CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS (EL PROBLEMA DE SOCRATES)
I “En todos los tiempos han formado los sabios este juicio sobre la vida: que no vale nada. Siempre y en todas partes han salido de su boca las mismas palabras, palabras llenas de duda, llenas de melancolía, de cansancio de la vida, de resistencia contra la vida. Hasta Sócrates dijo al morir: “Vivir es estar mucho tiempo enfermo: debo un gallo a Esculapio libertador.” Sócrates estaba harto. ¿Qué demuestra esto? ¿Qué enseña? Antaño se habría dicho (lo han dicho, y bien alto, nuestros pesimistas los primeros): ‘Forzosamente hay en eso algo de verdad. El consensum sapientum demuestra la verdad.’ Pero ¿hablamos nosotros hoy así? ¿podemos hablar así?. ‘Es preciso que haya algo enfermo.’ Tal es nuestra contestación. A esos sabios habría ante todo que verlos de cerca. ¿Acaso no se sostendrían muy bien sobre sus piernas, acaso fueron retrasados, vacilantes decadentes? ¿Aparecerá en la tierra la sabiduría como un cuervo a quien entusiasma el olor a cadáver?” II “Esta irreverencia de considerar a los sabios como tipos de decadencia nació en mí precisamente al observar en Sócrates y en Platón síntomas de decadencia, y desde luego los consideré como instrumentos de la descomposición griega, como pseudogriegos y antigriegos. El consensos sapientum -yo lo he entendido siempre mejor- no prueba, en manera alguna, que los sabios tuviesen razón en aquello en que coincidían. Lo que, en realidad, prueba es que esos sabios tenían entre sí cierta comunidad fisiológica que les hacía colocarse en esa actitud de negación frente a la vida. Los juicios y las apreciaciones de la vida, en pro o en contra, no pueden ser jamás verdaderos. El único valor que tienen es el de síntomas, y sólo como síntomas merecen ser tenidos en consideración; en sí, tales juicios no son más que idioteces. 1