Capítulo 1.
−¿Cuántas vueltas vamos a dar? La muchacha que hacía la pregunta era consciente de que a su padre, lo que más le gustaba cada vez que regresaba a su localidad de origen, era dar un paseo por la plaza. −Ya sé que te encanta venir aquí y encontrarte con la gente –continuó-. Lo que pasa es que me está entrando frío. Ella, en efecto, pensaba que a finales de marzo, en Briviesca, aunque estuviera al Norte de Burgos, comenzaría a notarse la llegada del tiempo de primavera. Sin embargo volvió a equivocarse: la temperatura, al caer la tarde de Jueves Santo, era invernal. Los leggins, camiseta de manga larga y cazadora vaquera habían sido una buena elección para realizar el viaje en coche de varios cientos de kilómetros hasta allí, pero no para salir luego a estirar las piernas. El hombre, en cambio, llevaba un chaquetón de cuero que guardaba en la casa vieja, por la que habían pasado a dejar la maleta y encender la calefacción. −Te puedo dejar la bufanda… Se refería a un pañuelo grueso en tonos grises a juego con la barba que se estaba dejando crecer.
1