Apure evolución histórica y sociocultural

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II Bienal José Vicente Abreu Obra Ganadora, Mención Crónica

APURE: EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y SOCIO-CULTURAL (Crónica de la lenta agonía del centauro llanero)



II Bienal José Vicente Abreu Obra Ganadora, Mención Crónica

APURE: EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y SOCIO-CULTURAL (Crónica de la lenta agonía del centauro llanero)

ARGENIS MÉNDEZ ECHENIQUE

Fundación Editorial El perro y la rana Red de Escritoras y Escritores Socialistas de Venezuela Imprenta de Apure 2013


José Vicente Abreu. (1928-1988). San Juan de Payara (Apure).

Narrador, ensayista, periodista venezolano. En 1949 se graduó de periodista en la Universidad Central de Venezuela, y al año siguiente obtuvo el título como profesor de castellano, literatura y latín en el Instituto Pedagógico Nacional. A partir de 1950, se destacó como uno de los más importantes líderes juveniles de Acción Democrática (AD) en la clandestinidad durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Sin embargo, capturado por la policía estuvo preso en las cárceles de Guasina (1951-1953), Sacupana (1954-1955) y Ciudad Bolívar, permaneciendo en esta última hasta 1957, año en el que fue expulsado a México. A su regreso a Venezuela en 1958, asumió la jefatura de redacción del periódico comunista Tribuna Popular, cargo que ejerció hasta la clausura del mismo (1960). En 1962, un tribunal militar lo condenó a prisión por su participación en la Insurrección de Carúpano (4/5/62). Al salir de la cárcel viajó de nuevo al exilio, viviendo en varios países comunistas como Cuba, Rusia, Checoslovaquia y Bulgaria, país éste en cuya capital, Sofía, se desempeñó como profesor universitario de literatura española y latinoamericana. De nuevo en Venezuela, dirigió la Imprenta de la Universidad Central de Venezuela y formó parte del cuerpo de directores del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). Su bibliografía consta de unos de 29 títulos entre los cuales destacan, Manifiesto de Guasina (1952), obra inspirada en su experiencia en la cárcel del mismo nombre, Se llamaba SN (1964) y Palabreus (1985). También realizó biografías a destacadas figuras de la cultura y la política venezolana como Rómulo Gallegos, Vicente Emilio Sojo, Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali, y Antonio Pinto Salinas, entre otros. Durante su vida como escritor y político, utilizó varios seudónimos, entre ellos, los de Martín Martínez, Máximo Miliciano, Guanipa y José Bello.


El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial El perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red de Escritoras y Escritores Socialistas de Venezuela. Tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso a la publicación de autores, principalmente inéditos.


©Apure: Evolución histórica y socio-cultural. Crónica de una lenta agonía del centauro llanero ©Argenis Méndez Echenique Obra ganadora II Bienal José Vicente Abreu Mención Crónica ©Fundación Editorial El Perro y la rana Sistema Nacional de Imprentas Red de Escritoras y Escritores Socialistas de Venezuela Consejo Editorial: Raday Ojeda Edgar Hernández Gregorio González Juan Carlos Villota

Hecho el Depósito de Ley ISBN: 978-980-14-2612-7 Depósito Legal: lf - 40220139003209 Edición: Sistema Nacional de Imprentas - Capítulo Apure Diagramación: Juan Carlos Villota Corrección: Red de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela Portada: Imagen de José Vicente Abreu. sistemadeimprentasapure@gmail.com San Fernando de Apure 2013


“El llano y el llanero han sido objeto de análisis por parte de muchos estudiosos, quienes coinciden en que la fuerza de esa realidad socio- telúrica ha dado origen a toda una gama de manifestaciones filosófico – literarias…”. Edgardo Malaspina (“A manera de Prólogo”; cfr. Méndez Echenique, 2000)



INTRODUCCIÓN Iniciamos el presente estudio precisando algunos conceptos que se manejan en el mismo, para su mayor comprensión. Así, los escritos catalogados como “Crónicas”, el Diccionario de la Lengua Española (1984: 398), señala que el vocablo proviene del latín chronica (derivado a su vez, del griego), y se refiere a los sucesos narrados por orden del tiempo; da dos acepciones a este término, de los cuales tomamos la que consideramos más acorde con los contenidos elaborados en el presente ensayo: “Historia en que se observa el orden de los tiempos”. En este mismo orden de ideas, un reconocido historiador español, como lo es Manuel Tuñón de Lara, plantea que ”las corrientes de investigación más eficientes y explicativas son las que pueden calificarse como histórico-sociales, que no trabajan en la rememoración de acciones individuales de héroes y/o villanos sino sobre el postulado de que la historia es, entre otras cosas, la reconstrucción de los cambios sociales en la dinámica cronológica” (cfr. Tinoco, 1994: 145). De igual manera, nuestra modesta vocación intelectual siempre ha estado dirigida a buscar una explicación de lo que es y significa Apure, como fenómeno sociocultural, claro está. Y de allí, nuestro propósito de intentar hacer un ensayo cronológico ó etnográfico, de las relaciones humanas que se han dado en la región llanera venezolana conocida con ese nombre, desde los tiempos más remotos hasta la actualidad; pretendiendo mostrar su verdadero rostro, sin resaltar protagonismos individuales. El pueblo, la colectividad, es el constructor de su propia historia.


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Etimológicamente, según la mayoría de los lingüistas, la palabra “Apure” es de origen caribe (“A- Pure”. A: partícula negativa; Pure: piedra, cerro), y significaría “tierra sin cerros”, según el parecer de Bartolomé Tavera Acosta (cfr. Colmenares del Valle, 2003: 29 y 30). Hay otras versiones, pero esta es la que consideramos más ajustada a la realidad regional. Apure, está ubicado geográficamente en la parte suroccidental de la Gran Depresión Central Llanera de Venezuela, la cual está integrada por los estados Apure, Barinas, Cojedes, Guárico y Portuguesa. Y Apure se localiza, en los llamados “Llanos Bajos”, cabalgando sobre el séptimo paralelo, desde las estribaciones andinas tachirenses y colombianas hasta el Orinoco Medio, en plena zona intertropical. Limita por el norte con los estados Barinas, Guárico y Táchira; por el este, el Estado Bolívar: por el sur y el oeste con la República de Colombia. Su extensión es de 76.500 kilómetros cuadrados, en un relieve que generalmente no supera los 200 metros sobre la altitud el mar. Sus suelos son de origen aluvional y están cruzados por innumerables cursos de agua (caudalosos ríos y riachuelos: Apure, Arauca, Capanaparo, Sinaruco, Meta, Sarare, Orichuna, Setenta, Cunaviche, Matiyure, Boquerones, Atamaica, entre otros), lagunas y esteros.

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Apure en el Mapa de Venezuela

Irene Le Maitre, en su trabajo “Apuntes sobre la Población


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Indígena en Apure”, señala que “el potencial fluvial del Estado Apure, que determinó la ubicación de la ciudad [de San Fernando], también fue un factor determinante para el desarrollo económico desde finales del siglo XVIII hasta inicios del XX. La navegabilidad de sus ríos permitía llegar allí desde el Atlántico por el Orinoco para entrar y remontar el río Apure, barcos de vapor y chapaleta llegaban directo al puerto de San Fernando, con mercancías de Italia y Francia, y partían con queso, cuero, algodón y plumas de garza. Una muestra de la economía floreciente en San Fernando es la construcción del Palacio Barbarito entre 1912 y 1914, por iniciativa privada y testimonio del auge y caída del comercio internacional” (cfr. Abrizo, 2007: 33). Conocer estos detalles del escenario geográfico y del ambiente sociocultural de la región contribuye a formarse una idea de la sociedad que pretendemos estudiar ahora. Los especialistas recomiendan que estudios de naturaleza histórica como el presente deben abarcar múltiples aspectos, siempre tratados con visión de globalidad, pero éste puede centrarse, como cualquier otro, para obtener una concepción objetiva y amplia del tema, en las relaciones socioeconómicas, políticas e ideológico - culturales, sin perder de vista que todas están interrelacionadas; de allí que explicarnos Apure también implica reconocer que es una sociedad caracterizada por un desarrollo cultural inarmónico, a veces desarticulado, con avances y retrocesos en su evolución; pero esos son los motores de la historia que lo llevan adelante. Un clásico como Engels dice que “los hombres hacen ellos mismos su historia, pero… no con una voluntad colectiva y con arreglo a un plan colectivo, ni siquiera dentro de una sociedad dada y circunscrita… Por eso en todas estas sociedades impera la necesidad, cuyo complemento y forma de manifestarse es la casualidad. La necesidad que aquí se impone a través de la casualidad es también en última instancia, la económica” (1976: III, 94). De allí que tomemos en cuenta este valioso pensamiento, pero consideramos que la historia hay que estudiarla, no solo desde el aspecto económico, sino también utilizando criterios de integridad gestáltica, con visión caleidoscópica, desde

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todos los ángulos posibles. Por ello, utilizamos fuentes informativas de diferentes procedencias: orales, documentales, bibliográficas, hemerográficas, ponencias en eventos académicos, trabajos de ascenso profesional y de grado académico y electrónicas que estaban a nuestra disposición. En algunos momentos utilizamos el concepto “formación socioeconómica”, atendiendo a lo expresado por Arturo Cardozo (1986: 40), cuando expone: “…es un constituyente dentro del cual el hombre [y la mujer] desarrolla su vida material y espiritual, una totalidad económico – social de carácter histórico, cuyos elementos derivan de la existencia misma del hombre [y la mujer]”. Así mismo, en un estudio previo de aproximación presentado por Argenis Méndez Echenique (“Esbozo sobre la evolución socioeconómica de Apure a través de su Historia…”, publicado en 1994 como texto complementario de la tercera edición de la Historia de Apure), se plantea un esquema que contemplaba solo cuatro etapas evolutivas de la que denominamos Sociedad Llanera Apureña, pero en ella no se consideró necesario mencionar la Sociedad Indígena Prehispánica, por no estar presente todavía en ese escenario el hombre “llanero de caballo y vaquerías”. Pero en ningún momento debemos pensar que nuestra historia llanera comenzó con la llegada de los usurpadores europeos, como se ha venido enseñando en las escuelas tradicionales y acríticas. Mencionamos ahora esta etapa prehispánica como antecedente y componente primigenio insoslayable de esa sociedad llanera emergente; de allí que hablaremos seguidamente de seis momentos, todos circunscritos al área geográfica de Apure, considerándola una región histórica, que atiende al quehacer cultural de ese pueblo en un suelo llanero específico. Respecto a este tipo de enfoque, Belín Vásquez de Ferrer, especialista en historia regional, dice: “…en el estudio del es14 pacio regional, entendido bajo una dimensión geohistórica, han de tomarse en cuenta dos factores fundamentales, uno, constante, de lentos cambios, constituido por la suma de elementos físicos, que distinguen un paisaje entre otros vecinos. El otro es dinámico y decisivo en la configuración de la región como tal:


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es el hombre, con su capacidad de producir y transformar. Es este segundo elemento el que convierte en histórica a la región, pues las relaciones humanas son netamente históricas, cambiantes, según sea el nivel de relacionamiento (sic) de los factores que intervienen en todo proceso (económico, político, jurídico, administrativo, ideológico, social, etc.” (Tierra Firme. N° 11. 1985: 441). Según el investigador colombiano Tovar Pinzón, “la historia regional se ha ido convirtiendo en la versión científica de profundos procesos de transformación, cambio e ideologización de nuestras sociedades” (1992, 14: 13). Así mismo, para el cubano Venegas Delgado el criterio que sustenta a la región histórica, en cualquiera de sus épocas de desarrollo está en “la formación económico – social, sobre la base de la correlación interna de los elementos constitutivos del modo de producción que la singularizan, materialización en la formación de un mercado interno o elementos de este, cuyo desarrollo y ampliación determinan en última instancia mayor o menor desarrollo regional, tal y como ocurre con la nación” (1993: 13). El Llano, como entidad geográfica, ha existido desde hace miles de años (“desde que el mundo es mundo”, según la expresión popular), tal y como señalan los estudios geológicos; muchos siglos antes de la llegada de los europeos, y, además, antes de esta presencia extraña, estaba ya habitado por pueblos indígenas; y como señala Víctor Rago (1999: 28-29), “el Llano, en el sentido de lo Llanero, y cualquiera que sea la interpretación que se haga de aquellas relaciones, no había aparecido aún, si se nos permite decirlo así. No podría afirmarse, pues, que los indígenas que poblaban el medio llanero para el momento de la presencia europea fueran llaneros. Dueños del territorio, claro está que lo eran –al menos en un sentido particular de filiación territorial.; pero llaneros no, puesto que el propio territorio no había recibido la denominación con la que posteriormente sería conocido, y esa denominación no consistía simplemente en una operación de rotulación práctica –suerte de bautismo instrumental, de provisión de significado”. Ángel Rosenblat (cfr. Rago: Ibidem), con toda su sapiencia lingüística, señala que esa semantización no era hechura exclusiva

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de los europeos, puesto que la constitución de “lo llanero” tuvo que ser obra del proceso de interacción, de mestizaje, entre los ocupantes originales de la región y los que a ella fueron llegando, y producto de “la imagen que proyectó una realidad americana en la retina europea”, que ya estaba conformada como tal a finales del siglo XVIII. Sin embargo, Rago expresa que en el plano lingüístico esa singularización creciente, iniciada ya en la época colonial, en el plano documental sólo se da en los albores de la Independencia, cuando Humboldt lo recoge en su libro Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, “si bien debe haber estado en uso desde algún tiempo atrás”, pues allí alude a “la palma llanera”, a “los llaneros o habitantes de la llanura”, entre otras expresiones referidas al Llano y su gente. Y más adelante, señala que “Incluso el término de “Llanos”, que aparece frecuentemente en las páginas que consagra a la región, es empleado con plena conciencia de que se trata de un vocablo, por así decirlo, especializado, que designa un ámbito geográfico y cultural con características ciertamente particulares”. Además, el sabio alemán publicó inicialmente su obra en francés, hacia 1816, en trece tomos, que al ser traducidos al castellano, en años muy posteriores, por los venezolanos Lisandro Alvarado (1858 – 1927), Eduardo Röhl (1891 – 1959) y José Nucete Sardi (1897 – 1972) se convirtieron en cinco volúmenes, que vieron la luz en el bienio 1941 – 1942, con el auspicio del Ministerio de Educación y Cultura de Venezuela, en tiempos del General Isaías Medina Angarita. Ya habían transcurrido más de cien años. Es decir, el invalorable estudio realizado por Humboldt sobre la naturaleza americana no estuvo de inmediato al alcance de la masa lectora venezolana, que no debe haber sido muy numerosa por el alto índice de analfabetismo existente para ese entonces en el país (y solo una élite hablaba el idioma de Rousseau), hasta casi siglo y medio después; y es de destacar igualmente que cuan16 do el científico lo publicó por primera vez el vocablo “llanero” ya era harto conocido en Venezuela y Nueva Granada. Bastaría para probarlo la existencia de las represivas Ordenanzas de Llanos de 1772, 1773, 1793 y 1794, que son textos anteriores a la publicación del eminente naturalista.


