Tramoleos

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TRAMOLEOS



Ranfis Espinoza

TRAMOLEOS

Fundaci贸n Editorial El Perro y La Rana Red Nacional de Escritores de Venezuela Imprenta de Apure 2010 Colecci贸n Palabreus / Serie Vinotinto - Narrativa


©Tramoleos ©Ranfis Espinoza Colección Palabreus, Serie Vinotinto - Narrativa ©Fundación Editorial El perro y la rana Sistema Nacional de Imprentas Red Nacional de Escritores de Venezuela ISBN: 978-980-14-1113-0 Depósito Legal: lf-40220108002636 Edición: Sistema Nacional de Imprentas - Capítulo Apure Diagramador: Juan Carlos Villota Operario: Arturo F. Rodríguez Corrección: Gregorio González Portada: Imágen Puerto de San Fernando “El tamarindo” Principios de siglo XX sistemadeimprentasapure@gmail.com Apure - 2010



El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial El perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso a la publicación de autores, principalmente inéditos.


Todos los personajes de este libro son ficticios, cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta es mera coincidencia.

PRÓLOGO

En tus manos tienes, lector una novela llanera basada a una época lejana, donde llanero, sombrero soga y caballo eran amigos inseparables, este libro sencillo, puro como la flor silvestre que nace en las sabanas, arrancadas de su tallo solo para adornar las largas cabelleras de las mujeres que caminaban las calles de San Fernando. Esto se debe en primer lugar gracias a relatos de aquellos ancianos que guardan en sus memorias la añoranzas de sus vidas llenas de apasionantes y nobles enseñanzas, dejando demostrado su estirpe de guerrero y como el llanero se enfrentaba al peligro en cualquier momento tales como la doma del potro cerrero, o enlazar el toro cimarrón en sabanas abiertas sobre el lomo de un caballo, como también la dura y mortal faena, la matanza de los caimanes, solo para comercializar su piel ó exportándola en grandes embarcaciones fluviales (barco a vapor) para algunos países europeos, aunque muchos cazadores perdieron sus brazos, piernas y hasta la misma vida, era para ellos un trabajo común.


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CAPITULO I EL APURE LEGENDARIO El viento que soplaba desde las llanuras chocaban fuertemente contra las ramas de los árboles retorciéndolos de lado a lado, mientras que las aguas arremansadas del caudaloso río Apure, parecía que querían arrancarle sus raíces, la gaviota que volaba cruzando de banda a banda sobre el majestuoso río, con sus alas abiertas acariciadas por el viento dejando ver su sombra sobre el agua. Del otro lado del pueblo entre aquella carretera polvorienta, bajo el radiante sol sabanero sobre sus espaldas, un llanero de a caballo y un anciano que arriaba su burro cargado de plumas de garzas blancas y cuero de caimán, las brisas que soplaban desde el horizonte, levantaban el polvo del solitario camino cubriéndoles la cara, pero no los hacia retroceder, el anciano que andaba a pie arriando el burro, echó la mirada a la izquierda al oír la voz del llanero que le hablaba desde su montura. _ Fernando, ¿por qué no te calzas las alpargatas que llevas amarradas a la cintura, a caso eso no se hizo para los pies? Fernando le contesto con firmeza y en voz alta: _ Estas loco camarita, las alpargatas se acaban con el uso mientras que los pies no, las anteriores me duraron 16 años y estas quiero que me duren más; ya están muy caras cuestan 50 céntimos. En el momento del destino una espina grande atravesó el pie izquierdo de Fernando, un gemido de dolor se dejo escuchar en la sabana retorciéndose de dolor, entre la polvorienta carretera, en el suelo con el pie ensangrentado, Fernando dijo al llanero que estaba cabalgando a su lado: _Se fija compadre lo que le dije, fueron las palabras de Fernando, quitándose con la mano derecha la espina que 10


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atravesaba su pie, después de respirar profundo se dejo escuchar nuevamente la misma voz: _Casi daño las alpargatas, porque esta herida se cierra con el transcurrir del tiempo, pero si hubiesen sido las alpargatas estas no se cierran jamás. Bongos y canoas estaban ancladas alrededor del Puerto, había mucho movimiento en el Palacio de los Barbaritos, llegaba un Barco de nombre “El Masparro” cargado de víveres, telas, comestibles y municiones. En la casa de la familia Laya era donde los llaneros celebraban la satisfactoria jornada comercial, Caballos carretas y burros cargado de diversos objetos, enlatados, espejos, prendas de vestir, municiones algo más, estaban amarrados bajo un inmenso Samán sombrío. La fiesta había comenzado, el caney adornado con flores de la sabana, al lado izquierdo del patio de la casa estaba una larga mesa donde había más de 100 gabanes fríos acompañado con yuca sancochada, ajicero picante y aguardiente por garrafas. Mucha alegría y emoción entre la concurrencia, el arpa sonaba acompañada por el cuatro sabanero y las agitadas maracas, que no dejaban de sonar, las parejas bailaban haciendo tronar sus alpargatas contra el suelo levantando la polvareda pero eso no impedía para nada el baile, minutos más tarde el cansado y sediento arpista suelta la majestuosa arpa llanera, se dirigió acompañado por el cuatrista y el maraquero hacia la larga mesa donde estaba la garrafa de aguardiente y se echa un largo trago a pico de jarra para refrescarse; rápidamente se la pasa a las manos del cuatrista y el maraquero, una pareja que estaba allí entre la gente celebrando con una totuma llena de aguardiente en las manos, mientras la mujer sujetaba con la mano izquierda un trozo de carne, se olvidaron por un momento de su hijo de 11


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nueve años de edad que estaba sentado sobre un tronco seco, cerca del arpa que reposaba silenciosamente recostado sobre una silla de madera, el niño se levanta lentamente del tronco se acerca al arpa y se queda mirándola como queriendo decirle algo “Arpa vieja sabanera porque no me regalas un tono” y como si el arpa lo hubiera escuchado, de repente el niño se colocó detrás del instrumento musical y coloca sus dedos entre las cuerdas del arpa como si fuera un verdadero maestro. Se dejó escuchar una excelente nota musical, entre las personas presentes, se hizo el silencio para contemplar aquella belleza de música que nadie había escuchado antes, pero la impresión más grande que no veían al arpista. _ El arpa se estaba tocando sola _dijo una muchacha de vestido floreado que estaba cerca, el padre del niño enfurecido se acerca, desprendiendo su correa de la cintura y dijo en voz alta. _ Muchacho del carrizo ya te voy a dar una cueriza- Levanta la mano dacha para dejar caer la gruesa correa de cuero con todas sus fuerzas sobre la delicada espalda del niño. _ Una poderosa mano la detuvo, era el arpista, no permitió que la gruesa correa destrozara la espalda del niño. _ No tengo para pagar esa arpa, que debe costar mas de 14 Bolívares fueron las palabras del hombre de la correa. _No importa, yo me hago responsable si le pasa algo al arpa, ese instrumento es mío, pero no lastime al muchachodijo el arpista. El arpa, no había dejado de sonar en ningún momento parejas replicaban el zapateo, algunas personas contemplaban al niño que jamás en su vida ni siquiera conocía un arpa. 12


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Una de las mujeres hija del dueño de la casa que bailaba bien zapatiao suelta su pareja por unos instantes para recoger la rosa roja, que se había desprendido de su pelo cayendo muy cerca del arpa, mientras la recogía se queda contemplando la música y de repente se acerca al niño preguntandole_ ¿Cómo se llama esta tonada Ignacio?...El niño se queda mirando, no sabía que contestar, de repente hechó la mirada hacia donde estaban fritando los gabanes en un inmenso caldero con manteca de marrano. Contemplando como los colocaban sobre la mesa al frito, suspiró profundamente y dijo: _ Maria esa tonada se llama Gabán. Los gallos con su canto anunciaban la llegada de un nuevo amanecer llanero, ya la fiesta estaba terminando y algunos borrachos estaban allí dormidos en cualquier rincón, el arpa sabanera ya se dejo de sonar, Juan Mújica se levantó de donde estaba sentado, se echo un trago de Ron de la botella casi vacía que sujetaba en su mano, con su sombrero de lado como siempre lo cargaba cuando estaba borracho y el cuchillo en la cintura que nuca le faltaba, los tragos demás lo hacían mover de lado y debido a su alto tamaño parecía que iba a caer, pero no era así, sabia calcular sus pasos, se dirigía lentamente hacia su canoa, allí lo esperaba cigarrón, un perro negro azabache que siempre lo acompañaba como su sombra. Unos de los llaneros que quedaban todavía allí dijo en voz alta _ ¿Te vas, Mata Tigre?. Era el apodo que le tenían en el pueblo en San Fernando porque de eso era su sustento. Él no le contesto, subió a su canoa, se echo el último trago que quedaba en la botella, la echó al río, le contemplo por unos segundos como se hundía luego, acaricio la cabeza de su perro con la mano izquierda mientras sujetaba la palanca con la derecha. 13


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La canoa navegaba sobre el majestuoso río que atravesaba la inmensidad de la sabana. En el cielo llanero se divisaban las aves que cruzaban el río rompiendo el silencio con su voluminoso canto detuvo el canalete por unos instantes sólo para llevarse a la boca una mascada de tabaco, volteó la cara para escupir al río y siguió canaleteando.

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CAPIITULO II LA LEYENDA DEL MATA TIGRE Transcurrieron las horas y la canoa seguía navegando, chocando con las espumas viajeras que revoloteaban alrededor de la canoa. Los rayos del sol llanero daban contra su sudorosa frente. Mújica dirigió la canoa hacia la orilla como buscando un poquito de sombra, un báquiro que estaba tomando agua a orillas del río fue el culpable que se engrasara de sangre la lanza de Mújica, fue muy rápido, el baquiro ni siquiera la vio, la lanza parecía que cortaba la brisa. El báquiro quedo allí inerte ensangrentado con la lanza atravesada en su cuello tiñendo el agua de rojo alrededor del animal y con un filoso cuchillo se dispuso a descuartizarlo, después de escupir una mascada de chimó dijo: _Comeremos y descansaremos, luego marcharemos al anochecer bajo la luz de la luna, a un lugar donde abunde caimán y tigres, necesitamos muchos cueros para vender como que si su perro, lo hubiera entendido al mismo tiempo lo miro y ladró. Río arriba en su canoa por el Apure iba Mújica el Mata Tigre y su fiel compañero, siguieron la luna sabanera, les iba alumbrando y guiando y guiados por el olor del caimán que Mújica fácilmente reconocía porque tenia la facultad para eso. Un grito aterrador, la voz de una mujer, se dejo escuchar sobre el paisaje dormido, eso hizo agilizar el canalete, guió la canoa hacia orilla el grito mas fuete y desesperante entre el silencio de la enlutada noche.

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Una canoa estaba a la orilla de río un chinchorro de moriche dentro de un mosquitero. Estaba colgada allí una mujer adentro aterrorizada luchando por su propia vida, el tigre estaba apunto de romper el chinchorro para extraer la mujer, ella se enredó entre las cabulleras y eso impidió que el tigre penetrara. El gruñir del animal nuevamente rompió el silencio entre el paisaje enlutado, ya la canoa de Mújica estaba llegando a la orilla apenas tuvo tiempo de sujetar la canoa, el perro ya estaba en tierra con su acostumbrado ladrido tigrero, clavó sus fuertes colmillos entre las patas traseras del tigre la fiera suelta la mujer, gruñó con furia, se volteó y le dio con fuerza con su garra derecha rastrillándose sobre las costillas del perro este calló inerte sobre la tierra, ensangrentado y un aullido de dolor salió de su garganta pero fue tiempo suficiente para que Mújica se cuadrara; el tigre no le dio tiempo de voltearse, ya Mújica le había clavado la lanza entre el pulmón, la bestia retorciéndose dejó escuchar el gruñido en la inmensidad, pero se vuelve a levantar llevando la lanza clavada y con sus últimas fuerzas lanza su garra contra Mújica, este la esquivó, solamente logra desgarrarle la camisa, despega el cuchillo de la funda, hizo gala de presencia brillando entre los débiles rayos de luna que allí llegaban y nuevamente se enterró en el cuero del tigre, gruño por última vez desplomándose contra el suelo aquella terrible fiera. Mújica se acerca donde estaba su perro, le acaricio la cabeza aún con la respiración agitada dijo: _ Todavía respira cimarrón, pensé que hasta hoy me acompañabas pero parece que ahora es que vamos a viajar juntos, río arriba y río abajo. La mujer sollozando todavía asustada aun en el suelo arrodillada, tenía su largo pelo hacia delante, se paso la mano descubriéndose la cara, se levanto rápidamente y se desgarro el vestido sacándose una tira, y la coloco sobre la profunda herida del perro. 16


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_ Que animal tan noble, me salvo la vida, fueron las palabras de la mujer después de dejar la tira sobre la herida de animal. _ Esta acostumbrado nació para eso dijo Mújica curándole las heridas con hierbas mezcladas con chimó, tabaco en rama y aguardiente, luego lo levanto con ambos brazos y lo llevo hacia la curiara, volteó la mirada y dijo: _ ¿Que hace una muje´ tan sola a estas horas y en este sitio desolado? Se volvió a pasar la mano por la cara recogiéndose el cabello y dijo: _ Estaba acompañada por mi esposo, descansábamos para partir nuevamente al amanecer, viajábamos para San Fernando, pero al oír el tigre me dejó sola para salva su vida a costa de la mía. _ Puede decirle que salga de donde esta, ya está a salvo del peligro, voy a desollar al tigre porque necesito el cuero, fueron las palabras de Mújica el “mata tigre” con el cuchillo en la mano. _ No se donde esta, ya le dije que me dejo sola. La fiera ya estaba descuartizada, echo la carne al río mientras que el cuero lo envolvió y lo guardó dentro de la canoa. _ La llevare hasta San Fernando para que busque a su esposo, fueron las frías palabras que salieron de la boca de Mújica. _El ya no es mi esposo, mi vida ya no le pertenece no quiero volverlo a ver jamás, ahora le pertenezco a usted comentó la mujer, subiéndose a la canoa. Mújica arruga ambas cejas mientras desamarra la canoa dijo: _ No es necesario que me pague con su vida de todas maneras mi trabajo es matar tigres y caimanes, fueron las pa17


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labras de Mújica palanqueando la canoa, la noche era fría solo se escuchaba el ruido del canalete chasqueando con el agua bajo aquel enjambre de luceros, navegaron sin cesar hasta llegar a un nuevo amanecer, una gaviota volaba bajitica guiándole el camino, la naturaleza no se equivoca, la gaviota se detuvo sobre una barranca en el Paso Real de Apure, Juan Mújica pasa su mano derecha sobre los hombros de la mujer para despertarla y hacerle saber que habían llegado, ella abría los ojos, se coloca la mano sobre la boca para bostezar todavía cubierta con la manta que le había dado Mújica para protegerse del frío. _ Perdóneme Señora, pero todavía no me ha dicho su nombre, duró toda la noche sin decir nada, solo quería decirle que llegamos al pueblo de San Fernando de Apure, volteo la mirada dejando caer sobre sus espaldas aquella larga cabellera negra que le llegaba hasta la cintura. _ Me llamo Maria fue lo que dijo la mujer mojándose las manos como acariciando el río y luego se la pasa por la cara. Él la observa con detalle y pensó desde sus adentros que era más bonita de lo que había imaginado porque la vio por primera vez bajo la luz del sol, ella sentía el peso de su mirada, Juan Mújica serio como siempre, hombre de pocas palabras, ya la canoa en la orilla con los amarres en las manos dijo: _ Ya vuelvo, iré a la pulpería, compraré algunos objetos necesarios, espéreme en la canoa. Subió a la barranca dándole la espalda al río, ya pisaba las solitarias calles de San Fernando, la brisa que venia desde las llanuras atravesando senderos, sabanas y ríos hizo sentir su presencia haciendo mover aquellos techos de palma de lado a lado, los techos de tejas se mantienen inertes, las grandes ventanas coloniales que llegaban hasta el suelo, se 18


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oían rechinar cuando las movía el viento, un burro estaba allí amarrado a la orilla cargado de leña, su dueño tal vez estaría por allí, ya estaba cerca de la pulpería, tres hombres estaban enfrente a la puerta; uno era alto con sombrero pelo de guama y un cuchillo en la cintura que descansaba dentro de una cubierta bien adornada con broche de oro, los otros dos vestían pantalones enrollados, sombrero de cogollo y sus cuchillos descansaban en fundas sencillas, ya estaba Mújica frente al mostrador, le pide al bodeguero, sal, chimó, tabaco en rama y aguardiente, se rasca la cabeza se endereza el sombrero y dijo: _ necesito un vestido y unas alpargata no muy grande parecía que el bodeguero se los tenia guardados porque se los saco rápidamente, las alpargatas tenían una rosa roja bordada, Juan Mújica saca de su bolsillo unas monedas de plata. _ Eso es suficiente susurro el bodeguero, recogio lo que compró y se dirigió a la puerta, allí estaban todavía los tres hombres, uno de ellos, el de sombrero de cogollo le dijo: _ ¿Esas alpargata de rosita son para ti? Te deben lucir muy bien con ese vestido. Una risa burlona se dibujaba en sus labios. Mújica se hizo el desentendido, pensó desde sus adentros que evitar no es cobardía, el llanero de la cubierta adornada con broches de oro les dijo en voz baja, al levantar la mano derecha, haciendo un gesto negativo, _no se metan con ese hombre, no ves el tamaño que tiene es muy fuerte tiene la agilidad y destreza de un tigre, yo lo conozco trabaje con él 5 largos años. Juan Mújica seguía avanzando con pasos lentos pero firmes, se enderezó el sombrero porque lo llevaba de lado, su perro se salió de la canoa, guiado por los pasos de su amo que estaba llegando, iba dejando sus huellas marcadas con sangre en la carretera, pero eso no le impedía seguir a Mújica, 19


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estaba inocente de eso, el hombre burlista le dio un punta pie al animal justo en la herida, Juan volteo al escuchar el ladrido lastimero de su “amigo”, lo mira fijamente por un par de segundos, parecía que se le congeló la sangre, sus dientes rechinaron, soltó lo que llevaba en sus manos y se acerca al hombre de sombrero de cogollo, todavía se estaba riendo. Un golpe de Mújica en el estomago, detuvo la risa, este balbució sangre por la boca, nuevamente vomito sangre una, dos y tres veces, calló de rodillas. El viento se lleva su sombrero luego se fue hacia delante parecía que iba a besar la tierra, el otro se acerca a Mújica lanzándole de una vez un gran golpe en la cara, pero ni siquiera lo movió nuevamente. El golpe de la mano de Juan hizo presencia, este ni siquiera lo vio, su cuerpo choca contra la pulpería, estremeció la pared salpicándola toda de sangre, se desplomó lentamente hasta caer, el hombre de la cubierta adornada los observa ya en el suelo les dijo señalándolos con el dedo. _ Les advertí, que no se metieran con ese hombre pero no me hicieron caso, eso les pasó por porfiados. Se acerca a Mújica, lo mira fijamente a la cara y le dice: _ ¿No me reconoces Mata Tigre? _ Claro que si, tu eres Gustavo el que me acompaño hace 5 años al Orinoco, ambos se dieron un apretón de manos. _ Se oye que te ha ido muy bien, habla Mújica. _ Soy criador de ganado, ya no voy a seguir esa vida de cazador, es muy peligrosa, la suerte te puede traicionar en cualquier momento y puedes terminar en el estomago de un caimán, o entre las garras de un tigre.

