Dialogos Transdisciplinarios II

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la historiografía de las intrusiones extranjeras padecidas en nuestro país forman parte de nuestro “patrimonio” intervencionista; sin em­ bargo, no hay que avanzar mucho en la lectura de sus 1562 páginas, para que el lector se dé cuenta de esa “visibilidad de lo invisible” que destacará en su momento como palmaria y literal sinrazón no sobre unas destacadas intervenciones sexuales (que las hay) sino acerca de la intervención de las “fuerzas del orden” o la represión gubernamen­ tal contra una ciudadanía inerme. Aquí se vuelve a mostrar que la verdad histórica cuelga de las pa­ labras, de los engaños coloridos, de los simulacros, de la verdad de las mentiras. La novela muestra y experimenta la dificultad de distinguir entre lo real y lo inconcebible de los sucesos, cuando la intervención sucede de lo público a lo privado. La intervención entonces, es la pe­ netración del afuera en la vida interior (física y espiritualmente hablan­ do). Cuando el afuera y el adentro colisionan, se generan situaciones que abren una interrogante sobre el carácter mismo de la realidad que está frente a nosotros y no aceptamos ver. Cuando la invasión o la irrupción contaminan, la vida racional se disuelve o se cierra en mu­ tismo. En las confrontaciones de naturaleza política, cultural y ética, cuando la realidad del afuera o que se quiere afuera se desliza en el adentro, corroe la intimidad, la transgrede, la habita, y no puede evitar que la conciencia se anule o se cierre como un caracol. El eso real e incongruente es lo que se expresa en el espacio escritural e histórico de esta novela. Este libro nos habla de las parejas de una clase aburguesada preocupada de su intimidad ante hechos contundentes que no pasan de largo dejándolos inermes. Los sucesos que el escritor bien conoció no simplemente los concentra progresivos en el marco de referencia de una “crónica”, éstos ingresan como la pregunta ante la realidad so­ cial y política de una modernidad inexistente, y lo hace a partir de una estructura y formas de concebir la representación estética que ya ha­ bía aproximado en los ensayos contenidos en Desconsideraciones (1968), Trazos (1974), en otras novelas como La invitación, publica­ da en 1972. En todas las tramas de García Ponce sabemos que la sensación de los acontecimientos se precipitará sobre sí misma cuando aquellos tienden a desaparecer fagocitados por la representación de una simu­ lación. Y es la simulación del acto ante la presencia de los cuerpos, la 45


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