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El término Sociedad lo utilizamos en este ensayo cronológico para referirnos a las relaciones y valores socioculturales en general existentes, o que se dieron, en diferentes momentos de la evolución histórica de quienes habitaron y habitan Apure. Para ello nos sustentamos en el criterio del sociólogo Ely Chinoy, quien la define como “…toda clase y grado de relaciones en que entran los hombres [y las mujeres], sean ellas organizadas o desorganizadas, directas o indirectas, conscientes o inconscientes, de colaboración o de antagonismo” (1967: 45). Esto, entendiendo que el pueblo es el protagonista principal de los hechos acaecidos en su propia comunidad; y, por lo tanto, es el autor de su propia historia. En cuanto a la palabra “Centauro”, la Enciclopedia Hispánica (1990: IV, 71) comenta: “En la mitología griega, los centauros eran la personificación de las fuerzas naturales desencadenadas, del desenfreno y la embriaguez. Se los concebía como seres mitad hombres y mitad caballo, que habitaban en las montañas de Arcadia y Tesalia, por lo que posiblemente el mito se inspire en las tribus semisalvajes que vivían en las zonas más agrestes de Grecia. Según la leyenda eran hijos de Ixión, rey de los lápidas, y de Nefele, una diosa de las nubes; si bien, otros relatos los hacen descender de Apolo y la náyade Estilbe. En ambos casos aparece clara su vinculación a las aguas torrenciales y a los bosques. La historia mitológica de los centauros se asocia casi siempre a episodios de barbarie (…). No todos los centauros aparecieron caracterizados como seres salvajes. Uno de ellos, Quirón, fue instructor y maestro de Aquiles, Heracles [Hércules], Jasón y otros héroes, e incluso de Asclepio (Esculapio)…” Esta imagen del centauro ha sido idealizada y tomada por la literatura venezolana para referirse a los aguerridos jinetes llaneros de la Guerra de Independencia Nacional, quienes, mediante una estrecha simbiosis con sus caballos, parecían constituir una unidad y fueron calificados como intrépidos, valientes e invencibles. Al General José Antonio Páez se le tituló como “El Centauro Llanero”; y sus seguidores eran llamados “centauros llaneros”. 17 La mayor parte de los dibujos sobre escenas llaneras que se incluyen en este trabajo fueron elaborados por el pintor guariqueño César Prieto, nacido en Santa María de Ipire en 1882 y fallecido hacia la séptima década del siglo XX, probablemente en


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Caracas. Las fotografías incluidas en el presente estudio pertenecen al Archivo Méndez Echenique. Bien, aclarados algunos de los conceptos utilizados en este ensayo, pasamos a desarrollar el tema seleccionado. Pero antes, como reafirmación de que el pueblo es el verdadero autor de su propia historia, se inserta PARODIA AL POEMA “PREGUNTAS A UN OBRERO QUE LEE”, DE BERTOL BRECHT. Por: Argenis Méndez Echenique (1996).

¿Quién construyó el puente sobre el río Apure, entre San Fernando y Puerto Miranda? ¿El Doctor Barrios Araujo?, ¿Don Ricardo Montilla?, ¿Marcelo Oquendo Rojo? En los libros de historia se mencionan los nombres de los gobernantes de ese momento. ¿Acaso, ellos acarrearon las piedras, las cabillas, el cemento y la arena? La Iglesia Catedral de San Fernando de Apure, ¿quién la construyó? ¿Monseñor Polachini? , ¿Monseñor Dávila Uzcátegui?, ¿El Padre Francisco Javier Martínez? ¿Y el Paseo Libertador? ¿Doña Carmen de Valera?, ¿El Doctor Eduardo Hernández Carstens?. ¿En cuál elegante y rica mansión de San Fernando vivían los albañiles? ¿Dónde comían y bebían? ¿A dónde fueron los constructores cuando terminaron el Palacio de Gobierno? La ciudad está llena de tiendas, centros comerciales, restaurantes, casinos y hoteles. ¿Quién los construyó? ¿Quiénes participaron en la célebre “Toma de las Flecheras Realistas” en el Paso del Diamante en el río Apure?, ¿Páez?, ¿Aramendi?, ¿Farfán? ¿Muñoz? ¿Sólo ellos? ¿A quiénes se invita, y coloca en sitio de honor, en los solemnes actos 18 conmemorativos del 19 de Abril de 1810 y el 5 de Julio de 1811? ¿Al pueblo le pasan invitación? ¿La Patria es solo de la élite gubernamental y política del momento? ¿O la Patria es de todos nosotros los venezolanos?


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LA SOCIEDAD LLANERA APUREÑA A TRAVÉS DEL TIEMPO La historia “es la ciencia de los hombres en el tiempo” (Marc Bloch. Apología de la Historia…, 1986)

Aludiendo al paisaje apureño, Jorge Giordani opina que “en el Llano los caminos se estrechan de manera permanente cuando el verano permite su paso sobre la tierra, pero cuando llega el agua de su invierno la superficie se llena de nuevo de ese líquido que lo subyace a pocos metros. El antiguo mar se hace presente como lago superficial inundando las sabanas y transformando los paisajes en contrastes de sequía y abundancia de pastos” (cfr. Abrizo, 2007: 13), que explicarían en parte la manera de ser de sus habitantes. En el presente estudio se señalan algunas características socioculturales de la gente que habita esa región apureña para identificar un determinado tipo de sociedad, pero eso no significa adoptar una posición dogmática e irreductible, ni tampoco un corte violento, tajante, con la sociedad preexistente; pues, rasgos de una época pueden persistir en la siguiente. Solo se está ofreciendo una apreciación etnológica y sincrónica de las mismas, la cual puede y debe ser sometida al debate crítico, como es el caso de la periodización que se plantea en este ensayo. Y para dejar sentado que todo conglomerado humano si tiene historia, porque es un hecho social. Puede ser que esta no esté escrita, como exigen los positivistas, pero cualquier actividad que desarrolle la persona en contacto con sus semejantes es historia. Buscar las fuentes de información es tarea del estudioso del devenir histórico de un pueblo. “…el Llano si tiene historia, lo que sucede es que está por escribirse (…). La historia del Llano está fragmentada; las crónicas de la conquista, los relatos de los misioneros y la historia de la Independencia son piezas que tenemos que recoger a pedazos (…). El llanero entra en la historia escrita con la Guerra de Independencia”. (Argenis Méndez Echenique. El Llano si tiene historia…, 1987)

Así, considerando algunos acontecimientos relevantes que se observan en el proceso de evolución histórica que ha sufri-

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do la sociedad apureña hablamos de seis momentos o períodos diferentes: I- Sociedad Indígena Prehispánica (desde los oscuros tiempos de la llegada del ser humano a estas regiones llaneras, quizás unos 4 ó 5.000 años, hasta el de 1647). II- Sociedad Llanera Colonial (1647 – 1823). III- Sociedad Llanera Tradicional (1823 – 1863). IV- Sociedad Llanera Ganadero – Comercial (1863 – 1960) V- Sociedad Llanera Ganadero – Consumista (1960 – 1999) VI- Sociedad Llanera Apureña y la Revolución Bolivariana y Socialista del Siglo XXI. I- La que denominamos Sociedad Indígena Prehispánica correspondería a la etapa histórica inicial que abarca desde el mismo momento de la llegada del primer ser humano a esta región apureña, en tiempos inmemoriales, que podrían remontarse a unos 4.000 ó 5.000 años antes de nuestra era (se calcula que la presencia humana en Venezuela se remonta a unos 10 ó 12 mil años), cuando todavía sus habitantes no eran identificados como “llaneros”: no conocían el caballo ni el ganado vacuno; hasta el momento de la llegada del europeo expoliador que los trajo de Europa. Considerando las difíciles condiciones ambientales de la región, de tierras aluvionales, bajo relieve, baja fertilidad de los suelos, insalubridad y soledad, que se extiende por 76.500 kilómetros cuadrados, desde el pie de monte andino colombo - tachirense, al oeste, hasta las márgenes del Orinoco, al este, son razones para que no se estableciesen grandes núcleos humanos permanentes. Podría deducirse que Apure fue una zona de paso, o asiento temporal, para las constantes migraciones de los pueblos aborígenes (generalmente cazadores, pescadores y recolectores) 20 que se produjeron hace siglos de norte a sur, o del sur hacia el norte, en el continente llamado hoy América. Pero especialistas, como Ramón Tovar, señalan que “Los llanos de Venezuela, muy a pesar de la dispersión de la población, fueron en la época aborigen un área muy intervenida por la acción de los grupos


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que en ella habitaban; esto es, asistimos a un territorio muy humanizado” (1978: 17). Fray Buenaventura de Carrocera (cfr. Montiel Acosta,1992: 25) señala que “[las comunidades indígenas] solo permanecían en un sitio el tiempo en que en aquellos contornos habían raíces silvestres, peje y cacería, que es de lo que se mantienen, pues luego se mudan a veinte o más leguas de allí”. Allí estaría una de las tantas explicaciones de la poca densidad poblacional de la región y el sempiterno nomadismo de sus habitantes. La diversidad de los grupos humanos apureños caracteriza a esta época: los belicosos caribes, consumidores de yuca y usuarios del curare, dejaron su impronta en muchos hidrónimos y topónimos llaneros (Apure, Arauca, Atamaica, Capanaparo, Cunaviche, Sinaruco, Biruaca, Guachara), lo que sugiere cierta permanencia en el territorio; así también los arawacos, cosechadores de maíz, cuyos máximos representantes en Apure fueron los Achaguas (Aycuverrenais, habitantes de la selva, y Univerrenais, hijos de los ríos), con extensas ramificaciones familiares. Los Otomacos, pescadores de tortugas, comedores de tierra, jugadores de pelota y usuarios de la “quiripa” como moneda, en las costas del Orinoco Medio y Bajo Apure, son un capítulo aparte en nuestra historia, por sus características culturales ajenas al medio llanero, más identificadas con Mesoamérica; así como llegaron, desaparecieron de nuestra tierra, amplia y llena de horizontes. Están presentes los Guamonteyes, que algunos estudiosos asimilan a los Guaiqueríes de la Costa Caribe por sus características culturales, en las que sobresalen las transacciones comerciales en todos los habitantes de la orilla de los afluentes llaneros, los Chiricoas, los Sálibas y los Betoyes tan trashumantes como los Guahibos; los yaruros (Pumé), con un inmenso mundo mitológico, hacen sentir su presencia en la región apureña desde el siglo XVII, probablemente replegados hacia el Llano por la presión expansionista europea en el norte del país. Los cuivas (Jiwi) comenzaron a llegar desde finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, desplazados por la violencia latifundista desde los colindantes llanos orientales colombianos.

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Según algunos estudiosos de este período o momento histórico, como es el caso del llanerólogo Adolfo Rodríguez, “los llanos como área cultural fueron ignorados o adscritos periféricamente al área circunscaribe o a la de la selva tropical” (2007: 61). Ninguno de estos grupos indígenas tenía noción de la propiedad privada; por el contrario, practicaban una forma de convivencia humana caracterizada por el trabajo comunitario, la solidaridad interfamiliar, donde las decisiones eran tomadas por consenso, existía armonía social y un alto índice de respeto por la naturaleza y su ecosistema, entre otras características que hablan de mancomunidad y “buen vivir”, o mejor podría decirse que vivían y practicaban un “comunismo primitivo” Esta primera etapa culmina su vida autónoma en el momento en que se hace presente en Apure el europeo depredador y comienza a ocupar el territorio, fundamentalmente a partir del siglo XVII; aun cuando realmente es de manera intermitente. El asentamiento europeo permanente y continuado se da en la segunda mitad del siglo XVIII en adelante. “Buscar las raíces históricas de la comunidad es tanto Como contribuir al vigor de los valores que pueden conjugar el destino y el sentido nacional”

(Mario Briceño Iragorri, 2004: 17)

II- Sociedad Llanera Colonial. La segunda etapa de nuestro estudio corresponde a la sociedad que fue surgiendo del paulatino contacto del aborigen americano con el invasor europeo, al que posteriormente se agregó el africano (esclavo o escapado), que asimiló como suyos al caballo y el ganado vacuno trasplantados: “Los indígenas no solo se llegaron a convertir en extraordinarios jinetes sino que además se convirtieron en apasionados por los caballos que consideraban una posesión muy preciada porque ampliaba su movilidad para escapar de los domi22 nios de civilizadores y evangelizadores” (Montiel, Ob. Cit.: 30). Según el decir de Méndez Echenique, “El hombre de a caballo se consideraba como el señor de la pampa, y el otro, el veguero, que doblaba el lomo con un machete o una escardilla en la mano, era considerado un personaje subalterno” (Abrizo, 2007: 55).


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Plano elaborado por Fernando Miyares de la Ciudad de San Fernando de Apure Junio de 1788. (Archivo de Indias. Sevilla, España).

Esta etapa la hemos denominado Sociedad Llanera Colonial, cuyo arranque ubicamos en 1647, como hito referencial en cuanto a su dependencia de la corona española, con el viaje exploratorio que hace el capitán barinés Miguel de Ochogavia por el río Apure (Carvajal, 1956: passim), con la intención de fundar algunos pueblos de españoles e interconectar la región barinesa con Guayana y las Antillas, aún cuando existen referencias documentales sobre presencia española o alemana (Welser) desde el siglo XVI; y llevamos esta etapa hasta 1823, fecha en que se creó la Provincia de Apure (por decreto del Congreso de la Gran Colombia, firmado por Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de la República), desmembrada de la antigua Provincia de Barinas. Esta Provincia de Barinas había sido creada por Real Cédula del 15 de Febrero de 1786, en jurisdicción de la Capitanía General de Venezuela (existente desde 1777); sus antecedentes históricos están en que “…en 1742, una Real Cédula del 12 de Febre-

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ro relevó a la provincia de Caracas de toda dependencia virreinal (…). Las otras circunscripciones Maracaibo –que comprendía los Andes y el territorio barinés y apureño-, Cumaná, Guayana, Margarita y Trinidad permanecieron bajo la jurisdicción militar del virrey de Santa Fe hasta 1777” (Briceño Monsillo, 1987: 16). La descripción que hace el Padre Carvajal sobre los habitantes indígenas de la región, de los caudalosos ríos y otros espacios acuáticos, de una flora multicolor y de una variada fauna, con abundancia de reses vacunas en estado silvestre, hacen pensar en un inagotable manantial de riqueza natural, parecido al Paraíso Terrenal. El cronista Carvajal estaba imbuido de un inmenso caudal de fantasías medievales y veía las cosas con ojos de fabuloso ensueño bíblico. Consideramos que Fray Jacinto de Carvajal fue el primer cronista de la región llanera, y, muy especialmente, de la apureña. El historiador argentino Levene, al hablar de la presencia de las reses vacunas y los caballos en las planicies americanas, nos confirma acertada y objetivamente lo sucedido en estos espacios preñados de horizontes: “Una vez encontradas las regiones de grandes llanuras naturales durante el siglo XVI, el ganado mayor fue en aumento de una forma vertiginosa…” (1949: 416); pues, allí el ganado comenzó a crecer y multiplicarse libremente, como animales silvestres, formando grandes “rochelas” (refugio de reses “mostrencas”, sin dueño conocido). Se infiere que esas reses que poblaban las regiones llanas de “la otra banda del Apure”, llegaron escapadas de los establecimientos ganaderos ubicados en las zonas del centro y norte de Venezuela. Y ese ganado era cazado por los indígenas al igual que cualquiera otra pieza de cacería. Ese fue otro de los atractivos que vieron los codiciosos invasores europeos en estas tierras, por cuanto valían más las reses que los terrenos ocupados. En ese momento (siglo XVI) se inicia la ocupación del te24 rritorio, pero de una manera intermitente; pues, en casi dos siglos (XVI y XVII) apenas se señala la presencia de algunas misiones jesuitas en zonas aledañas al Orinoco, Capanaparo, Sinaruco y Meta, que van a desaparecer al poco tiempo sin dejar apenas huellas de su existencia (solo persisten hoy po-


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blaciones como Cabruta y La Urbana, a orillas del Orinoco), debido a la expulsión de todo el Imperio Español que se le aplica en 1767 a estos religiosos. Quienes estudian esta etapa histórica señalan que “las penetraciones de los misioneros, si bien atrajeron a pequeños grupos indígenas a la vida sedentaria, iniciándose con ello diferentes núcleos de población, no pudiendo conseguir un desarrollo económico lo suficientemente fuerte como para dar a estos núcleos una estabilidad. No se alcanzó el asentamiento de la población sino hasta cuando el europeo se afincó en territorio apureño mediante la cría en gran escala. Esta actividad económica influyó poderosamente para que ciertos núcleos de población, antiguas fundaciones misionales, tomaran las características de villas o pueblos de españoles” (Vila, 1955:142). Así se encuentra el analista con que el territorio apureño había quedado desguarnecido luego de la expulsión de los jesuitas y sin muestras notorias de presencia europea para ese momento; por ello en 1769 (carta del 16 de Diciembre), Fray Jerónimo de Gibraltar, misionero apostólico capuchino en la Provincia de Venezuela, solicita al Gobernador de la misma, Don José Solano, lo autorice para iniciar la reducción de los indígenas existentes entre el Meta y el Apure, como se refleja en documento que se conserva en el Archivo General de la Nación (Caracas, 222), según referencia de Carrocera (1972:141143): “…para proceder con acierto al caso de fundaciones como también de camino tratar con las naciones de indios de su reducción y población, para lo que se hacen indispensables varias gratificaciones de rescates y herramientas para agradar y habilitar a dichos indios a que se funden en su propio país, lo que considero harán gustosos, respecto a que ya van poblados en dicho terreno tres pueblos de indios sus circunvecinos, que de dos años a esta parte tienen fundados mis hermanos misioneros de esta provincia...” Como ya se mencionó, es en este tiempo cuando se comenzaría a conformar étnica y culturalmente un nuevo ser humano, por el cruce de blancos, indígenas y africanos, acompañado del caballo y las reses vacunas. El resultado fue el ente llanero, “hombre a caballo y de sabana abierta”, producto

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de ese triétnico y cultural mestizaje. “El Llano nuestro se dio el lujo de fabricar hombres a su imagen y semejanza y los difuminó luego con la soledad y las sequías para que sus nombres se olvidaran para siempre”, según el intelectual araucano Hugo Mantilla Trejo (1987:33). Estos aspectos culturales se manifiestan por excelencia en sus expresiones artísticas, que tienen una alta reminiscencia andaluza: en su música (arpa, cuatro y maraca), en su canto (coplas, décimas, corridos y contrapunteos) y en su danza (“joropo”), que le sirven para dar salida a sus sentimientos y emociones. Sus canciones están impregnadas de telurismo, amor a la flora y la fauna, apego a las costumbres y tradiciones llaneras (en cantos de ordeño y cantos de arreo, por ejemplo), a las vicisitudes del diario quehacer, entre otras cosas. Así se observa en la producción literaria de tres connotados poetas llaneros: Julio César Sánchez Olivo (Apure), Alberto Arvelo Torrealba (Barinas) y Germán Fleitas Beroes (Guárico), como lo plantea Méndez Echenique (2000: 15 y 16):

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“Mi verso viene del Llano y vuelve al Llano mi verso; de allá viene, hacia allá va, por el rumbo del recuerdo. Como me lo dio mi tierra así mismo lo devuelvo, rudo, orgulloso, sencillo, sin adornos forasteros. Retorna con su pureza, íntegra, de nacimiento” (JCSO). “Sabana, sabana, tierra que suda y se hace querer, parada con tanto rumbo, con agua y muerta de sed, una con mi alma en lo sola, una con Dios en la fe, sobre tu pecho desnudo yo me paro a responder”


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(AAT). “¡Guárico!, mi sol, mi luz, origen de mis mayores. ¡Haz dado más ruiseñores que el campo andaluz! (G.F.B.)

