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14. A través del Paso Kahiltna

AL FILO DE LO IMPOSIBLE de metros. Los glaciares muestran sus picos nevados y el estruendo de las avalanchas (aludes) retumban por sus valles.

Yo tenía mucho tiempo ese día para soñar con el McKinley. Dedicamos todo el día a transportar nuestro equipo al campamento que está a 2.100 metros de altitud.

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Más allá de las heridas y las llagas, el calor y el frío, el que tiene una pierna artificial necesita un 30% más de energía para caminar que el que tiene dos piernas. Además, una ampolla infectada puede impedir el éxito de toda la expedición.

Así que observé a aquellos tipos atarse y comenzar a subir el Ski Hill rumbo al Kahiltna Pass, hacia el campamento de los 3.300 metros. Subiendo a la cima de una roca pelada, inhalé la increíble belleza que me rodeaba. -Oh, Dios -oré-, incluso en esta remota región del mundo me haces sentir que estás conmigo. Gracias, Padre, por usarme en tu gran plan.

Hice una pausa por un momento en la quietud, luego continué: -No tengo la menor duda de que tú me diste la capacidad para vencer los desafíos que necesito afrontar ... ¡Lotería! ¡Eso es! ¡Ese es el mensaje que debo compartir! ¿No?

Reí en voz alta. Había tenido dificultad para poner en palabras la parte que se refiere a creer en nuestras propias habilidades, pero ahora estaba claro. "Mi misión puede resumirse así: Si tengo fe en Dios y creo en las habilidades que él me ha dado, puedo vencer cualquier desafío. ¡Sí, eso es!"

Un viento helado me obligó a refugiarme dentro de la carpa, donde pasé el resto del día leyendo y durmiendo. El equipo retornó del campamento base ya tarde.

La siguiente mañana, mientras cargábamos nuestras mochilas, puse a un lado cualquier pensamiento negativo y me entregué a las emociones del ascenso. Nos atamos: primero Mike, nuestro guía, luego Whit, yo y Adrián. Era importante colocar a los dos montañistas experimenta-

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dos en cada extremo. Nos dirigimos a la parte principal del glaciar y de allí al norte, rumbo al ceñudo gigante. Seguimos las huellas en la nieve. Miré para atrás, con la esperanza de captar la última vislumbre del campamento, pero ya se lo había tragado la niebla. Solo divisé un monocromático mar de grises. Subimos el Ski Hill. Parecía que seguía sin solución de continuidad por toda la eternidad. Y para siempre significa algo diferente cuando cada respiración es una lucha y cada paso un ejercicio doloroso. En el campamento de los 3_300 metros, nos detuvimos para pasar la noche. Mientras Whit reparaba las paredes de nieve alrededor de nuestro campamento, Adrián y yo alisábamos el área con palas, hasta que tuvimos un piso suave y nivelado donde parar nuestras tiendas. Mientras tanto, Mike cavaba un lugar protegido para nuestra estufa. Antes de mucho tenía una tetera llena de nieve fundida para hacer chocolate. El siguiente paso en la erección del campamento fue cavar una letrina. En todas mis lecturas con que me preparaba para la ascensión, nunca pensé en esta construcción sumamente necesaria. Consiste en un área para sentarse con agujero en el medio y una bolsa de plástico desechable dentro del hoyo. Para deshacerse de la bolsa usada, el equipo debe amarrarla, caminar hasta el borde de una profunda grieta y tirar la bolsa allí. Por lo general, la bolsa desaparece, para no ser vista nunca más; pero si no, uno debe retirarla y tratar de tirarla de nuevo. En una excursión, Mike necesitaba caminar más adelante hasta el glaciar para tirar la bolsa lejos de la vista, mientras esperábamos, atados, para guiarlo si tenía alguna dificultad. En su viaje de regreso a terreno seguro, escuchamos un fuerte ¡pop! El terreno debajo de nosotros se movió varios centímetros. Temeroso de que el hielo debajo de sus pies estuviera cediendo y a punto de lanzarlo a plomo a una grieta, Mike brincó rápidamente a terreno seguro.

