan en el continente.

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“Ante la inexistencia de una burguesía nacional consciente de su papel, o la escasa disposición que muestra para hacerse cargo de su tarea propulsora del mercado interno y de la necesidad de defenderlo incrementando la inversión en él, en vez de girar ganancias hacia fuera, es necesario que el Estado oriente la economía. De una manera flexible, sí; pero firme. Y para eso es indispensable se recupere de la debilidad estructural que todavía lo aflige.”

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Los tiempos de la guerra fría y de la revolución cubana sacaron luego al problema de su eje. El espantajo comunista blandido por Estados Unidos y la desmesura de una utopía unitaria fundada en la lucha armada, condujeron al desastre. Ahora ha refluido sin embargo el shock psicológico producido por esa derrota y en varios países de Iberoamérica han comenzado a instrumentarse desde el Estado políticas dirigidas a regular la economía con miras a parar a estos países sobre sus propias piernas y a vincularlos en una sociedad fraterna. La amenaza de la dictadura neoliberal persiste, con todo, y su objetivo no es otro, una vez más, que la conquista del Estado. Esto es, no sólo del gobierno, sino de la parafernalia institucional desde la cual se puede operar a favor tanto para liberar a un país de su dependencia, como para remachar esta.

En Argentina, por ejemplo, no hay duda de hacia adónde apuntan el “agropower”, las finanzas, el complejo de las empresas transnacionales y la trama comunicacional. Y las elecciones en la Capital Federal y en Santa Fe demuestran que el poder agrario, la combinación de terratenientes y chacareros enriquecidos que ponen sus campos en manos de los grandes entes transnacionales y se dedican a vivir de esa renta, constituye un poder que gravita fuertemente en varios de los escenarios electorales decisivos para la construcción del poder en Argentina. Esto resalta la seriedad del momento y la necesidad de extremar los esfuerzos para que el proceso de recuperación del Estado por una línea de pensamiento y acción que se rebela contra el diktat neoliberal, continúe su marcha. Ante la inexistencia de una burguesía nacional consciente de su papel, o la escasa disposición que muestra para hacerse cargo de su tarea propulsora del mercado interno y de la necesidad de defenderlo incrementando la inversión en él, en vez de girar ganancias hacia fuera, es necesario que el

Estado oriente la economía. De una manera flexible, sí; pero firme. Y para eso es indispensable se recupere de la debilidad estructural que todavía lo aflige. Es necesario que los únicos actores sociales que pueden prestarle fuerza –el movimiento obrero y los sectores medios y jóvenes que se están incorporando a la corriente nacional- asuman un compromiso cotidiano y que, paralelamente, estos actores sociales sean percibidos desde el gobierno como los aliados indispensables para llevar adelante la profundización de un modelo que está bien encaminado, pero que debe aun transitar lo más sustancial y difícil de su recorrido. (www.enriquelacolla.com ) Ilustración: Cape

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adelante. Getulio Vargas fue empujado al suicidio, el general Carlos Ibáñez del Campo quedó preso del aparato parlamentario donde primaban las tendencias conservadoras y el mismo Perón fue derrocado en 1955.

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EL MAMELUCO Y LA PIEDRA / EL ESTADO EN EL PROYECTO NACIONAL Y POPULAR

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EL MAMELUCO Y LA PIEDRA / EL ESTADO EN EL PROYECTO NACIONAL Y POPULAR

Para los que nos enredamos con la lógica discursiva de los economistas o también para los que nunca quisimos “estudiar” más allá del debe y haber de la contabilidad básica, Sergio Saiz nos acerca con claridad pedagógica la movilidad de los factores económicos que sustentan el modelo nacional y popular, así como también los valores políticos que entran en juego.

Economía de a pie Notas sobre el rol del Estado en la economía

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os procesos económicos han permanecido -y en buena medida aún permanecen- como realidades sólo accesibles a “unos pocos iniciados”. El saber económico, es decir, la forma de hablar de economía o la producción de conocimientos sobre economía, se ha preocupado deliberadamente por transformar su lenguaje y sus explicaciones en algo críptico, trabajosamente difícil de entender y sólo reservado a “especialistas”:

un lenguaje ajeno y necesario de traducción, formulado para convencernos de que habla sobre una realidad inaccesible para los que vamos de a pie. En efecto, la economía -como tantas otras dimensiones históricases un campo de problemas y realidades por demás complejos. Pero ello no la convierte en un fenómeno incomprensible y mucho menos en algo extraño a nuestro mundo cotidiano. Expresar esa

misma complejidad en palabras que la vuelven ajena no es algo “necesario”; al contrario, es una opción entre otras y, como toda opción, persigue sus objetivos: que los de a pie no entendamos de economía, no hablemos de economía y así unos pocos se arroguen el derecho de hablar en nuestro nombre, decidiendo por nosotros cuestiones tan vitales como por ejemplo qué deudas se pagan y cuáles no, si tendremos que trabajar seis o doce horas por día, o si nuestros pibes podrán ejercer su derecho a ser niños y niñas. Yendo de a poco y asumiendo los riesgos de simplifica-

ción que toda síntesis conlleva, estas líneas pretenden abrir un espacio en donde podamos preguntarnos por lo complejo de la economía desde la gente simple: ¿por qué sube el precio del pan? ¿qué tienen que ver los gemelos superávit con lo que pagamos de luz, o de gas? ¿por qué el default parece algo malo, indeseable, aunque no sepamos explicar muy bien de qué se trata? ¿qué tiene que ver el “boom” sojero con que me suban el alquiler? No pretendemos aquí escupir verdades; más bien se trata de compartir algunas preguntas que muchas veces, al igual que ustedes segu-

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Por Sergio Saiz

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ramente, nos hacemos todos los días al leer los diarios. Para empezar a desandarlas, elegimos una pregunta grande: ¿qué es “el modelo”? Responderla del todo, exhaustivamente, requiere más palabras de las que entran en este artículo y de seguro más mañas de las que están al alcance del que suscribe. Por ello iremos aquí de a poco, respondiéndola parcialmente, como toda respuesta que se pretenda responsable; lo haremos, a veces, apelando a números y estadísticas, aunque en otras ocasiones prescindamos de las cifras para intentar presentar el sentido que asumen determinadas políticas desde nuestro punto de vista. Para comenzar señalaremos algunas características que, conjuntamente, le otorgan identidad al “modelo” y lo posicionan distintivamente en el marco mundial y latinoamericano contemporáneo: el

rol activo y regulador del Estado, el consumo y el trabajo como grandes ordenadores sociales y económicos, la redistribución inclusiva del ingreso, la política fiscal y comercial superavitaria, la flotación administrada como política monetaria, la reducción del endeudamiento externo y los cambios en su composición y comportamiento. A estos trazos generales habría que agregar por supuesto otro conjunto de características (como políticas sociales que combinan prestaciones universales permanentes y prestaciones focalizadas de modo transitorio, políticas de ciencia y técnica jerarquizadas como nunca antes en nuestro país, entre otras) que permiten sostener el carácter integral del “modelo”. De allí que el primer señalamiento que debiéramos hacer en torno a aquella gran pregunta es que no se trata exclusivamente de un modelo económico; antes bien, debiéra-

Sin embargo, más allá de que no se trate para nosotros de un modelo económico, nos concentraremos en abordar el modelo desde una mirada económica. Puestos a desandar por partes aquella pregunta, dedicaremos esta primera entrega a presentar algunas notas sobre el lugar del consumo y el rol del Estado en esta etapa. Cuando el orden de los factores altera el producto En la mayoría de los discursos que podemos escuchar o leer en

estos días, existen dos grandes perspectivas para abordar los problemas económicos: una que se posiciona desde la inversión (oferta) y otra que lo hace desde el consumo (demanda).

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mos nombrarlo como un modelo político en el sentido extenso del término. Y ello no sólo porque la orientación económica se encuentra ahora subordinada a la dirección política marcada por la representación del voto popular, sino también -y no por ello secundariamente- porque sus efectos económicos no radican exclusivamente en aquello que habitualmente identificamos con este último término, sino en la articulación -desde el Estado- de un cuantioso conjunto de políticas públicas (sociales, culturales, educativas, sanitarias, etc.).

Para la primera de ellas, la solución a todos nuestros problemas de crecimiento o desarrollo económico (términos que son asumidos por esta perspectiva indistintamente) radica en “incentivar la oferta”, “otorgar facilidades a la inversión”, o en “garantizar la seguridad jurídica como requisito indispensable para promover el ingreso de capitales”. Todos sinónimos que quieren decir, ni más ni menos, que debemos otorgar al capital -el poder del dinero- todas las facilidades posibles para que maximice sus ganancias. El razonamiento que se esconde detrás de aquellos slogans, tan resonados en nuestro país a partir de 1976 y convertidos en dogma durante la década de los `90, es simplificadamente el siguiente: el crecimiento económico resulta de la inversión de capital, ya que es dicha inversión la que genera puestos de trabajo, y en esa mefaltaenvido-julio/agosto-2011

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“…algunas características que, conjuntamente, le otorgan identidad al “modelo” y lo posicionan distintivamente en el marco mundial y latinoamericano contemporáneo: el rol activo y regulador del Estado, el consumo y el trabajo como grandes ordenadores sociales y económicos, la redistribución inclusiva del ingreso, la política fiscal y comercial superavitaria, la flotación administrada como política monetaria, la reducción del endeudamiento externo y los cambios en su composición y comportamiento”.