Trabajo de Vaquerías

Yo diría que la música y el canto, el caballo y las vaquerías, la flora y la fauna de la sabana, con sus ríos, lagunas y esteros, y su pasión por la libertad, son rasgos que pueden definir la personalidad del llanero. Yarisma Unda, una de nuestras principales especialistas sobre llanerías, expone que “Todas estas teorizaciones parten de la comprensión del ámbito llanero como unidad homogénea de hombres, intereses, valoraciones, ideales, expectativas y toda gama de coincidencias que cohesionan a un grupo social, puesto que el Llano y su hombre es entendido como cualquier jinete en el horizonte, cualquier río cruzado a nado, cualquier 27 hato de vieja o nueva fama, cualquier copla respaldada por el arpa; es decir, el Llano y el hombre es uno…” (1994: IV, 73). Existe, en pocas palabras, una consustanciación del hombre con el ambiente, con gran fuerza telúrica.


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Según algunos autores, al analizarse la presencia europea, expresan que “…en Apure no puede hablarse propiamente de penetraciones de conquista por cuenta del recién llegado y sí solo de mera ocupación. Los indígenas, poco abundantes en el territorio estatal, bien se mezclaron rápidamente con el español o bien, al tratarse de pueblos aborígenes de vida muy primitiva, se aislaron en las inmensas y poco codiciadas tierras que se extienden entre los ríos Capanaparo y Meta o entre el Sarare y el Arauca” (Vila, ob.cit.: 142). Al respecto, Colmenares del Valle (Ob. Cit.: 38) afirma que “La lengua y la religión venidas de Europa fueron, en este sentido, las verdaderas armas de penetración y de dominio del mundo soñado y descubierto por el Gran Almirante”. Uno de los historiadores venezolanos que ha estudiado el tema llanero a profundidad señala: “Desde el siglo XVI, muchos llaneros mestizos o indios basaron su subsistencia en la cacería o pastoreo de estos semovientes con el fin de utilizar su carne y sus cueros para comercializarlos bien con los blancos (peninsulares o criollos) iberoamericanos o con los contrabandistas ingleses, franceses y holandeses, principalmente” (García Müller, 1996: 81). El historiador catalán Miguel Izard (TODOS ADENTRO. Nº 276. Caracas, Febrero 2009), al estudiar los orígenes de la comunidad llanera apureña, señala: “En estos territorios había numerosas naciones indígenas, cada una de ellas de pocos habitantes, y durante el período colonial huyeron al Llano una cantidad de personas para refugiarse, porque no toleraban su situación en el norte, el grupo más evidente fue el de los esclavos traídos del África que querían dejar de ser siervos y recuperar su libertad, trabajaban y eran considerados como bestias. El acoso laboral era muy fuerte, otros escapaban de la Inquisición. En esa época era mucho más sensato tratar de fugarse hacia el sur que rebelarse. Había un aparato represivo muy eficaz. No solamente huyeron africanos, sino también indios, mestizos, mulatos y 28 blancos […]. Este autor, Izard, precisa muy bien las características de la sociedad llanera de estos tiempos: “Los cimarrones llaneros formaron una sociedad muy libre que tenía una forma de organización que a nosotros nos parece inexistente, pero


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ahora sabemos que estaban organizados. Cada persona es muy autónoma, cada quien vivía a su manera en una especie de hedonismo, constituyeron un tejido social que a nuestra vista parecía invisible. Tenían una forma de relacionarse sutil, en momentos de necesidad se organizaban de una forma extraordinaria, para cada actividad escogían un responsable, al más capaz, que solo dirigía ese evento concreto. Si querían cazar caballos se agrupaban y escogían al más hábil para coordinar la faena; si eran atacados desde el norte, cosa que ocurría a veces porque venían a cazar esclavos, ellos se organizaban para enfrentar al enemigo […]. Creo que es un hecho fundamental, me gusta utilizar la misma expresión de los conquistadores castellanos cuando se encontraron con ellos: “Son gente sin ley, sin dios”. Como se observa, el historiador catalán piensa que la sociedad llanera estaba en estos momentos al margen de la sociedad colonial española y, por supuesto, era contraria a los intereses políticos, jurídicos, sociales y económicos de los todopoderosos señores de la oligarquía criolla. El periodista Manuel Abrizo, en su artículo “Apure, pasión por la libertad, y el más allá de más nunca” (Ob. Cit., 2007: 54 y 55)y citando al cronista Méndez Echenique, dice que “esta zona siempre fue vista como tierra de libertad. Los negros esclavos escapados del Norte se venían para acá y aquí eran recibidos casi con los brazos abiertos. Nosotros vamos a ver que los apureños son gente reacia a aceptar cualquier autoridad. El negro escapado del Norte es un rebelde; viene con toda su amargura. Y el indígena de aquí, aunque mucha gente lo ha calificado de flojo, habría que ver por qué es flojo. Si se le examina desde la concepción europea, en donde todo es manejado con una idea mercantilista, él no va a producir para ir a vender al mercado. El indígena prácticamente vivía en un paraíso. Simplemente con estirar la mano conseguía una fruta. Iba al río y con tirar un anzuelo sacaba un pez. No necesitaba sacrificarse por otro 29 para vivir. Aquí también en el indio vamos a ver esa rebeldía. Y el español que viene para acá, en mayor grado el andaluz, en cierto modo es un rebelde en España. Por ello, la gente de aquí se acostumbró a vivir libremente, sin atender ni respetar


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ninguna ley; entonces eso implica que si se les imponen normas, no las va a respetar”. Los terratenientes y ganaderos catalogaban a los llaneros de “vagos, ladrones, cuatreros y malentretenidos”. La vinculación y una posible nivelación social entre una y otra sociedad realmente se va dar con la irrupción violenta del llanero en la historia de nuestro país, durante el siglo XIX, primero con Boves, luego con Páez y después con Zamora. De aquí que “…muchos centrales pensaron en la necesidad de irse a graduar de héroes y a bañarse de libertad en el Llano. Encender la chispa. Llevárselos otra vez con el señuelo de la libertad en las narices calientes de los caballos de la rebeldía”, señala José Vicente Abreu (1990). Apure durante mucho tiempo se mantuvo aislado del resto del país, siguiendo un lento y propio ritmo de desarrollo cultural. Sin embargo, el panorama económico que se observa es bastante alentador: “El llano por su ecología tan particular, de contraste climático y de condiciones edáficas favorecedoras de la vegetación de sabana, ha sido ámbito propicio en especial para el desarrollo de la ganadería” (Mendoza, 1994: II, 278). A este aislamiento contribuyó mucho una disposición real del 15 de Marzo de 1686, que prohibía la navegación por el río Apure, emitida con el propósito de combatir el contrabando de mercancías; y, también, la Real Cédula aprobada el 17 de Enero de 1771 por Carlos III, donde se prohibía el asentamiento de gente de origen europeo en la región comprendida entre los ríos Apure y Meta, otorgada “a perpetuidad” a los indígenas, por gestiones del misionero capuchino Fray Jerónimo de Gibraltar , según consta en el Archivo General de Indias, en Sevilla (Caracas, legajo 399), citado por Adelina Rodríguez Mirabal (1995:167). Pero es evidente que tal medida fue violentada infinidad de veces, puesto que, cuando se fue a fundar la ciudad de 30 San Fernando de Apure, a finales del siglo XVIII, Don Fernando Miyares no trajo a nadie de otra parte del país; y, sin embargo, reunió a más de doscientas personas de origen europeo como vecinos de la nueva comunidad urbana. Además de existir ya en la región varios hateros (alrededor


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de 28), entre los cuales se contaban los poderosos terratenientes don Sebastián de Mier y Terán, uno de los famosos “rubios”, dueño del Hato “La Cruz Rubiera”, en Cazorla, Guárico, y don Fernando Rodríguez de Rojas, quienes se opusieron tenazmente a la mencionada fundación porque, supuestamente, se estaba realizando en tierras de su propiedad (el pleito judicial lo resolvió favorablemente para San Fernando su pronunciamiento por la Independencia en 1811, pues estos señores pretendían pasar por encima de las decisiones reales, valiéndose de sus influencias políticas y económicas a nivel regional). Sin embargo, este tipo de comportamiento no era compartido ni aceptado por todos los propietarios (u ocupantes) de tierras y ganaderos criollos, isleños (canarios) y peninsulares, pues la mayor parte de los estudiosos del tema aseguran que “el Hato fue una unidad económica propiciadora para que se crearan los pueblos en torno a la actividad pecuaria” (García Müller, 1996: 66).

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Baile del Joropo

La presencia española en Apure, como ya se dijo, realmente se inició a principios del siglo XVIII, de manera firme y du-


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radera, con las fundaciones ganaderas del caballero barinés Don José Ignacio del Pumar (Marqués del Pumar y Vizconde de las Riberas de Boconó), en el Alto Apure, que culminaron en la fundación de la ciudad de Guasdualito (1769). En el Bajo Apure, para la misma época, esta tarea la cumplieron los misioneros religiosos jesuitas, primero, y luego los capuchinos andaluces, dando como resultado el establecimiento de poblaciones como Cunaviche, San Juan de Payara y San Rafael de Atamaica. Siempre con miras a lograr una economía de exportación de productos hacia la metrópoli española. Como se deduce, los dueños de hato (“hateros”) del centro y norte del país se establecieron en Apure atendiendo a dos motivos claves: uno, saciar sus ansias terrófagas (que dieron origen al latifundio colonial) y, otro, buscando un desahogo para sus ya congestionadas sabanas; pues, los grandes propietarios calaboceños, sancarleños, guanareños, barineses, caraqueños y valencianos vieron en Apure la tierra prometida, porque los pastos de este lado del río eran ideales para el pastoreo y engorde de sus ganados en el “verano” (época seca). Las razones que da a conocer al cabildo barines, Don José Agustín Villafañe, Procurador General de la ciudad, mediante documento fechado en Barinas, el día 19 de Enero de 1784, para solicitar al Rey que la región fuese elevada a Provincia, ilustran suficientemente sobre lo importante que era controlar los recursos naturales existentes en Apure (Briceño Monzillo, ob.cit.:22): “…se halla [el territorio apureño]en gran parte poblado de varios lugares y hatos, plantados a proporcionadas distancias, y de que en el hay muchas y buenas tierras de labor y crías de ganado mayor, caballos y mular, copia de excelentes maderas, abundancia de gustosos peces en sus caudalosos ríos, caños y lagunas; de sano temperamento, aunque cálido; bella proporción para mantener comercio con la Guayana, con facilidad de conducir a ella sus frutos por navegación de los mencio32 nados ríos Santo Domingo, Apure, y demás que atraviesan estos países y tributan en el prenotado Orinoco”. Sobran, pues, otras explicaciones. En el siglo XVIII, los religiosos misioneros españoles inician también sus viajes exploratorios por el Apure y, muchas veces,


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chocando con los intereses de los terratenientes latifundistas, comienzan la evangelización de los indígenas. Los jesuitas – como ya mencionamos-, vienen por el sur, desde el virreinato de Santa Fe (Nueva Granada), y establecen pueblos en las costas de los ríos Orinoco, Meta, Capanaparo y Sinaruco,a partir de 1731, hasta que son expulsados de todos los dominios españoles en 1767; los agustinos, dominicos y capuchinos, vienen del norte, sembrando pueblos en los cajones del Apure y del Arauca. Agustinos y dominicos, enredados en litigios jurisdiccionales con los capuchinos, son expulsados de Apure y sus fundaciones corren la misma suerte de las jesuitas: el abandono y desolación de los pueblos. Los capuchinos quedan dueños del territorio, fundando hatos, donde explotan la mano de obra indígena, y pueblos misionales. Alrededor de los hatos y pueblos misionales se fueron conformando núcleos humanos de diversa índole, encontrándose entre ellos individuos de dudosa procedencia y que no respetaban ni a Dios ni a la autoridad real, como señalan algunos investigadores del tema (los llamados “llanerólogos”). Estas personas, catalogadas como libres, servían ocasionalmente en los hatos como peones asalariados (podían ser blancos, indios, pardos o negros), que por su supuesta condición de hombres libres y avezados a los rudos trabajos del Llano eran aceptados por los hateros, quienes en muchas ocasiones, en gesto de confianza y reconocimiento a sus servicios, permitían que se asentasen en sus tierras, con un pequeño número de animales domésticos y que hicieran sus pequeños sembradíos (“conucos”, reminiscencia indígena).Los pocos esclavos negros, por lo general, eran destinados a hacer labores domésticas en los hatos (se les conocía con el nombre de “Chofoteros”); pero también algunos fungían de mayordomos, logrando acumular dinero y ganados para comprar su libertad. Ejemplo conocidísimo de mayordomía esclava es el caso de “Manuelote”, quien, en el Hato “La Calzada”, mandaba al “Catire” Páez que le lavase los pies y le ordenaba realizase peligrosas y rudas faenas. Esta sociedad llanera era más abierta, igualitaria, libre de prejuicios y espontánea que la de otras regiones de Venezuela. La relación del dueño de hato, que aún cuando podía estar empa-

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rentado con los grandes cacaos de los valles de Caracas, Aragua o del Tuy, era, muchas veces, de camaradería; probablemente como consecuencia del hecho de compartir los peligros y vicisitudes en los trabajos sabaneros. Más bien, debemos hablar de una sociedad con características patriarcales, donde la voz experimentada de los llaneros viejos era ley. La unión espiritual hatero – peón se establecía muchas veces con el nexo sagrado del Compadrazgo. La economía regional estaba basada en la explotación pecuaria extensiva y rudimentaria, en la agricultura de subsistencia (los ya mencionados “conucos”), en la caza y la pesca. El intercambio comercial con las regiones vecinas era a base de trueque: cueros de res, sebo, carne seca y queso, por útiles de labranza, armas, sal, aguardiente, sombreros, telas, aperos de montar, chimó, tabaco, etc. El choque del habitante de la llanura con las autoridades constituidas y los terratenientes se produce por el maltrato, los vejámenes y atropellos recibidos por ese personaje en las regiones centrales del norte venezolano, controladas por el mantuanaje criollo, de donde había escapado. Las autoridades españolas establecieron represivas leyes (las famosas Ordenanzas de Llanos, antecedentes de los actuales instrumentos jurídicos que rigen la actividad ganadera y que en su momento perseguían reducir a los centros urbanos a quienes deambulaban por los campos, por considerarlos “vagos y malentretenidos”, que atentaban contra la tranquilidad ciudadana y sus intereses pecuniarios). En otras palabras, es un enfrentamiento entre el rico, todopoderoso y cómodo sedentarismo citadino y la libre, azarosa y ruda existencia del hombre de la sabana, “libre como el viento”, “dueño y señor de las cuerdas de su pescuezo”, como dice el llanero apureño; “sin puerta de tranca que lo ataje”. La exaltación del llanero como héroe durante el proceso emancipador, según Rago (Ob. Cit.: 36), atendió a “la intención 34 de promover un estereotipo –del mundo natural y del hombre que lo puebla- con miras a alimentar un proyecto ideológico de consolidación del Estado nacional hegemonizado por las fuerzas sociales, económicas, políticas y militares que resultaron victoriosas en la guerra de independencia, fuerzas a las que el llanero, en cuanto


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tal, no pertenecía más que en condición de subalternabilidad, pero en cuyo nombre se tejió la rimbombante retórica de la historia oficial”. El llanero simplemente fue utilizado como mascarón de proa¸ carne de cañón, por la oligarquía venezolana para lograr sus oscuros propósitos de enriquecimiento material y alcanzar el poder político.

