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ue montañas

Capítulo 23

MÁS OUE MONTAÑAS

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Las palmeras nos saludaban ondeando con la suave brisa del Pacífico, mientras las olas azules azotaban dulcemente las perlinas arenas blancas, donde niños bronceados por el sol chapoteaban en la playa. -¡Qué lejos estaba todo esto de las mortales grietas del monte McKinley, de los piquetes de los tábanos negros de Katahdin, de mi abrumadora sed en el Wheeler Peak de Nuevo México! Me puse mi camiseta Hooked on Phonics y corrí hacia el espejo para peinarme el recién cortado cabello.

Alguien tocó a la puerta. -Ven Todd.

Mi hermano menor Steve, estudiante de la Universidad Brown, había volado a Hawaii con mi madre para estar en mi última ascensión. -Lisa nos dijo que te lleváramos a la montaña a tiempo. -Ya voy, ya voy.

Una extraña lasitud me invadió al considerar que hacía frente a mi última montaña. Durante más de un año había estado pensando en esta expedición. Había enfocado, todo momento en que estuve despierto, a mi blanco de batir el récord de los cincuenta picos más altos. Durante varios meses había entrenado mi cuerpo y mi mente para los rigores de la ascensión. Durante semanas había vivido para cada nueva montaña. Y durante muchos días no había pensado en ninguna otra cosa sino en esta mañana. Y ahora estoy aquí y parece que se necesita un cartucho de dinamita para que yo me levante de aquí y siga adelante.

No había ningún escape de algo que amenazara la vida, ni un rescate donde se desafiara la existencia, ningún dra-

ma emocionante; solo un breve paseo a la montaña, seguido por una más breve caminata rumbo a la cumbre.

Si la vida real mimetizara el tiempo de rnás audiencia de la televisión, mi historia terminaría con la pérdida de Whit en algún vestisquero en el monte McKinley y yo rescatándolo segundos antes de exhalar el último suspiro.

Más bien, estaba yo preocupado por decidir qué tipo de calcetas me pondría para lucir ante las cámaras. Me ajusté la gorra sobre mi cabello emblanquecido por el sol y me dirigí hacia el mundo que me esperaba.

Escalar el monte Mauna Kea, la montaña más alta de Hawai, de 4.598 metros de altura, habría sido anticlimático después de la ascensión al monte McKinley o al Rainier, excepto por la celebración que Lisa había planeado. Ella ya había salido para el Hale Pohaku Visitor's Center para terminar de arreglar los últimos detalles de la cobertura de los medios de comunicación para recoger el último instante de mi llegada.

En el auto encontré a Lori, la representante de Hooked on Phonics. Ella transportaría a mi madre y a Whit a la montaña mientras mi hermano y yo iríamos en el asiento trasero de la camioneta de un amigo.

Bajamos por el bulevar bordeado de palmeras, pasamos los hoteles y tiendas de lujo que los acompañan, a través de zonas residenciales similares a muchas de las que hay en mi ciudad en el sur de California, y pasamos las puertas de seguridad de casas más grandes y palaciegas. Después vinieron los pedregales de lava, luego los campos verdes de caña de azúcar y piñales.

Mi hermano y yo recordábamos todas las aventuras que habíamos vivido en nuestros días de Boy Scouts y reíamos de buena gana. Todo parecía haber ocurrido hacía poco tiempo. El chofer de nuestra camioneta hizo sonar la bocina cuando dimos vuelta a la última curva antes de llegar al Visitar' s Center. Lori, que manejaba el auto de-

Más que montañas

trás de nosotros, hizo lo mismo. Las banderas ondeaban en los escalones del centro. -¡Felicitaciones, Todd Huston! ¡De Hooked on Phonics! -¡Felicitaciones, Summit America por batir el récord! - 19 de junio al 7 de agosto.

Los postes del alumbrado de la calle estaban adornados con grandes letreros que decían: -¡Excelente marca, Todd! ¡Lo hiciste!

Los técnicos de las cámaras de televisión y los reporteros de noticias se arremolinaron cuando mi hermano y yo bajamos de la camioneta. Las cámaras relampaguearon mientras hermosas mujeres me colgaban guirnaldas de flores en el cuello y me besaban en las mejillas. -

Ofrecí una entrevista por televisión en los escalones del centro de visitantes. -Sufrir una amputación es como ver morir a un ser amado - expliqué-. Uno pasa por las mismas etapas del dolor y la tristeza ... todas las esperanzas y sueños son sacudidos. Luego uno aprende a aceptarlo y comprende que no es más que otro escollo en la vida que se tiene que vencer. -Me veo como el representante de 43 millones de estadounidenses que en algún momento, en cualquier día dado, luchan contra una enfermedad grave, una incapacidad, o cualquier otro desafío relacionado con la salud. -Continué incluyendo los desafíos que no pueden verse por rayos X, desafíos como el divorcio, la muerte de un ser querido, el sobrepeso, o vencer la adicción a las drogas o a la bebida. Seguí sonriendo mientras los periodistas se volvían hacia las cámaras para cerrar la entrevista. -Todd Huston, de 33 años, de California, está de pie en nuestro Mauna Kea, como conclusión de un viaje de sesenta y siete días que lo llevó a la cumbre de los picos más altos de los cincuenta estados de los Estados Unidos de Norteamérica. Solo treinta y dos personas han completado esta hazaña, pero Huston, el número treinta y dos, lo hizo en menos tiempo. Y con menos piernas. (Él olvidó

AL FILO DE LO IMPOSIBLE

mencionar que Whit había subido también los cincuenta picos conmigo.)

