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Betances en el imaginario popular; Las mujeres en la vida de Betances
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Betances en el imaginario popular; Las mujeres en la vida de Betances
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(Conferencia ofrecida por el profesor e investigador Félix Ojeda Reyes de la Universidad de Puerto Rico el 23 de abril de 2016 en el Museo de los Próceres, Sala Betances.)
Permítanme agradecer la cordial invitación para estar con ustedes en la tarde de hoy. Me acompaña un joven universitario que está emparentado con el Doctor José Francisco Basora, uno de los grandes dirigentes del movimiento independentista puertorriqueño durante la segunda mitad del Siglo 19 y además amigo inseparable de Ramón Emeterio Betances. Manuel Román Basora va a viajar en las próximas semanas a Cuba en un proyecto de Tulane University y estará trabajando en el Archivo Nacional de Cuba recogiendo nueva documentación sobre el Doctor José Francisco Basora porque Manuel está escribiendo un trabajo sobre este buen amigo de Betances. Sin mayor introducción voy a hablar en esta charla sobre tres mujeres en la vida de Betances. De esas tres mujeres voy a hacer énfasis en dos de ellas: la madre y la esposa. De la novia mucho se ha escrito, mucho se ha hablado...María del Carmen Henri Betances, la mujer que iba a ser la esposa de nuestro prócer. De la primera mujer; nada se ha escrito de su vida, nada de sus excepcionales virtudes comerciales. Los libros de historia, la prensa, los medios informativos todos, rehúsan mencionar su nombre, y María del Carmen Alacán, una mujer que brilla con nombre propio continúa rodeada de misterios. Distintas fuentes aseguran que la madre del Doctor Betances nace en Cabo Rojo tal vez en 1795, tal vez en 1794. Nadie ha examinado todavía su partida de bautismo, documento que ayudaría a resolver este pequeño misterio de nuestra historia. La Doctora Ada Suárez asegura que María del Carmen Alacán proviene de una familia de holgada solvencia económica e igual que los Betances los Alacán, eran propietarios de un indeterminado número de esclavos. Existen varias partidas de bautismo y de defunción de esclavos pertenecientes a las familias Betances y Alacán según nos informa la Doctora Ada Suárez Díaz. El 12 de agosto de 1812 don Felipe Betances Ponce, oriundo de la República Dominicana, contrae matrimonio con la puertorriqueña María del Carmen Alacán. Estamos frente a una familia en la cual se vinculan dos tierras antillanas, dos tierras hermanas. Ella tenía 17, tal vez 16 años de edad al momento del enlace. Don Felipe, nacido en Santo Domingo el 26 de mayo de 1792 tenía 20. Procrearon nueve hijos, tres de los cuales mueren a tierna edad. Lo cierto es que María del Carmen cuidaba con suma devoción de todos los miembros de la familia. Era ciertamente una casa llena de mujeres. Ramón Emeterio y don Felipe eran los únicos varones de la familia. Mujer ejemplar y de mente ágil María del Carmen era inteligente en extremo. No obstante, los documentos de la época advierten que ignoraba, y cito, “el arte de la escritura”. La madre de nuestro prócer nunca pudo leer un libro. No nos
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debe de sorprender, tal era la situación de exclusión de la mujer puertorriqueña durante el coloniaje español. Según se desprende del Fondo de los Gobernadores españoles en su serie Municipalidades: Reparto del subsidio, don Felipe Betances pagaba en 1826 un total de 7 pesos en impuestos. En 1827 pagaba 20 pesos. Algunos años más tarde pagaba contribuciones por la cantidad de 42 pesos. En 1832 ascendía a 75 pesos y en 1838 aportaba 90 pesos al erario público. Todo parece indicar que de esos años data la Hacienda Carmen dedicada a la manufactura de azúcar. La Hacienda de los Betances funcionaba con una combinación de mano de obra libre y mano de obra esclava. Era esa casualmente, una de las características sobresalientes de la economía azucarera puertorriqueña de aquellos tiempos. ¿De dónde proviene el dinero para edificar la Hacienda Carmen? ¿Cuándo se hizo la adquisición? ¿Quiénes fueron las personas envueltas en el acuerdo? ¿Cuál fue el monto total de la inversión? ¿Cuantas cuerdas se adquieren? ¿Dónde estuvo localizada la Hacienda de los Betances? Es posible