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“EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA” GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

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GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Y EL BOOM DE LA NOVELA HISPANOAMERICANA. ESTRUCTURA Y CONTENIDO NARRATIVO LOS PERSONAJES EL AMOR Y LA MUERTE EN “EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA”

1) GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Y EL BOOM DE LA NOVELA HISPANOAMERICANA. La novela en Hispanoamérica nació algo tarde y tuvo una lenta evolución, por lo que es necesario llegar hasta el siglo XX para notar la independencia temática y de estilo de la narrativa latinoamericana, que fue registrando un ritmo creciente hasta hacerla verdaderamente única a través de la segunda mitad del siglo. La consideración internacional de esta novelística se ciñe a la década de los años 70, cuando alcanzó la primacía en las letras hispánicas y un interés excepcional y universal gracias al llamado “boom” de la novela hispanoamericana. Pero esta culminación está precedida por un proceso de depuración que surgió a comienzos del siglo XX, ayudado en gran medida por la importancia que habían adquirido los poetas latinoamericanos y los movimientos innovadores de su literatura. Ya en el Modernismo se da una tendencia preciosista, cosmopolita y desarraigada, al igual que otra más comprometida y enraizada en la realidad latinoamericana: su geografía, sus problemas sociales y políticos, es decir, los problemas propios de su identidad. De esas dos actitudes surgen en la novela tres tipos de relato: a) Novela “artística”: identificada con el modernismo poético, exótico, cosmopolita y esteticista. b) Novela “realista”: muestra un arraigo considerable con la tierra y la realidad ambiental hispanoamericana, es el germen de la futura “novela de la tierra”. c) Novela “criollista”: intenta captar la belleza pintoresca del campo y la selva, así como la vida desarrollada en ambos entornos. Los “ismos” poéticos latinoamericanos y su participación en la literatura europea ayudaron también al desarrollo de la novela, nombres como Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges o César Vallejo crearon una brecha a la que se adscribieron novelistas como Rómulo Gallegos, Horacio Quiroga, Mariano Azuela, Eustasio Rivera

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o Ricardo Güiraldes. Este grupo protagonizó una especie de prólogo del “boom”, con unos títulos básicos que muestran el sello personal de la literatura hispanoamericana, tanto en poesía (“Altazor”, “Trilce”, “Poemas humanos”, “Residencia en la Tierra”) como en narrativa (“Doña Bárbara”, “Don Segundo Sombra”, “La vorágine”, “Los desterrados”) Las claves que explican esta nueva novela deben buscarse en las décadas de los años 40 y 50, se trata de una novela con fuerte experimentación lingüística, influenciada por los “ismos” precedentes, sobre todo por el surrealismo, en la que el hombre y sus espacios interiores son sus protagonistas. Son novelas enriquecidas por la influencia de los grandes narradores europeos como Proust o Joyce, por los avances científicos e ideológicos como el psicoanálisis o el existencialismo. Los años que transcurren de 1940 a 1960 constituyen un progresivo ascenso en originalidad, en nombres y en títulos que preparan la eclosión final, pero la novela hispanoamericana saltó a otra dimensión en el momento en el que logró zafarse del realismo regionalista, y más concretamente desde que en la década de los 50 irrumpiera la tendencia del “realismo mágico”, una de las que tuvo mayor influencia en la aparición posterior del “boom”. Ese realismo fue y ha sido algo genuinamente latinoamericano, y logró catapultar al mundo una narrativa de primer orden, con autores como Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Guillermo Cabrera Infante, etc. Ya en los años 70, y gracias a la labor literaria de los autores antes citados, estalló del todo el fenómeno del “boom”, que encontró, tanto en España como en Europa, un panorama un tanto huérfano de calidad narrativa, y que fue motivado por factores no sólo literarios, sino también ideológicos, sociales y hasta comerciales, al tiempo que dotaría a la narrativa hispanoamericana de unas características muy peculiares. FACTORES QUE PROVOCARON EL “BOOM”: 1) 2)

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Identificación ideológica de la mayoría de los autores con la Revolución Cubana, creación de una actitud común y una toma de conciencia de que literatura y política eran dos vínculos indisolubles. Preocupación por los problemas culturales, los premios, los concursos y los congresos mantuvieron viva la conexión entre los escritores del “boom”, divulgando su actitud ideológica y sus aportaciones literarias. Gran apoyo del sector editorial español, con importantes labores de divulgación y promoción publicitarias. Editoriales como Seix Barral y agentes como Carmen Balcells tuvieron un papel primordial en el triunfo de esta corriente. Creación de diversos premios literarios que dieron a conocer y consolidaron a muchos autores latinoamericanos en España y en Europa. Difusión de muchas traducciones de estas novelas, gracias al interés de múltiples revistas especializadas en literatura, incluso difusión cinematográfica de relatos de los autores del “boom”.

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RASGOS PARTICULARES DE LA NARRATIVA DESDE EL “BOOM” : a) La desintegración de las formas tradicionales de la novela , debido al tratamiento de nuevas técnicas narrativas que convierten al lector en un "lector cómplice" eliminando la pasividad que había mostrado hasta entonces. b) La simultaneidad del lenguaje, los autores utilizan un lenguaje variadísimo para reflejar las distintas clases sociales de los personajes, la diversidad de lugares y regiones, e incluso la incorporación de una geografía propia y mágica c) El argumento de la novela es a veces “borrado” por el lenguaje tanto de los personajes como del propio narrador, puesto que ambos se convierten ahora en "hablantes" simultáneos. d) La novela como ficción total: ruptura con la realidad circunstancial, los autores del “boom” emprenden la ruta hacia la imaginación creadora y el realismo mágico con la invención de lugares, nombres y personajes. Un gran ejemplo sería "Cien Años de Soledad", con Gabriel García Márquez la novela se convierte en un territorio imaginativo que totaliza la realidad en todos sus planos. Los años 1960 y 1970 fueron décadas de inestabilidad política en toda América Latina, por lo que el clima político fue otro de los rasgos que habría de influir en el compromiso mostrado por los autores pertenecientes al “boom” narrativo. Los acontecimientos políticos más importantes del período fueron la Revolución Cubana en 1959, el golpe de Estado de Chile en 1973, la caída del General Perón en Argentina, la brutal represión en Argentina y Uruguay, o la violencia sin fin en Colombia. Todo ello afectó a los escritores, ya que genera explicaciones, inquietudes o testimonios, condicionando el contexto de su labor. De ahí que en muchos casos, las producciones novelísticas girasen en torno a dos grandes rasgos que estaban presentes, en mayor o menor medida, en el argumento de las mismas, y cuya alternancia ayudó a caracterizar muy bien este tipo de narrativa: 1) MAGIA: el realismo mágico se convirtió en un instrumento con el que intentar explicar la historia del continente sudamericano, por lo que los autores volvieron a los ojos hacia una serie de mitos o fabulaciones con los que justificar sus propios orígenes, de ahí que lo irreal se narre de manera casi mundana y lo más habitual se disfrace con tintes legendarios. Uno de los mejores cultivadores de esa tendencia fue García Márquez, como puede comprobarse, por ejemplo, en “Cien años de soledad” y también en “El amor en los tiempos del cólera”. 2) HISTORIA: del mismo modo que se acude a la magia para explicar los orígenes, también se acude a la ficción para señalar las lacras más importantes de la época y el continente, por eso afloraron las llamadas “novelas de dictador”, en las que se critican las dictaduras y las tiranías que aún predominaban en muchos países del continente, y que demostraban que los autores no le volvían la espalda a la realidad. Hay que recordar títulos

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como “Yo, el supremo”, de Augusto Roa Bastos, o “El otoño del patriarca”, de Gabriel García Márquez. En cuanto a las influencias literarias recibidas por estos autores, es preciso recordar a Rubén Darío y José Martí en cuanto a autores latinoamericanos, y también a James Joyce, Marcel Proust, Jean Paul Sartre desde el panorama europeo. Pero sería ya a finales de los años 60 cuando esta nueva vertiente de la novela empezaría a afianzar sus principales valores: lenguaje callejero, personajes muy complejos, saltos cronológicos, experimentaciones formales, y todo ello mezclando una potentísima imaginación con una afilada actitud crítica hacia la sociedad en la que viven, y hasta con los orígenes de la misma. Si tuviéramos que citar algunos de los títulos más importantes que afianzaron este movimiento narrativo habría que hablar, entre otros, de “Rayuela” (Julio Cortázar), “La ciudad y los perros” (Mario Vargas Llosa), “El túnel” (Ernesto Sábato), “Pedro Páramo” (Juan Rulfo), “El astillero”, (Juan Carlos Onetti), “El señor presidente” (Miguel Ángel Asturias) y, por supuesto, “Cien años de soledad” (Gabriel García Márquez) El boom tuvo un impacto inmediato, ya que cambió la consideración de la cultura latinoamericana en todo el mundo, el éxito comercial de los escritores del boom tuvo el efecto de elevarlos casi a la condición de estrellas musicales o cinematográficas. Por supuesto, las traducciones jugaron un papel fundamental en el éxito de estos autores, puesto que les garantizaba una audiencia mucho mayor, y este “boom” permitió, por un lado, que sus autores se consolidaran y siguieran publicando durante los cuarenta años siguientes, y por otro que a su sombra surgieran otros escritores de gran talla que han continuado su labor en el llamado “post-boom”. Nombres como José Donoso, Manuel Puig, Roberto Bolaño, Ángeles Mastretta, Antonio Skármetea, etc.

*GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Gabriel García Márquez es el creador del mítico Macondo, un lugar que existe sólo en la frontera que separa la realidad de la fantasía, reutilizado en algunas otras novelas además de “Cien años de soledad”, pero también un lugar simbólico que habla de toda Colombia, un marco, como otras localidades presentes en sus novelas, en el que desarrollar todo un universo acorde con el realismo mágico. •

PRODUCCIÓN NOVELÍSTICA: “La hojarasca”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “La mala hora”, “Los funerales de la Mamá Grande”, “Cien años de soledad”, “Relato de un náufrago”, “El otoño del patriarca”, “Crónica de una muerte anunciada”, “El amor en los tiempos del cólera”, “El general en su laberinto”, “Del amor y otros demonios”, “Memoria de mis putas tristes”. OBRA BREVE, TEATRO Y RELATOS: “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo”, “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”, “El negro que hizo esperar a los ángeles”, “Ojos de perro azul”, “Todos los cuentos”, “El rastro de tu sangre en la nieve: el verano feliz de la señora

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Forbes”, “Doce cuentos peregrinos”, “Diatriba de amor contra un hombre sentado”, etc. OBRA PERIODÍSTICA: amplísima, algunos títulos son “Chile, el golpe y los gringos”, “Cuando era feliz e indocumentado”, “Obra periodística 1: Textos costeños”, “Obra periodística 2: Entre cachacos”, “Por la libre”, “Obra periodística 4: Viva Sandino”, “El asalto: el operativo con el que el FSLN se lanzó al mundo”, “Noticia de un secuestro”, “La aventura de Miguel Litín, clandestino en Chile”. Su última publicación ha sido la primera parte de sus memorias: “Vivir para contarla”.

