La computadora se ha convertido en el pan de cada día de muchos —si no es que de todos— los estudiantes y profesores de educación superior. Los alumnos y los docentes pasan largos periodos de tiempo trabajando desde una pantalla. Este fenómeno ha hecho que surjan distintos retos y también ha minado el campo de la integridad académica. En el número anterior, escribimos sobre estos desafíos y cómo los han vivido distintas personas. Esta vez, mediante el esfuerzo de varias universidades de la región, hemos elaborado un número muy reflexivo y que está abocado a invitar al lector no solo a pensar en las vivencias, los aprendizajes y las propuestas de integridad académica en la educación en línea, sino también a darse cuenta, en cierto sentido, que todos estamos viviendo situaciones similares. Esta semejanza ha permitido reconocernos mutuamente y es el punto de partida para superar cualquier reto que se avecine.