UNA MIRADA CRISTIANA A LA REALIDAD ACTUAL
Iglesias Evangélicas Valdenses de: COLONIA - COSMOPOLITA - ROSARIO - TARARIRAS - VALDENSE
ENTREVISTA Página 2
ANIVERSARIO LIBRERIA MOREL Página 5
CARTELERA DE ACTIVIDADES Página 6, 7, 8
LA REFORMa OBRA DE DIOS Página 9
BIBLIA: SERVIR Y NO SER SERVIDO
BOLETÍN
AÑO IV - Nº 89 noviembre 2016
SIN VIOLENCIA NO HAY VIOLENCIA Quise imaginar una función de teatro con prohibición de espectadores y me pareció un absurdo. Sería un coro mudo, una orquesta tocando en silencio, una muestra de pintura con los cuadros tapados. Este marzo se inauguró un estadio de fútbol en Montevideo para 43.000 personas. Y nos vamos acostumbrando a que se ocupen unas veinte butacas. El resto debe quedar vacío. ¿No es el contrasentido de una galería de arte con los cuadros vueltos hacia la pared? Claro, si quienes van a la galería llevan spray para estropear las pinturas, por ahí no queda alternativa. A veces no es tan fácil ponerle realismo a la realidad. La violencia no es nueva en el deporte de competición. Es lucha y búsqueda de doblegar al otro. El fútbol es una versión domesticada de la guerra, con reglamentos cuidados por jueces. Todavía el vocabulario futbolero conser va algunas reminiscencias guerreras. “Artillero” es quien hace los goles. A veces “fusila” al arquero que cuida “la retaguardia”. Juego de estrategia casi militar de
ataque y defensa. Felizmente ese glosario va cayendo en desuso pero no todavía la idea. Dentro de la cancha, el fútbol es cada vez menos violento y muchísimo menos que muchos deportes de la antigüedad, incluidos algunos de los “juegos olímpicos”. Hoy la violencia no parece subir de la cancha a las tribunas sino venir en sentido contrario. Y si las tribunas están vacías, la violencia se va a la calle, se oculta en las casas, vive en los centros de estudio. Está donde estamos nosotros. Entonces no es cosa de hinchadas ni de “barras bravas.” Está mucho más enraizada en el corazón de una sociedad humana que construye enemigos y no ve prójimos. Y mucho más cerca de cada uno de nosotros. Somos parte del problema, y parte de la solución si no miramos para otro lado.
Un revólver en un partido de fútbol parece tan fuera de lugar como el paraguas en el quirófano de los surrealistas. El paraguas no estuvo nunca, el revólver sí. Una cultura que lleva el éxito a la categoría de tierra prometida que justifica el sacrificio de vidas humanas, es violenta por definición. Aunque el éxito sea sólo un espejismo que por un segundo da la oportunidad de descargar años de frustración en la destrucción del otro. En la lucha tribal por el territorio, la muerte del otro es una pequeña ganancia que cada día nos acerca más a la destrucción propia. Parece absurdo. Es absurdo. Cuando Dios es el mercado y el consumo la vida plena, yo soy una marioneta con veleidades de rey y el prójimo un estorbo. En esta cultura, la violencia es hasta funcional. El amor al prójimo como a uno mismo es tan natural como el paraguas en el quirófano. El reino que predicamos no es de este mundo. Es de aquél en el que Dios es Dios y nuestro prójimo su imagen y semejanza, en el que la vida plena empieza hoy con sed justicia y la utopía es buscarla En ese mundo, la violencia no tiene lugar.
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