Gabriel García Márquez nació en Aracataca en 1927. Creció como niño único entre sus abuelos maternos y sus tías, pues sus padres, el telegrafista Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, se fueron a vivir, cuando Gabriel sólo contaba con cinco años, a la población de Sucre, donde tuvieron a la mayoría de sus once hijos. De hecho, “El amor en los tiempos del cólera” se inspira en el dificultoso noviazgo al que tuvieron que hacer frente sus padres. Los abuelos eran dos personajes bien particulares y marcaron el periplo literario del futuro Nobel: el coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba al pequeño Gabriel infinidad de historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX, lo llevaba al circo y al cine, y fue su cordón umbilical con la historia y con la realidad. Doña Tranquilina Iguarán, su abuela casi ciega, pasaba el tiempo contando fábulas y leyendas familiares, mientras organizaba la vida de los miembros de la casa de acuerdo con los mensajes que recibía en sueños: ella fue la fuente de la visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad. Como puede verse, ambos dejaron en el autor las respectivas improntas de la realidad histórica y la magia. Tras unos estudios en los que ya empezó a destacar como fabulador insomne, en 1947, presionado por sus padres, se trasladó a Bogotá a estudiar derecho en la Universidad Nacional. La capital del país fue para García Márquez la ciudad que más lo impresionó, pues era una ciudad gris, fría, donde todo el mundo se vestía con ropa muy abrigada y negra, hasta el punto de que se llegó a sentir como un extraño, en un país distinto al suyo, de “gentes introvertidas y silenciosas, todo lo contrario al Caribe, en donde la gente sentía la presencia de otros seres fenomenales aunque éstos no estuvieran allí". En la Universidad Nacional permaneció sólo hasta el 9 de abril de 1948, pues, a consecuencia del "Bogotazo" (periodo de protestas, desórdenes y represión que siguió al asesinato del político liberal Jorge Eliécer Gaitán), la Universidad se cerró indefinidamente. García Márquez perdió muchos libros y manuscritos en el incendio de la pensión donde vivía y se vio obligado a pedir traslado a la Universidad de Cartagena, donde siguió siendo un alumno irregular. Nunca se graduó, pero inició una de sus principales actividades periodísticas: la de columnista en el recién fundado periódico El Universal. A principios de los años cuarenta se gestó en Barranquilla una asociación de amigos de la literatura que se llamó el Grupo de Barranquilla, cuya cabeza rectora era don Ramón Vinyes. Gabriel García Márquez se vinculó a ese grupo, al principio viajaba desde Cartagena a Barranquilla cada vez que podía, pero luego, gracias a una neumonía que le obligó a recluirse en Sucre, cambió su trabajo en El Universal por una columna diaria en El Heraldo de Barranquilla. En esa época, y tras dejarse influir por Defoe,

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Camus, y sobre todo por Faulkner, García Márquez leyó a los grandes escritores rusos, ingleses y norteamericanos, y perfeccionó su estilo directo de periodista. La vida de esos años fue de completo desenfreno y locura, fueron los tiempos de La Cueva, un bar que se convirtió en un sitio mitológico en el que se reunían los miembros del Grupo de Barranquilla, también fue la época en que vivía en pensiones de mala muerte, como El Rascacielos, edificio que alojaba también un prostíbulo, y que recuerda al hotel de Lotario Thugut frecuentado por Florentino Ariza. Muchas veces no tenía el peso con cincuenta para pasar la noche; entonces le daba al encargado sus mamotretos, los borradores de “La hojarasca”, y le decía: "Quédate con estos mamotretos, que valen más que la vida mía. Por la mañana te traigo plata y me los devuelves". A principios de 1950, cuando ya tenía muy adelantada su primera novela, titulada entonces “La casa”, acompañó a doña Luisa Santiaga al pequeño, caliente y polvoriento Aracataca, con el fin de vender la vieja casa en donde él se había criado. Comprendió entonces que estaba escribiendo una novela falsa, pues su pueblo no era siquiera una sombra de lo que había conocido en su niñez; a la obra en curso le cambió el título por “La hojarasca”, y el pueblo ya no fue Aracataca, sino Macondo, en honor de los corpulentos árboles de la familia de las bombáceas, comunes en la región y semejantes a las ceibas, que alcanzan una altura de entre treinta y cuarenta metros. En febrero de 1954 García Márquez se integró en la redacción de El Espectador, donde inicialmente se convirtió en el primer columnista de cine del periodismo colombiano, y luego en brillante cronista y reportero. El año siguiente apareció en Bogotá la revista Mito, que ejerció una profunda influencia en la vida cultural colombiana, García Márquez publicó dos trabajos en la revista: un capítulo de “La hojarasca”, el “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo” (1955), y “El coronel no tiene quien le escriba” (1958), por lo que él siempre ha considerado que Mito fue trascendental. En ese año de 1955, García Márquez ganó el primer premio en el concurso de la Asociación de Escritores y Artistas; publicó “La hojarasca” y un extenso reportaje, por entregas, “Relato de un náufrago”, el cual fue censurado y provocó que saliera del país rumbo a Ginebra y Roma como corresponsal. Cuatro años estuvo ausente de Colombia. Vivió una larga temporada en París, y recorrió Polonia y Hungría, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Continuó como corresponsal de El Espectador, aunque en precarias condiciones, pues si bien escribió dos novelas, “El coronel no tiene quien le escriba” y “La mala hora”, vivía siempre esperando el giro mensual que El Espectador debía enviar pero que demoraba debido a las dificultades del diario con el régimen de Rojas Pinilla. Esta situación se refleja en “El coronel”, donde se relata la desesperanza de un viejo oficial de la guerra de los Mil Días aguardando la carta oficial que había de anunciarle la pensión de retiro a que tiene derecho. Además, fue corresponsal de El Independiente, cuando El Espectador fue clausurado por la dictadura, y colaboró también con la revista venezolana Élite y la colombianísima Cromos. Su estancia en Europa le permitió ver América Latina desde otra perspectiva. Le señaló las diferencias entre los distintos países latinoamericanos, y tomó además mucho material para escribir cuentos acerca de los latinos que vivían en la ciudad luz, se dio cuenta de que Europa era un continente viejo, en decadencia, mientras que América, y en especial Latinoamérica, era lo nuevo, la renovación, lo vivo. En 1959 fue nombrado director de la recién creada agencia de noticias cubana Prensa Latina. En 1960 vivió seis 6


meses en Cuba y al año siguiente fue trasladado a Nueva York, pero tuvo grandes problemas con los cubanos exiliados y finalmente renunció. Después de recorrer el sur de Estados Unidos se fue a vivir a México. Tras esa estancia en Estados Unidos, el gobierno de ese país le denegó el visado de entrada, porque, según las autoridades, García Márquez estaba afiliado al partido comunista. Sólo en 1971, cuando la Universidad de Columbia le otorgó el título de doctor honoris causa, le dieron un visado, aunque condicionado. Un día de 1966 Gabriel García Márquez tuvo la repentina visión de la novela que durante 17 años venía rumiando: consideró que ya la tenía madura, se sentó a la máquina y durante 18 meses seguidos trabajó más de ocho horas diarias, mientras que su esposa se ocupaba del sostenimiento de la casa. En 1967 apareció “Cien años de soledad”, novela cuyo universo es el tiempo cíclico, en el que suceden historias fantásticas: pestes de insomnio, diluvios, fertilidad desmedida, levitaciones... Es una gran metáfora en la que, a la vez que se narra la historia de las generaciones de los Buendía en el mundo mágico de Macondo, desde la fundación del pueblo hasta la completa extinción de la estirpe, se cuenta de manera insuperable la historia colombiana desde después del Libertador hasta los años treinta del pasado siglo. De ese libro Pablo Neruda, el gran poeta chileno, opinó: "Es la mejor novela que se ha escrito en castellano después del Quijote". Después del éxito de “Cien años de soledad”, García Márquez se estableció en Barcelona y pasó temporadas en Bogotá, México, Cartagena y La Habana. Durante las cuatro décadas transcurridas, ha seguido publicando novelas, volúmenes de cuentos, así como importantes recopilaciones de su producción periodística y narrativa. En octubre de 1982 la Academia Sueca le otorgó el ansiado premio Nobel de Literatura. Por ese entonces se hallaba exiliado en México, pues el 26 de marzo de 1981 había tenido que salir de Colombia, ya que el ejército colombiano quería detenerlo por una supuesta vinculación con el movimiento M-19 y porque durante cinco años había mantenido la revista Alternativa, de corte socialista. La concesión del Nobel fue todo un acontecimiento cultural en Colombia y Latinoamérica. Con el discurso "La soledad de América Latina", que leyó ante la Academia Sueca, intentó romper los moldes o frases gastadas con que tradicionalmente Europa se ha referido a Latinoamérica, y denunció la falta de atención de las superpotencias por el continente, que se habían quedado tan sólo con la carga de maravilla y magia que se ha asociado siempre a esta parte del mundo. El discurso es una auténtica pieza literaria de gran estilo y de hondo contenido americanista, una hermosa manifestación de personalidad nacionalista, de fe en los destinos del continente y de sus pueblos. Confirmó asimismo su compromiso con Latinoamérica, convencido desde siempre de que el subdesarrollo total, integral, afecta todos los elementos de la vida latinoamericana. Después del Nobel, García Márquez se ratificó como figura rectora de la cultura nacional, latinoamericana y mundial. Tras años de silencio, en 2002 presentó la primera parte de sus memorias, “Vivir para contarla”, en la que repasa los primeros treinta años de su vida. La publicación de esta obra supuso un acontecimiento editorial, con el lanzamiento simultáneo de la primera edición (un millón de ejemplares) en todos los países hispanohablantes. En 2004 vio la luz su novela “Memorias de mis putas tristes”.