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Estas grietas son tan asombrosamente bellas -hielo de un azul oscuro verdoso ribeteado de nieve de un blanco prístino doblando y torciendo una pendiente- que sentíamos vergüenza de co'ntaminarlas. Especialmente con plástico hecho por el hombre que dentro de mil años todavía estará allí. Sin embargo, realísticamente, no hay otras opciones en una tierra de hielo y nieve.

Al siguiente día me quedé atrás en el campamento de los 3.300 metros, mientras el resto del equipo subía al campamento de los 3.700 metros. Aun cuando yo no tuviera las piernas heridas o demasiado cansadas, debía tener sumo cuid9do para mantener el muñón fuerte y evitar una fractura.

No teniendo nada mejor que hacer, cavé una cueva en la nieve lo suficientemente grande para caminar adentro y almacenar nuestro equipo. Estaba yo añadiendo los toques finales a mi creación cuando Rocky llegó tranquilamente a nuestro campamento.

Dedicamos algunas horas a platicar. Rocky, esquiador de Aspen, Colorado, y también graduado de Princeton, me dijo la forma en que él y Kelly, su compañera de ascensión, habían fumado mariguana mientras escalaban la montaña. Se descubrió la cara que traía cubierta, con pelo largo e hirsuto. - Sí, fue un viaje de veras. -¿No tenían temor de caerse en una grieta o en una avalancha? -Todo estaba frío. Además, podemos manejar muy bien la hierba. -Espero que sí -dije-; deben velar por su propio bien. -Así que ¿cuándo piensan llegar a la cumbre? -El primero de junio.

Él movió la cabeza asintiendo. -Eso está frío. Hey, amigo, tengo un par de onzas de mariguana. ¿Quieres algo? -No-dije, moviendo mi cabeza. Yo no consumo esa cosa.

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Él estudió la ligera coyuntura entre su dedo grande y el índice. -¿Tú crees que esta altura podría ser realmente dañina para mí? He estado fumando la hierba desde que salí hasta aquí.

Yo me encogí de hombros. -En tu lugar, yo la dejaría. - Gracias, cuate, creo que la dejaré.

Luego dijo adiós con la mano. Respiré profundamente, llenando los pulmones con el aire frío y fresco de la montaña. No puedo imaginarme fumando droga en el ascenso a una montaña. Además del peligro muy real, simplemente me parecía erróneo. El aire libre en esta montaña tiene que ver con la salud y el aire fresco, y uno se siente en la naturaleza y con Dios.

Cuando el equipo volvió al campamento esa tarde, yo tenía una marmita de agua caliente hirviendo en la estufa. Rocky y Kelly se unieron con nosotros alrededor de nuestra estufa de campamento. Hablamos hasta tarde en la noche acerca de la ruta que seguiríamos el día siguiente, y Mike contó historias acerca de su días en Vietnam.

La siguiente mañana Rocky se detuvo en nuestra tienda mientras nos preparábamos para subir al campamento de los 3.700 metros. -Hey, ¿les gustaría algo de estas provisiones que nos han sobrado? ¿Nos gustaría? Nuestros ojos se abrieron -nuestras glándulas salivales se activaron de repente. Rocky y Kelly eran parte de un muy bien respetado grupo de montañistas, en el que los guías cocinan la comida para los escaladores.

Nos atamos y emprendimos el camino. La caminata nos tomó una hora y media de tiempo. Una vez allá, el equipo consideró la posibilidad de continuar hasta el campamento de los 4.700 metros antes de detenernos. Los tres estaban impacientes por llegar a la cumbre.

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-Creo que deberíamos seguir adelante -dijo Whit-. Es demasiado temprano para establecer el campamento.

Adrián golpeaba el bastón de sus esquíes contra un montículo de nieve. -Sí, yo estoy de acuerdo -dijo. -Yo no sé-dije mirando al banco de oscuras nubes que se estaba formando hacia el oeste de nosotros-. El guardabosque del parque nos recomendó que los escaladores no subieran más de 300 metros al día. -Esa es una buena pauta para seguir, no una regla inflexible -dijo Mike.