Tropas Llaneras

La participación de la gente de Apure fue decisiva para lograr la victoria bolivariana durante la Guerra de Independencia. Sus aportes en jinetes, caballos y reses fueron los que hicieron posible alcanzar los laureles de la libertad. La actuación de José Antonio Páez con sus mesnadas llaneras le abrieron a los venezolanos las puertas a la gloria, con sus homéricos triunfos en Mata de la Miel (1816), El Yagual (1816), Mucuritas (1817), Paso del Diamante (1818), Queseras del Medio (1819), Carabobo (1821) y Puerto Cabello (1823). Y como indica un versado historiador colombiano: “Al evocar la gesta (…), no podemos dejar que el héroe se apee de su caballo humeante y espumoso, porque la batalla la ganaron juntos. Es el Centauro el protagonista de la epopeya” (Caballero, 1986: 245). El Comandante Páez inicia su heroica carrera militar, como jefe de las tropas patriotas, a partir del pronunciamiento de una junta militar constituida el día 16 de Septiembre de 1816 en la población apureña de La Trinidad de Orichuna, que lo pone al frente del ejército llanero y lo asciende a General de

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Brigada. Esta asonada fue contra las autoridades gubernamentales que se habían constituido en el mes de Junio en Guasdualito, con los restos de las tropas republicanas salvadas, tanto en Venezuela como en Nueva Granada, de la acción pacificadora del expedicionario Pablo Morillo, enviado desde España con un ejército veterano de las guerras napoleónicas para acabar con cualquier movimiento sedicioso en la parte norte de Suramérica conocida como Tierra Firme: Venezuela y Nueva Granada. Al frente de este intento llanero de organización del Estado se nombraron personajes de reconocida fe patriótica y desvelos por la causa republicana: Doctor Fernando Serrano, antiguo Gobernador de Pamplona (neogranadino), como Presidente; generales Rafael Urdaneta (venezolano) y Manuel Roergas de Serviez (francés), como Consejeros de Estado (ministros); y el doctor Francisco Javier Yánez (cubano), como Secretario; para comandar el ejército patriota fue nombrado el Coronel Francisco de Paula Santander (neogranadino). Se desconoce cuál era la denominación jurídica del nuevo Estado; por ello, atrevidamente, he señalado en otras oportunidades que debe hablarse de “República del Llano”, contradiciendo la opinión de algunos historiadores que la califican despectivamente como “republiqueta” o “república de pacotillas”; pues, cuando se instaló el nuevo gobierno no se aludió por ninguna parte a un nombre específico: ni República de Venezuela ni tampoco de República de Nueva Granada. Se deduce que no había tiempo para cumplir formalismos jurídicos y solo se aspiraba en el momento constituir un comando unificado para el ejército patriota con miras a ofrecer al enemigo un frente mejor organizado y con posibilidades de éxito. Se vivían momentos de angustia, debido, fundamentalmente, a que también debían proteger un numeroso contingente civil emigrado de Nueva Granada, que seguía a las tro36 pas, integrado por sacerdotes, magistrados, mujeres, niños y ancianos. Las tropas, en su gran mayoría, eran llaneras y no aceptaron la jefatura de un oficial extraño al medio, como era el caso del Coronel Santander. Querían que fuese alguien con presti-


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gio y habilidad para enfrentar los peligrosos avatares llaneros. Allí estuvo, en parte, el origen del motín de La Trinidad de Orichuna, cuya Junta nombró a José Antonio Páez como Comandante General de la Tropas Patriotas en Apure. Era el día 16 de Septiembre de 1816, el momento en que se da este “golpe” de Estado..

Simón Bolívar, El Libertador, en Apure (1818)

En opinión de muchos autores, la elección que se hizo de Páez fue la más acertada: “Páez era dueño de un valor a toda prueba, estaba dotado de una fortaleza física extraordinaria y sus hazañas estaban destinadas a tornarse mitológicas. Era, indudablemente, el caudillo ideal para conducir las huestes llaneras”, en la apreciación de la historiadora colombiana Pilar Moreno de Ángel (1989). De aquí en adelante es conocida la epopeya del titulado “Centauro de los Llanos”. En la Asamblea de Guerra realizada en la aldea de Setenta, Apure, el 23 de Mayo de 1819, con asistencia de personas de diferentes confines de la naciente patria, El Libertador Simón Bolívar decidió realizar la campaña de Nueva Granada, que, 37 contra todos los pronósticos, fue el inicio de un periplo libertario que culminó en Ayacucho (“…en la desierta aldea de Setenta se decidió el destino de América”, reza una leyenda en el escudo de armas regional apureño). De aquí que en Apure se


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tome el día 23 de Mayo como Día del Llanero Apureño (así fue decretado por el Ejecutivo Regional en el 2010). III- Sociedad Llanera Tradicional (1823 – 1890). Para delimitar esta etapa hemos tomado como referencia un hecho político-administrativo, como fue la creación de la Provincia de Apure (aprobada por el Congreso de la Gran Colombia, el día 17 de Julio de 1823 y refrendada por el General Francisco de Paula Santander, Vice-Presidente de la República), desmembrada de la antigua Provincia de Barinas. Este acto político – administrativo no se tradujo, como era de esperarse, en ningún cambio en la idiosincrasia del apureño. La sociedad llanera de este tiempo conserva todavía muchos rasgos característicos de la época colonial, con las mismas costumbres y tradiciones de antaño y el peón seguirá siendo un “pata en el suelo”, sirviendo de mano de obra barata en el hato de su compadre, como carne de cañón en las montoneras acaudilladas por “el hatero” ahora metido a “general”, y ofreciéndole sus hijas para que sacie en ellas su enfermiza lascivia, originando así una nueva vinculación psicológica con los hijos nacidos de este tipo de relación. Esta etapa histórica de la Sociedad Llanera llegaría, en nuestra apreciación, hasta el momento en que se inicia la explotación de la pluma de garza; es decir, alrededor de 1890, cuando llega a Apure Juan Agustín Codazzi, nieto del geógrafo italiano, acompañado de su esposa francesa (la famosa “Madama” Codazzi), y se apoyan en la Casa Comercial “Lleras Codazzi”, establecida en San Fernando en la década anterior por sus primos Agustín y Luis. Este centro comercial trabajaba con mercancías de importación y exportación (hacia Europa y los Estados Unidos de Norteamérica), actividades agropecuarias, garceros, docencia, tipografía y periodismo. Es muy significativo que a los antiguos propietarios criollos 38 se agreguen los grandes próceres beneficiarios de los Haberes Militares decretados entre 1817 y 1822 por El Libertador Simón Bolívar para los soldados que habían luchado por la Independencia Nacional (Páez, Monagas, Muñoz, Farfán, Silva, Jiménez, Bravo, Elorza, entre otros). A este nuevo grupo social lo


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hemos denominado como “Aristocracia de la Lanza”. Su status lo asientan en sus proezas guerreras y la estrecha vinculación con los representantes del nuevo poder político republicano, y no su procedencia social o étnica de rancio abolengo. Un estudioso del tema llanero expone razones que consideramos bastante valederas: “Los sectores dominados pelearon por sus reivindicaciones del lado de los realistas o de los republicanos y al finalizar la contienda vieron frustradas sus legítimas aspiraciones, pues los sectores dominadores no cedieron sus privilegios ni sus posesiones y mantienen el control de tierras, ganados y demás medios productivos. Los jefes militares Boves y Páez fueron seguidos por sus ofrecimientos y por el cariz social que le imprimieron a la contienda en los llanos” /(García Müller, 1998: 62). La economía nacional y regional sufre las consecuencias de la crisis generada por la guerra, por lo que no se producen excedentes. Según la Memoria Económica elaborada en 1831 por el general José Cornelio Muñoz, primer gobernador de la Provincia, refleja la existencia en Apure de apenas 150.000 reses y 5.800 caballos. Pésimos y arcaicos servicios educativos y sanitarios. Y se deduce fácilmente que si la situación es precaria para los ricos terratenientes, la del peón debe ser de pobreza extrema. El peón – héroe, esquilmado por sus jefes, sigue viviendo de esperanzas, porque sus proezas solo sirvieron para encumbrar caudillos, que a sus expensas han conformado grandes latifundios y atesorado riquezas. El maestro Brito Figueroa (1973: I, 220) decía al respecto: “El latifundio permaneció intacto como institución, y hubo, si, transformaciones de propiedad latifundista, de manos de un sector de la nobleza colonial a manos de jefes militares de origen popular”. Para este momento histórico surjen los empleados públicos, que en poco número pero constante comienzan a brotarle al gran árbol de la burocracia republicana (muchas veces son ga- 39 naderos “venidos a menos”, que han perdido sus propiedades como consecuencia de las plagas y enfermedades endémicas, que han azotado inclementemente a Apure); pero este trabajador es, generalmente, un ente urbano, y letrado: es, en muchos


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casos, el “patiquín” sabihondo y retrechero que cree estar por encima de todos, y que los llaneros de las sabanas consideran como un ser blandengue, adulante ante el poderoso y despreciable por no estar a la altura de sus proezas pastoriles. Son los tiempos en que Rafael Agostini publica en Caracas su Cítara de Apure o Melodías del Desierto (1841), la cual es considerada el primer poemario publicado en Venezuela. En las primeras épocas la actividad económica se centra en la explotación de los cueros de res y animales silvestres (son los tiempos de la Guerra de Secesión Norteamericana, la Guerra Franco – Prusiana y la Guerra de Crimea, demandantes de gran cantidad de pieles), que trae como consecuencia la aparición en nuestros llanos de una plaga tan temida por los ganaderos: los desolladores de reses (“corambreros”, los llaman en otras latitudes), que se introducen por ríos y caños apureños para desjarretar y descuerar clandestinamente el ganado, dejando la carne a los zamuros y otras alimañas del campo. Las autoridades tratan de ponerle coto al desbarajuste, legislando medidas represivas y creando “cuerpos volantes”, pero los remedios aplicados son insuficientes y el abismo entre llaneros de la sabana, tachados de abigeos, y los hateros, avecindados en la ciudad (ya con otros intereses, además del pecuario) se va abriendo cada vez más. Son los tiempos en que se publica en Apure el primer libro (San Fernando, 1856): Honores Póstumos a Marcelino Muñoz (hijo mayor del prócer apureño José Cornelio Muñoz). Cuando estalla la Guerra Federal (1859 – 1863), encontramos a ambos grupos (citadinos contra campesinos) en bandos diferentes: el campo contra la ciudad, “la barbarie contra la civilización”, según los postulados positivistas de aquella época. Mientras los sanfernandinos están con el gobierno central, el resto de la población apureña está con los federales, incluso los grandes propietarios rurales, como los Fonse40 ca, los Márquez, los Muñoz y los Segovia; quienes, llevados por su credo político liberal, cuyo foco ideológico principal estaba en la institución conocida como Sociedad “Joven Achaguas”, se incorporan a la guerra, siguiendo a Ezequiel Zamora, para conquistar sus reivindicaciones ciudadanas. Así lo prueba su


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brillante participación en la batalla de Santa Inés (10 de Diciembre de 1859). Estos terratenientes y ganaderos se sienten hermanados en sentimientos y frustraciones con los desheredados peones, los “olvidados de la tierra”, porque ellos tienen la misma procedencia sabanera y lucharon por la Independencia Nacional, siguiendo la bandera enarbolada por El Libertador Simón Bolívar. Triunfa la Federación, pero ya no está el “Valiente Ciudadano” Ezequiel Zamora para hacer valer los derechos del pueblo, que sigue clamando justicia y alimentándose de quimeras. Una nueva oligarquía, la liberal, sustituye a la antigua, la conservadora, y continúa la explotación del hombre por el hombre. Todavía no se avizoran en el horizonte signos de redención popular. Aún cuando la mayor parte de la población sigue siendo rural (más del 80%) poco a poco ha comenzado la urbanización de Apure, y al lado de los empleados públicos hacen su aparición los empleados de comercio, que al igual que el grupo anterior y probablemente con menos recursos económicos y académicos, busca también su oportunidad para igualarse con los que están arriba en la escala social. Para 1877, según datos oficiales, San Fernando, sede del Gobierno del Estado, tenía 3.053 habitantes (Sachs, 1955: 219). Apenas una humilde aldea perdida en la inmensidad del Llano.

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Pero quienes han “abogado por la transformación del Llano, han ubicado en la llanura apureña la relación dialéctica “barbarie-


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modernismo” (Mendoza, Ob. Cit: 290). Como es de esperarse, de los grupos de desplazados y resentidos van a surgir los líderes que van a motorizar los alzamientos y guerras civiles que matizaron el siglo XIX venezolano, capitalizando a su favor el descontento y esperanzas del pueblo llanero: recuérdese que tanto Páez como Boves, y después Zamora, fueron inicialmente comerciantes en ganados, lo que les facilitó conocer la idiosincrasia llanera a la perfección e identificarse con ella. “No es la conciencia lo que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia”.

Karl Marx (cfr. Montero, 1997: 19).

Prototipo Llanero IV- Sociedad Llanera Ganadero – Comercial (1890 – 1960). 42

Para este momento siguen persistiendo muchas de las características del “Viejo Llano” apureño; aunque se observa que las condiciones económicas han mejorado notoriamente en comparación con la etapa anterior; y se realiza con mayor


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intensidad la economía de exportación e importación que marca a la sociedad apureña, mostrando San Fernando su vocación de enclave portuario, apoyado en una gran actividad fluvial, hacia el Orinoco, las Antillas y Europa, y abre otro campo de trabajo a la gente de bajos recursos económicos: marineros, carpinteros, calafateros, caleteros y leñadores (cuando se inicia la navegación a vapor), que hacen posible tal actividad. Sin embrago, se genera mayor riqueza material, pero la incidencia social es mínima. La opulencia llega solo a las capas sociales altas, a las élites. El pueblo sigue palúdico y hambriento. Una valiosa opinión respecto a las excelentes perspectivas de desarrollo regional la emite el General Cipriano Castro, cuando, en gira presidencial por el país, visita a San Fernando de Apure (Laya, 1979: 382-383): “Esta es la tierra de la verdadera libertad y del porvenir de Venezuela la grande. San Fernando está llamado por su posición topográfica, su riqueza y cultura social bien entendida, a ser en lo porvenir una ciudad de las más importantes de la República. Sus destinos serán muy grandes (…). San Fernando es, en mi concepto, un gran corazón por cuyas arterias fluviales se comunica directamente con todo el universo…” (Telegrama enviado desde San Fernando por el General Castro al General Juan Vicente Gómez, Vice-Presidente de la República, en fecha 25 de Abril de 1905).

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Conjunto de Música Llanera


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Ya en el año 1800 Humboldt (1985: III, 274 – 275) lo señalaba: “La posición de San Fernando sobre un gran río navegable, cerca de la boca de otro que atraviesa la provincia entera de Barinas, es harto ventajosa para el comercio. Todos los productos de esa provincia, cueros, cacao, algodón y añil del Mijagual que es de primera calidad, refluyen por esta ciudad hacia las bocas del Orinoco. En la estación de las lluvias remontan grandes navíos desde Angostura hasta San Fernando de Apure, y por el río Santo Domingo hasta Torunos, puerto de la ciudad de Barinas. En esa misma época, las inundaciones de los ríos, que forman un dédalo de brazos entre el Apure, el Arauca, el Capanaparo y el Sinaruco cubren una región de cerca de 700 leguas cuadradas”.