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_Cuando te decidirás a cambiar de vida, búscame en el hato “las Camasas” es de mi propiedad, si te hace falta plata, puedo financiarte un pequeño rebaño de ganado para comenzar, fueron las palabras de Gustavo antes de llevarse un cigarrillo encendido a la boca. _ Gracias Gustavo, prometo que lo pensare, dijo Mújica dándole un segundo apretón de mano. Recogió del suelo lo que había comprado y le dio la espalda, la mujer todavía estaba dentro de la canoa, su mano derecha jugueteaba con el agua. _ Traje esto para usted, espero que le quede. _ Es un bonito vestido, pero no tengo con que pagarlo dijo Maria mientras sacaba la mano del agua. _No debe nada susurro Mújica mientras sujetaba la palanca llevando la canoa río adentro. _ ¿A donde vamos? Pregunto Maria. _Iremos de pesca, se acerca la hora del almuerzo, afirmo Mújica. Transcurrieron varias horas, la canoa estaba amarrada a la raíz que sobresalía de un árbol, el nylon de pescar que sujetaba la mano de Juan era resistente con el fin de pescar un pez grande, Maria sin importarle la presencia de Juan Mújica se desprendió de aquel vestido roto manchado de sangre y maltratado por el tiempo, se echa al agua, era una excelente nadadora, Mújica sostenía el nylon.

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Había mordido el anzuelo aleteando con todas sus fuerzas haciendo unas pequeñas olas a la orilla. _ Es un bagre, lo reconozco por las rayas negras grito Maria dentro del río cuando el pescado estaba fuera del agua. Mújica se dispuso a trozarlo, María ya estaba fuera del agua estrenando su vestido nuevo. _¿Unas cuantas ramas secas servíran como fogata? preguntó Maria, contemplando el paisaje por unos instantes mientras sujetaba con ambas manos algunas ramas secas, el olor a mastranto cubría todo el lugar, los blancos lirios sabaneros que jugaban con la brisa que venia desde el río, un águila cruzaba el espacio con su impresionante vuelo, un horizonte abierto, la mirada se perdía en la lejanía, Mújica le rompió la inspiración, con un grito. _ Apúrate con la leña Maria y colócala frente a la fogata, el pescado estaba atravesado en una estaca llevando candela. _ Haremos una casa en este lugar dijo ella, después de un largo suspiro, todavía con la mirada perdida entre el horizonte. Juan Mújica arrugo las cejas y pregonó en voz tensa. _ ¿Para que vamos a parar una casa aquí, si yo siempre he vivido en mi canoa?. Ella entorno los ojos y después de un largo suspiro dijo: _ Algún día no muy lejano los caimanes se terminaran, a ese paso que llevan, cada día hay más cazadores en el río y no hallaras de que vivir. Estableciéndote en tu fundo proporcionaras tu propia vida. Puedes criar ganado, caballos, cerdos, gallinas y muchos animales más, la siembra de maíz y otros.

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Los ojos oscuros y fríos del viajero cazador se entornaron hacia ella, una especie de brillo interior asomado a las pupilas como un centelleo fugaz. _ Se equivoca yo soy errante cazador nato dijo Juan Mújica con frialdad, pero si quiere le parare una casa de bahareque y horcón con mis propias manos como usted la exija y luego me marchare en mi canoa acompañado por mi perro como siempre. Desde que llegaba el alba hasta el anochecer, trabajaron duro con una parihuela, hecho por ellos mismo cargaba tierra, piedras, bejucos, madera y bahareque, sujetaron varas entre los horcones y luego lo cubrían con barro mezclado con paja, eran las paredes. Los días transcurrían con serenidad, el techo de la casa también estaba listo. Era de paja muy bien tejido donde no pasaba ni un rayito de luz, ni una gota de agua, desde el río al atardecer parecía que el sol se quería meter entre el techo. La noche había cubierto el cielo con su manto negro, Mújica y Maria contemplaron por un par de segundos el paisaje dormido bajo aquel cielo sin estrellas, antes de cerrar aquella puerta de madera rustica. Contaba con un solo chinchorro, Juan tuvo la gentileza en cedérselo mientras el improvisaba una cama hecha de hojas secas cubiertas con un manto, pero no fue necesario Maria le permitió compartir el chinchorro, ella fue la que tomo la iniciativa, saca de entre los senos dos anillos, hechos de azabache puro, coloca uno entre el dedo de Mújica mientras incrustaba entre su dedo el segundo anillo, los ojos oscuros de Juan parpadearon como un rayo centellante al ver que Maria sostenía en su mano el filoso cuchillo, volvió a sujetar la mano de el por segunda vez haciendo una pequeña herida, hizo lo mismo con su propia mano juntándolos y dijo: _Ya 23


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estamos casados, nuestra sangre ya se mezclaron, solo basta con tu palabra de hombre que yo también tengo la mía. _Desde hoy no existirá otro hombre en mi vida y que Dios bendiga este hogar dijo. Solo la oscura noche fue testigo de lo que pasó. Lo sorprendió la mañana, estaba solo en el chinchorro, volvió la mirada en torno a si mismo pero no la vió, se rasca la cabeza, luego se levantó del chinchorro y metió la mano derecha en un bolso de cuero donde guardaba la plata, sus ahorros de las ventas por las pieles, la contó y faltaba la mitad, abrió la puerta de madera rustica y se dirigió al patio, estaba tenso, su sangre parecía que se paralizaba, una larga gota fría de sudor se deslizaba sobre su rostro, corrío hacia la canoa, volteada estaba allí, a un lado de la casa descansando sobre unos troncos, con voz baja se dijo a sí mismo: _ Maldita sea esa mujer, lo que quería era mi dinero, pensando desde sus adentros ¿por qué no se llevó todo si hubiera podido hacerlo?, pensó todo el día sentado sobre la barranca mirando el río recordando los besos juramentados que su boca le dio la noche anterior y aquellas caricias fingidas. Esa noche tampoco pudo dormir y dijo mirando a su perro: _ Mañana antes que nos sorprenda el alba, echaremos la canoa al río y nos marcharemos como siempre lo hemos hecho con los primeros rayos del sol, fue una noche larga, llena de angustias y en su cabeza llevaba un pesado barco lleno de preguntas sin respuestas. Los rayos del sol llegaban con debilidad, la canoa ya estaba en el agua, y Juan Mújica estaba pasando sobre la piedra de amolar su filoso cuchillo, ya estaba a punto de partir, de pronto vio un bulto que se acercaba y llevaba en sus espaldas una nube de polvo, el bulto se hizo más cerca y lo reconoció, era Maria montada sobre un caballo alazano y detrás la seguía una carreta jalada por mulas cargados de víveres. 24


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_ Pase toda la noche viajando, dijo Maria con voz cansada y su mente vacía. Con los ojos llenos de sorpresas se acercó Juan a la carreta, observando con detalles todo lo que había allí, platos, cubiertos, herramientas de trabajo, hasta telas y calzados. Ella metió la mano sobre una mochila que colgaba de la silla del caballo, extrayendo de allí un Revolver Colt. Calibre 38 cañón largo, de negro metal, toma en sus manos el arma mortífera y apuntándolo con las pupilas de sus ojos negros, todavía montada sobre el alazano le dijo: _Es un regalo especial para ti, para que lo lleves contigo como tu sombra. Con sorprendente serenidad Mújica tomo de sus manos el negro revolver. _Gracias Maria, suspiro Mújica, con aire de agradecido. El perro moviendo su cola brincaba hacia arriba expresando aullidos con aire alegres. _ También traigo algo para ti cimarrón dijo, se bajo del caballo, se quito el pañuelo que cubría su cabeza, se agacho un poco y coloco entre el cuello del perro un collar de cuero muy bien adornado. _Que estas esperando Juan para bajar todo lo que esta en la carreta, ayúdelo, señor Anastasio le pagare el viaje y después del almuerzo se puede marchar, dirigiéndole la palabra al señor de la carreta.

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CAPITULO III RIO ARRIBA EN MI CANOA Del otro lado del río entre la costa del monte, frente a un camino sabanero estaba una casa hecha de bahareque, horcón y barro tallado, techo de palma que cubría casi toda la pared, las gallinas y patos correteaban el patio cruzando de lado a lado. Transcurrieron las horas de la mañana y el sol castigaba a la llanura con sus fuertes rayos como si fueran látigos. Un inmenso merecure que estaba al lado de la casa hacia gala con su fresca sombra y un perro gris regañado por el inclemente sol, buscaba refugio bajo la sombra que le brindaba el merecure, el silencio y la tranquilidad fue rota por los repentinos ladridos del perro al ver que se acercaba un hombre a pie. Él ya estaba en el paradero frente a la puerta de tranca, una mujer salió del interior de la casa sujetando una escopeta morocha apuntándole directamente a él. Lucia un vestido blanco y alborotado el cabello, la morena de ojos claros fue la primera en hablar sin dejarlo de apuntar con los dos cañones. _ ¿Qué busca señor? Le grito ella sujetando la poderosa arma. El joven jala un par de trancas y logra entrar con el aire de fatigado y completamente bañado de sudor como buscando la sombra. _ Señora solo vendo ropa muy fina. Colocó la maleta sobre una mesa hecha de madera rustica, luego se paso suavemente un pañuelo blanco sobre la cara para secarse el sudor. 26


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_ Tengo suficiente tela para hacer vestidos, exclamo ella, con voz firme y con dureza. _ Puede bajar el arma, solo soy un vendedor, contesto el forastero, con voz pausada, ella baja la poderosa escopeta morocha, cargada apuntando los dos cañones al suelo pero sus ojos café no habían dejado de apuntar en ningún momento, le mira a los ojos y confirmó que era del color del mismo cielo, llevaba pantalones beige y chaqueta marrón cabello rojizo y rostro perfilado, hombros anchos y alto tamaño, lucia un reloj de oro sujetado a una cadena que colgaba de lado de la chaqueta, exprimiendo su mojado pañuelo preguntó: _ ¿Cómo se llama señora?, _ Me llamo Ninoska, respondió la mujer con serenidad y certeza, mientras la brisa jugueteaba con su alborotado cabello. _También llevo ropa para niños, exclamo el rubio entornando el pañuelo tratando de servir como abanico. _ No tengo niños, dijo Ninoska con palabras cortas y secas, se dejo escuchar de nuevo la voz de la mujer. _ ¿Usted no es de por aquí?, me doy cuenta por su apariencia, su piel delicada está maltratada por el sol, parece un tomate en cosecha. _ Regáleme un poquito de agua por favor, dijo el rubio como si le estuviera rogando. _La tinaja esta detrás de usted, acaso no la ve, fueron las palabras breves y duras de Ninoska. El rubio dio la media vuelta, se acerco a la tinaja y sacio su sed. 27


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_ Siempre la acompaña ese carácter tan fuerte señora Ninoska, dijo el joven, después de haber pasado el último trago de agua por su garganta. _Solo con desconocidos, se deja escuchar nuevamente la voz femenina. _ ¿Vende usted agua de olor? _ Querrá decir colonia ripostó. _ A una mujer como usted le regalaría hasta mi respiración, fue la respuesta del joven acercándose mas a ella acariciándole el rostro con las manos mojadas de la fragante colonia. Ella se ruborizo, contuvo el aliento, él avanzó, ella estaba muy cerca, ya sentía su respiración, se acerco un poco más y oía el latir de su corazón, logro probar el panal de sus labios, ella coloco sus manos sobres sus hombros de el, como para empujarlo y sacárselo de encima, pero no pudo, parecía que sus brazos perdieron sus fuerzas quedando inerte con las manos abajo todo aquel fuerte carácter femenino que le sobresalía por medio de las palabras de mujer se había desaparecido repentinamente como el humo del fogón, que se desvanece en el aire. _ ¿Porque me besó? ni siquiera conozco su nombre grito Ninoska apuntándole fijamente con sus ojos color café con sus manos temblorosas. _ Perdóneme si he fallado Ninoska le robe ese beso porque si se lo hubiese pedido obviamente me lo negaría. Mi nombre es Javier _ respondió el viajero con voz pausada ella lo mira con ojos de culebra brava, quería decirle algo pero un nudo en la garganta se lo impidió. El rubio sonrió de nuevo y dijo: _ perdóneme no volveré a cometer el mismo error señora Ninoska. _ Se equivocó conmigo, respondió la morena con frialdad. 28


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Javier la contemplaba con sus ojos azules, mientras Ninoska todavía lo observaba con ojos de cascabel, el cruce de mirada se mantuvo por varios segundos, nadie dijo nada, pero con sus ojos se decían muchas palabras. Él fue el primero en esquivar la mirada evadiéndola al rió contemplando las espumas viajeras arrastradas por las corrientes. _ Quiero bañarme en esas frescas aguas, me esta matando este intenso calor dijo Javier, de una vez quitándose la ropa. _ Le puede hacer daño bañarse, ha llevado demasiado sol, advirtió Ninoska entre sus dientes. Respiró hondo el joven y se encogió de hombros. _ No tengo inconveniente en bañarme exclamo Javier desde el agua, era un excelente nadador, podía sentir el peso de la mirada de Ninoska sin poderla evadir, momentos más tarde el rubio ya estaba fuera del agua, la morena le dirigió una mirada de indiferencia, él avanzó unos pasos y le preguntó: _ ¿Qué hace una mujer tan bella en la soledad y en estos campos llenos de paisajes hermosos pero olvidados de Dios? _No vivo sola, mi esposo esta llevando un rebaño de ganado de San Fernando a Calabozo junto con otros llaneros de a caballo. Inesperadamente Javier se lleva la mano derecha a la frente, todo le daba vuelta a su alrededor, la morena vio de nuevo con una mirada de sorpresa, conteniendo la respiración, como se desplomaba contra el suelo el cuerpo sin fuerza del rubio, como pudo, lograr llevarlo hasta una campechana que colgaba bajo la sombra entre los árboles.

