Aniversario 144

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Suplemento 144Âş aniversario 20 de octubre de 2013

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pequeĂąas historias de grandes argentinas

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144º ANIVERSARIO

Todas. Pequeñas historias de grandes argentinas

Todas, ellas, ustedes,

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odas ellas argentinas, notorias, importantes, necesarias. Todas fueron y son luchadoras, talentosas, inteligentes. Todas alcanzaron sus objetivos de vida y algunas decidieron sobre su vida. Todas fueron ejemplo, líderes, modelos de su tiempo.

Todas sabían lo

que hacían, lo que querían, hacia dónde y por qué iban. Todas fueron distintas, transgresoras, valientes, pasionales.

Todas se jugaron por un ideal o al menos por una idea. Todas tuvieron principios y empujaron el mundo hacía donde creían que debía estar.

Todas

creyeron en el amor, a su manera y a pesar de todo. Todas armaron y construyeron su historia para quedar en la historia. Todas amaron y fueron amadas y soñaron y se desilusionaron y sufrieron.

Todas enseñaron y aprendieron, fueron maestras y alumnas de casi todo. Todas creyeron y descreyeron, rezaron o escribieron o pensaron. Todas hijas, madres, amantes, novias, abuelas, solas. Todas estuvieron y están, tejieron sin saberlo un puente hacia la inmortalidad.

Todas

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viven

entre nosotros y seguirán ahí en el lugar que se ganaron. Todas dejaron mensajes claros, contundentes, evidencias de su paso por esta geografía. Todas ellas argentinas, nuestras, propias, nacidas y hechas a nuestras maneras.

Todas son

memoria y vivencias y realidad de hoy. Todas se merecen este breve homenaje plasmado en las páginas que siguen. 3


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Victoria Ocampo

Una enamorada de la literatura y la libertad V

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ictoria había nacido en el seno de una de las familias tradicionales de Buenos Aires, fundadoras de la Ciudad. Ella y sus cinco hermanas -excepto una que murió muy joventenían condiciones artísticas o literarias. Su espíritu inquieto hizo que desde temprana edad comprendiera que necesitaba separarse del estereotipo que se planteaba para la mujer de la época. “Victoria sentía que no se iba a acomodar al estilo de vida que le imponía la sociedad de aquel tiempo, en el que la mujer estaba dos pasos detrás del hombre”, relata el historiador Daniel Balmaceda. Pero fue durante su luna de miel, luego de contraer matrimonio con Luis Estrada, cuando esta sensación la dominó por completo. Todavía a bordo del barco que había zarpado en 1912 desde Buenos Aires rumbo a Europa, Victoria advirtió que su marido planeaba junto con su padre intentar “encarrilarla”. “Por una equivocación con unas cartas, Victoria terminó leyendo un texto en el que su marido le escribía al suegro y en el que quedaba claro lo que pretendían”, recuerda. Como si esto fuera poco, aún en plena luna de miel, la joven rebelde se enamoró perdidamente de un primo de su marido. “Dos años después, cuando regresó a Buenos Aires, la necesidad de independencia era mucho mayor que cuando se había ido”. Según comenta el historiador, el matrimonio de Victoria y Luis no funcionó y se disolvió casi en forma natural, “en tiempos en los que había que tratar de cuidar las formas porque todo esto era mal visto”. Por aquella época los matrimonios no se separaban sino que la mujer trataba de disimular las fallas que pudieran existir en la pareja y se mantenía al lado del hombre.

Alfonsina Storni Entre las grandes poetas de América

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on 20 años, Alfonsina llegó sola en tren a Buenos Aires desde Rosario, sin más equipaje que una valija con un poco de ropa y un libro. Corría el año 1912 y estaba embarazada. Así recuerda, en una entrevista con La Prensa, el historiador Daniel Balmaceda los inicios de la poeta Alfonsina Storni, nacida el 29 de mayo de 1892, en Suiza. Los Storni eran una familia trabajadora, “habían intentado un proyecto cervecero en el norte del país y terminaron con un negocio de bar en Rosario, donde tampoco les fue muy bien”, comenta. Siendo madre soltera, Alfonsina necesitaba salir del ambiente rosarino en el que se movía para poder tener a su hijo. “Necesitaba evadirse de esa situación -explica el historiador- para vivir su maternidad en paz”. Al llegar a Buenos Aires, abrigaba la esperanza de conseguir algún trabajo en el ámbito de la educación, ya que desde la muerte de su padre se había dedicado a la docencia, pero sin dejar de lado sus inquietudes artísticas. “Le interesaba mucho el teatro”, destaca Balmaceda. No le fue fácil. Antes de conseguir trabajo como docente realizó distintas tareas: fue vendedora en una de las grandes tiendas de la época e incluso más tarde con-

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“Victoria cumplió con eso hasta cierto punto, ya que finalmente le pareció que era vivir una mentira. Fue entonces que habló con su marido y se plantearon la separación”.

Su mundo

Más allá de sus muchos romances y una vida sentimental intensa, Victoria, que había nacido en 1890, brilló en el mundo de la literatura. “Tiene gran valor su participación periodística, tanto como editora de la revista Sur -la publicación que fundó en 1931-, como escritora de columnas de opinión y crónicas en diarios y otras revistas”, subraya Balmaceda. En la revista Sur logró reunir a los grandes escritores de aquel tiempo, no sólo nacionales sino también extranjeros. “En las famosas reuniones que organizaba en su casa de San Isidro trataba siempre de tener visitas ilustres internacionales”. Victoria dominaba a la perfección el francés y tenía una visión universal de la literatura. Esto se debe, en parte, a que vivió varios años de su infancia en Europa, un continente al que admiraba y con el que se sentía más identificada. “No desdeñaba lo argentino, sino que pasó muchos años mirando el modelo extranjero. Inclusive, a través de su actividad periodística, solía quejarse de Buenos Aires y plantear comparaciones con las principales capitales europeas”, comenta Balmaceda. Sin embargo, casi llegando a sus 70 años, la escritora comenzó a apreciar y difundir los valores americanos. “Hacia fines de la década del 50, Victoria se entera que por sus venas corría sangre india porque su árbol genealógico llegaba a Irala, uno de los principales lugartenientes de Pedro de Mendoza, que se había instalado en Asunción y

siguió empleo de ‘corresponsal psicológico’, “que era un nombre muy raro para lo que nosotros denominaríamos actualmente especialista en marketing”, aclara el historiador, quien narra que Alfonsina fue la única mujer que se había postulado para ese puesto y que lo consiguió luego de competir en un ejercicio de redacción con más de cien hombres. A partir de entonces, comienza su desarrollo literario. “Empieza a trabajar de maestra pero lo que principalmente quería hacer, que era escribir poesías, logró plasmarlo a través de las vinculaciones con la gente de la literatura, sobre todo los contactos que le permitían tener la obra publicada, tanto en revistas o diarios como en libros”, cuenta Balmaceda. Todo esto, sin que la literatura se convierta en su medio de vida. Tenía que continuar con su trabajo docente.

Smores

No se sabe con exactitud quién fue el padre de su hijo. “Hay algunos indicios que permiten considerar que era un político santafecino, que ya tenía su familia y, por lo tanto, no parecía muy dispuesto a hacerse cargo del chico”, relata. En cambio, la relación de Alfonsina con el niño fue muy estrecha. Según Balmaceda, para ella fue la única relación fuerte masculina o la que mantuvo siempre. “Incluso llega a mencionarlo en alguna carta como si fue-

había tenido descendencia con una india que se llamaba Agueda”, narra el historiador, quien asegura que “enterarse de que tenía sangre americana la hizo revertir su forma de pensar”. Pese a ser dueña de un carácter “especial”, Victoria fue reconocida por el mundo de las letras, que celebró el empeño y la dedicación que tenía para promocionar la poesía y la literatura en general. “Otro de sus grandes legados fue la traducción de numerosas obras del francés al español”, menciona Balmaceda, quien además apunta que en 1967 el Instituto Popular de Conferencias de La Prensa la distinguió con el premio AlberdiSarmiento. Agustina Sucri

ra un hermano”, subraya. Entre los romances que vivió la poeta se destaca el que tuvo con Horacio Quiroga, el escritor uruguayo. “Se conocieron en el ambiente literario, en la casa de los Lange, en Belgrano. El había enviudado y quedó a cargo de sus hijos y ella tenía el suyo. Así que eran una suerte de novios no oficiales”, describe el historiador.

Reconocimiento

La obra de Alfonsina fue reconocida en vida. Escribió en diversos medios periodísticos y suplementos literarios. De hecho, “fue considerada una de las grandes poetas de América, junto con Juana de Ibarburu y con Gabriela Mistral, un trío que estableció la base de la poesía literaria a cargo de las mujeres”, asegura Balmaceda. Su trágico final, en 1938, llegó de la mano de una enfermedad. Alfonsina decidió quitarse la vida luego de enterarse que padecía cáncer. Fue así, que un 25 de octubre la imagen de la poeta se perdió entre el oleaje de una playa de Mar del Plata y nadie la volvió a ver. A. S.


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Rosario Vera Peñaloza

La que importó los jardines de infantes C

orría el primer año del siglo XX cuando Rosario Vera Peñaloza, una docente riojana proveniente de una familia acomodada, decidió crear en su provincia natal el primer jardín de infantes. “Se trataba de una iniciativa totalmente revolucionaria para una época en la que muchas mujeres se preguntaban ¿Por qué voy a desprenderme de mis hijos antes de tiempo?”, explica el historiador Daniel Balmaceda. Sin embargo, tras un viaje por Europa, Vera Peñaloza estaba convencida de que los ‘kindergardens’, que ya funcionaban en Alemania, pronto serían una necesidad también en la Argentina, en especial para las mujeres obreras. “Contaba con la ventaja de no haberlos inventado, sino de haberlos importado de una nación muy de avanzada como Alemania, donde las mujeres pasaban largas horas fuera de la casa porque había mucho trabajo en fábricas. Enton-

ces veían al jardín de infantes como una guardería”. Según relata el historiador, la aparición de los jardines de infantes acompañó una época de transición en materia de educación. “La llegada de los niños a la escuela primaria necesitaba de un paso intermedio. Los jardines de infantes se plantearon como un forma de integrarlos a la vida educativa, principalmente a partir de actividades lúdicas”, apunta. Vera Peñaloza no sólo creo el primer jardín de infantes del país sino que a lo largo de su vida continuó difundiéndolos y promoviendo su creación en todo el territorio. Además, se dedicó a la formación de maestras para trabajar en los jardines. “En Buenos Aires -destaca Balmaceda- fue una de las fundadoras, junto a Carlos María Viedma, de la Escuela Argentina Modelo, una de las escuelas más tradicionales del país”. Agustina Sucri

Ada María Elflein La madre de la literatura infantil de los cuentos dominiA caparlestirque escribió durante 14

años en La Prensa, Ada María Elflein se convirtió en una celebridad. Aunque tuvo una vida corta (murió a los 39 años), la joven hija de padres alemanes- se ganó un espacio importante tanto en el diario como entre los lectores. Según recuerda el historiador Daniel Bal ma ce da, “es ta do cen te nacida en 1880 contaba relatos tra di cio na les, siem pre ha cía enfoque en el pasado, pero con

un lenguaje muy directo, poco académico, o coloquial, lo cual le gran jeó te ner un pú bli co cautivo”. El éxi to que tu vo con sus co lumnas la entusiasmó para dedicarse a la literatura infantil. “Comen zó a es cri bir li bros pa ra chicos y la característica de sus textos era que eran educativos, formativos, porque aplicaba en ellos su talento como docente”. Sus obras pronto pasaron también a ser material de las escuelas y eran de gran importancia, subraya el historiador, quien hace hincapié en que Elflein tenía entonces lectores infantiles tanto fuera del ámbito escolar como entre los estudiantes de los primeros grados, que aprendían a leer con sus textos. “Era poco probable que hubiera una narración que no dejara enseñanzas en los libros de Ada -afirma Balmaceda- y es considerada la madre de la literatura infantil”. Recorrió toda la República y a lomo de mula siguió el itinerario de Belgrano en el Norte y el de San Martín en el Oeste. Entre sus obras, se destacan ‘Leyendas argentinas’ y la publicación póstuma de ‘De tierra adentro’. A. S.

María Elena Walsh Con su música y sus cuentos crecieron varias generaciones lita la tortuga’, ‘El reino del revés’ M yanue ‘Canción para tomar el té’ son tan

sólo algunos de los tantos temas que acompañaron a diversas generaciones de niños, que aprendieron a cantarlas incluso antes de saber leer. Al compás de melodías pegadizas y originales letras interpretadas por la inconfundible voz de María Elena Walsh, crecieron y crecen todavía hoy los más pequeños de las familias. Nacida en 1930, en Ramos Mejía, esta autora de canciones y libros infantiles había descubierto desde muy joven su vocación por la música pero, en sus comienzos, se dedicó al folklore. “También tenía por entonces inclinaciones literarias; de hecho, ya a los 17 años había escrito ficción y poesías”, recuerda el historiador Daniel Balmaceda, quien aclara que esta última no era su actividad principal sino que acompañaba su vida como cantante. A los 22 años, María Elena viajó a Europa para conocer nuevos mundos y probar suerte con su música. “Se fue con la idea de ganarse el sustento cantando y mostrando algo autóctono americano, como el folklore, que allá no existía y podía venderse como algo exótico”, explica. Sin dudas, este viaje marcó un hito en su vida. Porque fue allí, en el viejo continente, donde empezó a cambiar el foco de su atención, que a partir de entonces volcó de lleno al teatro y la literatura infantiles. Tal es así -comenta Balmaceda-, que una de las canciones de María Elena estuvo inspirada en el nombre de una calle parisina por la que paseó en aquel periplo: ‘El gato que pesca’. “De regreso en la Argentina, se dedicó a la literatura y el teatro infantil. A eso destinó su enorme talento”, enfatiza el historiador. El éxito que alcanzó se dio a partir de varios factores. “Su inserción en el campo

de la literatura infantil, que era un espacio vacío, fue muy bienvenida. Además, María Elena hacía una ficción completa para chicos y con un vocabulario tan criollo, tan nuestro, que era imposible para los chicos no sentirse identificados con las historias que contaba o vivirlas a pleno, como sucedía también con sus canciones”, opinó Balmaceda. A los padres les entusiasmaba que sus hijos consumieran los innumerables clásicos de María Elena, por lo que no dudaban en enriquecer las bibliotecas de los hogares con títulos como ‘Dailan Kifki’, entre tantos otros. La vida de esta mujer que estableció un vínculo eterno con los niños se apagó el 10 de enero de 2011. Sin embargo, sus obras trascendieron su época y aún hoy las siguen disfrutando las nuevas generaciones. A. S.

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Lola Mora

Controvertida y genial D

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olores Candelaria Mora Vega, o Lola Mora, desafió con su talento artístico los prejuicios de su época y la controversia que a veces ella misma generó supo aprovecharla para promocionarse, como sucedió con la escultura que finalmente la consagraría en nuestro país, la fuente de las Nereidas. Así lo afirma el historiador Daniel Balmaceda, quien recuerda que “era hasta escandaloso que Lola Mora se dedicara a la escultura y que hiciera desnudos”. Lola Mora nació en Tucumán el 17 de noviembre de 1866. Ya en sus trabajos escolares se notaban sus condiciones artísticas. A los 18 años, Lola comenzó a estudiar bellas artes. “Su primera vocación fue la pintura”, explica Balmaceda, quien agrega que “pronto consiguió una beca para venir a Buenos Aires y luego otra para perfeccionarse en Europa. Ya era una artista con futuro”. Fue en Europa que descubrió que lo suyo no era la pintura sino la escultura. “Se formó con grandes maestros europeos, y volvió siendo una escultora muy bien preparada”, añade el historiador. Balmaceda cuenta que, “estando todavía en Europa, y siendo ya reconocida por su producción, decidió regalar una obra a la ciudad de Buenos Aires, que le había permitido ir a estudiar al exterior”. Fue así que hizo las Nereidas, inaugurada en 1903, obra que “la consagró en nuestro país, sobre todo por la repercusión que tuvo”, añade. En un principio, la fuente iba a ser colocada en la Plaza de Mayo. Pero, luego de conocerse el boceto, generó polémicas. Se consideró que “era inconveniente que esas esculturas con cuerpos desnudos estuvieran ahí, frente a la Catedral, y entonces llevaron la fuente a Alem y Perón”, relata Balmaceda. No solo las imágenes licenciosas causaban escándalo. La misma reacción provocaba el hecho de que Lola “se dejara fotografiar esculpiendo a las Nereidas con pantalones, o que contratara hombres musculosos pa-

Raquel Forner

La inspiración hecha mujer

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in dudas que muchos artistas plásticos se vieron influenciados por Raquel Forner. Es que desde muy pequeña, esta argentina mostró su autentica vocación y su increíble capacidad para plasmar una imagen a través de sus manos, ya sea en un lienzo o en una escultura. Nació el 22 de abril de 1902 y un viaje a España junto a sus padres fue clave para que pudiera desarrollar su amor por el arte. Emergió del movimiento ‘Grupo Florida’ y desde muy joven fue reconocida como una talentosa artista y recibió importantes premios, no sólo en América Latina, sino también en Europa. Impresionada por la Guerra Civil española realizó una serie de obras que expresaban los males del mundo: ‘La victoria (1939)’, ‘El drama’ (1939-1946) y el ‘Exodo’ (1940). Sus lauros más recordados fueron la medalla de oro en la Exposición Internacional de París en 1937, el primer premio Nacional de Pintura en el XXXII salón Nacional de Bellas Artes (1942), premio “Augusto Palanza” otorgado por la Academia Nacional de Bellas Artes (1947) y “Gran Premio de Honor” en el XLV Salón Nacional de Bellas Artes (1956). Fue precisamente en la capital francesa, donde Forner terminó de pulir su calidad como artista. Muy pronto las obras de Forner se expusieron en galerías de Alemania, Francia, Colombia, México, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Suiza y Portugal. Murió en su Buenos Aires natal, en 1988, pero formó con sus pasionales obras a miles de artistas que la catalogan como una de las mejores. M. E.