que podamos descifrar buena parte del misterio, pero también es muy posible que nunca lo podamos desentrañar en su totalidad. Lo referente a la primera pregunta no nos queda la menor duda: el capital para la compra del inmueble fue aportado por ambos cónyuges, pero debo avanzar una hipótesis: con toda probabilidad la cantidad grande del dinero saldría no de los ahorros de don Felipe, sino de las cuantiosas riquezas acumuladas por María del Carmen Alacán a través de los años. Tuve la suerte de estudiar su testamento (testamento difícil de transcribir pues tiene ciento y pico de años. Una estudiante bajo nuestra supervisión nos ayudó a transcribir ese testamento). En este documento al que hacemos referencia María del Carmen informa que estaba casada durante aquel tiempo según los ritos católicos con don Felipe Betances. El matrimonio había procreado cinco hijas y un varón, todos menores de edad a quienes el testamento declara como sus únicos y universales herederos. El testamento declara por bienes de fortuna una casa de dos pisos en la que vive toda la familia, otra terrera que sirve de almacén y otra con una prensa de empacar algodón. Hay una cuarta vivienda -estoy hablando de las propiedades de ella- que tienen alquilada a 'Justino Henrique', dice el testamento. Este es en realidad el francés Justine Henri, el padre del María del Carmen Henri Betances, la que fue novia de Betances, la mujer que iba a ser su esposa. Es decir, que una cuarta vivienda propiedad de María del Carmen Alacán la tenía alquilada a los padres de 'Lita'. Entre las propiedades de María del Carmen Alacán figuran además una estancia de 60 cuerdas con su casa de madera cerca del pueblo y otra estancia de 16 cuerdas en el barrio de Monte grande con su casa también de madera. Bien se puede observar que María del Carmen Alacán vivía en la abundancia. Dueña de varias residencias poseía además cientos de caballos, reses, cerdos y ganado lanar. Si lo anterior fuese poco también tenía una funeraria localizada en el pueblo de Cabo Rojo.
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La madre de Ramón Emeterio también disfrutaba de una pequeña dote de esclavos. Resulta irónico pensar que la madre del doctor Betances tuviera un total de 14 esclavos de su propiedad. Aquí sería bueno abrir un paréntesis e informar que aun cuando Betances estuvo ligado a una familia de hacendados y dueños de esclavos, él no fue ni lo uno ni lo otro. En carta al farmacéutico de Brasil José Carlos Do Patrocinio relativa a la emancipación de esclavos en el estado de 'Seará’ Betances escribe estas furiosas palabras que todavía tienen el poder de la profecía:
La esclavitud ha sido y es en todas partes la obra de los soberanos. La abolición es obra de los pueblos libres. Y cuando los soberanos dicen para acallar sus remordimientos que es una herencia, los pueblos responden: cuando un padre lega en herencia un crimen a su hijo el deber del hijo no es continuar el crimen, sino lavarlo. El testamento pone en claro muchas cosas de importancia. Ya hemos dicho que María del Carmen Alacán era dueña de una casa mortuoria. En el inmueble tenía una cocina cobijada de tela y múltiples silletas con rejillas de paja, espejos, tocador, un canapé y cuatro cuadros grandes que adornaban su espacio. Poco a poco vamos descubriendo el valor de cada 'ítem'. Candeleros de cristal, ropero, una cómoda, sillas, un reloj de sala de campana, bateas amplias, una vasija tosca vidriada, pailas de cobre grandes y pequeñas, juegos de platos, poncheras, cucharas de plata, efectos mercantiles, caballos y yeguas, ganado y cerdos, todo ello tasado en más de 23 mil pesos. Entre las riquezas acumuladas por el esfuerzo personal de María del Carmen Alacán sobresalen 10,952 pesos a que ascienden sus deudas cobrables. María del Carmen también era prestamista de dinero en efectivo. Buena parte de la Villa de Cabo Rojo estaba endeudada con ella. En medio de aquellas riquezas se fueron perfilando los primeros momentos de la vida del promotor de nuestro Grito de Lares. Nadie puede poner en duda que los años de su infancia fueron felices, vividos en un ambiente tranquilo libre de preocupaciones y aquel niño destinado a una vida sacrificada y generosa, marcada por el ejercicio de la inteligencia y de la acción, llevaría su rincón de patria siempre presente en su constante peregrinar por las tortuosas rutas de la libertad. La mujer que acapara la vida sentimental de Ramón Emeterio Betances, como ya hemos dicho, siempre ha sido María del Carmen Henri Betances; ella era la sobrina de Betances. Pero esto hay que verlo con los ojos del Siglo 19, no con los ojos del Siglo 21, eso estaba permitido. Entonces los novios lo que conseguían era una dispensa papal. Cuando llegaba la dispensa papal, como les llegó a ellos, procedían al casamiento. eso estaba permitido. Entonces los novios lo que conseguían era una dispensa papal. dispensa papal,