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2) ESTRUCTURA Y CONTENIDO NARRATIVO. El eje de la novela es la historia de amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza a lo largo de más de cincuenta años. Podría parecer sólo un melodrama de amantes contrariados, ya que García Márquez utiliza clásicos recursos de los folletines tradicionales, pero lo que en realidad hace es demostrar su talento como narrador, pintando el amor, el sexo, la muerte, la vida y hasta la sociedad latinoamericana a lo largo de la vida de varios personajes. La novela, iniciada “in medias res”, refleja el estilo de un cuentista tradicional, puesto que todas sus páginas tienen la demoledora fuerza narrativa de García Márquez, fabulador inagotable que engarza unos episodios con otros con una brillantez y una suavidad que seducen al lector a la hora de conocer las vidas de los tres protagonistas: Fermina Daza, Florentino Ariza y el doctor Juvenal Urbino. En cuanto a la estructura narrativa, puede dividirse de la siguiente manera: 1) Capítulo 1: muertes de Jeremiah de Saint-Amour y de Juvenal Urbino, informaciones acerca de los últimos años del matrimonio Urbino Daza; en el velatorio del doctor, aparece Florentino y renueva su promesa de amor; pausa narrativa para marcar los saltos temporales. 2) Capítulos 2 a 5: salto al pasado, antecedentes de las vidas de los tres personajes protagonistas, necesarios para que el lector sepa cómo se ha llegado a la situación en la que se ha producido la pausa narrativa. Amores juveniles de Florentino y Fermina, matrimonio de ésta con el doctor Urbino; vida de la pareja y del despechado Florentino (con todas sus conquistas), hasta llegar al momento inicial de la muerte del doctor. 3) Capítulo 6: recuperación de la linealidad narrativa interrumpida en el capítulo primero, desde el velatorio del doctor, avance de las nuevas relaciones entre Fermina y Florentino, asunción de la edad de ambos, de su condición social y viaje final por el río a modo de luna de miel. La obra se inicia con dos muertes: la de Jeremiah de Saint-Amour, un refugiado antillano inválido de guerra, y la del doctor Juvenal Urbino, que al regresar de casa de su amigo suicida, en su intento de recuperar un loro huido, se cae de un árbol y se mata. En el velatorio del doctor, uno de los asistentes, Florentino Ariza, se dirige a la viuda, Fermina Daza, para recordarle que después de medio siglo su amor y su fidelidad hacia ella siguen incólumes. Esto ocurre un domingo de Pentecostés de principios de la década de los años treinta, en una ciudad colombiana del litoral del Caribe que por su cercanía a la desembocadura del río Magdalena podríamos suponer que es Barranquilla. Durante los cuatro capítulos siguientes, García Márquez muestra su maestría para jugar con los saltos cronológicos, y asistimos, en gran parte, a la educación sentimental de Florentino, enamorado, siendo aún adolescente, de Fermina Daza, con quien apenas cruza palabra pero sí mantiene una muy nutrida y apasionada correspondencia. A la vuelta de un viaje por el interior del país, impuesto a Fermina Daza por su padre (que quiere apartarla de su enamorado), ella se da cuenta repentinamente de que Florentino Ariza no es el hombre que puede hacerla feliz y le 8


rechaza, casándose con el doctor Urbino, a quien también rechazaba en un principio. Aunque relativamente feliz, Fermina Daza no tardará en darse cuenta de su equivocación: ha rechazado al hombre que quería y, llevada por un extraño destino, se ha entregado al que no quiere. Mientras esto ocurre, el cólera hace estragos y se suceden las guerras entre liberales y conservadores, sin que por ello se resienta demasiado la vida de la ciudad caribeña. Florentino Ariza, a pesar de seguir queriendo a Fermina, va pasando de mujer en mujer, de aventura en aventura, al tiempo que escala puestos en la empresa familiar, la Compañía Fluvial del Caribe, de la cual acabará siendo presidente. Tras narrar los avatares del matrimonio Urbino Daza, y los progresos sociales y amatorios de Florentino Ariza, se llega de nuevo a la muerte del doctor Urbino. Una vez que la narración vuelve al punto inicial, y aunque Florentino es rechazado de nuevo por Fermina, volverá, como ya hizo en la adolescencia, a escribirle, a conquistar poco a poco con su verbo apasionado a la mujer, que acabará aceptando primero su amistad y luego viajar por el río Magdalena en uno de los barcos de la compañía, sin saber, hasta el último momento, que Florentino la acompañará. Será en el río Magdalena donde estos dos ancianos, que ya pasan de los setenta, se entregarán a su amor, con tanto apasionamiento que, para librarse de testigos y permanecer a solas en el barco, Florentino hará que en el viaje de vuelta se enarbole la bandera amarilla del cólera y, una vez llegados a la desembocadura, y por lo tanto a la ciudad, vuelvan a remontar el río en un feliz viaje sin fin. TEMAS PRINCIPALES En la obra pueden apreciarse, entre otros, los temas siguientes: AMOR: presente ya desde el título, las relaciones amorosas mantenidas entre los tres protagonistas son el eje de la novela, por lo que se puede hablar incluso de diferentes tipos de amor. Existe amor adolescente (el inicial entre Fermina y Florentino), legalizado y oficial (matrimonio Urbino Daza), extramarital (el engaño del doctor Urbino), lúbrico o puramente sexual (las amantes de Florentino), intergeneracional (el viejo y la niña, Florentino y América Vicuña), amor de madurez o senil (Fermina y Florentino cincuenta años después), e incluso amores frustrados y nunca conseguidos. MUERTE: contemplada como un reverso del amor, como la otra cara de la misma moneda, el fallecimiento de Jeremiah de Saint-Amour es un presagio de la muerte del doctor Urbino. Cada vez que se va a producir un triunfo del amor, antes alguien debe dejar de existir, Juvenal Urbino tiene que morir para que Florentino intente ser feliz, y después es América Vicuña quien perece antes de que Fermina y Florentino encuentren su destino de amor. SEXO: tratado en la novela como un complemento y a veces un sustitutivo del amor, no encontramos muchos detalles de la vida marital del doctor Urbino y Fermina, sus relaciones parecen desarrollarse tras una excesiva decencia, para contrastar con las andanzas sexuales de Florentino Ariza, expresadas por García Márquez con su correspondiente lenguaje. Las variantes sexuales de tantas amantes vienen a cubrir el vacío de cama del matrimonio Urbino Daza, y además son la válvula de escape que tiene Florentino para no perecer ante el fracaso sentimental con Fermina. A su manera, él intenta sustituir a la mujer amada en cada una de sus amantes, pero nunca llegó a 9


enamorarse de ninguna, tal vez sólo buscaba en el sexo ejercer su libertad como amante despechado. En cualquier caso, la novela no tiene excesos sexuales, e incluso el encuentro final entre Fermina y Florentino está narrado con suma delicadeza. FAMILIA Y CLASES SOCIALES: el concepto de familia recibe diferentes tratamientos, gradativos incluso, Florentino es hijo bastardo de padre desconocido, o no reconocido oficialmente, el padre de Fermina, Lorenzo Daza, tampoco puede considerarse como un modelo familiar, con su oscuro pasado, y el escalón social más alto lo conforma la familia Urbino de la Calle, perteneciente a la aristocracia más rancia de la ciudad. Resulta curioso que Tránsito Ariza, Lorenzo Daza y Blanca Urbino de la Calle, los padres de los tres protagonistas, desempeñen un papel fundamental en sus existencias, y a veces determinante en el transcurso de la novela, como ocurre con doña Blanca, la madre del doctor, que impidió respirar libremente a Fermina hasta su muerte. El hecho de que Lorenzo Daza logre casar a su hija con el doctor Urbino supone un ascenso social, y durante la novela observamos cómo gracias al doctor y a su preocupación por el progreso de la ciudad, su familia se moderniza con los tiempos, pasando a formar parte de una alta burguesía. Florentino, en cambio, alcanza cierto ascenso social gracias a su trabajo en la Compañía Fluvial del Caribe, engrosando desde entonces las filas de la burguesía mercantil. Pero ni en ese momento final se libran los amantes de las convenciones sociales, por eso la única solución es el viaje eterno por el río, lejos de las habladurías y de las fronteras de clase. PASO DEL TIEMPO, VEJEZ, MUERTE: los más de cincuenta años que se desarrollan en la novela son mencionados en muchas ocasiones, por lo que el paso del tiempo está entrelazado con el resto de los temas principales. No sólo se utiliza para comprobar la tenacidad del amor de Florentino, sino que sirve también para comprobar los efectos de su paso por los personajes y su entorno. El plazo que se marcó Florentino era largo y paciente, y durante todas esas décadas el lector puede comprobar el avance del tiempo histórico, con los avatares ocurridos en el país (epidemias curadas, guerras, viajes en globo), y también el avance del cronológico, cada vez que los cuerpos de los protagonistas van sintiendo llegar su progresivo deterioro. En ese sentido, destaca el terror que sintió Florentino ante los achaques de la vejez, pero no por miedo a morir, sino por la posibilidad de que la muerte, la suya o la de Femina, le impidiera disfrutar de su amor, un amor que, dicho sea de paso, sólo podía realizarse si antes moría el doctor Urbino. El hecho de que García Márquez utilice con tanta frecuencia los flashbacks hace que el lector pueda percibir en toda su nitidez ese paso inexorable del tiempo. Además, el triunfo del amor más que maduro es una lección para el lector, ese encuentro amatorio de los dos ancianos está lleno de plenitud, experiencia y sabiduría, y es capaz de vencer los presagios de la vejez y de la muerte. LITERATURA: la escritura epistolar es esencial en la novela, sobre todo en las relaciones entre Fermina y Florentino, era su única vía de comunicación en los inicios juveniles, y fue la llave que abrió de nuevo el corazón de Fermina medio siglo después, con esas cartas llenas de sabiduría que le enviaba Florentino. Un Florentino que leía todo lo que llegaba a sus manos, formándose de manera autodidacta, algo que condicionaba su estilo literario, excesivamente florido y que le incapacitaba para escribir un texto comercial. Las cartas de Fermina, en cambio, eran sucintas y escuetas, como correspondía a su carácter. García Márquez no permite al lector leer una sola línea de todas estas cartas, pero sí le muestra información suficiente de su contenido, así como del progreso estilístico de Florentino Ariza, que tanto le ayudaría en el triunfo final con Fermina.