ra que posaran”, dice el historiador. Mucho tiempo después las Nereidas pasaron a la Costanera Sur porque también eran objeto de ataques. Mientras tanto, Lola trabajaba mucho. “Además de sus condiciones artísticas, tenía muy buenas relaciones. Fue muy amiga del entonces presidente Julio Argentino Roca y del general Bartolomé Mitre, que había sido jefe de Estado. También conocía a otro ex mandatario, Nicolás Avellaneda”, afirma Balmaceda. Gracias a sus contactos tuvo la oportunidad de trabajar más de un año en despachos del Congreso. “El Palacio del Congreso, tal como lo conocemos hoy, estaba en construcción y como todavía no estaba ocupado, Roca hizo las gestiones para que le permitieran a ella tener allí instalado un taller donde hacía esculturas para el Congreso mismo y otros encargos”, cuenta Balmaceda. “Allí conoció a un hombre mucho más joven, al que también le interesaba la escultura, y que terminó siendo su marido: Luis Hernández Otero”, indica el escritor. “Con él vivió experiencias muy feas porque lo encontró con otra mujer y finalmente se separaron, para angustia de Lola, que estaba muy enamorada de él”, añade. Alrededor de 1926 comienza su eclipse. Activa como era, exploró sin embargo otra actividades. Balmaceda enumera que “se fue a buscar minerales a Salta, en algún momento proyectó lo que hubiese sido un subte por la Costanera, y tuvo ideas que aquí no prosperaron pero que anticipaban un poco lo que sería el cine”. “Tenía ideas de avanzada”, dice el historiador. “Como la mayoría de las mujeres de su tiempo, debió luchar contra los prejuicios. Pero imaginemos que Lola y sus ideas revolucionarias eran todavía más difíciles de aceptar”, señala. “Toda esa vida de tormentos sentimentales y luchas contra obstáculos permanentes terminaron por trastornar su psiquis”, relata Balmaceda. “Una noche de llu-

Marta Minujín

El arte en estado puro uchas veces tildada de excéntrica, otras de vanguarM dis ta, Marta Minujín es por sobre todas las cosas

una persona auténtica, libre y de poderosas convicciones. Esos ideales le marcaron el rumbo de su vida y aún hoy, a sus 72 años, mantiene fielmente el camino elegido. Se dio cuenta muy joven que su personalidad no era la indicada para seguir reglas. Y así fue que se casó a los 16 años -y en secreto- con Juan Gómez Sabaini, el economista con quien tuvo dos hijos y que sigue siendo su pareja. Desde hace al menos 30 años que es el referente del arte pop en Latinoamérica y lo que más le interesa es ofrecer obras de arte efímero hechas de objetos que luego la gente puede llevarse, comer o vivirlas, como su recordado Partenón de libros o su Obelisco de pan dulce. Cada una de las acciones de Marta Minujín funciona como el engranaje de un inmenso motor que produce arte. Siempre sostuvo que había que sacar las obras de los museos y llevarlas al aire libre donde puedan ser vistas y experimentadas por todos. Ella vive arte, y así atravesó el flower power de los ’60 y ’70, cuando vivió en comunidades hippies en los Estados Unidos. Busca constantemente evolucionar y dispara con sus palabras cargadores enteros de creatividad. Los años pasarán y ella quedará grabada en la historia como una persona diferente y con luz propia, que con sus esculturas, sus obras gigantescas y sus apliques flúo trasgredió la convencionalidad. Martín Echaide

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via salió y la encontraron en medio de la tormenta con un trapo secando a las Nereidas y diciendo: Mis hijas se mojan”, ilustra. “Los últimos tiempos -continúa- los pasó al cuidado de un par de sobrinas que la tenían en una casa en la calle Santa Fe, donde finalmente murió en 1936”. Sus estatuas se encuentran en paseos y edificios públicos, en plazas y calles de muchas provincias, y hay también conjuntos funerarios en el cementerio de la Recoleta. Agustina Sucri

Maitena El humor para decir la verdad

a risa es el elemento que lleva a las personas a reL cor dar momentos de felicidad. Pero muchas veces,

las carcajadas provienen desde un hecho incómodo, que se quiere transformar para que moleste menos. Con esta premisa, Maitena Burundarena ha brindado, sobre todo a las mujeres, herramientas para reírse de diferentes cosas cotidianas que molestan. La dibujante que nació en la ciudad de Buenos Aires en 1962, maneja a la perfección la ironía como instrumento para que, a través de sus viñetas, el mensaje llegue con la cuota exacta de humor y realidad. Pero no sólo las historietas se encargaron de darle lugar a las palabras ácidas de los personajes de Maitena. A medida que se fue desarrollando su carrera, la dibujante y humorista se fue transformando en escritora. Además de sus libros ‘Curvas Peligrosas’ 1 y 2, en los que se recopilan sus tiras publicadas durante años en diferentes medios, se animó a escribir su primera novela: ‘Rumble’. Este libro habla de una niña de 12 años que trata de descubrirse en la difícil Argentina de la década de 1970. Sagaz, atrevida y transgresora, Maitena supo escribir su nombre entre los grandes de la cultura argentina. M. E.


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Paloma Efron (Blackie)

La primera gran entrevistadora C

onsiderada la primera cantante de jazz profesional de nuestro país, Paloma Efron (Blackie), fue pionera en la conducción de programas de radio y de televisión en Argentina, y como periodista se destacó por ser de algún modo la primera gran entrevistadora mujer. Paloma Efron nació el 6 de diciembre de 1912 en el seno de una familia judía en Entre Ríos. “En un principio su vocación estaba más relacionada con el canto y la actuación”, señala el historiador Daniel Balmaceda. “Era cantante de jazz, de música negra (spiritual)”, aclara. Paloma, que ya había comenzado a actuar en la radio, “viajó a Estados Unidos y perfeccionó su canto entre los grandes expertos”, explica Balmaceda. Su paso de la música al periodismo, según el historiador, se produce a su regreso. A fines de los años 50 y comienzos de los 60 la televisión comienza a dedicarle mucho espacio a la música en vivo, a las actuaciones, y ahí es donde “ella se relacionó con la televisión y terminó completamente amalgamada”.

Balmaceda afirma que Blackie hizo varios programas pero “hay dos en particular, ‘Derecho a réplica’ y ‘Cita con las estrellas’, que iban a quedar en el recuerdo y hoy son clásicos de la televisión”. “Blackie demostró ser una excelente entrevistadora y, en esa época, ver a una mujer cuestionando o repreguntando, era algo celebrado por el televidente”, dice el historiador. “De algún modo fue la primera gran entrevistadora mujer”, añade. “El público masculino la aceptaba porque en las entrevistas era muy suave pero incisiva”. “Era una mujer multifacética”, señala Balmaceda, para luego enumerar: “trabajó en televisión, hizo radio y también se dedicó a la gráfica, escribiendo en revistas del género de la televisión, ambiente que conocía muy bien. En algún momento también le dio por el vedetismo y trabajó en el Maipo. Daba la impresión de ser una mujer orquesta”.

A. S.

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Elida Carlés Protagonista de una epopeya

Amalia Figueredo de Pietra Una enamorada de los aires

Elida Carlés nació, el 1 de julio de 1912, C lauanaviadoción en la argentina daba sus primeros pa-

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l deporte se extendió en la Argentina a fines del siglo XIX de la mano de los ingleses que venían a trabajar a los ferrocarriles. Pero estaba centrado en los hombres. Por eso el caso de Amalia Figueredo es curioso: no sólo por ser mujer, sino por haber elegido una actividad de riesgo para ese momento: la aviación. “Amalia fue la primera aviadora de nuestro país”, destaca el historiador Daniel Balmaceda. “Se recibió de aviadora en 1914 y hay que tener en cuenta que la primera vez que voló un avión en el cielo argentino fue en 1910”, afirma. “Ese año, aviadores llegados de otras partes del mundo -franceses e italianos, en su mayoría- comenzaron a enseñar a los argentinos y entregaron los primeros ‘brevets’ o licencias de aviación, entre ellos a Jorge Newbery”. “Por entonces, recuerda Balmaceda, los aviones llegaban como máximo a una altura equivalente a un cuarto piso”, lo que da una idea del riesgo que significaban esos vuelos. El año en que ella obtuvo su licencia se mató Jorge Newbery en un avión en Mendoza. “Lo esperable dice Balmaceda- era que ante la muerte de un pionero cualquiera diera un paso atrás. Pero ella no lo hizo. Se notaba que tenía el coraje que todavía se desconocía mucho entre los hombres”. Amalia había nacido en Rosario. “Era artista, porque había estudiado música en el conservatorio y empezó estudiando medicina”, relata. El historiador especula que su fascinación por los aviones “puede haber surgido al ver volar un aparato y tener el sueño de comandarlo”. Hay que tener en cuenta que “todavía esta actividad era muy reciente como para que hubiese una influencia familiar”, dice. “Todavía no se realizaban vuelos con fines comerciales, sino que era algo netamente deportivo”, afirma el escritor, quien señala que “al poco tiempo comenzó a encontrarse una ventaja militar en los vuelos y después de la Primera Guerra Mundial, una ventaja comercial”. Debido a que las máquinas eran endebles y el deporte muy arriesgado, Amalia “era mirada con mucho respeto”. Amalia no sólo voló en nuestro país sino también en Uruguay y Brasil. A. S.

Mary Terán La tenista que pasó de la gloria al ocaso multideportistas son contados en la Argentina. MaL ríaos llaLuimasadosTerán, más conocida como Mary Terán, era uno de

ellos, como Jorge Newbery o Carlos Menditeguy. Era buena nadadora, atleta y fue incluso timonel de un equipo de remeros en su juventud, pero se destacó en el tenis, donde llegó a ser la primera en alcanzar el primer plano internacional. “Mary Terán le ganaba a todos. Primero compitió en la Argentina y después fue a Brasil, Uruguay y Chile. Ya era evidente que tenía capacidad como para ir a circuitos internacionales. Entonces fue a Europa y ganó gran cantidad de torneos allí, en singles y dobles mixtos”, cuenta el historiador Daniel Balmaceda. “Fue la primera tenista destacada de nuestro país”, asegura el experto. “Ganó el 80% de los torneos en los que participó, un porcentaje altísimo”. Mary Terán había nacido en Rosario, en 1918. Comenzó a practicar el tenis a los siete años . En 1940, conoció a quien sería luego su marido, Heraldo Weiss, ya campeón argentino y capitán del equipo de tenis de la Copa Davis. Pero enviudó muy pronto, en 1952. Mary ganó dos medallas de oro y una de bronce en los primeros Juegos Deportivos Panamericanos celebrados en Buenos Aires en 1951. Llegó a considerársela la cara visible del apoyo que dio Perón al tenis. Según Balmaceda, “hubo comentarios acerca de que Perón estaba enamorado de Mary. Ella era muy atractiva. Y hay quienes dicen que Perón, ya viudo, le pidió la mano aunque otros lo niegan”. Lo cierto, relata Balmaceda, es que “ella se tomó muy en serio la idea de convertir el tenis en popular. Y eso, durante el peronismo, significó expropiar clubes”. Por eso, con la caída del peronismo en el ‘55, su carrera también entró en un cono de sombra. “El interventor militar en la Asociación de Tenis le comunicó a ella, que estaba en Alemania disputando un torneo, que no podía representar más a la Argentina”, narra el escritor, y ese sería sólo el comienzo. “El mundo del tenis, un poco aristocrático, no quiso saber nada más con ella”. “Y varios clubes donde solía participar, como el Belgrano Athletic, el Belgrano Social, el Buenos Aires Lawn Tennis y otros, le prohibieron la entrada”, añade. “A eso se sumó el desaire de los rivales, lo que hizo que terminara muy mal”. En 1984, en medio de una gran depresión, “se suicidó arrojándose desde un edificio en Mar del Plata”, concluye el historiador. Agustina Sucri

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sos y comenzaba a suscitar un gran interés. Elida fue una de las que se sintió atraída por esta actividad. Contaba con la ventaja de que otras mujeres ya habían sido pioneras, pero aún así llegaría a destacarse y sería protagonista de una epopeya. Elida había nacido en la Capital Federal. “Consiguió su licencia para volar cuando tenía 28 años, en 1940, y al año siguiente obtuvo su licencia para vuelos comerciales”, explica el historiador Daniel Balmaceda. “Es decir que estaba capacitada para vuelos de correo aéreo y para transportar personas, algo que a comienzos de la década empezaba a ser una costumbre”, afirma. El escritor recuerda que el transporte de pasajeros en vuelos se había iniciado en nuestro país en forma tímida en la década del 30 pero comenzó a tomar forma en los 40. Es en ese momento en que ella se convirtió en aviadora. “Elida era periodista”, dice Balmaceda, quien recuerda el paso de Carlés por Canal 7 y por alguna otra emisora como productora. “Ese era su trabajo principal y volaba por entretenimiento”, señala. Pese a tomar la aviación como un pasatiempo, fue protagonista de una travesía en un biplano Focke Wulf que mereció la portada de los diarios: “El primer vuelo que hicieron tres mujeres, cada una en su avión, entre Buenos Aires y Montevideo”, destaca el historiador. Las otras dos eran Susana Ferrari Billinghurst y Julia Pérez Cattoni. “Fue el 9 de noviembre de 1942, en un día muy poco indicado porque había una lluvia muy fuerte e inclusive con tormenta”, describe. “Ella terminó dedicándose más al periodismo y dejó el vuelo como una actividad de esparcimiento”, afirma el escritor. “Sin embargo, cuando irrumpió la Segunda Guerra Mundial, se ofreció al gobierno de Francia para cruzar el océano y llevar los aviones que se estaban construyendo en Canadá”, comenta. “El primer vuelo transoceánico ya se había realizado a mediados de los años 30. A esa altura era algo más habitual, pero prueba que ella se medía con el peligro sin problemas”, resume Balmaceda. A. S.


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Jeanette Campbell

Nos dio la primera medalla Olímpica de plata C

omenzó a hacer historia dentro de la natación argentina a los seis años en las piletas del Belgrano Athletic Club. Jeanette había nacido en Francia, más precisamente en Saint-Jean-de-Luz el 8 de marzo de 1916, por una circunstancia fortuita: sus padres fueron sorprendidos por la guerra durante un paseo por Europa. Pero regresaron enseguida y ella siempre se consideró argentina. “Jeanette era muy buena deportista”, cuenta el historiador Daniel Balmaceda. “Su familia vivía en Belgrano, a una cuadra del club. Ahí practicaba la hermana mayor de ella, una nadadora con condiciones, que inclusive participó en Europa en alguna competencia. Esa actividad de la hermana le permitió a ella comenzar a acercarse a las piletas y empezar a nadar”, explica el historiador. “En invierno, durante el tiempo en que no se practicaba natación, Jeanette jugaba al hockey y era muy buena. Tenía talento para el deporte”, dice. “En el club encontraba algunas limitaciones para na-

dar porque el Belgrano Athletic no era un club específico para eso. No le prestaban tanta atención a la natación como a otros deportes, como el rugby, el cricket”, agrega el escritor. Sin embargo, Jeanette logró convertirse en una excelente nadadora y ahí conoció a su marido, Robert Pepper, que también fue nadador olímpico y sobresalió en carreras de relevos. “Ellos se conocieron en el club y después de mucho tiempo, por participar en competencias y pasar juntos mucho tiempo, se casaron”, recuerda. La especialidad de Jeanette era el estilo libre. “En eso era imbatible en las carreras más cortas, las de 100 o 200 metros”. En 1936, siendo ya una excelente nadadora, la mejor del país, fue a competir a los Juegos Olímpicos de Berlín. Era la primera mujer que representaría a la Argentina en unos Juegos Olímpicos. Se había nacionalizado un año antes. “El viaje en barco duró dos a tres semanas y Jeanet-

Marina Lezcano La jocketa que le ganó a todos los prejuicios arina ‘Muñeca’ Lezcano deM bu tó a los 17 años. Pero su

con hombres. En 1978, con sólo 21 años, Marina dejó su huella en la historia nacional al ganar la cuádruple corona (Polla de Potrillos, Jockey Club, El Nacional y Carlos Pellegrini), con su caballo Telescópico. La única jocketa que conquistó el Gran Premio Nacional dos veces y logró vencer los prejuicios de un mundo que fue, es y será machista, dejó las pistas en 1989. Hoy se dedica a su familia y está a cargo de la Escuela de Jockeys del Hipódromo La Punta, en San Luis.

pasión por los caballos había nacido mucho antes, cuando todavía iba a la escuela y logró convencer a su padre para que le comprara una yegua gris, llamada ‘Tanita’. Probablemente ese día comenzaba la historia de la jocketa argentina que marcó un hito en el turf. Nacida un seis de enero, en Lomas de Zamora, empezó a correr de adolescente y competía en cuadreras, cuando todavía no se les permitía a las mujeres el ingreso a la pista. Sin embargo, su destreza hizo que con el tiempo compitiera

te era la única mujer en todo el equipo olímpico, integrado por 50 hombres”, según Balmaceda, quien aporta un dato anecdótico que ilustra su esfuerzo como deportista: “Cuando iban para Europa, en el barco había una pileta muy chica, que ella cumplía con sólo un par de brazadas. Entonces al entrenador se le ocurrió atarla por la cintura y ella podía nadar sin avanzar. De ese modo pudo entrenarse durante todo el viaje”. Jeanette tuvo una actuación descollante en los 100 metros libres. Ganó su serie eliminatoria batiendo el récord sudamericano. “En las semifinales -narra Balmaceda-, le ganó a la favorita, la holandesa Willy den Ouden. Pero después, en la final, no corrió bien y salió segunda, aunque con un tiempo que era impensado para una atleta argentina”. Su presea de plata fue la primera medalla de una argentina en un Juego Olímpico. “Después siguió compitiendo con buenas marcas y preparándose, y ganando”, refiere el historiador. “Justo cuando podía haber tenido su consagración, en Tokio, en 1940, los Juegos se suspendieron por la guerra y ella quedó sin la posibilidad de ir por la medalla dorada”. Jeanette formó una familia con Pepper, con quien tuvo tres hijos. Uno de ellos, Susana, fue también una nadadora muy conocida. Agustina Sucri

gabriela Sabatini

Elegancia dentro y fuera del court uy atrás quedó aquella adolescente tímida Mque cautivó al público argentino con su po-

tente y elegante juego. Desde 1985 (con apenas 15 años) se ganó el corazón, no sólo de los amantes del tenis, sino también de quienes no eran fieles observadores de ese deporte, cuando logró ser la mujer más joven en jugar una semifinal de Roland Garros. Gabriela Sabatini creció, como florece el más verde césped de Wimbledon, hasta convertirse hoy en una hermosa y exitosa empresaria. Su figura será inolvidable; tal como sus batallas deportivas con Steffi Graf, Martina Navratilova y Chris Evert. Su voz, grave y silbada, inconfundible al igual que su revés, perfecto desde lo técnico. Dentro del circuito se le conoció todo. Su desempeño la llevó a definiciones épicas en los torneos más prestigiosos. Así, ‘Gaby’ pudo colgarse la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de Seúl (Corea del Sur) en 1988. Pero la gloria llegó dos años después cuando se consagró en el Abierto de los Estados Unidos. Pre-

cisamente en ese país es idolatrada a tal punto que Gabriela Sabatini tuvo su propia muñeca. Ahí es donde ella se sintió más cómoda, y ahí se alzó nuevamente con un resonante triunfo al lograr el Masters de la WTA en 1994, cuando fue la ganadora entre las ocho mejores tenistas del torneo de ese año. Y alcanzó la cumbre en julio de 2006 cuando ingresó al Salón de la Fama del Tenis. Sólo dos peldaños la separaron del ansiado número 1 y se mantuvo en el tercer puesto. Pudo haber accedido a la cumbre si su inestable ánimo no la hubiera traicionado. Porque esa adolescente devenida en mujer ganó partidos imposibles, pero también perdió encuentros increíbles. Aunque siempre relegada por estrellas más destellantes, Sabatini quedará en la historia como una de las mejores tenistas de todos los tiempos. Y su belleza y su sonrisa siguen brillando. Martín Echaide

