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Del

AL FILO DE LO IMPOSIBLE

ban las piernas y las hirvientes aguas sacudían mi cuerpo como un perro que hiciera pedazos a una muñeca de trapo. El bote se detuvo. Fue como una pesadilla. Lo que esperaba era despertar y encontrarme en mi cama, sano y salvo.

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Abrí los ojos. Suaves motitas blancas irrumpieron ante mi vista cuando miré hacia el cielo. -¡Ah! -gemí, sacudiendo brazos y piernas en el creciente círculo de sangre que pintaba de rojo el verde oscuro de las aguas del lago-. ¡Mis piernas! ¡Mis piernas! ¡Mis piernas! -Agárrate, Todd, agárrate! -gritaba mi padre.

Detuvo el motor, me tomó por el salvavidas del hombro, y me sacó del agua. Un dolor quemante me invadía todo el cuerpo. Aterrorizado, seguía moviéndome frenéticamente. Chorros de sangre se elevaban hasta dos metros; salían como de una fuente pulsante de la arteria femoral, saturando los lados del bote, a mi padre, a mi amigo Clay Bird, y a todo lo que estaba a su alcance.

Jamás en mi vida había visto tanta sangre. M.i padre me movió las piernas para alcanzar más bien un punto de presión para detener la hemorragia. Pedazos de carne de mi muslo izquierdo colgaban como trapos. Tiras de músculo palpitante colgaban detrás de mi pierna derecha. Los tejidos de la piel colgaban en jirones, como tasajo colgado para secarse al sol, exponiendo los huesos y la carne viva.

Mientras me movía, sentía manos que me presionaban. Podía oír la voz de mi padre. -Cálmate, Todd. Trata de no moverte. ¡Clay, ayúdame aquí!

Clay me miró con la boca abierta, con los ojos desorbitados de terror. Mi padre le gritó. - ¡Clay, no tengas miedo! ¡Necesito tu ayuda!

Clay se movió como si hubiera estado en un trance. Brook Baxter, otro amigo, tragó saliva, y luego vomitó por un lado del bote. Cuando mi amiga Emily Shepherd vio lo quEi había ocurrido, tomó a mi hermanito Stevie, de cuatro años, y lo llevó corriendo hasta el otro extremo del bote. Mi cuerpo

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