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16. A 5.700 metros de altura

Capítulo 16

A 5.100 MUROS DE ALTURA

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Una atmósfera sombría cubrió nuestro campamento esa noche. Seguí viendo aquellos cadáveres envueltos en bolsas negras mientras me preparaba para dormir. Podría haber sido yo. Todavía podría ser -quizá mañana. · Whit, especialmente, quedó más callado de lo normal después que el helicóptero se fue. Cuando nos acostamos, él dijo: -Al ver aquellos cuerpos metidos en las bolsas negras hoy, comprendí cuán peligroso es en realidad allá arriba.

Yo lo miré con sorpresa. -Tienes razón -le dije-. Yo me sentía más nervioso que nunca.

A la mañana siguiente, después de un buen desayuno, nos atamos en este orden: Mike al frente, yo, Whit y Adrián al final. Hice algunos ajustes al arnés para que se me acomodara mejor a la cintura. El trineo cargado con nuestro equipo y alimentos se deslizaba detrás de Adrián.

Con gran esfuerzo, comenzamos a subir la montaña. Las nubes bajas se habían elevado, y por primera vez, vimos el otro lado de la montaña. Fila tras fila de montañas y valles se extendían hacia el este, todas cubiertas de nieve y resplandecientes con la luz del sol.

Muy arriba, delante de nosotros, la gente que escalaba Head Wall, parecía una fila de hormigas acarreando comida de regreso a su colina. Sin embargo, cualquier liviandad que pudiera albergar la mente desapareció cuando pasamos por el lugar donde se habían descubierto los cuerpos de los dos coreanos.

Mi confianza creció cuando pasamos la Head Wall. Usamos los ascensores de cuerdas instalados por el servicio de guías para subir el cerro. Nos estábamos moviendo a un paso rápido, pero Mike quería ir más rápido aún. El había establecido el objetivo de alcanzar el campamento de los 5.700 metros de altura antes de terminar el día.

Rodeados por la majestad de la montaña, nos sentíamos insignificantes y frágiles, más allá de lo que las palabras pueden expresar, cuando llegamos a la base del West Buttress. Para mí, la montaña representaba un poder y una fuerza demasiado asombrosos y grandes para los seres humanos, una experiencia espiritual demasiado intrincada para describirla. Decidí que el dominio de los picos requiere más que un corazón y unos pulmones fuertes. Para mover las piernas y el cuerpo más allá del nivel de la fatiga, se requiere una decisión personal. una determinación, una positiva fuerza o espíritu interior.

Cuando comencé la difícil ascensión a ese empinado risco, comprendí que no era la emoción de escalar los picos más altos o el flirteo con el peligro lo que me motivaba. Era el deseo de desafiar el muro que la sociedad, o quizá yo mismo, había construido alrededor de mí. Aquí, en las montañas, estaba aprendiendo a descubrirme a mí mismo: los límites de mi aguante, el poder que reside en mi ser más interior, y el espíritu que puede impulsarme más allá de esas limitaciones.

Durante varios días yo había observado a la distancia, mientras los escaladores subían y bajaban la Head Wall. Cuando me acerqué, me pareció incluso más impresionante, especialmente con su enorme grieta en la base ... en caso que uno resbale y se caiga.

Pasito a pasito, pulgada a pulgada, iba moviéndome, el lento golpe de las hachas de hielo que aseguraban mi paso o que soportaban mi peso hasta el siguiente nivel. Enfilamos por el lomo del risco de roca y viento de nieve en nuestro camino rumbo al campamento de los 5.700 metros. Traté de

mantenerme enfocado para estar siempre en guardia contra cualquier mal paso que pudiera conducir a la derrota y la destrucción ... algo que no era fácil de hacer, considerando las quijadas de la grieta que estaba abajo.

La falta de oxígeno y la presión constante del muñón me quitaban la fuerza. Estaba exhausto. Mi voz interior me advertía que debía detenerme y descansar: "Todd, no deberías subir hasta los 5.700 metros. Debes aclimatarte. No estás listo para eso". Recordé las advertencias de Veme y Jim: "Tómalo con calma". De modo que, después de subir otros 330 metros, decidí escuchar sus advertencias. -Tengo que tomarme un respiro -grité.

Pude ver, por la expresión de frustración de mis compañeros de equipo, que consideraban mi agotamiento como algo inconveniente.