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Julieta Lanteri

Dejó más que un sobre en las urnas B

ajo la premisa de que lo que no está prohibido está permitido, el 26 de noviembre de 1911 Julieta Lanteri, casi como una travesura, se dirigió a la Parroquia de San Juan Evangelista de La Boca, con un permiso especial del decano Montes de Oca, y dejó un sobre en el atrio de la iglesia donde se elegían legisladores de la Municipalidad de Buenos Aires. El doctor Adolfo Saldías, presidente de mesa, la saludó y felicitó por haberse convertido en la primera mujer en el país y en Sudamérica en votar. La convocatoria a la elección requería ciudadanos mayores, residentes en la ciudad, que tuvieran un comercio o industria o ejercieran una profesión liberal y pagasen impuestos. Se entendía que ninguna mujer votaría, pero no había ninguna restricción sobre el sexo, por eso a Lanteri se le permitió sufragar. Pero unos días después, el Concejo Deliberante porteño sancionó una ordenanza donde especificaba que estaba prohibido el voto de las mujeres porque el empadronamiento se basaba en el registro del servicio militar. Lanteri -quinta mujer en recibirse como médica en el país, integrante del Centro Feminista desde 1906 y orga-

nizadora de un Congreso Femenino Internacional realizado en 1910- no se amedrentó ante la restricción y se presentó en los registros militares para ser enrolada y se dirigió directamente al Ministerio de Guerra y Marina. En 1919, esta mujer de origen italiano, que llegó a Buenos Aires a los seis años, se postuló a una banca en el Congreso como diputada, convirtiéndose así en la primera mujer candidata del país. Pero al no lograr su legalización, organizó un simulacro de sufragio callejero en la Plaza Flores, del que participaron más de 2.000 personas, y llamó la atención de feministas en todo el mundo. El senador Juan B. Justo la incluyó, junto a Alicia Moreau de Justo, en su lista del Partido Socialista Argentino a Lanteri, y más tarde, incansable en la lucha por sus derechos, fundó el Partido Feminista Nacional por el que se postuló a legisladora en varias oportunidades. En 1924, año en que triunfó Alfredo Palacios, Julieta lo siguió en cantidad de votos obtenidos. No fue poca cosa, y a partir de allí comenzó a ganarse aún más enemigos. Los principios e ideas de su partido se incorporaron a otras fuerzas del interior como sucedió en San Juan y Men-

doza. Previo a los golpes totalitarios en Sudamérica, disertó en la Universidad Nacional de La Plata y se entrevistó con el presidente Marcelo T. de Alvear para comentarle alternativas antiautoritarias. Bregó por derechos y mejoras laborales femeninas e infantiles. Vivió en Buenos Aires, La Plata, Olivos y Quilmes, lugares donde cultivó la amistad con Alfonsina Storni, Alfredo Palacios, José Ingenieros, entre muchas personalidades sobresalientes. La que fue su última vivienda se conserva en la localidad de Berazategui. Actualmente, funciona allí una panadería. El Museo Histórico y Natural conserva algunos pocos objetos suyos. El sospechoso accidente de un auto marcha atrás, que la golpeó mortalmente cuando tenía 59 años, terminó con su lucha, pero no con su memoria. Dos libros biográficos, una calle en Puerto Madero, una escuela en San Juan y una escuela secundaria de Berazategui (Escuela Media Nº10) y varias entidades con su nombre, la recuerdan y homenajean. Cuando en 2000 la Municipalidad de Buenos Aires convocó a varias ONG para elegir las mujeres más destacadas de todo el Siglo XX, ella fue una de las dieciocho mencionadas. Desde 2010, el Museo Histórico de Berazategui en el mes de la mujer, realiza la entrega de la Distinción Julieta Lanteri a mujeres destacadas de la comunidad de ese partido, a modo de homenaje de quien fuera vecina de dicha ciudad entre 1920 y 1932, año en que murió.

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Eva Duarte de Perón

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l 22 de agosto de 1951 una multitud se congregó en la avenida 9 de Julio para pedirle a Eva Perón que sea candidata a vicepresidenta en la fórmula encabezada por su marido. No pudo negarse al clamor de sus descamisados: ‘‘El pueblo es so be ra no’’, con tes tó. Pe ro unos días des pués, en te ra da de que un cáncer la de vo ra ba por dentro, debió anunciar en un mensaje radial en cadena nacional, su decisión irrevocable y definitiva, con una de sus frases más conocidas: ‘‘Renuncio a los honores, pero no a la lucha’’. Aquel 31 de agos to fue co no ci do co mo el ‘Día del Renunciamiento’. Su físico estaba visiblemente deteriorado, aunque no claudicó en su lucha por fortalecer el movimiento peronista del que fue una artífice fundamental, y continuó con sus apariciones públicas. El 5 de noviembre, seis días antes de las elecciones donde Perón se impuso por amplio mar gen, fue in ter ve ni da qui rúr gi ca men te en el hospital Presidente Perón, de Avellaneda, adonde le llevaron la urna para sufragar por primera y única vez y poder cumplir con el sueño por el que tanto había luchado, lograr el voto femenino. La agonía se extendió más de medio año. El 18 de julio de 1952 entró en coma por primera vez y el 26 de julio, a los 33 años de edad, expiró. Hubo tres días de paro y 30 de duelo nacional. Su cuerpo fue velado en la Secretaría de Trabajo y Previsión hasta el 9 de agosto, cuando fue llevado al Congreso de la Nación para recibir honores oficiales, y luego a la CGT. Miles de personas participaron del cortejo fúnebre, para despedir los restos de, para muchos, la mujer más importante en la historia del país.

Faceta artística

Pro ve nien te de la lo ca li dad de Los To dos, Eva Duarte llegó a Buenos Aires a los 15 años y en 1935 de bu tó co mo ac triz en la obra ‘La se ño ra de los Pé rez’. Fue con tra ta da por la Com pa ñía Ar gen ti na de Comedias Cómicas con la que salió de gira

por el interior y dos años después obtuvo su primer papel en radioteatro en la obra ‘Oro blanco’. Debutó en el cine con la película ‘¡Segundos afuera!’ con Pe dro Quar tuc ci, Luis San dri ni y Pe pe Arias. Eva luego participaría de varias películas entre las que com par tió pla tó con fi gu ras co mo Hu go del Ca rril y Li ber tad La mar que. En 1943 fue una de las fun da do ras de la Aso cia ción Ra dial Ar gen ti na (ARA). Forjó una incipiente y prometedora carrera como actriz pero en 1944, en un acto recaudatorio en el Luna Park por las víctimas del terremoto de San Juan, cambiaría su vida al conocer a su futuro marido, Juan Domingo Perón, que entonces era secretario de Estado. En lo personal y en lo político, se trans for mó en la ma no de re cha del Ge ne ral y lo ayudó a que en 1946 se convirtiera en Presidente de la Nación con el 54 por ciento de los votos.

Como primera dama, presentó el proyecto de sufra gio fe me ni no, que fi nal men te fue san cio na do en 1947 y en 1949 consiguió la igualdad jurídica entre cónyuges. Ocupó un vínculo directo entre Perón y los sindicatos, que conformaban la ‘columna vertebral’ del movimiento. Impulsó, además, la formación de mi li cias obre ras. Creó en 1948 la Fun da ción Eva Pe rón de di ca da al de sa rro llo de la bo res so cia les desde donde se construyeron hospitales, asilos, escuelas, colonias de vacaciones; y se otorgaron becas para estudiantes y ayudas para las viviendas. Escribió dos libros en sus últimos años, ‘La razón de mi vida’, en 1951; y ‘Mi mensaje’, en 1952. Recibió nu me ro sos re co no ci mien tos en vi da y múl ti ples conmemoraciones en muerte, por tratarse una de las mujeres para recordadas y admiradas en la historia del país.

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Cristina Fernández de Kirchner

Dos presidencias y una incógnita

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n ocho días se cumplirán dos años del triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en su reelección como Presidenta de los argentinos. Es la segunda mujer en ocupar ese puesto y la primera en arribar a la Casa Rosada tras la voluntad de las urnas. A pocas semanas de llegar a la mitad de su segundo mandato, muchos especulan con la posibilidad de modificar la Constitución para una tercera postulación. Ella no lo desmiente ni lo afirma, ni se pronuncia en favor de un sucesor. Un año antes de aquella victoria, el 27 de octubre de 2010, había muerto su esposo, Néstor Kirchner, a quien sucedió en 2007. La primera mandataria acaba de confesar, en uno de los pocos reportajes que dio en sus casi seis años de gobierno, que la idea de su marido era presentarse en las elecciones de 2011, pero una afección cardíaca se lo impidió. Fue el momento más difícil que le tocó atravesar a la Presidenta y, aunque se especuló con que regresaría a El Calafate, ganó las elecciones de 2011 con el 54,11 % de los votos. Con Néstor se habían conocido en la Universidad de La Plata cuando estudiaban abogacía y, tras un noviazgo de seis meses, se casaron el 8 de mayo de 1975. Tuvieron dos hijos, Máximo y Florencia, y el 14 de julio último la Presidenta se convirtió en abuela de Néstor Iván. Después del casamiento y del golpe militar de 1976, la pareja se alejó de la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN), la cual sufrió el secuestro de algunos dirigentes, y se instalaron en Río Gallegos, donde crearon un estudio jurídico y fundaron el ateneo Juan Domingo Perón, plataforma política

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desde donde Kirchner pelearía la intendencia de Río Gallegos en 1983. Cristina representó a Santa Cruz y Buenos Aires en el Parlamento desde 1989 hasta 2007, cuando se trasladó a la Casa Rosada. Su marido, en tanto, se convirtió en intendente de Río Gallegos en 1987, luego gobernador hasta calzarse la banda presidencial en 2003. Como diputada y senadora, pese a pertenecer al oficialismo, Cristina se opuso a varios proyectos impulsados desde el gobierno de Carlos Menem y fue expulsada del bloque justicialista. Como Presidenta, prosiguió la política iniciada tras la devaluación de Eduardo Duhalde, continuada durante el gobierno de Kirchner, la de un dólar alto para tener un peso competitivo y estimular la producción y la exportación, con la que se recompuso el empleo. No obstante, el mayor problema económico de su gobierno fue y es la inflación. Contrariamente a las medidas de la década del 90, Cristina reestatizó los fondos jubilatorios, YPF y Aerolíneas Argentinas, y en materia de derechos humanos continuó con la línea del gobierno de su marido, que había anulado las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. En su gobierno se sancionaron otras como las de matrimonio igualitario, de identidad y de reproducción asistida, y desde el 2003 se construyeron más de 1.000 escuelas y varias universidades. Una de las reformas más polémicas fue la aprobación de la Ley de Medios, que en la actualidad se dirime en la Corte Suprema. Otra medida conflictiva, que le causó a la Presidenta una importante caída de su imagen positiva, fue el anuncio del siste-

ma de retenciones móviles a exportaciones de soja, girasol, maíz y trigo. Hubo un paro del sector que se extendió por 129 días, con bloqueo de rutas. Se envió el proyecto de ley al Parlamento, donde fue rechazado por un voto no positivo de su entonces vicepresidente, Julio Cobos.


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Alicia Moreau de Justo

Incansable luchadora social y feminista A

licia Moreau de Justo vivió 100 años (1885-1986) y se definió a sí misma como una luchadora contra molinos de viento. Sus batallas feministas y socialistas la llevaron a un reconocimiento internacional y compartió su ideología en conferencias en todo el mundo. Con 17 años, en 1902 fundó el Centro Socialista Feminista y en 1914 se recibió de médica. En el Partido Socialista conoció a Juan B. Justo, con quien tuvo tres hijos, y tras sus deceso, en 1928, continuó con sus actividades políticas. En 1932 elaboró un proyecto de ley para establecer el sufragio femenino, que consiguió la aprobación de diputados pero fue rechazado en el Senado. La idea recién fue concretada en 1947 por un decreto de Perón. Desde joven trabajó como periodista en diferentes publicaciones, algo que ejerció hasta la década del 60, en La Vanguardia. En 1975, a los 90 años, fue una de las fundadoras de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Entre 1976 y 1983 acompañó a las Madres de Plaza de Mayo, a quienes consideraba ejemplo de mujeres valientes. En gesto de agradecimiento, el día de su cumpleaños 99, le obsequiaron un pañuelo blanco como símbolo. Estudió en la Escuela Normal Nº 1, donde tuvo como profesor de instrucción cívica a Hipólito Yrigoyen. Dio charlas sobre tuberculosis y alcoholismo en centros obreros y abrió un consultorio para atender de manera gratuita a gente de escasos recursos. Escribió varios artículos y ensayos sobre medicina. Se embarcó en diferentes batallas como la ley de emancipación femenina, contra los elevados alquileres y durante la Primera Guerra Mundial fue una acérrima pacifista.

María Magdalena ‘Macacha’ güemes La caudilla del Norte mujer destacada de la causa independentisF ta,ue una por ayudar a su hermano, el caudillo salteño,

quien lideró los enfrentamientos en el norte del país para detener los avances del ejército realista proveniente del Alto Perú. María Magdalena ‘Macacha’ Güemes de Tejada (1787-1866), la matrona salteña o -como prefería que le dijeran- la ‘madre del pobrerío’, convirtió su casona en un taller para confeccionar los uniformes de los soldados. Medió en el conflicto entre su hermano, Martín Güemes, y el general José Rondeau, enfrentados por la entrega de armas inutilizadas, en lo que se denominó ‘Pacto de los cerrillos’. Utilizó sus dotes políticas y estratégicas cuando el ejército realista tomó Salta, a cuyos soldados les sacaba datos para luego informar a su hermano y aseguran que montaba a caballo para arengar a los escuadrones gauchos y les salvó la vida a más de uno, al refugiarlos en su casa, y organizar fugas nocturnas. Tras el asesinato de su hermano -murió en una emboscada enfrente de la casa de Macacha- la mujer continúo participando de los sucesos políticos de la provincia. Intervino en la llamada ‘Revolución de las Mujeres’ que derrocó al gobernador Fernández Cornejo, y en 1824 participó en un acto sedicioso en oposición al general Juan Antonio Alvarez de Arenales.

Emar Acosta Un hito en el Parlamento Sin esperarlo, Emar Acosta (1904-1965) se sorprendió cuando desde el Partido Demócrata Nacional le ofrecieron ser candidata a diputada por San Juan, y al ser electa se convirtió en la primera mujer en acceder a una banca legislativa provincial, nacional y de América latina en 1934. Nacida en La Rioja en 1900, se recibió de abogada en 1926 e inmediatamente se radicó en San Juan donde se convirtió en la primera mujer matriculada del Foro de Abogados y fue presidenta del colegio de letrados provincial. Se distinguió por ser una luchadora de los derechos de la mujer y ocupó en el gobierno de Aldo Cantoni el cargo de Defensora de Menores desde donde se distinguió por ser partidaria de la educación laica, el divorcio y la protección a la maternidad y la niñez. Su labor legislativa se centró en la lucha por el salario y el trabajo obrero, la salubridad pública y la reforma de los códigos provinciales. Fue autora de proyectos como la reapertura y nacionalización de la Escuela Normal Hogar Agrícola de San Martín, la creación y sostenimiento de comedores populares y del Patronato de Menores, destinado a proteger niños huérfanos, desvalidos y delincuentes, entre otros planes. Vencido su mandato en 1936, fue nuevamente elegida en 1942 y permaneció en su banca hasta 1943. Finalizada su labor legislativa, se dedicó a la abogacía, especialmente en causas relacionadas con la minoridad y la familia, y a la docencia, desempeñándose por más de veinticinco años como profesora en el Colegio Nacional ‘Monseñor Pablo Cabrera’ y en el Liceo de Señoritas.