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_Le dije que no se bañara porque había llevado mucho sol, pero no quiso escucharme, eso le pasa por porfiado dijo Ninoska, haciendo una mueca y apuntándolo con el dedo. El respiró profundamente, todo le daba vuelta, su cara cambio de color, se puso más blanco de lo que es, con su pulso tembloroso toma una totuma de agua fresca de las manos de Ninoska se humedeció los labios y ella mirándolo de lado simplemente dijo: _ Enseguida regreso, dirigiéndose en línea recta al interior de la casa, ya en la cocina colocaba sobre el fogón de leña ardiendo una olla con agua a medio llenar, luego recogió de la orilla del monte algunas yerbas curativas que ella conocía muy bien. Luego las echa dentro de la olla mezclando las diferentes clases de yerbas entre el agua caliente moviéndola con una paleta de madera muy bien tallada. Rato después Ninoska se dirigía a la campechana donde estaba el rubio, llevando en sus manos una taza hecha de peltre, estaba escarapelada y maltratada por el tiempo. Ya frente a él, que todavía descansaba en la campechana, Ninoska le ordeno con cautela:_ Debe tomar éste remedio preparado con matas de la sabana y vera que dentro de poco se sentirá mejor. _ Gracias por su gentil hospitalidad, ya me marcharé y no le causare más molestias dijo Javier, firmemente mirándole a los ojos con aire de desaliento. _Dudo que pueda marcharse por ahora, corrió con suerte, pudo haberle dado algo peor como haber quedado paralítico para siempre. La tarde moría en silencio, las aves cantoras se recogían en sus nidales lentamente, y el sol se ocultaba en la lejanía, horas más tardes ya dentro de la casa de barro y techo de 30


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palma, cómodamente estaba Javier acostado en una hamaca blanca amplia y muy bien bordada entre la oscuridad de la noche bajo el lumbar de una lámpara alimentada por kerosén, la morena se levanta de su chinchorro echándose el cabello hacia atrás, luego pregunto: _ ¿Cómo se siente señor Javier? _ Me siento mucho mejor, como si no hubiera pasado nada, su remedio sin duda es efectivo y a propósito, puede llamarme simplemente Javier respondió el rubio con aires de agradecimiento, sin levantarse de la hamaca, Ninoska estaba cerca de el, la lámpara alumbraba su exuberante cuerpo, Javier la contemplo por varios segundos, se inclino hacia delante y dijo: _ No se midió el vestido que le ofrecí señora Ninoska. _Ya le dije que no tengo dinero para comprarlo y también puede llamarme simplemente Ninoska. Dijo ella firmemente. _ Si permite que yo se lo ponga le regalaré todos lo vestidos que llevo en la maleta y no tendrá que pagar ni un solo céntimo dijo el, acercando la cara hasta solo unos centímetro de ella. Se quedo mirándolo, sorprendida por la exactitud de sus palabras. _ Supongo que no exclamo Ninoska conteniendo la respiración. Mientras él la desnudaba con la mirada y un brillo de emoción en los ojos. _ Todavía es muy pronto es muy pronto y además olvida que soy una mujer comprometida comenta ella entre dientes confundida. Lentamente Javier le desató las tiras que sujetaba el vestido que llevaba puesto, se desplomó inmediatamente, enredándose entre sus pies, 31


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Ninoska se sintió relajarse, como si toda la tensión se evaporara de repente. Cuidadosamente con mucha pasión, Javier le colocaba el vestido nuevo, era color crema y descotado y unos botones que llevaba hilerado a lo largo que aprisionaba todo su exuberante cuerpo, luego lo abotonó uno a uno llegando hasta el último botón, el vestido quedo muy bien tallado a su cuerpo. Mas bien parecía su segunda piel, enseguida coloca ambas manos sobre su espalda besándole detrás de la oreja izquierda y casi inmediatamente el cuello, su cuerpo se erizó, sus mejillas se ruborizaron y todo su cuerpo se estremeció por completo. _ No rechazó ella sacudiendo la cabeza en sentido negativo. _ La perfección total no existe, somos humanos exclamó el rubio, un beso robado en la boca fue la iniciativa, eso hizo que todas sus defensas se desvanecieran en la penumbra siendo en sus brazos derrotada, luego la recostó sobre la hamaca, su corazón palpitaba como el de un caballo cansado, otro nuevo beso en sus labios sirvió de llave para abrir las puertas de su corazón. Javier se despertó con el canto de los arrendajos y un turpial que a lo lejos se escuchaba. Durante un largo rato se quedó muy quieto, era muy temprano demasiado pronto para levantarse, giro la cabeza y miro el espacio izquierdo de la hamaca vacío, estiro los brazos y bostezó, no existía dentro de su corazón ni una pizca de remordimiento. Había hecho el amor de forma tan natural y espontánea, seguido de una sensación de satisfacción que lo había dejado completamente lleno, Javier fue toda la noche cariñoso y apasionado y esa mañana de lo único que el era capaz de arrepentirse era de 32


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que tenia que marcharse para siempre dejando sola aquella morena clara que había conocido la noche anterior. El rubio salió al patio estrujándose los ojos, recibiendo la brisa mañanera que chocaba con su cara, Ninoska salió desde la cocina llevaba en su mano derecha una taza de café ella lo miro con trise sonrisa, el rubio la observó largamente, en silencio, tomo un sorbo de café y hablo al fin con voz temblorosa. _ Se que debo marcharme pero me encantaría que vinieras conmigo, te prometo que te haré feliz y no te faltara nada en tu nueva vida. Los ojos de Ninoska se fijaron en Javier, le lastimaban sus palabras porque le llegaban al fondo de su corazón y después de un largo suspiro sollozando dijo: _No puedo le recuerdo que soy una mujer casada y este pequeño rincón es mi hogar. El rubio secó sus lágrimas con su pañuelo blanco, luego la tomo de la mano y se dirigieron al río. Estaban sentados cerca de la orilla, sus cabellos jugaban con la brisa mientras ella lo miraba de lado, él acarició sus mejillas y apuntándole a los ojos le dijo: _ Volveré por ti, exigiré la parte del almacén de mi padre que me corresponde y regresaré a San Fernando, luego comenzaremos una nueva vida juntos, ella abrió sus labios para decirle algunas palabras, pero él cerró su boca con un beso, separó su boca de la de él. _ Cada vez me sorprende usted más confesó la morena piel canela, mirando hacia el paisaje sabanero.

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_ Después de todo, yo también lo estoy sonrió el joven encogiéndose de hombros, con aire resignado, mientras ella lo miraba en silencio removiéndola arena con sus pies, luego los metía al agua para ver como se desvanecía la arena. _ Jamás te olvidare, siempre te llevare en mi mente, y prometo que volveré y aunque en España hayan mujeres muy bonitas, nunca conocí una mujer como tu y nadie sustituira tu puesto en mi corazón dijo el rubio, sollozando con palabras entre cortadas, ella le regaló un fuerte abrazo por un largo rato, con lágrimas en la cara y una respiración agitada. Las palabras de Javier se dejaron escuchar nuevamente. _ Usted es la culpable que me marche con el corazón destrozado, desangrado y con una daga atravesada. _ ¿Por qué dice eso Javier? Pregunta ella. _ Porque me apuntó con sus ojos café y en ese momento no he vuelto a ser el mismo dijo aquel hombre con sus ojos nublados. La sonrisa desapareció de los labios de la morena, mientras en su rostro se reflejaba mucha compasión y ternura, sus labios se abrieron para decirle: _ También te llevaréconmigo donde vallas porque estas en un rinconcito de mi corazón, otro beso la hizo callar. Pero después del beso volvió hablar de nuevo. _ ¿Cuántos besos más me vas a dar?, Javier abrió del todo sus ojos azules cuando oyó por segunda vez la voz de Ninoska, y después de un largo rato suspiró y dijo: _Recuerda las estrellas en el cielo que vimos anoche, esa misma cantidad de besos es la que te voy a dar.

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Transcurrieron las horas felices, pero llego el inevitable momento de la despedida. _Dejaré la maleta con toda la mercancía como te lo prometí exclamo él. _ ¿Y que voy a hace con la ropa de niños que lleva adentro de la maleta? Pregunto Ninoska. _ Lo necesitaras algún día no muy lejano. Su tono de voz estremeció a la morena de ojos café sobre todo al darse cuenta de que parecía sincero. Después de un largo abrazo, se separó lentamente de ella, el sujetaba el pañuelo blanco por la punta mientras ella sostenía la otra, el pañuelo se estiró y luego cayo lentamente sobre la tierra. Ninoska seco una lagrima que corría por sus mejillas, pero de nada le servia, porque inmediatamente corría la otra. Ella miró sus ojos azules como el cielo de un día soleado, como el primer día que los miró cuando le apuntaba con la escopeta de dos cañones, solo que esta vez se desaparecía en la distancia, mientras el rubio pensaba desde sus adentros, cuando caminaba por aquel camino largo sabanero, que el dolor dejaría en su corazón herido sabiendo que la dejaba sola, triste llorando en aquella humilde casita hecha de palma y paredes de bahareque, cubierta con barro mezclada de paja de la sabana.

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CAPITULO IV EL DILEMA DEL CANOERO

Ocho meses llevaba Maria entre su vientre, aquella criatura que cuidaba celosamente regalándole el amor más puro y sincero que había en el fondo de su corazón, Mientras Juan Mújica estaba sentado sobre un tronco seco tejiendo una red de pesca tarareaba un pasaje sabanero y como si el turpial que estaba sobre la rama del árbol la comprendía, porque la acompañaba con su melodía pero la música fue interrumpida por un fuerte grito que venia desde el río, de pronto el grito se hizo más fuerte y se dejo distinguir el bulto, una curiara pequeña que se desplazaba velozmente hacia la orilla. El canoero ya estaba en tierra pisando el patio de la casa se quito el sombrero sobresaltado y colocando la mano izquierda sobre la cabeza y grito. _ Gracias a Dios Maria que estas bien ese tigre no te malogro mi amor, tu sabes que yo solo fui por ayuda, vengo por ti mi vida que felicidad que te encuentras bien y más si vamos a tener un hijo. Mújica cuando escuchó la última palabra que había dicho el antiguo marido de Maria, parecía que se le congelaba la sangre, su piel cambio de color, sus dientes chirriaron, lo apuntó con sus negros ojos, se levanto lentamente se subió el sombrero dejando al descubierto su frente, el canoero recién llegado cuando miró aquel gigantesco hombre dispuesto a todo dijo: _No señor me equivoque de persona, perdóneme, tragó grueso, caminando hacia atrás de una vez subiéndose en la canoa y alejándose de la orilla la curiara, ya estaba en el medio del río, mientras canaleteaba, miraba al cielo gritando maldiciones. Juan Mújica abrió sus ojos oscuros aguzando el oído cuando oyó por segunda vez la voz ronca teniendo un sobresalto cuando le oyó decir: _ Maldita sea, me las van a pagar, lo juro si no dejo de llamarme Pedro Marrero fueron las palabras de Marrero 36


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apretando el puño fuertemente, Juan saca su negro revolver que le colgaba de la cintura y le apunto directamente a la cabeza, se deja escuchar el ruido del gatillo de su propio revolver al ser martillado, un segundo antes de disparar, Maria se interpuso en el camino y dijo:_ no dispares Mújica no vale la pena ir a la cárcel por ese don nadie, y mi hijo necesita a su padre para que le enseñe las labores y faenas del llano, lo convierta a paso del tiempo en un gran hombre y lo guié por el camino del bien. Juan al escuchar esas palabras, le estremecieron el corazón y bajó el arma lentamente hasta apuntar al suelo, luego Maria lo abrazo. Treinta días después se encontraba Mújica hincado de rodillas sobre la tierra llana con el alma desgarrada y destrozada por la mala jugada del destino pidiéndole a Dios bendito que le salvara su esposa y su hijo el cual estaba a punto de nacer porque le retumbaba en su cerebro aquellas palabras de la anciana partera que le dijo: _ Maria esta muy mal con la experiencia que tengo se lo digo con certeza, se salva ella o se salva el niño, tengo cuarenta años de comadrona parteando es lo que hice en toda mi vida señor. Mújica se hinca más sobre la tierra, inclina la cabeza sobre el suelo pidiéndole nuevamente a Dios y a la Virgen de Coromoto con todas las fuerzas desde el fondo de su alma. Entre sus labios se oía el murmullo en voz muy baja. _Dios mío me regalaste una familia que ya a mis 49 años no la esperaba y luego me la quitas ¿por que Señor? y volvía a tronar entre sus oídos las palabras de la anciana partera, solo uno de los dos se salva, el niño o la madre.

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La partera y una joven que la acompañaban estaba dentro de la casa, ambas puertas estaban cerradas, la joven ayudante corría de un lado a otro hacia la cocina con agua caliente, trapos y esterilizando algunos objetos, mientras que la anciana se limitaba exclusivamente en el parto, con mucha paciencia y serenidad secaba la sudorosa frente de Maria y le dijo: _ Puja con fuerzas, luego le dió una cachetada y le ordenó _ no te duermas mujer, el llanto del bebe se dejó escuchar con fuerzas entre la lejanía después de la palmada que le dio la ayudante y el eco le hacia retumbar su llanto entre las riveras del río y los pájaros del monte parecían que esperaban el momento de llegada, porque hicieron su canto mas fuerte y las alegres guacharacas le regalaban su alborotado y voluminoso canto. La comadrona salió del interior de la casa, avanzó con pasos lentos donde estaba Mújica, aún con las manos manchadas de sangre, el todavía estaba arrodillado con la cabeza inclinada en el suelo, ella se detuvo frente a él, Juan Mújica sentió el peso de la mirada de la partera que lo apuntaba con sus marchitados ojos oscuros lleno de compasión y con su voz cansada le ordeno: _ Levántate hombre en 40 años que tengo de partera jamás me había equivocado pero me contento de eso, nació varón es moreno del color de nuestra misma tierra y es muy sano y fuerte como su padre, gracias a Dios. Pero Mújica todavía seguía de rodillas y nuevamente se dejo escuchar la voz pausada y cansada de la anciana. _ Juana trae él bebe hasta la orilla del río para bañarlo, la muchacha ayundante acató la orden de inmediato, la partera se inclina sobre la arena, mojó su mano derecha con aguas del río y la frotó sobre la piel del bebé, miro al cielo azul despejado de aquella mañana después de un padre nuestro le hizo la cruz en la frente y dijo: _tu madrina será la sabana y tu padrino el caudaloso río Apure que siempre te acompañarán. 38


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Subió la barranca lentamente con el niño en brazos todavía en llantos, se detuvo frente a él, Juan Mújica tragó saliva. Su rostro había enrojecido, sus ojos brillaban de alegría la anciana inclino el bebé hacia él y le ordenó: _Sosténgalo en sus brazos Mújica, _no puedo señora mis manos ordinarias acostumbradas a la piel del tigre y al rústico cuero del caimán, solo lo lastimaría exclamo Mújica. _ Jamás podrías lastimarlo Juan porque este niño es sangre de tu propia sangre, piel de tu propia piel y alma de tu misma alma dijo la vieja comadrona. Él bajó sus ojos pestañeando y después de un largo suspiro lo sostuvo en sus rústicas manos y lo acercó más a él, de pronto el niño detuvo su llanto como si se sintiera más seguro allí y una sonrisa fugaz se dibujo en el rostro de la anciana y de repente él alzó al niño con ambas manos y con aires de alegría dijo: _Se va a llamar como mi abuelo que fue todo un guerrero de batallas en nuestra independencia José Luis Mújica. Un año después Maria estaba amamantando el bebé sentada sobre la enorme canoa aboyada que descansaba sobre unos troncos en el patio de la casa, mientras Mújica daba vueltas en torno a el, pero con su pensamiento lejos. _ ¿Qué piensas tanto Juan? Preguntó Maria. Mújica la miro de lado con las manos atrás y le contesto: _ Pienso aceptar la propuesta que me hizo mi amigo Gustavo. _ ¿Quién es Gustavo y cual es la propuesta?, pregunto Maria arrugando las cejas. _ Gustavo es un llanero de caballo. Riendas de toro bravo, de lanza y mandador, trabajó conmigo en aquellos tiempos 39


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caimaneando pero se apartó para siempre de esa dura y peligrosa faena y se dedico a la ganadería, le ha ido muy bien, la última vez que lo mire me ofreció un puñito de ganado para comenzar.

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CAPITULO V UN ALCARAVÁN DEL CAMINO Cantaban las guacharacas anunciado un nuevo amanecer. Mújica llevaba más de dos horas sobre aquella montura oyendo solamente el golpe del casco de las Patas del caballo que levantaba la tierra y aquel chirrido incesante que hacia la silla con el movimiento del caballo, en este viaje su perro negro cimarrón no lo acompañaba, solo porque lo había amarrado antes de partir. El viaje era muy largo y ya tenia la tarea de cuidar la casa, un alcaraván del camino volaba bajito, como guiándole el camino también se oía el canto de la paraulata en el verde mastrantal, así fueron transcurriendo las horas y llegado el mediodía acompañado por el inclemente sol, el cansancio y la sed lo hicieron detener a orillas de una laguna que estaba a mitad de la sabana reverdecidos y adornados por los lirios blancos que llegaban juntos con las primaveras lloviznas del mes de abril, desensilló su caballo y lo orilló a la laguna para que calmara su sed, después de un refrescante baño colocósuavemente la cabeza sobre la silla que descansaba sobre la hierba después de un largo suspiro, relajó todo su cuerpo y prontamente colocó el sombrero sobre sus ojos para no ser maltratado por los rayos del sol; oyendo el sonido que producían la hierba que trituraba los poderosos dientes del caballo, pero solo fue el canto triste de una soysola que no lo dejo dormir, ensilló de nuevo y volver a tronchar el camino sabanero transcurrieron seis horas cabalgando las llanuras, en seguida llegó el atardecer, el inconfundible olor a caimán y pescado fresco que reconocía con facilidad, le hacían saber que estaba muy cerca del río, los cascos del alanzano ya pisaban los barrancos más altos del paso araucano, al lado derecho una enorme choza, un caney hecho de palma, ya 41


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estaba seco y maltratado por el tiempo y madera vieja que cuando soplaba el viento chirriaba, a la izquierda estaba el caserío. Todas las casas eran de barro y en una de ellas se dejaba ver un fogón de leña ardiendo que humeaba desde la cocina, un hombre estaba sobre la barranca, llevaba encima un pantalón mugriento enrollados hasta la rodilla y lo que quedaba de lo que una vez fué una camisa blanca, estaba sucia y desabotonada abierta de par en par dejando su pecho descubierto, sobre su cabeza, un sombrero de cogollo flecado y botaba las hilachas cuando movía la cabeza, en las manos sostenía un viejo cuatro, pero sonaba clarito cuando charrasqueaba sus cuerdas. El relincho del caballo interrumpió la música, se levantó y se dirigió a donde estaba el jinete aun sosteniendo el cuatro en sus manos le dijo: _ Soy el canoero de aquí, me llamo Esteban Morales en que le puedo ayudar. El gigantesco Mújica se había bajado del caballo, se quitó el pelo de guama, paso la mano por su cabello y después de escupir una mascada de tabaco dijo: _ Me llamo Juan Mújica y me dirijo para un Hato que se llama las Camasas propiedad de Gustavo Salazar, fueron sus palabras con aires cansados, por el largo viaje. _ Yo se donde queda ese hato, esta más allá de la Candelaria en sabanas cunvicheras, pero... y se dejo alcanzar por la negra noche, su caballo también esta cansado, -lleve al animal al jagüey y saque agua para que beba, no lo lleve al río-. Los caimanes son voraces e implacables y no poseen sentimiento alguno, no dudaran en clavarle sus largos y filosos dientes en el cuello de su caballo, enseguida suelte al animal entre ese pequeño potrero de pasto alto cuando termine 42