Como el viento procedente de otro glaciar azotaba con furia nuestro lado de la montaña, busqué una roca donde pudiera descansar. Sentía la lengua como si me la hubiera frotado con un algodón. Tomé un trago de agua de mi cantimplora, saboreando el alivio que la frescura del líquido le daba a mi garganta. Acabábamos de pasar el nivel de los 5.300 metros de un risco por unos 30 metros. "No sigas adelante hoy" , me decía la voz interior una y otra vez. Todo en mí clamaba: "¡Alto!" Miré a mi alrededor buscando un lugar donde levantar nuestro campamento. Yo sabía, sin que nadie me lo dijera, que el lugar estaba demasiado expuesto a los elementos para levantar un campamento seguro allí. -Adrián -le dije en confianza-, siento que no puedo ir más adelante. No es que esté reventado, sino siento que debo tomarlo con más calma. Debo conservar mi pierna para subir la cumbre. - Mira, Todd, necesito volver. No puedo tomar mucho más tiempo de mi trabajo en esta ascensión. -Lo sé, pero sencillamente siento que es importante que no nos movamos demasiado rápido -dije, tratando de

AL FILO DE LO IMPOSIBLE

explicar lo mejor posible mi razonamiento-. Piensa en esto. Hay dos ventajas de establecer nuestro campamento aquí. Si se desata una tormenta, estaremos mucho más seguros aquí. Todo lo que tendríamos que hacer sería atar las cuerdas y bajar tan rápido como pudiéramos al nivel de los 4.700 metros, donde están los guardabosques que pueden ayudarnos. Pero si subimos los otros 335 metros, Whit y yo nos debilitaríamos más a causa de nuestro mal de altura. Entonces podría ser que no pudiéramos volver a la seguridad de los 4.700 metros. -¿Y el segundo? -El segundo es que si la tormenta no se materializa, estaríamos frescos y listos para el último empujón a la cumbre.

Él transmitió mi mensaje a Whit y a Mike. Mike se detuvo de mala gana, se apoyó en su hacha para el hielo, y dio un profundo suspiro de exasperación. -En ese caso sería mejor -dijo- que bajáramos al nivel de los 5.300 metros.

Dimos vuelta, y comenzamos a bajar. Mientras establecíamos el campamento, la Expedición Peter Pan nos pasó en su camino a la cumbre. No pude dejar de notar el fastidio en las miradas de mis compañeros de equipo cuando los vieron pasar y desaparecer por el sendero. Esa noche nos sentamos en la enorme tienda y escuchamos la radio. El servicio de meteorología informaba que una tormenta báltica se acercaba. Las tormentas bálticas pueden durar cuatro o cinco días. Recordé haber escuchado que 13 escaladores habían muerto en una tormenta así el año pasado. Yo sabía que si el clima empeoraba mientras estuviéramos acampados a los 5.700 metros, tendríamos falta de alimentos, pero al acampar a los 5.300 metros, podríamos bajar la Head Wall y buscar comida de nuestro depósito si fuera necesario.

Ese día despertamos muy bien. Excepto por el constante silbido del viento, estábamos atrapados en un mundo incoloro, silencioso y surrealista de un blanco vacío.

A 5.700 metros de altura

No teníamos a dónde ir y nada que hacer, sino permanecer en nuestras tiendas, envueltos en nuestras bolsas de dormir.

Las horas pasaban lentamente. Ocasionalmente, algunos escaladores pasaban dando tumbos, bajando del nivel de los 5.700 metros. Sus comentarios eran iguales en cada caso: -¡Está horrible allá arriba! ¡Está muchísimo más frío! ¡El viento podría volarlo a uno de la montaña!

Estaban temerosos de no tener suficiente comida para esperar hasta que la tormenta amainara.

Los miembros de la Expedición Peter Pan descendieron al campamento con alguien de otro equipo que se había dañado severamente la cadera. Tuvieron que bajar al enfermo al campamento de los 4.700 metros, donde podía ser evacuado de la montaña por aire. Mientras bebía mi taza de sidra caliente, me sentí entristecido por la evidencia de desaliento y derrota que veía en los rostros de los hombres. Para mí, ellos eran verdaderos héroes al decidir rescatar a otro escalador en vez de continuar para subir a la cumbre.

Antes que salieran rumbo al campamento de los 4.700 metros, uno de los miembros de la Expedición Peter Pan nos dio una cantidad adicional de comida. Otro grupo que volvía hizo lo mismo, para no cargar en vano ese peso adicional o para no abandonarlo en la montaña. Para nosotros, cada pedacito adicional de comida era una ayuda. Y ahorraba dinero para futuras ascensiones.