María Estela Martínez de Perón Mandataria en tiempos violentos l entorno del exiliado Juan Domingo Perón E comenzó a desconfiar de la bailaora argentina que se cruzó en un cabaret de Panamá, que integraba un grupo de danza flamenca donde era conocida con el nombre artístico ‘Isabel Gómez’. Pero al General poco le importó y María Estela Martínez se convirtió en su tercera esposa. Algunos sostienen que tanto ella como López Rega fueron mentores y artífices del regreso del ex presidente a la Argentina. De hecho, ‘Isabelita’, quien acompañó a Perón también en Venezuela, República Dominicana y España, viajó al país en 1965 como delegada de su marido para transmitirle sus ideas y órdenes al ‘peronismo sin Perón’. El regreso definitivo se produjo el 20 de junio de

1973, el día de la denominada ‘Masacre de Ezeiza’. Para no inclinarse por ninguna de las vertientes del escindido peronismo, el General eligió a su esposa como compañera de fórmula, que se impuso el 23 de septiembre de ese año con el 62 por ciento de los votos. Con el fallecimiento de Perón, el 1 de julio de 1974 Isabel se transformó en la primera Presidenta de la Argentina. Le tocó gobernar en un período de gran violencia política y para combatir a los grupos armados, Isabelita se apoyó principalmente en su ministro de Bienestar Social, el ex secretario personal de Perón, José López Rega, organizador de la fuerza parapolicial Alianza Anticomunista Argentina o Triple A. Durante su mandato hubo intervenciones en provincias, universidades, sindicatos, medios de comunicación. La economía sufrió una hiperinflación y el cese de compra de carne de Europa empeoró la economía. Celestino Rodrigo aplicó una violenta devaluación, el Rodrigazo. Ante el avance de los grupos terroristas, la Presidenta autorizó la intervención de las Fuerzas Armadas en Tucumán contra el ERP, lo que inició el Terrorismo de Estado. Se tomó unos días de licencia por razones de salud y adelantó las elecciones, pero un golpe de estado encabezado por los comandantes de las Fuerzas Armadas la destituyó el 24 de marzo de 1976. Estuvo detenida durante la dictadura y fue enjuiciada por malversación de fondos. Una vez liberada, en 1981, se radicó en Madrid.

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Susana giménez Fresca, simpática y sin filtro, es la número uno

¿Vivo?’’, preguntó alguna vez Susana Giménez cuando le dijeron que iban a exponer un dinosaurio de la Patagonia en una edición de la Feria de las Naciones. Así, impulsiva, fresca, auténtica, con poco filtro, es ‘la’ Giménez. Estrella número uno de la televisión desde 1987 cuando comenzó con su programa Hola Susana, ella ya era una figura en el mundo del espectáculo argentino desde mucho antes. Protagonista de enormes éxitos teatrales como ‘La mujer del año’ y ‘Sugar’ o de cine como ‘La Mary’, Susana comenzó haciendo ‘shock’ en una publicidad de jabón a fines de los sesenta. Su belleza cautivó a todos pero sin dudas fue su ‘chispa’, carisma o ángel, ese algo que pocos tienen, lo que hizo que no fuera una modelo más. Y lo que, tal vez, finalmente la convirtió en estrella. Nació el 29 de enero de 1944 y durante sus más de 40 años de carrera, mezcló la actriz, la vedette y la modelo. En cada uno de esos roles consiguió destacarse. Famosa también por sus amores con Carlos Monzón o Ricardo Darín, desde hace unos años está sola. Al respecto, en una entrevista dijo: ‘‘Siempre tuve un hombre al lado, toda mi vida, y me di cuenta de que la libertad es una cosa fabulosa. Mis últimas experiencias no fueron buenas, me hicieron sufrir. Ahora estoy bárbara’’. Más allá de las eternas bromas sobre sus despistes, o sobre sus cualidades como conductora de televisión, dicen los que la conocen que se caracteriza por su profesionalismo a la hora de encarar el trabajo. Susana recibió el Martín Fierro de

Oro en 1996 y en 2010 se convirtió en la segunda persona (después de Mirtha Legrand) en obtener el de Platino. Actualmente, sigue destacándose en televisión con su programa que invariablemente se encuentra entre los primeros puestos de rating. Juan Carlos Antón C M Y K

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Estela Raval

Un símbolo de la resistencia y la convicción

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on su cuerpito menudo y la voz clara, firme, repetía, casi como un himno, ‘‘resistiré, erguida frente a todo’’. Estela Raval lo decía de verdad, hacía diez años luchaba contra el cáncer que terminó llevándosela en junio del año pasado. ‘La voz del bolero’ se convirtió en el símbolo de la resistencia, de la convicción. Palma Nicolina Ravallo debutó profesionalmente a los 12 años en un conjunto liderado por su hermano Manuel ‘Colorado’ Ravallo, quien tocaba el bandoneón mientras ella cantaba y bailaba folklore vestida de gaucho. A comienzos de los años 50 formó el trío Las Alondras junto a su hermana y su cuñada, con quienes se radicó en Brasil durante un año. Al regreso, conoció a quien luego sería su esposo, Ricardo Romero, con quien se sumó a varias orquestas. El éxito llegó en 1957, cuando inspirados en la banda estadounidense The Platters (Los Plateros), formaron el grupo vocal latinoamericano más famoso de todos los tiempos, Los Cinco Latinos. C M Y K

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Con ellos, Estela y Ricardo verían cristalizados todos sus sueños de cantarle al mundo. El matrimonio duró 34 años. Fueron felices hasta que un episodio de infidelidad acabó con la pareja a fines de los ’80. Fue un golpe tremendo para Estela y, según pensaba, la razón de su enfermedad. Luego de más de diez años de carrera solista, en 1982 fue convencida para reunir nuevamente a Los Cinco Latinos, a raíz del Campeonato Mundial de Fútbol en España. La banda siguió hasta 2007, cuando celebró 50 años en una gira por Argentina, Uruguay, Chile y Estados Unidos. En mayo de 2002, Estela Raval fue a inyectarse botox, pero el cirujano plástico le mandó que se hiciera una mamografía, porque tenía un pocito en la mama derecha. Era cáncer. Los discos posteriores se volvieron un canto de resistencia, aferrada a la vida: ‘¡Adelante!’ y ‘Vivir con todo’. ‘‘La música me alarga la vida, me prolonga. No digo que me curará el cáncer, pero mi espíritu lo mantiene quietito ahí’’.

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Eleonora Cassano Mucho más que una partenaire urante casi una década, Eleonora DCas sano fue la contracara de Julio

Bocca. No fue su partenaire, sino su pareja. Y juntos hicieron que el mundo de la danza conmoviera a millones de argentinos. ‘La Cassano’ se retiró en diciembre del año pasado, pero antes volvió a patear el tablero: se hizo ‘bataclana’ del Maipo y tanguera de ley. Eleonora comenzó su carrera apenas egresó del Instituto Superior del Teatro Colón en 1983 y se fue a Venezuela contratada por la Fundación Teresa Carreño. Cuando volvió al país fue para interpretar roles protagónicos junto al excepcional bailarín Julio Bocca en el Teatro Colón. Con él fundaría más adelante el Ballet Argentino, con el que realizaron varias giras por toda Argentina, Europa y América, incluido los Estados Unidos. ‘‘Mi carrera y la vida van de la mano. Tal vez el empujonazo, el despliegue grande e importante, fue cuando empecé a bailar con Julio Bocca, si bien yo ya había bailando en Estados Unidos y ganado una medalla, y bailaba con Maximiliano Guerra antes que con Julio. Pero el gran arranque fue con Julio, hacer funciones por todo el mundo, crear el Ballet Argentino junto a él. Creo que de lo que más orgullosa me siento es, junto a Julio, haber acercado la danza a la gente’’,

contó. Entre 1996 y 1997 Eleonora dio un giro radical a su carrera: estrenó ‘La Cassano en el Maipo’ y ‘Cassano Dancing’, dos espectáculos en los que además de bailar, cantaba y actuaba. Luego protagonizó el papel de Evita en ‘Eva Duarte’, una obra de danza-teatro especialmente compuesta para ella. ‘‘Yo estuve en Playboy, en el teatro Maipo... Del Colón al Maipo rompí con un montón de moldes que se nos ponían a los bailarines clásicos’’, dijo.


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Mercedes Sosa

La voz del continente E

n octubre de 1950, Gladys Osorio, una niña de 15 años, se paró frente al micrófono de la radio LV12, de Tucumán, y cantó. El efecto en la audiencia fue arrollador, al punto que el dueño de la emisora llegó corriendo al estudio y la contrató en el acto. Esa chiquita, con los años, conquistaría el mundo. Era ‘La Negra’, Mercedes Sosa. El debut real de Haydée Mercedes Sosa fue nueve años después, con el álbum ‘La voz de la zafra’. Sin embargo, Mercedes hallará su destino en 1963, de la mano de su primer esposo, Oscar Matus, y el poeta Armando Tejada Gómez, creadores del ‘Movimiento del Nuevo Cancionero’, una corriente renovadora del folklore argentino y el canto popular. Mercedes Sosa guiará toda su vida artística por los principios del Nuevo Cancionero, venciendo a menudo arraigados prejuicios artísticos, culturales e ideológicos. De allí proviene la selección rigurosa de sus canciones para que tuvieran un fundamento y un fuerte vínculo con lo popular, la apertura constante a jóvenes autores y formas musicales, el intenso diálogo con el rock nacional, el tango y el pop, así como la dimensión latinoamericana de su arte.

R ena cer

El año 1965 fue clave en la vida de ‘La Negra’. En medio de una profunda depresión por su fracaso matrimonial, se coronó como la gran revelación del Festival de Cosquín, por lo que el sello PolyGram la contrató

para grabar el disco ‘Yo no canto por cantar’, con el que alcanzó una fama que nunca la abandonaría. Sin embargo, a principios de los ’70 la Argentina ya era otra. Su disco ‘Mujeres argentinas’ fue censurado por las autoridades militares y sus canciones, prohibidas en Radio Nacional. La lupa estaba ya sobre su obra. En 1979, durante un concierto en la ciudad de La Plata, Mercedes fue detenida junto con todo el público asistente. Aterrada, decidió autoexiliarse, primero en París, y dos años más tarde en Madrid. La vida en Europa no fue fácil. Su segundo esposo, ‘Pocho’ Mazitelli, había muerto el año anterior y ella llegó a pensar en suicidarse. Fue un década de profunda depresión y un éxito sin igual en el Viejo Continente y América.

El re gre so

Mercedes regresó al país poco antes del fin de la dictadura, pero esta vez no era solo una artista de renombre, sino un ícono de la música a nivel mundial. En el país su figura unirá y guiará, como una gran matrona, a una generación: Tersa Parodi, León Gieco, Charly García, Víctor Heredia, Antonio Tarragó Ros, Rodolfo Mederos, Ariel Ramírez y Fito Páez. La Negra se definía a sí misma como ‘‘cantora’’ antes que cantante, en lo que fue una distinción fundamental de la nueva canción latinoamericana: ‘‘Cantante es el que puede y cantor el que debe’’ (Facundo Cabral).

Paloma Herrera La decisión justa decisiones en la vida que cambian H elay rum bo, pa ra siem pre. A Pa lo ma He rre ra le to có a los 15 años. Egre sa da del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y de la Escuela de Ballet de Minsk, en la ac tual Bie lo rru sia, Pa lo ma se pre sentó, presionada por su maestro Héctor Za ras pe, a una au di ción en la School of Ame ri can Ba llet -la más im por tan te de los Estados Unidos y una de las tres más prestigiosas del mundo-, donde inmediata men te in gre só en el cur so más avan zado. A los seis meses, le propusieron dar un concurso en el American Ballet Theatre. Tenía apenas 15 años y dijo sí, sin siquiera con sul tar lo con su fa mi lia .‘‘Yo ni si quie ra me atre ví a ima gi nar el re sul tado: la gente del American Ballet me ofre ció un con tra to en el cuer po de baile. Fue una de las cosas que más me conmovieron en mi vida. Esas son experiencias únicas. Irrepetibles’’, contó Paloma. A los 19 años, Pa loma se convirtió en la primera bailarina más joven de la historia del American Ballet Theatre. Entre los más prestigiosos coreógrafos que han crea do ba llets pa ra ella es tán: Twy la Tharp, James Kudelka, Nacho Duato y Jiri Kylian. ‘‘En el baile, participan los cuerpos, hay proximidades y contactos muy frecuentes y muy intensos. Y todo eso tenien do co mo mar co al go que los dos bai la ri nes aman’’, de fi nió He rre ra, quien, para la Dance Magazine, está entre los primeros diez bailarines del siglo.

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Olga Orozco

Marta Lynch

De Toay a poeta del mundo Y

o, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero. Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe, el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas, la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones, y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer’. Así comienza un poema emblemático de Olga Orozco, una de las poetas más importantes del si-

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glo XX. Nacida en Toay, un pequeño pueblo pampeano, el 17 de marzo de 1920, adoptó como apellido literario el de su madre, Cecilia Orozco, nacida en San Luis. ‘‘Teníamos una casa quinta grande, con frutales y jardines’’ (...) recordó Olga Orozco en ‘Travesías’, de Antonio Requeni. Todavía era un incipien te nú cleo ur ba no, en cla va do en una zo na medanosa, boscosa, donde predominaba la actividad ganadera. En 1928, la familia se trasladó a Bahía Blanca. En 1936 se instaló en Buenos Aires y aquí se recibió de maestra. En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires conoció a Daniel Devoto, a Eduardo Jorge Bosco y, más tarde, a Alberto Girri, poetas y amigos muy queridos. Su pasión por la poesía la llevó a leer a quienes la inspiraron, dijo alguna vez: fueron San Juan de la Cruz, Rimbaud, Nerval, Baudelaire, Milosz, Rilke. Pron to tra bó amis tad con No rah Lan ge y Oliverio Girondo, animadores de un círculo literario y festivo en el cual se vivía y se cultivaba el surrealismo. Formó parte de un grupo de radioteatro, se convirtió así en actriz radial entre 1947 y 1954 con el personaje Mónica Videla. Trabajaba también en Radio Splendid en la compañía de Nidia Reynal y Héctor Coire. En los 60 fue redactora en la revista Claudia. Su primer libro lo escribió en 1946 y se llamó ‘Des de le jos’. Lue go si guie ron Las muer tes (1952), Los juegos peligrosos (1962), La oscuridad es otro sol (1962), Museo salvaje (1974), Can tos a Be re ni ce (1977), Mu ta cio nes de la realidad (1979), La noche a la deriva (1984), En el revés del cielo (1987). En 1998 recibió en Guadalajara el VIII Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo. En Toay, la casa donde nació fue convertida en La Casa de la Cultura ‘Olga Orozco’. Allí está la habitación que ocupó de niña, ambientada hoy con algunos muebles que le pertenecieron: su ca ma, sus tra jes, za pa tos, va li jas, re cuerdos de sus tantos viajes por el mundo y retratos de familia. La ventana que da a los tamariscos tan recordados de su infancia, sigue allí, entreabierta para los ojos de los visitantes. Falleció el 15 agosto de 1999 a los 79 años.

Alejandra Pizarnik Con sus versos se destacó pese a sus tormentos dra Pizarnik nació en el seno de una familia de A inlejan migrantes judíos de origen ruso y eslovaco, que

se dedicaban al comercio de joyería. Creció en Avellaneda y su infancia fue complicada, principalmente por los problemas que tenía de autoestima: hablaba con un marcado acento europeo, sufría acné y tenía tendencia a subir de peso con facilidad. Luego de cursar estudios de filosofía y periodismo, que no concluyó, Alejandra comenzó su formación artística de la mano del pintor surrealista Batlle Planas. Más tarde, viajó a París, donde vivió entre 1960 y 1964. Allí, además de trabajar para la revista Cuadernos y realizar traducciones y críticas literarias, estudió historia de la religión y literatura francesa en La Sorbona. Formó parte asimismo del comité de colaboradores extranjeros de Les Lettres Nouvelles y de otras revistas europeas y latinoamericanas. Fue durante su estadía en el país galo que entabló amistad con el escritor Julio Cortázar y el poeta Octavio Paz. De regreso en la Argentina, Alejandra publicó algunas de sus obras más destacadas y su trabajo se vio reconocido con las becas Guggenheim (1969) y Fullbright

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(1971), aunque no llegó a completarlas. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por serias crisis depresivas que la llevaron a intentar suicidarse en varias ocasiones. Pasó sus últimos meses internada en un centro psiquiátrico bonaerense. El 25 de septiembre de 1972, en el transcurso de un fin de semana de permiso que pasó en su casa, terminó con su vida con una sobredosis de seconal sódico. Tenía sólo 36 años.

Vida y ocaso de una escritora E

l ocho de octubre de 1985 Marta Lynch tomó un re vól ver ca li bre 32 lar go, se en ce rró en un cuarto de su casa en Olivos y se disparó mortalmente. Así, en forma trágica concluía la vida de una gran mujer, que produjo una li te ra tu ra con per so na jes que pin ta ron nues tra forma de ser, como la ‘señora Ordoñez’. Lynch na ció en La Pla ta en 1925. Es tu dió Fi lo so fía y Le tras en la UBA y se ca só con el abo gado Juan Manuel Lynch. Su actuación pública comenzó junto a Arturo Frondizi, con quien habría tenido una relación intensa. Si bien no logró posicionarse como ella quería, la experiencia al la do del lí der de sa rro llis ta le sir vió pa ra la li te ratura. Su libro ‘Alfombra roja’ describe las dudas de un político que alcanza el poder. La aparición de ‘La señora Ordóñez’, unos años después, coincidió con la época en que Marta comen zó a te ner una po pu la ri dad real men te ma siva, más allá de los círculos literarios. “Sería im-

Silvina Bullrich Amante de la literatura francesa

g

Beatriz uido La guionista del cine de ‘culto’ argentino cuenta la anécdota, Beatriz Guido conoció Saegún quien se convertiría en uno de los más laureados

directores del cine argentino, Leopoldo Torre Nilsson, en la casa de Ernesto Sabato, en abril de 1951. Pero la escritora, nacida en Rosario en 1922 -hija del ar qui tec to que di se ñó el mo nu men to a la Ban dera a orilla del Paraná, Angel Guido- es mucho más que la es po sa del di rec tor de ‘La ma no en la tram pa’: fue una gran narradora de su tiempo, que lo describió a partir de personajes que desnudaban su intimidad, sus pensamientos, sus opresiones. Su consagración llegó con la novela ‘La Casa del Angel’ que ganó el premio Emecé. Adaptó junto a Torre Nilsson la versión cinematográfica del libro, inaugurando el llamado ‘cine de culto argentino’. Lue go se gui rían otros títu los co mo ‘Piel de ve ra no’ y ‘Fin de fiesta’ y en 1964 una obra de gran repercusión por su contenido político: ‘El incendio y las vísperas’. Torre Nilsson fue el gran amor de su vida. Por eso cuando el director enfermó, abandonó toda su exitosa carrera por él. Lo cuidaba día y noche y buscó la habitación más grande del sanatorio donde lo internaron. Allí se reunían sus amigos, hacían reuniones, festejos hasta donde se podía. Pero su enfermedad pudo más y Leopoldo dejó a Beatriz en 1978. A partir de ese momento ya no volvió a ser la misma. Perdió su belleza y se abandonó. Fue la gente de editorial Losada quien buscó rescatarla, contratándo la co mo ase so ra li te ra ria y pa gán do le un via je a Madrid para que vuelva a escribir. Publicó un par de li bros que no tu vie ron la fuer za de su pro duc ción anterior. Al llegar la democracia, fue nombrada agregada cultural en España por Raúl Alfonsín, a quien había apoyado durante la campaña. En su nuevo cargo fue, como siem pre, ge ne ro sa. Pro mo vió filmes, es ti mu ló pre mios, ayu dó a los es cri to res y al ber gó a mu cha gente en su casa, una enorme planta baja sobre la plaza Rubén Darío. Falleció el 29 de febrero de 1988.

posible contar las veces que una mujer y otra me han detenido en la calle para decirme: ‘Yo soy la señora Ordóñez’”, comentó alguna vez. Por ese tiempo vivió su época dorada: su literatu ra pa só a ser muy apre cia da en La ti noa mé ri ca. Y en Alemania fue reconocida como una de las diez mejores cuentistas sudamericanas. En 1970 fue invitada como jurado al concurso Ca sa de las Amé ri cas, en Cu ba, y des cu brió una sociedad que la recibió con los brazos abiertos. Apoyó la revolución castrista. Luego apoyó al peronismo y se ganó un lugar en el charter que trajo de vuelta al General. Tras el golpe del 76 sus ideas revolucionarias cam bia ron por el apo yo al ré gi men de fac to y su delirante incursión en Malvinas. En el regreso de la democracia quedó marginada de los círculos intelectuales y empezó su decadencia. Deci dió el sui ci dio lue go de su frir va rios cua dros depresivos.