Casa de Fernández y Compañía en San Fernando de Apure (Construida en 1890 y restaurada en 2012) Foto de A.M.E-C.R.G.V. 1444

Esta actividad comercial es aupada desde las grandes metrópolis del capitalismo internacional, que se nutre con 44 las materias primas de países con economías depauperadas como el nuestro, que cada día se hacen más dependientes. En San Fernando se instalan casas comerciales exportadoras e importadoras de mercancías que tienen sus casas matrices en Londres, París, Roma, Frankfurt o Nueva York; así sucede


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con empresas como las de Barbarito, Bezara, Codazzi, Dalla – Costa, Fernández, Hernández, Jaua, Ligerón, Lleras Codazzi, Papaterra, Perruolo, Pulido, Rodríguez, entre otras. Son los tiempos de la oficialización del canto “Vuelvan Caras”, de Amadeo Garbi (letra) y César Ramírez Gómez (música), como Himno del Estado Apure (1913). Rafael Bolívar Coronado presenta en Caracas (1914) su zarzuela “Alma Llanera”, ambientada en los llanos apureños, logrando un éxito inesperado por su autor y que con el correr de los años la canción insertada en la misma se convirtiera en el Himno Popular de Venezuela. El auge comercial es tal que algunas casas optan por utilizar “fichas”, para pagarle a sus empleados y relacionados, intentando controlar la economía regional; ejemplo representativo de ello es la ficha utilizada por la Casa Fernández, del tamaño de una moneda de un bolívar (Bs 1), grabada en el anverso una figura de “caletero” (sin camisa y pantalón corto), con dos sacos sobre la cabeza. Es la época en que comienzan a llegar a Apure muchas familias de origen extranjero: colombianos, españoles, italianos, franceses, alemanes, árabes y chinos, estableciendo honorables hogares. El progreso intelectual también se manifiesta en Apure y trae la imprenta y con ella las encendidas polémicas a través de la prensa local (los agitadores de la década del cuarenta, siglo XIX, como Manuel María Betancourt, Rafael Agostini y Juan Esté, que enviaban sus escritos a Caracas, Valencia, Ciudad Bolívar y Cumaná, quienes posteriormente son acompañados y reemplazados en el propio terruño por personalidades como Daniel Mendoza, Manuel María Mendible, Diego Eugenio Chacón Arévalo, Víctor Segovia Peña, Juan Félix Carstens, Pablo María Echenique, Cástor C. Rodríguez, Agustín Lleras Codazzi, y otros que aparecen y desaparecen sin dejar huella perenne. Un analista de la llaneridad apureña expresa una opinión que refleja con gran objetividad la actividad intelectual regional: “en el caso llanero la intelectualidad se combina con lo ideal, con la sublimidad, con el amor del hombre hacia su terruño, hacia las cosas de su ambiente natural, hacia sus faenas cotidianas, hacia las circunstancias de la mujer de sus sueños, etc.” (Méndez Echenique, 2000: 14).

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El primer periódico aparece en 1854, “El Apureño”, pero los que van a perpetuar su nombre van ser “El Araucano” (1880-1890) y “Letras”(1913 – 1936). Es el tiempo de las veladas literarias y artísticas, con representaciones teatrales, juegos florales, zarzuelas, que le daban lustre a la vida cultural de San Fernando: A principios del siglo XX no era extraño encontrar allí a Abelardo Gorrochotegui, Leonte Olivo, Diego Córdova, Diego Eugenio Chacón, Juan Vicente Torres del Valle, José Lorenzo Muñoz, José de la Paz Suárez, Miguel Ángel Granados, Agustín y Luis Lleras Codazzi, Amadeo Garbi, José Manuel Sánchez Osto, entre otros. El poeta Andrés Eloy Blanco bautiza en San Fernando de Apure, la noche de Navidad de 1921, su primer poemario: Tierras que me oyeron, donde inserta su famoso “Canto al Apure”. El 19 de Diciembre de 1913 es oficializado, mediante Decreto del Consejero de Gobierno Juan Bautista Esté, Encargado de la Presidencia del Estado Apure, el canto “Vuelvan Caras”, escrito por Don Amadeo Garbi y musicalizado por Don César Ramírez Gómez, que había sido previamente seleccionado en concurso abierto en 1910, y cuya letra es la siguiente:

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Coro “¡Vuelvan Caras!...Al grito potente el poder colonial sucumbió! Y en las pampas extensas de Apure Se oye el eco vibrar de esta voz. I Como el águila cruza el espacio sin que nadie detenga su vuelo, cruza libre el llanero este suelo que su lanza y valor libertó. y si ayer a la voz de Bolívar respondieron los bravos centauros, ceñiremos de nuevo más lauros si se alzare un tirano ante nos. II Son los timbres de orgullo y de gloria que ostentamos en nuestras banderas,


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Mucuritas, Yagual, Las Queseras! y otros campos de fama inmortal! y a los nobles y heroicos varones que de Apure ilustraron la historia, venerando su augusta memoria, batiremos la palma triunfal!. III Y hoy unidos con nuestros hermanos de Orinoco a la cima del Ande, a la paz que sus frutos expande, sostendrá nuestro altivo valor; y teniendo por norma las leyes, escudados en nuestros derechos, latirán de contentos los pechos a los nombres de Patria y Honor. Son los tiempos del auge y caída de la explotación y comercialización de la pluma de garza, que se reflejó directamente en la economía regional apureña. Una canción popular llanera refleja la dramática situación de estas aves (Maurno, 1993: 61): Llegan de Europa ciertas noticias, que buenos precios van a regir por las plumas de las garcitas que por millones van a morir. Garcitas blancas de la llanura a otras regiones tienen que huir para salvarse de los matones, de aquellos hombres sin corazones que nuestra especie van a extinguir. Esta masacre de muchos años que ni el Gobierno pudo prohibir y unos ganaron y otros perdieron y más que todo nuestro país” Adelina Rodríguez Mirabal (1994) analiza los últimos tiempos del auge económico: “La actividad que había comenzado con el impacto de la

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moda en los salones europeos comienza su declive, fundamentalmente, por la austeridad característica del período de postguerra. Al reducir el uso de plumas de adorno la cotización bajó considerablemente y la pluma como rubro significativo de importación progresivamente fue declinando con la misma efervescencia que caracterizó sus orígenes. El capricho de la moda europea, que había engendrado “el gran auge de las plumas en la década de 1890 fue también responsable de su desplome […] cuando al estallar la Primera Guerra Mundial, el traje femenino adoptó una nota de sobriedad: los materiales son más sencillos, las faldas más cortas y se descartan los grandes sombreros, reduciendo el uso de plumas a una sola”. En consecuencia, la caída de los precios de la pluma y la acción de las sociedades protectoras de animales favorecieron el cierre de un significativo ciclo de la historia comercial de Venezuela: “El Ciclo de las Plumas de Garzas”

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“El Porvenir”, editado en San Rafael de Atamaica (1907)

Esta situación económica tan crítica la retrata también otro historiador regional, planteando que “…el número de esta-


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blecimientos comerciales disminuyeron en forma considerable como efecto de ella, puesto que fueron muchos los negocios que se vieron en necesidad de cerrar sus puertas en virtud de la crítica situación en que se encontraban, sobre todo los que giraban con poco capital y mantenían créditos con sus clientes” (Paredes, 1988: 142). En un estudio que presentó el cronista Argenis Méndez Echenique como ponencia en 1997, sobre la presunta formación de una élite socioeconómica en San Fernando de Apure, ante el Primer Congreso de Ciencia y Tecnología del Estado Apure, retrata la realidad regional durante esta etapa, que se caracterizó por: 1º- Una economía agropecuaria, latifundista y desarticulada. 2º- Los productos básicos eran derivados de la explotación pecuaria: cueros, queso, sebo, tasajo y la llamada “carne de monte” (cacería de animales silvestres). 3º- La tenencia de la tierra bajo el sistema latifundista le daba una gran rigidez a la estructura socioeconómica regional: había escasa movilidad social. 4º- El aumento de los ingresos no está inducido por una modernización del sistema productivo, sino por una mayor demanda del mercado mundial que tiene carácter coyuntural: la moda parisina que demanda la utilización de la pluma de garza en los atuendos femeninos y militares. 5º- La economía regional estaba sometida a los vaivenes de la demanda internacional (Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, principalmente). 6º- Penuria fiscal crónica: deficitarios ingresos, deudas agobiantes, etc. 7º- Burocracia ineficaz y corrompida (causada por el crónico atraso de los sueldos, entre otras razones). 8º- La política de obras públicas, adelantada durante la administración de Raimundo Fonseca (período guzmancista) no respondía a una motivación de índole económico, ya que estuvo dirigida al saneamiento y embellecimiento de la ciudad de San Fernando de Apure: el Palacio de Gobierno, la Iglesia Parroquial, el Templo Masónico, las Plazas Bolívar y Libertad, el Cementerio de Jobalito, el Hospital de Caridad.

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9º- En cuanto a la acción del sector privado: las obras, aún cuando figuraban en la prensa como construidas exclusivamente por el gobierno, se llevaron a cabo con fuertes aportes económicos de particulares: el Ejecutivo del Estado elaboraba una lista de contribuyentes y se le fijaba a cada uno la cantidad que debía donar. Ninguno se negaba por temor a ser encarcelado, cuando menos, pues hasta se exponía a perder la vida. Este sistema de contribución fue heredado luego por los representantes del gomecismo. Toda la actividad económica apureña de que hemos venido hablando hasta aquí se había desarrollado principalmente en las franjas territoriales comprendidas entre los cajones de los ríos Apure y Arauca. Son los tiempos de “Doña Bárbara” y la aplicación de su famosa “”Ley de Llanos”, que traslucen el predominio oligarca de los terratenientes y ganaderos.

Puerto de San Fernando de Apure (1930)

Es a partir de la cuarta década del siglo XX, ya muerto Juan Vicente Gómez, cuando se observa un cambio en la actividad regional, consecuencia del derrumbe financiero de la bolsa de Nueva York en 1929 y que afectó de inmediato a todos los mercados internacionales, pero que en Apure se reflejó tardíamente: el ganado, principal fuente de ingresos, baja vio50 lentamente de precio, las grandes casas comerciales comienzas a cerrar sus puertas, desaparecen las pequeñas industrias por falta de insumos, dejan de venir con regularidad los vapores desde Ciudad Bolívar y las Antillas. Todo es desolación. La economía se contrae de tal manera que se vuelve casi de sub-


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sistencia. Y se produce el aislamiento cultural de Apure con respecto al quehacer nacional. Sin embargo, el llanero “canta y se lamenta”, pero no desmaya en sus actividades de sobrevivencia, e incluso, inicia la ocupación de las zonas ubicadas al sur del séptimo paralelo: el Capanaparo, el Sinaruco y el Meta, son ocupados, aún pasando, muchas veces, por encima de las cenizas de las chozas y cadáveres de sus ancestrales habitantes; lo que viene a agregar un elemento bastante inhumano y negativo en el desarrollo de nuestra sociedad apureña: los cazadores de indios. Todavía, en pleno siglo XXI, se oyen las historias sobre las excursiones a “guajibiar”, practicadas por ganaderos criollos invasores de esas apartadas regiones del Estado. Al iniciarse la quinta década del siglo XX se produce un movimiento positivo para la deprimida economía pecuaria de Apure, cuando el Banco Agrícola y Pecuario, a través de una empresa ganadera (la GANACO), establece un acuerdo con algunos hateros apureños para comprarles, en sus propios predios, la carne de sus reses y distribuirla en los mercados caraqueños.

Primer vuelo comercial de la Línea Aeropostal Francesa a San Fernando de Apure (1932)

El Doctor Hugo Estrada Ripari, experto apureño en zootecnia, informa que para esa época se construyeron catorce (14) salas de matanzas en varios hatos de Apure, con sus respectivas pistas de aterrizaje, porque la carne era transportada diariamente por vía aérea, hasta el Aeropuerto de La Carlota, inicial-

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mente, y luego, por congestionamiento de este terminal, se estableció como punto de llegada el Aeropuerto de Maiquetía: 1º- Matadero de “El Fuentero”, propiedad de los hermanos Fuentes Gilly, en Elorza. 2º- Matadero de “La Arenosa”, cercano a La Estacada, de los Hermanos Hernández Vásquez. 3º- Matadero de “La Victoria”, en jurisdicción de Mantecal, propiedad de los Hernández Vásquez. 4º- Matadero de “El Progreso” (antiguo Hato “Jumito”), de un señor de apellido González Ortiz, en jurisdicción de Guachara. 5º- Matadero de “Coco de Mono”, de José “Pepe” Rodríguez, en Guachara. 6º- Matadero de “San Leonardo”, de Diego Heredia, en jurisdicción de Guachara. 7º- Matadero de “Buenos Aires”, de José Ángel Hurtado, en Guachara. 8º- Matadero de la “Fundación Layera”, de los Hernández Vásquez, en Guachara. 9º- Matadero de “La Gloria”, en El Yagual, de José Garbi Sánchez. 10º- Matadero de “El Piñal”, de Carlos Chávez, en El Yagual. 11º- Matadero de “Santa Rita”, de los hermanos Bezara Angulo, en Achaguas. 12º- Matadero de “Santa Elena”, de Gilmer Urdaneta, en Cunaviche. 13º- Matadero de “Santa Rita de Cunaviche”, de Esteban Vivas, en Cunaviche. 14º- Matadero de “Los Cañitos”, en el Hato La Candelaria, en jurisdicción de Cunaviche. Los aviones utilizados para transportar la carne, en canal, eran del modelo Douglas DC-3, de los utilizados en la Segun52 da Guerra Mundial por los norteamericanos, pertenecientes a las líneas aéreas venezolanas Aeropostal, Avensa y Ransa, según los contratos específicos firmados. Todo, dentro de una concepción netamente mercantil, considerada como normal, característico del ideal capitalista imperante.


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Se ha abierto el paréntesis político del gomecismo, lo que permite alcanzar algunas reivindicaciones democráticas: el voto femenino, el sufragio directo, universal y secreto, una reforma agraria, que quedó a medio camino, entre otros derechos ciudadanos. Pero falta mucho por andar. “Gritaré en la soledad sólo para los espantos, pero gritaré tu nombre para habitarme el alma transida, íngrima en medio de los grillos y los sapos: Seré un ánima – sola de esta nueva soledad” JOSÉ VICENTE ABREU. (cfr. Méndez Echenique, 2000: 20).

V- Sociedad Llanera Ganadero – Consumista (1960 – 1999). En lo político se observa que ha caído la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, quien se supone coartaba cualquier actividad que persiguiese implantar un verdadero régimen democrático. Pero para fijar un punto de referencia preciso hemos tomado el momento en que se inició en Apure la construcción de las carreteras pavimentadas, los puentes y avenidas, que facilitan el transporte rápido y seguro de pasajeros y mercancías, nuevas técnicas de explotación económica y nuevas tendencias socio-culturales, hasta el inicio de la llamada Revolución Bolivariana y Socialista, que ha generado una serie de cambios socioeconómicos en toda Venezuela. (Siglo XX) 53 En esta quinta etapa prevalece fundamentalmente la actividad financiera capitalista y los medios de comunicación de masas son utilizados como mecanismos de alienación, creando necesidades ficticias a la población, con propósitos con-


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sumistas, mediante subliminales mensajes, trayendo como consecuencia la pérdida de los valores tradicionales de la sociedad llanera apureña. La música, la danza y los cantos, que se ejecutan son vulgares parodias de producciones extranjeras que no le aportan nada positivo a nuestra idiosincrasia y vamos quedando vacíos, porque nada nos pertenece. Todo es oropel. Todo es falsa ilusión. Aún cuando se ha buscado diversificar la economía regional, con excelentes y viables proyectos de desarrollo, como los Módulos de Mantecal, el Central Azucarero y el Matadero Industrial de Achaguas, el Centro de Piscicultura de Merecure, no se ha visto un arranque efectivo hacia el progreso económico y social que merece el depauperado pueblo de Apure. Es verdad que el apureño ha recibido algunas mejoras en sus condiciones de vida (servicios públicos básicos, masificación de la educación, atención médico-sanitaria, alimentación, medios y vías de comunicación, etc.), pero sigue en “el tremedal”, viéndose obligado a emigrar hacia otros rumbos, a engrosar los cinturones de miseria de las grandes ciudades (Maracay, Caracas, Valencia, Barquisimeto, San Cristóbal), y el campo ha ido quedando solo, porque no existe una firme política de atención técnica ni diversificación de la economía (el único empleador es el Estado) y solo crece el sector terciario, los servicios.