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Capítulo 1 Se inicia con la muerte de Jeremiah de Saint-Amour (un suicidio por temor a las inclemencias de la vejez) y la relación amistosa con el doctor Juvenal Urbino, continúa con el homenaje a Lácides Olivella, la fuga del loro, el alboroto general en la casa y una lluvia torrencial que presagia una nueva muerte. Conocemos algunos rasgos de la convivencia del matrimonio Urbino Daza hasta llegar al intento de rescate del loro y muerte del doctor Urbino, previamente se nos cuenta la gran labor que había desempeñado este visionario intentando convertir la ciudad en un lugar de progreso. Florentino Ariza aparece en el funeral para reiterarle a Fermina Daza su amor desde hacía más de cincuenta años. El principal protagonista del capítulo es el doctor Juvenal Urbino. Es destacable que haya dos muertes importantes en el comienzo de la novela, porque con ellas el autor pretende mostrarnos dos cosas, primero el miedo a la vejez, causa del suicidio de Jeremiah, y segundo y más importante, el hecho de que el doctor tuviera que morir para que el amor de Florentino Ariza pudiera tener alguna esperanza. El tratamiento del amor no ha hecho más que empezar, el narrador no indica claramente si el doctor Urbino y Fermina Daza estaban de verdad enamorados, provocando la ambigüedad en el lector. Los temas del envejecimiento y del orgullo de clase también aparecen reflejados, el envejecimiento es más claro en el doctor Urbino, puesto que se habla con detalle de la disminución constante de su mente y cuerpo, al acercarse la muerte. También vemos el envejecimiento de Fermina y de Florentino, pero todavía no se narran con tanta virulencia como el del doctor. El tema de las clases sociales se introduce de manera más sutil, la novela se inicia con la muerte de un plebeyo como Jeremiah, aunque amigo de un médico de ricos, para pasar con rapidez a una fiesta de alto copete, mostrando la estratificación social de la novela, que sólo la tenacidad de un personaje como Florentino, además del paso del tiempo, lograrán romper. El mundo al que pertenece el matrimonio Urbino Daza no es el mismo que el del resto de los mortales, ni el mismo que el de Florentino, y eso se encarga de demostrarlo la propia Fermina, cuyos orígenes tampoco eran muy altos. Capítulo 2 Este capítulo, además de iniciar los saltos temporales, está dedicado al enamoramiento febril de Florentino Ariza y Fermina Daza, cincuenta años atrás, iniciado cuando Florentino acudió a la casa de Lorenzo Daza a entregar un telegrama. Ayudados por la madre de Florentino y la tía de Fermina, los jóvenes sortean las prohibiciones del padre para seguir comunicándose por vía epistolar y el febril Florentino llega a enfermar de amor esperando una respuesta de su amada. Ante la propuesta de matrimonio, y desvelados los contactos entre ambos, Fermina es alejada en un viaje punitivo de año y medio, y Florentino cae enfermo encerrado en un burdel en el que no practica el sexo porque ha de mantenerse virgen y fiel para ella, puesto que le había respondido afirmativamente. A pesar de la distancia, los jóvenes siguen en contacto gracias a la complicidad de los compañeros telegrafistas de Florentino y de Hildebranda Sánchez, prima de Fermina. Pero el tiempo es

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inclemente y cuando ella vuelve comprueba que ya no le quiere, por lo que provoca la ruptura entre ambos, poniendo en verdadero riesgo la vida de Florentino. El principal objetivo es el desarrollo de la relación entre Florentino y Fermina, por lo que se va profundizando más en las distintas vertientes amorosas, sobre todo en lo referente a ese amor juvenil. El comportamiento de Florentino no deja lugar a dudas de su enamoramiento, pero precisamente su conducta exagerada pone en riesgo la culminación de ese amor, en ocasiones parece incluso que disfrute más de la idea de estar enamorado que del propio amor. En cambio Fermina siempre se muestra mucho más pragmática, y a veces incluso un poco lejana, sí parece amarle, pero sus convicciones no serán tan firmes cuando al regreso de su viaje punitivo no resiste la imagen de ese “pobre hombre”, seguramente porque tiene ya poco que ver con la imagen platónica que ella se había fabricado en la distancia. En este capítulo se aborda un tema complementario como es la literatura. Gracias a las cartas enfebrecidas de Florentino, parece que se le da mucha más importancia a la escritura de cartas como elemento comunicativo, y artístico, más que a la propia palabra oral, su amor se construye casi por escrito, aunque el autor se cuida muy mucho de enseñarle al lector una sola línea de ninguna de esas cartas, recibiendo sólo las descripciones de su tono general a través del narrador, aunque sin eliminar ni un ápice del romanticismo que destilaban, sobre todo las de Florentino, que se había leído cuantos volúmenes de poesía romántica caían en sus manos. El encuentro final del capítulo, el momento en el que los caminos de ambos se separan, resulta demoledor, pero necesario para mantener la tensión narrativa, para aprovechar los dos caminos argumentales que se abren ante el lector, el que ha de recorrer Fermina junto a su flamante marido, y el que le aguarda al amante despechado, mucho más ameno literariamente hablando. De igual manera, García Márquez demuestra con esa escena lo difícil que puede llegar a ser el amor, lo enrevesado de los sentimientos, y la cantidad de variantes que el corazón humano puede llegar a alcanzar. Capítulo 3 Los saltos temporales nos ponen de nuevo ante el doctor Urbino, a su regreso de París, para dar entrada a los orígenes de la relación entre él y Fermina Daza, o lo que es lo mismo, una variante del triángulo amoroso, la del amor oficial y social, puesto que el joven médico llega derrotando al cólera y se convierte en un baluarte social digno de la hija de cualquier familia que se precie en la ciudad. Bajo la amenaza del cólera, el doctor examina a Fermina Daza y cae enamorado sin remedio de ella, a pesar de su carácter arisco. Los intentos de matrimonio halagan al padre, Lorenzo Daza, casi tanto como molestan en la ciudad, provocando que Fermina reciba anónimos y hasta muñecas de vudú. Los dos hombres parecen aunar fuerzas pero el sí de Fermina sólo llegará con los halagos de su prima Hildebranda, como si sólo pudiera elegir al doctor cuando comprueba que alguien podría arrebatárselo, una prueba más de que no sentía amor verdadero hacia él. Cuando Florentino descubre que Fermina va a casarse con el doctor Urbino, está a punto de morir, y se embarca en un viaje terapéutico para tratar de olvidarla, en ese viaje pierde la virginidad, y aunque ya nunca dejará de entregarse sexualmente a un sinnúmero de mujeres, trata de mantenerse leal para Fermina, porque entonces asume que para que él pueda ser feliz habrá de morirse el doctor Urbino. Durante casi dos años

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Florentino cree que ha sobrevivido el tormento de perder Fermina Daza, ayudado por todas las mujeres que le han disfrutado, hasta que él la vuelve a ver por primera vez, del brazo de su marido, más bella que nunca, y embarazada de seis meses. Tal vez sean las clases sociales las protagonistas de este tercer capítulo, supeditadas al amor, evidentemente, pero el matrimonio del doctor Urbino con Fermina Daza provoca una catarata de anónimos y amenazas hacia la advenediza, puesto que Fermina no pertenecía a la aristocracia clásica de la ciudad. Además de las cuestiones sociales, irrumpe con fuerza también el tema del sexo, contrastando la ultra decencia, a veces incluso la mojigatería, del matrimonio Urbino Daza, con el libertinaje que emprende Florentino para paliar el vacío que Fermina ha dejado en su corazón. Él utilizará el sexo como un sustituto para el amor, un patrón de conducta que, curiosamente, mantendrá justo hasta la muerte del doctor Urbino, porque después asume la más absoluta abstinencia hasta llegar a Fermina, como conservando una segunda virginidad. Capítulo 4 Florentino decide ganar fama y fortuna mientras espera que el doctor Urbino muera, y esa fama le llegará en la Compañía Fluvial del Caribe, permitiéndole comprar una nueva casa y acondicionarla para cuando Fermina la habite, y sin llevar allí a ninguna de sus amantes, porque ese territorio también ha de ser virgen, por lo que continúa en su línea, no de fidelidad estrictamente hablando, pero sí de lealtad hacia la amada. Para alcanzar ese éxito social y profesional, contará siempre con la ayuda de Leona Cassiani, la mujer que puede considerar como amiga y que incluso está a punto de conocer su secreto. Debido a las inquietudes progresistas y cívicas del doctor Urbino, él y Florentino se conocen al fin, y entre ellos se establece, si no simpatía, sí una corriente de respeto, sobre todo de Florentino hacia el doctor, a quien envidia pero por quien sentirá también pena puesto que ha de morir para que él pueda alcanzar la gloria. Las sospechas de que el matrimonio de los Urbino Daza no fue un asunto de amor afloran de nuevo, el narrador se adentra en los motivos para dejarle claro al lector que ella aceptó la propuesta de boda porque pensó que estaba a punto de perder la oportunidad para siempre. No se arrepintió del matrimonio inmediatamente, sino cuando regresaron de Europa y tuvo que convivir con la suegra tiránica y las hermanas ligeramente retrasadas del doctor, por lo que sólo encontró consuelo en la crianza del hijo. Por eso convence, tiempo después, al doctor Urbino para volver a Europa a intentar recuperar su amor. El tiempo y la edad emergen como protagonistas de este cuarto capítulo, y con ellos juega García Márquez al desvelar las entretelas del matrimonio Urbino Daza, continuando lo que ya había ido narrando en el capítulo primero. Los saltos en el tiempo, al igual que en los capítulos anteriores, son necesarios para trazar esa panorámica de la pareja. En cambio, en el caso de las andanzas amatorias de Florentino Ariza, no parecen apreciarse avances, cada una de sus conquistas, salvo detalles curiosos, parece la misma que la anterior, lo que le confiere al tiempo una circularidad que hace que parezca que no transcurre, quizá por eso al lector le cuesta un poco más percibir el envejecimiento de Florentino que el del matrimonio.

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Sólo se percibe cuando el mismo Florentino es quien toma conciencia de ese salto temporal y las huellas que ha dejado en él, se da cuenta de que han pasado treinta años, y tiene, por primera vez, dudas de que el doctor vaya a morirse antes que él, empieza a sentir el terror de no poder cumplir su promesa por culpa del tiempo y la vejez. A diferencia del doctor, que sí temía a lo que hubiera después de la muerte, Florentino lo que teme es no tener tiempo suficiente para cumplir con su amada. Capítulo 5 El matrimonio Urbino sigue teniendo una importantísima presencia en la vida social de la ciudad, como se observa en el primer viaje en globo, que también le sirve a García Márquez para volver a hablar de las guerras civiles. Al regreso, Florentino empieza a tomar conciencia del paso inclemente del tiempo, sobre todo al ver los cambios que éste ha provocado en Fermina. Debido a esa presencia social, Florentino tiene oportunidad de verla más a menudo, y sigue pensando que la indiferencia de Fermina es una prueba más de su amor, hasta que ella desaparece, oficialmente en un viaje para curarse de cierta enfermedad no revelada del todo. El hecho de la enfermedad de Fermina asusta a Florentino, pues le hace pensar en la fragilidad humana, y en cómo se frustrarían sus planes si ella o él mismo murieran antes que el doctor Urbino. Pero la realidad tenía poco que ver con la enfermedad, Fermina se va porque ha descubierto la infidelidad de su marido con Bárbara Lynch. A pesar del pecado, el doctor tampoco demostró unas especiales artes amatorias, a diferencia de Florentino, sino que transmitía en cada encuentro una fugacidad y una culpabilidad tremendas, hasta el punto de que su propio cuerpo también empieza a resentirse. El tío León XII reconoce a Florentino como su único heredero en la Compañía Fluvial del Caribe y en ese momento parece que la galería de amantes de Florentino comienza a decrecer, no busca ninguna nueva, y cuando muere el doctor, sólo tenía una, la más joven y perturbadora, América Vicuña, y por primera vez será consciente de lo que le va a costar renunciar a ella, pero hay algo mucho más importante, ya que por fin la espera termina, por fin el destino le concede un respiro, y así se planta en el velatorio del doctor para reiterarle a Fermina sus sentimientos, al tiempo que García Márquez regresa al momento inicial de la novela, poniendo fin a los saltos temporales. La enfermedad aparece repetidamente en este capítulo, y más que la enfermedad el envejecimiento del que son conscientes, casi al mismo tiempo, los tres protagonistas. Sin embargo, la experiencia de la enfermedad sigue siendo muy diferente entre los ricos y los pobres, ya que cuando Fermina desaparece durante dos años, Florentino asume que ha dejado la ciudad para ir a un hospital privado, donde nadie sabrá de su enfermedad; por el contrario, las víctimas de cólera en San Juan de la Ciénaga son abandonados en las calles sin siquiera el beneficio de la sepultura después de su muerte. La edad es importante para Fermina, porque es la primera vez que realmente parece cambiar, conocer la infidelidad de su marido la envejeció diez años en una noche, y durante el resto del capítulo casi todas las descripciones de ella se centran en su envejecimiento. La posibilidad de que el amor de Florentino por Fermina pudiera disminuir con el envejecimiento no se contempla, y si él se altera por los cambios que