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mante de la literatura francesa y de autores como Zola, Balzac y Flaubert, Silvina Bullrich, nacida en Buenos Aires el 4 de octubre de 1915, fue una refinada mujer que se codeó con los más grandes escritores de la época y que también se destacó como guionista de cine y periodista. Se crió en un ambiente privilegiado con viajes constantes a París. Su

padre, Rafael Bullrich, hijo de alemanes educado en la capital de Francia, fue un prestigioso cardiólogo y decano de la Facultad de Medicina en la Universidad de Buenos Aires. De joven, enseñó literatura francesa en la Universidad Nacional de La Plata. Compartió un círculo de escritores de lu jo que in cluía a ‘Ma nu cho’ Mujica Lainez, Adolfo Bioy Casares, Estela Canto y Jorge Luis Bor ges, con quien seleccionó una serie de tex tos de la se rie ‘El Compadrito’. En 1961 obtuvo el primer Pre mio Mu ni ci pal por ‘Un mo men to muy lar go’ y ‘El he chi ce ro’. Du ran te años en ca be zó la lista de best sellers con tí tu los co mo ‘Los bur gue ses’. Sus li bros fue ron tra du ci dos a va rios idiomas. El gran amor de su vida fue Marcel Dupont, quien murió de cáncer. Este hecho la llevó a escribir la novela ‘Los pasajeros del jardín’, uno de sus títulos más conocidos, sobre todo a partir de que fue llevada al cine por el director Alejandro Doria, con las actuaciones de Graciela Borges y Rodolfo Ranni. En sus últimos años vivió retirada en Punta del Este. Al igual que Borges, falleció en Ginebra en 1990 debido a una enfermedad pulmonar.

Silvina Ocampo No sólo la mujer de Bioy te, a Silvina Ocampo se I lanjussuetalemenrecor dar principalmente como la mujer de Adolfo Bioy Casares. Pero la escritora, nacida el 28 de julio de 1903 en Buenos Aires, fue mucho más que la gran compañera del autor de ‘La Invención de Morel’. Criada en un ambiente intelectual, e influenciada por su hermana Victoria, se destacó como una importante escritora, pintora y poeta. Tuvo una educación de excelencia. En su juventud estudió dibujo en París con Giorgio de Chirico y Fernand Léger. Por esos años conoció al escritor Italo Calvino quien prologó varios de sus cuentos. A Bioy Casares lo conoció en 1933 y con él contrajo matrimonio en 1940. Se convirtieron en una pareja admirada y querida. Ambos se complementaron muy bien. Compartían lo afectivo y lo profesional. De hecho, alguna vez Bioy supo declarar que nunca publicó nada sin mostrárselo antes a Silvina, y la escritora a su vez afirmó: “En general, sigo sus observaciones: pero a veces, cuando él me dice que debería eliminar un pasaje o contar algo de otro modo, lo dejo tal cual, y a menudo tengo razón”. La revista Sur dirigida por su hermana Victoria publicó sus primeros cuentos, poemas y traducciones. Allí aparecen también las primeras reseñas de

sus libros. Con ‘Espacios métricos’, publicado en 1942 por la editorial Sur, obtuvo el Premio municipal. Luego el Segundo Premio Nacional de poesía por ‘Los nombres’ en 1953 y volvió a obtener una distinción en 1962 por ‘Lo amargo por dulce’: el Premio Nacional de poesía. En colaboración con Bioy Casares publicó la novela policíaca ‘Los que aman, odian’, en 1946, y con Juan Rodolfo Wilcock la obra de teatro ‘Los Traidores’ en 1956. Publicó en colaboración con Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, la célebre ‘Antología de la literatura fantástica’ en 1940, y la ‘Antología poética argentina’ en 1941. En los últimos años el ámbito académico argentino ha comenzado a redescubrir y apreciar su obra. Además de sus cuentos y poemas, se destacó por una valorada obra pictórica. Fue reconocida como Ciudadana Ilustre de la ciudad de Buenos Aires, y condecorada con la orden de las Artes y las Letras en Francia (1985). Sus últimos tiempos fueron duros: por una enfermedad debió estar postrada durante tres años. Falleció en 1993 y fue enterrada en el panteón de la familia en Recoleta, junto a su hermana Victoria y cerca de su gran amor, Adolfo Bioy Casares.

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graciela Borges Con su voz y magnetismo nos conquistó S

i hay estrellas de carne y hueso, sin dudas ella es una. Graciela Borges, ‘la’ actriz del cine argentino, a través de su larga ca rre ra lo gró tras pa sar la pan ta lla pa ra transmitir un magnetismo sin igual. Nacida Gra cie la Noe mí Za ba la, el 10 de ju nio de 1941, ‘Gra’ siem pre se des ta có por su voz ronca, su piel blanca y sus ojos intensos que la convirtieron en actriz fetiche de muchos de los grandes directores del cine de nuestro país. Cuando era niña, “cerca de los 10 años”, recordó en una entrevista, sus compañeras se reían de su ras po sa voz. “Es ta ba in ti mi da da, con ver güen za de ha blar mu cho”, con fe só. Con los años, esa voz se ría cla ve para triunfar. De bu tó en ‘Una ci ta con la vi da’ de Hu -

go del Carril. Fue musa de Leopoldo Torre Nil son, en pelí cu las co mo ‘Fin de fiesta’ y ‘Piel de verano’, y luego de Raúl de la Torre, de quien también fue pareja. Pe ro ‘Gra’ tam bién fue la ca ra de fil mes de Leo nar do Fa vio, Ma nuel An tín, Ja vier Torre, Lucrecia Martel, Luis Ortega y Daniel Burman, entre muchos otros. Se casó con el corredor de autos Juan Manuel Bordeu, con quien tuvo a su único hijo: Juan Cruz. Her mo sa, lla ma ti va, in te re san te, al gu na vez ad mi tió que nun ca cre yó que se ría ac triz. Aho ra, en su ma du rez, con ti núa tra ba jan do y se man tie ne fir me en una fi lo sofía: ‘‘Dar todo lo mejor cada día, sin esperar resultados’’. Juan Carlos Antón

Norma Aleandro El talento y tesón de una actriz fuera de serie Official Story’’. Es“ taAndfrasetheprowinnunnerciais:daThe en la entrega de los Os-

car de 1986 hicieron de Norma Aleandro una celebridad. La película que ella protagonizaba, ‘La historia oficial’, ganaba nada menos que el Oscar y ella estaba en Hollywood abriendo el sobre que la consagraba. A partir de entonces, los argentinos la conocieron masivamente y paralelamente se multiplicaron las ofertas de trabajo en Estados Unidos. Sin embargo, Norma no quiso seguir con la aventura de Hollywood -que incluso le valió ser nominada como actriz para los premios de la Academia por la película Gabi-. No. Ella quería el teatro. Y el teatro que se hace en Buenos Aires. Y un buen día decidió volver al país y seguir su carrera aquí, donde brillaba desde hacía décadas. Lejos de las luces pero cerca de lo que más ama. Norma nació en Buenos Aires en 1936. Hija de padres actores, desde muy pequeñas supo que lo suyo era actuar. Y le costó lágrimas y rechazos. De hecho, una profesora de actuación le dijo: ‘‘Usted para actriz no sirve’’. A pesar del golpe, ella se sobrepuso, siguió estudiando y con los años se transformó en

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‘‘la’’ actriz argentina por excelencia. Actuó en obras de Eurípides, Molière, Lope de Vega, Cervantes, Tirso de Molina, Tennessee Williams y Arthur Miller. Durante la década de 1970 fue parte del grupo Gente de Teatro -o Clan Stivel- dirigido por David Stivel, y deslumbró en el ciclo televisivo ‘‘Cosa juzgada’’. Amenazada por la Triple A, en 1975, debió exiliarse en el exterior. Después de seis años, regresó al país y protagonizó la obra teatral La señorita de Tacna, de Mario Vargas Llosa. Posteriormente filmó La historia oficial, con Héctor Alterio. En 2001 actuó junto con Ricardo Darín y Héctor Alterio en El hijo de la novia, que fue un gran éxito, ese año recibió el Premio Konex de Brillante. Asimismo, tuvo grandes hitos teatrales, uno de ellos fue en 1997 y 2012 cuando personificó a María Callas en la pieza Master Class. Sin dudas, y a pesar de que a ella no le guste demasiado, Norma Aleandro tiene el rótulo de ‘‘mejor actriz argentina’’ desde hace décadas. Y lo consiguió a puro talento. J.C.A.


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Lola Membrives Una vida de teatro entre España y la Argentina

En sus últimos años, su cuerpo parecía un despojo acurrucado en un sillón entre las patas del teatro que hoy lleva su nombre. Su hijo la inyectaba con un analgésico y cuando ella entraba al escenario para encarnar a ‘la Raimunda’ de ‘La Malquerida’, se erguía de modo tal que hasta aparecía una notoria turgencia en sus pechos. Toda esa monumental energía se desvanecía cuando dejaba la escena y volvía a ‘ovillarse’ entre tremendos dolores’’, contaba el periodista Rómulo Berruti sobre la gran Lola Membrives. Y era así, doña Lola llevaba el teatro en la sangre, revivía en cada nueva función. Hija de inmigrantes españoles, había nacido en Buenos Aires en 1888 y, de hecho, su vida artística transcurrió entre España y Buenos Aires. Fue tal su excelencia como actriz que algunos de los más destacados dramaturgos de la primera mitad del siglo XX, como Antonio Machado y Jacinto Venavente, escribieron roles para ella. Igualmente, se transformó en una de las más importantes intérpretes del teatro de Federico García Lorca, al que conoció en 1931 y con quien realizó una gira por

rrientes, Multiteatro, durante muchos años se llamó como ella. Era Blanca Podestá (1889-1967), actriz

Creó sus propios personajes y deslumbró con su magia T deodomoslo trapobaderoensoesque ce-

Hispanoamérica. Desde 1943 fue administradora del Teatro Cómico, en la avenida Corrientes, donde también realizó los estrenos de sus obras durante las siguientes décadas. Actualmente, ese tradicional teatro porteño lleva su nombre. Falleció en Buenos Aires en 1969. Al despedirla, la actriz Iris Marga, presidenta de la Casa del Teatro, dijo: “Carne viva de anhelos, pozo hondísimo de la emoción, dio verdadera vida a personajes que terminaron por ser pedazos de ella misma: la Raimunda, la madre de ‘Bodas de sangre’, aquella Lola, de los hermanos Machado. Ella fue más que una actriz genial, fue un alma y una voz”. J.C.A.

Blanca Podest á Heredera de una dinastía teatral u nombre es sinónimo de teatro, S tan to que una sala de la calle Co-

Niní Marshall

na, se des va ne cía en su vi da so cial. La gran Ni ní Marshall (1903-1996) era ex tre ma da men te tí mida. Ella misma en una en tre vis ta ad ver tía: ‘‘Creo que soy tan tímida que in ven té mis per so na jes pa ra es con derme detrás de ellos’’. Ni ní fue ac triz, guio nis ta y hu mo ris ta. Ge ne ra cio nes de ar gen ti nos dis fru ta ron de sus per so na jes en tra ña bles como Catita y Cándida. Con Luis Cé sar Ama do ri, filmó las primeras super pro duc cio nes de la historia del cine argentino: Carmen y Madame Sans Gêne. En los años 50 tu vo pro ble mas con la censura y debió exiliarse en México porque, según una de las versiones, el lenguaje utili za do en sus per so na jes era con si de ra do ‘‘una deformación del idioma’’. Sucede que sus personajes eran disparatados, críticos, lejos del deber ser. Catita por ejemplo -según explicó el crítico cinematográfico Claudio España- era ‘‘dicharachera, pe tu lan te, con ven ci da de lo que di ce y de cómo lo dice. Para ella, el mundo que la enfrenta está al revés’’. Niní tuvo un gran talento para reproducir los ras gos del ha bla de dis tin tos sec to res so cia les o de co lec ti vi da des. In clu so, mereció ser investigada por la Universidad de La Pla ta que re gis tró el len gua je de sus personajes. Su enor me ca pa ci dad co mo ac triz pe ro también como autora de sus propios guiones fue siempre ampliamente reconocida.

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Juan Carlos Antón

perteneciente a la legendaria dinastía familiar de los hermanos Podestá, dedicados al escenario en el Río de la Plata. Según cuentan las crónicas, era una intérprete sensible e intuitiva que pisó por primera vez un escenario a los seis años y pronto decidió dedicar su vida al teatro. Dicen que compuso a lo largo de su carrera más de 500 personajes. Blanca fue una notable actriz de fuerte temperamento dramático. Integró el elenco de la Comedia Nacional del Teatro Cervantes, se desempeñó en numerosos radioteatros y fue una importante productora teatral. En su teatro Smart, impulsó el teatro clásico y contemporáneo. Trabajó en cine en ‘‘Manuelita Rosas” y “Camila O’Gorman”, entre otras películas. Falleció en Buenos Aires el 17 de mayo de 1967. J.C.A.

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Mirtha Legrand

Un ejemplo de profesionalismo, glamour y envidiable vigencia “

Yo le agradezco al público todo lo que me dio pe ro yo, Mirt ha Le grand, les he da do mi vida’’, dijo alguna vez. Y tal vez haya sido así. Pro fe sio nal has ta la ob se sión, per fec cio nis ta, siempre impecable. Nacida en Villa Cañás, el 23 de fe bre ro de 1927, Ro sa Ma ría Jua na Mar tí nez Suárez, logró pasar más de 70 años en el primer

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plano del espectáculo argentino. Y continúa actualmente con dos programas de televisión. Sin du das, un ca so úni co de vi gen cia a es ca la mun dial. ‘Chi qui ta’ debu tó a las 14 años con la pe lí cu la Los mar tes, or quí deas. ‘‘¡Lle gué al ci ne en tranvía y me fui en un Cadillac! No sé de quién era, pe ro me acom pa ña ron mi ma dre y mis her ma nos’’. En ese mo men to, di jo ella, sin tió que se convirtió en una estrella. Y así fue. La ca rre ra de Mirt ha tu vo dos eta pas bien di fe ren cia das: la pri me ra fue la épo ca de oro del cine argentino, donde compartió el estrellato con figuras como Niní Marshall y Tita Merello. Obtuvo enorme éxito con películas como La vendedora de fantasías, Vidalita y La pequeña señora de Pérez. La otra gran eta pa, que si gue has ta hoy, co menzó en 1968 con su programa televisivo ‘‘Almorzando con las estrellas’’, transmitido por Canal 9. Po co des pués, el ci clo fue re nom bra do a ‘‘Al mor zan do con Mirt ha Le grand’’ de bi do al protagonismo que adquirió la anfitriona. En una en tre vis ta so bre los ata ques que re ci bía en los últimos años sobre todo por sus opiniones sobre el Gobierno nacional, Mirtha dijo: “No, no, no van a poder conmigo. Yo soy quien soy por mérito propio y el público me demuestra su amor y su ca ri ño co mo el pri mer día. Du do de que haya en el mundo una mujer de mi generación que todavía esté tan vigente. La Loren muy cada tanto hace algo, Gina Lollobrigi da es tá re ti ra da. Mi ma ri do Da niel Ti nay re siempre me decía ‘tu carrera es milagrosa Chiquita’ y tenía razón’’. Juan Carlos Antón

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María Luisa Bemberg Una ‘señora de nadie’ que deslumbró en el cine nacional

Nélida Roca La inolvidable ‘Venus de la calle Corrientes’ teño de los años 60, todos la llamaban E ‘‘LaconoRopor ca’’ o la ‘‘Venus de la calle Corrientes’’. NéI

lida Roca (Nélida Mercedes Musso) nació en Buenos Aires en 1929 -y falleció en 1999, tras un largo retiro- fue una gran vedette de la revista porteña. A pesar de la oposición paterna, desde pequeña quiso ser artista. Comenzó como cantante de la orquesta de jazz de su pareja, Julio Rivera Roca. Se destacaba pero no era suficiente. Todo cambió cuando en 1948, Luis Cesar Amadori, dueño del Teatro Maipo, quedó fascinado con ella cuando la descubrió cantando jazz en la Confitería Richmond. Tanto fue el deslumbramiento que Amadori le produjo un show con ella como estrella y Nélida se transformó en leyenda. Dueña de un cuerpo escultural en una época en que no existían cirugías estéticas ni siliconas, dicen que no hubo vedette que bajara la escalera en la revista con tanto garbo. Era diva, exigente. No quería a nadie con el mismo tamaño de cartel, ni admitía a otra morocha en el elenco. Además reclamaba que su nombre figurara dos veces y fue la primera figura que logró ir a porcentaje: se llevaba el diez por ciento de la recaudación bruta. Tímida, fanática de River Plate, sus revistas junto a Dringue Farías, Adolfo Stray, Jovita Luna y Beba Bidart forman parte del acervo cultural de la ciudad. Tan lejos de las figuras mediáticas actuales, la Roca esquivaba entrevistas bajo el argumento: “No tengo nada interesante para decir”. Se escapaba con sus inmensas lentes negras, su toca o gorro para desaparecer completamente. Su último espectáculo fue en el invierno de 1974 con La Revista de Oro, junto a Jorge Porcel y Susana Giménez, en el Teatro Astros. Decidió vivir recluida los últimos años de su vida y que el recuerdo de su belleza quedara intacto en la memoria del público. Juan Carlos Antón

ca es tarde. Esa frase trillada en cierto modo Nun grafica lo que le sucedió a María Luisa Bemberg.