Un amigo que había escalado los 49 picos más altos también se regresó diciendo: -McKinley no es mi montaña. Me voy a mi casa, aunque me faltaba solo un pico para decir que había escalado los cincuenta picos más altos de los cincuenta estados.

Mientras regresábamos pesadamente a nuestro campamento, pensé acerca de la tormenta y las esperanzas que se habían esfumado a causa de ella. ¡Si no llegamos a

la cumbre, toda la Summit America Expedition habrá fracasado! Y no podemos estar aquí toda la vida esperando que pase la tormenta.

Los opresivos sentimientos que había tenido desde que vi los cuerpos de los coreanos evacuados de la montaña por aire, llenaban mi mente, hasta que mis pensamientos parecían desarticulados e irreales.

Solo en la tienda, caí sobre mis rodillas. Si tengo que regresar ahora, sin llegar a la cumbre ... "Oh, Dios, ¿todo ha sido en vano? No puedo creer que hayamos llegado hasta aquí para regresamos ahora. Por favor, danos lo que necesitamos para llegar a la cumbre. No te pido que hagas el trabajo por mí, sencillamente, que me des la oportunidad de hacerlo".

Esa noche la temperatura descendió más aún. Para aligerar nuestros paquetes, habíamos decidido dejar la tienda de Mike en nuestro depósito en el campamento base de los 4.700 metros, así que los cuatro nos amontonamos en la tienda para tres hombres, Whit, Adrián y yo dorminos cabeza con pie, mientras que Mike se acostó atravesado a los pies de todos al fondo de la tienda. Acalambrado por el hacinamiento, tuve que estar inmóvil durante varias horas en mi bolsa de dormir, incapaz de acomodarme bien o de quitarme de la cabeza los torturadores pensamientos del día.

Despertamos con un cielo azul sin nubes y la nieve lucía pr.ístina: un día perfecto para subir. -Será una breve ascensión hoy -me aseguró Adrián, mientras yo ajustaba los garfios de trepar a mis botas de plástico.

Después de atarnos con las cuerdas, nos dirigmos hacia el risco. Usamos nuestras hachas para el hielo para detenernos y las cuerdas del servicio de guías estaban disponibles por doquier. Me detuve en un punto para agarrar aliento. Adrián y Whit se acercaron. Mike esperaba más arriba. Habíamos encontrado algunos otros escaladores a lo largo del camino, pero la montaña era nuestra para que la disfrutáramos.

Observé la caída perpendicular desde el risco hasta el valle abajo. Aprecié el hecho de estar atado a otras tres personas que podrían detener mi caída. -¿Ya casi llegamos? -pregunté, después de tomar un largo trago de agua de mi cantimplora. - Oh, sí, ya no está lejos ahora -me aseguraron. - ¡Qué bueno! -puse mi cantimplora en mi mochila, y me puse en movimiento una vez más.

Cada vez que me detenía para descansar, me daban la misma respuesta: -Ya no está lejos. Ya casi llegamos.

Después de la tercera o la cuarta vez, finalmente dejé de creerles. ¡Qué contento me siento!, me dije a mí mismo mientras me levantaba de otra caída. ¡No les permití que me indujeran con palabras a hacer esto días atrás después que ya habíamos escalado tanto!

Horas más tarde, llegamos al campamento base de los 5.700 metros. Me dolía muchísimo la cabeza por causa de la altura, como para tomar pastillas para el dolor, pero no podía hacerlo hasta terminar de parar el campamento. N até con sorpresa que era un campamento fantasma. Las paredes de nieve rodeaban espacios vacíos en vez de rodear racimos de tiendas. Todos, excepto un equipo de montañismo, habían descendido el día anterior a nuestra llegada, después de que la tormenta había amainado. ¡Si tan solo hubieran imaginado cuán maravilloso día tendrían hoy para escalar/

Mientras Whit, Adrián y yo armábamos nuestro campamento, Mike trataba febrilmente de encender la estufa. La falta de oxígeno y los fuertes vientos no permitían que encendiera. Sin una estufa para derretir la nieve que nos proveería agua para beber y cocinar, tendríamos graves transtornos. Traté de ocultar mi ansiedad durante la media hora en que él trabajó.

Imagino que los demás sentían lo mismo que yo, porque los cuatro dimos un suspiro de alivio cuando final-

mente se encendió. La taza de chocolate caliente que disfruté minutos más tarde, sabía mejor que cualquier otra cosa que yo pudiera recordar haber ingerido antes.

