LA BOCHA Nº 40

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Argentina

Hay un gigante dormido en medio de la Avenida del Libertador. Es el Campo Argentino de Polo de Palermo, velando armas hasta que vuelva la acción. Hay caballerizas vacías, sin relinchos tempranos ni mates de madrugada. Los caballos del “Abierto” todavía pastorean en el campo y sin jinetes. Disfrutan de sus últimos días de libertad. Hay jugadores cuyo calendario está en los calores del hemisferio norte. Otros, unos pocos, taquean en Argentina como pueden. Esperan que el sol caliente y cambie el clima. Todo parece estar congelado en el “mundo polo” durante el invierno argentino. Pero no. En puntas de pie, sin ruido, cada estamento del polo se despereza en los meses de invierno. Es cierto. El frío, las heladas, las lluvias y esas cancha húmedas y casi sin césped hacen que el show deba esperar. Podría decirse que el invierno sirve para calentar motores. Y que cuando la primavera empiece a mandar sus primeras señales, toda esa maquinaria que estaba en boxes comenzará a despertar. Vayamos a ver qué pasa en el polo durante el invierno argentino. Póngase guantes, abrigo y bufanda. Pasen y vean... “La Catedral”, como la llaman al Campo Argentino de Polo, en el barrio de Palermo, es una foto sin movimiento. Algunos turistas extranjeros se acercan, cámara de foto en mano, hasta las rejas que bordean la Avenida del Libertador y Avenida Dorrego. Saben que allí se juega el Campeonato más importante del mundo. Pero hoy hay una sola referencia que lo acerca a ese espectáculo: un cartel que anuncia la 118° edición del Abierto 2011, colocado por el sponsor principal del evento. Pero algo se está preparando ahí adentro, aunque no se vea... Lo cuenta Juan Manzanares, gerente operativo de la Asociación Argentina de Polo: “En invierno, lo que hacemos en las canchas 1 y 2 es arenar las canchas, fumigar con las malezas de invierno y cortar el césped cada 10 días. Las tareas son de mantenimiento. Los trabajos más importantes son en verano, ya que el pasto que tienen las dos canchas es de la variedad “Bermuda”, que es de verano. En esos meses, por ejemplo, el césped se corta 1 ó 2 veces por día”, cuenta Manzanares. El mantenimiento de todo el predio de Palermo se complementa con otras actividades, como el cambio de butacas en las plateas o pinturas de

algún sector del estadio. Y el control de las más de mil plantas que tiene el predio de Palermo. Mientras, en las entrañas de la Tribuna C, donde funcionan las oficinas de la AAP, las tareas administrativas no se detienen: saben que no falta mucho para que las canchas vuelvan a recibir el galope habitual. La AAP tiene en su calendario a la Temporada de Otoño, que ya le puso fin con el último torneo , jugado en el Club Magdala, en la localidad de Mones Cazón, en el que participaron algunos jugadores con trayectoria de “Abierto”: Santiago Chavanne, Matías Magrini, Diego Araya y Erasmo Goti (h), entre otros. Este torneo, como otros como la Copa Día de la Bandera, en el Jockey Club de Rosario, o el torneo Argentino por Hándicap, sostienen la competencia -sobre todo en el Interior- cuando el frío aprieta y las canchas de las provincias aguantan mejor para un polo de menor handicap. Por eso ya está en las gateras la temporada de primavera, que arrancará con las finales del Abierto del club Militar San Jorge, un torneo que reúne a equipos formados por un militar más tres civiles, cuyas finales se jugarán en las canchas 1 y 2 de Palermo entre el 23 de agosto al 4 de septiembre. Mientras tanto, otros integrantes del “mundo polo” siguen su marcha. Por ejemplo, en el centro de transplante embrionario de La Irenita, la actividad no se detiene. Es cierto, no es “temporada alta”, pero la fábrica de futuros cracks de polo sigue produciendo sin cesar. En las afueras de la ciudad de Daireaux, al suroeste de la provincia de Buenos Aires y a 420 kilómetros de la Capital Federal, en uno de los más prestigiosos centros de transferencia de embriones, las manos de los veterinarios sobre un ecógrafo, el relincho de caballos y el ida y vuelta de los

petiseros no saben de heladas ni de vientos del sur. Hay, en estos meses y aunque sea raro, algunas yeguas que siguen con su ciclo de ovulación. Lo cuenta Sebastián Bereterbide, médico veterinario y director del Centro, quien junto a su esposa Lucila Carbonell, también veterinaria, son la cabeza profesional de La Irenita: “En invierno hay un trabajo especial en el Centro. Es cierto, diciembre y enero son los meses de más trabajo, que es el tiempo en el que las yeguas viene de jugar la temporada y se las aprovecha para sacarles óvulos. Pero si bien no es común, hace menos de una semana hicimos una transferencia, porque hay yeguas que siguen ciclando.” Qué otras cosas se hace en la fábrica de petisos? Por ejemplo, entregar a las yeguas receptoras a los 60 días de preñez a los clientes que pidieron la transferencia. Las receptoras -propiedad de La Irenitarecién vuelven a Daireaux a los cuatro o cinco meses después de haber dado a luz, cuando el potrillito hace el destete. “O sea, un año y medio después que la entregamos”, resume Bereterbide. Y agrega: “Cada año hacemos un promedio de unas mil preñeces. Ahora, por ejemplo, una de las tareas que tenemos es hacer ecografías para ver el sexo de los embriones. Son estudios a pedido porque hay algunos criadores que sólo quieren hembra, por ejemplo.” En estos tiempos de escarchas y poco verde, otro “player” del mundo polo también va cumpliendo con su rutina: el lote premium de petisos de cada jugador, ése que en Tortugas, Hurlingham y Palermo tiene que estar 100 puntos para dejar todo en la temporada. Pablo y Matías Mac Donough tienen sus yeguas en el mismo complejo donde está el centro embrionario. Y es el propio Bereterbide que el fiscaliza el control. “Son entre 6 y 8 yeguas por jugador -dice el veterinario-

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