Lydia Lamaison Una actriz enorme que supo hacer de villana y abuela entrañable hasS tauspoojosco clatiemrosposianguietesronde ilusu mimuernante,doocula rripandataenlla2012

a los 97 años. Lydia Lamaison fue una primerísima actriz teatral, cinematográfica y televisiva. Intérprete de carácter sutil, pero también querida abuela de la TV. Era una de la pocas actrices legendarias que continuaba activa en la Argentina. Dueña de un gran abanico de matices, Lydia sabía inculcar a sus personajes amor, odio, calidez, según las circunstancias, con la misma sensibilidad. Debutó en teatro en 1938, en una versión de Cándida, de Bernard Shaw. Y no paró de trabajar. Supo ser la villana de las telenovelas y más tarde pasó a convertirse en la abuela generosa junto a Andrea del Boca y Natalia Oreiro. Dueña de una envidiable vitalidad física y mental, hacia el final de su vida, decía: ‘‘Actuar ya es algo natural para mí. De todas formas, debo reconocer que lo mío no es un milagro, es una gran salud. Teniendo salud uno puede moverse, charlar, trabajar y disfrutar la vida con lucidez. Soy una privilegiada: a los 91 años puedo trabajar de lo que me gusta y andar por el mundo como si fuese una adolescente’’. J.C.A.

Durante su vida, cumplió con todo lo que se esperaba de ella y de su posición social: formó su familia, tuvo hijos, guardó un discreto segundo plano. Sin embargo, había algo que le hervía en la sangre. Casada con el arquitecto Carlos María Miguens en 1945, durante el peronismo vivió en España y Francia. Se divorció diez años más tarde, para dejar de ser “la señora de Miguens’’ y convertirse en ‘‘la señora de nadie” (el título de una de sus películas). Sobre el cambio en su vida, ella recordaba: “De niña no iba al cine. Sólo se me permitía ir una o dos veces al año. Tuve una infancia horrible, donde todo lo que importaba eran mis modales. Tuve poco afecto y un padre muy poderoso que leía las noticias de la bolsa y me hablaba a través de una institutriz. Mi madre era la típica matrona argentina de origen español, muy educada pero sola. Cuando me volví cineasta, traté de vengarla y evitar ser como ella”. María Luisa fundó su propia empresa de producción cinematográfica con la productora Lita Stantic y a los 58 años, en 1981, dirigió su primer largometraje (Momentos). A propósito del estreno escribió: ‘‘Sabía que si mi película salía mal no iban a decir ¡qué bestia, la Bemberg! sino ¿No ven que las mujeres no sirven para hacer cine? y ahí caían en la volteada millones de mujeres inocentes’’. María Luisa se especializó en la problemática femenina en todas sus películas. Su película Camila, sobre Camila O’Gorman con Susú Pecoraro e Imanol Arias, fue nominada al Premio Oscar como mejor filme extranjero en 1985. Murió en Buenos Aires enferma de cáncer a los 73 años. Fue la más importante directora mujer de la historia del cine argentino. J.C.A.

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tita Merello Rea y apasionada, ella fue la gran voz del tango S

u cu na fue un con ven ti llo. Y de al gu na for ma du ran te to da su vi da le rin dió ho menaje a ese lugar emble má ti co de la cul tu ra por te ña. Lau ra Ana Me re llo -la gran Ti tana ció el 11 de oc tu bre de 1904 en la ca lle De fen sa en me dio de la po bre za pe ro ya des de su

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in fan cia de mos tró te ner to das las ga nas de triun far. Es tre lla popular, actriz de raza, cantante con una personalidad arrolladora. Pocas figuras en la historia del espectáculo argentino alcanzaron tales apelativos. Su primer papel en cine fue en ¡Tango! -el primer fil me so no ro ar gen ti no-, jun to a Li ber tad La mar que y Luis San dri ni quien fue ra el gran amor de su vida. ‘‘Con Luis vivimos una hermosa historia. Dejé muchas cosas para estar junto a él, pe ro no me arre pien to de na da’’, di jo al gu na vez en una de las pocas oportunidades en que quiso hablar del tema. Es que así era ‘la Merello’: drástica, si algo no le gustaba, lo decía. Apasiona da sin igual, sus fra ses se hi cie ron cé le bres a través de los años. Acá van algunas: ‘Muchacha, ¿te hiciste el papanicolau?’; ‘Soy pacifista sobre todas las cosas. Soy hincha de Gandhi, democrática’; ‘La única frustración de mi vida es no haber tenido hijos’. A lo largo de sus 98 años, se ganó el amor del público. Su inconfundible voz la hizo vocera de varias generaciones de mujeres chuecas, feas y malevas, aunque ella no era fea, claro está. ‘‘Se dice de mí/se dice que soy fea/que camino a lo malevo/que soy chueca y que me muevo con un aire compadrón’’, decía la letra de su tango más conocido. Al mo men to de su muer te, con ta ba con más de treinta películas filmadas, innumerables actuaciones en teatro, radio y TV. Claramente, ella fue más allá que cantante de tango o actriz, definitivamente fue por sí misma, el gran espectáculo argentino. Murió el 24 de diciembre de 2002 en la clínica Favaloro. Juan Carlos Antón

Libertad Lamarque Fue la ‘novia de América’ y brilló en cine, teatro y TV

La Argentina es mi tierra, pero México es mi cielo. La Argentina me dio a conocer al mundo y México prolongó mi carre ra’’, di jo al gu na vez Li ber tad La mar que, la novia de América, una de las artistas nacionales que logró mayor trascendencia interna cio nal pe ro que también le debía mu cho a México, el país que la cobijó en los años cuarenta. Nacida en Rosario en 1907, ‘Liber’ -tal como le decían familiarmente- se casó dos veces y tuvo una hija. Pero siempre fue discreta con su vida privada. Sin estridencias, con sumo profesionalismo y carisma, consiguió escalar posiciones como artista hasta transformarse en un ícono. Contralto afinada con un registro extremadamente agudo, logró convertirse en una leyenda siendo la protagonista de la primera película sonora argentina ‘¡Tango!’ en 1933. El cine la erigió como su voz preferida y sobre sa lió en pe lí cu las co mo Ma dre sel va, Be sos Bru jos y Ayú da me a vi vir. Fue pro ta go nis ta principal de la época de oro tanto del cine argentino como del mexicano.

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Tuvo que exiliarse en el país azteca con la llegada del peronismo al poder. Su enfrentamiento con la actriz Eva Duarte, más tarde Evita Perón, fue clave. Sin embargo, Libertad siempre negó que le hubiera dado una cachetada, tal como se especuló. ‘‘Ella llegó tarde por enésima vez a una filmación y yo le hablé en un tono fuerte. Eso fue todo’’, aclaró alguna vez. Ac tuó en exi to sas obras tea tra les co mo He llo Dolly y ha cia las dé ca das de 1970 y 1980, una nueva generación la conoció gracias al éxito de sus te le no ve las, es pe cial men te So le dad (1981) producida por Televisa de México. Sorpren dida por su vigencia a través de las déca das, ‘Liber’ decía: ‘‘El público me ha estirado la vida. Se lo agradezco y sólo le pido que me la aprisione y no la suelte’’. Trabajó hasta dos semanas antes de morir. Su último trabajo fue en la telenovela Carita de ángel. Doña Liber tenía entonces 92 años. Genera cio nes de mu je res qui sie ron ser co mo ella. Cumplir el sueño de Libertad. J.C.A.

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Amalia Lacroze de Fortabat

‘La dama de cemento’ A

malita, como se la conocía, fue por mucho tiempo la mujer más poderosa de la Argentina. Icono de los años 90, fue amiga de presidentes, embajadores y de destacadas personalidades del país y del exterior. Sobresalió por su rol como empresaria, aunque el arte y la filantropía ocuparon gran parte de su vida. María Amalia Sara Lacroze Reyes Oribe estaba casada con el abogado Hernán de Lafuente Sáenz Valiente, padre de María Inés -su única hija-, cuando conoció al industrial Alfredo Fortabat, casi tres décadas mayor que ella. El romance se concretó a pesar de que ambos estaban en pareja y el escándalo fue mayor cuando ambos decidieron abandonar sus matrimonios, ya que el divorcio no estaba permitido en ese momento. En 1947 se casaron en segundas nupcias en Uruguay, y luego lo harían cinco veces más en distintas partes del mundo. En 1976, Amalita quedó viuda y debió tomar el mando un imperio que incluía la cementera Loma Negra, otras compañías, estancias, ganado, aviones y obras de arte. Convertida en empresaria, elevó las ganancias de la cementera a niveles rércord. Durante el régimen militar, Loma Negra se convirtió en la mayor proveedora de cemento para la obra pública generando grandes ganancias. Durante los gobiernos democráticos la facturación no fue menor. El mismo año que falleció su marido, creó la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat, una institución que donó millones de dólares a organizaciones de caridad en todo el país. Durante el gobierno de Carlos Menem, con quien man-

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tuvo una estrecha relación, fue nombrada embajadora itinerante y plenipotenciaria, y en 1992 fue designada presidenta del Fondo Nacional de las Artes. Indudablemente exitosa en los negocios, incursionó también en los medios de comunicación. Manejó dos radios, El Mundo y Horizonte, y en 1993 adquirió el paquete mayoritario de La Prensa, que presidió hasta 1995. Incluso se dio el lujo de tener un equipo de fútbol, ‘Loma Negra’. Tapa de revistas por su fortuna y excentricidades, la ‘dama del cemento’ llegó a ser mencionada por la Forbes como la mujer más rica de la Argentina, con una fortuna que superaba los 1.600 millones de dólares. En el 2000, las deudas se incrementaban y su nieto Alejandro Bengolea se hizo cargo de casi todas las empresas. Finalmente, en 2005, a los 84 años, Fortabat vendió Loma Negra, al grupo brasileño Camargo Correa. Ese mismo año, el presidente Néstor Kirchner le retiró el cargo de embajadora plenipotenciaria y, en 2009, comenzó a ser investigada por supuesta evasión de impuestos. Quien llegó a ser retratada por Andy Warhol, decidió dedicar el resto de su vida al arte y la filantropía, y con su colección de obras abrió su propia galería, el Museo Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, en Puerto Madero. En los últimos años comenzaron sus problemas de salud y ya no se la veía públicamente. Había asegurado que viviría hasta los 100 años, sin embargo falleció a principios de 2012, una década antes de lo que había prometido.

Ernestina Herrera de Noble ‘La Señora’ del imperio mediático fesional de flamenco a dueD eñaserdeunaunbaiimlapeririona pro mediático. La vida de Ernesti-

na Herrera de Noble pasó de un extremo a otro y, actualmente, aseguran que posee una fortuna que supera los 1.000 millones de dólares. Ya siendo viuda, adoptó durante la dictadura militar a dos niños. Años más tarde, esta sería la razón de un gran litigio judicial en el que fue acusada de sustracción de bebés. En los años 50, Ernestina Herrera era una joven bailarina de flamenco. Fue en esa época en la que conoció a Roberto Jorge Noble, dueño del diario Clarín. Noble estaba en pareja con María Guadalupe Zapata Timberlake, con quien tuvo a Guadalupe. En 1960 se separó y siete años más tarde contrajo matrimonio con Ernestina. En 1969, Noble falleció de cáncer y la dejó al frente de un incipiente empresa de medios de comunicación que luego se desarrollaría enormemente, bajo su presidencia y la labor del CEO Héctor Magnetto. Actualmente el diario, junto con Canal 13, TN, Artear, Volver, Multicanal, Cablevisión, Radio Mitre, La 100, La Razón, Olé, TyC Sports, Pol-ka, La voz del Interior, Diario Los Andes, Fibertel y otros medios conforman el Grupo Clarín.

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La existencia de varios testamentos generó una batalla judicial entre ‘Lupita’, única hija de Noble, y Ernestina. Finalmente, la primera obtuvo casi toda la fortuna que rodeaba la estancia La Loma, y la segunda heredó el diario Clarín. La relación entre ellas nunca fue buena. En 1976, “cuando ya era grande y estaba sola”, decidió adoptar dos niños: primero, una nena, a la que llamó Marcela; y, después, a un varón, Felipe.

Durante la dictadura militar fueron apropiados cientos de bebés. Esta fue la razón por la cual, en 2002 las Abuelas de Plaza de Mayo denunciaron que Marcela Noble Herrera y Felipe Noble Herrera podrían ser hijos de desaparecidos, ya que aseguraban que hubo irregularidades en la adopción. A partir de allí, se desató una guerra judicial. Incluso, a fines de ese año, el juez Roberto Marquevich dispuso la detención de Ernestina y le negó la excarcelación. Sin embargo, luego de unos días fue liberada. Dos años más tarde, Marquevich fue destituido. La investigación sobre la identidad de los hijos de Herrera Noble continúo, pero se fue alargando y retrasando, hasta que sólo quedó un recurso ante la Corte Suprema. Los abogados no recurrieron a esa instancia y aceptaron la extracción de pruebas. El ADN de Marcela y Felipe fue entrecruzado con los del Banco Nacional de Datos Genéticos, específicamente con el de los desaparecidos entre 1975 y 1976, y el resultado fue negativo. ‘La Señora’, como la llaman en Clarín, además de dirigir el diario por más de 40 años, preside la Fundación Noble y es miembro de instituciones como el Instituto de Prensa Internacional y la Asociación Mundial de Periódicos. Desde 1997 es una de los dos representantes latinoamericanos del Comité Consultivo de la Unesco para la Libertad de Prensa. Según comenta el historiador, el matrimonio de Victoria y Luis no funcionó y se disolvió casi en forma natural, “en tiempos en los que había que tratar de cuidar las formas porque todo esto era mal visto”. Por aquella época los matrimonios no se separaban sino que la mujer trataba de disimular las fallas que pudieran existir en la pareja y se mantenía al lado del hombre.


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Margarita Barrientos

Dar hasta lo que no se tiene M

argarita Barrientos es quien fundó en 1996 el comedor ‘Los Piletones’ en Villa Lugano, que hoy alimenta a más de 1.500 personas por día. Esta mujer es quien logró transformar penas y carencias en solidaridad y amor. Santiagueña, nació en 1961 en una familia humilde y aprendió sobre el dolor desde muy chica. Cuando tenía doce años su madre, de origen toba, murió de leucemia y al poco tiempo su padre la abandonó a ella y a sus diez hermanos. Dejados a su suerte, los tres más chicos Margarita, Martín, de 13 años, y Nilda, de casi 10, decidieron partir de la ciudad en dos caballos. El varón fue rumbo al pueblo de Vilela y las dos nenas hacia a Añatuya. Allí, las hermanitas se sep-

Adelia María Harilaos de Olmos Poder y beneficencia miga de papas y presidentes, Adelia María HariA laos de Olmos se encontraba entre las damas más

adineradas y de mayor influencia del siglo XX. Fue una de las más grandes benefactoras a favor de la Iglesia Católica y los pobres. Ella y sus dos hermanos tuvieron una infancia rodeada de lujos gracias a la cuantioso herencia dejada por su abuelo paterno, sin embargo, su madre, doña Carolina Senillosa, se encargó de dilapidar cada centavo. Así, cuando los tiempos de vacas flacas afectaron a la familia, su padre, don Horacio Harilaos, abandonó a las dos mujeres y partió hacia Europa junto a sus hijos varones. Conoció a quien sería su esposo en 1895. Don Ambrosio Olmos, un acaudalado terrateniente y ex gobernador de Córdoba, se enamoró a primera vista de ella. Algunos dicen que la superaba ampliamente en edad y otros lo niegan, lo cierto es que no lo correspondía. Con la complicidad de su futura suegra, Olmos se casó con Adelia el 2 de mayo de 1902 en París. En 1904 regresaron a Buenos Aires y compraron una casa en la avenida Alvear -luego la donó a la Nunciatura Apostólica-. Tiempo más tarde comenzó a padecer problemas mentales y en 1906 falleció su esposo. Fue declarada demente y su hermano Horacio pasó a administrar

su enorme fortuna, pero luego de un año tuvo una recuperación milagrosa y comenzó a retomar su vida social. Formó parte de la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires. A Adelia María se le debe la creación de varias iglesias en la Ciudad y la Provincia, incluso escuelas y hospitales. Además, integró otras numerosas entidades benéficas desde las que trabajó intensamente en pos del necesitado. En 1934 compró a Juan Antonio Fernández y Rosa de Anchorena el palacio ubicado en avenida Alvear al 1600 -actualmente sede de la Secretaría de Cultura de la Nación- especialmente para que se alojara el Cardenal Eugenio Pacelli (luego Papa Pío XII), y posteriormente, los presidentes del Uruguay y Paraguay. Su labor benéfica fue premiada por el papa Pío XI, quien en 1930 le concedió el título de Marquesa Pontificia. Incluso Eva Perón la visitó en su casa en vísperas de su gira por Europa, se dice que para pedirle consejos pues pretendía ser Marquesa Pontificia. Doña Adelia murió el 15 de septiembre de 1949 en medio de gran pesar y sus restos fueron sepultados en la iglesia del Corazón Eucarístico de Jesús (de las Hermanas Esclavas), junto a los de su esposo.

