Editorial Estadísticas, falacias y datos de Aena Cuando inicié mis estudios universitarios, la asignatura que más llamó mi atención fue Estadística. Desde el primer momento el profesor captó mi interés quizá porque, según decía, “en ella se basan la gran mayoría de las mentiras que se venden como verdad a la población, y porque como se puede demostrar cualquier cosa que se quiera con estadísticas, es muy útil para manipular voluntades”. Aunque aquella descripción me cautivó, al mismo tiempo me dejó preocupado porque en malas manos podría ser una bomba. Como así he podido comprobar en demasiadas ocasiones desde entonces (incluso en propia carne). Por lo general, la gente tiene una idea equivocada o, al menos, imprecisa de lo que es y para qué sirve la Estadística. Y existe una creencia muy difundida -‐y con razón-‐ de que tanto los datos como su análisis estadístico pueden ser fácilmente manipulados de un modo poco científico y menos ético para demostrar que una conclusión o un punto de vista particular es correcto cuando, en realidad, es erróneo. De ahí, que se conozca a la Estadística como una ciencia “exacta” porque dice siempre exactamente lo que uno quiere que diga. Todos hemos escuchado alguna vez la frase –atribuída según parece a Mark Twain-‐ "Existen mentiras, grandes mentiras y estadísticas", para calificar el manoseo interesado que puede hacerse de la aplicación de esta ciencia. Menos conocida es otra similar atribuida al que fuera primer ministro inglés entre 1874 y 1880, Benjamín Disraeli, quien dijo: "Hay tres clases de mentiras: ordinarias, increíbles y estadísticas". Frase que le haría popular entre la sociedad inglesa de la época, junto a su particular manera de vestir y sus dotes para ligar. Otra forma más académica aunque menos impactante de decir lo mismo es la del matemático Trevor Hastie: “Hay que ser cautos con los resultados de las estadísticas, pues con ellas siempre hay formas de hacer trampas”. En los últimos meses, venimos siendo testigos de cómo el ministro de Fomento y el presidente de Aena utilizan los medios de comunicación para lanzar a la sociedad, apoyándose en datos “irrebatibles”, el mensaje de que los controladores aéreos españoles trabajamos poco al tiempo que esquilmamos las cuentas de Aena hasta prácticamente hacerla quebrar. También se han permitido el lujo de comparar nuestra productividad con la de los controladores europeos y hasta de asegurar, rizando el rizo, que a partir de la publicación del decretazo y gracias a su fabulosa gestión vamos a trabajar menos horas que el pasado año, a pesar de que muchos controladores van a ver aumentada su jornada anual en cerca de un 50 por ciento. Y todo gracias a la Estadística. Haciendo uso de datos muy llamativos basados en sesudos cálculos y tras un conveniente “análisis”, han conseguido que gran parte de la población española –y extranjera-‐ crea las barbaridades que les contaban. ¡Cuánto me he acordado en estos meses de lo que decía aquel profesor!
[ATC today] [Número 4. Junio 2010]