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lo espero en aquella cabaña donde se mira salir aquel humo desde la cocina-. minutos más tarde terminó de saciarle la sed a su caballo y encerrarlo en el potrero. Se dirigió a la cabaña como el canoero se lo indicó, ya en entre el patio de la casa con los pocos y débiles rayos del sol que quedaba, se dejaba contemplar una vieja mesa de madera cubierta con anchas hojas de topocho y sobre ella había pisillo de chigüire, yuca sancochada y frijoles, acompañadas por una botella llena de ajisero picante que hacia gala en el medio de la mesa. Morales con la boca llena le indicaba con seña que se acercara a la mesa, Juan no lo pensó, destapó la botella llena de picante y lo roció sobre el pisillo de chigüire, luego lo mezcló con los frijoles y comió con desesperación porque llevaba todo el día sin pasar ni un solo bocado. La madre del canoero gritó desde la cocina. _Hijo si quiere le llevo más frijoles, con yuca y un poquito de pisillo. Después de preguntarle a Mújica y este le dijo que no, le contesto aún con la boca llena, _es suficiente amá. Había oscurecido por completo, la anciana llevaba la lámpara a kerosén en una mano y con la otra indicaba que en el viejo caney estaban colgados un chinchorro de moriche y una campechana para Mújica, y ya estaba encendida una bosta seca de ganado para que el humo que saliera de ella espantara la plaga. _Esteban, si usted me sirve de baquiano mañana yo le pagaría los cinco bolívares completos, dijo Juan con aires de esperanzas, el canoero quedo mirándolo largo rato y luego respondió. _ Yo le serviré de baquiano en esas largas travesías cruzando sabanas, montes, lagunas y esteros sin cobrarle ni un solo céntimo. 43


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_ Entonces porque lo haría, pregunto Juan arrugando las cejas desde su campechana. Porque en ese hato esta trabajando de cocinera la que fué mi novia Carmen Maria, quiero recuperarla, aprovecharé este viaje para pedirle que regrese conmigo, he tratado de olvidarla pero sin embargo no le he logrado desde que se marchó vivo triste y desamparado. Recuerdo el día que la conocí aquella tarde de invierno bajo un chubasco llanero, la cubrí con mi manta para que no se mojara, porque la sorprendió el aguacero antes de llegar a su casa, esas misma tarde le entregué un amor puro y sincero, entonces me mata al recordar que mi boca jugueteaba con sus labios, sus ojos y sus mejillas, mientras mis manos acariciaban su cabello mojado. Respondió Esteban entre suspiros con palabras llenas de sentimiento, luego cerró los ojos dejando escapar alguna lágrima. _ Cuando una mujer regresa todas las penas que están dentro del pecho se van, fueron las palabras sinceras de Mújica. _ Si nos vamos con el alba a buen paso llegaremos al “Hato las Camasas” antes de oscurecer fue lo último que dijo Salazar por esa noche antes de cerrar los ojos. Comienza un nuevo amanecer llanero, las frescas brisas mañaneras acariciaban la sabana. Comienzan a bajar las gallinas de las ramas de merey, del mango y el samán, el gallo con su canto le daba la bienvenida a los primeros rayos del sol bandadas de garzas blancas serenas y silenciosas con su majestuoso vuelo cruzaban el cielo llanero, los sorprendió la mañana llano adentro sobre sus cabalgaduras se miraban de lado y de vez en cuando se hablaban y con la llegada del atardecer 44


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pisaban tierras cunavicheras, Esteban lucia su mejor camisa, un pantalón de kaki y unas alpargata nuevas, con pocas palabras y con aires cansados por el largo viaje este le indica a Mújica con la mano que después de esa reja son sabanas que pertenecen a Hato las Camasas, ya estaban frente a la tercera reja la más grande de todas, con matas de cayenas a los lados y sus flores rojas adornaban toda la puerta. Sentían el peso sobre su cabeza de una bácula de pistón que los apuntaba, de pronto se rompió el silencio cuando una voz ronca y ordinaria se dejo escuchar. _ No den un paso más, jamás he fallado un tiro con esta bácula, después de las palabras del centinela, se hizo el silencio, de pronto el cazador se aclara la garganta y luego le contestó. _ Me llamo Juan Mújica, vengo a hablar con Gustavo Salazar. _ ¿Es usted el famoso mata tigre? El que mata los caimanes en el agua con el cuchillo y arpón. _El mismo que usted esta apuntado con esa bácula contesto Mújica. _ No lo creo porque no lleva consigo la poderosa lanza que siempre lo acompaña ni su perro negro como cuentan la leyenda, pero de todas maneras le avisare al patrón. Minutos más tarde estaba el centinela frente al patrón, él venia saliendo desde el despacho llevaba unos libros de contabilidad en las manos. _ Perdóneme patrón allá afuera detrás de la reja hay un hom45


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bre que se hace llamar Juan Mújica y solicita hablar con usted. Dijo el centinela con el sombrero en la mano. _¿Como es él?, pregunto Salazar. _ Es fuerte, alto y de barba, contesto el centinela. _ Hágalo pasar de inmediato, ordeno el patrón. Ya pisaban las piedras talladas y piladas que reposaban bajo la sombra que le proporcionaban las tejas de aquel inmenso y largo corredor, una puerta grande de madera pulida se abrió, Salazar cuando lo miro le estrecho la mano y le dió un fuerte abrazo. Aquel hombre alto delgado y muy bien vestido fue el primero en hablar. _ Mi gran amigo Mújica, que sorpresa, llegaste a tu casa. _Gracias Gustavo, tienes un Hato muy bonito y muy bien organizado exclamo Mújica. Entre peonadas se hizo la confusión intercambiándose preguntas unos con otros pero sin respuesta, de pronto llegó el centinela y les grito en voz alta. _Hagan silencio carajo, si es el propio mata tigre en persona me lo acaba de confirmar el patrón yo también me confundí y dude pero solo porque no lleva con el su poderosa lanza y su perro negro como dice la leyenda. Mientras tanto Esteban a un lado cruzaba la mirada desesperadamente pero no lograba ver la buena moza de carmen Maria. Luego avanzó, unos cuantos pasos y se detuvo frente a una mata de merey, detrás reposaba un jagüey, que manaba agua clarita. Se entretuvo mirándo las flores del jardín, de pronto volteo la mirada y allí estaba Carmen Maria, salió de la nada, lucia un vestido floreado y muy bien peinado su 46


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cabello largo, y negro como el azabache, él trató de hablarle pero un tarugo en la garganta se lo impidió, ella fue la primera en abrir los labios y con palabras claras y secas le preguntó: _ ¿Qué vienes a buscar aquí? _ A ti Carmen Maria, te marchaste de mi lado y no te importó el sufrimiento ni mi dolor por tu partida. Dijo el canoero con palabras entre cortadas. _ Es tarde me enamore de nuevo, ya el caporal de este Hato pidió mi mano y mi madre se la concedió le contestó Maria pero sin mirarle a los ojos. _ Eres perversa y traidora, Carmen Maria, jugaste con cartas marcadas, yo nuca te mentí, sentía un presentimiento, que venia desde el fondo de mi alma, que ya no me querías pero ya comprendí, solo vine porque dentro de tu pecho quedó mi corazón prisionero ninguno te quiere tanto como yo, deseo tenerte para siempre, pero no te guardare rencor. Es signo de cobardía dijo el canoero sollozando, luego le dio la espalda escondiendo sus lágrimas, hasta el viento que soplaba lo lastimaba porque nadie sabia el dolor que llevaba en su corazón clavado. _Sigamos a mi despacho allí, conversaremos mejor, mientras sirven la cena dijo Gustavo, dándole una palmada en el hombro. Una leve sonrisa se dibujó en el rostro de Mújica quien se detuvo frente a la puerta, ya abierta solo para contemplar su decoración, un gran escritorio color caoba reposaba en el medio, detrás del enorme mesón, hacia gala la presencia de un enorme cuadro del libertador Simón Bolívar sobre su majestuoso caballo blanco, que abarcaba casi toda la pared, a la izquierda un cuero de caimán que colgaba hasta llegar al piso, y en la siguiente pared una piel de tigre, avanzaron un par de pasos, luego Gustavo le indica con seña 47


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que tomara asiento; este se sentó despacio, colocó las manos sobre el escritorio después aclaro la garganta, luego un largo suspiro y dijo: _ Vengo por la propuesta que me hiciste aquella mañana, en San Fernando con respecto al puñito de ganado que me ofreciste para comenzar una nueva vida. Salazar se quitó el sombrero y lo colocó sobre la mesa, luego enciende un cigarro y se lo llevo a la boca y después de soltar el humo del cigarrillo preguntó: _ ¿Y que te hizo cambiar de idea, hasta donde yo se no querías salir de las peligrosas aguas del caudaloso Apure dentro de aquella canoa?. _ Fue la llegada inesperada de un hijo en mi vida, y es mi deber como padre de proporcionarle una vida menos peligrosa y brindarle un futuro mejor. La conversación fue interrumpida por la llegada de una tercera persona, era una mujer, llevaba una pañoleta blanca cubriendo su cabello castaño, lucia una falda larga, con una hilera de botones a lo largo que le llegaba hasta los pies, una camisa de cuadros enrollada hasta los codos y con un mandador en mano simplemente pregunto: _ Permiso interrumpo? _ No interrumpes mi amor, adelante y toma asiento permíteme presentarte a mi gran amigo, Juan Mújica. Dijo Gustavo con una sonrisa en sus labios. Juan se levantó de la silla y estrechó la mano femenina con gentileza, luego un silencio fugaz se hizo en la habitación, de pronto la hermosa mujer se aclara la garganta y le preguntó: _ Usted es el mismo hombre cazador de caimanes y mata tigre que pregona la gente, porque algunos dicen que existen y otros alegan que es solo una leyenda. _ Es un trabajo digno como cualquier otro, solo que algunas personas exageran, contestó el cazador con una gran serenidad. _ Y que le trae por aquí en estas inmensas sabanas cunavicheras? pregunto ella: 48


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_ Vine a visitar a mi amigo como se lo prometí y aprovechare el viaje para comprarle un rebaño de ganado llevo conmigo 25.000 Bolívares disponible. Fueron las palabras de Juan apuntándolas con sus negros ojos, ella avanzó dos pasos luego pasó la mano derecha sobre el cabello de Gustavo, luego le regala una breve caricia en la mejilla y después de un largo suspiro dijo: _ Discúlpeme por no haberle dicho mi nombre, me llamo Ángela Castillo de Salazar, y quisiera saber si es cierta la historia que Gustavo relato frente a la peonada, cuando una madrugada adornada de luceros con la luna clara la canoa se voltio por exceso de carga luego un enorme caimán cargado de una furia implacable atacó a mi esposo cuando estaba en el agua indefenso, usted se lanzó sobre el caimán con su cuchillo apretado entre los dientes y el arpón en la mano, el que inmediatamente clavó con todas sus fuerzas en medio de los ojos del caimán, luego el cuchillo que tenia en la boca, lo penetra muchas veces en el estomago del animal antes que destrozara las piernas de Gustavo con sus largos y filosos colmillos. Entonces las aguas se tiñeron de rojo y caribes capa burros salían por donde quiera destrozando todo lo que se interponía a su paso con sus mortales dientes? Entonces vencido por el cansancio y el dolor de la pierna herida por los colmillos del caimán, le dijo _ sálvate tu Mújica ya no puedo llegar a la orilla y usted le respondió _no Gustavo estamos juntos y llegaremos a la orilla y no pienso dejarlo solo. El perro ya había llegado a tierra y desde allí ladraba con gran desesperación. ¿Es cierta esa historia señor Mújica? _ Si es cierta, jamás lo hubiera dejado solo, aún pagando con mi propia vida exclamo Juan. _ Entonces puede llevarse 500 reses mansas de mi parte para su fundación y regresará con sus 25.000 Bolívares de nuevo. Es un obsequio de mi parte dijo Ángela.

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_ No puedo aceptarlo le salvé la vida a mi amigo sin ningún interés y además era mi deber, fueron las palabras de Mújica después de enderezarse el sombrero. _ No le lleve la contraria a mi esposa la palabra de esa mujer es un documento firmado y sellado lo que ella dice es hecho y con los primeros rayos del sol usted se marchará con el ganado para su fundación incluyendo algunos peones que le prestamos, dijo Gustavo después de soltar el humo del cigarrillo.

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CAPITULO VI UN REGALO DEL DESTINO Ninoska ya cumplió los nueve meses de embarazo y la partera se encontraba allí al lado de ella con un abanico tejido de moriche, esperando el momento, los dolores de parto la hacían gritar desesperadamente y con respiración agitada anunciaba la llegada, mientras Nicasio Tovar esperaba en el patio tambaleándose hacia los lados con una botella de Ron en la mano, después de un largo trago coloca la botella sobre una rustica mesa para que descansara allí, luego se dió un golpe en el pecho y dijo: _ Mi hijo tiene que ser varón y negro como su padre. Nicasio se sintió borracho pero aun así comprendió que debía mantenerse despierto luego contuvo el aliento por un largo rato después de escuchar el llanto del bebé, luego la partera lavó la niña y la colocó al lado de su madre, salió del interior de la casa y se acercó hacia una campechana donde se había recostado Nicasio, él contuvo la respiración mientras esperaba la respuesta de la partera y su boca se abrió solo para decirle: _ Es una hermosa niña rubia. Nicasio se levantó de la campechana, de su boca manaba veneno como el de una cascabel y gritó furioso con una mirada centellante. _ ¡Maldita sea! yo solo quería que naciera macho, como yo, ni siquiera lleva mi color. Alzó la botella y la dejo caer estrellándose contra el suelo expandiendo partículas de vidrios por todas partes y se aleja de allí a paso ligero, luego le coloca la silla su caballo moro y ya con los pies en los estribos hizo sonar el látigo contra la piel del animal marchándose como la lanza que corta la brisa. 51


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El rocío mañanero mojaba las patas del rebaño de ganado y de los caballos que lo arreaban. Los gritos de los llaneros cruzaban la llanura y el eco lo hacia vibrar otra vez, solamente llevando en el estomago el cafecito madrugador, el viento helado que soplaba acariciando las sabanas les llegaba hasta los huesos, la mañana estaba completamente nublada y los relámpagos y truenos anunciaban la llegada de un tormentoso aguacero, el chubasco cayó casi de inmediato Mújica mojo sus labios con el licor que llevaba en la botella para entrar en calor, Juan miro de lado a su nuevo amigo el canoero y le pasó la botella, porque se conmovió al ver que sus ojos reflejaban mucha tristeza. Esteban lo miro de lado y dijo: _ No son lagrimas son gotas de lluvias que corren por mis mejillas. Juan comprendió la tristeza que invadía el alma de su amigo y desvió la conversación: _ Aceptaras la propuesta que te hice, la crianza de ganado es una faena dura, pero a la larga ganará muchos beneficios. Dijo Mújica mientras las patas de su caballo batían el barro de aquellos caminos sabaneros. El llanero que guiaba la manada alzó la mano y grito con alta voz: _ Deténgase, alto allí, los gritos se expandían en la lejanía, el ganado se detuvo justamente a orilla de la laguna que estaba a mitad de las sabanas. _ Tenemos que pasar por el paso del caimán porque esa es la parte más baja de la laguna, hay que tener mucho cuidado con las madres de agua puede atacar a uno de los becerros y un caimán que está cebado de aquellos barrancos. Fueron las palabras del jinete que guiaba la manada, relampagueó de nuevo, luego el trueno estremeció la sabana y el fuerte aguacero, se hizo más fuerte. Esteban Morales buscó 52


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refugio bajo un inmenso coco e mono que reposaba a orillas de la laguna para protegerse un poco del inclemente aguacero, de pronto una silueta se dejo contemplar entre la lluvia. _ Un jinete se acerca, gritó uno de los llaneros, tengan cuidado puede ser de los cuatreros que quieren robarse el rebaño de ganado, exclamó uno de los viajeros, señalando hacia el oeste, Mújica lo apuntó con el revolver, luego se dejó identificar el bulto. _ No dispare señor Mújica es Carmen Maria que viene en una mula andona, gritó el guía en alta voz después de escupir el chimó que llevaba en la boca. _ Ese maldito guayabo me hace ver a esa mujer en todas partes, dijo entre los dientes. _ Esta vez tu mirada no traiciona, por que es ella la que se acerca, fueron las palabras de Juan mientras dejaba el arma. _ ¿Qué diablos haces tu aquí?, dijo Morales mientras las lagrimas de rabia y la lluvia enturbiaron su visión. Carmen Maria tragó el nudo que tenia en la garganta y le contestó: _ Las palabras que le dije ayer no salieron del fondo de mi corazón solamente fingí por que mi madre me obligó, ella dice que contigo no tengo ningún futuro, que solo tienes una canoa vieja que cuando la echas a el río bota los pedazos y que ya ninguno de los pasajeros se suben por que temen que se hunda, y un cuatro viejo que ya las cuerdas se les despegaron, dijo Carmen Maria temblando por el frio mientras lo miraba con sus ojos llenos de lagrimas, el canoero contuvo el aliento mientras un escalofrió recorría su cuerpo.