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Caballos de faena

Esta situación origina mayor dependencia de los apureños


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en cuanto al consumo de productos foráneos, prefiriendo comprar mercancías ya procesadas industrialmente: leche en polvo o pasteurizada, harinas precocidas, aceite vegetal, margarina (no mantequilla), hilos de nylon, agua filtrada envasada, artículos de tocador, bicicletas, motos y vehículos rústicos para pastorear el ganado (el caballo, el burro, el buey, van quedando relegados como cosas del pasado). Impera la miseria, el analfabetismo y la desidia gubernamental ante los clamores del pueblo. Sin embargo, son contados los movimientos sociopolíticos que se conforman a nivel regional para subvertir el orden establecido y controlado por los dueños del poder; es como si se tuviese anestesiada el alma y no existiese ningún espíritu de lucha por lograr cambiar la situación imperante. En ese momento, la mentalidad del pueblo está imbuida de doctrinas pseudo - democráticas, manejadas por líderes que no tienen conciencia de su responsabilidad ductora en el campo ideológico; parece que se hubiese evaporado el sentido de pertenencia y autonomía; pues, los pocos brotes de rebeldía que se producen son simples reflejos del acontecer subversivo y revolucionario de otras regiones del país. En 1978 la Corporación de Desarrollo de los Andes (Corpoandes) dio a conocer un Informe sobre un estudio realizado por especialistas suyos y que consideramos bastante aproximado a la realidad apureña de la época que tratamos en este texto. El trabajo se titula Situación Actual y Líneas de Acciones Básicas para el Desarrollo del Estado Apure. Allí, en las primeras páginas, se expresa: “La situación socio–económica del Estado Apure se caracteriza por una grave condición de marginalidad, producto de la formación social capitalista dependiente en que vive el país y por las condiciones naturales severas propias del Estado”. El modelo de desarrollo seguido por Venezuela desde el mismo momento de la invasión de América por parte de los europeos, determinó la concentración de actividades, población, inversiones y poder en la franja centro–norte–costera, prototipo de una economía dependiente y de exportación, dejando el resto del país en una situación periférica. En cuanto a la actividad pecuaria, el Estado Apure, por sus

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características de poca accesibilidad comunicacional y por la relativa disponibilidad de recursos naturales basada en la explotación de la ganadería extensiva, se mantiene desde esa época en una situación de marginalidad. La difícil accesibilidad al Estado Apure determinó su aislamiento con respecto al país. La innumerable cantidad de ríos y caños, la inundación en la época de invierno y la gran extensión del territorio conspiran contra la posibilidad de integración regional y la introducción de la economía moderna en las áreas de producción. Por otra parte, el principal recurso natural –el suelo- de gran vocación agropecuaria presenta limitaciones severas de drenaje, lo que unido a la alternativa de una época excesivamente lluviosa con otra excesivamente seca, hace difícil o costoso su aprovechamiento. La consecuencia es una baja capacidad de soporte de las sabanas para la actividad ganadera, lo que determina que, a pesar de la baja carga animal por hectárea (0.2 u.a/ha.) la explotación pecuaria se encuentre al borde de saturación y no se adelantan programas de mejoramiento de las pasturas. Esto provoca un estancamiento relativo de la principal actividad económica del Estado, que genera el 80% del valor bruto de la producción. Desde 1961 la ganadería no ha experimentado incrementos significativos, sino por el contrario ha decrecido, con el agravante de que no se tienen programaciones alternativas en otras actividades sustitutivas, por lo que se produce un proceso grave de descapitalización. Esas características de la actividad económica primaria se agravan al verificarse que no exista una integración vertical de la economía; de Apure salen hacia el centro del país grandes cantidades de carne en pie, perdiéndose de esa manera los numerosos efectos multiplicadores que la industria puede significar. Similar situación se repite en el sector agrícola. 56 El mencionado informe de Corpoandes (1978) es bastante explicativo para intentar entender la realidad apureña de esa época, no tan lejana de nuestra actualidad. Aún con todo lo negativo de la situación planteada, según datos aportados por FONDEA, para el año 2005 Apure tenía


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una existencia de 2.981.168 reses

Río Apure (AME, Julio 2011)

Así también, la actividad agrícola vegetal no se le ha dado gran importancia en Apure, a pesar de que pueden presentarse algunas oportunidades en las riberas e islas fluviales (en el Apure y el Arauca), en el área Biruaca-Achaguas-Apurito, especialmente en cultivos como la caña de azúcar, plátano, arroz, algodón, yuca, frijol, maíz, tomate, ají, pimentón, y cacao. En este sector productivo se habla de cinco Áreas Funcionales Internas, distribuidas en 2.321.438 hectáreas, que, por la fertilidad de sus suelos, ofrecen posibilidades de desarrollar la actividad agrícola en gran escala: 1- El Eje Biruaca – Achaguas – Apurito (258.900 hectáreas); 2- El Eje El Amparo – Guasdualito – Guacas de Rivera (549.325 hectáreas); 3- Módulos de Mantecal (247.000 hectáreas); 4- El Yagual – Orichuna (626.269 hectáreas), y 5- Sinaruco – Meta (679.944 hectáreas). La actividad pesquera también es relativamente importante, principalmente en San Fernando. Arichuna, El Samán, Bruzual, San Vicente, y Guasdualito, en el Apure; en el Arauca y sus diferentes brazos se señalan a San Rafael de Atamaica, Paso Arauca, El Yagual, Elorza, Puerto Infante, El Amparo y la Victoria. Sin embargo la ausencia de estudios sobre los recursos ictiológicos, normas para su explotación, equipamiento y comercialización han determinado el estancamiento de esta

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actividad. Sin embargo, comenzó una tímida práctica de zoocriaderos, tanto para mamíferos (chigüires), saurios (babas) y peces (cachamas). La actividad industrial es prácticamente inexistente en Apure, a pesar de las posibilidades que se presentan. Esto se debe a la irracionalidad de la comercialización, que determina la salida de la producción sin procesar para transformarla en el centro del país u otras áreas. Uno de los limitantes ha sido la red eléctrica, no apropiada para las grandes demandas de energía para una adecuada industrialización. Así mismo, tanto en las actividades de comercialización como las financieras se utilizan como importantes mecanismos de traslado de los beneficios y excedentes producidos en Apure, contribuyendo a enriquecer las áreas prósperas del resto del país. Un claro indicador de este hecho es la comparación entre depósitos y colocaciones de la banca comercial. En 1974 los depósitos en las seis (6) oficinas bancarias del Estado Apure (sucursales de bancos de Caracas) fueron de 75.000.000 de bolívares, mientras que las colocaciones a inversiones fueron de 24.000.000 de bolívares, apenas el 32%. La Tenencia de la Tierra en Apure. Antes de iniciarse el proceso de la Revolución Bolivariana y Socialista, la tenencia de la tierra en Venezuela era sumamente injusta, pues de 4.222.319 hectáreas en explotación en Apure, el 80% eran de propiedad privada. Las fincas cuya superficie es menor a 200 hectáreas representaban el 74%, pero abarcaban apenas el 0.89% de la tierra, el 96% de la tierra estaba en manos del 6% de los propietarios (fincas superiores a 500 hectáreas), lo que significa la existencia de grandes latifundios, en manos de empresas como INVEGA, Agropecuaria Flora (antigua Compañía Inglesa Lancashire…), entre otras. 58 Las características de atraso de la actividad económica se reflejan en un medio social deprimido. Las condiciones de salubridad, educación y vivienda son muy deficientes, las oportunidades de trabajo escasas por lo que la población prefiere emigrar. Casi toda la economía depende de la administración


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pública (burocracia del Estado). Son los tiempos de la llamada “IV República” o “Democracia Puntofijista

La cerca de alambre de púas, símbolo de la propiedad privada

En 1992, la Oficina Central de Estadística e Informática (OCEI), basándose en los Resultados del XII Censo de Población y Vivienda (1991), publicó el MAPA DE LA POBREZA EN VENEZUELA y señaló para Apure que esta entidad se ubicaba en ese momento en la no envidiable posición de Primer Lugar en cuanto al Índice de Pobreza del país: 1- En el Estado Apure se observaron 32.908 hogares en situación de pobreza, lo que representaba el 62.7% del total de hogares familiares. De esos, 19.465 hogares estaban en Pobreza Extrema, representando el 37.09% del total de hogares familiares. 2- Los hogares en situación de pobreza albergaban 191.175 personas, representando el 68.01%. De esas personas, 118.645 pertenecían a hogares de pobreza extrema (42.21%). 3- El Estado Apure tiene siete municipios, de los cuales dos tienen índices de pobreza inferiores a la del Estado (San Fernando y Biruaca) y los cinco restantes índices superiores (Páez, Achaguas, Muñoz, Pedro Camejo y Rómulo Gallegos) 4- Los siete municipios de este Estado se agrupan en siete rangos, de acuerdo a porcentajes de pobreza. El Municipio San Fernando ocupa el primer rango de “más de 45 a 50%” (de menor incidencia) y el Municipio Pedro Camejo ocupa el último rango de “más de 75 a 80%” (de mayor incidencia)..

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5- Más de 70% de los municipios del Estado Apure presentan Índices de Pobreza entre 65 y 80%”. Los resultados que da este Mapa, señalando los rangos de pobreza en Apure, son complementados con comentarios como los siguientes: “Además de toda esta situación, otros problemas particulares complican el panorama: el problema fronterizo, el indigenista, el abigeato y un espacio escasamente integrado”. RECURSOS ECONÓMICOS. De manera somera, en el presente ensayo se señalan algunas características de aspectos como Agricultura, Ganadería, Recursos Forestales, Recursos Mineros, que son los principales renglones de la economía apureña durante este período. a) Agricultura. Es pobre en producción y está poco tecnificada. Los renglones agrícolas más cultivados son: algodón, maíz, frijol, topocho, plátano, tomate, melón, patilla, sorgo, caña de azúcar, yuca, ocumo, auyama, ajonjolí, cacao, naranja, etc. “…una agricultura regional en crisis permanente, la cual es agravada por la erratividad (sic) de las políticas del Estado” (Mendoza, ob.cit.: II, 291). b) Ganadería. Apure es uno de los principales productores de carnes rojas que tiene Venezuela. El principal renglón es el ganado vacuno, con un número aproximado de 1.600.000 reses. También se crían caballos, asnos, chivos, búfalos asiáticos y australianos. Todo, en una actividad extensiva y poco tecnificada. De esa manera, observamos que “los cambios en los usos tecnológicos conllevan a modificaciones profundas en la cultura productiva. En tal sentido, la difusión indiscriminada de la tecnología moderna, en especial a través de los programas especiales de asistencia y fomento al sector agrícola en la región ha teni60 do efectos directos e indirectos sobre todos los grupos sociales en el campo. Esto ha significado el desarraigo de la tradición productora en la gran mayoría de los pequeños productores y campesinos, quienes por su lógica productiva tenían singulares estrategias de producción material, que les confería una relati-


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va autonomía de las relaciones mercantiles, y que en razón al avasallamiento tecnológico se ven necesariamente inmersos en los mecanismos de mercado, con el agravante de las llamadas “distancias psicológicas” y por limitaciones económicas, tiene serias dificultades para competir ventajosamente por el acceso al crédito, la asistencia técnica y a un justo sistema de precios en su producción de bienes agrícolas” (Mendoza, ob. cit.: II, 95). c) Recursos Forestales; existe una gran variedad de especies maderables, tales como acapro, cedro, mora, samán, caobo, laurel, mijao, bucare, apamate, araguaney (o Flor Amarillo), ceibo, congrio, caro y otros más. d) Recursos Mineros. Apure es pobre en cuanto a recursos mineros, pero sin embargo, pueden señalarse algunos renglones: Sal: existen yacimientos de este mineral en jurisdicción de las parroquias Guachara y Cunaviche, entre el Capanaparo y el Sinaruco, en la zona de Santa María, no estando en explotación. Azabache. Se encuentra en abundancia en forma natural en las zonas cercanas al río Capanaparo. Petróleo. Apure forma parte de la Cuenca Petrolífera ApureBarinas, que se prolonga hasta Caño Limón, en el Arauca colombiano; en los yacimientos detectados, desde 1983, se iniciaron los trabajos de explotación en las zonas aledañas a la Parroquia Urdaneta (La Victoria), en el Municipio Páez, con óptimos resultados en los pozos de Guafita; para 2005 se calculó la producción en 113.119 barriles diarios de petróleo liviano. En la región del Meta, se han detectado yacimientos. Hierro, existen yacimientos a flor de tierra en las Galeras de Sinaruco, como prolongación del Cinturón Ferrífero de la Formación Imataca, del Estado Bolívar. Por Decreto Presidencial estos yacimientos forman parte de las Reservas Nacionales (Decreto N° 97, del 6 de julio de 1959). Caolin. En las riberas del Apure, Arauca, Capanaparo y Sinaruco existen materiales caolínicos, que son utilizados en la elaboración de alfarería rústica por los indígenas. También se ha hablado de la posibilidad de la existencia de minerales radioactivos (Uranio) en la zona del Sinaruco, pero hasta el presente no ha pasado de simple especulación. Puras expectativas. Pues, “aún se siente galopar por las in-

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finitas sabanas llaneras el caballo mañoso de “Doña Bárbara”, sin que aquél “Santos Luzardo” ideado en el primer cuarto del presente siglo [XX] hubiera hecho su aparición civilizatoria”, en el decir de Francisco Tamayo (cfr. Mendoza, 1994: II, 275). VÍAS DE COMUNICACIÓN EN APURE. a) Vías Terrestres. Históricamente este tipo de vía comunicacional es considerado como el primero en utilizarse (el ser humano está ligado umbilicalmente a la Madre Tierra y comenzó primigeniamente a imprimir sus pasos sobre ella, trazando derroteros), que el trashumante indígena apureño y el español invasor en su constante deambular por montes y sabanas, marcaron senderos y caminos, que luego confirmará el hatero colonizador al transportar ganado vacuno a pie (los famosos “arreos”), dando origen a las trochas o caminos ganaderos, desde el siglo XVIII hasta aproximadamente la sexta década del siglo XX, cuando se comenzaron a construir las principales carreteras de Apure. Ejemplo de ello es el Camino Ganadero de San Camilo, que atravesaba la Selva que lleva ese nombre, y constituía un camino económico, puesto que era la vía por donde se llevaba el ganado alto apureño a la Depresión del Táchira. Su recorrido, según referencia de Marco-Aurelio Vila (1977: 203-204), era de 130 kilómetros; y se realizaba, arreando ganado, en seis u ocho días de viaje. La carretera pavimentada que se construyó más tarde, y une a Guasdualito con el Táchira, sigue casi el mismo trazado del antiguo camino ganadero. Algo parecido a lo narrado sucedió en el Camino Ganadero de Villa de Cura, de aproximadamente 300 kilómetros desde Apure, que era una de las vías para trasladar el ganado del Bajo Apure (Paso Apure – Corozo Pando – El Rastro – Ortiz – Villa de Cura). En el llano apureño, por las características del suelo aluvional, sin piedras, se emplearon poco la carreta y el coche 62 tirados por caballos, mulas, bueyes o asnos; tanto es así que todavía para la década del 60 del pasado siglo XX, para transportar un enfermo o un herido se realizaba el traslado en un chinchorro o hamaca, colgado de una vara o pértiga larga, a cargo de peones que se alternaban en su cometido (todavía


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se observa esta práctica en lugares distantes y aislados). La introducción de vehículos automotores se inicia en Apure en la segunda década del siglo XX, coincidiendo con la explotación petrolera en el país: el primer automóvil (un Ford de tablitas, propiedad del comerciante y ganadero Don Jesús María Hernández Delgado) lo trajo a San Fernando de Apure el general Waldino Arriaga Perdomo en el verano de 1913, siguiendo las trochas ganaderas del Guárico. El conductor y mecánico fue el popular Juan Porrelo, que cambió los suaves ambientes caraqueños por los cálidos del Llano Apureño. La red actual de carreteras pavimentadas se inicia, muy tardíamente, con altibajos en su mantenimiento. En 1958 se construye el tramo comprendido entre San Fernando y Biruaca, de apenas 7 kilómetros (era Gobernador del Estado Apure el Dr. Humberto Barrios Araujo, merideño). El plan carretero de Apure fue planteado inicialmente en 1959 ante el Congreso Nacional por el senador Julio César Sánchez Olivo, apureño raizal. Luego se construyeron innumerables vías de penetración agrícolas, que poco a poco han sido pavimentadas (pero la desidia gubernamental hizo que este esfuerzo se perdiese en un alto porcentaje). Los caminos sabaneros, que son mayoría, se pueden transitar solamente en la época seca (Noviembre – Abril). Apure se comunica con el centro del país a través de la carretera nacional que parte hacia el sur desde la encrucijada de Turmero (Estado Aragua), siguiendo la vía de Villa de Cura – San Juan de los Morros – Calabozo – San Fernando de Apure. Con la región centro-occidental del país se comunica por una carretera que parte desde Barrancas (en el Estado Barinas) hasta Bruzual – Mantecal en el Municipio Muñoz de Apure. Y con la parte más occidental de Venezuela existe comunicación, a través de una carretera que va al Táchira partiendo desde Guasdualito, pasa por El Nula, en el Municipio Páez, hasta El Piñal, vía a San Cristóbal. En el interior del Estado existe una carretera principal (Troncal 19) que parte de San Fernando y llega hasta Guasdualito (pasando por Biruaca – Achaguas – Apurito – El Samán – Mantecal – Elorza – La Trinidad de Orichuna). Las carreteras hacia otras poblaciones (San Rafael de Atamaica, Arichuna, Guasimal, El Ya-

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gual, El Amparo, La Victoria, San Vicente, Palmarito) son ramales secundarios. Las carreteras a Quintero, Rincón Hondo, Guachara, Cunaviche y Puerto Páez fueron concluidas recientemente y se les ha brindado mantenimiento aceptable. Falta construir, atendiendo a necesidades geoestratégicas, la carretera de circunvalación fronteriza, bordeando el río Meta, que iría de Puerto Páez a Elorza, pasando por San Carlos, Buena Vista, Cararabo y El Caribe. b) Vías Fluviales. Los caudalosos ríos del Estado Apure ofrecen la posibilidad de realizar una activa relación entre sus poblaciones y las de los territorios aledaños. Históricamente esta vía comunicacional es de las más importantes y se inicia con el mismo “descubrimiento” exploratorio y recorrido del río Apure en 1647, con el Capitán Miguel de Ochogavía. Pero no es hasta mediados del siglo XIX que se organizan empresas con el fin de explotar tal renglón comercial, utilizando para ello embarcaciones de vapor (barcos de chapaletas,”Steamboat”).