Alguien gritó: -¡Corten!

El reportero me agradeció por la entrevista. Luego nos dirigimos al interior del Visitor's Center y escuchamos una presentación acerca de la montaña. El guardabosques explicó que el Mauna Kea es el lugar número uno en el mundo para observar las estrellas: -Muchos países han colocado observatorios en la cima de la montaña. El complejo de observatorios se llama el Onizuka Center for Internacional Astronomy, en honor del Teniente Coronel de la Fuerza Aérea Ellison S. Onizuka, quien perdió la vida en el infortunado vuelo del Challenger.

Al final de la presentación, subimos a los vehículos que nos esperaban para el viaje hacia la cumbre. El verdor del follaje fue disminuyendo a medida que subíamos por la carretera de la montaña. Cuando terminó el pavimento, estacionamos los vehículos y comenzamos a subir la empinada carretera de grava en medio del zumbido de las cámaras de vídeo. Whit, Steve, Lori y el equipo de videograbación subieron conmigo. Antes de mucho, el equipo de vídeo, especialmente, comenzó a jadear y a cansarse por la altura y la falta de oxígeno.

Al llegar al estacionamiento que estaba más cerca de la cumbre, encontré a Lisa y a mi madre, esperando al lado del auto. Ellas habían subido en auto hasta la misma cima. -¡Hey, ustedes dos! ¡Eso no es justo! -grité.

Mi mamá se rio: -¡Esta es la única manera de llegar!

Lisa salió del auto. Ella y mi madre se unieron a la procesión de montañistas que subían la montaña conmigo. Miré hacia Lisa y noté que había lágrimas que fluían de sus ojos.

Más que montañas

Miré a mi reloj. ¡Era casi mediodía! Allá delante podía ver los edificios del observatorio en la cumbre. Las videocámaras seguían grabando mientras yo caminaba por una breve hondonada, luego por la ladera hacia la cumbre.

Esto es. pensé mientras subía los escalones del monumento que marca oficialmente el fin del proyecto Summit America. Se acabó. Lo hicimos.

Yo atraje a Lisa y le di un fuerte abrazo. -Esto no hubiera sido posible -dije. conteniendo las lágrimas- si no hubiera sido por ti.

Luego miré hacia el cielo. Ni tampoco sin ti, Señor. -¡Fotos! -gritó uno de los fotógrafos.

Hice un gesto a Whit y a Lisa para que se unieran a mí. Mientras posábamos para las cámaras. levanté las manos y grité: ¡Gracias. Señor!

Los fotógrafos me filmaron mientras hablaba por teléfono con la estación de radio local DJ. -¿Por qué desafió la nieve y el hielo. las vertiginosas alturas y la increíble fatiga para batir ese récord? -me preguntó el locutor de la radio. -Es algo que tiene que ver mucho más que con montañas o con escalar montañas -contesté-. Lo hice para inspirar y alentar a la gente. Todos tenemos desafíos. Sea que el obstáculo fuere físico -como el cáncer o una amputación, o emocional. o la pérdida de un ser amado a través del divorcio o la muerte- el desafío puede ser vencido por medio del trabajo duro y por la confianza en la dirección de Dios.

Yo había dado esa respuesta muchas, muchísimas veces. desde el día que emprendí el Proyecto de los Cincuenta Picos. Pero nunca habían significado tanto como ahora que estaba yo parado en la cima del Mauna Kea. -Diga a nuestros oyentes algo acerca de sus patrocina-

dores. Hooked on Phonics.

Entonces relaté la historia de Lisa y su puesto de venta de camisetas.

AL FILO DE LO IMPOSIBLE

-Ese fue un milagro, la forma en que todas las cosas se organizaron. -Y ahora, ¿cuál es el próximo desafío para Todd Huston?

Repuse sonriendo: -Quiero llevar el mensaje de que si tenemos fe en Dios y creemos en nosotros mismos, podemos vencer cualquier obstáculo que afrontemos en la vida. Mi nuevo lema es: "Dé un paso por fe, y podrá hacer cualquier cosa".

El frenesí de los medios de comunicación continuó por varios minutos. Cuando todo comenzó a calmarse, hice una pausa para disfrutar de la maravillosa vista que se contemplaba desde la cumbre del Mauna Kea y las nubes que se extendían a mis pies. ¿Cómo podré volver a una rutina normal de nueve de la mañaná a cinco de la tarde después de haber visto la vida desde esta perspectiva?

Recordé detalles de la conferencia del guardabosque en el centro de visitantes en el cual citó el famoso discurso Mountaintop del Reverendo Martin Luther King. "He estado en la cima de la montaña, y he visto el otro lado". El otro lado del Mauna Kea es tan árido que los astronautas estadounidenses practicaron la conducción de sus vehículos lunares en su ladera como picada de viruela.

Finalmente, llegó el momento de partir, de bajar de la montaña. Ya no podía yo soportar ni un instante más. Ya había escalado mis montañas y visto el otro lado. Y ahora, ya no era el hombre ingenuo y no probado que había cruzado el continente pocos meses antes en una camioneta Ford de color rojo. Yo había soportado tormentas, luchado contra ventiscas, soportado increíbles dolores, y afrontado muchos temores por la fe en Dios. Sentía que era más fuerte, y espero que también, más sabio.

Tenía yo un nuevo aprecio por la vastedad de mi país y su variada belleza. Pero lo más importante, había descubierto la belleza de la gente. La guardabosque Annie sobre el monte McKinley; Bárbara y su labradora negra, Kona; los Sterlers de Iowa; el ingeniero químico con que-

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