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Esteban vio la preocupación que había en los ojos de ella. _No podría vivir sin ti Carmen Maria, dijo el canoero en tono totalmente relajado, como si la presencia de ella no lo afectara, Carmen se sintió mareada y comprendió que habia estado conteniendo el aliento mientras esperaba la repuesta de Morales, entonces sus ojos detallaron el llanto. _ No me importa lo que diga mi madre, la misma tierra me enseñó a defenderme con un anzuelo amarrado de un corto naylon, puedo pescar, y con la lanza bien entaloná puedo atravesar un baquiro o un chiguire en la barranca, y si me dan una escopeta vieja de pistón puedo tirar un venado en carrera, todo lo que aprendí se lo debo a el llano, que aunque muy lejos me vaya nunca lo olvidare. Dijo ella todavía sobre la mula, Morales se bajó del caballo se acercó a ella, acarició por un par de segundos las heladas manos de Carmen Maria, sus ojos estallaron en llanto, sus labios morados maltratados por el frió no dijeron nada solo temblaban, luego Esteban la bajó de su montura sujetándola todavía en sus brazos besó sus labios para que entrara en calor y recobrara su propio color, los ojos de la peonada se clavaron en ellos parpadeantes de curiosidad. Atravesaron la laguna sin dificultad Morales llevaba a Carmen Maria en ancas y la mula arrabiatada de su caballo, los gritos de los llaneros estremecían la sabana y el sonido del látigo que castigaba los caballos que se atascaban en el pantano, la lluvia incesante descargaba su furia entre relámpagos y truenos y se perdieron en la lejanía en aquella negra mañana de invierno. Había transcurrido un año de duro trabajo, la fundación fue creciendo al compás del tiempo con su caballeriza y entre el corral escuchándose cada mañana.

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El canto del ordeñador, Juan Mújica guindó de dos samanes que estaban en la entrada de una tabla bien tallada con unas letras hechas de mecates grueso y clavadas en la tabla que decía “Bienvenidos a la Finca El caimán.” Dos años después, en una mañana soleada y un cielo radiante y despejado, las flores silvestres percibían los rayos solares a plenitud. La garza blanca con su vuelo silencioso cruzaba el cielo infinito y a lo lejos mucho mas alto apenas se miraba el zamuro con su majestuoso vuelo y sus alas abiertas acariciadas por el viento, mientras abajo a orillas del caño una bandada de gallitos laguneros revolvían las aguas destrozando la flor de bora que descansaba allí, en la distancia se dejaba contemplar el techo de palma que reposaban sobre los horcones de madera en aquel ranchito llanero, en el interior se encontraba Ninoska en la cocina frente al fogón de leña cocinando un venado mezclado con arroz, aliñado con ají y cilantro de monte, arrugando sus ojos por el humo del fogón, removía la comida con una paleta de madera rustica soportando el calor y el vapor que quemaban su cara la niña estaba muy cerca de allí sentada sobre el suelo desnuda jugueteando en la tierra con su carita mugrienta y su cabello despeinado pero con una sonrisa inocente en sus labios, Tovar venia llegando de la sabana, se bajó del caballo luego escupió el chimó que llevaba en la boca, enderezó su sombrero viejo de cogollo avanzó con pasos lentos y silenciosos hacia la casa entro a la cocina pasó la mano sobre la espalda de Ninoska, luego pasa su rostro barbudo sobre su mejilla, Ninoska sintió como si un caimán acariciara su rostro parecía que tenia un cataclismo dentro de su corazón, el impregnante olor a licor y la boca de Tovar estilando chimó la hizo retroceder repentinamente.

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_ Bésame Ninoska, cúmpleme, eres mi mujer, gritó él. _ Jamás volveré a besarte en esta vida Tovar dijo Ninoska con ojos de cascabel. Un volcán en erupción estalló en el corazón de Tovar con mirada centellante, y una idea cruzó por su cerebro, una irónica y fugáz sonrisa se dibujó en su boca, levantó la mano derecha y la dejo caer con todas sus fuerzas contra el delicado rostro de la morena, su cuerpo se desplomó y rodó varias vueltas hasta chocar con la pared de barro, enseguida ella viró la mirada, todavía desde el suelo su boca destilaba sangre y las lágrimas que manaban de sus ojos café se mezclaban con la sangre cuando llegaba hasta su boca, la niña rompió en llanto, su respiración agitada y en su mirada se reflejaba una mezcla de miedo y ternura, mientras que de la boca de Nicasio salía un manantial de maldiciones. Luego el avanzó a paso ligero hacia la puerta del cuarto, Ninoska sabia perfectamente lo que iba a buscar, intentó levantarse del suelo pero sintió que su fuerza la abandonaba, pero en el segundo intento lo logró, se limpio la sangre que destilaba de su boca, rápidamente levanto la niña del suelo, la sujeto en sus brazos sintiendo un infinito odio en el pecho sin voltear la mirada, se alejaba de la casa a paso ligero en aquellos segundos Ninoska comprendió que Tovar era el hombre amargado y capaz de matar, que no creía en el dolor por lo que acababan de ver sus ojos y pensó que se había librado de muchas complicaciones, pero no fue así, porque escuchó la malévola carcajada de Tovar mientras cargaba la bácula, Ninoska cayó sobre la tierra nunca había sentido tan débiles sus rodillas, sin soltar la niña se levanto de nuevo, ya Tovar la apuntaba con la morocha, ella se puso ligeramente angustiada y su corazón latió más de prisa, había llegado a la orilla del río y trató de desatar la canoa pero sus manos temblorosas no lo lograban, su desesperación crecía al compás que los segundos avanza 56


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ban, por fin logra desatar la canoa y un punta pies sirvió para despegarse de la orilla y el primer disparo de la bácula tronó destrozando la proa de la canoa. Ninoska canaleteaba con todas sus fuerzas, sabia perfectamente que de eso dependía su vida y la de su pequeña hija; tronó por segunda vez la bácula pero los perdigones se desvanecían en la nada porque ya la canoa estaba lejos río abajo sin dejar de canaletear; Ninoska con la respiración agitada y la mirada perdida pensando que su vida ya no era vida y se caía en un abismo sin fondo, quedando dentro de su pecho una nostalgia infinita por su destino, con una crueldad implacable que se apoderaba completamente de ella sin compasión, de pronto detiene el canalete y lo hecha en el fondo de la canoa, luego un largo suspiro se apodero de ella se estrujo sus turbios ojos y abrazo a su pequeña hija con todas sus fuerzas dejando que las turbulentas aguas arrastraran la curiara. Río abajo, transcurrieron varias horas hasta que la pequeña canoa se tranbucó a la orilla del barranco cerca del Paso Real de San Fernando. Ninoska abandono la canoa ya en tierra dejó que las corrientes del río se la llevaran pero no se quedó para contemplarla, el ladrido de los perros detuvieron su paso y una voz cansada se dejo escuchar en la oscuridad: _ ¿Quién anda allí? _ Soy yo Doña Juana. Un solo látigo sobre la piel de uno de los perros fue suficiente para hacerlos callar, Doña Juana todavía con el látigo en la mano dijo: _Adelante hija los perros no la van a morder no veo casi de noche por eso no la reconocí.

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Ninoska se quedo mirándola largo rato y luego dijo: _ ¿Cómo sigue Don Ramón? _ El ya se curó, mueve las piernas y su mano izquierda a la perfección la parálisis que tenia desapareció. Dios quiera que sea para siempre, arrime a la mesa para que pruebe bocado tenemos carne salpresa con arroz y topocho verde sancochado, de todas manera no tarda Ramón anda tras una novilla balsina que se salió del potrero esta mañana, fueron las palabras de la anciana mientras servia la comida, colocó el plato sobre la mesa y dijo: _ Acueste la niña en un chinchorro de moriche con esta criatura dormida en sus brazos no podrá comer, pero cuando despierte la alimenta. Exclamó la anciana señalándola con el dedo, un silencio se adueñó del lugar y pasaron varios minutos reinando la misma paz, de pronto el ladrido de los perros rompió la paz y el silencio, reconociendo a su amo y dejaron de ladrar moviendo la cola de lado a lado, a paso lento se deja escuchar los cascos del caballo al chocar con la tierra, se bajó del alazano, lo desensilla, le quita la rienda y le dio sabana, luego se lleva la silla al hombro y avanza hacia la casa. _ Buenas noches Don Ramón dijo Ninoska desde la mesa después de terminar su último bocado, este no le contestó, la miró. Con ojos de mapanare, luego avanzó despacio, colocó la silla sobre el burro de madera y gritó. _ ¿Qué hace esta mujer en mi casa? _ Que pasa Ramón te has vuelto loco Ella es Ninoska esa muchacha la vimos crecer y sus padres que en paz descansen se criaron junto conmigo sino hubieran fallecido en aquella 58


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tragedia cuando se volteo la canoa en el medio del río Orinoco esta niña no estuviera pasando por esto, exclamó Doña Juana, con voz alta empuñando la mano derecha. _ Yo se perfectamente quien es ella, la zorra que traicionó a mi compadre Tovar que es para mi como si fuera mi hermano de sangre, la prueba latente es esa niña rubia y mi compadre es más negro que el mismo azabache, por esta noche se puede quedar aquí solo por la criatura que ya esta dormida pero mañana con los primeros rayos del sol se larga de mi casa para siempre a divagar por la polvorientas calles de San Fernando, dijo Don Ramón en voz lo suficientemente alta como para que retumbara en toda la casa. _ No tienes corazón Ramón ya veras que el mismo Dios te puede castigar algún día por lo que le has hecho a esta niña, exclamo Doña Juana colocando su mano en el pecho. Un mes después Ninoska cansada de divagar calle arriba calle abajo, se sentó sobre un tronco seco que reposaba allí; echo su mirada hacia el río, el viento estaba quieto, la banda de escandalosos pericos mastranteros devoraban los mangos que guindaban de las ramas, el inquieto arrendajo que permanecía en una rama seca de la copa de un uvero movía su cabeza de lado a lado como presenciando algo, y una gaviota que volaba sin rumbo cruzando el cielo azul como pregonando al viento, de pronto un tormentoso sonido estremeció la sabana, como un trueno interminable, ya que dejaba contemplar apenas las chimeneas del Barco de vapor propulsado por grandes chapaletas, el humo negro que salía desde las chimeneas del barco cubrían el cielo como un manto negro que se desvanecía lentamente despareciendo por completo en la verde inmensidad, luego el sonido se hizo tan fuerte que retumbaba en los oídos y llegaba hasta los huesos, la banda de pericos mastranteros emprendieron 59


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su huida chocando sus alas entre si desesperados y asustados sin saber hacia donde dirigirse, la gaviota que volaba sin rumbo se perdió en la lejanía, el arrendajo que descansaba en la rama seca del uvero se impulsó y abrió sus alas para emprender su vuelo, de pronto la rama seca se despegó y cayó lentamente hasta llegar al suelo donde descansaban las inertes hojas secas, el arrendajo ya volaba lejos luchando contra el viento y huyéndole al tormentoso sonido que retumbaba en su cerebro, el barco ya había llegado al puerto del “Palacio de los Barbaritos”, abrieron las compuertas del vapor, de la puerta grande salían cajas de maderas llenas de mercancías para los comerciantes mientras que en la puerta pequeña comienzan a bajar los pasajeros, el primero en pisar las escaleras fue el General Domínguez, sujetando en su mano derecha un bastón de madera muy bien tallado a mano con el mango de oro, atrás lo seguía un hombre de 30 años de edad y llevaba entre sus brazos los Libros de Leyes, las muchachas muy bien adornadas con rosas en la cabeza y largos vestidos floreados, se agrupaban para contemplar la llegada de los pasajeros por si acaso bajaba algún hombre apuesto que les llamara la atención, los rostro de las jóvenes expresaban claramente una mezcla de sorpresa, comenzaban los comentarios, se miraban a los ojos sin pestañear moviendo la cabeza hacia los lados y sus pupilas se engrandecieron al ver que bajaba un hombre rubio elegantemente vestido, con un traje de color avellana y un sombrero pequeño del mismo color y la cadena gruesa de oro que colgaba en su pecho brillaba como el sol, bajó las escaleras lentamente, echo una mirada hacia las muchachas, se quito el sombrero agacho la cabeza y solamente les dijo: _ Buenos días jóvenes. Sus corazones latieron más deprisa, y con respiración entre cortada respondieron: _Buenos días señor.

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No era fácil contestar, era un tipo de hombre del que cualquier mujer con sangre en las venas se podría enamorar, luego el avanzó con pasos lentos, abrió mucho los ojos fingiendo que no buscaba nada especial, algo que era lejos de sentir, siguió avanzando siguió sus propios instintos, entonces la miró, estaba allí sentada sobre un tronco seco sola triste y abandonada las pupilas de sus ojos estaban a punto de estallar en llanto clavándole la mirada sin parpadear, luego se inclina frente a ella, toma la niña y la cobija en sus brazos después de darle un beso en la mejilla acariciando su cabello preguntó: _ ¿Porqué la niña llevaba el color de mi piel y el color de su pelo, también sin duda lleva mis propios ojos? Ninoska se estremeció ligeramente, sus defensas se caían en un abismo sin fondo, no fue capaz de decir una sola palabra, él se acercó lentamente, ella quiso decir algo pero un nudo en la garganta se lo impidió, luego se acerco aun más hasta llegar a sentir el latir de su agitado corazón poco a poco el espacio se hacia más pequeño hasta llegar a sentir su propio aliento, ella intentó de nuevo decirle algo pero no pudo solo tartamudeó paralizada con la vista fija en él, había un cataclismo dentro de su corazón entonces la besó, Ninoska se ruborizo, sintió que su tristeza se evaporaba al instante y una inundación de llanto se desbordó alrededor de sus ojos, él despego la boca de sus dulces labios solo para secar su llanto con un pañuelo blanco que había extraído segundos antes de su bolsillo, un suspiro largo se apodero de él luego una lágrima se escapo de sus ojos azules y comprendió que podía llorar por esa mujer, a pesar de ser muy hombre, sabiendo que había sido un insolente y arrogante tratándose de mujeres pero esta vez fue vencido, sólo porque esa llanera lo apuntó con esos ojos color café dejando definitivamente su corazón fuera de combate, comprendió que había podido tener todas las mujeres del mundo arrodilladas a sus pies por los encantos varoniles que la naturaleza le había brindado pero hoy estaba inclinado frente a esa morena con el co 61


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razón en la mano entregándoselo para siempre, las jóvenes que estaban agrupadas en el puerto los miraban con ojos de culebra brava y comentaban en alta voz: _ ¿Qué le vera a esa mugrienta? Sabiendo que nosotras llevamos puestos vestidos nuevos de reconocidas marcas, mientras solo ella lleva puesto un vestido viejo, roto y sucio hasta pasado de moda. El hombre que llevaba los Libros de Leyes del Gobernador Domínguez, estaba muy cerca de allí y logró escuchar el comentario, las miró de frente se quito su elegante sombrero, inclino la cabeza y dijo: _ Están totalmente equivocadas señoritas ese hombre sabe perfectamente lo que hace solo con una totuma y un poquito de agua y un pedacito de jabón, si lo frota sobre la cara de esa morena entonces podrán descubrir el rostro más lindo de toda la llanura inmensa. Luego les esquivó una sonrisa fugaz y se alejó de allí. Javier fue el primero en levantarse, todavía sostenía la niña con el brazo izquierdo mientras que con la mano derecha levantaba a Ninoska y sin quitarle la mirada le dijo: _Te compraré la casa más linda que haya por esta región y emprenderemos una vida nueva y seremos felices los tres para siempre.

