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“No vamos a permitir tanta humillación”

durante el viaje de casi 20 horas. Viajaron también delegaciones de Puno, Apurímac, Huancayo y Ayacucho.

Escribe: José Víctor Salcedo

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CONVULSIÓN SOCIAL. Las protestas en el país están cerca de cumplir dos meses. Desde el ascenso de Dina Boluarte a la presidencia, tras la vacancia Pedro Castillo por golpista, se agudizó la convulsión social y la represión policial y militar, que dejó casi 50 heridos por proyectil de arma de fuego. Quienes están en las calles demandan respeto a sus planteamientos. El vandalismo también está ganando terreno.

—¡Cuídense mucho! Vuelvan pronto.

La frase era replicada en un coro de voces que despidió a la delegación que partió de la ciudad del Cusco hacia Lima. Una caravana emprendió el viaje desde la plaza Túpac Amaru del distrito de Wanchaq. Otras caravanas partieron de

Espinar, Canchis, Chumbivilcas. Fueron a continuar las protestas por la renuncia de Dina Boluarte, el cierre del Congreso y el adelanto de elecciones generales. Jóvenes y adultos viajaron en buses, minivanes y camiones. Llevaban sobre la espalda una mochila con prendas y en la mano frazadas, para abrigarse

En el camino recibieron el apoyo de otros peruanos. Casi en cada pueblo los esperaron y recibieron grupos organizados. Les dieron agua y comida. Les dijeron “gracias por pelear por el país”. En su trayecto también hubo peripecias. El gobierno ordenó que la Policía intervenga las caravanas. Fueron hostigados como en la dictadura de Alberto Fujimori. Eso le dio al viaje un aura de una epopeya que quedará escrita en las páginas de la historia.

Viajaron con la consigna de permanecer en la capital hasta que la presidenta Dina Boluarte renuncie y el Congreso elija una nueva mesa directiva, que garantice elecciones en 2023 y una adecuada transición. Se habían cansado del maltrato. No aceptaban que la presidenta les hubiera dicho que eran un “grupo minúsculo”. Tampoco que los hayan tratado de “vándalos”, “subversivos” o “malos peruanos”.

Tenían miedo, pero estaban convencidos que era un deber ineludible con la patria. Kelyn Leonela Labra Panoca es presidenta de la Federación Universitaria Cusco (FUC). Integró la delegación estudiantil que llegó a Lima. Leonela viajó envuelta en temores y conviccio- nes. Le escribió a su madre, que bien podría representar a las madres, hijos y familiares de todos los que llegaron a la capital peruana.

—A mi madre. Perdón madre por tanta rebeldía. Hoy estamos en la delegación y llegamos sanos y salvos a Lima. Todo el trayecto escuchamos El pueblo unido, jamás será vencido, mientras nos daban agua, atún y galletas—escribió la joven.

Leonela emprendió el viaje junto a decenas de universitarios. Los chicos reunieron fondos para costear la estadía en Lima. La joven dijo que viajó con miedo, pero podía defraudar a sus compañeros.

—No sé dónde volverá a comenzar la lucha, (pero) les digo de una vez: no volverán a mentirnos nunca más (…) Volveremos todos, es una promesa.

El vuelo de un dirigente campesino

—Dina Boluarte se estaba riendo del pueblo. Ha promulgado un decreto de urgencia de inamovilidad. A nosotros no nos van a amilanar. Piensa que con ese decreto de urgencia va a amilanar al productor, al campesino. No, no es así. Estamos listos para luchar, para tener una vida digna—declaró Remo Candia Guevara (50), ocho horas antes de convertirse en una de las víctimas del gobierno de Boluarte.

Remo Candia murió a las 8:50 de la noche del once de enero en Cusco. Un proyectil en el tórax y abdomen le quitó la vida. Remo Candia había llegado esa mañana desde la comunidad de Ccollana, en Anta, a sumarse a las protestas cada vez más masivas y violetas en contra del gobierno. Al día siguiente su cuerpo fue paseado por las calles de la ciudad.

— Tu vida se acabó. Cómo y cuánto olvidarás que eres una persona muerta. Ya no tendrás miedo a sufrir toda la vida—cantó en quechua su madre Candia Guevara (50). Después le dijo en español: Hasta luego, hijito. Cuídame desde dónde estés, ayúdame y busca justicia.