Confluencia del río Meta con el Orinoco (Foto: AME, Abril 1992) 64

Adolfo Rodríguez, (Boletín Americanista. 1981. Nº. 31; pp. 196199), da un poco de luz sobre el asunto al informar sobre la navegación fluvial en Venezuela: El norteamericano Vespasiano Ellis, quien había sido Encargado de Negocios de los Estados Unidos de Norteamérica en Venezuela, de septiembre de 1844 a mediados de 1845, en que fue destituido, es a quien el Eje-


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cutivo Nacional (presidido por el Gral. José Tadeo Monagas) concede en 1848 un privilegio por 22 años para la navegación del Orinoco y sus afluentes por buques de vapor. Su representante era Federico Beeclem, Cónsul de EE.UU. en Angostura. Hasta mayo de 1848 en que el vapor “Venezuela”, capitaneado por Eduardo A. Turpin, realiza un viaje de exploración desde Angostura hasta el río Apure, la navegación se efectuaba en canoas, bongos y lanchas, fundamentalmente estas últimas, unos “barcos grandes, anchos y llanos, de bajo calado”, que disputarían largo tiempo, con dicha privilegiada empresa, el comercio de la región. Las embarcaciones para ese momento alcanzaban a un número de 27, casi todas de construcción local (guayanesa), tal vez de las que en 1843 ofrecía la Casa de los señores Manuel y Tomas Grillet y C.A., de un calado de 30 y 40 toneladas y propias para el comercio de cabotaje, así como embarcaciones hasta por el porte de 80 toneladas sobre cualquier modelo y calidad que exija el cliente, a los efectos de su construcción. El gobernador de Guayana, José Tomás Machado, en 1843, estimaba conveniente la construcción de un astillero y funda una Escuela de Náutica en la ciudad de Angostura. En 1851 – según Adolfo Rodríguez- hubo una agria disputa entre el gobernador José Tomás Machado y el representante de la Empresa de Navegación, señor Turpin, por el incumplimiento del artículo 2 del decreto de exclusividad, mediante el cual dicha Compañía debía realizar a San Fernando de Apure y Nutrias por lo menos un viaje una vez al mes. Informó Turpin que tenía un vapor de 400 y otro de 300 toneladas –el “Venezuela” y el “Apure”-, que se habían efectuado considerables desembolsos y dichas excursiones hasta San Fernando y Nutrias podían hacerse sólo cuando “fuese practicable”, como también decía dicho artículo: lamentándose igualmente de la competencia a que estaban sometidos con las embarcaciones menores (bongos, veleros, lanchas) que practicaban la misma ruta. Según el mismo autor, Adolfo Rodríguez, en 1852 fue armado en Guayana y por primera vez en Venezuela, un vapor, el “Barinas”, traído en piezas desde Nueva York, y realizado dicho en-

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samblaje por el arquitecto americano Carlos Thomes; en 1854 el mismo Thomes construiría, por encargo de la Empresa, un carenero o rail way para la reparación de buques. El “Barinas”, con una velocidad de diez millas por hora, forma chata y sin palos, la bodega a seis pies de altura, con capacidad para 250 toneladas, tres pies de calado, es diferente a el “Apure” nada más en el casco de hierro, barco este último que en agosto de ese mismo 1852 hizo su primera salida hacia Nutrias. “Al año siguiente (1856), en junio –sigue exponiendo Adolfo Rodríguez- llegó a la ciudad (Ciudad Bolívar) el señor Fremdon Rowdon, Director Principal de la Compañía de Vapores en el Orinoco, con el propósito de “inspeccionar las operaciones de la Compañía y explorar los ríos tributarios del Orinoco y el Apure, para establecer en ellos vapores pequeños y de poco calado”, para lo cual ha partido desde el 23 de mayo de Nueva York el vapor “Meta” que hará la navegación por este río. El editor de El Diario de Avisos, señor Mariano de Briceño, celebra el acontecimiento exaltando ese “brazo hercúleo del Océano” o “maravillosa faja”, sobre la cual están apoyadas las provincias de Cumaná, Barcelona, el Guárico y los llanos de Apure”.

“Un bongo remonta el Arauca” 66

Pero las circunstancias negativas de la guerra civil que se desarrollaba en Venezuela (1859 – 1863) contribuyeron a frenar la actividad fluvial por la cuenca del Orinoco, principalmente por los afluentes llaneros. Así, en 1860 el vapor “Guayana” fue presa, primero de los federales, y luego de los centralistas, o constitucionales, que dispusieron de sus frutos en San Fer-


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nando de Apure. Acontecimientos de esta naturaleza llevaron a los cónsules de Dinamarca, Suecia y Noruega, Hannover, Cerdeña, Países Bajos, Gran Bretaña, Lübech, Hamburgo y Bremen, Prusia, Oldemburgo y Francia, acreditados en el eje Apure-Orinoco, a protestar por los abusos y apropiación de bienes que se habían dado contra los tripulantes de sus embarcaciones y mercancías. Un año antes (1859), el Ejército Constitucional celebraba alborozando, la participación del mismo vapor “Guayana” y su tripulación extranjera en la recaptura de Puerto Nutrias, ocupada por los federalistas. Por lo visto, la intervención extranjera en nuestros conflictos internos no es nada nueva (y lo peor: con anuencia de nuestros mismos connacionales). Fue un hermano de Juan Bautista Dalla-Costa, hijo, quien siendo gobernador del Estado Soberano de Guayana, rescindió el contrato a la Empresa de Navegación en 1866 y decretó la libre navegación del río Orinoco para los buques nacionales y de Colombia, que para esa época no era ribereña del mencionado curso de agua (esto lo logra el país vecino, de manera efectiva, a partir del Tratado de 1941).

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El vapor “Masparro” (naufragado en el río Apure el 16 de Julio de 1914)


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Mariano Picón Salas (1958: 197), se refiere a las empresas navieras del Orinoco y hace suponer que el monopolio impuesto a mitad del siglo XIX fue actualizado nuevamente a fines del mismo siglo y principios del XX siguiente. Don Mariano dice que en 1905 “se le quitó a la vieja empresa extranjera, la “Orinoco Shiping Company”, so pretexto de complicidad con Matos, el derecho de navegación por el gran río; con capital de (Manuel) Corao y de la Casa Dalton de Ciudad Bolívar se ha formado otra asociación naviera, la “Compañía del Orinoco”, que ya “dispone de nueve buques hábiles”. Pero a partir de 1913, hasta los años cuarenta del siglo XX, el servicio regular de vapores entre San Fernando de Apure y Puerto de Nutrias con Ciudad Bolívar era prestado por la Compañía Venezolana de Navegación, con barcos como el “Masparro”, el “Apure”, el “Delta”, el “Arauca”, el “Amparo” y otros que atracaban en los malecones sanfernandinos de Ligeron, Barbarito, Mora, etc. También la familia Rodríguez, apureña, era propietaria en 1921 de varias balandras que prestaban el servicio de transporte de fletes y pasajeros entre San Fernando y Ciudad Bolívar, o subían por el río Portuguesa hasta la población de El Baúl, al sur del Lago de Valencia. A la ciudad de Calabozo se viajaba por el río Guárico (Esta vía se hizo impracticable desde el momento que se construyó la represa, a finales de la quinta década del siglo XX), utilizando bongos y lanchas. “Los caminos que andan” estuvieron vigentes en Apure hasta el momento en que se inicia la construcción de las carreteras asfaltadas, que han obstruido el libre correr de las aguas, que han llevado a que el habitante de Apure se vuelva de espaldas a sus ríos y adopte como medio de transporte los vehículos automotores. Los barcos a vapor, las balandras, los veleros, los bongos, son desconocidos hoy día, y apenas su recuerdo se conserva en la memoria de gente de edad mayor. Se ha tratado de mantener la tradición con la realización de 68 dos importantes rallies motonáuticos anuales, siendo el más famoso el conocido como “Nuestros Ríos son Navegables”, que se ha internacionalizado (es considerado el más largo del mundo, con un recorrido de 1.100 millas náuticas por los principales ríos del Eje Orinoco - Apure, con una ruta que toca diferentes


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lugares rivereños: Caicara del Orinoco, Arichuna- San Fernando de Apure, Hato Urañon- Escuela Granja, Macanilla, Puerto Carreño (Vichada, Colombia), Puerto Ayacucho, Caicara del Orinoco, Las Bonitas, Maripa, Santa Cruz del Orinoco, Ciudad Bolívar y Puerto Ordaz). Tiene más de treinta años realizándose. Antiguamente los principales puertos sobre el río Apure eran: Arichuna, San Fernando, Apurito, Puerto Nutrias y Palmarito; sobre la confluencia del Apure con el Sarare, estaba Periquera, que luego fue absorbido por Guasdualito. Sobre el Arauca, los puertos principales eran El Paso Arauca (puerto de San Juan de Payara), El Yagual, Elorza, El Amparo y La Victoria; sobre el Meta, sólo Puerto Páez, y algunas pequeñas comunidades, tales como San Carlos del Meta, Mata de Guanábano, Buena Vista y Cararabo. Todavía el apureño sueña con la activación del eje fluvial Apure – Orinoco, como en tiempos pasados lo hizo con el “Ferrocarril de los Llanos”, proyecto que se espera ver cristalizado en los tiempos que corren, después de siglo y medio de promesas. c) Vías Aéreas. La navegación aérea se inicia en Venezuela en 1912, cuando se efectúa el primer vuelo en Caracas en presencia del general Juan Vicente Gómez, el 29 de septiembre. Al poco tiempo viene al Apure el primer avión, puesto que para 1920 (noviembre 13) el Concejo Municipal del Distrito San Fernando, presidido por el señor Rafael Pérez Flores, acuerda ceder un lote de terrenos de sus ejidos para la construcción de un Aeródromo Militar (ubicado donde hoy está asentado el Barrio San Luis, al suroeste de la ciudad de San Fernando). El actual Aeropuerto “Las Flecheras”, ubicado al este de la ciudad, en la Avenida 1° d Mayo, fue inaugurado en 1957, bajo la administración gubernamental del Doctor Edgar Felipe Domínguez Michelangeli. Actualmente existen proyectos para reubicarlo, debido al rápido crecimiento urbano de San Fernando. La aviación comercial se inicia en 1932, cuando la Compañía Aeropostal Francesa, con un avión “Laté 28”, establece un vuelo semanal entre Maracay y San Fernando de Apure. Vale la pena recordar en la historia de la aeronáutica apureña la actividad desarrollada por la empresa RANSA. (Rutas Aéreas Nacionales S.A.), propiedad del Capitán Carlos Chávez, coriano

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enraizado en Apure (dueño del Hato “El Piñal”, en jurisdicción de la actual parroquia El Yagual, Municipio Achaguas), que actúo durante toda la década del 50 y los primeros tiempos del 60, cubriendo rutas nacionales e internacionales (Venezuela, Panamá, México, Cuba y Santo Domingo); esta empresa sirvió de escuela a muchos pilotos apureños. Valiosa información sobre este tema, aporta el libro (inédito) escrito por el ya fallecido Don Pedro de los Ríos (Memorias del Aire), donde narra sus innumerables peripecias aéreas, que ameritaron se le otorgase el record Guinnes. En 1985 la Línea Aeropostal Venezolana inició un vuelo diario a San Fernando utilizando para ello los veteranos aviones Douglas DC-9; en 1988 la línea Avensa siguió el ejemplo de la empresa oficial, haciéndose dos vuelos diarios Maiquetía - San Fernando – Maiquetía. Hoy (2012) ninguna de estas líneas aéreas viene a San Fernando. En 1986-1987 actúo la Línea Aeroejecutivos del Centro, cubriendo la ruta Charallave – San Fernando – Charallave, con aviones Douglas DC-3, pero la ruta no era muy rentable, por lo que suspendieron los vuelos a los pocos meses de labores. En el año 2000 comenzó sus vuelos a San Fernando la línea AVIOR, pero a raíz del paro petrolero sufrido por Venezuela entre Noviembre 2002 y Febrero 2003 suspendió sus servicios para esta región. Desde 1999, hasta el 2007, aproximadamente, las Fuerzas Armadas Nacionales prestaron un servicio social con unidades de carga, que volaban desde Maracay a San Fernando y Puerto Ayacucho; además, este servicio tenía dos rutas alternas: una que partía de San Fernando hacia Caicara del Orinoco y Ciudad Bolívar, y otra que iba a Elorza, Guasdualito y Barinas. Hoy ninguna empresa comercial presta servicios. Entre los años 50 y 80 del pasado siglo XX, los servicios de aerotaxis eran prestados por pequeñas avionetas Cessna pertenecientes a las líneas Ransa, Acasa y Acerca, principalmen70 te, con un numeroso contingente de experimentados pilotos, como Tex Palmer, norteamericano veterano de la Segunda Guerra Mundial, Ramón “Monche” Pérez, Santiago Silva, Pedro de los Ríos, Miguel “Miruco” Pinto Salcedo, los capitanes Márquez, Flores, Gómez, Aguirre, Vargas, Luis Garzón, Adrián Ur-