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dida, a través del salario, no sólo un mercado para lo producido sino también la distribución del ingreso. El orden otorgado a cada uno de los factores (que aquí podríamos sintetizar en la fórmula inversión = trabajo = consumo = distribución) presupone entonces que, a los efectos de incrementar la inversión y desatar este supuesto círculo virtuoso, deben otorgarse todas las facilidades posibles al poder del dinero, entre otras, reducción de impuestos y subsidios a las empresas, modalidades de contratación que limiten los derechos de los trabajadores (sobre todo en cuanto a su estabilidad laboral, su capacidad de negociación respecto al salario y las condiciones de trabajo). Vale destacar que en ciertos casos, como en el de la privatización de algunas de las empresas estatales durante nuestra década neoliberal, estos “incentivos a la productividad” llegaron al

extremo de garantizar incluso determinados “niveles de rentabilidad” (es decir, ganancias empresarias). Este razonamiento presupone también que, en tanto se sostiene que el mercado es el mecanismo más eficaz y eficiente en la asignación de los recursos, el rol del Estado debe limitarse a garantizar el funcionamiento “libre” del mercado, porque mientras las motivaciones de los agentes económicos por maximizar sus utilidades −que se lograrían coordinar y agregar por medio del mercado− no producirían conflictos ni condicionamientos en los procesos de producción e intercambio, el funcionamiento del mercado librado a sus propias fuerzas generaría las condiciones para resolverlos y conduciría al equilibrio. Redundar sobre los efectos sociales y económicos de estas premisas nos parece aquí innecesario; baste

Frente a esta perspectiva, a partir de 2003 volvió a erigirse en nuestro país otro paradigma que encuentra sus raíces históricas en el peronismo de la década de 1940; un enfoque que invierte aquella fórmula que comenzaba en la inversión y concluía en la distribución, alteración de los factores que sí modifica en este caso el producto. Bajo las premisas de que el mercado librado a sí mismo antes que crear puestos de trabajo los destruye y antes que dis-

tribuir el ingreso lo concentra, el paradigma que sustenta la política económica aplicada durante los últimos ocho años sostiene, por sobre todo, una intervención activa el Estado. Dicha intervención se orienta a regular, a través de diferentes mecanismos, la dinámica de distintos factores económicos, como entre otros, los salarios (por ejemplo promoviendo las convenciones colectivas de trabajo y aumentando progresivamente el salario mínimo), los niveles de empleo (generando programas gratuitos de capacitación y empleo para desocupados, modificando la ley de quiebras para que los trabajadores puedan mantener su fuente de trabajo en esos casos o dero-

“…la inversión se incentiva genuinamente -al conformar y ampliar la demanda- y ya no especulativamente -a partir de facilidades orientadas a maximizar la ganancia y no al crecimiento de la producción-; se favorece así a las inversiones productivas antes que a las financieras, al tiempo que se adoptan políticas que tienden a favorecer al capital local frente al extranjero, procurando fortalecer el entramado productivo basado en trabajo -valor agregado- nacional (por ejemplo, orientando las compras del sector público a empresas nacionales o promoviendo aquellas inversiones que utilicen insumos producidos en el país)”.

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para ello recordar la realidad de nuestro país en el año 2001 o informarse sobre la situación que atraviesan Grecia, España, Portugal y tantos otros países que en la actualidad padecen los resultados del recetario neoliberal.

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“El razonamiento que se esconde detrás de aquellos slogans, tan resonados en nuestro país a partir de 1976 y convertidos en dogma durante la década de los `90, es simplificadamente el siguiente: el crecimiento económico resulta de la inversión de capital, ya que es dicha inversión la que genera puestos de trabajo, y en esa medida, a través del salario, no sólo un mercado para lo producido sino también la distribución del ingreso”.

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Luego, lo anterior supone también otro enfoque de la dinámica económica considerada globalmente, centrado ya no en la oferta sino en la demanda. Sintéticamente, el razonamiento que lo sustenta puede resumirse como sigue: la distribución debe ser asumida por el Es-

tado y orientarse a incentivar y fortalecer el consumo (que no es otra cosa que la capacidad de argentinos y argentinas de adquirir bienes y servicios). La distribución a la que referimos podemos ejemplificarla en numerosas políticas públicas, tanto en aquellas vinculadas a las diferentes políticas de la seguridad social (Asignación Universal por Hijo, jubilaciones para aquellas personas que no cuentan con los aportes requeridos, incremento de las asignaciones familiares, etc.), como en aquellas en las que es el Estado quien asume tareas productivas movilizando la inversión (en infraestructura -rutas, gasoductos, usinas-, en salud -promoviendo la fabricación en laboratorios públicos de medicamentos accesibles a bajo costo-, o en educación equipamiento, construcción de nuevos establecimientos, eleva-

ción de los salarios docentes-, por ejemplo). A su vez, a la creación de puestos de trabajo derivada de la inversión pública directa, se agregan aquellos creados para satisfacer aquel incremento de la demanda en el mercado interno (es decir, el mercado conformado por los agentes económicos -trabajadores, sector público y privado- que interactúan en el medio local). De este modo, la inversión se incentiva genuinamente -al conformar y ampliar la demanda- y ya no especulativamente -a partir de facilidades orientadas a maximizar la ganancia y no al crecimiento de la producción-; se favorece así a las inversiones productivas antes que a las financieras, al tiempo que se adoptan políticas que tienden a favorecer al capital local frente al extranjero, procurando fortalecer el entramado productivo

basado en trabajo -valor agregado- nacional (por ejemplo, orientando las compras del sector público a empresas nacionales o promoviendo aquellas inversiones que utilicen insumos producidos en el país). Podríamos entonces sintetizar este enfoque bajo la fórmula inversa que presentáramos antes: aquí la distribución es la que genera el consumo, que a su vez incentiva la creación de puestos de trabajo, movilizando finalmente a la inversión privada. Dos enfoques del consumo y el rol del Estado: Argentina 2001 y Argentina 2011. No se acaban allí las distancias recorridas por nuestro país en la última década.

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gando las leyes de flexibilización laboral que permitían el despido arbitrario), los precios (estableciendo precios máximos como en el caso de los combustibles o fijando las tarifas de los servicios agua, luz, etc.mediante diferentes tipos de subsidios), la inversión (orientando el crédito hacia las pequeñas y medianas empresas -sector intensivo en mano de obra, es decir que emplea mayor cantidad de trabajadores en relación a la inversión- o fortaleciendo la inversión pública en ciencia y tecnología para agregar valor a nuestra producción).

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EL MAMELUCO Y LA PIEDRA / EL ESTADO EN EL PROYECTO NACIONAL Y POPULAR

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¿Cuánto puede un Estado? Por Juan Garrido

y los argentinos parecíamos obstinados en comprobar su finitud, no sin la venia, claro está, de los directorios económicos de organismos extranjeros. 2 Un recuerdo reciente. Néstor Kirchner entregaba la ESMA a los organismos de DDHH e inauguraba un Museo de la Memoria en lo que había sido un centro de detención clandestino durante la última dictadura militar. Auscultaba la memoria latente de miles de argentinos, aunque para muchos sólo usufructuaba luchas ajenas (Caparrós sigue insistiendo en

esto). En aquel discurso del 24 de marzo de 2004, Kirchner iba a enunciar una frase clave para entender la década de la cual iba ser su mayor representante: “como presidente de la Nación Argentina, vengo a pedir perdón del Estado Nacional”. No hubo sólo un acto de redención. Néstor comenzaba hablar en nombre del Estado y rápidamente demarcaba su trinchera política. En los años treinta

del siglo XX, desde las cárceles fascistas, Antonio Gramsci escribía sobre la importancia que las trincheras políticas e ideológicas iban a tener en la reconstrucción de un proyecto de liberación nacional: “donde la “sociedad civil” se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente, las superestructuras son como el sistema de trincheras en la guerra moderna”.

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Si alguien exhumara el cuerpo de la nación durante los años noventa podría encontrarse con restos de juguetes chinos, revistas con abultados paquetes turísticos al extranjero, la moral de la clase media descomponiéndose en algún frepasista, tejido social raquítico aunque resistente, un montón de licuadoras y muertos de hambre, más de un psicoanalista haciendo negocios y más de una vieja haciendo la olla. La desintegración y la larga derrota cubrían la existencia colectiva. Tomas Hobbes fue quien afirmó que el Estado es un “dios mortal”,

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En un país cuyo destino estaba sellado por los poderes económicos concentrados, digitados a gusto por organismos internacionales, avalados y dulcificados por la prensa -que poco a poco se volvía la parte más dinámica de la estructura ideológica dominante-, ¿qué podía oponerse por parte de una organización social y política nueva a esta estructura social? La revalorización de la dimensión estatal de la política fue la respuesta que en Argentina y en toda Latinoamérica se dieron los distintos procesos de transformación social. Había que convertir viejos aparatos nacionales desguazados en organizaciones democrático-

populares. Ya lo pistoneaba desde el subsuelo de la patria, Scalabrini Ortiz: “la democratización de la vida pública argentina cambiará su tono, la humanizará; dará un pulso a esa concepción implacable, rígida y fría que se llama Estado, en cuyo nombre y en cuyo prestigio se han atrincherado hasta ahora las oligarquías, los financistas y los colonizadores extranjeros que no aprecian del país más que la cifra del dividendo que pueden extraer”. Desde el 2003 cada esfera del Estado (y no sólo el poder ejecutivo) se convertía en un punto estratégico de construcción y acumulación política, demarcaba un

3 Sobre la defensa del Estado nadie pudo escribir una sola canción de rock. Hay un dato que de alguna manera lo corrobora: en la última década, el rock nacional no sacó

una sola banda a la altura de Los Redondos o Sumo, ni de cerca. El relato libertario del Estado es de difícil justificación, enunciación y se presenta menos en la consigna histórica o callejera que en la vida digna reconstruida. Los hijos de los desocupados ya no escriben canciones de rock en la esquina del barrio, habrá que agudizar el oído para escuchar los acordes que salgan de la recuperación del trabajo y de la nueva rutina argentina. 4 La genealogía marxista del Estado siempre nos condujo a una injusticia y a su ocultamiento. Una máquina de clase para oprimir a otra. Pero la crítica y el desenmascaramiento de la utilidad de clase del Estado, si bien fueron y son esenciales, no agotan la concepción del mismo, no lo pueden hacer porque no permiten abarcar la complejidad que la vida de las clases populares adquiere en la historia argentina. En el marxismo es muy difícil encontrar una hipótesis creativa sobre las prácticas constituyentes de las masas y una faltaenvido-julio/agosto-2011

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territorio de disputa donde se adquiría con el paso de los meses la fuerza capaz de revocar el sistema neoliberal. Lo fue desde la nueva ley de educación nacional, a la participación de representantes del Estado en la dirección de las empresas. Y esto rebatiendo los manuales de la derecha liberal y de la “nueva” izquierda antiglobalización y anti “poder constituido”, por utilizar el término de uno de sus mentores que estaba en boga, Toni Negri principalmente, pero también Virno, Badiou, Holloway… ocupando durante largos años la sobaquera de la intelectualidad argentina. Como seña: el Grupo Acontecimiento de Raúl Cerdeiras todavía esta ahí, buscando grietas que nos distancien del Estado y sus formas representativas, aunque éstas sean centenas de desocupados.

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“Gramsci sostenía una tesis difícil de abarcar desde los márgenes de la filosofía política marxista: “destruir una hegemonía y crear otra”, es la persistencia del Poder y la necesidad del gobierno en cualquier sistema social, aunque no cualquier relación de poder y gobierno sean lo mismo. En el riesgo de pensarlo se debate lo mejor de la tradición nacional y popular, en su omisión y negación se desbarrancó el llamado “socialismo real”.”