El cansancio y la tensión nos hizo perder los estribos más de lo normal. Eso, añadido a los desacuerdos en cuanto a las estrategias para la ascensión, elevó la tensión entre nosotros.

Más tarde, en la tienda, nuestro hacinado cuartel, parecía estar peor que la noche anterior. Nadie tenía ánimo para contar historias. Mientras yo contemplaba el domo de la tienda, observando que se congelaba con nuestra respiración, mis pensamientos volvieron a mis temores originales.

¿Será mañana mi último día? ¿Llegaremos a la cumbre? Cerré los ojos y me hundí en mi bolsa de dormir. Whit, cerca de mí. roncaba. Adrián musitaba algo ininteligible. Mike me tocaba ligeramente el pie cuando se movía. Los tres dormían. Solo yo estaba completamente despierto.

Saqué la grabadora que había sido mi fiel compañera. "Mañana será", murmuré ante el micrófono, para no perturbar a los demás. Por encima de mí, el domo de la tienda ondulaba y temblaba a causa del ululante viento subártico. "Parece que son el preludio de una tormenta. Pero al menos el cielo ha estado claro y azul. Es un perfecto día para llegar a la cumbre".

Apagué mi grabadora, y la puse en mi mochila. Un ligero polvo de nieve descendía sobre mis hombros y encima de mi cabeza como caspa que cayera sobre un traje negro de lana. Durante la noche la condensación de nuestra respiración se congeló sobre el domo de nilón de nuestra tienda, y se convertía en nieve cuando lo movían. Yo lo ignoré y me acurruqué en mi bolsa de dormir.

Cuando la mañana llegó finalmente, ingerimos nuestro desayuno y nos preparamos para la ascensión del día. La conversación se redujo al mínimo.

A pesar de la tensión, yo estaba animado. ¡Este era el gran día! Me incliné hacia atrás, miré hacia el cielo y exclamé:

-¡Perfecto! -mi estómago se agitó anticipadamente.

A las 8:30 ya estábamos en la ruta. Mike estableció un paso rápido a través de un extenso campo de nieve. Adrián y Whit seguían. Estresado a causa de las agrias discusiones, yo seguía tras ellos, cayéndome y levantándome, cada vez más atrasado. Mi entusiasmo desapareció como la niebla. Parecía no poder concentrarme en la ascensión. Notando cuán lejos de mí iban ellos, traté de igualarles el paso, pero no pude.

Habíamos cruzado unos 180 metros del campo cuando tropecé y clavé mi hacha en la nieve. -Hey, ¿se acuerdan de mí? -grité-. ¿Recuerdan las razones por las cuales estamos escalando esta montaña?

Los tres hombres voltearon, se encogieron de hombros, y regresaron hasta el lugar donde yo estaba. -Miren, no podemos seguir escalando así. Estamos disgustados unos con otros. Es necesario que operemos como un equipo.

Me afirmé apoyado sobre el mango de mi hacha de hielo, y les expliqué: -Ustedes han impuesto un paso demasiado rápido, compañeros. Yo no puedo seguirlos. -Pues bien -dijo Mike, torciendo los labios-, si sientes que no puedes hacerlo, los otros tres podemos hacerlo sin ti. Si Whit completa cada uno de los cincuenta picos, todavía podrás decir que la Summit America Expedition, ha establecido un nuevo récord. -No-dije moviendo la cabeza con vehemencia-. No sería lo mismo si solo Whit sube los cincuenta picos. El objeto de la ascensión es que una persona incapacitada escale los cincuenta picos. ¿No se dan cuenta?

Los miré a los ojos en busca de alguna señal de que me hubieran entendido: -El mensaje que estoy tratando de enviarles es que ningún desafío es imposible de vencer si tenemos determinación y la ayuda de Dios.

Adrián apretó la boca hasta que sus labios parecieron una fina raya: -Yo no sé ... -Solo funciona si un escalador como yo, que tiene una pierna amputada llega a la cumbre, no un escalador normal. ¿No lo ven? Esta es más que otra ascensión común o simplemente batir otro récord. ¡Y el trabajo de ustedes tres es ver que ese objetivo se alcance!

Podría decir por sus rostros de piedra que mi mensaje no había llegado al blanco. Hice una respiración profunda y dije con firmeza y claridad: -¡Continuaremos a este paso, o regreso en este mismo momento!

Yo había considerado los riesgos y decidí que tenía muy pocas opciones. Me expresé así: -¡Lo digo en serio! ¡O ustedes adaptan su paso al mío y trabajamos como equipo, o se acabó!

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