Su mirada .benigna velaba sus verdaderos sentimientos sobre el terna.

Moví la cabeza y opiné: -No me siento cómodo con la idea de continuar. Siento que Dios me está diciendo que debo tornar mi tiempo, y no apresurarme a llegar a la cumbre.

No podía menos que escuchar los suspiros generalizados de mis compañeros de equipo. Puesto que no era un escalador profesional corno Mike o Adrián, tenía que hacer caso a mis instintos. Ellos no habían trabajado nunca con una persona incapacitada, así que yo tenía que ser cuidadoso. -Mejor tornaré un día extra para hacer la ascensión que arriesgar la seguridad de alguien. Además, el guardabosque nos dijo que las tormentas pueden estallar en cualquier momento.

Whit y Adrián me instaron a reconsiderar. Mike, irritado, hizo sonar sus guantes contra su pantalón y se alejó. Si bien sabía que mi decisión irritaba a los demás, también sabía que tenía que escuchar a la Voz interna a la que había llegado a conocer y a confiar, a pesar de la tensión creciente entre mí y el resto del equipo.

No sé quién vio primero a los escaladores que bajaban de la montaña. Los hombros caídos, encorvados para oponerse al viento, andaban corno robots dirigiéndose hacia

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-Señor, ¿es usted, por casualidad, Vern Tejas? ¿El primer hombre que pasó solo el invierno en el Denali?

El hombre me miró directa pero respetuosamente. Una sonrisa se extendió por su rostro cansado y arrugado: -Es usted muy observador.

Él miró hacia abajo a mi pierna artificial: -Y usted es el joven escalador que se ha propuesto batir el récord de los cincuenta picos. Siéntese. Hablemos.

Le extendí la mano y le dije: -Es un honor conocerlo, señor. He leído acerca de usted en todos las revistas de montañismo. Usted es una leyenda.

El montañista estudió mi rostro por un momento, antes de decirme: -Y usted se está volviendo rápidamente una leyenda también. No puedo decirle cuánto lo admiro. Aceptar el desafío de todo un McKinley con una sola pierna. Usted tendrá toda una historia que contarles a sus nietos algún día.

Sonreí con placer: -Creo que todo el que intenta vencer un desafío difícil en su vida tiene una historia que contar. Como lo que usted hizo hoy, sobreviviendo contra el peligro y descendiendo con seguridad a pesar de la tormenta. Ese fue probablemente un desafío más grande que llegar a la cumbre en un día brillante y soleado. -Es probable que tenga razón.

Me sentí contento cuando uno de los miembros de su equipo de montañismo ofreció tomarnos una fotografía juntos. Yo sabía que quería recordar mi encuentro con uno de los grandes montañistas. -Vi un vídeo de usted en "Good Morning America", hace pocos días.

Él sonrió: -Supongo que lo estaré viendo a usted allí en algunas pocas semanas.

Me encogí de hombros:

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-Es posible.

Hablamos durante algún tiempo de la ascensión de la cual estaba regresando y que yo estaba a punto de emprender. Hubiera querido tener el valor de decirle cuánto temor tenía. Siento que de alguna manera él habría comprendido. -Nadie está llegando a la cumbre en este momento -dijo-. Las ventanas en la tormenta no son demasiado grandes como para hacerlo posible. Tenga cuidado cuando esté escalando "El Grande". Él no perdona. Un mal cálculo y todo se acabó.

Luego, como si fuera una reflexión posterior, añadió: -Tome su tiempo.

Me quedé mirando la nieve que se derretía en la llama zigzaguente de la estufa de campamento. No subió. El equipo no subió. Y yo pude haber estado con ellos. Si yo hubiera estado con ellos, todo el Proyecto de los Cincuenta Picos más elevados se habría arruinado. Jamás podría escalar la montaña por segunda vez y todavía completar los cincuenta picos para batir el récord. Yo había orado pidiendo sabiduría en aquel tiempo, y ahora, Dios parecía indicarme de nuevo que él me estaba dirigiendo.

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