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de abarcar desde los márgenes de la filosofía política marxista: “destruir una hegemonía y crear otra”, es la persistencia del Poder y la necesidad del gobierno en cualquier sistema social, aunque no cualquier relación de poder y gobierno sean lo mismo. En el riesgo de pensarlo se debate lo mejor de la tradición nacional y popular, en su omisión y negación se desbarrancó el llamado “socialismo real”. 5 Igual distancia hay que tomar de la arquitectura liberal de las instituciones: armazón para que las fuerzas económicas instituyan su reinado. Casullo nos decía que había que ponerle fin al “estado alfombra roja para los jefes del lobby económico, eclesiástico,

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Pero la distancia de los trazos más duros de la arquitectura liberal se marco profunda en la 125. Ahora alguien tendrá que escribir la epopeya negra de la noche del 2008 en que el gordo D´Elía sacó corriendo a los pitucos golpistas de la plaza. Un humilde partisano del Estado nacional y popular. 6 Es necesario acercarse al Estado de una manera mucho más dinámica y compleja, no perder de vista que efectivamente una de sus dimensiones es el ejercicio de la dominación, pero reconociendo que ésta no es la única realidad. El Estado es un escenario de contratos, es cierto, pero también de batallas, luchas en las que se

“¿Cómo resolver la gran problemática de la continuidad del poder popular, la subsistencia del acto libre, cómo garantizar la continuidad del kirchnerismo como un modelo de inclusión social y ampliación de derechos? ¿Cómo volver el acontecimiento que abrió Néstor y Cristina en duración?”

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Ilustración: Cape

perspectiva de reconstrucción del poder al interior de un proyecto de liberación. Su lugar privilegiado fue siempre la sospecha y la denuncia, que fue llevado al absurdo en la histeria de los megáfonos troskos. No son lugares a desestimar de la política (me refiero a la sospecha y la denuncia, no a los troskos) pero cuando se convierten en las únicas coordenadas de un partido o movimiento, no sólo promueven el entumecimiento de la crítica sino que ante todo, en la extrema negatividad, llegan a coincidir con la derecha liberal y sus proyectos destituyentes… llevando al Estado por distintos caminos al mismo desarmadero, sin aprender nunca que las partes se distribuyen entre los pocos acaudalados de siempre. Gramsci sostenía una tesis difícil

mediático y militar”. Porque si bien los liberales farfullaron siempre por la defensa de la libertad de mercado, conjurando populismos de toda laya que decidieran “autoritariamente” intervenir en la economía, nunca dejaron de apelar a los distintos aparatos de represión para despejar el circuito del mercader. Estado cobani de su puta jerarquía, que busca funcionariosalcahuetes-de-turno y vigilantes de sus privilegios, que vuelve a hacerse presente en sucesos como el de Ledesma, y marca que la distribución de la tierra y las fuerzas de seguridad son unos de los mayores problemas a resolver por los Estados Latinoamericanos que buscan la transformación social.

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Montage: Lucas Fanchín

de los grandes poderes trasnacionales. 7 Octubre, mes peronista. La militancia tiene por delante no sólo una afrenta electoral sino una dificultad histórica, la que de algún modo tuvo que enfrentar todo movimiento político y social que se

propuso dar vuelta un sistema de injusticia: ¿Cómo resolver la gran problemática de la continuidad del poder popular, la subsistencia del acto libre, cómo garantizar la continuidad del kirchnerismo como un modelo de inclusión social y ampliación de derechos? ¿Cómo volver el acontecimiento que abrió Néstor y Cristina en duración?

Gramsci rumiando en la deriva de estos conflictos planteaba un método de la libertad: siempre desde abajo. Esto no significaba desconocer las asimetrías propias que todo sistema de gobierno y de partido obligan a atravesar, sino en sostenerlas a partir del reconocimiento permanente de su origen, los olvidados de la patria. Este reconocimiento implica un realismo político sobre nosotros mismos, que -como anotaba también el filósofo italiano- conlleve una continua adecuación de la organización al movimiento real, un modo de contemporizar los impulsos de abajo con los mandos de arriba, una inserción continua de los elementos que brotan de lo profundo de la masa en el marco sólido del aparato de dirección, que asegure la continuidad y la acumulación regular de las experiencias en el Estado.

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juega una relación de predominio de unos y la posibilidad de decidir sobre otros. ¿Se puede desde el poder incentivar mecanismos de expropiación del poder? Parece ser una contradicción imposible que el kirchnerismo decidió cabalgar. Abandonar esta batalla es sólo entregarla a los sectores reaccionarios. Es imposible concebir un estado libre si el primero se concibe como institucionalidad autónoma e independiente de los hombres, por encima de los conflictos, pues lo único que así puede provocar es la pasividad y la impotencia entre las masas. Pero si el Estado se instituye como predicado y no sujeto de los hombres, logra mostrarse como propietario de una capacidad vital para la vida política argentina: la posibilidad de garantizar la cristalización de la iniciativa social y sus necesidades, y por otro lado, la duración de un modelo de liberación nacional donde pueden multiplicarse las trincheras públicas en las que se dirime políticamente un destino común sin las injerencias carnales

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EL MAMELUCO Y LA PIEDRA / EL ESTADO EN EL PROYECTO NACIONAL Y POPULAR

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EL MAMELUCO Y LA PIEDRA / EL ESTADO EN EL PROYECTO NACIONAL Y POPULAR

Las mayorías y los sindicatos Por Lucio Garzón Maceda

Ese conflicto es un motor del avance social derivado de la contradicción de intereses del sistema vigente, es la exteriorización de la búsqueda permanente y renovada de mayor justicia y equidad.

Se considera a los sindicatos representativos, obviamente, actores indispensables en el conflicto social, conflicto cuya existencia es propia, con su mas y sus menos, al capitalismo; se ha

Los sindicatos conocen la adhesión a su pensamiento y saludan la posición mayoritaria. Nadie puede soslayar una evidencia: a partir del 2003 -ya van ocho añoslos sindicatos han vivido el perí-

dicho, que ese conflicto social, como tal, debe ser vivido sin temor por parte de los empresarios.

Ilustración: Cape

odo más prolongado de pleno respeto de sus derechos, en que fue una constante decisiva la posibilidad de negociar colectivamente los salarios y condiciones laborales, de manera periódica y continuada. .

ciones de nuestra historia, relativamente reciente, aconsejan a los líderes sociales, como dicen los franceses, cambiar el agua de la palangana, cuidando de no arrojar con ella al recién nacido…

No creo, por ello, que deban esperarse cambios traumáticos en las relaciones con los sindicatos; por el contrario, creo que las lec-

Sin perder de vista la realidad, las mayorías han manifestado ser partidarias de la unidad y es de suponer que, sin agredir la auto-

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S

e ha expuesto públicamente sin cortapisas, de parte de las mayorías, el papel de los sindicatos en una sociedad moderna y democrática. Las mayorías son partidarias de sindicatos fuertes tanto en representación, como en representatividad y medios. No hay motivo valedero ni señal clara que ello cambiase.

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nomía asociacional, se comparta vehiculizar la tendencia registrada en países europeos, para aumentar poder, reduciendo -vía fusiones- el número crecido de organizaciones y desarrollar aún más la capacidad de negociación e intervención social; esa reducción cuantitativa en algunos países de capitalismo avanzado, ha permitido que las organizaciones de ámbito nacional no superen la decena, en tanto aquí superan con creces el centenar. Es posible que los sindicatos mayoritarios avancen en la exposición de lineamientos destinados a garantizar el libre desarrollo creativo del pensamiento en el seno de sus organizaciones, como uno de los caminos para preservar el

principio básico que establece la existencia de mil voces al interior y una sola al exterior. La relación mayorías y sindicatos ganará en intensidad, ante la proximidad de las elecciones, ya que éstos, -preservando la autonomía que le es propia, sin abandonar las pujas salariales (“el pan y la manteca”)-, harán conocer sus proyectos y demandas de cambios, que es imperioso introducir en nuestra sociedad tan desigual. Los sindicatos tienen el derecho y hasta la obligación de dar apoyos quienes afiancen sus luchas. No puede dudarse que el libre y accesible goce de todos los servicios públicos esenciales (vivienda,

Las mayorías compartirán con los sindicatos las bondades de afianzar la existencia de un movimiento obrero organizado – que es algo más que la mera existencia de sindicatos- cuyas propuestas las interpreten; claro está que los sindicatos deberán comprender, por su parte, que la relación dialéctica con las mayorías es una avenida de doble mano y que requiere de aportes, participación y responsabilidad mayores que exceden al mero reclamo cortoplacista. Creo que algunos nerviosos requerimientos de cambiasen la po-

Ilustración: Cape

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líticas hacia los sindicatos no tendrán demasiado eco, ya que son equívocas, algunas interesadas, con excesiva carga ideológica conservadora; no es aconsejable cambiar de bote en medio del río y menos aun se desprenderse de aliados históricos en medio de una batalla, menos que menos cuando los reclamos podrían estar alentados por una devaluada expectativa.-

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Fotografía: Gina Fanchín

transporte, salud, educación, seguridad, esparcimiento, higiene y calidad de vida cotidiana), la seguridad social, el desarrollo de la ciudadanía del trabajador al interior de la empresa, la participación y control de producción y ganancias y la problemática del empleo de los jóvenes – quienes aquí y allá están ganando la calle- la inserción, entre otras urgencias, nutrirán la agenda política de las mayorías y , por ende, de los Sindicatos.

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mano a mano

Mano a mano con

M

Referente de la lucha por los derechos de los docentes y la educación en Córdoba.

Fotografía: Gina Fanchín

Por Gina Fanchín

Hace aproximadamente tres meses FaltaEnvido conversó con la diputada Carmen Nebreda sobre el rol de la juventud en esta nueva etapa de dignificación del trabajador argentino. Si bien de por medio hubo un par de elecciones, sus palabras fueron más allá de las victoriosas conyunturas y hoy resuenan con el aliento de su experiencia como guías, advertencias y visiones personales, para el futuro de la juventud militante. Córdoba, junio de 2011

i vida personal es la vida de una trabajadora. Empecé a trabajar a los 16 años. Fui parte de una familia muy humilde, de laburantes. Mi viejo era un autodidacta, yo siempre lo recupero como un boyero, aquel chico que vivía tirado por ahí atendiendo a los animales. Su madre le había dicho a los siete años que quien no se ganaba el pan no se podía sentar en esa mesa. Entonces empezó a deambular hasta que lo recogió una mujer de nombre Carmen, de allí mi nombre. Él era español y fue siempre un anarquista. Leía todos los clásicos, por ejemplo la generación del `27 española… y también todos los argentinos; se dedicó a la música y terminó siendo concertista de violín, con medallas de oro y todo. También fue panadero, porque doña Carmen tenía una panadería… Como él había sufrido tanto nos crió en una libertad absoluta. Nos decía que las únicas condiciones que nos ponía en la

vida es que leyéramos y escucháramos música clásica. En cuanto a mis estudios, recuerdo haber tenido profesores muy buenos…; recuerdo que en 5º año pegábamos en los baños los volantes que nos traían los profes, en plena dictadura…, a partir de allí seguí militando permanentemente… Cultura y educación ¿Cómo piensa una política cultural en Córdoba? A mí me gusta mucho lo que se está haciendo a nivel nacional, esto de ganar la calle. Realmente creo que es el espacio público, el espacio ganado por todos, el que debe promoverse, obviamente con buenas propuestas culturales, en la plaza, en las escuelas, en los barrios. No “la cultura erudita”, sino aquella que nos muestre la diversidad, la diferencia, lo propio de cada uno, para poderla disfrutar en conjunto. No es lo mismo el

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Carmen Nebreda

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Política y gremialismo en Córdoba Acerca de las disputas gremiales en Córdoba ¿Hubo alguna división en la CGT? En Córdoba nunca hubo una sola CGT. Cuando se logró la unidad fue en la acción… Por ejemplo, en el Cordobazo la unidad se logró en la acción. Desde entonces se ha pretendido una unidad de los trabajadores, pero no se ha logrado. Los gremios que hoy dificultan la unidad también fueron parte de los que la impidieron. Lo que se ha logrado hoy es que de 100 gremios, 84 se unifiquen; faltan 16, pero que de 100, 84 trabajen para lograrla, eso se da por primera vez. Es decir, hoy aparece como si hubiera sido una escisión lo que realmente es algo que nunca se había dado. Venimos de dos CGT que tenían más

Fotografía: Gina Fanchín

“Hay que ser muy amplios y ganar la calle, que es el espacio público que nos ha quedado, porque la dictadura primero y el neoliberalismo después, nos la quitaron para encerrarnos en los shoppings. A la calle se la llenó de “inseguridad”. Si ganamos la calle, si nos apropiamos de la calle, combatiremos la seguridad. Porque la inseguridad y el delito necesitan de la oscuridad y la soledad, para que nadie vea. Si la gente gana la calle, no habrá oscuridad y en cambio sí habrá muchos que vean.”