araron. Barrientos se dirigió rumbo a Buenos Aires, vivió un tiempo en lo de un hermano y luego en la calle. Fue empleada doméstica de un militar, hasta que a los 15 años conoció a Isidro, quien la doblaba en edad, y se casó. Su marido era camionero, pero a raíz de un accidente le tuvieron que amputar un brazo. De ahí en más, la familia -integrada ya por madre, padre y varios hijos- debió cartonear y cirujear para sobrevivir. Un día, al ver que sus vecinos, un abuelo y sus siete nietos, no tenían qué comer, Margarita comenzó a prepararles el desayuno todos los días. Es que entre las changas que hacía Isidro, una era limpiar panaderías, donde le daban el pan y las facturas que sobraban. Luego, al desayuno se le sumó el almuerzo, y al abuelo y sus nietos otras personas. Algunos almaceneros y verduleros se enteraron de lo que Margarita hacía y empezaron a regalarle verdura y mercadería. El resto lo compraban con lo poco que conseguían. Con un Estado ausente, el comedor se convirtió en una realidad. La noticia corrió rápido y por medio de donaciones se fueron agregando paredes al lugar y platos a la mesa. Por su inmensa obra fue nombrada Mujer del Año en 1999 e invitada a almorzar al programa de Mirtha Legrand. Su hermana Nilda, que se encontraba en un hogar para señoritas en Villa Martelli, la vio en la televisión y se contactó con ella. Se reencontraron luego de 27 años y hoy trabajan juntas. Además, en 2011 fue distinguida como Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Gracias al trabajo de su marido, sus 11 hijos -dos de ellos adoptados-, decenas de colaboradores y, especialmente, el de ella, hoy ‘Los Piletones’ no sólo le da de comer a los que menos tienen, sino que también contiene al barrio. La fundación que lleva su nombre creó un hogar de día para ancianos, una guardería, un centro de salud, una panadería y una fábrica de pastas. Dar al prójimo hasta lo que no se tiene, esa es en resumen la historia de Margarita Barrientos. Silvina Rufrancos

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Sol y playa

Y nos fuimos sacando la ropa 1910

2012

1944

1992 C M Y K

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Martha Argerich

El demonio y el piano M

artha Argerich está en todos los detalles, al punto que plancha ella misma la ropa que va a usar en escena. Arriba de las tablas su figura se agiganta y cobra el magnetismo de una estrella de rock. ‘‘La velocidad es mi naturaleza, mi tendencia, el demonio que tengo’’, dice la pianista más venerada en el mundo entero, que desde hace una década se niega a tocar en Buenos Aires, tras los incidentes gremiales que en 2004 obligaron a cancelar sus funciones en el Teatro Colón. Argerich nació en Buenos Aires el 5 de junio de 1941. Comenzó a estudiar piano a los cinco años con Vicente Scaramuzza y Ernestina Kursrow y sólo tres años después dio su primer concierto, en el que interpretó a Mozart y Beethoven. Sus padres se habían conocido mientras militaban en el centro de estudiante de la facultad de Ciencias Económicas: él presidía el Partido Radical y ella, el Socialista. Se enamoraron mientras discutían, con fervor, su antiperonismo. Ninguno imaginó que, años mas tarde, le deberían al ex presidente sus trabajos y la carrera de su hija. ‘‘Yo tenía poco más de 12 años, había tocado en el Teatro Colón y Perón me había dado una cita en la residencia presidencial. Mamá preguntó si podía acompañarme y le dijeron que sí, que por supuesto. Yo no era muy peronista. Me acuerdo que siempre estaba pegando por todos lados papelitos que decían ‘Balbín-Frondizi’’, contó Argerich. El resultado de ese encuentro fue determinante. ‘‘Perón C M Y K

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me recibe y me pregunta: ‘¿Y adónde querés ir, ñatita?’ Y yo quería ir a Viena, a estudiar con (Friedrich) Gulda (el maestro del Conservatorio de Viena)’’. ‘‘A él sospecho que le gustó que no dijera que quería ir a estudiar a los Estados Unidos. Pero lo más cómico fue que mi mamá, para congraciarse o vaya a saber qué, le dijo que a mí me encantaría tocar en un concierto en la UES (la rama estudiantil del peronismo). Y parece que yo debo haber puesto una cara... porque Perón, que le seguía la corriente a mi vieja, diciéndole, todo zalamero, ‘por supuesto señora, vamos a organizarlo’, mientras me guiñaba un ojo y por debajo de la mesa, me hacía con un dedo que no. El se estaba divirtiendo con mamá y eso me tranquilizó. Se dio cuenta que yo no quería. Si hasta le dio un trabajo a papá y lo nombró Agregado Económico en Viena. Y a mamá le dijo que creía que ella también era muy inteligente, emprendedora y capaz, y le consiguió otro puesto en la embajada’’. Gulda, por supuesto, la aceptó y por varios años fue su única alumna. El tenía 25 años y ella 15. A muchos años, el amor todavía se lee en su recuerdo. ‘‘El era un revolucionario, y eso a mí me iba muy bien. Era tan inmaculado, y al mismo tiempo, tenía un sonido tan particular, lograba muchas veces un sonido que podía resultar, cómo decirlo, desagradable, extraño para la gente. Eso me encantaba’’, contó Argerich.

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Norma Fontenla Una tragedia que marcó a la danza escasos metros de la esquina de Tucumán y Libertad, A fren te al Teatro Colón, una joven bailarina ensaya un osado staccati. Es Norma Fontenla, la estrella del ballet argentino que falleció en un accidente aéreo el 10 de octubre de 1971. Fontenla, junto al cuerpo estable de baile del Teatro Colón, viajaba a Trelew, provincia de Chubut, para una presentación en el Teatro Español cuando su avión se precipitó al Río de la Plata por fallas en uno de sus motores. No hubo sobrevivientes. Norma Fontenla había estudiado en el Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico y en la Escuela de Baile del Teatro Colón. Luego de ocupar varios cargos, llegó a ser primera bailarina del Cuerpo Estable del Colón, donde brilló como ‘etoile’ en los escenarios del mundo. Alcanzó gran reconocimiento después de haber acompañado, en 1967, a Margot Fonteyn y a Rudolph Nureyev en ‘Giselle’. En 1971 Nureyev la eligió para compartir en el Teatro Colón los papeles principales de su ballet ‘Cascanueces’, de Tchaikowsky. Hasta poco antes de morir realizó exitosos recitales de danza y presentaciones por televisión junto con Nureyev y José Neglia. Fue la única bailarina de su generación que abarcó un repertorio tan amplio como disímil.


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Margarita Argúas

La primera mujer de la Corte Suprema P

ara la época en que Margarita Argúas co men zó sus es tu dios uni ver si ta rios en la segunda década del siglo pasado, había ya mujeres dedicadas al derecho en el país, si bien en un nú me ro to da vía me nor. Pe ro Ar gúas se dis tin guió siem pre por su gran inteligencia y prestigio, que la llevaron a ser la primera mujer en integrar la Corte Suprema de la Nación. “Era una persona brillante”, asegura el historiador Daniel Balmaceda. “Admirada por sus com pa ñe ros, se re ci bió rá pi do, con apenas 20 años”. Obtuvo su doctorado con diploma de honor. Argúas se especializó en el derecho interna cio nal pri va do. Pron to in cur sio nó en la docencia, donde adquirió prestigio, pero al mis mo tiem po “lle vó ade lan te una muy buena carrera. Empezó a trabajar en Tribunales y fue avanzando en el escalafón del Po der Ju di cial has ta con ver tir se en 1958 en camarista”, cuenta Balmaceda. “Poco más de diez años después fue desig na da co mo pri me ra jue za de la Cor te

Suprema durante la presidencia del general Roberto Marcelo Levingston, en 1970. Esto es algo que no había ocurrido ni siquie ra en de mo cra cias más abier tas, co mo la de Es ta dos Uni dos”, re fie re el his toriador. “Para entonces era ya una persona muy respetada en el campo del derecho”, añade. “Era jurisconsulta y escribió libros varios libros”. “Co mo jue za, sus fa llos eran muy téc nicos. No tenía atisbos políticos ni se dete nía en cues tio nes pro ce sa les, y sí en cam bio se preo cu pa ba por de fen der los derechos constitucionales. Tenía esa forma par ti cu lar de fa llar que lla ma ba la atención”, continúa. “Cuando el gobierno de Levingston fue reemplazado por el del general Alejandro La nus se ella pre sen tó su re nun cia. Ahí se re ti ró pe ro no ter mi nó su ca rre ra. Si guió de di ca da al de re cho pe ro des de el área de la do cen cia y la es cri tu ra de li bros”, concluye. Agustina Sucri

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María Angélica Barreda Una precursora en el Derecho zos del siglo XX, el viaje desde La Plata hasA tacomien Buenos Aires era costoso. María Angélica Barreda

soñaba con ser médica pero en razón de la distancia cambió de idea: se decidió a estudiar Derecho porque era una carrera que se dictaba en aquella ciudad y terminó siendo una precursora. Hasta entonces, la mujer no había incursionado en ese campo. María Angélica, que había nacido en La Plata el 16 de mayo de 1887, siempre había visto “con mucha simpatía lo que hacían mujeres como Cecilia Grierson o Elvira Rawson en Buenos Aires”, explica el historiador Daniel Balmaceda. Y no tardó en seguir su ejemplo, en vista de que llegó a ser la primera abogada argentina. Pero el camino no fue fácil. Según Balmaceda, “María Angélica enfrentó una mayor resistencia que las estudiantes de Medicina”. Hay que tener presente, dice, que “era menor de edad, era mujer y muchos profesores no estaban muy convencidos de tenerla en la clase”. “Tampoco sus compañeros se sentían cómodos”, apunta el escritor. “Ellos venían de generaciones de abogados que habían estudiado en cursos de hombres”. María Angélica, de todos modos, logró recibirse en

1920, con apenas 19 años de edad. Pero la resistencia que había encontrado hasta entonces no acabaría allí. A tal punto que “debió esperar tres años hasta que le reconocieron el título y se lo entregaron, algo que ocurrió en un acto que se hizo específicamente a tal fin en el Cabildo de Buenos Aires”, afirma Balmaceda. Su capacidad hizo que después, en el ejercicio de su profesión, esas resistencias quedaran en el olvido, según el historiador, quien asegura que “su condición de mujer no fue un obstáculo para encontrar clientes”. El escritor cree que “la manera en que peleó por su título mostró que era obstinada pero también que estaba muy bien preparada” y “llegó a ser una abogada brillante”. A lo largo de su vida profesional tuvo mucha actividad, llegando a intervenir en “alrededor de 500 juicios”. >”En algún momento -recuerda Balmaceda- le hizo un juicio al gobernador de la provincia de Buenos Aires y lo ganó. A partir de entonces pasó incluso a ser garantía de una buena defensa”. Durante su carrera, María Angélica acompañó también a la mujer en la búsqueda de sus derechos y fue una invitada ilustre al famoso Congreso de Mujeres de 1910.

Con el tiempo, se convirtió en un caso interesante para todas las mujeres: “alguien que había logrado superar la oposición de todos los compañeros de facultad, el escepticismo de varios profesores, y los intentos por frenarla con excusas para ver si en el camino perdía interés por este tipo de actividad”. A. S.

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Cecilia grierson

La primera médica argentina H

acia fines del siglo XIX era muy habitual que las mujeres se dedicaran al magisterio como una salida laboral socialmente aceptada. Cecilia Grierson no fue, en este sentido, la excepción. Pero un hecho fortuito, la enfermedad de una amiga, le despertó el interés por la medicina y terminó siendo la primera médica argentina, una profesión en la que se abrió camino a fuerza de capacidad e innovación. El historiador Daniel Balmaceda sostiene que la enfermedad de su amiga, Amelia Kenig, le cambió la vida. “Kenig estaba muy enferma y no lograba tener una atención adecuada. Esto afectó mucho a Cecilia Grierson”, cuenta el escritor. “Es como un acto de amor hacia su amiga que ella decide estudiar medicina”, afirma Balmaceda. “Fue la primera estudiante mujer, y durante sus estudios no hubo otras”, enfatiza el historiador, quien recuerda que hasta entonces Grierson, nacida el 22 de noviembre de 1859 en Buenos Aires, se había dedicado al magisterio, como era común en mujeres de clase media o media alta de su edad. Su vocación es un poco tardía. Grierson se recibió de médica en 1889, a los 30 años. “A esa edad la mujer ya tenía bastante resuelta toda su vida. Pero ella estaba arrancando con una actividad profesional maravillosa”, apunta. Por ser pionera, “encontró una resistencia típica del gran cambio que se estaba generando, pero aún así fue mucho menor que en otras carreras”, señala el escritor. El gran sostén de Grierson para llevar adelante sus estudios fue su familia. “Ella, evidentemente, tenía una capacidad oculta en el área de medicina que era admirada incluso por sus propios compañeros”, resalta Balmaceda. “Era brillante”, dice. “Fue por su capacidad que comenzó a ganar un espacio importante. Pero también supo aprovechar el impacto de ser la primera mujer -lo que hoy sería sobresalir en forma mediáticapara el desarrollo de la medicina”, explica. Así, por ejemplo, formó una escuela de enfermeras, algo que representó un cambio notable, alineado con lo que pasaba en el mundo, ase gura Bal maceda.

“Pero además -apunta- viajó a Europa a perfeccionarse en obstetricia y ginecología, y fue la impulsora del Instituto del Ciego, estudiando toda la problemática que debían enfrentar sordos y ciegos”. Balmaceda considera que Cecilia fue una visionaria porque, “para las guerras europeas de fines del

siglo XIX y para la Primera Guerra Mundial, la mujer comenzó a tener un rol muy importante, y ella ya lo venía advirtiendo. Por eso creó la escuela de enfermeras”. Así, Cecilia Grierson terminó siendo ejemplo de todas las mujeres que soñaban con la posibilidad de ser profesionales. Agustina Sucri

Elvira Rawson Una feminista en el campo de batalla l nuevo horizonte abierto por Cecilia Grierson E pron to convenció a Elvira Rawson de abandonar

también el magisterio para estudiar medicina, y en su caso llegó a destacarse tanto por el coraje con que salió a atender heridos en plena Revolución del Parque, en 1890, como por la pasión con que después tomó la causa del feminismo. Elvira había nacido en Junín, provincia de Buenos Aires. “Ya se había graduado de maestra pero sintió que eso no cubría sus expectativas, por lo que siguió el camino de Cecilia Grierson y estudió medicina”, explica el historiador Daniel Balmaceda.”Fue la segunda mujer en recibirse”, añade. Balmaceda refiere un episodio que la tuvo por protagonista y que ocurrió durante la Revolución del ‘90, “aquella en donde los radicales enfrentaron al gobierno de Miguel Juárez Celman, y cuyo epicentro estuvo en lo que llamaban el Parque, que es ahora la zona de Tribunales, por lo que también se la conoce como Revolución del Parque”, ilustra el especialista. “Había allí un cuartel que lo habían tomado los radicales. Elvira, que por entonces era pasante del Hospital Rivadavia, ubicado en Barrio Norte, fue

a ver al director y le pidió autorización para ir a curar a los enfermos en el lugar”, recuerda. Así lo hizo, junto a un grupo de médicos jóvenes que estaban también haciendo sus prácticas. “Fueron a curar heridos en medio de los disparos”, enfatiza el historiador. “Esto ocurrió cuando todavía estaba haciendo sus primeras armas en la curación. Fue una iniciativa que llamó mucho la atención”, asegura. A partir de allí, Elvira, que orientó su carrera hacia las enfermedades femeninas, tomó como norte todo lo que hacía Grierson, también en lo que respecta a la lucha feminista. “Grierson fue la que convocó en el Centenario al Primer Congreso Femenino Internacional, una reunión que trató de expresar el deseo de las mujeres de equipararse al hombre en muchos aspectos: cívico (participar en elecciones), profesional (igualdad de oportunidades), laboral (salario) y social. Y Elvira Rawson participó”, apunta Balmaceda. Ese año se casó con Manuel Dellepiane, con quien tuvo siete hijos. A. S.

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Doña Petrona

El hogar conoció a su ama de casa preferida P

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etrona Carrizo de Gandulfo, más conocida como Doña Petrona fue una profesional de la cocina que -nunca mejor expresado- supo cómo romper el molde. Santiagueña, nacida el 29 de junio de 1896, llevó consigo una trascendencia que surgió en el siglo XX, pero se instaló en el siglo XXI. Dueña de un legado sin edad y de secretos culinarios que volcó en su desarrollo de vida -incluido un libro consultado por distintas generaciones-, supo insertarse y posicionarse, como pocas personas, en los medios de comunicación. Doña Petrona fue la asesora, por excelencia, de la mujer en el hogar -lo que, se entendía, era su rol primordial-. Era docente en sencillo idioma; esa consejera que todas querían tener cerca, y ella se acercaba. Petrona Carrizo de Gandulfo promovió el arte culinario, primero, a través de la promoción de las cocinas a gas, a través de clases presenciales. Comenzó a vincularse con la gente de una manera más masiva a través de la publicación de sus recetas en la revista ‘El hogar’. ‘Doña Petrona’ se afianzaba como marca y, en 1933, editó ‘El libro de Doña Petrona’, de cuya venta se encargó ella en persona -una verdadera enciclopedia de recetas y sugerencias sobre cocina, que se convirtió en best seller-. Esta obra, con más de 600 páginas, incluía no sólo recetas de cocina y secretos culinarios, sino también consejos para la mujer moderna en lo que a la organización y mantenimiento de la casa respecta. Supo adaptarse a la evolución de los medios de comunicación, difundiendo sus recetas en radio, para luego llegar a la televisión. Como clara muestra de su conexión con la vida de todos los días, de lo cotidiano, publicó ‘Las recetas económicas de Doña Petrona’, respondiendo a la problemática de su público acerca del consumo de ingredientes más accesibles. También fue coautora, junto al doctor Alberto Cormillot -reconocido especialista en nutrición y obesidad- del libro ‘Coma bien y adelgace’. En esa línea, se suma a su producción literaria ‘El placer de comer y adelgazar’.

Al aire

Su debut en televisión fue en 1952, siendo maestra gastronómica de varias generaciones de argentinas. Su consa-

pos modernos invitaron a nuevas varianL tesos tiem de estilo en materia de gastronomía televisada.