Candia Guevara no era un vándalo ni un radical. Era el respetado presidente de la comunidad campesina Anansaya Urinsaya Ccollana y presidente de la Federación Campesina de la provincia de Anta. Quería que el país fuera menos injusto y que los campesinos fueran escuchados y sus derechos respetados.

El choleo miserable

—¡Calla mierda, chola!

La policía Yannina Zuta Ventura dispara esas palabras como balas en contra Yolanda Enríquez Vargas, una peruana quechua hablante de Huancavelica. Lo hizo el 19 de noviembre pasado, después de que en un violento operativo, la policía rompiera las puertas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. La Ins- pectoría de la Policía le abrió una investigación por ese hecho.

—A mí me agarraron cuando estábamos tomando desayuno. Pusieron una bomba (lacrimógena), rompieron de golpe la puerta y entonces, tras romper la puerta, gritaron: Ya carajo. Nos apuntaron con las pistolas, nos juntaron a toditos y nos tiraron al suelo. Después nos enmarrocaron, nos amarraron las manos a la espalda, bien apretados—contó Yolanda en quechua dos días después de aquel acto infame.

—¿Le pegaron, le han pateado?

—Estaban como para patearnos, nos gritaron. ¡Calla mierda, chola!, diciendo eso nos ha carajeado. Sí en verdad nos ha maltratado—respondió.

Yolanda Enríquez Vargas fue una de las 193 personas detenidas por la Policía sin presencia fiscal ni de la Defensoría del Pueblo ni de abogados defensores. En un video viral se ve a la agente Zuta Ventura gritarle, amenazante, y quitarle el celular a Yolanda, cuando se quejaba y protestaba. Estaba reducida, obligada a estar arrodillada. Luego de salir en libertad dijo que seguirán protestando, que no se rendirán, que no pararán hasta que Boluarte renuncie.

Puno desangrado

Puno es la región donde el estallido social escaló con más rapidez y contundencia. Y también es la región donde la policía reprimió con el uso de armas letales y provocaron la muerte de 20 ciudadanos y un policía quemado en su patrulla. Al cierre de esta nota, el Ejército había sido desplegado a esa región.

—La policía reprime con armas letales, con pistolas. Apuntan al cuerpo del ser humano directamente. Es por eso que ha habido varios muertos aquí en Puno¬—dice Félix Suasaca Suasaca, presidente del Frente de Defensa Unificada en contra de la Contaminación de la cuenca Coata y el Lago Titicaca y secretario ejecutivo de la Plataforma Nacional de Afectados por Metales, Metaloides y otras Sustancias Tóxicas y Químicas.

—Si renuncia Dina Boluarte regresaría un poco de tranquilidad para el país. Pero con los cincuenta fallecidos siempre quedarán los malos recuerdos. Si no hay renuncia, continuará el levantamiento de los pueblos, no van a parar, están dispuestos para darlo todo.

Félix Suasaca Suasaca sostiene que la respuesta ciudadana es porque se sienten humillados y discriminados. Cuestiona que les hayan dicho terroristas, vándalos, criminales.

—Nos decían de todo. Por eso la población se ha amargado y no vamos a dejar que siga tanta humillación. Por eso la población se ha levantado— dijo y descargó categóricamente que las protestas estén siendo financiadas por el terrorismo, el narcotráfico, la minería ilegal o por Evo Morales, el ex presidente de Bolivia. Con el paso de los días, las protestas tomaron más fuerza y aumentaron los actos vandálicos. Por un lado, un sector de manifestantes quemaba comisarías, locales públicos como del Ministerio Púbico, Poder Judicial, así como de empresas privadas. Las empresas mineras tampoco fueron ajenas a reacciones generadas por protestas. En Cusco, quemaron campamentos y maquinarias de las mineras Glencore, Hudbay y Anabi. Desde el otro lado, la policía reprimió con excesos. Casi 50 personas murieron por las balas, perdigones u otros proyectiles de policías y militares. La orden para reprimir llegó del premier Alberto Otárola y de la presidenta Dina Boluarte. Cada uno, el gobierno y los vándalos, tendrán que responder ante la justicia.

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