¿Cómo ve en el plano político la proyección del espacio Kirchnerista? El espacio kirchnerista es un espacio transversal: recupera y abarca sectores muy amplios de la sociedad. A su vez, Cristina, nuestra conductora, es la presidenta del Partido Justicialista nacional; otro vector que forma parte esencial del kirchnerismo es el Partido de la Victoria, un partido con un fuerte entronque peronista, justicialista. Para algunos que no vienen del justicialismo no se entiende tan fácilmente, pero para nosotros es comprensible que se busque la unidad dentro del peronismo, que en realidad es un movimiento que abarca sectores que

están dentro del kirchnerismo y otros sectores que no. De todas maneras, hoy se está escindiendo fuertemente el sector más de derecha que ya no tiene casi cabida dentro del peronismo. ¿Cuál es el papel de De La Sota en un posible acuerdo o desacuerdo? Hay compañeros que dicen “yo a De La Sota no lo voto por nada”, y otros que plantean “hay que dar este paso para después avanzar”. Yo hoy creo que nosotros, como kirchneristas, tenemos que avalar a Cristina, que es nuestra conducción, nuestra compañera, y no hay otra mejor. El otro día Cristina les dijo a los sindicalistas que la lealtad es un bien muy fuerte, pero muy escaso: nos lo estaba diciendo a todos. De allí que entonces nosotros no podemos decirle a Cristina te sigo en esta porque me gusta y no te sigo en esta porque no me gusta. Queremos depositar en la compañera que conduce la confianza de decir si Cristina lo determina…: te lo dice una vieja que nunca se sometió a nadie, si Cristina lo determina es la mejor opción que tenemos, si nos dice vamos adentro y después adentro tendremos faltaenvido-julio/agosto-2011

mano a mano

o menos 50 gremios cada una, y hoy tenemos una que tiene 84, pero aparece otro grupo que dice “no” (que en realidad son alrededor de 10, o menos, y otros que son sectores que no tienen personería gremial) y todo parece que estamos lejos de la unidad. Entonces los medios lo difunden como la gran escisión, cuando en realidad, como nunca en la historia del movimiento obrero, se ha logrado un gran consenso. Es exactamente al revés de lo que aparece.

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hacer individual que el de conjunto. No es lo mismo ir al cine a ver una película que sentarte en una plaza. Tenemos el ejemplo de la película Belgrano, en donde la plaza es un entorno que te cambia la experiencia como espectadora cuando alguien al lado tuyo te comenta algún pasaje.

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“El otro día Cristina les dijo a los sindicalistas que la lealtad es un bien muy fuerte, pero muy escaso: nos lo estaba diciendo a todos. De allí que entonces nosotros no podemos decirle a Cristina te sigo en esta porque me gusta y no te sigo en esta porque no me gusta.”

Juventud y política ¿Qué lugar se imagina para la juventud kirchnerista en este proyecto? Este es uno de los mejores momentos para la juventud, después de haber sido arrasada. En los 70 cometimos errores, aunque sabíamos que buscábamos un mundo mejor. Hoy nosotros estamos viviendo la posibilidad de llevar adelante esos cambios y creo, por lo menos personalmente, con doble satisfacción: porque estás vi-

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viendo ese mundo mejor y porque lo estás dejando en manos de los jóvenes, lo estás llevando adelante con los jóvenes… con ustedes. Una siente que puede depositar la experiencia en otro que se hace cargo del futuro. Es esencial y fundamental el rol de la juventud, porque si ella toma el proyecto quiere decir que ya estamos yendo para adelante. El proyecto no puede quedar solo en nosotros, tiene que ser tomado por la juventud para que lo profundice. Cuando decimos que el futuro es hoy, es porque hoy hay que hacerse cargo, que el mañana sea posible. Yo creo que es esencial, que es primordial; además, para los jóvenes, creo que esto es desafiante, el hecho de poder romper estructuras y cambiar. Lo que les digo a los jóvenes es que habría que entender que hay políticas jóvenes y políticas viejas: que ningún joven se adueñe de la viejas políticas, porque creo que allí está lo grave. Hablo también de los modos de hacer políticas, porque muchas veces se puede ver en algunos jóvenes la tentación por llegar a lugares de poder con las mismas prácticas que les critican a los viejos.

Fotografía: Gina Fanchín

“Yo estoy llegando al final, me voy a jubilar como docente, porque nunca me avine a sumarme a las prácticas de la vieja política; entonces espero que los jóvenes puedan mantenerse jóvenes, pero jóvenes en la idea de la construcción, de las prácticas, del modo de mirar el futuro, de la solidaridad, de la igualdad, de la equidad, de entender que el colectivo vale más que lo personal, y que lo personal vale en la medida que contribuye a lo colectivo.”

Me siento muy feliz, porque desde una posición más egoísta quizás, veo que estoy viviendo esto que nunca pensé vivirlo, con la alegría de ver a mis hijos encaminados, de verlos a ustedes encaminados y de ver a mis nietos de 14 y 16 años que ya están andando en la política; entonces digo ¡ya está, ya lo hicimos, esto no se queda acá! ¿No le parece, sin embargo, que todavía falta un tiempo más para que se produzca la síntesis práctica de ‘traspasar la posta’…? Va a ser paulatina, ningún movimiento social se da de un momento para otro, pero creo que el

empuje de los jóvenes y el propio núcleo seguro del concepto de este proyecto nacional y popular así lo va a exigir, porque ya lo exige, lo hace presente. Si tenemos una presidenta que permanentemente habla de los jóvenes y los interpela, y además los jóvenes lo hacen permanentemente, quiere decir que hay una interpelación mutua, de unos a otros; es bueno que los jóvenes interpelen y sean interpelados a la vez.

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que discutir, o si nos dice vamos por fuera, porque es la mejor manera, aunque nos rompamos el alma, para estar lo mejor posible. Me parece que ella es la mejor capacitada para mirar el panorama nacional, por lo tanto hay que depositarle esa confianza de determinar qué es lo más ventajoso.

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mordisquito

Mordisquito cultural

¿Qué pasa, Cineclub? Por Ezequiel Rogna

"¿Por qué no pensás un poco vos también? Yo no te pido que inventés una escuela filosófica o que leas a Einstein y te vayas a dormir con el teorema puesto. Yo te pido que abandones tu posición de terco y pienses... pienses en lo que estaba pasando y en lo que pasa ahora. Tenías una patria como una rosa, pero esa rosa no perfumaba tu vida sino que estaba deshojando en el ojal de los otros. Ahora la solapa de tus enemigos está vacía y la rosa es tuya..." Enrique Santos Discépolo

E

l Cineclub Municipal Hugo del Carril transita desde hace más de una década por los escarpados senderos de la gestión cultural de Córdoba Capital. Hoy está atravesando una fuerte crisis institucional evidenciada, puertas adentro, en el desmembramiento de sus equipos de trabajo y, puertas afuera, en la desaparición de los clásicos espacios consagrados a la producción artística local y en la visible mengua de la afluencia de público. Esta situación, además, ha resentido las magras posibilidades de

mostrar sus obras que los artistas locales tienen en el campo cultural cordobés. Si echamos un vistazo a su presente, comprobaremos que el cineclub El Corto o los ciclos de música en vivo Ensayo de Orquesta y de teatro Opening Night (por no mencionar también los ciclos Dulce y Melancólico, La Ventana Indiscreta, Alta Fidelidad y las sitcom teatrales realizadas por el Teatro Minúsculo, así como también la amplia oferta en materia de cursos) hoy brillan por su ausencia. Y no es que público y artistas sólo extrañen (extrañe-

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-Con la colaboración de Matías Barnes-

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mordisquito mos) algún ritual de día de semana o una opción económica para entretenernos sábados y domingos. Sucede que nada vino a ocupar el lugar de los espacios cancelados y el Cineclub, otrora referente de la cultura local, se encuentra congelado en la misma grilla cinematográfica de siempre, erigido como el monumento de su propio fracaso como espacio de producción y exhibición del arte made in Córdoba. La situación puede resultar paradójica si se tienen en cuenta los cambios en las condiciones de

producción cultural que en los últimos tiempos se vienen impulsando desde el gobierno nacional. Cambios que, con la Ley de Medios y la TV Digital como motores principales, tienden al desarrollo de nuevas dinámicas de creación y difusión del arte. Estas dinámicas ya han dado lugar a fenómenos novedosos como la amplia distribución de las películas cordobesas El invierno de los raros, Hipólito y De caravana y la producción de series ficcionales y documentales para televisión, de próxima aparición, realizadas

(Por otra parte, en lo que respecta al conflicto “puertas adentro”, sólo por cuestiones de espacio, invitamos al lector a visitar los siguientes sitios de interés: http://www.diaadia.com.ar/?q=con tent/protesta-ante-el-cineclubmunicipal, www.lamiradaencendida.wordpress.com/2010/12/27/la-situacion-del-cineclub-municipal/, http://www.cispren.com.ar/indexmain.php?lnk=1&mnu=10&idnota=6990)

Cineclub ¿Municipal? Intentaré esbozar un par de anotaciones que permitan comprender qué es lo que le pasa al Cineclub. He trabajado allí y sé, por la experiencia de proximidad, que el problema es complejo. Pero al mismo tiempo, tan simple como desesperante: no existe ni ha existido ninguna política cultural desarrollada en el ámbito municipal. En esto coinciden tanto Pablo Mrakovich como Diego Pigini, voces entrevistadas para esta nota. Dice Mrakovich, Secretario de Daniel Salzano y empleado municipal con sede en el Cineclub: “Nosotros hemos pasado cuatro intendencias distintas, cuatro partidos políticos distintos, cientos de directores de cultura y nunca nadie vino acá a decirnos ‘este es el proyecto cultural para la ciudad de este gobierno’; nada, jamás.” Por su parte, Diego Pigini, ex-miembro del plantel del Cineclub, creador, entre otros espacios, del Cineclub El Corto y el Festival Cortópolis,

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Fotografía: Gina Fanchín

desde y para todas las provincias del país. Sin embargo, a los fines de no caer en desviaciones interpretativas, incorrectas asociaciones directas y asimilaciones reduccionistas entre las distintas esferas gubernamentales, nos detendremos brevemente en el ámbito estatal al que le compete la principal responsabilidad en la crisis institucional del Cineclub: la Municipalidad.