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observa en ella, es más por el miedo de quedarse sin tiempo para ella, no porque esté dejando de amarla. En este sentido, quizá más impactante que cualquiera de los síntomas de envejecimiento físico es la pérdida de las amantes de Florentino, muchas de ellas han muerto y eso pone de relieve cuánto tiempo lleva esperando a Fermina; esto demuestra que, por primera vez, Florentino se da cuenta de que terminará con Fermina o muerto, por lo que ya no se molesta en buscar nuevas amantes con las que llenar el vacío de su corazón. Cuando por fin tiene su oportunidad, Florentino actúa precipitadamente, y eso le granjea un nuevo rechazo de Fermina, y la advertencia de que, si finalmente quiere conquistarla, debe ser menos impetuoso y más reflexivo, y no puede comportarse como aquellas primeras veces febriles. Capítulo 6 Fermina le envía a Florentino una carta demoledora y llena de rabia, no tanto por su atrevimiento en el velatorio, sino una vez más porque alguien le diga qué hacer con su vida antes de que ella misma tome una decisión al respecto. Así que antes de permitir a nadie entrar en su vida, decide saldar cuentas con el pasado del esposo muerto y tomar posesión, verdaderamente y por vez primera, de su casa y de su existencia. Durante este tiempo Florentino coquetea con el insomnio y la depresión, al tiempo que trata de desembarazarse de una América Vicuña que ya no es una niña y se ha enamorado de él. El hecho de recibir la carta de Fermina, aunque dolorosa, le da la oportunidad de responder, y de alguna manera es el pistoletazo de salida, muy sutil, para reiniciar lo interrumpido hacía cincuenta años. Lo mejor de todo es que el Florentino exagerado y barroco quedó por fin atrás, y las cartas que le enviará ahora a Fermina son auténticas meditaciones sobre la vida, el amor, la vejez, la muerte, y escritas con tan buen tino que serán lo que en verdad le ayude a terminar de conquistarla. En el primer aniversario de la muerte del doctor Urbino, Florentino acude a la misa sin ser invitado, y tácitamente se firma la paz, Fermina le agradece su presencia y sobre todo sus cartas, y tras unos meses titubeantes, comienza a visitarla todos los martes, las cartas son ahora conversaciones, y el amor empieza a cimentarse sobre una amistad madura, aprobada incluso por el hijo de Fermina. Pero Florentino sufre una caída, y han de volver a las cartas, para darse cuenta ambos, pero sobre todo Fermina, de cuánto echaban de menos esas tardes de los martes. Ciertos periódicos arremeten contra la familia Urbino Daza y Florentino defiende públicamente a Fermina, que desea abandonar la ciudad durante un tiempo, para alejarse de la maledicencia y de las discusiones con su hija Ofelia. Florentino la invita a un crucero fluvial en uno de los barcos de la CFC, viaje al que se incorpora él mismo a última hora. Lo que en principio no iba a ser más que la continuación de las conversaciones de los martes, termina por ser lo que Florentino siempre había soñado, toda una luna de miel en la que al fin Fermina y él se encuentran como amantes después de medio siglo. Sólo la muerte de América Vicuña empaña el viaje, pero el amor exige un nuevo tributo, en este caso el de la única mujer que amó tanto a Florentino como para morir por él. Al regresar, Fermina sabe que esa felicidad no podrá mantenerla en la ciudad, con todas las convenciones sociales, de ahí que Florentino tenga la idea de izar la

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bandera amarilla del cólera para seguir navegando por el río sin atracar y sin que nadie les incomode. En este último capítulo, las cartas cobran casi la misma importancia que tuvieron en el segundo, a través de ellas Florentino alcanza al fin el corazón de Fermina, y eso que eran muy diferentes a las que siempre escribió. Tampoco esta vez el lector llega a leer una sola línea, pero basta con la temática de las mismas para conocer sus efectos: amor, muerte, vida, vejez, cuatro de los temas centrales de la novela. Sólo podían comprenderse esas cartas si se tenía la experiencia de una vida entera, por eso Fermina encontró en ellas tanto consuelo, porque las palabras de Florentino afectaban directamente a su propia vida, quizá por eso el personaje de Fermina adquiere en este capítulo una madurez mental que no se le había visto antes, esa mujer terca como una mula muestra ahora una templanza dignísima, tanto a la hora de frenar un poco las veleidades juveniles de Florentino, como en el momento de entregarse a él, mejor dicho, de la entrega mutua. La evolución del personaje de Fermina llega con la muerte del doctor Urbino, y ella necesita libertad, de ahí que en ningún momento se hable de matrimonio entre ella y Florentino durante el viaje en barco; esa libertad, elevada a su máximo exponente, llegará de la mano de la bandera amarilla del cólera, que después de estar presente en toda la novela, al final tiene un valor positivo, al permitir la navegación eterna y feliz de los dos amantes por el tiempo que les quede por vivir.

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3) LOS PERSONAJES. PERSONAJES PRINCIPALES: * Juvenal Urbino de la Calle: Doctor eminente, hombre preocupado por el progreso de su ciudad, formado en Europa, pertenece a la aristocracia clásica y tuvo el honor de ser quien erradicara el cólera morbo. Esposo de Femina Daza aunque pretendido por todas las damas importantes de la ciudad. Cumple con el modelo de los personajes de García Márquez, que suelen tener una fe ciega en el orden y mantenimiento de costumbres y hábitos hasta sus últimas consecuencias, para no dejarse ganar por la muerte antes de tiempo, como demuestra el doctor visitando a pie a sus pacientes, así como con su intención de jubilarse mientras seguía cumpliendo, día a día, un detallado plan de actividades. Para él, el cólera era como una venganza por la muerte de su padre, por eso se propuso luchar contra él y eliminar las epidemias, lo que le convirtió en un grande de la ciudad, y tal vez supuso un punto más en su hoja de méritos a la hora de optar al amor de Fermina. Fue precisamente el cólera, o la amenaza en forma de síntomas en Fermina, lo que le permitió conocer a una mujer de un poder extraordinario, puesto que consiguió que el doctor Urbino dejara de prestar tanta atención a la medicina, e intentara curar su propia enfermedad: la enfermedad del amor que también padecía, aunque con arrebatos mucho más virulentos, el pobre y lúgubre Florentino Ariza. Resulta curioso el juego de contrarios que se llega a producir entre los dos hombres alrededor de los cuales iba a girar la existencia de Fermina Daza. Florentino Ariza es aceptado por ella y rechazado por el padre, al tiempo que el final de la niñez de Fermina termina también con él, o con sus esperanzas; Juvenal Urbino, en cambio, es aceptado por el padre (que ve en él un modelo marital siempre deseado para su hija) y rechazado en principio por Fermina, muestra unas intenciones más directas que Florentino (es un hombre de acción y no un soñador o un hombre contemplativo), y son menores en él los accesos de romanticismo trasnochado, aunque perseverará en la locura de amor por Fermina con serenatas de piano, o con visitas médicas sin requerimiento alguno. De igual modo, el propio Juvenal intenta conseguir sus propósitos ganándose a Lorenzo Daza, hasta que logra el consentimiento de Fermina, aunque después el narrador desvela el verdadero motivo de aquella boda, algo que el lector ya había podido intuir con anterioridad: “Él era consciente de que no la amaba. Se había casado porque le gustaba su altivez, su seriedad, su fuerza, y también por una pizca de vanidad suya, pero mientras ella lo besaba por primera vez, estaba seguro de que no habría ningún obstáculo para inventar un buen amor. No lo hablaron esa primera noche en que hablaron de todo hasta el amanecer, ni habían de hablarlo nunca. Pero a la larga, ninguno de los dos se equivocó”. Fue capaz de mantener dicho matrimonio, con un solo lunar, su aventura con Bárbara Lynch, aunque, a pesar de la pasión, el doctor tenía un miedo atroz al escándalo, y pasaría grandes penalidades entre los anhelos de gozar los encantos de su amante, y el terror que le provocaba este torrente por el que se estaba viendo arrastrado.

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Por primera vez, en un proceso con el que la vida le hermanó aún más con Florentino, Juvenal Urbino tuvo la oportunidad de sufrir en sus carnes, en su sangre y en su alma, las dentelladas de una pasión imposible de frenar, las mismas andanadas que Florentino había sentido siempre con respecto a Fermina, a diferencia del marido, que no pasó por un calvario semejante sino que fue directamente a “cortejar” a la familia Daza. Ahora, Bárbara Lynch será la piedra en el zapato del doctor, retorciéndole los instintos para igualarle, en la fiebre amatoria, a Florentino. Después llegaría el arrepentimiento, hasta darse cuenta que la verdadera felicidad residía junto a la única mujer que había sido capaz de cuidarlo, aunque no se hubieran querido del todo, y comprobando que en esa vejez presentida y temida radicaba el amor de ambos. * Florentino Ariza: hombre romántico y soñador por excelencia, eterno enamorado de Fermina Daza, débil y enfermizo, suple sus carencias con una fuerza de voluntad inquebrantable, le encantaba escribir y leer poemas de amor. El rechazo de Fermina casi acaba con su vida, pero de aquel viaje terapéutico en barco surgiría un hombre casi nuevo, que se empeñó en mantenerse fiel para ella (pronto cambiaría esa fidelidad por la lealtad), en hacer fortuna para ofrecérsela y en esperar a que el doctor Urbino se muriera para alcanzar de una vez sus propósitos. Dotado de un curioso ojo clínico, Florentino desarrolló un instinto especial para reconocer a una mujer necesitada o que aguardaba sus requiebros, y eso le dio infalibles ventajas como amante, a pesar de su aspecto lúgubre y triste, o además de ese aspecto que daba pena y hacía que ellas se apiadaran de él y le hicieran el favor de acostarse con él. Con cada una de sus conquistas amatorias (622) se empeñaba en llenar el corazón vacío que le había dejado Fermina, pero manteniendo su fidelidad hacia ella, lo que pretendía era conocer bien los mil caminos del amor para ser un experto cuando al fin pudiera aspirar de nuevo a ella: “Esta certidumbre halagadora aumentó la ansiedad de Florentino Ariza, que en la cúspide del gozo había sentido una revelación que no podía creer, que inclusive se negaba a admitir, y era que el amor ilusoiro de Fermina Daza podía ser sustituido por una pasión terrenal”. El cambio operado en Florentino es radical, y termina por convertirle en un adicto que busca en cada mujer, en cada vientre, todo lo que Fermina le arrebató, la principal sorpresa radica en que su actitud pusilánime y romanticona no termina de desaparecer, pero eso, lejos de volverle un eremita triste y meditabundo, se convirtió en su mayor atractivo. Así fue sobreviviendo, hasta que comprendió, ante la visión de su Fermina embarazada y felizmente casada, que tenía que ganar nombre y fortuna para merecerla, por eso entra en la Compañía Fluvial del Caribe, de la que llegará a ser el propietario, un puesto que le coloca en un lugar social que jamás había tenido, que, en cierto modo, le iguala socialmente a Fermina. Al tiempo que logra ese progreso social, tiene una revelación demoledora, la de que para que su amor triunfe, es imprescindible que muera su rival, el doctor Urbino, a quien llegará a respetar no sólo por eso, sino por sentir hacia Fermina lo mismo que siente él. Al morir el doctor, la reacción de Fermina le desconcierta, y le hace tomar conciencia, por un lado, de lo solo que está tras el demoledor paso del tiempo, y de que su vida sólo volvería a tener sentido si se unía por fin a Fermina. Sólo entonces su carácter se transforma por completo, y además de seguir siendo un empedernido 18