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CAPITULO VII COMO VUELO DE GAVIOTAS Las brisas mañaneras jugaban con las palmeras, acariciándose una con otras, mientras el cardenal y el cristofué cruzaban su canto sobre la rama del Araguaney. La batea que descansaba sobre dos gruesas horquetas clavadas a orilla del río, estaba llena de ropa sucia Maria la golpeaba, castigándola incesantemente con una pesada maceta, sin clemencia ni compasión partículas de espuma de jabón de la tierra se expandían a su alrededor, pero ella cerraba los ojos para que las espumas no penetraran en sus pupilas. De pronto una voz femenina interrumpe, luego el viento soplo más fuerte llevándose con el las partículas que quedaban alrededor de la batea: _¿Buenos días comadre como estas? _ Bien comadre Juanita, baja del barranco para que me ayudes a subir esta ropa y llevarla hacia aquella cuerda donde los rayos del sol castigan sin compasión. ¿Por qué estas tan sola comadre? Preguntó Juanita mientras bajaba. _ Juan y la peonada están trabajando en la línea divisora y comprenderás que es un trabajo muy duro. _ Y donde esta José Luis pregunto Juanita. _ Allí esta en el patio sentado sobre el suelo jugando con tierra y un caballito de madera que le hizo su papá. 63


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_ Dijo Maria señalando con el dedo. Y quien lo cuida?. _ Exclamó juanita arrugando las cejas. Lo cuida Cigarrón _contestó Maria. ¡El perro negro _gritó Juana con ojos sorprendentes! Maria miro directamente a la joven y radiante rostro femenino, deseando poder leer sus pensamientos, efectivamente el perro estaba allí muy cerca del niño cuidándolo celosamente era como su propia sombra no lo dejaba solo ni un momento. La llegada del niño había cambiado su vida completamente, porque después de pelear con tigres y otras fieras salvajes, ahora solo le quedaba cuidar un niño, pero cumplía con su nueva labor a cabalidad, cuando Luis se acercaba al río lo hacia regresar con su hocico y cuando se acercaba al monte lo alejaba de allí fuera del peligro. Una sonrisa inocente se dibujaba en el rostro del niño luego una risa más grande se dejó escapar entonces él se levanto del suelo y dio varios pasos hacia la orilla del monte, las orejas del perro se pusieron en alerta, el niño siguió avanzando, de pronto una cascabel salió de los matorrales y se lanzo sobre el niño, las patas del perro se despegaron de la tierra que pisaban, al saltar sobre la culebra, la cascabel estaba ya en el aire a pocos centímetros del niño, pero no llegó porque los filosos colmillos del perro se clavaron en la cabeza de la culebra, entonces los dos animales cayeron a tierra, el niño estalló en llanto y la polvareda se levantó a su alrededor, Maria subía al barranco con el corazón en la boca, se cortó su respiración, su piel cambió de color, su largo cabello negro como la noche sin luna volaba como el viento, un filoso ma64


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chete que descansaba sobre la mesa ya había sido empuñado por su mano derecha, la perdida de un solo segundo podría ser letal porque Corría peligro la vida del pequeño él estaba demasiado cerca de allí la culebra se enrolló en el cuello del perro dejándolo casi sin respiración y Cimarrón suelta la cabeza de la cascabel, y esta logra rastrillar los colmillos entre las paras del perro logrando hacerle una gran herida. Rápidamente la culebra levanta la cabeza luciendo su filoso y venenoso colmillos para atacar nuevamente con mucha certeza, pero no lo logro, porque el filoso machete silbó cortando hasta la misma brisa que se le interponía a su paso despegó la cabeza de la culebra, esta salto por loa aires, luego se desplomó y cayo a tierra rodando varios metros. El niño lloraba sin cesar Maria se agacha y lo abraza, el perro esta allí en el medio del niño y lo que quedaba de la culebra, el perro estaba inerte desangrándose en el suelo, pero había cumplido su labor a cabalidad su mirada estaba hundida en un abismo pero había salvado la vida del niño y eso era su gran consuelo, los ojos negros de Maria estaban hundidos en su propio llanto, se llevó unos segundo recuperar el control de su cuerpo y poder moverse se paso la mano por los ojos para aclarar su visión y aun con la respiración acelerada sigue acariciando al niño convencida que a José Luis no le había pasado absolutamente nada lo deja en brazos de Juanita y se agacha de nuevo abraza al perro, lo levanta y lo lleva hasta la mesa, pasa un filoso cuchillo sobre la herida del animal y luego atrae con su propia boca y luego escupe el veneno. _ Que haces comadre estas loca es solo un perro _ dijo Juanita con el niño en los brazos. _ No vuelvas a decir eso más nuca en mi casa, este perro que vez aquí es como mi segundo hijo y es como si llevara mi propia sangre, ha salvado la vida de su amo muchas veces salvó la mía y la de mi propio hijo ahora me toca a mi sal65


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varle su vida _ gritó Maria con aires desesperados, entonces escupió de nuevo con fuerzas, paso la mano para limpiarse y luego con hiervas cocinadas cierra la herida. El rechinar de las ruedas de la carreta donde horas atrás estaba cargada de madera cortada con filosas hachas y luego clavadas en las líneas divisoras. En las cercas ahora solo llevaba peones cansados escurriendo las últimas gotas de agua que quedaban en sus totumas y las herramientas en algún rincón saltaban con el movimiento de la carreta al chocar las ruedas con los huecos que reposaban sobre aquella desolada carretera, las cadenas que sujetaba la carreta dejaron de sonar cuando la mula se detuvo frente a la puerta de largas trancas. _ Por fin llegamos _ gritó uno de los peones mientras bajaba de la carreta para abrir la puerta. Juan Mújica fue el primero en pasar sobre su montura mientras Esteban lo seguía sobre su Rucio Moro y luego la carreta llena de peones. _ Buenos días dijo _ Mújica sin bajarse del caballo, de pronto una nostalgia infinita invadió su corazón porque presentía en el ambiente una posible desgracia y hasta el viento que soplaba se lo confirmaba y entonces pensó desde sus adentros ¿donde estará Cigarrón? Que siempre viene a recibirme mucho más allá de la puerta de trancas, de nuevo vuelve a pensar, pero esta vez en alta voz, donde esta Maria que siempre presencia mi llegada desde la puerta de la casa y suelta al niño para que llegue caminando hasta mis pies y esta vez solo un silencio infinito invadía el lugar y luego un escalofrió fugaz se adueño de su cuerpo, entonces bajó del caballo las pupilas de sus brillaban más y en un constante movimiento de lado y lado sin parpadearse acercó hasta el interior de la casa, allí estaba Maria acostada en una hamaca 66


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blanca con el niño sobre su pecho, entonces ella apuntándolo con sus negros ojos sollozando le dijo: _ Allí esta Cigarrón sobre la mesa grande fue una cascabel a José Luis no le pasó absolutamente nada solo esta dormido, el perro lo salvó a costa de su propia vida _ Juan se agacho solo para darle un beso al niño y una leve caricia sobre las mejillas de Maria y luego se retira de allí paso ligero con el corazón casi desgarrándose del pecho, se acercó donde estaba el perro, se quedó mirándolo por unos segundos quiso abrazarlo pero su cuerpo se le paralizo por completo. _ Se esta recuperando señor Juan, las hierbas son medicinas muy efectivas si se saben utilizar – fueron las palabras de Juanita acercándose a él por la espalda de pronto se hizo el silencio y Mújica trataba de recuperar su propio aliento y después de un largo suspiro dijo: _Pensé que hasta hoy me acompañabas pero no fue así, para mi no es solamente un simple perro es como si fuera mi propio hermano me ha acompañado por varios años por esos largos caminos de la vida esquivando el peligro y espero que me acompañe otros largas años más para cumplir esta otra tarea que nos ha asignado Dios que José Luis crezca sanamente y luego se convierta en un hombre de bien. Dos años después... Las sabanas reverdecían con los primeros chubascos dándole la despedida al inclemente verano que la habían maltratado tanto. Trascurrían las primeras horas de aquella mañana del 22 de Mayo de 1932 cuando Juan Mújica aceitaba su negro revolver, sentado sobre un viejo taburete, tararendo un paisaje triste, de pronto fue interrumpido una voz femenina que provenía de su espalda, Juan le dio el frente y luego preguntó: _ Que pasa Maria porque llevas al niño tan arropado en tus 67


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brazos _ luego se hizo el silencio, porque un nudo en la garganta le impidió contestar y después que una lágrima recorrió lo largo de sus mejillas, respiró hondo y dijo: _ A José Luis no se le quita la fiebre, ya lleva tres días enfermo, mis hierbas ni le han hecho nada, lo mejor es llevarlo al medico del pueblo _ Juan Mújica no dijo nada, se llevó el revolver a la cintura y luego echó la canoa al río dispuesto a zarpar de inmediato, río arriba en la enorme canoa sobre el Apure a canalete y palanca transcurrieron las angustiosas horas, el niño todavía con fiebre, la madre lo arropaba con una manta azul sosteniéndolo en sus brazos, mientras su padre seguía canaleteando, viajaron toda la tarde hasta que por fin llegaron a San Fernando, ya con el sol de los venados, Juan sujetaba la canoa con una raíz gruesa de un samán que descansaba allí, luego sostuvo a José Luis en sus brazos mientras Maria subía el barranco. Minutos más tardes ya caminaban las húmedas y desoladas calles de San Fernando esquivando algunos pozos llenos de agua que habían dejado el aguacero del día anterior. La puerta grande de madera pulida muy bien tallada a mano del dispensario, estaba abierta, una señora mayor con grandes y ordinarios lentes de aumento estaba sentada al frente de un escritorio de color gris al mirarlos llegar les pidió que pasaran adelante y les quiso decir con señas que cuando se trataba de niños el medico no lo hacia esperar, el Doctor examinó muy detalladamente al niño después de pensarlo y meditarlo preguntó: _ ¿Ustedes viven en el pueblo? _ No Doctor vivimos cerca de un vecindario llamado las garzas. _ Respondió Maria. _ deben quedarse aquí por un par de días para suministrarle algunos medicamentos para atacar la infección desde la raíz y 68


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deben regresar mañana en las primeras horas del día _ exclamó el doctor entregándole el niño en los brazos de su madre. El sol mañanero calentaba al compás que el tiempo avanza, Maria le comentaba a Juan que el medico le había dicho que el niño tenia un semblante mejor y que el día de hoy la fiebre había bajado casi por completo, mientras caminaba por la calle principal dirigiéndose hacia la plaza dándole la espalda al dispensario, alejándose de allí lentamente. _ Compramos algunas provisiones entre ellas pólvora y municiones porque unos venados están cebados en el conuco sin contar, los picures que me azotaron el frijolar y la bandada de pericos que me tienen arrasado el maizal, con un par de disparos los puedo espantar por un rato, luego comeremos algo y después partiremos de inmediato, porque quiero llegar a la casa antes de anochecer _ fueron las palabras de Mújica después de escupir la mascada de chimò que llevaba en la boca mientras sujetaba en la mano derecha una pequeña busaca hecha de trapo bordada por los lados donde llevaban los frascos llenos de remedio que les había facilitado el Doctor. Al final de la última cuadra de la segunda calle a vuelta de la esquina se dejo contemplar la plaza. Había mucho movimiento, los vendedores alrededor de la misma gritaban en alta voz ofreciendo sus mercancías y algunos curiosos que estaban cerca aprovechando la sombra del Masaguaro, Merecure, Samán y el Acasio y otros árboles que rodeaban la plaza. Al lado izquierdo de la misma estaba una casa grande que abarcaba casi una cuadra, su techo de palma real, horcones bien tallados y largas guafas amarradas con bejuquillo, esas eran las paredes no llevaban barro para que circulara el aire, allá se escuchaba el arpa, jinetes propietarios de algunos hatos, alardosos de haber vendido bien un rebaño de ganado, amarraban sus monturas frente a la casa grande 69


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donde al compás de las cuerdas del arpa, cuatro y las traviesas maracas, parejas bailando repicando el zapateo, algunos pagaban con monedas de oro el dorado vino de Francia que se empinaban a pico de botella o algún wiski ó champaña traídos en barco a vapor, que llegaban del viejo continente y hasta los mismos caleteros que bajaban las provisiones de los barcos también tenían derecho de echarse sus traguitos de vez en cuando, en el medio del patio de la casa estaba una gran mesa cubierta por largos verdes manteles de plátanos y sobre ellas abundaban la carne asada, los bollos de maíz y la inesperable guasacaca, mientras que en una esquina, la carne en vara se asaba sobre la ardiente fogata. Mújica le comentó a Maria que entraran solo un momento para probar un bocado de carne con la gustosa guasacaca y dos tragos de Ron nada más para luego marcharse porque la casa quedaba muy lejos y auque el niño este mejor no quería que lo alcanzara la noche canaleteado porque la brisas fría que venían de las llanuras le podía hacer daño. En la esquina de la plaza bajo la sombra del acasio estaban cuatro llanero escurriendo lo que quedaba de la botella de Ron, uno de ellos charrasqueaba un cuatro viejo sonoro de pronto se detuvo la música, luego el cuatrista apuntó con sus ojos negros a la pareja que se acercaba y dijo: _ Mira Marrero la que era tu mujer _ va con el que llaman el Mata Tigre y llevan un niño de brazo _ grito el siguiente hombre, luego Marrero se levantó de donde estaba sentado, saco un arma que reposaba en su cintura y apuntado gritó con voz ronca y un odio que se desbordaba como en un río en creciente. _ Yo juré que me la pagarían y llego el dulce momento, caminaban en el medio de la plaza, luego un disparo se dejó escuchar, el cuerpo de Maria se desplomaba, soltó el niño y cayó entre un pequeño charco de agua, entonces el cuerpo 70


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de ella ya estaba inerte sobre la tierra con una herida de muerte, Mújica con la rapidez de un rayo logra sacar el niño del agua, lo deja a un lado, entonces Marrero dispara por segunda vez pero falla, nadie se dio cuenta cuando Juan desenfundó, tronó el revolver negro por primera vez, el proyectil penetró en la cabeza de Marrero y este se estremeció como si su cuerpo le había penetrado electricidad expeliendo partículas de sangre por todas partes, luego disparó por segunda vez, el proyectil penetró en la cabeza destrozándole casi toda la cara de Marrero, el revolver tronó cuatro veces más penetrándole en el pecho, luego cayó lentamente, pero ya antes de tocar tierra el cuerpo estaba sin vida. _ Todavía el cuerpo de la mujer está con vida porque siento el latir de su corazón – gritó en voz alta uno de los curiosos que había llegado donde estaba tirado el cuerpo de la mujer, empezaron a acercarse algunas personas más y uno de ellos lucia un pantalón beige y una camisa blanca sobre su cabeza llevaba un sombrero hecho de tallo de bora, grito desesperadamente alta voz _ ¿de quien es esta carreta que esta aquí? _ es mía señor contesto el dueño de la carreta. _ Ayúdeme a esta mujer herida a la carreta para llevarla inmediatamente a la medicatura, dijo el llanero que lucia el sombrero hecho de tallo de bora. Mújica con el niño en los brazos también iba en la carreta y cuando brincaba cayendo entre los huecos de la calle Maria balbuceaba sangre por la boca. Treinta días después Maria se encontraba recuperándose en la cama del dispensario, el medico al entrar a la habitación cerró la puerta, sonrió y le dijo señora Maria esta usted muy recuperada logramos ganar esta batalla y pensar que no fue nada fácil por la gran cantidad de sangre que perdió y la bala que fue tan difícil de extraer, pero aun así en un par de días se podrá marchar. 71


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CAPITULO VIII LA MUERTE DE CIGARRON Corría la mañana del 16 de marzo de 1947 cuando Juan Mújica picaba un cuero de toro que se había quebrado una pata, el día de ayer tratando de sacar de allí una cómoda campechana para descansar cuando llegara de aquellas faenas llaneras para darle a su cuerpo un merecido descanso, de pronto José Luis lo interrumpió. _ Dime hijo que quieres. _ Padre mi mamá esta molesta porque llevo pantalones largos, dice que todavía no soy mayor de edad y usted sabe que ayer tarde le pedí permiso para ir al pueblo en la mañana y estoy listo para partir, ya tengo el capino ensillado _ dijo José Luis dirigiéndole la mirada a su padre con el sombrero en las manos, Maria grito desde la batea, sabia perfectamente la conversación que sostenía padre e hijo. _ No puede llevar pantalones largos porque todavía es menor de edad. _ Juan lo miró de arriba abajo y le dijo pero si ya mi hijo es todo un hombre; puedes ir así luego se hizo un breve silencio, se dejó escuchar nuevamente la voz del muchacho. _ Padre quiero pedirte otro favor. _ Que más quieres hijo. _ Quiero que me prestes tu revolver. Juan quiso decir algo pero un nudo se le atravesó en su garganta y luego de un largo suspiro dijo: _ Esta bien voy a confiar plenamente en ti – saco el arma lentamente y se la entre72


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gó, Maria desde la batea escuchaba la conversación y parecía que las pupilas de sus ojos se querían despegar de la cara y les gritó con rabia apretando el puño. _ Eso era lo que faltaba le vas dar el revolver al muchacho pero no se discutió más porque la palabra de Juan era sola y se respetaba. José Luis cabalgaba entre aquellos solitarios caminos de malabares y maporas, de vez en cuando se echaba unos traguitos de agua que llevaba en una totuma cerrada y en la parte superior un tapón hecho de madera, después de llevar varias horas de cabalgadura apenas se miraba los techos de palma de las primaveras de la primeras casas del pueblo y eso le hizo comprender que faltaba poco. El camino real sabanero lo guiaba hacia la derecha porque a la mitad del camino había una inmensa laguna, luego avanzó por un camino estrecho que quedaba entre el monte y las orillas de la laguna, bandadas de patos, gabanes y garzas paletas se espantaban al escuchar los pasos del caballo, un grupo de muchachas jugaban del otro lado de la laguna lanzándole piedra a los animales que habitaban allí, José Luis alcanzó a verla, siguió avanzando a paso lento de pronto el gruñir de una fiera se dejó escuchar, fue suficiente un latigazo para agilizar el paso de su caballo, entonces se dejó contemplar entre los matorrales, las adolescentes gritaban desesperadamente, la fiera se movió y se detuvo frente al araguaney que reposaba allí esperando el momento para atacar. Luego de un gruñido estremecedor, la fiera se lanzó sobre una de las jóvenes que estaban allí, los cascos del caballo apenas tocaban el suelos más bien parecía que volaban, el tigre raudo en el aire a muy pocos metros de la rubia, José Luis despegó el revolver de la funda con la rapidez de una centella, no hubo tiempo de apuntar tres segundos, tres dis73