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mordisquito dría hacer mejor o no, pero no depende de una política municipal. Porque no la hay. Digamos, si hubiera alguna política cultural municipal, funcionaría por lo menos algún otro espacio.” Con gobiernos municipales sin ingerencia positiva en la gestión cultural de la ciudad que malamente administran, el Cineclub como espacio surgió, se sostuvo y aún subsiste por obra y gracia de su Sr. Director, Daniel Salzano, figura con el peso simbólico suficiente como para soportar los embates de los funcionarios municipales de turno pero con la mirada puesta en el ombligo de

su indiscutido personalismo, sus berretines y obsesiones, a los que se suman sus claras limitaciones a la hora de gestionar, tanto por propia incapacidad (al fin y al cabo él es periodista y escritor, no gestor) como por permanecer inmerso en un medio adverso que, lejos de mejorar, empeora año a año. Sus decisiones, dentro de esa sostenida falta de políticas culturales municipales, han sido unilaterales y han llevado a la Asociación de Amigos del Cineclub a incorporar alternativamente mano de obra precarizada (trabajadores monotribu- tistas con relación de dependencia de hecho)

para la creación y el sostenimiento de actividades culturales autogestionadas, así como a expulsarla posteriormente, sin contemplaciones, cuando “la Dirección” lo creyó conveniente. Los ciclos dedicados a la música, al teatro y al cine local, al depender de manera directa de un grupo de entusiastas trabajadores reclutados por fuera de la esfera municipal, simplemente cayeron cuando éstos dejaron de estar, ya sea por propia voluntad (en los casos más raros) como por decisión del Director (en los casos más numerosos). En este sentido, cuando se le pregunta a Pigini por faltaenvido-julio/agosto-2011

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habla en los siguientes términos respecto a la relación del Cineclub Municipal con las gestiones del gobierno: “(el Cineclub) no responde a una gestión municipal en realidad, porque si respondiera a una gestión municipal no hubiera existido directamente. Eso sí es algo que hay que reconocer, compartamos o no las líneas de trabajo, sí hay que reconocer que subsiste no por la gestión municipal, que sería como un CPC más, sino por el laburo de la gente que está ahí adentro. Digamos, subsiste. Después, podés compartir o no cómo se labura ahí adentro, qué se po-

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mordisquito ¿Y por casa cómo andamos? Para completar este pequeño cuadro sobre algunas de las consecuencias derivadas de la falta

de políticas culturales estatales, proponemos asomarnos a otro espacio dependiente del municipio. Como un botón alcanza para muestra, consultamos a Lita Rosali, integrante de la Red de Vecinos de San Vicente, sobre su experiencia con el Centro Cultural de barrio San Vicente. Nos cuenta que, desde hace años, las malas experiencias vienen acumulándose, y van desde la desatención en trámites cotidianos hasta rechazos de propuestas culturales hechas por los vecinos de manera desinteresada. Por ejemplo, Los Únicos, banda de cuarteto en la que toca uno de sus hijos, tuvo que lidiar con el personal del Centro Cultural para poder presentarse en el auditorio: “La persona que está a cargo del Centro Cultural… no sé si es que no quiere trabajar, si es que no quiere a nadie… no hay quién no se queje. Ella no quería que hubiera una actuación. Uno va a cultura, que es donde depende en el Centro Cultural, y ellos te repiten: ‘Sra. Usted

puede utilizar, ese lugar, ese teatro, cuando lo necesite, porque eso es de los vecinos; cuídenlo, porque eso es de ustedes y qué sé yo’. Pero después uno vuelve acá y son todos ‘no’: que no tienen gente los fines de semana, que las luces no andan, que el sonido no sé qué…” Vemos, entonces, que los encargados de gestionar eventos culturales en los barrios no sólo no cumplen con su tarea sino que incluso impiden a los vecinos llevar a cabo sus iniciativas. Situación penosa que los termina alejando. Dice Lita en relación al Centro Cultural: “La verdad que hace como cuatro o cinco meses que no voy. Es como que ya no quiero ir más. Y no es que sea necia ni nada, yo soy de insistir, voy una y otra vez para tratar de hablar. Esa es la política que tenemos en la Red. Viste que a lo mejor una vez uno no se expresó bien… Pero ya no.”

Palabras primeras Este lamentable escenario debe comenzar a revertirse. En efecto, ésa es la profunda batalla cultural que debe librar cada uno desde su lugar para que el entramado social se reconstruya y podamos tomar en nuestras manos lo que nunca debió haber dejado de ser nuestro, llámese Cineclub Municipal Hugo del Carril, Centro Cultural San Vicente o cualquier otra institución cuyo único propósito noble será el de servir a nuestro destino compartido. Cultura como actitud creadora y solidaria de la comunidad. Lo demás es mala leche. O esnobismo, bosta de paloma, pura cháchara.

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la contradicción manifiesta entre la drástica reducción de propuestas cinematográficas locales en la cartelera del Cineclub y el buen momento por el que atraviesa el cine cordobés, responde: “lamentablemente, tanto el espacio de El Corto como Cortópolis no fue totalmente absorbido por el Cineclub sino que dependía de la voluntad de trabajo nuestra. Entonces pasó que por cuestiones internas yo me voy y el espacio no está más. Ése es el problema de cuando no se institucionalizan esos espacios. Por eso te digo que no creo que haya una decisión de que ese espacio deje de estar, sino que simplemente yo me fui y no está más. Es como mucho más simple y a la vez más triste. Porque depende sólo del grupo de trabajo nuestro.”

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maradoneanas

Maradona o nada

maradoneanas

Por Diego Quinteros

ichona tarea la de hacer un recuento de los últimos acontecimientos en tan pequeño espacio que el tipo que edita la revista, el Cape, nos dio. Yo se la peleé, pero se mostró inflexible ante la extorsión de la caja de vino Toro que, por otra parte, igualmente se tomó. Nos tomamos. No importa, van un par de despotriques personalizados tamaño cartera de la dama, bolsillo del caballero. Algunos de los muchos que aún nos quedan (ante la injusticia infinita que nos propinaron de espaldas a la obvia voluntad popular), le quitaron al Diego la posibilidad de continuar con la dirección de la selección nacional. Esa manga de golpistas...

Ilustración: Cape

P

"La va a tocar para Diego: ahí la tiene Maradona; lo marcan dos, pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio de fútbol mundial, y deja el tercero ¡y va a tocar para Burruchaga! Siempre Maradona... ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta... ¡Goooooolll!! ¡Goooooolll! ¡Quiero llorar! ¡Dios santo! ¡Viva el fútbol! ¡Golaazo! ¡Diegooooo! ¡Maradooona! ¡Es para llorar, perdóneme! Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos, barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste? Para dejar en el camino tanto inglés, para que el país sea un puño apretado, gritando por Argentina... Argentina dos; Inglaterra cero. ¡Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona! Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por éste... Argentina dos; Inglaterra cero.” Víctor Hugo Morales

¡Es de no creer loco! Y parecía que algo por ahí nos había quedado, que algo habíamos aprendido. Eso de ganar con un solo

dios mortal que nos salve todas las papas es cosa de una vez por decenio. Que esa formación antifutbolística (¡¡¡puso tres cincos el muy degenerado!!! ¡¡¡Cuatro defensores y tres cincos!!!) ya no daba para más en un país al que el futbol no le parece cosa de resultados nomás. En un país donde el fútbol se vive como una procesión semanal de tristezas y alegrías, como la bienvenida a esa ruleta rusa envenenada que te puede pegar un cachetazo fulero o hacerte volar un rato por los aires. Pero ojo, no tanto como para no recordar que para el domingo que viene queda otro duelo y ahí de nuevo el cachetazo o las alas y por ese lado viene la justificación de las semanas, qué se yo... Y eso en ese mismo país donde ponemos a un técnico (previa traición consumada a espaldas de un leal) que dista tanto de comprender la manera en que la mayoría de nosfaltaenvido-julio/agosto-2011

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Cualquier parecido con la realidad es pura realidad. Anonimus

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sentimiento, felicitaciones. ¿Y a vos? ¿Eh? ¡A vos que te dicen Pecho Frío! ¡A vos que te critican por lo de la letra del himno, “mira al pendejo culiado, no canta el himno, seguro que no lo sabe”, “y no, pero seguro que sabe el de España, pendejo traidor”! ¡A vos que te piden que seas el que supere al más grande y por atrás te critican por el incumplimiento de la tarea imposible, haciéndote a la vez el culpable de cada puta pelota que perdemos! ¡A vos que te putearon por no ser el del Barcelona cuando jugás en un equipo que, desde Batista, ya no es un equipo sino una formación cagonaza de puro nombre que cotiza un huevo en Europa pero sin una remota idea de cómo jugar en equipo acá! Te agarraron de punto y cuando era más fácil pegarte el más grande te salió a aguantar (¡si hasta quiere que seas mejor que él…!) diciendo que el que te discutía a vos era un soberano pelotudo. Te lo deberías tatuar en el brazo pendejo, además de salir por todos lados diciendo que querés que vuelva. Yo creo que nunca vas a ser el más grande, es imposible superar a

Maradona, pero si alguna vez lo hacés, va a ser sólo porque el Diego desde el banco te indique cómo. Y el que te diga que es verso te está mintiendo. Diego: gracias por tantas lágrimas, de las lindas y de las otras. La guachada te sigue esperando al pie del cañón. PD: La Copa América fue una cagada. Todos jugaron horrible, nadie propuso nada. Cantidad de esquemas bilardistas agazapados esperando una contra o un hueco aislado pero sin desacomodarse atrás. Manada de cagones. Quieren hacer del fútbol una ecuación. Sin cabezas que piensen el fútbol como Maradona estamos condenados a la derrota.