romántico, es capaz de mostrarse maduro y sabio, blandiendo las dos cualidades que más iba a apreciar Fermina en aquel momento de sus vidas. * Fermina Daza: Mujer muy testaruda, lo suficientemente hermosa como para haber roto los corazones de Florentino Ariza primero, y del doctor Juvenal Urbino después, un tanto indecisa, mostrará su verdadero carácter a medida que vaya acercándose a la vejez, pero como todos los personajes femeninos de García Márquez, toma el hogar como un territorio acotado, una posesión tras la que reside la verdadera fuerza de estas matriarcas, que son quienes a la hora de la verdad llevan el peso narrativo de las novelas del colombiano. Como no podía ser menos, Fermina Daza cumple uno de los tópicos de los personajes de García Márquez, tener una cualidad física absolutamente especial y muy desarrollada, el olfato, lo que en su caso le serviría para descubrir la única infidelidad de su marido. Al igual que le ocurría a Juvenal Urbino, puede que tampoco pueda hablarse de enamoramiento hacia él por parte de Fermina, no tuvo ninguna razón para rechazar a Florentino, como no tuvo tampoco ninguna razón para elegir al doctor Urbino. Fermina pasó de la pena por el “pobre hombre” que era Florentino, a otro “pobre hombre” pero con mucho más estilo, cultura, educación, dinero y fama, como era el doctor, lo que viene a reafirmar el hecho de que ambos hombres son dos caras de una misma moneda, uno y otro se complementarían con gran acierto para Fermina si hubieran comulgado en un solo cuerpo, en una especie de hombre perfecto que sin duda habría satisfecho convenientemente hasta el más pequeño de los rasgos del carácter tan complejo de ella. Ese ser supremo habría logrado impedir que Fermina tuviera que dividir su existencia, su vida y su amor, en dos etapas nada menos que separadas por la friolera de medio siglo. Por lo tanto, parece que el amor de Fermina Daza por Juvenal Urbino sea más una atención a sus desvelos de viejo enfermo que una pasión amorosa, es como si el paso de los años hubiera tranquilizado los sentimientos, o tal vez que el amor de Fermina tiene dos caras, la del doctor Urbino y otra más fogosa, eterna y pasional, la de Florentino Ariza. Al fallecer el doctor, las cosas cambiaron, se produjo un caos en los sentimientos de Fermina ante la reiteración inmediata de las intenciones de Florentino, el hueco del doctor Urbino, el insufrible vacío de cincuenta años, alternará con la imagen, también imborrable, del otro eterno enamorado: “Sólo entonces se dio cuenta de que había dormido mucho sin morir, sollozando en el sueño, y que mientras dormía sollozando pensaba más en Florentino Ariza que en el esposo muerto”. La vida de Fermina, su corazón, cambia de ocupante aunque ella se niegue a admitirlo en un principio, el doctor y Florentino reanudan la batalla aun cuando el primero de ellos se hubiera retirado del mundo de los vivos. Hacia el final de su vida, Fermina se revela como un personaje algo más sosegado, más calculador, ha sabido nadar, mejor o peor, acudiendo a sus allegados como flotadores, entre dos aguas, las marcadas por los dos pretendientes, y los ha tildado a ambos con la misma etiqueta de “pobres hombres”, y aunque eligió la seguridad, dejando a un lado la aventura, el azar, el amor tórrido que le brindaba Florentino, cambia de opinión cuando la vejez ya clava sus dientes en ella, y el espíritu joven del antiguo novio le trae aires frescos, la posibilidad de creer que con él engañará a la muerte siendo de nuevo una niña, de casi ochenta años, sí, pero niña al fin y al cabo.

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* Un rasgo común que mantienen entre sí estos tres personajes, además de sus sentimientos y el triángulo amoroso que conforman y que da sentido a la novela, tiene que ver con los viajes que realizan en determinados momentos, parece como si necesitaran salir de Barranquilla para “hacerse” como personas, para ir puliéndose narrativamente ante los ojos del lector: a) Fermina Daza: realiza un viaje punitivo, como un castigo decretado por su padre, y regresará convertida en mujer presta para encarar el amor con supuesta madurez. Posteriormente hará nuevos viajes para encontrar y reencontrar el amor, o tratar de olvidar un desengaño. El último viaje por el río supone su madurez como mujer y como amante. b) Juvenal Urbino: busca la ciencia en Europa, vuelve presa de la añoranza para conseguir la fama siguiendo los pasos del padre en la lucha contra el cólera, por lo que presumirá siempre de cosmopolitismo. Acompañará a Fermina en otros viajes para resucitar su amor, y tendrá que ir a buscarla para que le perdone su infidelidad con Bárbara Lynch c) Florentino Ariza: parte por consejo maternal para curarse del rechazo de Fermina, y vuelve con la vida rápidamente cambiada, y con la resolución, quizá, de luchar en silencio por ese amor, por no darle la satisfacción a Fermina de saberle vencido. También para complacerse en el dolor de la pérdida, no para sufrirlo, sino para gozarlo en una especie de autoinmolación. Al final, logra su objetivo en otro viaje por el río mucho más satisfactorio. PERSONAJES SECUNDARIOS: * Jeremiah de Saint-Amour: refugiado muerto al inicio de la novela, es el primer suicidio en mucho tiempo que no se produce por amor, sino por temor al envejecimiento, protagoniza el acontecimiento detonante que marca el inicio de la novela. * Lorenzo Daza: padre de Fermina, lo acusan de negocios sucios, puesto que ha amasado su fortuna de forma un tanto oscura, es muy estricto con su hija, para que no repita sus acciones de juventud (él también se casó contraviniendo las opiniones familiares), y se empeñará en concertar un matrimonio de conveniencia para Fermina, con el fin de lograr un ascenso social. Continúa la línea de los personajes viscerales, directos y decisorios de otras novelas de García Márquez, y su primer decreto es un viaje, una peregrinación punitiva para alejar a Fermina del peligroso amor de Florentino, con el sufrimiento de nomadear como única salida para volver a enderezar las intenciones que él tenía para su hija. * Tía Escolastica: tía de Fermina, figura como confidente de la misma, facilitando la correspondencia entre su sobrina y Florentino; cuando Lorenzo Daza se entera, la expulsa de su casa y de sus vidas. Al llegar la propuesta de matrimonio de Florentino, la tía aconseja a Fermina para que no se repita en su sobrina parte del ciclo de su propia vida, trayéndole el instante en el que ella se vio obligada a rechazar una petición semejante, algo que le ha marcado y de lo que nunca ha dejado de arrepentirse. Desafiará así a su hermano, e intentará proyectar en la sobrina los éxitos y la felicidad 20


que no pudo conseguir: “- Contéstale que sí – le dijo -. Aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no”. * Lotario Thugut: telegrafista alemán, uno de los primeros amigos que tuvo Florentino en momentos delicados, en plena efervescencia del amor por Fermina, animándole con la telegrafía; después le acogió en su hotel-burdel, en el que Florentino, además de refugiarse, empezaría a conocer, aunque de forma teórica, los secretos del sexo. * Tío León XII: tío de Florentino , dueño de la CFC (Compañía Fluvial del Caribe) hasta que se la entrega en herencia, ejerció más como amigo que como familia, y fue otro pilar importante en la vida de su sobrino, capaz de otorgarle, entre otras cosas, el reconocimiento familiar que no había tenido por ser hijo ilegítimo. * Tránsito Ariza: madre de Florentino Ariza, incondicional en el apoyo a su hijo, trata de ilustrarle en los secretos del amor, pero terminó volviéndose loca, creyéndose un personaje de cuentos infantiles, y fue entonces cuando su hijo le devolvió todo su cariño. * Hildebranda Sánchez: prima de Fermina Daza con quien comparte sus confidencias, ambas se comportan como hermanas, le enseña a fumar, y es una nueva confidente que vino a ocupar el lugar de la tía Escolástica, puesto que ella también se consumía por el amor temerario y clandestino por un hombre casado. Desempeñó un buen papel en las relaciones iniciales entre la prima y Florentino, por quien siente lástima, y después resaltará las virtudes del doctor Urbino, momento en el cual Fermina se decidirá por él. Pasados los años, seguirá ofreciéndole refugio a la prima cuando huya tras el adulterio del marido. * Ausencia Santander: amante de Florentino, le enseñará lo único que tenía que aprender para el amor: que a vivir no enseña nadie, sino que debía ir aprendiendo por sí solo. Se amaron con tanta pasión que sufrieron un robo en la casa en pleno encuentro sexual. * Leona Cassiani: lo más cercano al enamoramiento que tuvo Florentino fuera de Fermina, y que terminaría convirtiéndose en pura amistad, el contacto con ella le duraría cadi toda la vida porque ella estará para siempre a su lado, sin que tuvieran que acostarse, porque eran demasiado parecidos. Él le consiguió un empleo en CFC, y ella siempre le ayudaría a medrar en la compañía, porque lo que no fue sexo la primera vez sería amistad y gratitud el resto de la vida de ambos. Entre todas las mujeres de Florentino, Leona Cassiani fue su única amiga, y con ella se consuela de los estragos del tiempo, los que arrasan a Fermina y amenazan con arrastrarle a él, gracias a ella supera sus pequeñas crisis, y ella fue la única persona a la que estuvo a punto de confesarle su secreto. * Sara Noriega: amante de Florentino, maestra y de aficiones semejantes a las suyas, como la poesía, le hizo ver a Florentino dos cosas sobre Fermina: que había pasado el tiempo, y que su matrimonio había sido por conveniencia, para medrar. Necesitaba aferrarse a un chupete en el momento del clímax sexual.

