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Flor de andén

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Flor de andén

Flor de andén

El recuerdo permanente de un proyecto itinerante

El Laboratorio me enseñó a creer en mí y en los demás, en la necesidad de una pedagogía que traspase los lugares oficiales de la educación y acompañe a los estudiantes en procesos donde ellos son protagonistas de su propio crecimiento personal y educativo

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En el 2013 ingresé a estudiar en el colegio Los Pinos de la Localidad Santa Fe, en este mismo colegio inició el Laboratorio; a través del tiempo se ha desarrollado en otros colegios de diferentes localidades. Recuerdo que los procesos que se desarrollaban en aquel entonces, eran en su mayoría ejercicios audiovisuales; en estas actividades participé en varias ocasiones sin vincularme completamente.

La música también ha sido un eje transversal del proyecto. Por aquellos años, me encontraba interesado por el movimiento hip hop; gracias al proceso, logré conocer a un artista importante en esta escena: Subverso, quien no sólo realizó su presentación, sino que además nos dio un conversatorio sobre la situación de Chile en aquel momento y el papel del rap como resistencia. Este tipo de eventos eran los que me llamaban más la atención y me mantenían pendiente del Laboratorio. El profesor Jhon Estrada, quien siempre ha liderado el proyecto, nunca perdió su interés por mi proceso como estudiante.

En el año 2014 por motivos personales tuve que dejar el colegio Los Pinos, por lo que a su vez me alejé del LDHC. Con el profesor Jhon logré compartir procesos y eventos extracurriculares que fueron creando un vínculo personal y, a su vez, rompiendo con la jerarquía entre docente y estudiante, lo que en el 2018 me llevó a vincularme como asistente de sistematización del Laboratorio en el colegio Gonzalo Arango de la localidad de Suba, en un momento donde yo cursaba cuarto semestre de Sociología en la universidad Santo Tomás. Este proceso de acompañamiento lo realicé en el marco de la campaña Somos Mostros, que buscaba reivindicar la importancia de la diferencia en la escuela, ejercicio que ayudó a muchos estudiantes para expresar sus sentimientos y emociones, generando así relaciones asertivas entre quienes participaron.

El Laboratorio me enseñó a creer en mí y en los demás, en la necesidad de una pedagogía que traspase los lugares oficiales de la educación y acompañe a los estudiantes en procesos donde ellos son protagonistas de su propio crecimiento personal y educativo, a través de la exploración de sus gustos y capacidades, en diversos espacios que permiten experimentar, construir y reconstruir lo que hacemos y somos.

Al LDHC le agradezco la posibilidad de lograr conocer personas para dialogar y trabajar, y por permitir encontrarme conmigo mismo en la experimentación de habilidades, que en un espacio de educación convencional no hubiera logrado desarrollar. Sin duda alguna, mi vínculo con el Laboratorio es personal, emocional y académico; pero sobre todo es un vínculo recíproco, pues estoy seguro de que el LDHC siempre estará presente para cuando quienes hemos hecho parte (o no) de él, lo necesitemos.

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