maradoneanas

huevo ante tanto nariz respingada que vota al impresentablemente gorila facho inútil basura versero y culiadazo de Macri. ¡Por dios, que ciudad la porteña…! Fito: ¡Te hacemos el re aguante loco! Gracias por traducirnos y aguantarte por nosotros la tracalada de pelotudeces increíbles que llegaron a decir de vos porque expresaste tus sentimientos como todo el que viva en nuestra tierra tiene derecho (tanto pelotudo vota a Macri y a vos te pegan porque seas sensato). Si hasta los cara de verga llegaron a llamarte facho. Impresentables… en fin, gracias loco. (Esta despotricada se funda en la condición de hincha de Rosario Central que el compañero Fito expresa) A los hermanos uruguayos, campeones de la Copa América (que debería comenzar a llamarse “copa de la Patria Grande”, vaya la idea) nuestros reconocimientos. Pero aclarando: no se fíen muchachos, que a la vuelta de la esquina está la copa del mundo, y si vuelve el Diego van a ver quién es el capitán de la cuadra. Igual, con un sincero pero algo resentido

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otros entiende el fútbol, tanto tanto como distan los de la UCR de comprender lo que siente el pueblo. Pero ya está. Lo fueron al oportunista, a ese mendigo de éxitos ajenos. Vendrá otro. Nosotros igual seguimos esperando mientras hacemos un asado para que vuelva el Diego y con él la alegría y las ganas de ver a la selección con toda esa emoción que nos agrandaba el pecho. ¡¡¡Hay que ser muy muerto pecho frío abanderado del juego horrible como para irte a la B dando lástima y seguir diciendo que sos un grande del fútbol argentino!!! En la B vas a ser un nenito de mamá cheto y bien peinado en plena Villa Libertador. ¡Suerte y nos vemos pronto! Vaya también el reconocimiento, el aplauso y las gracias a los muchachotes de Belgranito que le devolvieron el honor a nuestra Córdoba del caño y la gambeta, de volver a la máxima categoría del fulbo argentino. Y esperamos con confianza a los guachos de talleres y la gloria para que entre todos le hagamos el aguante a Córdoba a pura paredes y mucho

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la hoa de los pueblos

La hora de los pueblos

Sobre los análisis de la democracia en la América Latina de hoy

M Fotografía: Gina Fanchín

“…ya soplan vientos de fronda para los contumaces reaccionarios de otros tiempos: comienza ya “la hora de los pueblos”, caracterizada por la liberación de las naciones del yugo opresor de los imperialismos como por la supresión de la injusticia social”. Juan Domingo Perón

ucho se ha dicho acerca de las implicancias de los procesos generalmente comprendidos en el llamado ‘giro a la izquierda’ en América Latina. Abundan los análisis que orientados a identificar los cambios de la izquierda en clave histórica y comparativa vinculan las transformaciones actuales con el retorno de regímenes nacional – populares o el populismo. Este debate se presenta como un análisis de las nuevas cualidades de la izquierda latinoamericana después del largo período de políticas neoliberales, de desmembramiento del Estado y de la metamorfosis y crisis del lazo de representación política. Las indagaciones acerca de los

nuevos sentidos de la política y de la democracia, en cambio, son menos frecuentes. Considero que ese déficit del pensamiento crítico explica, al menos parcialmente, la primacía de aquella clave de lectura que sencillamente opone la democracia liberal representativa (o el liberalismo) al populismo. La pregunta por el carácter más o menos democrático (cuánta democracia) de las experiencias enmarcadas en la nueva izquierda latinoamericana (sus sujetos y sus prácticas) estructura los argumentos de la literatura disponible sobre la temática. Mientras algunos autores se refieren a estos procesos en términos de una profundización de la lucha por la de-

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Por Daniela Kunz

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mocracia, otros sostienen que los mismos son reflejo de la inestabilidad política y expresión de la falta de consolidación de las democracias representativas de la región. En línea con la primera de esas interpretaciones, numerosos intelectuales, dirigentes sociales y políticos inspiradores y/o actores protagónicos de los movimientos comprendidos en el denominado ‘giro a la izquierda’ sostienen que esas transformaciones “se desenvuelven en el marco de la democracia liberal y respetan sus reglas de juego aunque intentan transformarla, desbordando sus limitados

parámetros y rompiendo sus rígidos paradigmas, con reformas sociales profundas y poder para el pueblo” (Casado, 2002). Otros sostienen que el alto nivel de movilización continental contra lo que fue dominante en los noventa es un signo de la repolitización generalizada que caracteriza actualmente el contexto regional, en particular los movimientos colectivos de Ecuador, Bolivia y Venezuela. Estaríamos asistiendo, en ese sentido, a un proceso de ampliación de la democracia, a la expansión de la conciencia del principio igualitario y, por ende, a la emergencia de nueva izquierda

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la hoa de los pueblos

las instituciones. Considero que los estudios más influyentes acerca de la democracia continúan confinando sus alcances al régimen político entendido desde el paradigma de la democracia política o poliarquía que dominó los estudios de la transitología durante el período postdictaduras, por una parte, y que la comprensión de la política continúa reducida a los acotados términos del ‘gobierno’ y las acciones del Estado y de la sociedad civil, por otra. Ambas orientaciones son solidarias con el prismático de la gobernabilidad, esto es, la política se evalúa en términos de su contribución a la estabilidad y la eficacia del sistema político. Así se favorece la reproducción de aquella operación ideológica enmarcada en la guerra fría, orientada a impulsar el modelo de modernización que posibilitó la rearticulación política mundial al servicio de la hegemonía norteamericana en el contexto de la crisis del orden político de postguerra. Muchas interpretaciones, insisto, parecen basarse en un diagnóstico similar al que

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Fotografía: Gina Fanchin

democrática: “las demandas y resurgimientos identitarios dan cuenta del derrumbe de democracias limitadas bajo el empuje de la acción de excluidos y descontentos… si admitimos ese registro no podemos pensar simplemente en los términos de un retorno” (Cheresky, en Hilb y Villavicencio, 2007: 7 – 8, énfasis propio). En contraste, según las interpretaciones más difundidas, América Latina asiste a una reversión de los logros alcanzados durante el proceso de democratización que sucedió a la ola de regímenes burocrático - autoritarios de los años setenta y ochenta (democracias de transición). Como han sostenido Hilb y Villavicencio (2007), estas últimas posturas, en general, se basan en las sospechas que despierta la (re)aparición de liderazgos fuertemente personalistas que polarizan de manera tajante la escena política y que al mismo tiempo dan muestras de gran capacidad de intervención en la realidad social. Desde esa perspectiva, enfatizan el daño irreparable que este tipo de intervención política podría ocasionar en las rutinas democráticas y en

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man, 2005). De allí que una amplia literatura asimila gobernabilidad con una situación social de paz, consenso y alternancia en el poder (Blandón, 2008). De ese modo, los objetivos de la gobernabilidad se centran en garantizar un ejercicio continuado de procesos electorales competitivos, donde gobernar la sociedad es permitir que los ciudadanos accedan a comicios electorales carentes de conflictividad. Con todo, la gobernabilidad se presenta como un dispositivo neutro e independiente de los programas políticos; el punto de inflexión que separa una gestión eficiente de un mal gobierno sobre la base de criterios tales como eficacia, productividad, competitividad y racionalidad. Sin embargo, eso implica que un conjunto de parámetros de calidad propios de la economía de mercado se aplican a la acción de gobierno, legitimándola o impugnándola. En ese sentido, no llama la atención que proyectos que se presentan como antisistémicos o críticos frente al capitalismo sean considerados, en nombre de la gober-

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la hoa de los pueblos

ción que lleva al aumento de los gastos sociales en detrimento de los gastos de seguridad…”. Como observa Brunelle (2008), ese diagnóstivo revelaba el temor frente a los efectos perversos o imprevisibles de una politización demasiado grande y una profunda desconfianza respecto de lo político. De hecho, en nuestra región, desde los primeros años de la transición, el llamado a ‘producir gobernabilidad’ ha querido indicar el límite de tolerancia para los proyectos y objetivos sociopolíticos considerados compatibles con procesos de reforma política y transición pactada. Igualmente se ha querido hacer referencia a los márgenes de movilidad que posee y dispone la elite política para hacer compatible una acción de gobierno considerada estable y eficiente con un orden económico afincado en la doctrina del mercado. En nombre de la gobernabilidad se han articulado políticas de ajuste económico, flexibilidad laboral, privatización y desnacionalización de la economía y todo el conjunto de medidas implicado en el programa neoliberal (Roit-

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ción de la polarización, es necesario reducir las reivindicaciones y favorecer la pasividad política. Es conveniente instaurar un nuevo equilibrio político y para lograrlo se propone reducir el exceso de democracia. Porque un sistema político verdaderamente democrático y eficaz debe descansar en una cierta apatía política y una reducción de la implicación ciudadana, caso contrario deviene sobrecargado y cae en el clientelismo, una situa-

Fotografía: Gina Fanchín

había inspirado las propuestas de la Trilateral (el más influyente de los múltiples discursos sobre la crisis de legitimidad de las sociedades capitalistas que a fines de los 70’s señalaban los límites políticos y económicos del Estado keynesiano). Recordemos que los intelectuales que formaban ‘la Comisión’, decían “si la etapa actual corresponde a una fase del ciclo donde se observa una recrudescencia de la participación política y una exacerba-

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la hoa de los pueblos nabilidad, como ingobernables, con escasa funcionalidad, conflictivos, generador de inestabilidad y de alto riesgo para el proceso de globalización” (Roitman, 2005: 38). La gobernabilidad así entendida estaría negando el poder constituyente, el poder que irrumpe, quebranta, interrumpe y desquicia todo equilibrio preexistente y toda posibilidad de continuidad, lo propio de la democracia. En todo caso, la idea de gobernabilidad es más bien la aplicación del antiguo concepto de control, de manejo y funcionalización del conflicto (un problema que Foucault trató con genio y profundidad), es decir, la cuestión no es el origen del conflicto en cuanto expresa necesidades materiales o políticas, sino las

técnicas para impedir que atente contra el sistema. Siguiendo ese razonamiento, el concepto de gobernabilidad podría equipararse a la lógica de la policía (propuesta por Rancière a partir de los trabajos de Foucault) en oposición a una lógica propiamente política. Tal la tesis de Roitman (2005), la democracia aparece como una justificación desde el poder de lo que éste hace y de lo que dice poder hacer, quedando subsumida en un hacer técnico – administrativo, no político. Además de la primacía de la gobernabilidad para pensar la política y la democracia, hay que decir que las dificultades para abordar los procesos actuales enmarcados en la nueva izquierda latinoamericana también están

presentes en aquellos análisis que continúan la línea iniciada con la transitología, la corriente hegemónica durante la década de los ochenta e inicios de los noventa. Dos de las proposiciones de ese paradigma siguen siendo centrales en los debates actuales acerca de la democracia latinoamericana e implican una particular forma de conservadurismo frente a la problemática sustancial del cambio político. Me refiero a la pretensión de definir con precisión lo que la democracia ‘es’, postulando un conjunto de propiedades consideradas esencialmente (permanentemente) democráticas, siempre vinculadas a los procedimientos que guían la selección del gobierno y la toma de decisiones, por una parte, y a la idea de la

transición a la democracia como metáfora espacio – temporal, por otra. Tanto la idea de gobernabilidad (vinculada a un fin eficiente -la estabilidad o el equilibrio-, a un quehacer administrativo propiamente técnico y a un reformulado mito del progreso), como la de democracia entendida como un término en movimiento con un destino prefijado, tienden a anticipar el devenir histórico y niegan la democracia si es que acordamos para ella un sentido radicalmente emancipatorio, esto es, si es que le atribuimos un contenido siempre inencontrable y la comprendemos en los términos de un proceso que nunca puede considerarse definitivamente acabado.