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* Olimpia Zuleta: amante de Florentino, mujer casada con la que él tuvo el romance más peligroso, porque fue la primera vez que se descuidó y dejó pruebas del mismo, hasta el punto de provocar su muerte a manos del marido, tras haberle pintado en el vientre la frase “esta cuca es mía”, él no le tuvo tanto miedo al marido como al hecho de que Fermina pudiera enterarse de lo ocurrido. * Bárbara Lynch: amante de Juvenal Urbino, su relación duraría unos pocos meses, descubierta por Fermina; ella padeció, más que disfrutar, los encuentros apresurados y llenos de culpabilidad con el doctor. * Prudencia Pitre, Viuda de Dos: amante de Florentino, se hubiera casado con él, pero le arregló un matrimonio que le permitiera seguir viéndola, uno de sus hijos podría ser del propio Florentino. * Viuda de Nazaret: primera amante de Florentino Ariza, metida en su cama casi por la propia Tránsito Ariza, Florentino le dispensó siempre un cariño muy especial. * Rosalba: enigmática mujer que sedujo por ver primera a Florentino en su viaje en barco para huir del desengaño de Fermina, lo hizo a oscuras y clandestinamente, hasta el punto de que Florentino sólo pudo intuir después su identidad, le descubriría su infinita capacidad para seducir y ser seducido. * América Vicuña: pariente de Florentino Ariza, quien es su tutor mientras ella estudia en un internado. Florentino tiene un romance con ella, quizá el más cercano al enamoramiento, es su última amante antes de entregarse a Fermina Daza, tenía catorce años y le ofrece unas dosis de fetichismo y perversión que nunca hasta conocerla había mostrado con las demás amantes. La figura de América Vicuña le trae a la cara la imagen de la joven Fermina de la que se enamoró sin remisión, es una repetición, una suerte de reencarnación que le devolvió a los desasosiegos del amor, su Fermina también tenía entonces 14 años, unos botines blancos y una trenza dorada. Florentino se dedicará a formarla y moldearla a su imagen, mejor dicho, a la imagen y semejanza de lo que él hubiera querido en Fermina Daza. América Vicuña descubre las cartas de Fermina, convirtiéndose así en la única persona que conoce el secreto de Florentino; ella sigue amándole y eso precipitará un final muy trágico porque se convierte en la única de sus amantes que se quitará la vida por él.

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4) EL AMOR Y LA MUERTE EN “EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA” La muerte y el amor, esos son los temas principales de la novela, no hay amor sin muerte y eso lo comprendió Gabriel García Márquez cuando, en un viaje parecido al que nunca terminó Florentino Ariza, leyó a don Francisco de Quevedo, concretamente su soneto “Amor más poderoso que la muerte”. Aquellos versos fueron definitivos, porque los sentimientos de Quevedo eran los mismos que los de Florentino Ariza. Pero ese amor necesitaría unas buenas dosis de muerte para poder llevarse a cabo, de ahí que el comienzo de la novela termine con la existencia de Saint-Amour, para luego llegarle el turno al doctor Urbino, y que Florentino pueda sentir de primera mano si su amor es o no más poderoso que la propia muerte. Amor y muerte, sin duda, conforman el marco temático de la novela, de forma inseparable, porque aparecen unidos, sobre todo en los momentos de mayor intensidad narrativa. Los sentimientos inquebrantables de Florentino Ariza por Fermina Daza constituyen toda una antología amatoria, dando cabida a las mil y una variantes que puede presentar el amor, algunas de las cuales son las siguientes: a) Amor adolescente: en los primeros tiempos entre Fermina y Florentino. b) Amor legalizado, oficial y bendecido por todos los estamentos, religiosos y sociales: el matrimonio entre Fermina y Juvenal Urbino c) Amor extramarital: la infidelidad cometida por el doctor Urbino con Bárbara Lynch. d) Amor puramente sexual: todas las aventuras mantenidas por Florentino Ariza para cubrir el vacío de su corazón dejado por Fermina. e) Amor intergeneracional: el mito del viejo y la niña, la relación mantenida entre Florentino y la adolescente América Vicuña. f) Amor de madurez, o senil: el conquistado, cincuenta años después, por Fermina y Florentina. g) Amor frustrado, como los que experimentaron Hildebranda Sánchez y la tía Escolástica El amor, para Florentino Ariza, no era sólo un síntoma semejante a los provocados por el cólera, sino una forma de vida, y en algunos momentos de la novela se le nota en el alma que lo que verdaderamente le mantiene vivo es el hecho de poder seguir amando, no ya la posibilidad de ser correspondido o no, sino su condición de amante. Tal vez eso explique el juramento que fue capaz de conservar intacto durante toda una vida, porque a pesar de sus incontables aventuras, posibles gracias tanto a su ojo clínico como a su aspecto desvalido, nunca dejó de serle fiel a Fermina, mejor dicho, de serle leal, porque en esos amores sin amor iba buscando el conocimiento amatorio para ofrecérselo íntegro a ella cuando llegara el momento. En cambio, para Fermina Daza, el amor nació de la simple curiosidad. Florentino no era el tipo de hombre que hubiera escogido, y a pesar de ello, suscitó en ella una curiosidad difícil de resistir, y terminó pensando en Florentino como nunca se hubiera 23


imaginado que se podía pensar en alguien. No obstante, su carácter más pragmático le evitó los sinsabores que sufrió Florentino a lo largo de los años, mientras que ella mostraba cierta indolencia a la hora de rechazarle, la misma indolencia con la que aceptó las proposiciones del doctor Juvenal Urbino, tercer miembro de esta ecuación amatoria que recorre toda la novela. En cuanto al doctor Juvenal Urbino, sus capacidades amatorias presentan dos vertientes bastante claras, la poderosa impresión del enamoramiento y la calma del cariño de la vida en común, el peaje que le exigía a Fermina durante sus años de matrimonio. Al conocer a Fermina, sucumbió con tanto estrépito ante su belleza como mucho tiempo después lo haría ante la pasión de Bárbara Lynch, entre esos dos fogonazos, el amor practicado por el doctor fue el decente, el aprobado socialmente, el monótono, lo cual nos lleva a pensar si su insistencia al pretender a Fermina no respondería más a un triunfo social, y si no fue igual de persistente para recuperarla, tras su patinazo de pasión con Bárbara Lynch, para no quedarse descolocado socialmente. Quizá no la amó, quizá ella tampoco a él, pero fabricaron algo parecido al amor durante cincuenta años, y sólo ante la certeza de la muerte, el doctor abrió del todo su corazón para reconocer ante Dios cuánto la había querido. Los tres protagonistas, obviamente, condicionan la presencia del amor en la novela, con ese triángulo sentimental extendido durante casi sesenta años. 1. Amor entre Fermina Daza y Juvenal Urbino: a causa de una equivocación clínica, en el episodio del posible contagio de cólera de Fermina, el doctor cayó prendado ante los encantos de una mujer plebeya, que no era de su clase, y que incluso recibió amenazas para que se alejara de él. Puede que fuera la tozudez de Fermina lo que terminase de encandilarle, mientras que ella, azuzada por los intereses de su padre, terminó eligiéndole sin motivo aparente, igual que rechazó a Florentino, para comprobar con los años que no podría haber elegido mejor marido, puede que mejores amantes sí, pero tal vez no mejor marido. Fermina decidió casarse con él en la época en que tomó conciencia de que estaba sola en el mundo, y aunque no lo admitiera, la acongojaba la idea de que, para bien o para mal, Florentino Ariza era lo único que le había ocurrido en la vida. En realidad, lo quería tan poco como al otro, pero además lo conocía mucho menos, eso sí, el doctor le ofrecía una situación social y unos bienes envidiables, y ella consintió en elegirlo para huir de la soledad y pensando que ya tendría tiempo de hacer germinar ese amor. No obstante, en todo momento fue consciente de cuáles serían sus obligaciones como esposa, y mejor elegido o no, esa elección habría de durar hasta la muerte, en ese momento no valían bellezas varoniles, ni glorias ni riquezas, sino decencia, por eso decidió también borrar por completo el recuerdo de Florentino. Terminaron por formar una pareja admirable, y ambos manejaban el mundo con tanta fluidez que parecían flotar por encima de los escollos de la realidad. Sin embargo, a lo largo de su matrimonio, Fermina y Juvenal atravesaron varias crisis, y fue en aquellos momentos de enfrentamientos cuando ellos parecieron más felices, manteniendo las apariencias incluso cuando ella huyó ante la única infidelidad del marido. Terminaron por volverse unos expertos en el conocimiento

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de las manías y caprichos del otro, conscientes de que ya no podrían vivir separados.

2. Amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza: si el concepto del amor para el doctor Urbino rayaba a veces en el platonismo, Florentino Ariza fue un auténtico especialista en todas sus modalidades, pasó del amor caballeresco y cortés propio de los trovadores medievales, a la desesperación romántica ante la ausencia de Fermina y su posterior rechazo, para adentrarse después en el amor más lúbrico y sexual, con sus 622 amantes, pero aún mantuvo la capacidad suficiente para reciclar su corazón tras la muerte del doctor Urbino, pasando a un celibato casi monacal hasta entregarse a su amada como si hubiera sido virgen de nuevo. Florentino sustituía el vacío que el amor ilusorio de Fermina Daza creaba en su vida con pasiones terrenales, amores de cama, y en la plenitud de sus relaciones, se preguntaba cuál de los dos sería el amor, el de la cama turbulenta o el de las tardes apacibles de los domingos, así fue capaz de definir el amor dividido: "amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo". Con el tiempo Florentino aprende lo que había padecido muchas veces sin saberlo: se puede estar enamorado de varias personas a la vez, y de todas con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna. Florentino vive tantísimo por amor, y sólo por amor, que cuando hereda la Compañía Fluvial del Caribe no sólo se acuerda de Fermina, para cuyo reconocimiento lo hace todo, sino de todas las mujeres que le han dejado huella, y a las que también amó, a cada una de una manera, y es entonces cuando pasa revista a la lista de las más importantes, llegando a pronunciar una frase simbólica en la novela: “El corazón tiene más cuartos que un hotel de putas”. Porque la concepción de la fidelidad de Florentino para con Fermina no responde a los conceptos habituales del amor, pero está basada en la lealtad a un ideal de amor que, aun transcurriendo medio siglo, es lo suficientemente fuerte como para que él espere a Fermina a pesar de que entre ellos no existiera ningún compromiso. Esa lealtad fue el verdadero motor de su vida, y aunque no tuviera casi nada que ver con la fidelidad amorosa, sí tuvo la fuerza suficiente como para ayudarle a reconquistar a Fermina en los albores de la vejez. Esa reconquista requería un nuevo Florentino, unas técnicas amatorias nuevas, ninguno de los dos era ya un adolescente, y él comprendió con rapidez que los excesos romanticones y juveniles no servirían de nada ante una mujer que ya había vivido una vida entera. Es entonces cuando surge un amante maduro, sosegado, casi intelectual y experto, porque la edad de ambos, y la condición de viuda de Fermina, exigía una actitud reflexiva por encima de todo. Así fueron triunfando las tardes de los martes, y aquellas cartas en las que el nuevo Florentino era capaz de suministrarle a Fermina las mismas ideas que rondaban por su cabeza, unas ideas que le iban a permitir entender su propia vida, y esperar con serenidad los designios de la vejez. Cuando comienzan a verse personalmente, ambos se descubrieron como eran: dos ancianos acechados por la muerte, sin nada en común, aparte del recuerdo de un pasado efímero que ya no era de ellos sino de dos jóvenes desaparecidos. Florentino