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bano Acosta, Manuel Mendible, Gustavo Fernández Feo, quienes realizaban vuelos, desde el Aeropuerto “Las Flecheras”, de San Fernando, a los distintos pueblos y hatos de la región, que contaban con pistas de aterrizaje rudimentarias en su mayoría. Es la época en que se instala la primera estación radioemisora en Apure: La Voz de Apure (1° de Enero de 1948), que durante mucho tiempo ha prestado un invalorable servicio cultural y comunitario a la gente de esta apartada región de la Patria de Bolívar. En San Fernando funcionó un club aeronáutico (escuela de aviación civil), filial de otro que funcionaba en La Carlota, Caracas. Algunos personajes regionales (ganaderos, en su mayoría) también piloteaban sus aeronaves: Juan Salerno Melo, Carlos Chávez, Esteban Vivas, Pablo Foata, Valeriano Moreno Ojeda, Elías Castro Correa, los sacerdotes dominicos Lorenzo Galerón y Ovidio Rodríguez, entre otros. Estos vuelos, casi en su totalidad, han sido suspendidos, por los altos costos de mantenimiento de las naves y la alta competencia de las unidades de transporte terrestre; ya son muy contadas las unidades aéreas de este tipo que surcan los cielos apureños. Durante muchos años, el buen funcionamiento de las máquinas era asegurado por el famoso “Maestro” Guillermo Fernández, mecánico aeronáutico de origen boliviano. La primera mujer apureña en volar un avión fue Clementina Bolívar, quien recibió en Julio de 1961 su diploma de piloto (emitido por la Escuela de Aeronáutica Civil), de manos de la señora Carmen Decanio Umanés de Vivas, que se constituyó en la segunda dama apureña en pilotear un avión (esta última, nació en San Fernando de Apure, el día 29 de Julio de 1934). Doña Carmen recién había enviudado del ganadero y piloto Esteban Vivas, quien pereció en un accidente aéreo, haciendo acrobacias, en los cielos de la población de Cunaviche, el 23 de Mayo de 1961. La realidad política, social, jurídica y económica que se ha vivido en estos tiempos en Apure, es consecuencia directa del alto grado de dependencia a que ha estado sometido nuestro país al Imperialismo norteamericano: desigualdad social, inestabilidad familiar, desnutrición, pobreza, desempleo, analfabetismo, tecnología comunicacional subliminal alienante, limitación de

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los derechos constitucionales, entre otros aspectos negativos generados por la aplicación de inhumanas medidas económicas neoliberales. Pero para enfrentar la demagogia y entreguismo de los partidos tradicionales (Acción Democrática y Copey, que detentaron el poder durante cuarenta años) es necesario que el pueblo y sus líderes avizoren nuevas perspectivas políticas para transformar su sociedad, tomando consciencia de su crítica situación y buscando como alternativa viable el socialismo revolucionario, frente a la irracionalidad del capitalismo. Es un desafío histórico que hay que aceptar. La meta debe ser transformar nuestra depauperada sociedad, fortaleciendo las raíces históricas que nos identifican, para transitar un camino propio, que permita la reivindicación de los derechos del pueblo y lograr la autonomía necesaria para el manejo de nuestro propio destino. Es verdad, se permeabilizó grandemente la sociedad y logró cierta nivelación ciudadana, pero no lo suficiente para alcanzar una verdadera democracia participativa y protagónica. Y, también, en ese momento, el sentido crítico estaba embotado por la entreguista forma de ver las cosas que nos rodean, puesto que la subestimación de nuestros valores culturales no dejaba otra opción que la fiel copia de patrones extraños. Hoy ya no somos nosotros mismos: la televisión nos ha obnubilado y somos solo unas caricaturas, unas sombras chinescas, de lo que verdaderamente debemos representar: un pueblo con ansias de progresar y con propósitos de un desarrollo autónomo que lo lleve a su propia redención ciudadana, para competir favorablemente con sus semejantes. Y aquí calza exactamente el pensamiento de José Vicente Abreu, cuando expresa su opinión sobre el acontecer sociocultural de su querido terruño: 72

“El Llano se muere y hay que encontrarlo antes de su última agonía…” (20/06/1972). “Apure es la hazaña. Allí sobrevive su habitante, el llanero, un nuevo mestizaje de la creación de América” (03/11/1982), (Tomado de Pedro Elías Hernández Figueredo, condiscípulo de José Vicente Abreu, 1991: 14).


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El Nazareno de Achaguas, “Patrono de los Llaneros”

VI- La Sociedad Llanera Apureña y la Revolución Bolivariana y Socialista del Siglo XXI (1999…) Este proceso está “en pleno desarrollo”, como diría un conocido comentarista de televisión (Walter Martínez), por lo que aún no pueden precisarse bien sus acciones. Comenzó su devenir a partir de 1999, con el triunfo electoral del Comandante Hugo Rafael Chávez Frías. Su propósito fundamental es realizar una transformación estructural significativa en la sociedad venezolana, mediante la adopción de un ideal revolucionario, socialista, bolivariano e Indoamericano que reivindique sus derechos ciudadanos: el llamado Socialismo del Siglo XXI. Al respecto, Elisenda Vila Planes, en “Planificar en una zona fronteriza”, dice que “…fundamental conocer las tendencias anteriores y los comportamientos de planificación que han sido tradicionales, con el fin de confrontarlos con las transformaciones que se han identificado necesarias y que, en definitiva, son los aspectos que garantizarán la direccionalidad del proceso” (cfr. Abrizo, 2007: 22). Seguidamente, atendiendo a estos preceptos, se presenta una apretada síntesis de los logros alcanzados en Apure por la revolución bolivariana, en los innumerables aspectos de la transformación sociocultural de la sociedad llanera en los últimos

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tiempos (1999-2012), lo que implica su efectiva realización. 1- Masificación de la educación en todos los niveles educativos. Avanzando a través de las misiones educativas Robinson ( Alfabetización y Educación Primaria), Ribas (Educación Media), Sucre (Educación Superior) y Vuelvan Caras (Capacitación Laboral). Venezuela fue declarado libre de analfabetismo. 2- Democratización de los servicios médicos. Mediante la atención a través de las misiones Barrio Adentro, Milagro (Problemas Visuales), José Gregorio Hernández (Problemas Cardiovasculares) y Sonrisa (Labios Leporinos). Innumerables intervenciones gratuitas en Neurocirugía (cuyo costo en clínicas privadas es prohibitivo para el pueblo), en el Hospital General “Pablo Acosta Ortiz”, de San Fernando de Apure (20112012), dirigidos por el médico apureño Carlos Ascanio 3- Reivindicación e incorporación de la población indígena al proceso político y sociocultural nacional. Algunos de cuyos mecanismos son: la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas, la Misión Guaicaipuro, la Comisión de Educación Intercultural Bilingüe, el Ministerio Indígena y la Comisión de Demarcación de Territorios y Hábitat Indígena. 4- Dignificación y protección social y jurídica de la Mujer. Fue creado el Ministerio de la Mujer. 5- Respeto a la diversidad sexual e igualdad de género. 6- Campaña de erradicación del rancho. Mediante la sustitución de estas precarias construcciones por viviendas dignas, cómodas e higiénicas, construidas en urbanismos planificados. Este sector es atendido por los programas de Misión Vivienda y Petrocasa. 7- Campaña contra el latifundio. Desarrollada mediante decretos ejecutivos del Presidente Hugo Chávez Frías, expropiándose en Apure miles de hectáreas ociosas e improductivas (aproximadamente 600.000) a grandes propietarios nacionales y extranjeros. Según información de voceros de la 74 Coordinadora Agraria “Ezequiel Zamora” (CANEZ) – Apure, los hatos afectados hasta el presente (2012) son los que se mencionan a continuación: -El Cedral (Covegan: 42.000 hectáreas), en el Municipio Muñoz.


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- “El Frío” (Samuel Darío Maldonado, venezolano): 63.000 hectáreas), en el Municipio Muñoz. - “Araguaquén – Arauquita” (Sucesión Sánchez Veracierto, venezolanos). Parroquia Cunaviche, Municipio Pedro Camejo.: 110.000 hectáreas. - Varios hatos de la empresa “Agroflora” (antigua compañía inglesa “The Lancashire General Investment Company LTD”): “Turagua”, “Punta de Mata”, “Cañafístola” y “Las Palmeras”, en el Municipio Muñoz: 144.000 hectáreas, de un total de 400.000 (faltan los hatos “La Bendición Ramera”, “Los Cocos”, “Matapalo” y “Morichito”, en el Municipio Achaguas). Esta empresa entregó voluntariamente al Estado Venezolano los hatos “San Pablo Paeño” y “Gato Gordo”, en el Municipio Achaguas (alrededor de 50.000 hectáreas), - Hato “El Porvenir” (De Fritz, alemán): 39.000 hectáreas, en el Municipio Muñoz. - “Mata de Guamo” (Orlando Saldivia, venezolano), en el Municipio Muñoz: 35.000 hectáreas. - “Santa Rita” (Carlos Rodríguez, venezolano). En la Parroquia Peñalver, Municipio San Fernando: 13.000 hectáreas. - “Garza” (propietarios de origen suizo): 7.000 hectáreas, en el Municipio Muñoz. - “Santa Juana” (en el Municipio Achaguas, entregado a la comunidad Pumé): 20.000 hectáreas. - entre otros terratenientes, que acaparaban más de la mitad del territorio apureño. 8- Incipiente industrialización en la explotación de los recursos naturales. Aparte de la explotación petrolera, que se realiza en el Municipio Páez, se ha iniciado la instalación de plantas procesadoras de leche, de maíz y empacadoras de granos; mediante el mejoramiento de la red eléctrica y las vías de comunicación terrestre. 9- Abaratamiento de la Cesta Básica. Mediante establecimiento de mercados populares (MERCAL y PDVAL). 10- Protección social al Adulto Mayor. Atendida por el Instituto Venezolano de Seguro Social (que extendió su cobertura a sectores de trabajadores informales, servicio doméstico y campesinos) y la Misión Amor Mayor.

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11- Atención a madres pobres y desempleadas. Para ello se creó la Misión Madres del Barrio. 12- Alza del salario mínimo a los trabajadores. Establecido por decreto del Presidente Hugo Chávez Frías en 2.047 Bolívares (el más alto de América Latina), en dos partes, a cumplirse el 1° de Mayo y el 15 de Septiembre de 2012. Son muchas las esperanzas y perspectivas que se abren en el futuro de nuestro país y de nuestra región. Hay que luchar y perseverar para obtener el triunfo. El poeta Miguel Pérez nos en expresa en versos (1995:7) “Me dicen Que al sur Queda otro país, Un caballo Y una mujer Que reza por mí Cuando salgo de casa”


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CONCLUSIONES. No es fácil sacar conclusiones sobre el devenir de un pueblo que ha luchado siempre contra una diversidad de problemas, que van desde el aspecto ambiental hasta el cultural. De allí que hablar de Apure y su gente, es hablar de una constante lucha del hombre (y la mujer, por supuesto) con un inhóspito medio natural; para sobrevivir a infinidad de peligros ha tenido que compenetrarse con esa naturaleza bravía, en una fuerte consustanciación telúrica. Hablar del llanero y de Apure es, en síntesis, una misma cosa: tal es la identificación lograda del hombre con el terruño. Esa identidad apureña se ha ido moldeando a través del tiempo y los múltiples y variados aportes y vicisitudes de sus trashumantes habitantes, dispersos en sus inmensidades espaciales y soledades. Este hombre llanero tradicionalmente se ha valido de todos los recursos a su alcance, que ha ido aprendiendo a manejar con una tecnología rudimentaria que apenas supera la paleolítica utilizada por los primeros pobladores de la región. Durante mucho tiempo Apure ha estado marginado del quehacer político-cultural del país y esa circunstancia ha generado atraso y miseria. Los beneficios de la gran renta petrolera venezolana han estado lejos de estos predios; ha llegado tardíamente y de manera intermitente. Además, el choque ideológico ha sido de gran impacto, debido a los constantes bombardeos alucinantes de las campañas publicitarias de los alienantes mensajes de los medios de comunicación de masas al servicio del neoliberalismo que campea actualmente en el mundo capitalista. Esto ha generado, como era de esperarse, una gran crisis de valores morales, éticos y culturales en general, que ha cambiado algunos patrones conductuales del apureño. Pero hay que estar conscientes de que “el hombre es uno solo e indivisible. Solo cambian los lenguajes o, mejor dicho, los códigos”, como dice Manuel Bermúdez (2002: 25).

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Médano, palmar y sabana apureños

La identidad no se pierde nunca, sino que se transforma y sigue nuevos derroteros para mantenerse. La esencia sigue persistiendo y hay que seguir alimentándola, conociendo y estudiando su historia, como muy bien señala el cronista de Apure: “Es otro llano, que tenemos que aprender a conocer; pues, “es hora de exaltar, de manera primordial, desde muy adentro, nuestras raíces”, porque “la identidad no es solo forma mentis, sino también realidad existencial” (Méndez Echenique, 2010: 47-48). Las sociedades evolucionan atendiendo a la dinámica de su quehacer cotidiano y hay que aceptar los cambios, caminando a su propio ritmo, donde el hombre llanero debe poner a funcionar su capacidad creadora y transformadora, según su propia concepción vital. No debemos seguir el postulado positivista de Rómulo Gallegos en cuanto a que debíamos matar al centauro. ¡No!. ¡Es hora de despertar ese centauro que llevamos por dentro y reorientar su inmenso potencial energético e intelectual para seguir adelante en la conquista del bienestar general (socioeconómico, emocional y sanitario) que nos corresponde!. “El Socialismo significa la preeminencia de lo social, y con ella de la solidaridad por encima de lo crematístico. Por ello, el 78 Socialismo del siglo XXI, propone una nueva utopía en contra del capitalismo tardío neoliberal que tiene como centro la ganancia y el individualismo (Alba Carosio, Pan y Rosas en el Socialismo del Siglo XXI. 2005: 11).


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Nuestro Llano Apureño: Camino Abierto a la Esperanza (Hato “Chaparralito”, El Yagual, Apure. AME, 2010)

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de la Coordinadora Agraria “Ezequiel Zamora” - Apure. Entrevistado vía telefónica, el día 10 de Mayo de 2012. VIVAS DECANIO, Esteban. Entrevistado en la Urbanización Llano Alto, Biruaca, Estado Apure, el día 02 de Mayo de 2012. De 60 años de edad, aproximadamente. Hijo de Esteban Vivas y Carmen Decanio de Vivas. Piloto civil de aeronaves. 3- FUENTES DOCUMENTALES ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, en Sevilla, España. Sección Caracas, legajo 399. Real Cédula del 17 de Enero de 1771, firmada por Carlos III, prohibiendo el asentamiento de europeos en tierras de Apure, donadas “a perpetuidad” a los indígenas. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. Caracas, Venezuela. Sección Caracas, legajo 222. Misiones Capuchinas en los Llanos de Caracas. Representación que hace Fray Jerónimo de Gibraltar al Gobernador de la Provincia de Caracas, Don José Solano; fechada en Caracas, el día 16 de Diciembre de 1769. 4- FUENTES BIBLIOGRÁFICAS En esta relación bibliográfica se incluyen algunos textos que no aparecen reseñados directamente en el presente estudio, aún cuando fueron consultados; los mismos pueden servir de ayuda a quien quiera profundizar sobre los diferentes temas regionales aludidos. ABRIZO, Manuel – LE MAITRE, Irene – VILA PLANES, Elisenda (2007). Apure Adentro.- Caracas, Editorial Arte. Ministerio del Poder Popular para la Planificación y el Desarrollo. ABRIZO, Manuel – MENDEZ ECHENIQUE, Argenis (2010). Apure en Cuerpo y Alma.- Caracas, Editorial Arte. Ejecutivo del Estado Apure. ABREU, José Vicente (1985). Palabreus.- Caracas, Editorial Centauro. ABREU, José Vicente (1990). “Entre Ovalles y Gallegos: El Llanero”. Prólogo a El Llanero, de Víctor Manuel Ovalles. Ediciones de la Presidencia de la República. 82 ACUÑA LOGGIODICE, William (2007). Historia de San Juan de Payara.- Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana. Colección Cada Día un Libro. ALVAREZ, Jesús et al. (2005). Reflexiones sobre Socialismo en el siglo XXI.- Caracas, Fondo Editorial IPASME.


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San Fernando de Apure, Mayo de 2012


ÍNDICE INTRODUCCIÓN

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La Sociedad Llanera Apureña a través del tiempo I La Sociedad Indígena Prehispánica II La Sociedad Llanera Colonial III La Sociedad Llanera Tradicional IV La Sociedad Llanera Comercial V La Sociedad Llanera Consumista VI La Sociedad Llanera y la Revolución ...

19 20 22 38 42 53 73

CONCLUSIONES

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Fuentes consultadas 1. Obras de Referencias 2. Fuentes Orales 3. Fuentes Documentales 4. Fuentes Bibliográficas 5. Fuentes Hemerográficas 6. Ponencias en Seminarios, Foros y Simposios 7. Trabajos para optar a Grados Académicos 8. Trabajos de Ascenso Académico 9. Fuentes Electrónicas

81 81 81 82 82 90 93 94 94 94


Edici贸n del Ministerio del Poder Popular para la Cultura Colaboradores: Julia Rosa Urdaneta Imelda Sequera Alvaro L贸pez Dise帽o de portada: Juan C. Villota Se imprimieron 500 ejemplares de este titulo durante el mes de Septiembre de 2013 en el Sistema Nacional de Imprentas Cap铆tulo - Apure San Fernando de Apure/Venezuela




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