Lamentablemente la fiebre tifoidea fue minando su delicada constitución física y tras 13 días de enfermedad María del Carmen fallece en Menessy, a unos 34 kilómetros de París el 23 de abril de 1859; era un viernes santo. Meses más tarde Betances traslada sus restos a Puerto Rico. El 13 de noviembre de ese año María del Carmen es enterrada por segunda vez en la ciudad de Mayagüez. Sin ella, su vida se detenía por un instante.
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Alrededor de la muerte de 'Lita' se ha tejido una leyenda que debemos aclarar. Don Salvador Brau, compueblano y amigo de Betances, fue testigo presencial de aquellos días amargos. Brau escribe,
La intensidad del dolor hizo incurrir al joven médico en extravagancias. Dejóse crecer sin aliño toda la barba. El cabello transformado en melena caía sobre los hombros y envuelto en negro gabán largo y holgado como una opalanga, y tocado con inmenso sombrero negro de cuáquero que apenas dejaba verle el semblante, pasábase días enteros en el cementerio de Mayagüez cultivando flores en torno del sepulcro que guardaba los despojos de la mujer idolatrada. Abundan los escritos pretenciosos y distorsionados. Las imágenes profundamente románticas y conmovedoras que describen el mito de lo que bien podríamos llamar el sufrimiento interminable, todas esas invenciones se ajustan perfectamente al establecimiento colonial, pero distan mucho de la realidad histórica. No es que las opiniones estén divididas, es que nos quieren vender a un Betances distinto. Nosotros no negamos la intensidad del sufrimiento, sin embargo, creemos que hay mucha exageración cuando se afirma que por varios años estuvo nuestro prócer alejado de la práctica revolucionaria hasta que lo despierta del letargo el proceso restaurador de la independencia dominicana (18631865) que tan poderosamente reclamaba, como decía Brau, la atención general en nuestra isla. Lita, natural de Cabo Rojo y de apenas 21 años y con quién pensaba contraer matrimonio, es quién prevalece en la vida sentimental de Betances. Hija de su hermana Clara y el francés Justine Henri, domiciliado en Puerto Rico, Lita, la sobrina, la muerta amada, dejaría un terrible sentido de culpa en el médico egresado de la Universidad de París. Betances fue incapaz de salvarla. Voy a citarlo:
Jamás me podré perdonar el haber hecho salir la pobre niña de su país y haberla separado de su madre a quién tantas veces llamó. Luego, tras haber obtenido que ella me sacrificara todos sus afectos, su país, su madre, sus amigos, no supe protegerla.

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En realidad, todo lo que decíamos anteriormente es explicable. Pero hay otra mujer en la vida de Betances, la que estuvo casada con él durante 35 años, una mujer que le sigue al exilio, y víctima de la represión del coloniaje, tolera largas ausencias y es lo suficientemente valerosa para convertirse en auxiliar de sus proyectos sediciosos. Uno de los primeros documentos que descubre el investigador interesado en estudiar la vida de cualquier ser humano es su partida de bautismo. El texto en cuestión revela que Simplicia Isolina Jiménez Carlo, la otra mujer en la vida de Betances, nace el 28 de julio de 1842 y sería bautizada el 12 de octubre en la parroquia de San Miguel Arcángel de Cabo Rojo. Simplicia Jiménez recuerda donde tropieza por primera vez con nuestro prócer. En una entrevista concedida al Puerto Rico Ilustrado esto dice Simplicia Jiménez:
Lo vi por primera vez en la Plaza de mi pueblo. Fue una noche de retreta. Ya el gozaba de bastante 'nombraría'. Alternaba en la política y se le ponderaba sobre todo por su gran corazón hacia los negros esclavos. Pagaba a precio de oro la libertad de aquellos infelices a la puerta de las iglesias.
