Brunello Cucinelli

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Brunello Cucinelli posa en exclusiva para ‘Robb Report’ entre las butacas del Teatro Cucinelli de Solomeo.

El centiNela del cashmere ‘Roob Report’ viajó hasta Solomeo para conocer a la persona que se esconde tras la firma de Brunello Cucinelli. Filosofía, humanismo, sueños rurales, fútbol y altas dosis de estilo. p o r josé maría álvarez fotografía, lua fischer

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Vista de Umbría y

olomeo es un pequeño pueblo medieval con menos de 700 habitantes en la región de Umbría (centro de Italia), a unos quince kilómetros de Perugia. Hace 30 años sólo se trataba de una aldea con casas abandonadas abocada a la desaparición. Historia muy similar a la que, tristemente, viven hoy muchas poblaciones de nuestra España más profunda. Sin embargo, un giro inesperado en el guión, un golpe de suerte (y de pasión), cambiaría por completo su destino. A medida que avanzan las escasas dos horas y media en coche que separan Roma de esta coqueta localidad, el paisaje rural se impone. Campos de cereal, olivos, viñedos... El legado romano se cuida, mantiene y respeta. Aquí la palabra tradición tiene un significado más profundo. La noche nos recibe con la cena de bienvenida en medio de un frío seco. El aire rústico del hotel y su restaurante adyacente, salpimentado con vigas de madera entre paredes y techos, pasta, setas y trufa de temporada, sirve para recordarnos que el lujo nace de las manos artesanales que el campo curte. La mañana siguiente amanece entre escarcha y niebla. La luz se abre paso con dificultad en un cielo gris para ayudarnos a contemplar el esplendor de la región de Umbría desde la colina sobre la que se posa Solomeo. Un antiguo castillo remata la villa y hace las veces de casa madre de Brunello Cucinelli. A pocos kilómetros, las oficinas y su fábrica ponen en movimiento el engranaje más moderno del 80% de la producción de una firma global. En torno a ambos, el pueblo ha crecido, se ha renovado, ha prosperado. Prácticamente toda la población censada en Solomeo trabaja para esta firma italiana de nuevo cuño. La solera del complejo lo ha convertido en una especie de pueblo dentro de otro (con sus calles, su plaza, su restaurante, su teatro...). y el hombre se hizo marca La torre del castillo es el actual despacho del patriarca de todo lo que contemplamos. Blanco nuclear en las paredes, estanterías con retales y libros de filosofía. Desde sus vanos en forma de ventanas medievales se divisa el horizonte del entorno descrito. Una pléyade de retratos de los que, asumimos, son los humanistas y pensadores de referencia del señor Cucinelli, cuelgan en la pared del flanco izquierdo. Son los rostros de Séneca, Aristóteles, Kant, Kafka o Gandhi, por citar sólo algunos. Entre ellos, un nuevo invitado: Obama. El tiempo pasa mientras esperamos la aparición de nuestro protagonista por la empinada escalera de acceso a su despacho, única vía de entrada. Unos pasos firmes resuenan entre las paredes de piedra. Es él. Americana azul, jersey gris –ambos de cashmere–, pantalones beige de pana fina... Vacheron Constantin vintage en la muñeca y una amplia e imborrable sonrisa en el rostro para rematar el conjunto. En manos de nuestra fotógrafa demuestra tener tablas frente a la cámara, merced a un pasado como modelo, nimia parte de la biografía de un personaje al que merece la pena conocer de cerca. Nacido en

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sus pueblos desde Solomeo, casa y sede de Brunello Cucinelli.

el seno de una familia campesina de Castel Rigone, pueblo vecino de Solomeo, en 1953, la forma de entender la vida de Brunello Cucinelli viene marcada por su pasado. “Recuerdo mis años de niño, trabajando el campo con el arado y los bueyes, ayudando a mi padre cuando los estudios me lo permitían. Recuerdo el contacto con la naturaleza, con la tierra, con los animales. Las largas charlas en el bar de mi pueblo en las que se discutía abiertamente de política, de fútbol, del bien y del mal”, comenta. Conversar con Brunello Cucinelli es una divagación constante, un análisis filosófico de la realidad en cualquier detalle. Su historia es la de un emprendedor de éxito que ha hecho bandera de la tradición de la tierra en que nació, Umbría, conocida históricamente por un tratamiento especial de los tintes y el color en la lana de cashmere. Tras iniciar una ingeniería, decidió dejar la