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paros; el primer proyectil penetró en el cuello y el tercero en las costillas derecha, la bestia se desplomó, cayó sin vida sobre la húmeda hierba a muy pocos centímetros de ella, ni siquiera pataleo porque los proyectiles fueron mortalmente certeros. José Luis soltó las riendas ni siquiera esperó que el caballo se detuviera, salto como relámpago luego llegó hasta donde estaba ella desmayada sobre la hierba, dejó el revolver a un lado para que descansara allí, luego sujetaba a la rubia en sus brazos y la lleva hasta la orilla de la laguna, metió la mano derecha en el agua y luego la pasó por la cara de la muchacha para que despertara y con un pañuelo que siempre llevaba que colgaba sobre el cuello de su camisa secó su rostro, luego esos ojazos azules se abrieron con aires de sorprensa. _ No temas, no te voy hacer daño, ya el peligro pasó, la bestia esta muerta – fueron las palabras cariñosas de José Luis sosteniéndola aún en sus brazos bajo el azul de lo cielos, entonces ella sollozando le dijo: _ Estoy aún con vida gracias a usted, supongo que tengo que pagarle. _ Usted no me debe absolutamente nada señorita dijo José Luis dejándose arrastrar por un sentimiento para el totalmente desconocido. _ Quien eres, pregunto la rubia todavía descansando en sus brazos. _ Me llamo José Luis y soy solamente un viajero - dijo el con un escalofrió que le invadia todo su cuerpo, porque era la primera mujer que lo había mirado profundo, entonces ella se desprendió una medallita de oro que le colgaba en su cuello y se la dio, él la sostuvo en sus en su mano, entonces 74


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una sonrisa fugaz se dibujó en el rostro de la rubia y cuando la sonrisa desapareció suspiro hondo. _ te regalo esta medallita tiene grabado la imagen de la Virgen de la Coromoto, ella siempre me protege, fuiste testigo latente porque cuando el tigre salto sobre mi yo la sujete en mi mano pidiéndole que me salvara la vida con todas las fuerzas de mi corazón, entonces llegaste tú, ahora, la llevaras contigo para que te proteja en todos tus viajes por los peligrosos caminos del llano y cuando tengas que cruzar las inmensas lagunas te protegerá de las enormes anacondas, caimanes y otros animales peligrosos, dijo la rubia expresando con palabras toda la ternura que manaba desde lo más profundo de su corazón, él sonrió y le quiso hablar pero una voz femenina interrumpió. _ Por favor ayúdeme – era una de la muchachas que se había atascado en el barro porque era gorda y no se podía mover con rapidez y cada vez que lo intentaba se hundía más y las otras dos con el primer gruñido del tigre habían logrado escapar, soltó la rubia delicadamente sobre la hierba, pero esta se levantó y corrió entonces, volteó la mirada solo para regalarle una sonrisa con su rostro angelical luego siguió corriendo por el camino real sabanero que la guiaba al pueblo robándose las fragancia de las flores silvestres que descansaban a orillas del camino y hasta los lirios blancos sentían envidia por su belleza, la gorda había salido del barro y también corrió ella, volteo la mirada solo para darle las gracias, José Luis se quedo estático, gritó _ oiga como se llama. _ Quien? gritó la gorda dándole a las manos en torno en si. _ La muchacha que tiene el cabello del color, como el sol de los venados dijo José Luis.

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_ Se llama Ninoska como su mamá – gritó la gorda mientras corría. La tarde agonizaba lentamente, las gallinas comenzaban a subir a las ramas del merey. Un concierto de chenchenas alborotadas rompían el silencio de aquel atardecer y a lo lejos apenas se miraba un cazar de pintorescas guacamayas como adornando el cielo llanero, Cigarrón pasó todo el día en un rincón sin comer ni beber absolutamente nada con sus ojos apagados, porque su mirada estaba perdida en la penumbra del tiempo, Maria se le acercó, le acarició la cabeza y dijo _ ¿que pasa Cigarrón no te quieres recuperar con las hierbas que te cociné? _ Carmen Maria se le acercó por la espalda y con voz pausada le contestó. _ No Maria eso no es ninguna enfermedad es la batalla del tiempo que lo castiga sin compasión ni dolor y a cualquiera una simple e insignificante enfermedad lo puede matar, porque ya no tiene defensas, debe comprender que este animal vio a José Luis nacer y también crecer día a día noche tras noche, en sus tiempos esta simple enfermedad no era nada para él sin contar con las peleas tigreras que hacia a diario, puedes observar en sus ojos que con mucha pena se esta despidiendo, pero con mucha honra y dignidad. _ Caramba entonces tendré que avisarle a Juan que está en el conuco – dijo Maria con palabras entre sollozos, pero no fue necesario porqué ahí venia Juan con el machete en la mano y con su sombrero de lado, Carmen Maria fue la primera que la vio. _ Allí viene Juan. _ Luego Maria lo llamó con señas y el comprendió per76


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fectamente lo que pasaba, porque miró al perro que estaba inerte sobre el suelo, no dijo absolutamente nada pero en sus ojos se reflejaba una enorme tristeza que no podía ocultar y sin poder evitarlo se le escapaba una lágrima de vez en cuando, luego agarró el hacha y derribó un árbol que justamente su tronco tenia la medida del animal, coloca el mismo en el suelo muy cerca del perro y saca de allí lentamente una pequeña canoa a su medida al transcurrir de las horas ya la curiara estaba lista sólo faltaba los últimos toques, pero también quedaban los últimos minutos de respiración a Cigarrón, de pronto el perro lo miro fijamente, quiso decirle tantas cosas con su mirada, como si fueran palabras de agradecimiento, lo que hizo por él tratándolo como a su propio hermano, Juan no aguantó más las lágrimas que estallaron y corrían por sus rusticas mejillas una tras otra, luego abrazó con todas las fuerzas de su corazón y le dijo _gracias Cigarrón te quise como a mi propio hermano – después lo sujetó en sus brazos y lo colocó en la pequeña canoa, pero cuando entró en la misma ya iba muerto, lo echo al río y con su rostro totalmente bañado en lágrimas dijo- adiós Cigarrón, te voy a echar a navegar como te lo prometí porque casi toda tu vida la pasaste conmigo navegando este caudaloso río, gracias Cigarrón te llevaré, te llevare en mi corazón hasta el último día de mi existencia, fueron las palabras con aires de tristeza que dijo Juan viendo como la canoa se alejaba arrastrada por las corrientes llevándose entre ellas a su mejor amigo.

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CAPITULO IX DENTRO DE SU PECHO QUEDO MI CORAZÓN PRISIONERO Entraba el ocaso lentamente sobre las inmensas llanuras, luego de unos minutos más tarde ya las patas del caballo que montaba José Luis pisaban el patio de la casa, el sonido de los cascos hicieron sentir su llegada, Maria salió hasta la puerta sosteniendo la lámpara encendida en la mano. _ Eres tu hijo – entonces su voz se desvaneció en la penumbra. _Si madre soy yo – contesto él, se hizo un breve silencio entonces se dejo escuchar nuevamente la voz del joven. _ donde carajo se metió ese perro que siempre me alcanza mucho más allá de la puerta de trancas, debería regalarle el collar de cuero que le traje a otro perro para que no sea sinvergüenza y flojo, Maria tragó saliva y después de un largo suspiro dijo: _ Tendrás que hacerlo hijo, Cigarrón ya no esta con nosotros. _ Pero donde está jamás se ha marchado lejos de la casa sin mi o sin mi padre, si fue hacia la sabana, iré por él, no importa que la negra noche me haya alcanzado, estoy acostumbrado a eso. _ No hijo él jamás regresará ya descansa en los brazos de la muerte y a su padre ya no le quedan lágrimas porque tuvo que derramar todo su llanto a pesar de ser tan hombre. A la llegada del alba llamaron a la peonada a tomar café, José Luis que siempre los acompañaba entre risas y comenta78


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rios de lo que había sucedido el día anterior, esta vez estaba en la orilla del río cabizbajo y pensativo, sentado sobre la barranca como hablando con el agua con la mirada pérdida. _ Que le pasa a José Luis, preguntó uno de los peones después de un sorbo del gustoso café. _ Está así desde que llegó del pueblo, tal vez por la muerte de su perro comentó otro peón. En sus ojos hay mucha confusión, esa mirada distraída la conozco yo exclamó Carmen, mientras recibía de las manos de los peones la taza vacía de peltre donde tomaron café, uno de ellos que usaba pantalones enrollados, desabotonada la camisa y sobre su cabeza un sombrero de cogollo, comentó: _ Su padre esta furioso porque los becerros se mamaron esta madrugada solo por descuido – Esteban se acercó y les hizo señas haciéndole entender que hicieran silencio, nadie dijo nada la palabra del caporal era una sola. _ creí escuchar un sonido en la lejanía _ exclamó Esteban uno de los peones apodado el mapanare se acercó a la barranca y echó la vista, hacia el horizonte y luego gritó con todas sus fuerzas señalando con el dedo. _ Es un barco a motor fuera de borda no ha remontado a fuerzas de palancas ni canalete, esa embarcación está bien adornada hecho con una madera rallada y muy pulida, luce una bandera de Venezuela en la proa que baila al compás del viento y sobre el techo lleva una tabla con unas letras labradas pero yo no se leer – avanza y el sonido del motor se oía más cerca. _ Llamen a Carmen Maria porque ella si sabe leer – ordenó Esteban con aire de autoridad, la orden fue acatada de 79


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inmediato, Carmen Maria no tardó mucho en llegar echó la mirada al tiro y grito. _ Es el bongo del señor Gustavo porque el letrero dice Hato las Camazas hay que avisarle al patrón – exclamó ella, la embarcación nadaba por la orilla arrancando algunas ramas de la vegetación ribereña, luego una larga tabla entre el bongo y el barranco sirvió de pasaje a tierra. Mújica ya había llegado hasta la orilla del río acompañado de Maria y su hijo, Gustavo fue el primero en subir a la proa, pasa la tabla con cautela como siempre muy elegantemente vestido, esta vez con liquiliqui blanco con broche de oro en el cuello y su respectivo pelo de guama, entonces pisó tierra, avanzó unos cuantos pasos y dijo: _ Caramba compadre tiempo sin verlo a pesar de tus años todavía mantienes tu estirpe de guerrero, veo que no te acompaña tu antigua lanza como en los viejos tiempos, porque llevar colgado a la cintura ese majestuoso revolver – Mújica no dijo nada solo se echó a reír y luego él lo abrazó seguido de un fuerte apretón de manos, entonces la voz de Juan se dejó escuchar. _ Que sorpresa tan agradable compadre verlo llegar a mi fundo con su familia exactamente como lo habías prometido. _ Vengo especialmente a invitarlo con su familia a las fiestas Patronales de San Fernando que comienzan desde hoy, llevó en el bongo aguardiente por garrafa y tabaco del bueno para mascar – exclamó Gustavo señalando con el dedo a su bongo, luego le ordenó con señas a uno de sus bongueros que le entregara una garrafa de aguardiente a los peones del fundo que también se echaban los traguitos. _ Compadre a pesar de lo ocupado que estoy con las numerosas labores y faenas llaneras, no me puedo negar a su 80


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invitación, llévese con usted a las mujeres Maria y Carmen que yo me voy a caballo con el caporal y mi hijo ya que Esteban es coleador, querrá lucir su rucio moro en la manga regalándole al público presente una coleada efectiva a cambio de sus aplausos. _ ¿Qué? El antiguo canoero del paso Arauca es tu caporal. Pregunto él expresando su asombro. _ Así es compadre no tan solo es caporal, también es mi amigo porque lo demostró trabajando duro hombro a hombro junto conmigo todos estos largos años, si algún día pensara en marcharse yo le entregaría un rebaño de ganado para que funde su propiedad y labre un futuro para él y su familia dijo Juan. _ Bueno no se hable más cuando las mujeres terminen de vestirse subirán al bongo y luego partiremos, es obvio que nosotros llegaremos primero entonces, los esperamos en la manga de coleo – fueron las palabras de Gustavo con aires alegres. La manga estaba repleta, los gritos, risas, algarabía y aplausos se confundían en la multitud, los tres jinetes llegaron un poco cansados, pero el ambiente de la fiesta les rejuvenecía el animo, luego Estaban le paso la botella de Ron y después de un par de tragos Juan se sintió mucho mejor, tenían que jalar el freno del caballo bruscamente de vez en cuando porque la gente entre la multitud, no se percataba de los jinetes que cabalgaban alrededor de la manga, al lado derecho de la misma se lucia una enorme churuata donde el maestro parecía que querían reventar las cuerdas del arpa, cuando la jalaba bordoneando y dos copleros frente a frente midiendo la resistencia de sus gargantas mientras las parejas bailaban replicaban el zapateo y un muchacho con la totuma llena de agua para aplacar la polvareda, el parlante de alta voz que reposaba entre las ramas del inmenso caramacate 81


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anunciaba la salida del toro fiero alazano tostado que estaba a puerta de coso. Los tres jinetes siguieron avanzando a paso lento entre la multitud, a la mitad de la manga estaba la tarima hecha de horcones de madera livianos y alrededor guafas cubriendo solo hasta la mitad, y su techo de palmas a los lados estaba adornado por cayenas rojas, lirios blancos sabaneros y en la parte de abajo estaba adornado con flores de la laguna y en el medio una gran silla luciendo la Reina, entonces José Luis miró, su corazón latió más deprisa, su piel cambio de color, sus ojos ni parpadearon a pesar de la polvareda que se hacia cuando la brisa soplaba con fuerza, entonces ella le regaló una sonrisa reflejándose en sus ojos un manantial de cariño y ternura que guardaba desde lo más profundo de su ser sintiendo en todo su cuerpo un escalofrió fugaz, mientras que la brisa al pasar le acariciaba su cara dulcemente, de pronto el viento sopló con fuerza cubriendo su hermoso rostro con su cabello y para cuando descubrió su cara, José Luis se había perdido entre la multitud, las pupilas de sus ojos lo seguían buscando, pero no lo consiguió. _ Que te pasa Ninoska a quien buscas; de pronto te pusiste tan nerviosa – le susurró al oído la gorda que la acompañaba haciéndole algunas preguntas al mismo tiempo. _ No me pasa nada Yolanda puedes estar tranquila – dijo Ninoska tratando de disimular sus nervios. _ A mi no me engañas me parece haber visto al muchacho que nos salvó del tigre, posiblemente sea el culpable de tu nerviosismo – Ninoska la miro de soslayo y una sonrisa fugaz se dibujo en su rostro.

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_ Allá están Gustavo y las mujeres sentadas sobre aquella gruesa guafa que descansa a lo largo de la manga, tuvieron suerte de conseguir un espacio libre, los dos peones que lo acompañaban seguramente se quedaron a orillas del río cuidando la embarcación – dijo Esteban. _ Si hubiera traído mi caballo aceptaría este reto con gusto dijo Gustavo apretando el puño. No importa mí amor solo venimos a divertirnos, yo se que eres muy valiente y te sientes capaz pero ya lo dijiste no traes caballo – fueron las palabras de su esposa hablándole al oído y regalándole una leve caricia en la espalda. Esteban se preparaba para aceptar aquel reto de pronto José Luis lo detuvo y le dijo: _ No Esteban déjamelo a mí, no permitiré que ese hombre le de un beso a la Reina, te prometo el trofeo yo solo necesito el beso de Ninoska – Esteban comprendió y le insinuó con señas que estaba bien, luego se acercó a Juan y le dijo: _ Padre necesito que me prestes tu caballo, aceptaré el reto de ese coleador arrogante, para que se vaya pa’ su tierra con el rabo entre las piernas, yo he visto con mis propios ojos como usted ha tumbado con ese caballo toros cimarrones de doble tamaño del que esta en la manga, en la oscuridad de la noche lloviendo y con el suelo pantanoso. _ Si hijo eso es cierto pero no es igual para un caballo que colea en la sabana a colear dentro de la manga, para eso necesita amaestrarlo de lo contrario puede ser muy peligroso. _ Padre por favor necesito el caballo voy a colear – las palabras que salían de la boca de José Luis con aires de suplicas lo convenció. _ Esta bien hijo otra vez me convenciste, porque nuca me has fallado, además algún día todo lo que poseo será seña83


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lado con el dedo, mientras se acercaba a ellos, los altos parlantes, no dejaban de sonar anunciando a los coleadores de turno, ingresar a la manga y exigiéndole una vez más a los borrachos que estaban en el medio de la misma, subieran a las guafas por su propia seguridad, el toro estaba a puertas de coso y los coleadores sobre los inquietos caballos esperando la salida del “sordo cachú”, un coleador barinés se había lucido esa tarde ejecutando efectivas todas las coleadas, dejando a los otros coleadores lejos de llevarse el trofeo, se abrió la puerta de coso. _ Abran paso al toro, coleadores atrás – era lo que se escuchaba a través del alto parlante repitiendo varias veces la misma frase, el coleador barinés había tomado la delantera, el pura sangre que montaba no tenia contenedor, ya su mano derecha se había enrollado en el rabo del toro. Luego le dio un jalón campaneado y el toro rodó varias vueltas sobre el polvoriento suelo, entonces los aplausos sonaban sin cesar, el coleador barinés paró su caballo en dos patas y su sombrero pelo e`guama blanco levantándolo alto con su mano derecha grito con aires arrogantes. _ No existe en toda la llanura coleador que se me iguale, soy el mejor de todos, si hay entre la concurrencia un coleador que se sienta capaz de colear conmigo mano a mano el último toro de la tarde, no me haga esperar o acaso le faltan agallas de todas maneras sólo perderán su tiempo porque me llevo el trofeo de oro y un beso de la colorada boca de Reina. Tuyo, sujétate bien del caballo y que Dios te bendiga Maria escuchó perfectamente la conversación y enfurecida les grito – pero caramba piensas darle el caballo al muchacho, andan todo el tiempo como cosechando el peligro acaso no lo quieres. 84