La voz de la caborrojeña es tierna, dulce y categórica. Cito,
Porque debo advertir a usted que Betances era muy guapo. (se dirigía al periodista) Con una carta depositada en el Archivo Nacional de Cuba, sabemos que se casan en 1863. Ella tendría 21 años de edad y el 36. A pesar de lo solemne que pueda aparecer el escenario o de lo romántico del momento, todavía se desconoce el día, el mes y el lugar donde se ofició la ceremonia. Curiosamente el primer documento de Betances que hemos identificado como una alusión a su esposa está fechado en Santo Domingo justo a un año del Grito de Lares. Cito de Betances, Tenemos una casa poco menos que la casa consistorial por una onza al mes. El patio es doble del de la que fue mi casa en Mayagüez durante algunos días. Inmediatamente después que construye esa casa es expulsado por tercera y última vez de Puerto Rico. No volverá de nuevo a pisar la tierra que le vio nacer. Sigo citando a Betances:
Con esas comodidades ya se ha formado una colonia puertorriqueña en ella compuesta, por supuesto, de ladrones, asesinos, bandidos de toda clase, gente dada al diablo, toda de capa y espada. Acto seguido Betances dice que 'Simplicia vive en medio de aquella cueva de bandidos hecha un hombre colaborando con el proyecto revolucionario' que culminaría con el Grito de Lares. Luego del fracaso militar del Grito de Lares, cuando el independentismo puertorriqueño continúa fomentando sus proyectos sediciosos, Simplicia Jiménez exhibe una firmeza de carácter y un valor personal dignos del mayor encomio. El 12 de abril de 1869 procedente de Venezuela Betances regresa a San Tomas. Ese mismo día es arrestado y conducido a la oficina del gobernador de la isla danesa. Enérgicas son las palabras cruzadas
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entre el puertorriqueño y el primer mandatario. Acto seguido se ordena llevarlo a la goleta que le ha traído de La Guaira en Venezuela. Luego de tres días de prisión en esa embarcación, sus carceleros le transbordan al vapor South América con destino a Estados Unidos. Los documentos depositados en los archivos de Estados Unidos revelan que el 22 de abril de 1869 Betances arriba al puerto de Nueva York acompañado una vez más por Simplicia Isolina Jiménez Carlo. Hemos visto documentos en manos privadas donde Betances expresa el cariño que le tenía a su esposa. Carlos N. Carreras, autor de Betances, el antillano proscrito, pregunta alarmado quien es esa mujer que de manera tan velada se asoma a la vida del héroe puertorriqueño, pues aquel casamiento, 'no revistió pompa alguna, por el contrario, tuvo un origen muy sencillo...A Simplicia Jiménez, que venía sirviendo desde Mayagüez a Betances, el destino le reserva el puesto que corresponde a la esposa que falta. Un día se llenan los expedientes para el caso y la maritornes pasa a ser la esposa amada del revolucionario, humilde pero atendida y querida por él.' Maritornes ha dicho Carreras y la desconfianza nos asalta. La antipática palabra significa moza de servicio, mujer ordinaria, fea, hombruna e inculta. Todavía seguimos escuchando insistentemente que Simplicia Jiménez era la sirvienta del doctor, la ama de llaves, la mucama como dirían con sobrada crueldad algunos al presente. Otros aseguran que por mucho tiempo 'vivieron amancebados', como si vivir juntos hombre y mujer sin estar casados sea un pecado capital. En 1872 Betances decide marchar a París. Simplicia Jiménez le acompaña nuevamente en esa travesía. Durante cuatro años la vida del médico de Cabo Rojo había sido un diario preguntar si había llegado el instante para la libertad de la patria. Pero Puerto Rico no responde y al abandonar a Jacmel, Haití, donde había estado viviendo Betances, París será, en palabras de la Doctora Ada Suárez Díaz, la más larga etapa del largo destierro. De los años en Europa podemos destacar múltiples asuntos que revelan la generosidad del matrimonio Betances-Jiménez. Hay un momento cuando tienen a su cargo diez muchachos antillanos a los que asesoran en materias económicas y afectivas. El doctor por su parte los ubica en distintas instituciones educativas y vela de forma esmerada por la salud de todos. En carta al general Gregorio Luperón Betances dice lo siguiente:
