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Ante Ti Señor
Hacia tu encuentro vamos Señor, fatigados por el ajetreo de la vida con el deseo de encontrar cerca de Ti ese remanso de paz tan especial que nos transmites a quienes nos acercamos con buena voluntad. ¿Sabes? Aunque llames a mi puerta, no te abro; aunque sé que me esperas, no te recibo; aunque sé lo que me ofreces, no lo acepto. ¿Por qué Señor? ¿Qué hay dentro de mí que impide alcanzar ese paraíso que aquí en la tierra me ofreces? Un hombre iba recogiendo impurezas a través de un camino, hasta que cansado por el peso de la carga que llevaba, busca un lugar donde vaciar semejante estorbo. Allí lo deja y se marcha volviendo a los mismos caminos que le generan el mismo peso, que le provoca la misma caga. Una y otra vez vuelvo a caer en la misma trampa. Soy como el animal que va dando vueltas alrededor de una noria, no dejo de hacer esfuerzos pero no avanzo en el camino. A veces pienso Señor, que eso mismo nos pasa contigo. Queremos conseguir algún objetivo, pero fallamos en la estrategia y sobre todo en lo principal de la estrategia y es que nos olvidamos con demasiada frecuencia que Tú eres la principal energía con la que podemos iniciar nuestra marcha o continuarla por el camino de nuestra vida. Está muy bien esto de volcar nuestras preocupaciones, de pedirle por nuestros deseos, pero no está demasiado bien que no escuchemos con detenimiento, que no dejemos la puerta abierta a lo que Él nos quiere transmitir y que sólo Le escuchemos la versión interesada de Su mensaje, que suele ser distorsionada de la verdadera intención con la que Te diriges hacia nosotros y por ello muy alejada, cuando no opuesta, de lo que Tú nos quieres decir. Señor, a través de estas líneas, te pedimos esta vez templanza, serenidad y fortaleza para recibirte en nuestro interior, libertad para que obres en nosotros los cambios que Tú consideres oportunos y Fe para asimilar la grandeza de Tu proyecto Que Tu presencia en nosotros sea eterna, como eterna sea también nuestra gratitud hacia Ti
Enrique Aguilar Díaz
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