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invita a Fermina para que vaya de viaje de descanso por el río y ella acepta. Entonces es cuando le llega a Fermina la hora de preguntarse con dignidad, con grandeza, con unos incontenibles deseos de vivir, qué hacer con el amor que se le había quedado sin dueño. Y reconoció a Florentino como el hombre que estuvo siempre al alcance de su mano aunque ella no lo hubiera notado antes. Ahora les bastaba con la dicha simple de estar juntos por el resto de sus vidas: “Era como si se hubieran saltado el arduo calvario de la vida conyugal, y hubieran ido sin más vueltas al grano del amor. Transcurrían en silencio como dos viejos esposos escaldados por la vida, más allá de las trampas de la pasión, más allá de las burlas brutales de las ilusiones y los espejismos de los desengaños: más allá del amor. Pues habían vivido juntos lo bastante para darse cuenta de que el amor era el amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte”. 3. El concepto de fidelidad en la novela: al igual que el amor, la fidelidad experimenta una serie de transformaciones a lo largo de la obra, y no siempre tenía que ver con la idea de fidelidad amorosa. Los primeros tiempos de amor entre Fermina y Florentino representan la fidelidad por excelencia, durante el viaje punitivo de Fermina, ella llega a pedirle permiso para acudir a un baile, pese a estar cientos de kilómetros de distancia. El matrimonio Urbino Daza fue un ejemplo de fidelidad conyugal, el doctor le tenía demasiado respeto, tal vez incluso miedo, al carácter de Fermina como para permitirse alegrías extramaritales; también sus principios, firmes, le mantenían como marido fiel, hasta que la pasión desbordada por Bárbara Lynch le hizo sucumbir, pero incluso fue una infidelidad a medias, porque los encuentros que mantenían eran siempre clandestinos y apresurados, y el precio que tuvo que pagar el doctor fue muy elevado: dos años sin Fermina y la vergüenza de ir a buscarla suplicando perdón, porque el temor a perderla le demostró cuánto la amaba. A ella, en cambio, la infidelidad del esposo le generó desconfianza, celos, reproches y hasta culpa, ella construyó una barrera de rabia para ocultar el miedo de perder a su marido, por eso aquella aventura del doctor la envejeció de golpe diez años, la deslealtad le dolió más incluso que la infidelidad física. También puede interpretarse como fidelidad el amor y la gratitud de Leona Cassiani para con Florentino Ariza. Después de tantas perrerías soterradas que había hecho por él, después de tanta sordidez soportada para él, ella se le había adelantado en la vida y estaba mucho más allá de los veinte años de edad que él le llevaba de ventaja: había envejecido para él. Lo quería tanto, que en vez de engañarlo prefirió seguir amándolo, y tuvo el coraje suficiente de rechazarlo, una noche en la que él la requebró, pero más por desesperación y soledad que por otra cosa. Esa fidelidad estuvo a punto de hacer que él le desvelara el secreto de su amor, algo que Leona conocía ya. Por último, el enamoramiento de la adolescente América Vicuña hacia Florentino no estaba exento de grandes dosis de fidelidad, cuando el doctor Urbino muere, Florentino rompe unilateralmente las relaciones con ella, aunque seguirá teniéndola a veces como paño de lágrimas, e incluso como enfermera cuando él se fracturó el tobillo. El tributo que pagaron los dos, para que él alcanzara al fin el

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amor, fue la muerte de ella, precisamente por esa fidelidad que la impedía vivir sin su amor. 4. La presencia de la muerte: desde el mismo inicio de la obra, la muerte se convierte en un personaje más de la misma, hasta el punto de que se presenta como el reverso de la moneda del amor, puesto que cuando éste va a triunfar, antes se produce algún deceso; todo el primer capítulo de la novela parece una apología de la muerte, con el fallecimiento de Jeremiah de Saint-Amour y los constantes presagios que desembocarían en la defunción del propio doctor Juvenal Urbino. El doctor ha de morir para que Florentino pueda reiniciar su conquista a Fermina, pero desde la mitad de la narración, aproximadamente, a Florentino le llegan otros miedos, el más importante de ellos tenía también que ver con la muerte, puesto que teme que le llegue a él antes de que pueda reanudar su misión, o incluso que sea la propia Fermina quien se vaya antes de hora. Al final de la novela, mientras ambos disfrutan del idílico viaje en barco, y justo antes de su tan ansiado encuentro carnal, se produce la muerte de América Vicuña, cerrando el ciclo iniciado por el refugiado Saint-Amour, ella también se suicida, y su muerte es necesaria para que la moneda caiga del otro lado, para que Florentino pueda rozar la felicidad. Por otro lado, y tratándose ya de muertes de índole colectiva, destacan los cadáveres provocados por las sucesivas oleadas del cólera sufridas en la ciudad y el país, en una muestra más del atraso del mismo y de sus intentos de modernización. Sin olvidar tampoco a las víctimas de las eternas guerras civiles, cuyos cadáveres a veces se solapan y hasta confunden con las víctimas de la enfermedad. García Márquez une, durante toda la novela, a Eros y Tánatos, amor y muerte como dos de los motores de la existencia humana, uno porque supone la legítima aspiración a la felicidad, y la otra por su carácter inevitable, y porque carecer del primero a veces puede suponer padecer la segunda en vida.  Muerte de Jeremiah de Saint-Amour: Jeremiah tenía la determinación irrevocable de quitarse la vida a los sesenta años, en un acto de rebeldía contra la vejez y al mismo tiempo de amor hacia la vida, y para ello cuenta con la lealtad de su amante. Su fallecimiento es el acontecimiento importante que marca el inicio de la novela y al mismo tiempo sirve de aviso para el siguiente personaje que ha de morir, el doctor Urbino.  Muerte del doctor Urbino: la muerte no tiene sentido del ridículo, a pesar de todos los paliativos con los que Juvenal Urbino pretender burlar a la vejez, su vida termina de manera ridícula, al caer de un árbol intentando atrapar a un loro; la propia muerte del amigo Jeremiah le afectó porque le tocó de cerca y la consideró como un anuncio de la suya. Al final, una de las cosas que más le preocupaba de morirse era la vida solitaria que padecería Fermina sin él, y en cambio no le preocupó demasiado la manera ridícula en que se sintió morir, al menos en ese momento final fue capaz de decirle a su esposa cuánto la había querido, antes de convertirse en peaje para que Florentino pudiera aspirar de nuevo a la felicidad.

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El triunfo de Florentino Ariza está condicionado por la muerte del doctor Urbino: El día que Florentino Ariza vio a Fermina Daza embarazada del brazo del doctor, supo que su rival tendría que morir, y aunque después llegó a sentir cierta simpatía por el doctor, el destino debía ser inevitable, y de esa muerte sacaría él las fuerzas reservadas durante cincuenta años para lanzarle de nuevo a la cara a Fermina la promesa de su amor en el mismo velatorio, haciendo un hueco para un tema que García Márquez suele reflejar en casi todas sus obras: las ceremonias y los ritos funerarios, y mostrando así uno de los momentos de la novela en el que amor y muerte aparecen más entrelazados.

 Rivales más allá de la muerte: tras la desaparición del doctor, se libra una lucha de espectros en el pecho de Fermina, porque añora al esposo muerto pero éste sufre los ataques de otro fantasma vestido de negro, Florentino, y de sus palabras en el velatorio, los recuerdos de la viuda van y vienen de un hombre a otro, casi como le había ocurrido en otros momentos de la obra. Pero el fantasma de Florentino, con su cargamento de recuerdos, empieza a triunfar, de ahí la carta injuriosa que le envía Fermina, enfadada como siempre que alguien le declaraba su amor, herida porque, tozuda ella, ha sido de nuevo otra persona quien le ha hecho ver lo que siente antes de que ella misma lo hubiera visto.  Los plazos sociales de la muerte: justo al transcurrir un año de la muerte del doctor, como si de alguna manera hubiera que respetar también el periodo mínimo de luto social, en la misa de funeral Fermina por fin le habla a Florentino, ganada por las cartas en las que ha encontrado un hombre nuevo que rompió el pasado y que sabe hablarle de la vida, la muerte, de la vejez, del amor, de las ideas que ella también tenía. Ahora sí, tras satisfacer los plazos sociales de la muerte, Florentino empezaría a ganarla con la prosa de la experiencia y la sabiduría, y no con la de la desmedida pasión poética.  Apología de las viudas: durante ciertos momentos de la novela, las viudas son modelos de mujer para Florentino, en ellas ve a mujeres experimentadas, alejadas de los inconvenientes de los noviazgos, hechas para la vida porque ya han vivido la suya junto a los maridos, y siente por ellas una cierta devoción, sobre todo porque su destino es el de terminar haciendo feliz a una de ellas, tal y como ocurrirá con Fermina, y por eso ya antes ha ido practicando con la viuda de Nazaret o con Prudencia Pitre, Viuda de Dos.  Presagios de muerte, vejez de Fermina Daza y Florentino Ariza: Florentino Ariza comprobó de golpe cómo tanto él como Fermina habían empezado a envejecer, y entonces aflora en él un terror demoledor, el miedo a no poder valerse por sí mismo, a tener que recibir ayuda para andar o moverse, porque entonces no sería digno de ella. Ninguno de los dos puede abstraerse del paso de los años, de los presagios de la vejez, pero García Márquez hace gala de un fino ingenio a la hora de narrar las tácticas empleadas por Florentino. La caída de Florentino no le trajo inmediatos presagios de muerte, primero le regaló la incomodidad de no poder acudir a visitar a su amada, aunque precisamente esa inutilidad, aunque temporal, le pondría después ante la certeza de que la muerte

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empezaba a aproximarse. En el viaje final, cuando ambos amantes terminan de ser conscientes de sus cuerpos ancianos, la dulzura va en aumento, porque la inexorabilidad de la muerte no podrรก privarlos del disfrute de su amor, ni siquiera con todas las dolencias de los dos ancianos que ya son.

Antonio Parra Sรกnchez.

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