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_ Déjalo Maria no puedes comprender que ese muchacho son los ojos de Juan y lo ve como su propio espejo, eso quiere decir que necesita saber si heredó su estirpe de guerrero – exclamó Carmen Maria sujetándolo por el brazo, el toro estaba a puerta de coso, los dos jinetes trataban de calmar los inquietos caballos, el hombre que hablaba por medio de los altos parlantes les decían que mantuvieran los caballos retirados de la puerta para que el toro pudiera salir sin dificultad, el sol quemaba, parecía que quería prender la sabana, el coleador barinés lucia su caballo blanco con pasos amaestrados solo para demostrar a la concurrencia que tenia sobradas razones para ganar el mano a mano y con señas decía que su contenedor era solo un muchacho que ni siquiera es rival para él, de pronto se hizo el silencio entre la multitud, porque la voz que provenía del alto parlante, anunciaba la salida del toro el más grande que se haya visto en las tardes de coleadera, José Luis apenas estuvo tiempo de persignarse era una costumbre que tenia cada vez que iba a ejecutar una peligrosa faena llanera, ni siquiera hubo tiempo de abrir la puerta porque el enfurecido toro quebró las trancas expandiendo partículas de madera por todos lados, saliendo de allí con una furia salvaje que hacia vibrar la manga. _ Coleadores tres metros atrás – retumbaban los altavoces, el coleador barinés sujetó el toro por el rabo luciéndolo varios metros entre la manga solo para sentir la satisfacción que le brindaban los aplausos del público. Luego con su poderoso brazo le dio un jalón campaneado y el toro rodó varias vueltas entre la manga, luego una nube de polvo los envolvió y los aplausos se hicieron más fuertes, el coleador barinés alzó el sombrero con la mano derecha moviéndola de lado a lado como saboreando el triunfó, el viento sopló más fuerte y la nube de polvo desapareció en la nada, entonces paso lo inesperado el toro se levantó de nuevo, luego se hizo el silencio entre la multitud y miraba con aires de asombro lo que 85


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acababa de suceder, enseguida se dejó escuchar nuevamente los altos parlantes: _ Cumplo en comunicarle al público presente que es negativa la coleada, coleadores atrás cacho en la manga señores – la multitud estaba tensa, entonces sale el toro a la carrera, los dos jinetes iban a la par disputándose la cola del toro nuevamente el hombre apodado el barinés sujetaba con su poderosa mano a la cola del enfurecido animal, llevaba la ventaja y se confiaba mucho en su propia suerte, pero no se percató que el alazano que montaba José Luis contaba con mayor tamaño más fuerte y ligero como el rayo que estremece las sabanas en el mes de agosto, entonces el alazano se interpuso en el medio del coleador barinés y el toro, con una agresividad desenfrenada apenas pisaba la tierra más bien parecía que volaba, luego con sus musculoso pecho dio un impulso sorprendente, logra que el coleador del caballo blanco suelte la cola del toro haciéndolo hacia un lado, entonces José Luis agarra el rabo por primera vez, se inclinó del lado izquierdo del alazano, una nube de temor comenzó a tumbar la mirada de Maria, el corazón latía más de prisa al comprender que estaba llegando al final de la manga y el muchacho todavía con la cola en la mano la gente pensaba que se iba a estrellar con el final de la manga pero no fue así, José Luís haló el toro marconiao y el toro se vino al suelo, rodó y siguió rodando, gritos y algarabía reinaban entre la multitud, los aplausos se hicieron más fuertes, sombreros de cogollos volaban por los aires, entre la nube de polvo se encontraba José Luis, apenas si se miraba. Entonces la gente no se aguantó, se bajaron bruscamente de la manga para abrazar a José Luis, guafas y horcones se vinieron al suelo, chorros de aguardiente se cruzaban de lado a lado y en pocos minutos la manga estaba casi toda destrozada. Una sonrisa ilumina el rostro moreno de Juan Mújica, sus ojos de tigre satisfecho y centellante, Esteban también ríe sin dejar de aplaudir, los altos parlantes que reposaban en las copas del Samán no dejaban de sonar y decían. 86


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_ Coleada efectiva señores, el coleador apureño es el ganador de este campeonato mano a mano retado por el coleador barinés, es increíble lo que acabamos de presenciar, hemos sido testigos latentes como ese coleador afamado; después de tener el triunfo en sus manos lo perdió todo en solo unos minutos. Ahora presenciaremos la entrega del Trofeo de las manos de nuestra hermosa Reina. José Luis bajo del caballo y se acercó hacia la tarima, alguien recogió lo que quedaba de su sombrero y se lo dio, él se detuvo un par de segundos, lo recibió, dio las gracias y luego siguió avanzando hasta llegar a la orilla de la tarima, luego se agachó y arranco una flor de lirio blanco que reposaba allí abajo, la tarima que milagrosamente se había salvado de las pisadas, entonces sube y la coloca del lado izquierdo del pecho de la Reina justamente donde esta su corazón, ella le da un beso después de entregarle el trofeo y le dijo: _ Guardare por siempre esta flor en uno de mis libros solo para recordar y aunque no tenga valor material es el mejor regalo que he recibido en toda mi vida.

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CAPITULO X LA MAÑANA QUE PARTIAS El relincho del caballo rompió el silencio entre el verde paisaje en aquel atardecer. José Luis baja de su rucio moro, se quita el sombrero y se acercó a la joven que estaba allí esperando. _ Buenas tardes Yolanda. Ella respondió con una sonrisa a piel de labios. _ Buenas tardes José Luis. _ Llevas mucho tiempo esperando – pregunto él. _ No acabo de llegar y traigo un mensaje de Ninoska para ti, dice que te espera donde siempre bajo la sombra del Araguaney que reposa orillas de la laguna en las primeras horas de la mañana - dijo ella. _ Gracias Yolanda – dijo José Luis subiéndose al caballo asiéndole sentir las espuelas y alejándose de allí como relámpago en la noche. _ Ya llegó José Luis – preguntó Juan Mújica, dirigiéndole la palabra a uno de los peones. _ Si llego patroncito, esta en la orilla del río sentado sobre aquel barranco, con la mirada perdida hacia la distancia y pareciera que las mismas brisas que vienen de las sabanas le trajeran mensaje de su amada, para luego perderse en la lejanía – respondió el peón señalándolo con el dedo. Fue la noche más larga de su vida, pero al fin llegó el amanecer y antes que lo gallos cantaran, José Luis ensilló su caballo y partió tronchando a paso ligero, su corazón latía 88


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como potro cimarrón, viajando al galope pidiéndole al lucero de la mañana que le alumbrara el camino, cuando llegó Ninoska, estaba allí protegida bajo la sombras del frondoso Araguaney, él atravesó la laguna por un costado y detuvo el caballo frente a ella, desmonta desesperadamente, se quitó el sombrero y dijo. _ No sabes lo que es pasar dos días sin verte, el latir de mi corazón desesperado no me deja ni dormir. _ Lo se mi amor porque lo he vivido en carne propia – contesto Ninoska sollozando. Un impulso como un poderoso imán lo hizo acercarse a ella, luego probó así sus dulces labios color de jardín florido, entonces ella sintió que todas sus fuerzas desvanecían y poco a poco fue cayendo sobre la hierba. _ Solo con tus caricias mi sufrimiento desaparecerá - fueron las palabras de José Luis susurrándole al oído, mientras ella casi despacio, sostenida en sus brazos, su vestido Rosado se despegaba de su piel lentamente, entonces su corazón latió más de prisa y las pupilas de sus ojos brillaban como la luna en el mes de marzo y después que un par de lagrimas se escaparon, ella dijo: _ Jamás seré de otro hombre, te amare para siempre entonces solamente la llanura fue testigo de lo que pasó. Una mano golpeaba fuertemente el mostrador de aquel almacén. _ Señor Javier, Señor Javier, quiero decirle algo grito Yolanda con aires desesperados.

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_ Que pasó Yolanda, estoy muy ocupado – respondió Javier detrás del mostrador frente a un cliente. _ Se trata de Ninoska. _ Que pasa con ella – pregunto Javier sobresaltado dejando caer unas monedas sobre el mostrador. _ Ella esta a orillas de la laguna besándose con el hijo del señor Mújica – dijo Yolanda con una sonrisa irónica en sus labios, un poderoso cataclismo se apoderó de él, sentía que su sangre se le congelaba, su piel cambió de color y sus dientes chirriaban como máquina de trillar café, por casualidad pasaba Patricia frente al almacén, una de las amigas de Ninoska y logró escuchar la conversación, sabia perfectamente lo que le podía suceder, entonces echó a correr para evitar una tragedia, mientras tanto Javier sacaba de una gaveta un rifle bien pulido y la parte de madera muy bien tallada a mano, ordenó a su esposa que se hiciera cargo del almacén y luego salió de allí como relámpago en la noche. Su corazón seguía latiendo agitadamente y sus ojos azules permanecían impregnados de una fijeza y sin temor que Ninoska desconocía, mientras que José Luis no dejaba de contemplar sintiendo celos hasta del viento que soplaba porque al pasar cerca de ella le acariciaba su cabello dulcemente, de pronto entre la llanura se oyó el eco vibrar de una voz femenina y apenas se miraba su largo y liso cabello que volaba con la brisa. _ Ninoskita ... Ninoskita – y se oyó el grito más cerca. _ ¿Que pasa Patricia, porque corres?, te vez muy pálida y muy asustada – pregunto Ninoska cuando Patricia estaba frente a ella, esperó un par de minutos y después de recuperar su aliento respiró profundo y dijo: _ Ninoskita viene 90


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tu padre con un rifle cargado en las manos dispuesto a todo – dijo Patricia. _ Pero quién le dijo que yo estaba aquí – preguntó Ninoska con aires sorprendida. _ Fue Yolanda – contesto Patricia. _ Pero por que me traicionó, si la gorda Yolanda era mi mejor amiga – dijo Ninoska. _ Ninoskita acaso tiene los ojos sancochados, no te das cuenta que la gorda esta enamorada de José Luis y tu significas para ella un gran obstáculo, y esa estrategia la hizo para quitarte del medio – entonces el grito del enfurecido Javier interrumpió la conversación. _ Vete José Luis por favor, mi padre esta muy enfurecido y con un arma en las manos no podrá reaccionar dijo Ninoska con aires de suplica. _ No mi amor jamás te dejare sola, te puede lastimar dijo José Luis. _ No él a mi no me hará daño, pero a ti si – entonces el trueno que salió del cañón del rifle los interrumpió. _ Vete de una vez por Dios José Luis. Un beso en la frente y una breve caricia en el cabello sirvió de despedida, subió al caballo y se marchó al galope perdiéndose en la verde inmensidad, un segundo disparo se dejó escuchar, pero el proyectil se perdió en la nada, entonces Javier la sujetó del brazo y le dijo – mañana a primera hora te mandare en el barco para España con tu madre, llegaran a casa de mis padres y yo seguiré después, y ya una vez en Ma91


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drid hablare con mi compadre, Manolo para arreglar tu matrimonio con su hijo el que se acaba de graduar de Medico. _ No me quiero marchar, aquí me siento bien además ya tengo novio, si me llegase a casar seria con él – exclamo Ninoska con lagrimas en los ojos. _ Sobre mi cadáver, jamás permitiré que te cases con ese campesino miserable grito Javier. _ No es miserable sus padres son ganaderos, terratenientes, eso quiere decir que es un hombre con un futuro prospero. _ Con lo que a mi respecta sigue siendo un campesino ignorante sin ninguna doctoria, ni licenciatura, te casaras con el hijo de mi compadre Manolo, porque él si es un profesional de medicina, harás tus maletas de inmediato, el barco parte al amanecer estarás castigada en tu habitación hasta la hora de tu partida. Ella sujetaba fuertemente los barrotes que cubría la gran ventana con lagrimas en los ojos echando la triste mirada hacia la desolada calle, su pensamiento estaba perdido en la nada, arrienda suelta como potro cimarrón solo cruzaba por su mente el recuerdo de los besos que le regaló José Luis, la mañana anterior temiendo que desde la hora de su partida en el olvido para siempre se quedarán, de pronto alzó la mirada y gritó. _ Carmelo... Carmelo ven acá. El se acercó, con su sombrero de cogollo su pantalón enrollado hasta la rodilla, una camisa vieja desbotonada las alpargatas gastadas y desflecada por los lados.

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_ En que puedo ayudar niña de los ojos azules – dijo Carmelito, ella le insinuó con señas que se acercara a la ventana, entonces después de soltar el chimo que llevaba en la boca se dejo escuchar otra vez la voz del muchacho. _ ¿Por qué lloras niña Ninoska? _ Necesito que me hagas un favor dijo ella entonces tomo un pluma, la mojo con tinta y escribió en una hoja blanca unas palabras, doblo el papel y se lo entrego al muchacho y le dijo: _Llévale urgente este papel a José Luis, quien aún se encontraba sentado todavía en la barranca, viendo el agua que bajaba, pero su pensamiento estaba perdido en la lejanía como gaviota que vuela libre con su alma marchita, destrozada por un destino que le había hecho una mala jugada y un dilema en su vida que no le dejaba en paz, las guacharacas anunciaban con su canto la llegada de un nuevo día, todavía él allí, de pronto el latir de los perros anunciaban la presencia de una persona ajena a la casa, entonces el centinela apunto hacia el río justamente a una curiara que llegaba. _ Quien llegó allí en esa canoa – grito el centinela todavía apuntando con la escopeta. _ Me llamo Carmelo y traigo un mensaje para José Luis Mújica – grito desde la canoa entre la neblina mañanera, luego bajo de la curiara y le entregó el papel a José Luis y éste le preguntó al centinela si sabia leer y le contesto que no, entonces se dirigió a la cocina, todos pensaron que por el olor a café pero no fue así._ Carmen Maria, tu que estudiantes hasta 5to grado y sabes leer, dime lo que dice este papel – dijo José Luis. Ella tomo el papel en sus manos, respiró hondo y leyó en voz alta. 93


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“José Luis venme a buscar antes del amanecer para marcharme contigo para siempre, de lo contrario mi padre me mandará a España mañana en el barco, para no regresar jamás, me piensa casar con un medico en Madrid te espero Ninoska. Con sus pensamientos confundidos José Luis soltó el aire que tenia reprimido en sus pulmones y le pregunto al canoero._ ¿Porque no llegaste ayer como lo dicta el papel? _ Porque mi canoa estaba dañada y no conseguía diez clavos para repararla hasta que mi padrino Ignacio me los regaló ayer a la tardecer – respondió Carmelo. _ Si hubieses llegado a pie en una mula vieja andona, aunque pasaras toda la noche viajando, yo te hubiera regalado la embarcación más grande que hayas visto en tu vida dijo José Luis con aires tristes, entonces ordenó en voz alta a uno de sus peones. _ Camacho tráeme el alazano de mi padre, el que corta la brisa cuando cabalga. _ Si patroncito en seguida. No hubo tiempo de ensillar e improviso un bozal con un trozo de soga que guindaba del mango, subió al caballo y un latigazo fue suficiente para hacerlo cabalgar entre sabanas y montes, ni siquiera los caños y lagunas lo hacían detener, parecía una lanza que cortaba el viento, por fin llego a San Fernando, había mucho movimiento en el Puerto, ya las chapaletas del barco las habían echado a andar, un pito que silbaba estremecía la sabana, dejando los presentes casi sordos, el negro humo que salía de las chimeneas eran arrastradas por las corrientes del viento hacia la sabanas, él bajó del caballo, al momento Ninoska le grito desde los barrotes del barco.

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_ José Luis mi amor jamás te olvidaré, sus lágrimas bañaban completamente su rostro, estirando sus manos como queriendo alcanzarlo. _ Ninoska mi amor no te vayas - grito José Luis con el agua hasta los hombros como queriendo alcanzar el barco, que con cada segundo que pasaba se alejaba más del Puerto y ya cuando el ruido de las chapaletas poco se oía, apenas se dejo escuchar la voz de Ninoska por última vez. _ Nunca te olvidare José Luís, te llevaré en mi corazón para siempre, serás en mi vida un recuerdo inolvidable, sus lagrimas caían mezclándose con el agua como para que la corriente del río las arrastrara y las llevara hasta él. Las personas que estaban en el Puerto la miraban, pero nadie sabia el dolor que llevaba en su corazón clavado. Fin

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ÍNDICE PROLOGO INTRODUCCIÓN CAPÍTULOS I II III IV V VI VII VIII IX X

El Apure Legendario / 10 La Leyenda del Mata Tigre / 15 Río Arriba en mi Canoa / 26 El Dilema del Canoero / 36 Un Alcaraban del Camino / 41 Un Regalo del Destino / 51 Como Vuelo de Gaviotas / 63 La Muerte de Cigarrón / 72 Dentro de su pecho quedó mi corazón prisionero /78 La mañana que partías / 88


Edición del Ministerio del Poder Popular para la Cultura Colaboradoras: Julia Rosa Urdaneta Dannely Pérez Diseño de portada:Juan C. Villota Los 500 ejemplares de este titulo se imprimieron durante el mes de Agosto de 2010 en el Sistema Nacional de Imprentas Regionales-Capítulo Apure

San Fernando de Apure/Venezuela



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