Figúrese que estoy encargado de unos diez muchachos distribuidos en diferentes colegios, puertorriqueños y dominicanos. Cuando tenga 12, los haré apóstoles. Jacobo Luperón, hijo del general que presidente de la república, era uno de esos muchachos. Emilio Machena, hijo del Secretario de Hacienda de la República Dominicana era otro de esos muchachos. Simplicia Jiménez recuerda las gestiones diplomáticas del doctor mientras viven en la capital francesa. Betances trabaja a un tiempo mismo por la libertad de Cuba y la de Puerto Rico. Su pluma, su dinero, su inteligencia toda, está al servicio de esa justa causa
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que es su delirio. Simultáneamente, dice Simplicia Jiménez, sostenía inmensa correspondencia con Estados Unidos, las Antillas y España. De todos sitios llovían las adhesiones. Hasta de España, la nación dominadora, llegaban las cartas de simpatía. 'Una vez leí una de Cánovas del Castillo. Me acuerdo de esta especialmente porque luego le asesinaron' decía Simplicia. En el matrimonio Betances-Jiménez no hubo descendencia. Sabemos sin embargo de una hija adoptiva llamada Magdalena Caraguel, Lamentablemente es muy poca la información reunida a tales efectos. No obstante, en el primer inciso de su segundo y último testamento, fechado el 8 de agosto de 1898, esto escribe Betances:
Deseo o dispongo que de mi póliza de seguros por 50,000 francos, después de cobrada se reintegre a la señorita Magdalena Caraguel los 10,000 francos que ella pagó por la póliza según consta en la liquidación. El resto, 40,000 francos, serán entregados a mi esposa.
En otro inciso Betances dice, ...a la señorita Caraguel, mi hija adoptiva, lego las obras de Voltaire y de
Rousseau que están en mi escritorio. Luego del deceso de Betances ocurrido el 16 de septiembre de 1898, hay toda una serie de problemas ideológicos y políticos con Simplicia Jiménez. Hay un enviado cubano a París. Acusa este revolucionario cubano a Simplicia Jiménez de muy anti-cubana. Nosotros desconocemos la fuente que provee esa información a ese enviado cubano, pero quiero decirles que el general Calixto García Iñiguez, una figura emblemática de las luchas revolucionarias cubanas durante la segunda mitad del Siglo 19, llama a la compañera de Betances 'la mambisa'. Esto yo lo pongo frente a lo que dice este cubano anteriormente acusando a Simplicia de muy anti-cubana. Pero uno probado en la guerra (Calixto) le está diciendo 'la mambisa'; los mambises eran los revolucionarios que estaban metidos en las montañas luchando contra los soldados españoles. Ese es calificativo glorioso que no se le podría adjudicar a una enemiga de la independencia de Cuba. En sus días postreros Betances estuvo rodeado de una camarilla peligrosa, de enemigos que infructuosamente tratarían de desbancarlo de la dirección del Partido Revolucionario Cubano que él dirigía en París. Esos adversarios de Betances tuvieron éxito cuando llegaron a minarle el seno mismo del hogar. Las fisuras eran graves. A la historiadora puertorriqueña Loida Figueroa le debemos el texto de una carta firmada Juan Bautista Ventura, acusando a Simplicia Jiménez de aliarse a los enemigos de su esposo. Esto dice el Doctor Ventura; Los enemigos encubiertos de Betances hicieron comprender a Simplicia que su deber era meterse en la casa de salud y no despegarse de allí de ninguna manera.