carrera para poner en marcha su propia empresa. “Me apetecía aportar algo a mi comunidad, hacer algo que recuperara su historia y la pusiera en valor. Evidentemente, con la máxima rentabilidad posible. Pero nunca he querido ser el más rico del cementerio. Nací sin dinero, en un pueblo pequeño. Conocí a mi mujer cuando ambos teníamos 17 años y desde entonces no nos hemos separado. Ella es la que es de Solomeo. Mi pueblo es Castel Rigone, vecino de éste. Con 25 años pedí un crédito al banco y conseguí vender 53 jerséis. Me sentía Alejandro Magno. Dejé los estudios y pensé que ese debía ser mi camino”, explica. Sin embargo, lejos de convertirse en la clásica historia del visionario emprendedor que hizo de su idea un imperio, la de Brunello Cucinello, como firma y como hombre, es la de la pausa, el criterio, la justicia. Una palabra destaca

por encima de todas en su discurso: Dignidad. “Hay que volver a creer en el hombre y en sus grandes valores: rigurosidad, nobleza y amabilidad. Por eso decidí crear una marca que recuperara aquel sentimiento. En el año 1500, Lorenzo El Magnífico calificó a los artesanos como hermanos de los grandes artistas. Mi intención desde el principio ha sido la de devolver la dignidad a todos y cada uno de los que trabajan para Brunello Cucinelli, en trato y en sueldo. Para ello, una de mis grandes obsesiones ha sido sumar a esa ecuación un lugar de trabajo estéticamente espectacular, en el que sea un placer estar, para hacer más llevaderas sus tareas del día a día”. Y ese lugar es el edificio en el que nos encontramos. Un antiguo castillo de piedra. “No me fue fácil conseguirlo –explica el propio Brunello–. Tuve que hacerle entender al viejo heredero que yo lo que quería robb report

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era reformar el edificio para montar mi fábrica, pero también recuperarlo como legado para las generaciones venideras. Él, que era un hombre sabio, me miró a los ojos y me dijo que “adelante”, que no me preocupara por el dinero, que ya se lo iría pagando año a año; pero que cumpliera mi palabra. Tenía 32 años y volví a casa temblando cuando cerré el trato. Fue uno de los momentos más felices de mi vida”, recuerda. “Desde entonces, mi empeño ha pasado por acumular los beneficios necesarios como para hacer negocio, obviamente, pero también para dar las mejores condiciones y sueldo a los que trabajan conmigo y, por último, contribuir a mejorar el pueblo. Yo no soy el propietario de nada, sólo custodio este legado, a la espera de cederlo a las generaciones futuras”. Así nació la Fondazione Brunello Cucinelli. A la reconstrucción y recuperación de un lugar tan bello como Solomeo, hay que sumarle la construcción del Teatro Cucinelli, homenaje a los grandes clásicos, con una completa agenda de actos y representaciones. A su mezcla entre señor feudal y hombre del Renacimiento, también se suma un gran amor por el fútbol. Por algo es el presidente del club de su pueblo natal, el Castel Rigone, de la Serie D (tercera división italiana). “Mourinho es cliente habitual nuestro en Madrid; un tipo peculiar. Pero esa historia la dejamos mejor para otro día [risas]”. La falta de tiempo nos hizo quedarnos con las ganas de escucharla.

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Pero para entender el final de la historia a la que hemos llegado, falta por comprender el concepto empresarial que le ha catapultado a las cotas del éxito más rotundo. Él mismo lo explica con sencillez. “Mantengo la misma ilusión del principio. Quiero que cuaje el estilo de vida Brunello Cucinelli, deportivo chic de lujo. Productos artesanales de la máxima calidad que hacen especial hincapié en el cashmere. Mis primeros pasos los di comprando cashmere en Italia a firmas como Loro Piana o Ermenegildo Zegna. Pero llegó el momento de mirar hacia adelante y ser yo mismo el que seleccionara los materiales. El hecho de ser italiano me ayudó a ganarme rápido la confianza de los productores de cashmere chinos y mongoles con los que trabajo desde hace 20 años. Sigo muy de cerca el proceso de selección y viajo mínimo una vez al año a Asia para supervisarlo. De nuevo, estar allí, con los campesinos que crían a las mejores cabras de cashmere del mundo, me retrotrae de alguna manera a mi infancia, a mi padre, al campo. Y me ayuda a recordar cuál es mi misión final”. Actualmente, Brunello Cucinelli cotiza en la Bolsa de Milán y cuenta con 1.000 clientes multimarca y 80 boutiques monomarca por todo el mundo. Una multinacional diferente con una visión humana y humanística de la vida y los negocios.

En la página anterior: Interior del Teatro Cucinelli, en Solomeo. En esta página: Hilos y trabajo del cashmere en el interior del castillo-sede de Brunello Cucinelli.

Brunello Cucinelli, www.brunellocucinelli.com robb report

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