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Fotografía: Gina Fanchín

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polémikas

Polémikas

Estoy acá Por Juan estoy Garrido pero allá Una lectura sobre el ascenso de Belgrano

Estoy acá pero estoy allá / Carlos Godoy

El fin del mundo

#elprogramadefantino

Ese gordito ruludo y feliz: el cuarteto / Lucas Tejerina

En el 2012 se acaba el mundo. Si prestamos atención podemos ver los indicios. El fantasma del interés anual está despedazando la economía de Norte América, de Europa. Catástrofes naturales televisadas por canales de noticias: inundaciones, terremotos, huracanes, lluvias torrenciales, incendios forestales, desastres nucleares. Libros de autoayuda que revientan las bancas de las editoriales. Fenómenos de consumo masivo inexplicables. Situaciones insólitas en los campos deportivos, grandes construcciones de cemento en las ciudades metropolitanas. Nos aproximamos a la era de lo post. Post dictaduras, post política, post televisión, post economía, post arte, post capitalismo, post literatura, post fútbol.

Hace dos años apareció en canal América un programa que se llama El Show del fútbol. Lo conduce Alejandro Fantino acompañado por un panel conformado por periodistas y exfutbolistas. La conformación espacial del programa al aire es discursivamente un manifiesto. A la derecha del conductor, exfutbolistas, a la izquierda los periodistas. Este programa podría formar parte de la fenomenología fantinezca de hacer televisión, y conformarse con ser, en el mejor de los casos, un novedoso programa de entretenimiento; pero en realidad es uno de los primeros, sino el primero, de los programas de fútbol en los que no hay goles, no hay repeticiones de jugadas, no hay resúmenes de partidos. Paradójicamente se llama El

Ilustración: Cape

Ilustración: Cape

El odio patético / Pablo Heredia

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Por Carlos Godoy

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polémikas

Para comprobar basta con chequear los resultados de la copa América o, el descenso del club millonario River Plate.

Ilustración: Cape

show del fútbol cuando precisamente de lo que no se habla es del show, para poner en escena toda la Rosca futbolera en la que los panelistas, arengados por el conductor, ponen sobre la mesa todas las cuentas pendientes que arrastran por posicionarse profesionalmente en zonas de interpretación y participación opuestas dentro del negociado del fútbol.

mente, dada la naturaleza del proyecto, es un programa que, así como la tendencia a la reproducción repetitiva de los reality shows y los programas de chimentos, esté planteando, no un nuevo fenómeno televisivo, sino una nueva era del fútbol argentino. La era del post fútbol.

Este año en la twitósfera, el hashtag #elprogramadefantino contribuyó a posicionar al programa del conductor santafesino como un fenómeno sociológico, o por lo menos extraño, de la televisión deportiva argentina. Probable-

Coincidió con la llegada del Fútbol para todos, el mal rendimiento de los grandes clubes y el florecimiento de clubes chicos como Godoy Cruz de Mendoza. Surgió una nueva hegemonía impuesta por Vélez Sarsfield y Estudiantes

El álgebra del post fútbol

de La Plata que son los que se vienen disputado los últimos campeonatos y San Lorenzo, Boca o River pasaron a ser noticia por escándalos deportivos o renovación de técnicos. El post fútbol es un aura de negatividad que envuelve a las súper estrellas, los grandes clubes y al buen juego, generando de este modo, que de lo único que se pueda hablar, en términos periodísticos o de opinión, sea de los residuos que deja el gran relato del fútbol argentino. Lo que no hay y debería haber. Lo que es porque debe ser pero no es.

#elprogramadefantino pese a que ya supera las cien emisiones, entre mayo y junio tuvo las más brillantes, en lo que a género respecta, donde develaron mecanismos de la burocracia corrupta de la AFA y se posicionaron, a través de una causa prácticamente federalista, en contra de la dirigencia de Julio Grondona y a favor de una nueva Asociación de Fútbol Argentina más inclusiva y benefactora. Fueron una serie de siete u ocho programas seguidos que finalizaron con la emisión del día 26 de junio cuando se enfrentaron al acontecimiento que confirmaría la llegada de la sociedad al post fútbol: el descenso de River Plate en el monumental de la mano del Club Atlético Belgrano de Córdoba. Esa emisión demostró dos cosas. La primera que la idea de atacar a Grondona respondió a proponer algo vendible que nadie hacía, no

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RiBer

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El hermoso tejido de la conspiración El tratamiento que hicieron los medios porteños del ascenso de Belgrano de Córdoba y del descenso de River Plate fue catastrófico. Nunca se reconoció al club de Alberdi ningún tipo de mérito, salvo escasos periodistas como Matías Martin o Pablo Varsky en sus respectivos programas radiales. La catástrofe de que el club más ganador de la historia del fútbol argentino comenzara a jugar en segunda división, debido a años de mala administración empresarial, significó desde la expresión morbosa del goce en el sufrimiento ajeno hasta lecturas conspiranoicas. El show del fútbol mostró un con-

ductor y unos panelistas sacados porque en la escenificación de la batalla que había perdido River, también perdían los porteños, como auténticos representantes del poder político y económico argentino ante un grupo de pobres provincianos movidos por la energía del deseo y la carencia. El programa oficialista 678 construyó un tejido de relaciones probabilísticas que conducían a una intencionalidad en el descenso del club millonario por parte de las grandes empresas monopólicas, a fin de acrecentar sus ganancias en derechos de transmisiones de los partidos; lo que dos semanas después se destruyó al confirmar desde la Presidencia de la Nación que todos los partidos de River serían reproducidos por el canal oficial del Estado. El diario deportivo Olé, en un gesto de no aceptación y provocación, recién puso el escudo de Belgrano entre los escudos de los clubes de primera después de dos semanas y hasta hoy en día, no sacaron el escudo de River.

polémikas

Extracto de “Soy Pirata” por C. Godoy solicitado por la comisión directiva de CAB para repartir entre los hinchas.

La única patria es la infancia El crítico literario Mauro Libertella, acérrimo hincha de River, publicó un artículo el domingo tres de julio en la revista cultural Ñ donde planteaba algo interesante. Para él, el descenso de River es la marca generacional que señala el definitivo fin del siglo XX, de la adolescencia. Se podría agregar un puente con la crisis del 2001. Personalmente creo que son las dos fechas más importantes en la realidad histórica correspondiente a una generación de adultos que reúnen una serie de condiciones: nacidos en democracia, hinchas de Belgrano, relativa participación en la crisis del 2001. Es el cierre de un ciclo de diez años que co-

mienza con una crisis neurálgica y termina con uno de los clubes más grandes del mundo en una situación histórica inesperada. Luego de la renuncia de De La Rúa, la Plaza de Mayo, que fue el escenario más simbólico de la batalla, quedó calma. En el monolito ubicado en el centro, construido como homenaje para el primer centenario, alguien dejó una pintada que fue retratada por varios medios. La pintada decía: el 21 de diciembre ganó el pueblo. Esa misma pintada puede aplicarse a lo que pasó el 26 de junio del 2011 en el Monumental de Nuñez.

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a un auténtico interés político. Y la segunda que el federalismo, en el discurso hegemónico, es un concepto ligado a lo políticamente correcto y a la moral clasista de las buenas costumbres.

“Otra cosa que recuerdo de la primaria es la señorita María Mazzaforte. Era una vieja gorda bastante peculiar. Cuando se enojaba conmigo gritaba mi nombre completo y nos sacaba a pasear por la costanera del río Suquía para escuchar a los pájaros y aprender los nombres de los árboles y los insectos. Tenía un fiat 600 celeste porque era fanática de Belgrano. Iba siempre a la cancha. Cuando yo dejé el Mariano Moreno y entré al colegio Manuel Belgrano enfermó de cáncer y sus últimos días de trabajo, antes de pedir licencia, iba a la escuela con un pañuelo atado a la cabeza, como Axel Rose, para ocultar la caída del cabello. A veces algunos alumnos le preguntaban con picardía porque usaba pañuelo tan a la moda y ella les respondía porque soy Pirata.”

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Ese gordito ruludo y feliz: el cuarteto

tatuarme la Mona en el omóplato izquierdo,

polémikas

Estos son mis pasos a seguir:

sacarme la barba, comprarme una moto,

Por Lucas Tejerina

acelerar, acelerar a 110 km. por hora,

Para la Faltaenvido, Lucas Tejerina polemiza con uno de los últimos números de Ciudad X.

cruzarme de carril, cerrar los ojos, pensar en vos. Lucas Tejerina Fotografía: Gina Fanchín

Ciudad X es a La Voz Del Interior lo que la revista Ñ a Clarín. ¿ Qué se siente picotear la limosna mensual de la mano de la señora apropiadora ?. Los empleaditos van, últimamente y más que nunca, los empleaditos

no se cuestionan, sólo van. Creen poder desentrañar lo, para ellos, desentrañable, ese organismo vivo, refulgente, gordito ruludo y feliz: el cuarteto. Tratan de diseccionarlo y no lo pueden, prueban etiquetarlo y no lo pueden. Lástima dan. Yo los conozco. Yo los leo para saber que nuevos territorios conquista, en ellos, la conveniencia y el miedo. Tienen miedo. De todo lo que está más allá de su concepción del mundo. De este bello y rozagante tumor que a veces canta y a veces grita y a veces

afina y otras desentona, de este cúmulo latente de hermosa violencia que ha nacido en el ya frío cerebro de Córdoba, tienen miedo. Esta no es mi declaración de amor al cuarteto, pero no concibo mi amor sin música de cuarteto. Lo quiero como se quieren los colores que tuvieron los juguetes de mi infancia, lo cuido como se cuidan las humedades de mis primeras calenturas. El desprecio es recíproco. Desde su mundo hablan de este otro mundo, entre líneas susurran la visión peyorativa que tienen para

todo lo que es expresión popular. Ningún cuartetero necesita que estos académicos ultra – ilustrados en un pensamiento estancado desde hace décadas en las aulas occidentales les venga a esclarecer su música. Demasiados histéricos para comprender la violenta alegría de un Sargento Cabral. ¿ Qué luz artificial puede iluminar al sol ?.