En ese sentido, Bernarda López Ragatinto, más conocida como Narda Lepes, tomó la batuta. De carácter fuerte e impronta muy cercana al televidente, la chef, escritora y presentadora de televisión reintrodujo en los programas de cocina -a veces, lindantes con el aburrimiento- consejos útiles y simples que se desprenden de lo neto de una receta. Surge con ella un nuevo formato de cocina en TV. Narda Lepes inició su capacitación en la década de 1990, para hacerse marca en los años 2000; hoy es una chef que, en la ‘era 2.0’, brilla por su popularidad entre espectadores, que son también seguidores que la consultan a diario respecto de sus enseñanzas culinarias. Narda entra en escena en un estadío aggiornado de la sociedad argentina: la cocina no sólo es ‘cosa de mujeres’, sino que es un espacio de disfrute abordado también por hombres. Sin dudas, esta profesional entendió cómo atrapar la atención de los espectadores (más que nunca, ellas y ellos), y eso la distingue. Due-

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gración llegó en 1960, cuando se incorporó al programa ‘Buenas tardes, mucho gusto’ donde, junto a su célebre asistente Juanita, conquistó a miles de argentinos que aprendieron, así, a preparar sus empanadas, locros, pucheros, guisos, canelones y todo tipo de pastas, tartas, alfajores, budines y postres; el menú no tiene fin. El 10 de diciembre de 1975, la Petrona Carrizo de Gandulfo y una serie de reconocidas ‘mujeres fuertes’ del país fundaron la Asociación Argentina de Ecónomas y Gastrónomas, con el objetivo de institucionalizar el aprendizaje del arte culinario.

Fueron más de cuatro décadas en las que esta mujer sostuvo ‘la sartén por el mango’ en materia hogareña. Petrona Carrizo de Gandulfo murió, a sus 95 años, el 6 de febrero de 1992, en Olivos, Buenos Aires, pero ‘Doña Petrona’ se hizo perenne en una influencia que empezó en la cocina y trascendió a todos los rincones donde pudiera haber inquietudes de la familia moderna. Muchas de sus recetas se mantienen vigentes, resistentes a una sociedad cambiante. Elena Newkirk

Narda Lepes La cocinera que le puso nombre y apellido a la gastronomía actual ña de una manera espontánea, original y de excelencia que cautiva al público, sobre todo, contemporiza la clásica cocina y da coherencia al concepto de ‘gastronomía fácil’. ¿La novedad? Se puede comer sano y variado y no perder la cabeza -y el bolsillo- en el intento. Nacida el 29 de julio de 1972, hija de padres chefs,

Narda vivió su infancia y adolescencia en Caracas, Venezuela. Descubrió su pasión por la cocina al finalizar la secundaria, al decidir tomarse un año sabático. Luego de incursionar en varios espacios formativos, completó su instrucción en París, Francia, donde el estudio se combinó con el trabajo en restaurantes, pasando por las cocinas de Gerard Foucher y Joel Robuchon. El debut televisivo de Narda Lepes fue en el 2000 y desde entonces sigue cautivando con sus recetas. E.N.


144º ANIVERSARIO

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Azucena Villaflor

La madre fundadora de la lucha “

Individualmente no vamos a conseguir nada. ¿Por qué no vamos todas a la Plaza de Mayo? Cuando vea que somos muchas Videla tendrá que recibirnos’’, dijo convencida Azucena Villaflor de De Vicenti una tarde de abril de 1977. Esas fueron las palabras de una madre que buscaba sin cansancio a su hijo Néstor, un estudiante de arquitectura de la UBA que llevaba desaparecido seis meses. Esas fueron las palabras que expresó a otras madres que compartían el mismo dolor. Esas fueron las palabras que dieron origen a las Madres de Plaza de Mayo. Azucena nació el 7 de abril de 1924. Sus padres eran Emma Nitz, quien se casó muy joven y la dio a luz a los 15 años, y Florentino Villaflor, obrero en una fábrica lanera. Al terminar sus estudios primarios debió comenzar a trabajar. A los 16, entró como telefonista en la empresa de electrodomésticos Siam, donde conoció a Pedro Carmelo De Vicenti, delegado sindical, con quien se casó en 1949 y tuvo cuatro hijos. Ama de casa, su vida era tranquila hasta el día que secuestraron a su hijo durante la dictadura militar. Fue así que Azucena y otras 14 mujeres comenzaron a reunirse en Plaza de Mayo y el día elegido fue el jueves, porque el sábado no tenían repercusión y el viernes era día de brujas. Al poco tiempo, las reuniones se hicieron conocidas y la policía les ordenó que circularan, que no podían estar agrupadas porque había estado de sitio. Así lo hicieron, cada jueves, Villaflor y el resto de las madres, a eso de las 15, caminaban alrededor de la Pirámide de Mayo y clamaban por la vida de sus hijos. Un día de octubre, en la iglesia San Nicolás de Bari, le pre-

sentaron a un tal Gustavo Niño, un joven con cara de ángel cuyo hermano mellizo había sido secuestrado y desaparecido. Sin dudarlo, Azucena, junto con el resto de las madres, lo acogieron en el grupo. Sin saberlo, habían dejado entrar a un lobo vestido de cordero porque ‘‘El rubito’’, como le decían cariñosamente, era Alfredo Astiz, un teniente de navío infiltrado. El 8 de diciembre secuestraron a la monja francesa Alice Domon en la Iglesia de Santa Cruz, junto a dos de las madres, Esther Careaga y María Ponce de Bianco. La noticia llegó rápidamente a oídos de Azucena y, a pesar del miedo, ella y sus compañera decidieron seguir adelante con la solicitada que iban a publicar en el diario dos días después, donde estaba la lista de nombres, apellidos y documentos de identidad de los desaparecidos. Dos días después, Villaflor salió de su casa, en Avellaneda, para comprar el diario con la solicitada y unas facturas, y luego regresó; pero el ejemplar del periódico estaba borroso así que decidió salir a buscar otro. Fue secuestrada cuando cruzaba la avenida Mitre. Gritó y trató de resistirse. Ese 10 de diciembre también capturaron a la monja francesa Léonie Duquet. Ironía del destino, ese día era el Día Internacional de los Derechos Humanos. Domon, Duquet, Careaga, Ponce de Bianco y Villaflor, todas habían sido marcadas por Astiz. Como la reencarnación de Judas, ‘‘el angel de la muerte’’ marcó a Azucena con un beso en la mejilla. Fue llevada al centro de concentración ubicado en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde fue torturada y, días después, asesinada al ser arrojada al mar desde

un avión durante los denominados ‘vuelos de la muerte’. A fines de diciembre de 1977 comenzaron a aparecer cadáveres en los balnearios de Santa Teresita y Mar del Tuyú, y sin demasiadas averiguaciones fueron enterrados como NN en el cementerio de la General Lavalle. Su marido, quien falleció algunos años más tarde, siempre tuvo la esperanza de que volviera. ‘‘Murió de tristeza, esperándola’’, contó su hija Cecilia De Vicenti. Los restos de Villaflor fueron identificados recién en 2005 por el Equipo Argentino de Antropología Forense y sus cenizas fueron enterradas a los pies de la Pirámide de Mayo, allí donde su lucha comenzó. Silvina Rufrancos C M Y K

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Estela de Carlotto

Más de 30 años de incansable búsqueda H

ija de Miguel Alejandro Barnes y Edwig Frances May Wauer, Estela nació el 22 de octubre de 1930 en la Capital Federal. A los 15 años conoció a Guido Carlotto, un año mayor que ella, y se enamoraron. Estuvieron ocho años de novios antes de casarse, es que ambos querían terminar sus carreras: él, químico industrial, y ella, maestra. Tuvieron cuatro hijos Laura, Claudia, Guido y Remo. Los años pasaban felices, sin grandes sobresaltos. Sin embargo, su vida dio un giro de 180 grados con la llegada del golpe militar de 1976. Primero, su esposo fue secuestrado y torturado, y tras el pago de un rescate fue liberado. Pero la pesadilla no terminó ahí, el 26 de noviembre de 1977 su hija mayor, embarazada de dos meses y medio, fue secuestrada. Laura tenía 22 años, era estudiante de Historia de la Universidad de La Plata y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Estela no lo dudó, pidió licencia en la escuela y comenzó la búsqueda, sin saber que esto marcaría el resto de su vida. Se encontró con mujeres con las que compartía el mismo padecimiento y, así, en abril de 1978 se sumó a las Abuelas de Plaza de Mayo. Con un pañuelo blanco como distintivo, se reunían en la plaza para pedir la aparición de sus seres queridos. Su hija estuvo detenida en el centro clandestino denominado ‘La Cacha’, que funcionaba cerca de La Plata. El 26 de junio dio a luz a un niño al cual llamó como su padre, Guido. Un mes después fue asesinada y su cuerpo fue entregado a sus padres. El bebé nunca apareció. ‘‘La enterramos el 27 de agosto en La Plata. Y el 30 de agosto me jubilé, con una hija asesinada y un nieto que no sabía si existía o no. Me enojé con Dios, me enojé con Jesucristo... Yo había rezado tanto, ha-

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bía hecho promesas... Pero me duró poco el enojo, porque me dije que no es Dios, son los hombres los que hacen estas cosas, no Dios... A pesar de todo mi fe está enterita. Será porque no tengo rencor’’. El domingo 5 de agosto de 1978, Día del Niño, La Prensa aceptó publicar la primera solicitada en la que se reclamaba por los nietos desaparecidos. Estela se convirtió en presidenta de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo y durante estas tres dé-

cadas de lucha recibió reconocimientos de todo tipo, tanto nacionales como internacionales. ‘Abuelas’ ha recuperado a 109 de los más de 400 bebés apropiados durante la dictadura militar. ‘‘Sueño encontrar a mi nieto y lo espero minuto a minuto (...) Ojalá un día toque el timbre de esta casa y diga ‘quiero saber quién soy’ ’’. Silvina Rufrancos


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La moda

Así cambió a través del tiempo L

a ropa que elegimos, nos refleja, señala nuestro deseo de seducir, de decir quiénes somos o qué soñamos ser. Nos identifica a un grupo, profesión o categoría y responde a múltiples códigos personales o sociales. En términos más amplios y más allá de su aparente intrascendencia o frivolidad, la moda define estéticamente una época, se manifiesta en lo efímero, pero alude a lo esencial. La moda entra en el Río de la Plata a mediados del siglo XIX, cuando aparece un sistema de producción y difusión (desconocido hasta el momento) a causa de la Revolución industrial. Inglaterra ya abastecía al puerto de Buenos Aires de telas y manufacturas que poco a poco cubrirían todas las necesidades del mercado rioplatense y provocarían el empobrecimiento de las economías provinciales.

Influencias

En el libro ‘Historia de la vida privada en la Argentina’, Mariquita Sánchez cuenta, que el lujo francés iniciado hacia 1815 fue dando paso a una influencia gradual que desplazaría a la moda española y que tuvo sus años de mayor apogeo a partir de 1870, cuando la inmigración y la riqueza del país hicieron posible un lujo hasta entonces desconocido. Los habitantes de Buenos Aires, plebeyos y sin títulos de nobleza se fueron convirtiendo, negocios y contrabando mediante, en una activa clase media, de la cual emergió una pretenciosa clase alta que disfrutaba de ‘ir de tiendas’ con un solo propósito: revolver telas y vestidos recién llegados de Londres o París. La diversificación de estilos se completó después de 1860: “En 1837 apareció el periódico ‘La Moda’ en donde escribía Juan Bautista Alberdi, que divulgaba las distintas usanzas en nuestro país. Tiempo después, comenzaron a llegar modistas y sastres de España y de Francia y hacia mediados de siglo XIX ya se podían conseguir en estas tierras, los catálogos y las revistas españolas, como ‘La moda elegante’ que incluía moldes detallados e instrucciones precisas para confeccionar las prendas, bordados y manualidades”. “Con el comienzo de la sociedad industrial, en 1860, también los hombres renuncian a los pantalones ‘chupados’ de vestir y adoptan un traje más acorde con una sociedad que tenía entre sus obsesiones la producción”. Los caballeros, en consonancia con la Revolución Francesa y su “estilo de la simplicidad”, tomaron distancia de la moda francesa y adoptaron las tendencias de la inglesa hacia una cierta uniformidad: chaqueta larga, muy entallada, de color oscuro con faldones separados y pequeño cuello con solapas, ceñido pantalón blanco y botas de caña semi altas.

Tendencias

Las grandes tendencias permanecieron por diez años: en los 40 la pollera amplia y la chaqueta entallada marcando la cintura. En los 50, pantalones, para una mujer que requería estar cómoda y en movimiento y en los 60 Mary Quant trajo la minifalda y Courrèges, el corte cuadrado en las chaquetas cortas con falda cortísima. Ya en los 70 la mujer se estiliza, suaviza sus formas y se valoriza la suavidad y la textura de las telas y en los 80 llegaron las grandes hombreras y las polleras tubo. En los 90 la moda más natural valorizó la silueta, reduciendo los grandes volúmenes, insinuando las formas suaves y mostrando más el cuerpo de la mujer. En este siglo, la posmodernidad permite la mezcla de estilos, desaparecen las leyes rígidas y el lujo es una forma de agravio a las crisis económicas. Igualmente la feminidad no se pierde, las jóvenes mostrando su sensualidad, bajan la cintura varios centímetros en faldas y pantalones. El jean es eterno. 1972

Historia

Hacia 1914, con el fin de la Primera Guerra Mundial, se terminó, también, la función de ‘mujer-adorno’. Los movimientos feministas, de la mano de Chanel y Poiret, cambiaron la moda y la liberaron: se dejó de lado el corset. Paul Poiret modificó la silueta gracias a la propuesta de túnicas de talle alto, faldas pantalón y colores vivos. Madame Vionnet confeccionó vestidos al bies y sin corset. Asimismo, Chanel impuso el uso de bijouterie. Paradójicamente, durante la Primera Guerra Mundial Buenos Aires vivió un clima festivo. Se usaba de todo: trajes superpuestos con túnicas (esto se vio sólo aquí), colores malva, peinetas, ropa sport, sin que se sintiese la escasez de materiales, como en Europa, debido a la importación anterior. En la década del 20 se instaló en Buenos Aires la alta costura. El ideal social era el varón vestido ‘a la inglesa’. Y ellos no estaban dispuestos a que sus mujeres desentonaran. Así, ellas lucían vestidos camisa de talle muy bajo, sombreros hasta los ojos llamados cloche, adornos en bijouterie, medias bordadas y pe1960 lo a la ‘garcón’ con un estilo femenino. El largo de las faldas variaba año a año. La mujer lánguida, asexuada y pálida de los años veinte dejó paso a la línea más femenina. Trajes de noche largos y adherentes, buenos cortes y al bies. La mujer argentina encontró estas líneas demasiado atrevidas, y se volcó preferentemente a la moda que imponía la alta costura, mostrada por revistas como ‘El hogar’ y ‘Atlántida’. El nylon hizo su aparición a partir del año 1937, pero recién en 1945 se fabricaron en el país las medias París. Sombreros chicos, boinas, capelinas de crin transparente y pelo ondulado y tapados entallados poblaban las calles argentinas.

Moda y guerra

En los años 40, la Argentina no miró hacia adentro sino que comenzó a imitar a los Estados Unidos. Las mujeres llevaban grandes hombreras y se asemejaban a las amazonas con vestidos cortos adornados con flores: una moda austera, pero femenina. En 1947, con el ‘New Look’ de Dior, los vestidos se volvieron más suntuosos: faldas largas, enormes sombreros con plumas y telas muy ricas. Fue Evita quien lo trajo al país. Para 1950 se adoptaron en el país dos líneas Dior: la A y la Y, ancho o angosto. La boutique Drecole de Jaques Dorian fue la primera boutique Pret a Porter en Buenos Aires. En el pelo se usaban melenitas marcadas y cejas anchas en el rostro. En la ropa, la cintura avispa (a lo Divito) y los zapatos de taco aguja convivían con las chatitas. Las jóvenes usaban mocasines blancos en Mar del Plata y sweaters de angora.

El apogeo

Los 60 fueron años gloriosos en la Argentina: surgieron diseñadores en el Instituto Di Tella. La zona de la ‘manzana loca’ (Florida, Marcelo T. de Alvear, Maipú y Paraguay) dictaba la moda y Modart lanzó el unisex. Hacia 1964, Courreges diseñó la minifalda y Mary Quant la lanzó junto a la explosión juvenil. La minifalda y los pelos largos iracundos (en los varones) provocan escándalos. Se cambió lo establecido a través de los movimientos hippies, flower power, lo hindú y se ensayaron nuevos caminos con materiales inéditos. Entre las líneas de los setenta, podemos identificar el folk, el look superpuesto de Kenzo, el pret a porter, la moda Gatsby, el estilo safari, el predominio de los colores beige o tierra,

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el uso de polleras amplias o look ruso de Saint Laurent, el hot pant, la maxifalda, las botas altas acordonadas, el uso de blusas ajustadas, el unisex y los pantalones ‘pata de elefante’. La moda retro apareció hacia mediados de la década.

todo ajustado

La moda de los 80’ es una de las más recordadas y recreadas. Todos los años en alguna colección encontramos prendas inspiradas en esta época. La forma de vestir era llamativa, brillosa y exuberante. En contraposición a la década del 70, se usaban los pantalones apretados y las remeras anchas. Si eran calzas (de cuero o lycra) mejor. Los accesorios que se usaban eran polainas, vinchas y pulseras con muchos colores. Una de las grandes referentes de los 80’s es Madonna. Impuso el pelo con 1984 volumen, maquillaje fuerte, camperas de cuero, polleras con calzas, prendas de encaje, guantes y accesorios dorados. En ésta década se comenzaban a usar las transparencias y la ropa interior empezaba a tener más protagonismo. Además, los hombros se resaltaban con hombreras en remeras y blazers. En los 90, la música tuvo un gran poder sobre la moda. El Grunge, de la mano de Nirvana y Pearl Jam, con jeans desgastados, remeras amplias y camisas escocesas marcaban tendencia entre los jóvenes. El modisto Gianni Versace impuso la famosa estampa y los colores pastel incluso en metalizados. Otra gran tendencia son los colores Flúo, que se usaban en todos lados. Ac tual men te, los diseñadores de moda pueden pronosticar tendencias desde la observación social, psicológica, económica y cultural. Sólo se necesita percepción para captar todo aquello que pueda convertirse en usable, querido, y rentable. Paula Estevez

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