El pescador mayo de 2016

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AÑO XIV– Nº98 MAYO 2016 DISTRIBUCIÓN GRATUITA

IGLESIA EVANGÉLICA VALDENSE

EL PESCADOR Reflexión: Juan 14:22-31 Judas (no el Iscariote) le preguntó: -Señor, ¿por qué vas a mostrarte a nosotros y no a la gente del mundo? Jesús le contestó: --El que me ama, hace caso de mi palabra; y mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él. El que no me ama, no hace caso de mis palabras. Las palabras que ustedes están escuchando no son mías, sino del Padre, que me ha enviado. Les estoy diciendo todo esto mientras estoy con ustedes; pero el Defensor, el Espíritu Santo que el Padre va a enviaren mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho. Les dejo la paz. Les doy mi paz, pero no se la doy como la dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo. Ya me oyeron decir que me voy y que vendré para estar otra vez con ustedes. Si de veras me amaran, se habrían alegrado al saber que voy al Padre, porque él es más que yo. Les digo esto de antemano para que, cuando suceda, entonces crean. Ya no hablaré mucho con ustedes, porque viene el que manda en este mundo. Aunque no tiene ningún poder sobre mí, así tiene que ser, para que el mundo sepa que yo amo al Padre y que hago lo que Él me ha mandado. "Levántense. Vámonos de aquí. La fe en Cristo resucitado nos da paz, alegría interior y confianza en su presencia permanente entre nosotros y nosotras. La fe cristiana nace del corazón, y es allí en donde podemos recuperar la frescura del Evangelio.

El Espíritu nos ayudará a no quedarnos en lo superficial para llegar a identificarnos con el Padre que nos ama, viene a nuestra vida y hace morada en nosotros y nosotras Valorar lo esencial en el seguimiento de Jesucristo. Es así que nuestra vida es el mejor testimonio. Todo este capítulo 14 de Juan está envuelto en una atmósfera de despedida. Jesús anuncia, promete y revela una nueva presencia que, sin duda, supone una novedad significativa. Los frutos de la resurrección son la alegría, la paz y el testimonio de vida. La paz que Jesús nos regala es lo más grande del mundo, es la plenitud de todos los dones del Espíritu. Si la paz reina en nuestro corazón, seremos capaces de transmitirla a los demás y de construirla a nuestro alrededor. “La paz os dejo, mi paz os doy”: la paz la ofrece Jesús como un don precioso. En la Biblia, la paz es uno de los grandes signos de la presencia de Dios y de la llegada del Reino, síntesis de todos los deseos de bienestar, de justicia, de abundancia, de fraternidad. ¡Casi nada! ¿Cómo dar testimonio de nuestra fe en el mundo de hoy? No bastan las palabras, es nuestra propia vida el mejor testimonio. La diferencia entre alguien "que practica" y alguien "que vive" es que el primero lleva en su mano una antorcha para señalar el camino y el segundo es él mismo la antorcha. Se notará en tu cara, en tus comentarios, en tus gestos, en tu forma de ser si has experimentado la alegría del encuentro con el Resucitado. Si eres feliz, transmitirás felicidad. Ese gran desconocido, el Espíritu es defensor, maestro, abogado, animador e iluminador de la fe de la Comunidad y de cada persona. El Espíritu nos enseña y recuerda todo lo dicho por Jesús. Ésta es la gran tarea que Jesús le encomienda. En Jesús, todo ha cambiado.


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