El relato de Ventura se torna dantesco:
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Simplicia lo ha matado a fuerza de tormentos debido a su locura. El alcohol y los celos hasta de los hombres...se ha conducido mal y proferido conceptos tan malos contra ese hombre tan digno que todos los amigos hemos protestado y la hemos abandonado.
Simplicia Jiménez permaneció en París hasta bien entrado el siglo. Por aquel entonces la familia del Doctor Juan Bautista Ventura, secretario personal que había sido de Betances, le proporciona la ayuda necesaria. En Puerto Rico fueron las logias masónicas y los directivos del periódico La Democracia los que con mayor vehemencia auxiliaron a la viuda del doctor Betances. Ella regresó a Puerto Rico a principios de 1921. El doctor Ventura junto a su familia la acompañan en el viaje desde París. El 2 de marzo Jiménez Carlo visita la patria chica, el Cabo Rojo inolvidable de su niñez. El cuerpo de profesores y los niños de las escuelas públicas, así como numerosas personas reciben a la distinguida visitante con todos los honores que ella merece. Más tarde pasaría una temporada en San Germán y hace un viaje a Santo Domingo acompañada por el ex-delegado a la cámara de representantes Ernesto Pagán. A su regreso de Santo Domingo la viuda de Betances pasa a residir en el Viejo San Juan. Augusto Pietri pudo entrevistarla en un hotelito humilde en la calle Fortaleza. 'Allí he ido a verla', escribió Pietri, 'una tarde de estas ansioso de conocer a la noble compañera del Doctor Ramón Emeterio Betances, aquel hombre de Cabo Rojo, sencillo y magnífico que prefirió la tristeza del exilio a seguir viviendo la existencia efímera de los seres sometidos al coloniaje.'
Cuando se lleva a cabo la entrevista la anciana estaba sentada en una mecedora ojeando un grueso volumen. Escribe Pietri, 'Simplicia me da la impresión de algo bellamente simbólico, legendario, que se conserva a través de los tiempos para admiración de la gente. Su rostro está surcado de hondas arrugas. Sus manos largas y flacas se mueven con pausados ademanes cual si estuvieran cansadas. La boca se va derrumbando tristemente. La luz de sus pupilas como la de muchas estrellas es marchita, parece venir de muy lejos.' Ya hemos dicho que a Simplicia Jiménez se le ha maltratado en exceso. Pero la acusación más grave que hasta el momento hemos escuchado es la que a baja voz circula

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por Puerto Rico durante los primeros años de la década de 1920: morfinómana. ¿Es acaso el hábito de las drogas una denuncia justificada? El 11 de junio de 1923 el periódico La Democracia de San Juan publica una nota editorial que dice,
El angustioso viacrucis de doña Simplicia Jiménez ha terminado en la mañana de ayer. La pobre y abandonada viejecita se sentía enferma desde hace algunos meses. Sufría el mal para la vida de los muchos años que pesan sobre su cuerpo y de los muchos desengaños que pasaban sobre su corazón. Para unos y otros dolores había aprendido allá en París donde dejó su juventud el uso de las drogas que narcotizan. Hasta el momento no sabemos cómo le fue apareciendo la drogadicción a la viuda del doctor Betances. Durante aquellos años las afecciones crónicas eran tratadas con morfina. Es posible que adquirió la adicción luego de padecer una enfermedad angustiosa y traumática. Para terminar, voy a decir que Simplicia Isolina Jiménez Carlo nace en Cabo Rojo el 28 de julio de 1842 y muere en San Juan el 10 de junio de 1923. El acta de defunción revela que fallece en el Hospital Municipal de Santurce a consecuencia de arteriosclerosis. La agencia funeraria de don Ramón Fournier se encarga del funeral siendo sepultada en el cementerio municipal de San Juan. Posteriormente los restos de Simplicia Jiménez fueron trasladados al Cabo Rojo de su niñez.
==== Referencias ==== Acta de defunción de Simplicia Jiménez Carlo, San Juan. Betances, el antillano proscrito de Carlos N. Carreras, Editorial Club de Prensa, San Juan, 1961. Obras de Betances, Vol. 2, Escritos íntimos, Editorial Puerto, 2008. Periódico La Democracia, San Juan, 11-06-23 Testamento de María del Carmen Alacán, documento privado, copia.