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un par de empleaditos de la señora apropiadora los mandan a cubrir, otra vez, los bailes de cuarteto, luego han de publicar esos pequeños muestrarios de miedo, impotencia y asombro en Ciudad X. No falta, en ese muestrario, la opinión académica, tan vanidosa ella.

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polémikas

El odio patético Por Pablo Heredia

H

ace poco en un canal de televisión dos jóvenes periodistas porteños entrevistaban a Martín Caparrós con el motivo de la aparición de su nuevo libro, Argentinismos. Referían que en el libro Caparrós relataba en el primer párrafo que en una reunión de viejos amigos la discusión entre quienes defendían al gobierno y los que lo criticaban, había concluido en una pelea insufrible que concluyó en un enojo crispado irresoluble entre ambos bandos. El narrador-ensayistaautor y por sobre todo intelectual (una cosa hace a la otra), reflexionaba que los defensores del gobierno habían adoptado una posición cerrada y autoritaria que clausuró la discusión dejando anonadados a las pobres víctimas opositoras. El narrador se reivin-

dica no opositor, como tampoco oficialista, sin embargo habla desde ese lugar de la nada (él dice de la “duda”) que es el del intelectual que dice identificarse con la “crítica”. Del programa de televisión fuimos al texto, y nos encontramos con una introducción avasallante en sofismas de cuarta categoría: mientras aclara cada dos frases que no está del lado del arco opositor, todos los argumentos para posicionarse en contra del “kirchnerismo” son los mismos de esa oposición de la cual reniega. ¿Y la imaginación del intelectual? En solo un momento dice que comprende a los viejos antiperonistas de los 70 que le recriminaban, como militante de la izquierda peronista, que el peronismo era burgués; parece que quiere acercarse a Altamira,

Ilustración: Cape

quien, una vez ya editado el libro, festejó con Gelblung bebiendo champagne. Según con el cristal que se lo mire, aunque parece que Caparrós es el dueño del prisma que proyecta todas las luces; muchos hemos vivido (y seguimos viviendo) esta situación, entre amigos, conocidos cercanos y también parientes, pero a la inversa. Pero, distinguido Caparrós, podemos citarle miles de casos contrarios para explicar quiénes generan esa negación clausa, cerrada, autoritaria, que parte de un odio irracional que en dichas reu-

niones nadie alcanza a entender en donde se generó y por qué sigue persistiendo. Los kirchneristas, cuando a veces bebemos vino luego de un extensísimo asado rociado por la alegría de una noche que nos trama el cansancio del laburo, nos llama la atención que nadie repare en lo siguiente: cuando se defiende algo lo hace desde el lugar de una creencia, mientras que los que no creen, atacan sin más, no defienden nada. Caparrós sostiene que el que cree no cuestiona (o es una forma fácil de no cuestionar). Pásenle a Scalabrini Ortiz, sus libros

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polémikas

Definición de intelectual no están en su biblioteca (creer es la magia de la vida, es un acto creativo, es pensar hacia adelante). Defender nada implica ubicarse en un lugar exento de pasión por lo que se siente que debería ser. Y los antikircheristas (no nos referimos a los que simplemente no son kirchneristas, que no es lo mismo) han construido ese lugar que no es para discutir. Veamos, gran parte de los que votaron a Cristina, lo hicieron desde el convencimiento (mitad bolsillo, mitad esperanza de un país mejor), mientras que muchos de los que no la votaron lo hicieron desde el odio, que no tiene lugar, porque está suspendido en la nada que solo arropa resentimiento. En estas reuniones de discusiones enojosas, podrá corroborarlo el intelectual que simula “crítica independiente”, muy pocos,

poquísimos, antikirchneristas votaron convencidos a algún “opositor”. Ante la coyuntura de unas elecciones, no viene mal a muchos volver a pensar la política desde la psicología del amor y del odio, de la sociología del resentimiento y de la esperanza, de la historia del antes y del ahora, y de la apuesta por un proyecto nacional y de un programa de intereses conservadores del poder colonial.

Como no todos se ponen de acuerdo acerca de qué es un intelectual (hay muchos libros escritos sobre las identidades sociales que han asumido históricamente), nos concentraremos en las gestos que ellos mismos (o nosotros mismos, ¿por qué no?) deslizan para mostrarse en público. Algunos intelectuales niegan que lo son, su identidad se posiciona en el gesto soy honesto y humilde, mi sabiduría me lleva a no reconocerme como parte de un elite que dice “tengo la verdad”; otros se afirman en la designación y emiten soy el que sabe, soy crítico siempre y no milito para ninguna ideología o partido, voy más allá de la coyuntura porque me interesa el futuro, soy parte de la elite que dice “esto va a pasar” porque el presente nunca me gusta. El domingo 22 de agosto por la noche, se presentaron en un programa de TN los “intelectuales” (dos de ellos experiodistas) Martín Caparrós, Tomás Abraham y Jorge Lanata. Presentados como tales “criticaron” al gobierno y al

programa “6, 7, 8” augurando que el gobierno nacional, con cuatro años más de poder incurriría en el error de caer por su propio peso debido al internismo que ya se estaría visualizando en el kirchnerismo (Abraham le puso fecha: abril-mayo del 2012). Pero no se amilanaron ante la “apabullante” victoria de Cristina y se pusieron de acuerdo para “militar” a favor de Binner, la única esperanza “progre” de la oposición. ¿Cómo es? Los intelectuales y periodistas no deben militar (como los que miran con buenos ojos al gobierno) y de repente el líder “socialista” santafesino es el único que puede garantizar una posibilidad real de disputarle el poder al Kirchnerismo, vaticinando que de no lograr una victoria todo se cae el año que viene. Profetas del odio, aunque sea lean a Borges, que al menos discursivizó su resentimiento con “inteligencia”, humor y sin contradicciones de clase.

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“Ignoran que la multitud no odia, odian las minorías. Porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor". Arturo Jauretche Ilustración: Cape

jauretcheanas

Por Domingo Ighina

rturo Jauretche ha discutido como pocos desde un supuesto fundamental, la nación. Ese supuesto no deja de ser un campo de polémicas y gritos. Pero no es esa mata impenetrable nuestro objeto. Baste con afirmar que Don Arturo cree que toda nación es un creación colectiva (“La instrucción primaria” en Los profetas…) y que además no fue aún, en el sentido claro que una nación implica libertad, soberanía, independencia y sobre todo, voluntad de los pueblos. La nación para la “intelligentzia” – un supuesto civilizatorio que identifica la masa crítica colonizante entre los colonizados- no es sino un instrumento que es sólo un medio para llegar a un objetivo:

las instituciones. Cuando Jauretche habla de instituciones en realidad habla de la organización política y económica que una sociedad se da. Instituciones son la superestructura que garantiza el poder colonial, la victoria de la colonización pedagógica: “La nación para la ‘intelligentzia’ continúa siendo lo que fue para la Ilustración y sus continuadores de la política liberal, que no la concibieron como fin en sí misma, sino como medio. El fin no es la nación, lo son las instituciones: la República, la Constitución, la democracia, la libertad misma, considerada esta desde un punto de vista individual, y no desde un punto de vista nacional” (ídem). ¿Qué es el Estado, sepa-

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jauretcheanas

El estado que no es

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jauretcheanas rado de la vida cambiante y vibrante de la nación? Un montón de presupuestos incuestionables y mendaces: una república fundada en “mayo” que se realizó en “Caseros”, que se opone a una primera, segunda tiranías y –parece según Majul y Morales Soláa una tercera inminente (yo creí que para ellos ya era la tercera nomás…). La república es un equilibrio de poderes que da por supuesto que los tres poderes deben ser de cuño distinto, pues representan estratos de antiguo régimen. La república para los tribunos como Echeverría, Mitre, Ricardo Alfonsín o Federico Pinedo (abuelo y nieto), es algo premoderno: el ejecutivo representa el poder del demos, inestable y des-

bordado; el legislativo: la obligación de representar a todos de modo parejo porque allí los patricios moderan el desborde; el judicial, sitio de una corporación patricia que debe también moderar y que si no lo hace es porque fue comprado. La república, para nosotros y Jauretche, el Estado, se completa con una constitución. Como las tablas bajadas del Horeb, en 1853 se escribió para siempre la regla del Estado. Nada puede ser modificado, y cuando se lo hace, lleva el demonio de la esclavitud. Por eso se detestó la modificación de 1949 y se restauró la republicana de Urquiza; por eso ahora se deplora la del 94, algo menos patricia, y se gime por si viene una

nueva que llegue a aniquilar la república en tanto institución ajena a la nación, al pueblo y a la democracia. Pero hay algo más que pesa sobre las instituciones del estado que Jauretche proclama: el individualismo. El individualismo, que no es otra cosa que el antagonista capitalista de comunidad, se presenta como valor supremo para el Estado. El yo como satisfecho burgués sólo puede considerar que la nación es el medio para su libertad, su democracia, su progreso. La nación, en cambio, es un colectivo, una tarea de comunidad, un brazo compartido, una minga política. La nación es trabajo, y todo trabajo, para el burgués satisfecho, es esclavitud.

Las instituciones, que son el Estado, son instrumentos coloniales. Su operatividad colonial lleva a confundir de modo continuo, su existencia con la voluntad de los pueblos. No se trata de creer que las instituciones están para ser derruidas, pero sí asumir sin miedo que son históricas y como tales dependientes de sus constructores y conservadores. El Estado, las instituciones, es un campo de tensión. Allí se debe recuperar la representación de las sucesivas y heterogéneas afirmaciones históricas. Por eso las instituciones deben ser dichas y renombradas constantemente y deben ser refundadas. Es lo que hacen ahora Bolivia y Venezuela y lo que no puede hacer la élite faltaenvido-julio/agosto-2011

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Ilustración: Cape

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chilena, tan comprometida con sus instituciones. Nosotros, en las dolorosas provincias del sur, debemos nombrar de nuevo las instituciones, fundarlas desde la libertad y la soberanía de nuestras comunidades: “La soberanía y la independencia se derrumban con la concepción institucional de la Patria y se derrumba la solidaridad con el pueblo en cuanto expresión humana del hecho territorial. El camino está abierto para todas las formas de la traición; la solidaridad con formas institucionales o de vida, determinados órdenes sociales, convicciones internacionales, etc., en que el patriotismo es una posición ideológica, que en caso necesario puede volverse contra el

propio territorio y el propio pueblo”. La patria todavía no pudo suceder, está por suceder. Nuestra solidaridad es con eso que siempre está siendo aún, no con instituciones malversadas desde el comienzo, individualistas y coloniales. El Estado no es la patria, no es la fraternidad que esperamos. Pero ese Estado es nuestra herramienta de construcción. A poblarlo con la naturalidad de la calle y el hogar nos llamaba Jauretche. Por eso decimos aguante Morocha, con esa naturalidad de calle y casa que renovará el Estado, las instituciones, a fuerza de país real, de “patria carnal” llena de hermanos.

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Ilustración: Cape


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