confeccionado para mí. En una bolsa de hilo, guardé unos panes, una botella de agua de frescos caliente, un pedazo de pastel y unos dulces, pensé que mamita tendría hambre. A las doce y 48, salí de casa, me senté frente al camino, mis mejillas eran como hielo, mis manos estaban tan frías que casi no sentía nada al tocar el poncho con ellas; a las doce y cincuenta y seis, a lo lejos del camino, se veía algo enorme venir corriendo, su sombra se reflejaba en la pared junto a los faroles. Corrí de inmediato tras un árbol, ese algo se acercaba hasta llegar a la puerta, lo pude ver al fin, era una majestuosa alpaca blanca, se quedó inmóvil fuera de casa, vio hacia el árbol tras el que estaba escondida, agachó la mirada – yo también estaría nerviosa, pero sabes, por mi madre haría todo lo que fuera y por mi territorio sacaría el escudo que mi corazón guarda, ”kishpin kanpak shunku pash paskan kanpak yuyay” (libera tu corazón y abre tu mente) – dijo con una sonrisa.
S
alí del árbol y me acerqué, subí a ella con miedo pero con un sentimiento de seguridad, sabía que estaba protegida por mi tierra y tenía las fuerzas que mamita me había dejado, - el camino es largo y llegaremos al amanecer- dijo – si te sientes más segura puedes abrazar mi cuello –; así lo hice, era muy suave y olía al perfume del bosque de casa y al viento fresco de la mañana; al cabo de dos horas me quedé dormida abrazada a su cuello. - Despierta, pequeña, es hora de ver cómo nace el sol para seguir con la siguiente pista del paradero de tu madre – dijo-; de un salto bajé de mi cómodo sueño, cuando la alpaca se disponía a alejarse, saqué de mi bolso uno de los panes, se lo brindé. Mi amiga estaba cansada y hambrienta por un largo viaje, la recibió con apaciguada mirada, se dio la vuelta y se alejó, ahí me quedé, sola en la cima de una montaña, me senté para comer algo y observar como el sol se colocaba en lo más alto de las nubes.
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